27 de septiembre de 2011

LOS DIABLOS DE OPORTO


(Este es el famoso juego que nació aquí)
A los viajeros que más pronto o más tarde se dirijan a Portugal, tengo algunas propuestas que hacerles:
Si tienen previsto visitar Lisboa, les invito a la aventura de cazar diablos en aquella ciudad. Mireia, de Blanes, ya montó el juego allí.
Si el destino es Oporto, hoy, el Loco de la famila bloguera, nos trae su particular periplo escondiendo nuevos diablos.

Advierto a todos aquellos que huyen despavoridos y hasta se tiran por el balcón cuando ven una entrada larga, que ésta lo es por la gran cantidad de fotos, pero no tiene tanto texto, pardiez!¡No me sean cobardes!
Bueno, paso conexión con A Coruña y el mensaje de Loco:

Hola JuanRa;

Una vez que la normalidad vuelve a la vida de uno, te mando la crónica de mi visita a Porto y su consiguiente juego del Cazadiablos. He escondido en total 6 diablos, y permíteme la libertad en este juego tuyo, de hacer un extra-Diablo. La apariencia de los diablos corrientes es la siguiente:
Y como el juego consiste en cazarlos, firmarlos y volver a ponerlos en su sitio, la parte de atrás luce tal que así:

Y como nadie se los puede llevar, he creado este Diablo extra. Y aunque luego digo dónde está, no será tan fácil conseguirlo (o sí, vete tú a saber)

Empecemos.
Diablo 1
Localización: Torre de los Clérigos

La Torre de los Clérigos es el edificio más alto de Porto. Desde el campanario de la torre se tiene una vista espectacular de toda la ciudad. Para localizar el Diablo hay que pagar 3€ de rigor. Pero merece la pena por las vistas.

Una vez dentro, y subiendo en espiral, se hace un descanso en el tercer piso (tercer piso es un decir porque no hay descansillos). Nos referiremos al tercer piso, como a la tercera ventana de rejas que hay.
En esa tercera ventana que no sale en la foto (me di cuenta al llegar al hotel de que no se veía ventana, pero no iba a volver a pagar 3€ para sacar foto de la misma, patoso que es uno), hay una grieta (la única). Se requiere pinza para sacarlo porque es algo complicado.

Diablo II
Localización: Plaza del Infante D. Henrique el Navegante.
Esta plaza está enfrente del Palacio de la Bolsa. En medio está el monumento del Infante señalando las nuevas tierras con la bola del mundo a su lado.
En cada uno de los extremos hay dos estatuas que hacen alegoría a la conquista de Ceuta. A nosotros nos interesa la que está detrás del grupo escultórico. Ahí está el Diablo (y también se necesitan pinzas).
N.T.: un grupo de portuenses me vieron meter el papel y luego intentaron quitarlo, por suerte, sin éxito.

Diablo III
Localización: Palacio de Cristal.

Este palacio (copia del Crystal Palace de Londres) se construyó en el siglo XIX para albergar ferias industriales y agrícolas en Porto. Además cuenta con un jardín botánico que lo hace único en Europa con una gran variedad de árboles, plantas y flores.
En el medio de este parque encontramos un grupo escultórico comprendido por 4 estatuas femeninas que representan el paso del tiempo en las 4 estaciones del año. Nuestro tercer Diablo se encuentra, como no, en la estatua dedicada al verano (y también se necesitan pinzas para sacarlo)


Diablo IV
Localización: Jardines del Museo Serralves.

El cuarto Diablo está en esta institución cultural que consta de un museo de arte contemporáneo y unos espectaculares jardines de casi 20 hectáreas, donde encontramos una gran variedad de plantas y árboles, un lago, establos para animales y hasta una pequeña granja apiaria (de abejas de toda la vida), combinado con una serie de esculturas de artistas portugueses que hacen de estos jardines algo muy especial. Merece la pena pagar los 3€ de rigor para pasar la tarde merendando, leyendo un libro o simplemente para pasear por los diferentes circuitos del mismo.
Para localizar el Diablo hay que dirigirse a los jardines principales del museo, es decir, estos:

Una vez en ellos, nos metemos debajo de las escaleras entrando por la puerta de la izquierda y buscamos la tercera columna. Allí hay una pequeña grieta. En esa grieta tenemos nuestro premio. Y para no variar, pinzas requeridas. (Es que no todo iba a ser tan fácil)


Diablo V.
Localización: Catacumbas de la Iglesia de San Francisco.

Esta iglesia situada al lado del Palacio de la Bolsa, es una de las más importantes de Porto. Construida a principios del siglo XVII y de estilo gótico, lo más destacable de la iglesia es su interior decorado con madera dorada y unas tallas de madera muy logradas. De entre todas ellas destacaría ‘El árbol de Jesús’ (tirar de la wiki, ya que estaba prohibido hacer fotos o vídeos).

