31 de enero de 2014

POST 365: MIS ENTRADAS PREFERIDAS

Un buen día, éste sin ir más lejos, alcanzo la entrada nº 365 del blog.

Y como resulta imposible no asociar el 365 con los días que tiene el año, me pasa por la cabeza una idea: que si desde hoy  comenzara a  releer un post cada día,  terminaría de hacerlo el 31 de enero de 2015, y entonces me quedo pensando que  he escrito una barbaridad.
Teniendo en cuenta mi tendencia a alonganizar las entradas ( ¡qué vicio incorregible!) podría decir que más que una barbaridad, he escrito a lo bestia, o como dicen en Yecla: que he escrito una cafrá.

Y sin embargo, casi no me he dado cuenta.

Sin ser ésta una entrada de cifra redonda que merezca celebrarse, hoy me ha apetecido darle un carácter diferente y haré algo que no he hecho hasta ahora: escribir sobre lo ya escrito, renombrar aquellas entradas que por alguna razón me gustan más o les tengo un especial cariño, y aquellas otras que me trajeron sorpresas y resultados muy agradables.

Empezaré diciendo que  hay un post que, sin duda por el título que tiene, recibe un constante chorro de visitas. 
Es Un viaje al fin del mundo, en el que conté una bonita experiencia con mi hijo en un día de campo, cuando un chaparrón inesperado nos obligó a correr.  Es, con diferencia, la entrada más visitada, y si todos los que han llegado a ella hubieran dejado un comentario, os aseguro que ya tendría más de 4000.
Mi pregunta es: ¿Tanta gente busca un viaje al fin del mundo? ¿Acaso pretenden encontrar alguna oferta en las agencias? ¿Y por dónde quedará el fin del mundo?

También llegan muchísimas visitas a  Notas sobre un dolor de muelas.  Está claro que la imperiosa necesidad de alivio ante un repentino dolor de muelas, apresura a algunos a consultar al Doctor Google, que les remite a mi entrada. En este caso sí que ha habido esporádicos comentarios desde entonces, cosa que siempre me alegra, sobre todo cuando me dicen que a pesar del mal rato que están pasando, se han reído leyendo.  Ojalá la risa fuera un analgésico  pero, aún sin serlo,  cómo me satisface hacer reír.

Otra entrada especial es El idioma de Yecla.  Desde que me encontré una fotocopia de aquel post  pinchada en el tablón de una panadería,  no ha dejado de ser visitada, y supongo que el boca a boca entre gente del pueblo ha repercutido en que sea otra de las más leídas. Reconozco que cuando la comentan yeclanos, sobre todo si están viviendo fuera, me causa mucha ilusión.

La entrada más comentada hasta la fecha ha sido Holaaa, ¿a que no sabes quién soy?
A raíz de un antiguo festejo de mi pueblo en el que la gente recorre las calles con la cara tapada,  se me ocurrió jugar con los lectores. Debían dejarme un comentario como Anónimos y yo tenía que averiguar quiénes eran.
No imaginaba entonces que llegaría a los 95 comentarios!! (record) ni que disfrutaría tanto con el juego. ¡Lo pase pipa! ¡Y no me fue nada mal en las pesquisas, por cierto!

También disfruté mucho con  Palabras de very ficción. Si me divertí enormemente escribiéndola, aún lo pasé mejor con la interacción  de los comentaristas, que supieron seguirme la corriente y crear una historia rocambolesca con un guión impredecible.
En general lo he pasado muy bien todas las veces que he jugado con vosotros, que no han sido pocas.

Una anécdota muy particular,  que  en su día tendrá su protagonismo en una nueva entrada, vino tras escribir El alma de El Almorquí.  En ella contaba mi solitario retiro a una aldea durante un fin de semana,  con el propósito de repasar un montón de temas para un examen en la Universidad. En un descanso de mis estudios, caminé hasta un caserío abandonado llamado El Almorquí. Recordando el silencio de aquel lugar y las emociones que sentí, escribí aquella entrada (una de mis preferidas) sin imaginar que a consecuencia del título que le puse, llegaría una sorpresa.

Y es que algún tiempo después recibiría el correo de un noruego afincado en la zona, que estaba reconstruyendo aquel caserío y cultivando los huertos y elaborando vino y aceite con los métodos de hace siglos. Me alegró mucho saber que aquel hermoso pero moribundo lugar volvía a tener vida gracias a él.
Me comentó que tras embotellar su primer vino, quiso ponerle un nombre y se le ocurrió Alma de Almorquí. Al comprobar en internet si tal nombre existía, descubrió mi entrada, y le gustó tanto conocer mi historia y ver las fotos del lugar, que me escribió para invitarme a visitarle y probar ese vino recién creado.
Sí, qué casualidades tan fascinantes ocurren a veces en este mundo de internet, ¿verdad? Por supuesto, tengo pendiente un brindis por El Almorquí.

