27 de diciembre de 2012

LA ENTRADA 300... EN LA SALIDA

Este año no he conseguido hacer ese ajuste matemático que me permitía alcanzar las 66 entradas en el blog  al acabar diciembre. ¡Me van a faltar tres! (Para mí no tiene demasiada importancia, pero  mi Jefe me puede echar un puro de narices por esto)


De todas formas  estoy igualmente contento porque ha venido a coincidir el final del año con la entrada número 300. ¡¡Toomaa!! ¿Cómo lo celebramos? ¿Con 300 uvas?

Me cuesta creer haber llegado a una cifra tan alta; es más, si no fuera porque el contador así lo indica yo habría calculado muchas menos.
Esto de los blogs es como la hucha del cerdito, que moneda a moneda se va llenando y un buen día lo encuentras a rebosar, listo para la matanza.

Lo gracioso es que si ahora me pidieran que nombrara todas las cosas que he ido metiendo en esta hucha, seguro que me quedaría muy corto. No me salen 300 historias ni de lejos.

Buceando en la memoria recuerdo haberos hablado de toda mi familia: de mi padre, el Cristóbal Colón allende los mares, y de mi madre, la premio Nobel de Física;  de mi buen hermano Tomás, del políglota Fran y de la risueña Ana. De mi extranjera Apamen, de Samuel, mi clon y de Aitana, la niña de mis ojos.
Os he hablado de mis abuelos, de sus cuentos y sus canciones, e incluso de antepasados muy lejanos.
He revivido muchas historias de niño y descrito mi colegio y algunos lugares en los que he vivido, contando incluso la convivencia con algunos de los animales que compartieron mi vida.
Yecla, Petrel y Villena, mi actual trío de ciudades, han sido varias veces protagonistas.
 He hecho un repaso de mis trabajos y de varias anécdotas en ellos.
He hablado de algunos viajes reales y de otros con la mochila en la cabeza.
Me he arriesgado a hablar con el Diablo Jefe, en conversaciones muy provechosas y he dado buena cuenta de vuestras participaciones escondiendo diablos por el mundo. También he aprovechado para dar rienda suelta a alguna ficción absurda y rocambolesca, de esas que tanto me gustan.
Os he hecho partícipes de mis aficiones, y lo he pasado pipa jugando en ocasiones con vosotros, mi otra familia, la bloguera, a la que tanto agradezco las asiduas visitas que mantienen caldeado este  infierno.
Puedo decir bien alto que el cerdito se ha ido llenando de entradas pero lo que me las hace tan preciadas es el haberlas compartido y la enorme valía de vuestras aportaciones.

Así que hoy se me ha ocurrido matar dos pájaros de un tiro y celebrar la salida del jodido año 2012 y la entrada nº 300 con un juego.
Aquel que más acierte recibirá un obsequio personalizado, y en caso de empate… bueno, ya se me ocurriría qué hacer.
La cosa consiste en averiguar en qué ocho entradas de este año podrían haber encajado las imágenes y el vídeo que muestro a continuación. 



1) El túnel, El camino, La carretera...
2) Un hombre lee las necrológicas del día en una calle de Villena.

3) Cuadros decorativos en mi casa
.

4) Un sonido inquietante.
5) Imagen de un muro  en la ciudad en la que vivo.
6) ¿Un caminante? ¿Un mordedor? ¿Un muerto viviente? ¡I love zombis!
7) Sobran las palabras.
8) Parece vino, pero es otra bebida.

Simplemente hay que escribir los títulos de las entradas (de este año, repito)  donde podrían haberse incluido. 
El plazo termina el día 8 de enero. Habilito la moderación de comentarios hasta entonces.

¡¡FELIZ ENTRADA AL AÑO NUEVO A TODO EL MUNDO!!

20 de diciembre de 2012

¿CÓMO SE LLAMAN ESOS QUE PASAN DE INVENTOS?


Será porque soy un nostálgico o un conservador ( o ambas cosas a la vez) pero cada vez me da más pereza  indagar acerca de las nuevas tecnologías del ocio y la comunicación.