Fuera de la iglesia se encuentran las catacumbas y es allí donde encontraremos nuestro próximo Diablo. Pagamos 3€ y bajamos al sótano 2 (como en los garajes). Allí nos encontraremos a mano derecha con esta composición artística (por llamarla de alguna manera):

Una vez delante de esta especie de púlpito, nos vamos a la ventana de la izquierda y allí, en la única grieta que hay, se encuentra el Diablo. He de decir que aquí me jugué la vida porque había cámaras de seguridad. No sé si me vieron meter el Diablo, pero yo salí sin problema ninguno.

Diablo VI.
Localización: Catedral Sé do Porto.
Esta impresionante catedral es de lo mejorcito de Porto. De estilo gótico y construida a caballo entre el siglo XII y XIII, está situada en el mismo corazón histórico de la ciudad.
Una cosa a destacar son los 3 órganos que posee la iglesia. Los cuales pudimos escuchar los allí presentes debido a una boda de unos particulares. A parte de la catedral podemos disfrutas del Claustro de los Monjes. Un patio interno con toques árabes y con una amplia red de capillas y salas de museos que hacen de este complejo arquitectónico una visita obligada.

Una vez pagados los 3€ para entrar en el Claustro nos dirigimos a la capilla de San Juan Evangelista. Una vez dentro buscamos el sepulcro y el diablo lo encontramos en la misma tumba dedicada al apóstol (un sacrilegio vamos) Para localizarlo, buscar una de las grietas que hay en la última piedra que sustenta dicha tumba.

Diablo Extra.
Localización: Librería Lelho e Irmao.
Se podría decir que este local, más que una librería es una obra de arte. Sólo con entrar ya sabes por qué J.K. Rowling la eligió para que saliera en la saga Harry Potter (la creadora del mago juvenil se enamoró de ella durante su estancia en Porto y ¡no me extraña!). Lo más impactante es el tejado de madera repujada y una escalera de lo más divertida (es como de forma de cadena de ADN). Lo malo que es estaba prohibido hacer fotos o vídeos de lugar. Estaban los dueños vigilando que nadie lo hiciera y de vez en cuando gritando eso de ‘NO FOTOS; PLEASE’. Dejo una foto de internet:


El caso es que tenía idea de esconder uno aquí, pero al no poder hacer fotos se me ocurrió esconder un diablo dentro de un libro para que se lo llevara el que se lo comprara. Y eso fue lo que hice.

Para localizar el libro subir a la segunda planta y buscar la sección de saldo (está al lado de la ventana del piso superior). A favor del juego he de decir que, después de ver a un turista usar el ingenio para sacar fotos (llevaba la cámara en un periódico e hizo fotos a diestro y siniestro) hice lo mismo y saque una foto del lugar donde dejé el diablo (y digo una, porque entre mi mala coordinación y el ruido de mi cámara, no daba yo el cante ni nada...)


Este es el lugar. El Diablo está es uno de esos libros (y no son pocos). Pero para hacerlo un poco más fácil, he de decir que el libro en cuestión tiene una palabra en común con el blog en la que está escrita esta entrada.

¡Suerte a todos y buena caza de los diablos!

P.D.1: En mi defensa he de decir que la idea de esconder la mayoría de los diablos en lugares sagrados, no es intencionado. Y que conste que el viaje que hice fue de placer no espiritual, aunque pueda parecer lo contrario.
¡Amos, con lo pagano que es uno!

Loco
Porto, julio de 2011.
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¡GRACIAS, LOCO! Has ganado muchas papeletas para a mellor caldeira do inferno.

21 de septiembre de 2011

SOMBRAS CHINESCAS

Repasando las fotos que he hecho este verano me quedo mirando un grupo de ellas que quedaron curiosas.

Se trata de las siluetas de Samuel y Aitana sobre un toldo.
Para evitar las largas horas de fuerte luz cuando el sol descendía, se mandó colocar un toldo que llegara hasta el suelo.

Cuando alguien pasaba tras él, me llamaba la atención lo nítidas que se proyectaban las sombras.
Se me ocurrió hacerles una sesión de fotos con diferentes poses y ahí quedó eso.

Cuando estaba pensando que podría subirlas al blog recordé otras siluetas que tengo guardadas la traca de años.
Las hizo mi madre.

Todo fue a raíz de algo que habíamos visto en Benidorm, en la plaza en la que cada tarde-noche se reúnen pintores, retratistas, caricaturistas, etc…

Había uno que con simplemente unas tijeras conseguía dibujar tu perfil recortando sobre una cartulina.

Lo hacía realmente bien, con rapidez y destreza. Después lo enmarcaba y te lo cobraba en pesetas.