Gracias a las entradas que dediqué a hablar de mi colegio, hoy existe una referencia al mismo en internet, y eso me sirvió para que Irene y Jesús, compañeros de aquellos tiempos escolares, se pusieran en contacto conmigo después de... en fin,  tantos años que me da vértigo pensarlo. Y me consta que algunos profesores  también leyeron con emoción mis recuerdos de aquel entrañable colegio que ya no existe.  Saberlo me ha hecho sentir muy bien.

Recientemente he sabido de otra anécdota relacionada con el blog.
Ya conté que, sin pretenderlo en un principio, terminé escribiendo sobre hechos de la vida de un hermano de mi abuelo Conrado, Santiago, que desapareció en la guerra
Partiendo de los recuerdos que me contó mi abuelo cuando vivía y aportando los datos que me dieron familiares, el resultado fueron cinco entradas consecutivas que muchos de vosotros recordaréis.

Pues bien, por otra de esas casualidades de la vida , mi hermano Fran coincidió en Petrel con Cristina, una nieta de Santiago, (a la que no conozco) y le comentó que yo había escrito sobre su abuelo. Ella  le pidió la dirección del blog y, tras leer las entradas, envió un mensaje a mi hermano para decirle que disfrutó tanto con las historias, que había decidido hacer  fotocopias para regalarlas en Navidad a sus primos y  tíos, es decir, los hijos de Santiago. Supe después que la idea de Cristina fue un gran éxito que emocionó a toda su  familia.

Aparte de la gran satisfacción que me produjo saberlo, me resulta muy curioso el inesperado rumbo que puede tomar cualquier texto una vez publicado y cuántas sorpresas puede traerte de vuelta. Es realmente fantástico.

Para terminar dejo los enlaces a diez entradas  de las que me siento especialmente satisfecho. Que nadie se sienta obligado a leerlas (¡menudo empacho de longanizas!), pero ahí quedan por si algún lector (de ahora o de siempre) tiene curiosidad por conocer sus historias.

1)    ¿ERES FELIZ?  Sobre un profesor del colegio del que guardo especial cariño.
2)  POSTALES DESDE SALTDEAN. Sobre mi estancia en un pueblo de Inglaterra. Escribiendo esta entrada reviví tan intensamente los recuerdos, que me dejó “tocado” emocionalmente varios días.
3)    TARDES DEL C.E.A.M. Sobre emotivas escenas en mi trabajo con los mayores.
4)    DOS NEURONAS EN APUROS. Porque la escribí sobre la marcha y aún me río al releerla.
5)    EL KARATECA QUE LLEVO DENTRO. Sobre una anécdota en mi trabajo que trajo mucha guasa (y que me siguen recordando con pitorreo)
6)    LA SONRISA DE SAMUEL. Tal vez la entrada más especial para mi, sobre un duro momento familiar que nos costó superar.
7)    EL AÑO QUE MURIÓ LENNON. Sobre mi primer amor escolar.
8)    LA ERÓTICA DEL VINO. Porque fue un placer emborracharme de tan  pomposa literatura.
9)    MI NIÑA BONITA. De  entre tantas entradas dedicadas a mi hija, me quedo quizás con esta.
10)     A VECES. Resultado de esas reflexiones que le abordan a uno a determinada edad.

365...

Antes del blog, yo ya escribía una cafrá, - siempre lo he hecho-  pero desde que empecé a mostrar mis escritos por aquí y tuve la gran suerte de que fuera apareciendo gente para leerlos, me doy cuenta de lo feliz que me hace que mi vieja afición sea hoy tan bien correspondida.
Lo más grande, no me cansaré de repetirlo, es la amabilidad, el buen rollo y la familiaridad que se ha ido creando entre nosotros con el tiempo, ¿no pensáis igual? 

Una vez más, MIL GRACIAS  A TODOS por tan buenos ratos.

No sé por cuánto tiempo más, pero mientras tanto... ¡a seguir escribiendo!



27 de enero de 2014

PR3MIOS

La estantería de talismanes que coloqué en el blog el otro día (¡cómo me costó atornillarla a la pared, pero qué chula está  quedando!) ha empezado a dar resultados y ya reparte buena suerte a troche y moche. La estáis notando, ¿verdad? 
Al  menos a mí  me ha alcanzado de lleno, porque concederme tres premios seguidos en poco tiempo, debe ser un golpe de fortuna de mágicas influencias.