La experiencia me ha demostrado que en muchos casos las novedades o las actualizaciones de lo ya existente aportan una mejoría considerable, sí, pero encuentro cada vez más ejemplos de innovaciones en forma de llamativos aparatejos o atractivos dispositivos que a mí me huelen a trampa para caer en el consumo masivo, para que unos cuantos hagan caja haciéndonos creer que el nuevo invento, además de imprescindible, es lo mejor de lo mejor.
 Y, desde luego, no siempre es así.

Llegó un buen día el compact disc  y desbancó al vinilo (ah, tiempos aquellos de mis tiendas de discos favoritas...) Aseguraban que el CD aportaría un  mejor sonido y una mayor duración. ¿Resultó ser verdad? En mi caso ningún cedé ha logrado superar la potencia y el encanto que surgía del contacto de la aguja en el surco. Aún hoy tengo discos que me suenan mejor en vinilo que en su versión en compacto. Y no es broma.
Cierto que a veces se rayaban y entonces se  atasc, entonces se  atasc, entonces se  atascaban, pero, ¿acaso no se atascan también los cedés o se niegan a reproducir una pista por más que limpies la superficie? Bah, no me convencen del todo.

También se presentó el DVD con su láser para cargarse las cintas de VHS. Conquistaron el mercado y, lo admito,  el cambio fue muy positivo en general. Las cintas se terminaban enganchando por los cabezales o picándose por un borde, y la película o la grabación ya no tenía arreglo posible. ¿Quién quiere hoy cintas de VHS? Nadie.
Pero ahora resulta que si vas a comprar una película  te preguntan si la prefieres en DVD o en Blue Ray. ¡La leche! ¿Qué es esto? ¿Un invento más interesante,  más guapo y casualmente más caro que el DVD? ¿Ha venido para quedarse? ¿Tiene ahora el pobre deuvedé las horas contadas?
 Lo que yo siempre digo: si una cosa funciona bien, dejadla así, no la toquéis más, porque acabaréis cagándola.

Del tema E-books... pfff, qué decir sin que se me remuevan  hígado y corazón. 
Cómodo, no ocupa lugar, no acumula polvo, lo llevas a todas partes, le cabe dentro la biblioteca de Alejandría (o casi)... vale, pero… ¿qué hacemos con los románticos?  La magia del libro de papel es algo insustituible. El contacto entre las manos, el aroma de las hojas viejas, el de las nuevas, hasta el sonido al pasar las páginas es bello. Y sin contar lo ideal que resulta un libro como regalo. Y  lo pacientemente que te aguarda en la mesita de noche, con ese tallo seco o ese dibujo de tu hijo como  marcapáginas...

El E-book viene a ser un robot perfecto e impoluto, pero, qué queréis, yo prefiero las sobadas y marcadas  hojas de papel de mis libros apretados en sus estantes, tan asfixiadamente hermosos, los pobres.
Eso sí, si me aseguraran que el dejar de fabricar libros acabaría con la deforestación del planeta, firmaba ahora mismo. Llorando, pero lo haría.


Y así podría seguir con mil artilugios más: los smartphones, las wiis, los iphones, las tablets, las blackberris, las Xbox, los GPS, las playstations, los ipad, los pc's... ¿¿Pero quién  pone nombres tan feos?? Cómo se nota que son tipos de ciencias y no de letras.

A mi todo este mundo de botones, cables  y baterías me suena a lo mismo y me da una pereza brutal. A veces miro un catálogo de novedades y no sé bien qué estoy viendo. “¿Esto es un ordenador o una tele? ¡Anda, si es un microondas!”
Me da la impresión de que son tantas las ganas de vender que los sacan al mercado a medio hacer. Luego van aportando las novedades con nuevas versiones para dejar obsoletas las anteriores y así seguir vendiendo más y más.