No he vuelto a ver a nadie haciendo aquello y si acaso lo hay, ya cobrará en euros. Eso le hace perder encanto, claro.

Pues un día mi madre nos dijo: "A ver, poneos de perfil", y tris tras, tris tras...

Para ser la primera vez que lo hacía, nos sacó un notable parecido a mi hermano Tomás y a mí. Con esos pelucones desgreñados de entonces… (Ay, el otoño… :(
Y es que, por si no lo he dicho hasta ahora, mi madre vale su peso en oro.

Siempre recordaré a mi abuela paterna, cuando hablando de ella nos decía:

- Nenes, vuestra madre es una artista. Todo lo que hace lo hace bien. Sólo le falta inventar una máquina que haga billetes. Pero oye… tiempo al tiempo… que yo os digo a vosotros que aún la inventa un día…

Para terminar, y hablando de sombras y siluetas, me despido con una viñeta que me hizo reír mucho. Ahí os la dejo.

15 de septiembre de 2011

DEMONICUS CATALOGUS

Este post nace de un flechazo.

Acababa de ver una entretenida película de abundantes efectos especiales cuyo título resulta muy apropiado para este blog: Arrástrame al infierno.
Aunque a ratos previsible, en conjunto no estuvo mal, la disfruté. Tal vez influyera el que para sumergirme bien en ella y que no se me escapara detalle la vi con auriculares. Así la cosa cambia mucho.

Ese caminar inseguro de la chica por el parking subterráneo, con el eco de sus pasos rebotándote en el hipotálamo...; ese viento que hace traquetear las ventanas en noche tormentosa y te hiela un poco la nuca...; la respiración de la chica cuando duerme, interrumpida por un crujir de nueces que suena por algún lado (y dudas si ha sido en su casa o en la tuya)…

Por lo único que no me gusta ver películas de miedo con los auriculares es porque cuando mi mujer me habla no la oigo y entonces viene, me toca el hombro y pego un bote hasta el techo.

Pero bueno, a lo que iba. Cuando acabó la peli me apeteció ver el material adicional que venía en el DVD, y una vez más flipé imaginado lo complicado y tremendamente laborioso que debe ser hacer una película. Ya sólo con el maquillaje logran hacer maravillas.
Mirad si no el ejemplo:

Lo tremendo es que la actriz declaraba: “No, a mí apenas me maquillaron, tan solo me pusieron una lentilla y me cambiaron la dentadura” :O
Pues entonces bravo por el que hiciera el casting, porque supo elegir a la bruja perfecta.
Pero el objeto de mi deseo, el “flechazo” del que hablaba al principio lo mostraba una supervisora de decorados. En la habitación del médium de la película habían cuidado el detalle, colocando libros apropiados para el lugar, uno de los cuales se llamaba Demonicus catalogus. ¿No es un título hermoso y sugerente? Quedé hipnotizado ante algunas de sus ilustraciones.

Y ahí empezó mi locura.
Me dio por documentarme sobre demonios y encontré muchísimos:

Ahpuch (maya), Azazel (hebreo), Belzebub (hebreo), Beherit (sirio), Bile (celta), Coyote (diablo de los Indios de Norteamérica), Dagon (filisteo), Emma-O (japonés), Loki (teutónico), Mammon (arameo), Set (egipcio), Supay (inca), Tezcatlipoca (azteca), Yen-to-wang (chino)…

Curiosamente, pese a las decenas de diablos que hallé, no encontré al JuanRa (yeclano), lo cual solo puede deberse a dos cosas: o que todavía no es lo suficientemente conocido en todo el mundo o que no todos los diablos estamos censados, y yo me inclino a pensar que ésta es la razón primordial.
Así que seguí pensando durante unos días lo interesante que sería hacer un Demonicus catalogus en condiciones, bien documentado, exacto, completo, ilustrado sobre papel (nada de aparatos lectores modernos, que son poco macabros) Además, no sería mala idea realizar una película en la que se mostrara a esos nuevos demonios aún si catalogar.

Yo he hecho ya mis anotaciones (con ensoñaciones de cineasta) y creo que éste no sería un mal comienzo:

Nombre: Mon’kko (escandinavo)

Descripción:
Mon’kko es un demonio con cabeza de mono, cuerpo de mono y movimientos de mono. Sin embargo cuando cacarea se te olvida todo lo anterior. Habita en la más pura Naturaleza, sobre todo en las copas de los árboles, y de alguna manera eso le hace deambular ebrio.

Forma de invocarlo:
Haciendo claramente visible un gesto obsceno en un lugar de incomparable belleza.