Esto de recibir un premio en el mundo bloguero siempre me  ilusiona, no solo por el reconocimiento a la labor, también por el hecho de que alguien se haya acordado de uno (y esto es algo que a mi Jefe le va a a hacer feliz: que algunos tengan al Diablo en sus pensamientos)

De igual forma que expuse vuestros amuletos de la suerte, voy a mostrar ahora los premios recibidos, ¿he dicho ya que son tres? ¡Tres!
Cómo no, voy a presumir de ellos.


LIEBSTER AWARD

Me llegó de manos de Speedygirl, que para los que no la conozcáis, es una superheroína muy trabajadora que nos está librando de cientos de supervillanos.  Además de postear a menudo desde su Speedytown natal, estudia alemán de las Alemanias, lugar del que deben venir estos Premios Liebster, digo yo.

Gracias, Speedy. Te deseo un próximo encuentro con un Superman de grandes  superpoderes, pero sobre todo con un supercorazón.

PREMIO DAD TO THE BONES. 

Este es un premio que yo traduzco como “Papá hasta las trancas” y que fue creado y me fue concedido por Papá Cangrejo.

Papa Cangrejo es un extraterrestre con forma de crustáceo que vino a La Tierra con su familia y fue a asentarse en Castellón. Él sabe que soy un Diablo, pero a veces me imagina más como zombie. Dice estar involucionando, pero no se puede negar que criando a su hijo Cangrejito hace un trabajo sobresaliente.

Papa Cangrejo pide, al concederme el premio, que cuente si estuve presente en el nacimiento de mis hijos y qué es lo primero que se me pasó por la cabeza.

Sí, tuve la gran suerte de estar allí, en los momentos en que los dos venían al mundo, aunque en el parto de Samuel, los médicos me aconsejaron que me saliera unos minutos porque iban a utilizar fórceps y pensaron que me podía dar un jamacuco. Pero yo entré corriendo en cuanto le oí llorar.
A Aitana la vi nacer sin problema, todo el proceso de principio a fin.

Los dos los he contado ya en el blog pero no me cuesta nada volver a decir que fueron momentos inolvidables. Creo que ante semejante espectáculo de la Naturaleza no me habrían sacado ni gota de sangre de haberme pinchado. Uno se siente muy insignificante y al mismo tiempo el hombre más grande y feliz del mundo, y recuerdo que apenas pronuncié palabra porque  si lo hacía se me escapaban la inmensas ganas de llorar.

Aprovecho para contar que mi padre, que no pudo estar presente cuando yo nací porque entonces no lo permitían tan fácilmente, me contaba que en cuanto me oyó llorar dio un brinco en la sala de espera y a todos los allí presentes les dijo: ¿Oyen a ese niño? ¡¡Ese es mi hijo!!
 Y que en cuanto me vio, salió corriendo a la calle a buscar a gente conocida a la que invitar (insistiendo si hacia falta)  a que entraran al Hospital a verme. Se le caía la baba mirándome. (Pero seguro que los padres que me leéis, sabéis que esto es una locura muy común)

Mucha gracias por la distinción, Papá Cangrejo.


THE LIEBSTER BLOG AWARD

El tercero es todo un detalle de Mamá al habla, a la que no tengo el gusto de conocer.
Parece ser que encontró mi blog por casualidad y decidió incluirme en su lista de premiados. ¡Ole!
Encantado y agradecido, Mamá al habla, aunque debo decir algo...

No estará mi blog incluido en el grupo de  “blogs de padres” o algo así, ¿no? Porque antes de que mi Jefe se pudiera enterar y armar la gorda,  ruego, a quien se ocupe de las clasificaciones, que mejor lo incluya en el grupo de “blogs satánicos” o “blogs diabólicos”. Yo pensaba que esto estaba muy claro, pero empiezo a tener mis dudas. A quien corresponda, gracias de antemano.

Y bueno, me toca ya la parte más difícil, la de premiar yo a otros blogueros.
Digo difícil porque me gustan muchísimos blogs y me fastidia dejar sin nombrar a algunos, pero  no puede ser de otra manera.

Con un ligero toque personalizado de los mismos premios, entrego el

LIEBSTER AWARD

A Bohemio Mundi, de Ana, por ser tan happy,  tan hippy y por un gato en común.
A Isensebotànic, de Montse, por su encanto personal y su mente voladora.
A Lillusión, de Lillu, por la veteranía y ese saber contar las cosas.



PREMIO “DAD TO THE BONES”
A tres padres, claro:

A Hitlodeo, de Hitlodeo, el gran utópico hommeriano
A MusikQMGusta, de RNT, el segundo abboso del mundo.
A Palabras, de Txema Rico, mi vecino y amigo de siempre.