Lo triste es que tarde o temprano todos acabamos sucumbiendo a ellos porque todos somos Vicente, (que va donde va la gente)
Yo le echo la culpa a la Naturaleza, que debe haberse conchabado con la Sociedad, y con toda seguridad nos ha inoculado el gen del consumismo sin que podamos hacer ya nada al respecto

Yo mismo, otro borreguillo más, he sido conducido por el camino al matadero junto a mis hermanos.
En un principio me resistí a llevar móvil. ¿Para qué? Nunca tuve antes algo así y sobreviví. Yo recuerdo haber vivido sin ellos, en serio, creedme.
Y casi  sería hoy un tipo que mantiene su palabra si no fuera porque me regalaron uno.

Después me prometí que no necesitaría otro mientras funcionara el que tenía. Y así fue durante mucho tiempo, hasta que me hablaron del Wassap.
¿No tienes Wassap? ¡Todo el mundo tiene Wassap! ¡No eres nadie si no tienes Wassap!

El Wassap es ese invento del diablo que mató al Messenger.  De aquel chat en el que podías escribir en pantalla grande a toda velocidad y con todos los dedos de tus manos, hemos pasado a éste de bolsillo en el que se escribe con un solo dedo en pantallita matavistas. Con lo que a mí me gustaba contar las cosas con pelos y señales, con mis habituales longanizas, para ser ahora un  esclavo del dedo apresurado y del mensaje escueto.

Pero tuve que hacerlo. 
Era muy triste entrar en el Messenger y escuchar tan solo el sonido del viento en la llanura. Ya nadie vive allí, solo unos pocos.

El CD mató al vinilo, el DVD mató al VHS, los libros electrónicos matarán a los de papel, Wassap mató al Messenger, y Facebook y Twitter están matando a los blogs. ¡A nuestros blogs!
Y a mí, tonto nostálgico conservador, es algo que no me hace ni pizca de gracia.

Lo que sí que es gracioso es que yo pensaba hablar hoy de Instagram, que es una aplicación muy molona de mi móvil que quiero compartir con vosotros,  bloggers de la Resistencia, pero he dejado tantos muertos en el campo de batalla que  aquí empieza a oler mal  y no tengo estómago para empezar a contarlo ahora.

Mejor lo dejo para otro post.
Por cierto,  me ha dicho un pajarito (pero no el tontaina de Twitter) que el próximo será “especial”

Un saludo a todos

PD. Ah, si acaso no lo publicara  será porque llegó el fin del mundo y me pilló tecleando, no por otra cosa.

16 de diciembre de 2012

LOS DIABLOS DE SALAMANCA

O Suso es un  gallego viajero y soñador,  y el mejor embajador de su tierra, Teis.
Intuyo que sabe saborear todos esos buenos momentos que  ofrece la vida, aunque  me consta que, pese a mis advertencias, se fía del Diablo. 
Tanto es así que  se ha convertido en uno más de los esconde-diablos del mundo ¡Con lo que eso condena!
 
Recientemente me obsequió con el relato de su aventura ocultándolos en la bella e histórica ciudad de Salamanca.
 
Pero mejor no extenderme más  y dejaros con su texto y fotos.
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Andaba yo paseando, entreteniéndome por el camino, visitando y perdiéndome por Salamanca, cuando llegué a un sitio inusual: una cueva. 
Pero no era una cueva cualquiera, en esta ciudad estudiantil era la propia universidad de tu Jefe, ¡el mismísimo Satanás!, como cuenta la leyenda escrita en el cartel:
 
Así que comenzaron a calar en mí las palabras de JuanRa cuando le pregunté cómo conseguía meternos siempre en sus diabluras. Y su respuesta, que intuyo con sonrisilla, fue: 
¿Has oído hablar de caer en la tentación/pecar/arder en los infiernos? 
 Me senté en las escaleras de entrada a la cueva, imaginándome las que se debían montar allí en los tiempos de hogueras y sombras, y surge la sonrisa. Imagino aventuras, posibilidades, y el corazón palpita...
Saco una hoja y me pongo a garabatear. Me doy cuenta de que he estado esperando para hacer esto por algo, y la fecha de hoy, 21-11-12, se me antoja mágica.
 