Su aparición en pantalla:
Lers Gustavson vuelve de sus duras jornadas de labranza montado en su tractor. En el cielo avanzan orondas nubes grises que amenazan lluvia. Lers, que perdió su dedo índice cuando trabajaba como leñador, quiere saber desde dónde sopla el viento y alza su dedo corazón al cielo justo en el momento en que el reflejo del sol del ocaso besa la superficie del lago Frigöv.
Las copas de los árboles se agitan.
(...)
A la mañana siguiente encuentran a Lers en la cama, acostado con su tractor en evidente postura amatoria. Él debajo y el tractor encima.
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Nombre: Djorum (Ohio y otros estados unidenses)

Descripción
: Djorum se esconde en Campus Universitarios norteamericanos. Aficionado a los cosméticos, su aspecto es de una belleza repulsiva, pero bella al fin y al cabo. Huele a mantequilla de cacahuete y a baba de caracol. Se tira pedos de azahar.

Forma de invocarlo
: En cualquier pasillo académico poco transitado, dando gritos estridentes y saltos exagerados.

Su aparición en pantalla:
Samantha y Harriet suben corriendo las escaleras. Vienen de animar a sus chicos de un partido de beisbol y llevan puestas sus blanquísimas faldas cortas y los pompones rojos en las manos. Les han dicho que en el tablón de anuncios han puesto ya las notas de Física cuántica y se apresuran a ver sus calificaciones. Cuando descubren sus dieces saltan y gritan y se abrazan y bailan y cantan “Dame un unoo… dame un ceroo… ¡¡Dame un dieeez!!” Y se marchan riendo.
Las chinchetas se desclavan del corcho.
(...)
Dan sepultura a las dos amigas con indumentaria de graduadas. La policía omite algunos detalles a los familiares. Es secreto de sumario que tuvieran los pompones en la tráquea.
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Nombre: Birloccio (Toscana)

Descripción
: Quizás el demonio con más apetito que se conoce, Birloccio es capaz de dormir durante siglos en cocinas de campo y lugares donde haya una chimenea apropiada para asar chuletas de cerdo. Peludo y de proporciones hercúleas, cuando despierta es insaciable y muestra sus peores atributos si se enfada.

Forma de invocarlo:
Toma cuerpo a partir de caldos espesos y salsas, especialmente de la mayonesa cuando ésta ha sido elaborada con huevos de gallinas vírgenes (las hay, no todas son putas) Cualquier palabra malsonante dicha ante estos ingredientes es caldo de cultivo para su llegada.

Su aparición en pantalla:
La casa está llena de globos de colores. Es el cumpleaños del sobrino mayor de tía Edna y ésta decora la tarta con un 54 hecho de caramelo. Los cristales de sus gafas están manchados de harina y se las quita porque apenas puede ver. Termina de cubrir de nata la tarta y cuando se chupa los dedos descubre que se ha confundido y es mayonesa. Furiosa, grita un taco en hebreo (la tía Edna es de ascendencia judía) y lo repite una y otra vez. Una y otra vez.
Un globo rojo explota en el salón. Otro amarillo se vuelve flácido mientras pita.
La tía Edna resbala en una materia viscosa del suelo. Cuando consigue levantarse descubre un demonio inmenso ante ella, mostrando sus peores atributos (y corre a ponerse las gafas para verlos mejor) El demonio mete la lengua hasta el fondo del tarro de mayonesa, después la aferra del cuello y la atrae hacia él.
(…)
El médico forense cubre el cuerpo y ordena levantar el cadáver. Vuelve a casa sin comprender esa gran sonrisa en la cara de la anciana.
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Y ahora, si no queréis invocarme y os aparezca con las fosas nasales aleteando, os ruego me hagáis llegar para el censo los nombres y descripciones de más demonios. Seguro que alguno conocéis. No me lo dejéis todo a mí y seamos coguionistas, ¿de acuerdo?

10 de septiembre de 2011

EN UN TREN HACIA AYNA


He de escribir algún día sobre mis viajes a Ayna.

Sé que sabré hacerlo porque guardo recuerdos imborrables de aquella época.

Ayna es un pintoresco pueblo de la provincia de Albacete cuya visión desde lejos me ha parecido siempre fascinante.

Construídas en una vaguada entre sierras, las casas, muy apretadas entre sí, parecen abrazarse al monte con fuerza, y desde su privilegiado enclave miran cómo el río fluye a sus pies con tranquilidad.


El río Mundo, en cuyas aguas me bañé en muchas ocasiones, discurre por una garganta natural en la que abundan choperas y a donde descienden los aldeanos para cuidar las huertas que a sus orillas se acercan. Y es tan abundante el verdor de la zona que a Ayna se la conoce como la Suiza manchega.

Pero será en otra ocasión cuando relate las razones por las que tantas veces regresé a aquel pequeño paraíso natural. No fue solo por su hermoso paisaje ni por la sabrosa carne a la leña de Casa Segunda ni por los baños en el río o en las piscinas de La Toba. Ayna quedará por siempre en mi corazón por una historia de amistad que se prolongó a través de los años hasta hoy.