Así que busco un sitio de bienvenida, en lo que era antiguamente la puerta de entrada de la cueva, que ahora está abierta por delante. Como se puede ver, una piedra tapa el lugar donde he ocultado el PRIMER DIABLO, ¡en la cueva del mismo Satanás!
 Voy recorriendo las calles empedradas de Salamanca, viendo a esos jóvenes estudiantes que viven amancebados, haciendo diabluras en esta ciudad, todas y cada una de las noches, ¡¡ay qué tiempos!! 
Y luego se encomendarán a Dios o al diablo para aprobar, o centrarán todas sus esperanzas para aprobar encontrando  la ranita de marras...
Así que allá me fui, a la fachada de la Universidad.
 Y claro, tocaba dibujillo de rana, pero de una rana particular.
  Para los que se aburran tratando de encontrar  la rana de piedra, les he dejado ésta de papel en la base de la otra, donde indica el dedo. (Allí queda el SEGUNDO DIABLO)
Tras cometer esta travesura, escapando de la mirada del guarda de seguridad de la Universidad, recorrí las calles de Salamanca con una sonrisa, una energía especial. Hay  tantos sitios donde se pueden poner tantos y tantos diablos...

Recorriendo  la ciudad, pienso dónde he visto yo un diablo, dónde...ahaaaa, ¡aquí! Nuestro compañero, el diablillo de nuevo diseño, se lo pasa en grande  con su cucurucho, en esa pared, así que pienso “Helado de diablo” y surge el dibujo (TERCER DIABLO)  que escondo ahí, debajo de su modelo de piedra.
 Poco a poco veo que el ocaso va llegando, y qué mejor rincón para ver cómo se va otro día, cómo llegan las sombras nocturnas, que el sitio más romántico de la ciudad. 
El huerto de Calixto y Melibea tiene un jardín con un pozo. Allí se agolpan los candados de enamorados que pretenden  que su amor dure como mínimo lo mismo que los dos candados con sus nombres escritos.

Dibujé el CUARTO DIABLO, un corazón de diablo, con el mandato de enviar al infierno a quien no ame. 
Lo envolví en un plástico para evitar su deterioro, y lo coloqué escondidito bajo los candados del amor. 
Sigo mi diabólica procesión, y pienso dónde se cometen más maldades. 
Pues donde están los poderosos, donde manejan los hilos, creando y descreyendo: el Ayuntamiento, en plena Plaza Mayor. 
Un movimiento que necesita sigilo, pues son cientos los ojos que por aquí se mueven. Dibujo el QUINTO DIABLO como ejecutivo, y lo coloco en plena puerta de ese Ayuntamiento, en el lado derecho. 


 La ciudad, las luces, el aire... todo parece distinto con este juego, este baile endiablado que me ha llevado a recorrer la ciudad de otra manera.
¿Descubrirá alguien alguno de estos diablos? 
Por la parte de atrás de todos los dibujos he escrito el enlace a tu blog, a ver si alguien descubre por casualidad el dibujo y la referencia.
 
Satisfecho, me voy a un bar situado bajando la Casa de las Conchas, en el que me encanta sentarme en esas tardes frías de invierno. Una cafetería por la que parece que no ha pasado el tiempo, con sus mesas de mármol y sus paredes con reborde de madera. Y ya casi de forma compulsiva pinto el último y SEXTO DIABLO y lo coloco en esa mesa, la del fondo, (los diablos son mucho de sentarse al fondo) por la parte de debajo de la mesa, donde está colocada la copa de vino, como premio a esta aventura.

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Impecable, O Suso.  Dibujos, camuflajes y pensamientos en perfecta conexión maligna. 
Estás condenado a una eterna amistad con el Diablo, ya lo sabes. ;-)
Y a los demás... ¿a qué esperáis para salamanquear y encontrarlos?


12 de diciembre de 2012

LA ABUELA DEL SIGLO

Es fácil recordar una fecha como la de hoy: día doce del mes doce del año doce.
Y difícil que yo olvide que es la fecha exacta en la que nació Francisca, mi abuela paterna (12/12/1912)

Hoy, por tanto, habría cumplido 100 años.

Por este motivo he querido rendirle un homenaje especial, escribiendo algunos de los muchísimos recuerdos que guardo de ella, de su eterna jovialidad y de su envidiable buen humor.

Una de las cosas que más me gustaba de mi abuela era su risa, una carcajada larga, sonora  y fresca que  nos contagiaba a todos. Era propensa a reír, pero sobre todo a hacer reír, algo en lo que me he identificado siempre: si uno se lo pasa bien  con tus payasadas, pues se hace el payaso hasta sus últimas consecuencias.

Quizás el apego especial que siempre sentí hacia ella (y ella hacia mi) se deba a nuestras similitudes, a ciertos rasgos comunes: golosos de campeonato, ganas de reír, con la facilidad de hacerlo hasta de nosotros mismos, y gusto por contar historias cargadas de imaginación, con sus repentinos toques surrealistas.
Hoy más que nunca me doy cuenta de que todas estas cosas las heredé de ella.

Era divertidísimo escucharla hablar a las revistas del corazón, dirigiéndose a los personajes de moda como si los tuviera delante y les conociera de toda la vida. Irónica, bromista, guasona. A Isabel Preysler la llamaba "el punto filipino" y a mi otra abuela le prometía que algún día le presentaría a Julio Iglesias, pues aseguraba conocerle, como a tantos otros de la alta sociedad.

Hubiera sido una buena actriz, pues no podía ser más teatrera. Si encontraba una corona se la colocaba en la cabeza y se convertía en una reina. Si veía un pañuelo se cubría el pelo y pasaba a ser una humilde pastora. Y urdía una historia en la que intercalaba versos improvisados para el delite de todos los que la observábamos.

Un día le comentó a mi hermano Fran que cuando se desvelaba por las noches y no conseguía dormir, mataba el tiempo construyendo poemas mentales a los que iba buscando su ritmo y su rima.

"No te haces una idea, le decía, de los cientos de poemas que habré pensado. Pero, claro, como después no los escribía... los he ido olvidando todos".

Fran le propuso entonces que al menos le recitara uno, que él se encargaba de escribirlo. Y ella, haciendo memoria, le dictó el último que recordaba.


Allá lejos, muy lejos,
donde el sol cae cada día,
un tranquilo hogar había,
y en el hogar, unos viejos.

La ilusión y encanto era
una muchacha que huyó
sin decir adonde fuera,
y esa muchacha soy yo.

Hoy no existe ya la casa.
Hoy no existen ya los viejos,
y una muchacha, muy lejos,
llorando su vida pasa.

Y al caer todos los días
sobre aquella sierra el sol,
caen con él mis alegrías
y llora mi corazón.

Hoy lo rescato de nuestro álbum de recuerdos para trasladar  aquí aquella inspiración. 
Me resulta curioso pensar en lo  poco que hubiera imaginado ella que hoy lo podrían leer tantas personas.

Si mi abuela hubiera conocido este blog, habría posado encantada para cualquier foto. Le gustaba ser retratada y poner poses ante la cámara como si fuera una estrella muy famosa.
Y con toda seguridad me preguntaría si mi blog es leído por mucho "público". Aún hoy, mis hemanos y yo, la imitamos pronunciando esa palabra. Jamás decía "gente", ella prefería "público":

Nene, ¿pero había mucho público? ¿Cuánto público había?


Hace un par de meses encontré una vieja cinta de VHS con un rótulo en su lateral que decía: Abuelita en casa.
Recordé vagamente aquella grabación que hicimos a nuestra abuela y, sin visionarla siquiera, la llevé a una tienda de informática para que me pasaran todo aquello a formato digital.
Escucharla y verla en movimiento tantos años después ha sido algo más que un regalo.
El regalo que ella nos sigue haciendo a nostros con su amado e imborrable recuerdo y el que le quiero hacer yo a ella en su aniversario.