Fue una amistad inocente y espontánea que se convirtió rápidamente en una explosión de alegría, de cariño, de grandes vivencias; de esas amistades que se fraguan en la adolescencia y son una amalgama de sensaciones y sentimientos de toda índole.

Éramos cuatro: mi hermano Tomás, nuestros amigos José Enrique y Francis y yo. Y ellas eran siete: Gloria, Carmen, Toñy, Adela y las hermanas Ana, Mª Jesús e Isabel. (Desde aquí mi abrazo a todas vosotras. A ver si os llega y respondéis)

Puedo decir sin miedo a equivocarme que llegué a escribirles más de 200 cartas y aún conservo en una carpeta , que parece querer reventar, las cartas que de ellas recibí.

Pero repito, que hoy no me he sentado a escribir (todavía no) sobre Ayna y mis amigas ayniegas , sino sobre una curiosa historia que ayer mismo me recordaba mi madre y me sugería que la contara en el blog.

Han pasado tantos años que he olvidado matices importantes pero no la anécdota principal de la que jamás encontramos una explicación razonable. Probablemente, si pudiera recuperar aquellas cartas que les escribí, en más de una debí contar con pelos y señales la historia que nos sucedió.

Eran vacaciones de Semana Santa, en algún año de principios de la década de los 80 y, una vez más, los cuatro que antes nombraba nos disponíamos a ir a pasar unos días en Ayna, con la tremenda ilusión de reunirnos con nuestras amigas.

Montamos en el tren en la estación de Elda-Petrel rumbo a la de Albacete con la intención de tomar allí un autobús (La Requenense, recuerdo) que nos desplazaría hasta Ayna descendiendo por aquellas pronunciadas curvas.


Nos gustaba mucho la música y llevábamos con nosotros un radiocassette grande que funcionaba a base de pilas enormes (entonces ni imaginar podíamos que el futuro traería cómodos y ligeros MP3 con auriculares. Ni siquiera el CD había llegado a nuestras vidas, aunque estaba a punto de hacerlo)

Ahora que recuerdo la música que tenía yo grabada en aquellas cintas de cassette podría ubicar la historia en un año concreto. Escuchábamos Only You y Don’t go de Yazoo, sonaba también F.R. David con su famoso Words y Pick up the phone (que Mª Jesús rebautizó como Me pica el tifón) y de Maniobras Orquestales en la Oscuridad nos flipaba su Enola Gay y Souvenir, que se convertiría en la canción de nuestras despedidas, y cuando sonaba todos hacíamos un esfuerzo para no llorar. Debió ser por lo tanto en el año 1982.

Ya ha llovido...

No sé cómo íbamos sentados exactamente en el vagón, lo que sí sé es que de repente apareció en él un hombre muy mayor, de cabellos blancos y una chaqueta demasiado abrigada para la buena temperatura que había. Debió subir en alguna de las paradas que hizo el tren y se fue a sentar justo delante de mí, cara a cara, entre nosotros.

Nada dijo durante un tiempo, pero como viera que no dejábamos de hacer comentarios unos a otros y de bromear y reír por cualquier chorrada, debió dejarse llevar por recuerdos de juventud y empezó a contarnos algunas historias de su pasado.

Tenía una voz agradable, envolvente, y al principio le prestamos atención, pero pasados algunos minutos y como ya no dejó de hablar se nos fue dispersando el interés. Qué le vamos a hacer, éramos jóvenes y nos apetecía seguir con la guasa más que cualquier otra cosa.

Pero dado que el anciano estaba justo enfrente de mí y a veces proseguía su charla mirándome a mí solamente, me veía yo obligado a no resultar descortés y escucharle. Fue entonces cuando me percaté de que tenía un calzado cochambroso y que la ropa que llevaba no estaba en muy buenas condiciones por lo que deduje que era un mendigo. ¿De dónde vendría? – me pregunté- ¿ y a dónde iría?, y empecé a imaginar cómo sería su vida.

Y mientras mi hermano y amigos charlaban entre ellos, yo escuchaba hablar a este hombre al que empecé a mirar con otros ojos. Lamento profundamente no saber reproducir apenas nada de lo que me dijo, porque una vez me puse realmente a prestarle atención descubrí que sabía expresar con mucha sensibilidad sus recuerdos, que iba desgranando uno tras otro con una voz suave y profunda. Creo recordar que nombró a una esposa fallecida y a unos hijos distantes o perdidos, que habló de una grave enfermedad, de los golpes de la vida, de lo efímero de la felicidad y de la importancia de las pequeñas cosas que nos rodean y a las que no prestamos apenas atención. Y lo hacía con una visión reflexiva y sosegada propia de alguien que hubiera hecho continuos balances de su trayectoria vital y estuviera plácidamente resignado a su destino.

Y entonces se me ocurrió algo.

Una de las cintas de música no estaba grabada del todo. La busqué y la adelanté al lugar que me interesaba. De repente tuve un interés enorme por todo lo que me estaba contando aquel hombre y quise grabarle sin que él se percatara de ello. Encaré el radiocassette hacia él, apreté con disimulo los botones de PLAY y REC y así le grabé durante varios minutos.

La cinta llegó a su fin y los botones saltaron. Poco después descendíamos en la estación de Albacete. El anciano del pelo blanco nos deseó feliz viaje y nos despedimos.

En el autobús hacia Ayna comenté a los demás que había grabado al viejo y que después le escucharíamos.

En la pensión del pueblo, aquella en la que la dueña tenía un hijo que se llamaba Toñín que era muy buen chaval pero que con el tiempo nos odiaría profundamente porque las chicas del pueblo solo querían estar con “esos cuatro forasteros”, recordé lo de la cinta y la atrasé hasta el punto en el que había empezado a grabar, con la intención de volver a escucharle.

Para nuestra sorpresa… no hallé nada.

El caso es que en aquellos primeros momentos nadie dio mayor importancia al hecho. Algo debió fallar y no quedó registrado nada, lo cual lamenté por haberme quedado sin semejante documento sonoro.

Sin embargo, terminadas las vacaciones y ya de vuelta en nuestras casas, reproduciendo de nuevo todas aquellas canciones, llegó el momento en que en la cinta se escuchaba un sonoro CLACK que señalaba el inicio de la grabación fallida. ¿Por qué habría salido mal? , me pregunté, y como me pareció que algo se oía muy tenuemente puse las clavijas de los auriculares, subí el volumen y escuché con atención.

Lo que oí me dejó sin habla.

Se apreciaba perfectamente el traqueteo del tren sobre las vías, se oía esporádicamente el lejano murmullo de las voces y las risas de mis amigos, se oían nítidamente los golpes que en alguna ocasión se le pudo dar al aparato, pero en ningún momento logré escuchar ni una sola de las palabras que aquel hombre pronunció. ¡No se podía oír su voz! ¡Y no había dejado de hablar!

Una explicación científica habrá, supongo, pero aún hoy no alcanzo a explicarme a qué fue debido aquello, y cuantas veces he recordado aquel día he terminado dando por hecho una gran verdad al margen de tal misterio.

Probablemente, si yo hubiera logrado grabarle le habríamos escuchado en unas pocas ocasiones. Con bastante seguridad esa cinta hubiera terminado regrabándose o traspapelándose por algún lugar hasta perderse, y a día de hoy nadie recordaríamos a aquel hombre en absoluto. Y sin embargo, la imposibilidad de volver a oír sus pensamientos nos hace recordarle aún con fuerza, rememorar a aquel mendigo que se cruzó un día en nuestro viaje y que por las circunstancias que fuere quiso hablarnos de la juventud y de la vejez, de la soledad y la compañía, de la felicidad y la amargura, de la vida y de la muerte.





2 de septiembre de 2011

PERICO COMECULOS





Me sacudo esta pereza post vacacional que todavía me invade para publicar una historia acerca de alguien que jamás (repito: JAMÁS) pensé que aparecería por el blog.

Y lo hago porque admito que sería injusto no dedicarle unas líneas después de los últimos acontecimientos de fama y reconocimiento en la trayectoria de este pobre monstruo de andar por casa.

(Esto demuestra que es verdad aquello de que todos (repito: TODOS) tenemos nuestro momento de gloria en la vida.)

Todo se remonta a cuando Judit, mi primera sobrina, que siempre ha tenido especial predilección por su tío Juan, salía huyendo de mí en busca de sus padres, gritando:
-¡ Ayy, que el tío Juan me quiere comeeer!
Y mi cara de monstruo feo volvía a su estado natural (de monstruo guapo) para decirle.
- No, no te confundas, no soy YO el que te quiere comer, es... Perico Comeculos.

Ahí nació el mito.

Hoy Judit va al instituto y me dicen que hasta tiene novio, pero siempre la veo como la niña que fue, sobre todo cuando se me cuelga al cuello para besarme y decirme "¡Ayy, mi tío. Mi tio Perico!", y rememora escenas con aquel monstruo que tanto asustaba y divertía a ella y a su hermano Alejandro.
Para ellos aquello pasó, pero Perico siguió sus andanzas atemorizando a otras sobrinas como Anna y Marta, y unas veces le hago venir para matarlas a cosquillas con sus garras y otras le utilizo como amenaza inminente.