¡¡Pero qué bien te sienta el siglo de vida, abuela!!


 

7 de diciembre de 2012

MURCIANICO STYLE

Con el dedo señalo un lugar en el mapa. ¡Ahí está Yecla!

La ciudad del mueble, de los libricos y del frío que pela.  

Situada en la comarca del altiplano, en la provincia de Murcia, puedo dar fe que se nota que está en alto y que cuando llega el invierno y corre el aire... ¡la madrrre del cordero!

Hay mañanas en las que al salir a la calle tengo que soltar un sonoro mecaguenlaleche para animarme a mí mismo y poder sobrevivir. Aunque sintiéndome  ya un verdadero murciano, debería exclamar aquello de:

¡Acho qué frío! o ¡Qué rasca, pijo! 

Ya hace 12 años que vine a parar a esta encrucijada de caminos. A tan solo 10 minutos en coche de territorio castellano manchego  y a otros 10 de la Comunidad Valenciana, creo que es este un buen lugar para vivir. Incluso en invierno.(Si los pingüinos conocieran esta zona, estarían de acuerdo conmigo)   

A estas alturas  ya me siento  yeclano, muy yeclano, y como no dudo en proclamarme como tal, algunos creen que nací realmente aquí. Pero, claro, basta con que me escuchen hablar un rato para que siempre asome un espabilado que me diga eso de:

Pero tú no puedes ser de aquí, que no tienes el acento.

Y es que no se puede tener todo en la vida. 

Esa carencia en mí del acento yeclano, del que aún no he conseguido contagiarme, esa entonación en clave de sol que tanto me gusta, la suplen en casa mis hijos, yeclanicos de pura cepa, con ese deje cantarín de palabras en las que las eses finales brillan por su ausencia.

A veces les escucho hablar entre ellos y me resulta todo un espectáculo. Hasta utilizan esas palabras que solo se oyen por aquí y que yo no tengo en mi vocabulario.

Este pasado verano, en el campo de los grillos, escuchaba conversar a Samuel con un vecino de su edad. Estaban haciendo planes para esa tarde,  pues es habitual que se reunan todos los niños y niñas que por allí veranean para divertirse juntos. Como no llegaban a ninguna idea definitiva, propuso Samuel:

¿Y si pillamoh lah bicih y noh vamoh donde lah zagalah?
(Sustitúyase cada  H por S en caso de necesidad)

Y yo, que estaba leyendo un libro, me tuve que tapar la cara con él para reirme un rato.  Aquello me resultó digno de haber sido grabado y enmarcado. 

No era solo que se merendó todas las eses finales como buen yeclano en todo su esplendor, ¡es que por primera vez le escuchaba decir zagalas! 
Y no sé si me resultó más chocante el hecho de de repente me pareciera muy mayor, pensando ya en féminas, o el que dijera "zagalas" en vez de "chicas"  

¿¡Zagalas!?, pensé, ¡Bravo, Samuel, has alcanzado la más alta cima del murcianismo!


Os puedo asegurar que esta tierra tiene algo que hipnotiza, atrapa y engancha para siempre. Mis raíces son alicantinas pero en las ramas de mi tronco empieza a asomar el verdor de la hermosa huerta murciana, (con suh tomaticoh, suh cebollicah, suh pimienticoh...) por lo que desde hoy mismo (la publicación en el blog le dará carácter oficial) me considero murciano también. Una miaja, al menos. 
Así que cuando escuchéis hablar de Yecla, o de la tierra murciana en general, exclamad sin miedo: 

"¡Anda, pijo, la tierra del diablo!"




3 de diciembre de 2012

MI HERMANO TOMÁS


Quisiera escribir hoy sobre mi hermano Tomás.


Sentado aquí, ante la pantalla del ordenador, me llegan en tropel muchísimos recuerdos junto a él, especialmente algunos de nuestra niñez.  Cómo me gustaría ser capaz de plasmarlos todos si fuera posible.