- Si no os termináis toda la comida… puede aparecer Perico por la puerta. ¡Y vendrá cabreado!

Y Marta me mira con ojos muy abiertos porque a ella el tal Perico no le hace mucha gracia que digamos.

Por supuesto, Samuel y Aitana también le conocen, especialmente cuando están vistiéndose o poniéndose el pijama, momento elegido para asomarme al pasillo y gritar:
- ¡Corre, Perico, ven, que aquí hay mucha carne!
Y al escuchar sus pasos de cojitranco acercándose, los pobres no dan pie con bola para vestirse lo más rápido posible.
- ¡¡Yo no tengo culo, no tengo culo!! – asegura Aitana toda arrebatada.

Pues bien, doy ahora un salto al momento actual para subrayar el asombroso despegue que ha tenido este ordinario fantoche jorobado con voz de asmático de ultratumba. Digamos que ha sido como si un insignificante actor teatral de segunda fila pasara de golpe a ser protagonista en una superproducción de Hollywood, en esos casos en que la fama te trastorna y te hace delirar.

Como ya he contado, mis vacaciones en plena montaña han sido buenas especialmente por dos motivos: uno porque me he entregado a la Naturaleza como nunca , haciendo unos tremendos recorridos que me inundaban de sudor paz, y otro porque en la ladera que baja hasta la carretera hay otras muchas casas de campo (la nuestra es la más alta) en las que veranea mucha gente con niños de entre 8 y 12 años, que enseguida formaron peña junto con los míos y lo pasaban bomba, y había días en los que prácticamente solo les veíamos para comer y dormir, y eso (repito: ESO) son vacaciones y lo demás son cuentos.

Pero como tengo un defecto de fabricación, cuanto más tiempo estaba sin verles más me apetecía divertirme con ellos, así que cuando subían a casa con toda la pandilla (entre 8 y 10 niños en total) solía tener preparado algún juego para después de cenar. El más celebrado era el de "los papelicos": una nota escrita les llevaba a un lugar lejano en donde encontraban otra nota que les llevaba a otro, y así hasta encontrar el premio final. Una de las veces tuvieron que desenterrar unas monedas de chocolate que escondí bajo un pino y otra el juego terminaba tirando de una cuerda que hizo caer una gran bolsa de chucherías del tejado. Ni que decir tiene que estaban encantados con esas aventuras.
Pero una noche en que me rogaban una nueva ronda de papelicos y a mí no me apetecía les dije:

-Sería mejor no jugar hoy.
-¿Por qué? - quisieron saber al unísono.
-Porque he visto husmear por ahí a Perico.
-¿¿A quién??
-A Perico Comeculos, - y añadí muy serio – y me ha parecido que tenía sed de sangre.

Sí, ya es conocido mi puntillo sádico como estimulante para divertirme, así que a pesar de que Samuel y Aitana quitaron hierro al asunto explicándoles quién era el tal Perico, me esmeré en hacerle revivir como nunca.
Y ellos se las prometían muy felices yendo de un lugar a otro descubriendo esos papeles que les harían conseguir un nuevo premio, sin imaginar que surgiendo de entre unos cañizos aparecería a la luz de la luna la figura de un hombre jorobado (un cojín en mi espalda) de profundas ojeras, (maquillaje de mi suegra) con una capa roja, con un solo diente alargado (una patata congelada) y un garrote (prestado por la abuela Paca) que en un susurro de moribundo les diría:

- Niños, venid aquí un momento.

La reacción fue mejor de lo que imaginaba: salieron chillando en estampida con unas zancadas que ni las gacelas de África y se apelotonaron a la luz de la marquesina de nuestra casa.
- Tranquilos – decía Samuel fatigado por la carrera – que es mi padre. No tengáis miedo, vamos a seguir.
Pero la impresión había sido muy grande como para tomárselo a la ligera y tardaron mucho en decidirse a continuar, y cuando lo hicieron eran como piña de cuerpos pegados que miraba sin cesar en todas direcciones.
Pero Perico estaba siempre agazapado en el lugar más inesperado y cuando se topaban con él... aquello era Troya. Los gritos se oían por todo el valle y sonaban como sirenas que se alejaban por donde buenamente les permitía el terreno, y el terror era tal que no tardaban ni cinco segundos en desintegrarse del lugar de la aparición.
En una de aquellas carreras, tras levantarme de una acequia como un muerto en vida, temí que alguien tropezara y que el niño o niña marchara a su casa llorando con las rodillas peladas, e imaginé la incómoda escena de los progenitores subiendo a pedir explicaciones a ese Perico Comeculos. Sin embargo, y pese a que aquella primera noche más de uno tuvo pesadillas, pese a que se arañaron las piernas con zarzas y hubo más de un llanto por miedo y sobresaltos, después de cenar volvían a subir todos sin excepción, pidiendo jugar no ya a los papelicos, sino a Perico Comeculos.