Puedo ver perfectamente aquel cartel que colgábamos en la puerta de nuestra habitación: “OFICINA. NO MOLESTAR”, y a nosotros dentro, pasando horas y horas de los fines de semana dibujando robots (brutos mecánicos les llamábamos)  que después coloreábamos, recortábamos y pegábamos en la pared, movidos por la pasión por  aquel Mazinger Z, que nos mantenía hipnotizados ante la tele.

Era impresionante entrar y ver aquella explosión de colores, desde el suelo hasta el techo. Nuestra abuela renegaba al ver tanto papelote “marraneando la pared”;  en cambio nuestra madre nos guiñaba el ojo, permitiendo que decoráramos la habitación a nuestro gusto.

Puedo escucharnos  gritar de júbilo cuando nos llovían grandes puñados de sobres de cromos que parecían caer desde el techo sobre nuestras cabezas; aquella magia en las que nuestro padre  tanto tenía  que ver.

Pensar en mi hermano es recordar aquella gran colección de indios de plástico que fuimos reuniendo con los años. En lo orgullosos que estábamos de aquel  auténtico poblado sioux que montamos alrededor  de un olivo (en un terreno que le compramos a  nuestro padre por 1000 pesetas :-D) Le supimos construir de todo:  sus tiendas, sus corrales y hasta su hoguera humeante.

Mi hermano y yo fuimos compañeros de mil juegos y aventuras. Tuvimos varios escondites secretos: en el trastero, en cabañas, en un árbol muy frondoso… Nos atrevíamos a entrar en las casas de campo de los vecinos sin ser vistos, jugando a que éramos ladrones (aquella insensatez de la corta edad)

En nuestra vida apareció  Tranquilo, un perro fiel que al que adorábamos, y después Finger, una hermosa perra que parecía su reencarnación.
Disfrutamos con un burro, con dos caballos, con muchos gatos y una gran variedad de aves.

Siempre he reconocido que fui en muchas ocasiones el hermano abusón que sacaba provecho por ser el mayor. Yo  siempre era  el  Jefe y me hacía llamar Jerry, y él, Tom, estaba a mis órdenes y obligado siempre  a obedecerme. Sí, un abusón, ya lo he dicho.

El puntillo borde con él, y más adelante con mis hermanos pequeños, siempre lo tuve,  pero apelo en mi descargo el no tener la culpa de haber nacido diablo, y, como tal, necesitar dar rienda suelta a mi naturaleza.  Muchas veces la maldad fue involuntaria (o eso creo), como aquella vez, jamás lo olvidaré, en la que no tuve mejor idea que  lanzar un revolver  de juguete al aire.  Era de juguete, sí, pero de hierro,  y fue a dar en plena cabeza de Tomás, con toda la fuerza de su peso macizo.

En mi vida he vuelto a ver  sangrar de aquella manera.

En cuestión de  segundos mi hermano se volvió rojo. Pelo, cara, cuello, ropa… todo se cubrió de sangre. Recuerdo que,  tembloroso ante semejante espectáculo (y  ante  la bronca que me iba a caer) le tomé de la manga de la camisa y lo llevé ante mis padres que se llevaron el susto del siglo. Aún puedo ver las cejas  de mi padre subiendo de golpe hasta la frente  al verle.
Le taponaron la herida, le quitaron la ropa, le ducharon… Minutos después volvíamos a jugar juntos como si nada hubiera ocurrido.
Rondábamos entonces por  el leñero, buscando algún palo. Me encontré por allí una caja de puros vacía. La miré pensando en alguna utilidad pero la deseché, lanzándola con fuerza hacia atrás, donde casualmente estaba mi hermano, que la detuvo con toda su cara. ¡Y otra vez que me tocó llevarle ante mis padres porque el pobre sangraba por la nariz que daba gusto!
Es curioso, no recuerdo en absoluto las broncas que me debieron caer, pero un susto doble como aquel, bien las merecieron.