Y tenían miedo, les daba mucha cagalera, ¡pero querían vivirlo a toda costa!

Las pruebas a conseguir finalizaban con un premio muy atractivo (helados, golosinas...) pero para ello había que pasar por un auténtico pasadizo del terror entre caminos y descampados de los alrededores de la montaña a nuestras espaldas. Y el agónico grito de Perico daba paso a un tropel de alaridos de toda la chiquillería de los alrededores.
Tanto revuelo armaban y tan bien lo pasaban que, lógicamente, la cosa trascendió hasta los padres, que empezaban a tener curiosidad por saber quién era ese Perico Comeculos, algo que yo no estaba dispuesto a desvelar alegremente.

Sin embargo, como todos los campos están sin vallar y se puede acceder a ellos por cualquier sitio, una noche, camuflado entre las sombras, no pude resistirme a acercarme a una casa vecina en la que había unas diez personas que acababan de cenar y estaban en la calle sentados tranquilamente alrededor de una mesa, tomando cafés y licores. Unicamente conocía a una clienta de la frutería de mi mujer y cuando estuve lo suficientemente cerca me atreví a llamarla con la voz más lastimera y tétrica posible: Victoriaaa.

Y Victoria, que ni siquiera me vio, dio un brinco y se metió en la cocina como una bala. Esa reacción que me demostraba que era más miedosa que los niños, me envalentonó para acercarme más, hasta que fui claramente visible para todos los que en aquella marquesina estaban.
Creo que no olvidaré el impacto que causó el que vieran llegar por las sombras a un jorobado con la cabeza torcida renqueando con un garrote. Aunque supongo que todos asociarían la aparición al Perico Comeculos del que tanto se oía hablar, dos mujeres sentadas se abrazaron con fuerza y empezaron a chillar y a reír a un tiempo. Me acerqué a ellas hasta poner mi cara a su altura y que oyeran mi monstruosa respiración. Ellas no dejaron de gritar en ningún momento, sin mirarme a la cara pues mi maquillaje parecía repugnarles. Con el garrote toqué la pantorrilla de una y después la de la otra y pataleaban con unas carcajadas nerviosas que les hacían correr lágrimas por las mejillas. Miré a algunos hombres que dieron un respingo y soltaron algunos tacos que prefiero no reproducir. Olisqueé sus cafés y sus whiskis como si fuera un loco que se sintiera atraído por el brillo de los cristales y en un arrebato me metí en la cocina donde se había escondido Victoria, que ni imaginar podía que yo tuviera tal desfachatez.

Al verme aparecer se puso a gritar "Ay, ay, ay" y viendo que yo me acercaba a ella empezó a correr y durante unos segundos dimos vueltas alrededor de la mesa mientras yo acentuaba mi grotesco farfullar.
- Ven, soamente te quiero morrder, Viitoriaa. ¡¡Ven!!
Finalmente salí otra vez a la calle donde descubrí que una de las mujeres de la risa nerviosa no había podido contener su vejiga y se había orinado encima, dejando un charco en el suelo. Y en un visto y no visto desaparecí por donde había venido, dejando risas a mi espalda y oyendo cómo alguien exclamaba
- ¡¡La hostia!! ¡¡Si el susto que me ha dao el jodío!!

Mi mujer y mis suegros, que habían escuchado el escándalo que salía de la casa vecina se asomaban en esos momentos cuando vieron que Perico salía bamboleante de allí y luego Apamen me decía.
- ¡Tierra trágame! Pero... pero... ¿es que no tienes vergüenza? ¿cómo te has atrevido?
Yo no podía dejar de reírme.
- No lo sé, es que esto de ir disfrazado... Si hubieras visto sus caras...
- ¡Pero ya saben que eres mi marido! ¡A ver qué explicación les doy ahora! ¿Qué les digo? ¿Que estoy casada con un chalao?
- Diles que la luna llena me afecta mucho... O que estoy terminando de crecer.

El caso es que aquella visita nocturna fue tan comentada en todo el valle de El Puerto que se creó una especie de obsesión, y padres e hijos veían a veces a Perico donde no había nada. En la quietud de la noche me llegaba a veces la voz de una mujer o de un niño que aseguraban estar viendo a Perico agazapado detrás de un árbol o junto al muro de la piscina y yo, desde mi sillón, me reía pensando que el desconocido monstruo que en mí habita había pasado a ser muy muy famoso, que ya nadie (repito: NADIE) olvidará a Perico Comeculos.

Porque ya es leyenda.



He aquí la canción y coreografía que inventaron las chicas de la Brigada AntiPerico.

Ya les veo en conciertos por todo el mundo, expandiendo la fama.