Siempre juntos hacia el cole y a clases particulares, nos divertía  imitar en casa a nuestros profesores, poner motes a toda la gente con la que tratábamos y grabar parodias de todos ellos y de otros inventados.
Nos comentábamos qué compañeras  nos gustaban,  y  de vacaciones en un pueblo, jugando a la botella, experimentamos los primeros besos con chicas.

No fue Tomás nunca un acusica y encubrió muchas de mis trastadas,  y le recuerdo incluso ayudándome  a acostarme tras alguna buena cogorza de juventud.
Las veces que más a gusto he reído han sido con él, con su forma de contar las cosas.
Recuerdo que con el chiste de Cenicienta y la sandía me revolqué  literalmente por el suelo en carcajadas  que se prolongaron durante todo el día, en continuos rebrotes de risa hasta  las lágrimas. (Un día he de pedirle una colaboración por aquí, para que se desahogue  una vez más imaginando que es un científico que tuviera la posibilidad de manipular todos esos  genes defectuosos de los hombres.  Es para partirse)

Tomás se ha mantenido firme  en una decisión que tomó desde bien joven: que no pensaba casarse ni tener hijos jamás.  Ambas  cosas le parecían, ahora y entonces,  un horror.
Sin embargo – dice él- me gustaría tener nietos cuando sea viejo. Y mimarles y malcriarles y devolverlos a sus padres cuando me agobiaran (pero esos padres no serían hijos de él, curiosamente)
Por eso su labor como tío la lleva a cabo tan bien.  Los sobrinos le buscan para muchas cosas, como para que les tatúe con boli en la piel esos dibujos tan chulos que hace, por ejemplo.  O para esos masajes perfectos que sabe dar. Y cuando le cargan, desaparece sin dudarlo.
Aunque, a decir verdad, no se puede decir que no tenga mi hermano "un hijo". 


Si hay algo en lo que toda la familia coincidimos a la hora de definir a Tomás es que es todo bondad.
Transparente, noble  y sin posibilidad de que te enfades con él, porque él, además,  nunca se enfada con nadie. Precisamente esa ausencia de malicia y exceso de confianza en la gente  le ha ocasionado algún que otro revés en la vida. Totalmente injusto siendo él.

Me extendería en mil recuerdos dignos de ser contados, pero  terminaré con uno que me ha quedado muy grabado.

Estábamos él y yo en el coche de nuestra madre, esperando que ella volviera de hacer alguna compra. Tendría yo entre 10 y 12 años, y él dos menos. No recuerdo por qué estaba yo muy borde con él, furioso por algo que había sucedido.  Cuanto más hacía él porque se me pasara el enfado, peor me portaba yo.
Entonces se bajó del coche y se acercó hasta un kiosco cercano.
Con las pocas monedas que tendría en el bolsillo de la paga que nos daba nuestra madre,  me compró un par de tebeos, porque sabía cuánto me gustaban. Volvió al coche y me los regaló.
Pero, imbécil de mí, se los devolví con desprecio, diciendo que los tenía repetidos.
Me arrepentí al instante de haberlo dicho, pero es que el arrepentimiento me dura hasta hoy.
Si pudiera rebobinar y volver a aquel momento, me abofetearía a mí mismo por tonto.
Desde entonces siempre  me ha emocionado recordar  aquel gesto tan bonito que tuvo mi  hermano conmigo y que nunca le agradecí.

Así que,  querido hermano, hoy te voy a dar las gracias por aquello y por un millón de cosas más. 

Y ya que había hablado en el blog de  Fran, y posteriormente de Ana,  y aún me quedaba por presentarte a ti, qué mejor que hacerlo hoy, en el día de tu cumpleaños.

¿No te parece mentira  que haya pasado tanto tiempo desde que dejáramos de ser aquellos dos niños tan unidos?  La vida nos ha ido sumando años, y sí, dejamos de ser niños, pero afortunadamente nunca hemos dejado de estar unidos.
Créete que hoy no me ha costado nada dar tan solo un paso atrás y volver a jugar a los indios contigo bajo nuestro olivo.
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Muchas felicidades, hermano, y gracias por ser como eres.
Este video es para ti.