THE LIEBSTER BLOG AWARD

A Embolica que fa blog, de Sese, por ser del Club de la BarbaCana (no del otro :p)
A Juguetes del viento, de Ángeles, por ser alma gemela en casi todo.
A Lo que ahorro en psicoanálisis, de Loque, por su diván gratuito para reír a placer.


Por último, Mención especial a Carlos, incansable lector, un gran aliciente para seguir compartiendo historias.

22 de enero de 2014

LA INSÓLITA HISTORIA DE MISTER HUGUES ( y 2)

(Viene de la ENTRADA ANTERIOR)

Se acercaban las dos de la tarde y Mister Hugues no volvía. Y llegó la hora de comer y nada. 
Pasaron diez, veinte minutos, media hora... y el invitado inglés no asomaba por el campo.

- ¡Pero qué pasa con este hombre, que no llega! - exclamaba nuestra madre.

Fran, disgustado porque las cosas siguieran torciéndose, le dio un margen de tiempo antes de coger el coche para salir a buscarle. Y ya estaba preparado para hacerlo cuando sonó el teléfono.

Se trataba de nuestro primo Paco, de Elda.

- Tía, ¿tenéis algo que ver con un inglés?
- Ay, sí, sí, ¿qué pasa?
- Es que me ha llamado la Policía, que tienen a un inglés en Comisaría que se ha perdido y pide que avisen a Francisco Cabrera. Me han avisado a mí, y he pensado que es al primo al que buscan.
- Claro, hijo, claro. Es un invitado de Fran. Ahora mismo sale a recogerle. Muchas gracias. Ya te contaremos.

Cuando mi hermano se marchó, recuerdo que mi madre murmuraba:

"Ay, solo espero que no venga borracho... ¡¡que no venga borracho!!"

Hablamos un poco de lo evidente, de cuánta afición tenía el hombre por la bebida, y nos preguntábamos si esto nos traería algún problema.

- ¿Os habéis percatado - añadía- de que no come nada de nada? Desde que está aquí no le he visto llevarse a la boca nada sólido.

Regresaron, y todos teníamos los ojos puestos en ver cómo descendía Mister Hugues del coche. Debo admitir que lo imaginaba ebrio, con ese balanceo sonriente de la primera noche. Un gesto de Fran nos avisó de que todo iba bien y nos sentamos a comer, escuchando cómo Mr Hugues se disculpaba y relataba lo sucedido.

- Llegué  caminando a Petrel y me metí en un pub a beberme una cerveza (probablemente no se contentara con una sola, pensé) Al salir de allí no encontré ninguna de las referencias que había memorizado para saber volver. ¡No reconocía nada! ¡Ni siquiera la calle me parecía la misma! (por algo lo llaman "ponerse ciego", seguía malpensando yo)

Fue entonces cuando Fran entendió lo que había pasado.

- Ahora comprendo todo, ha estado en el Pub Caché, que tiene dos puertas de acceso. Una es la entrada principal, la de la explanada, y la otra da a la calle de atrás. Seguro que ha entrado por una pero ha salido por la otra y se ha desorientado.

- El caso es que comencé a andar y andar, buscando algo que me sonara, y me perdí completamente.

Y tanto que se perdió, como que caminó en sentido contrario hasta llegar a la población vecina. Dicho así, parece que caminara muchísimo, pero como ya expliqué una vez, Petrel y Elda  están tan próximas que en su expansión se han juntado, formando lo que en apariencia es una única ciudad.

Observé, tal y como había advertido mi madre, que en todo el tiempo que permanecimos sentados, comiendo, Mister Hugues cortaba la carne con meticulosidad, pinchaba el trozo con el tenedor,  pinchaba también algo de verdura, en movimientos lentos,  y levantando el tenedor como para llevárselo a la boca, interrumpía el recorrido para seguir charlando, por lo que dejaba unos segundos los cubiertos en el plato. Acto seguido quitaba lo pinchado, valiéndose del cuchillo, y volvía a realizar la misma operación. Llegó a cortar toda la carne y a hacer el  paripé de que comía sin comer nada en absoluto. Ni siquiera bebió agua. Era evidente que se "alimentaba" de otras cosas que guardaba en su habitación.

Esa tarde fuimos al hospital a ver a mi padre, y pedimos a Mister Hugues que nos acompañara.
Sólo podía entrar una persona en la habitación, así que entró nuestra madre y nosotros nos conformamos con verle desde una pequeña ventana. Aquellos minutos también los tengo grabados en la memoria.

Al asomarse Mister Hugues, levantó la mano derecha y lo saludó con amplia sonrisa. Estuvo mucho tiempo sin dejar de mover la mano, como si se despidiera de un barco en alta mar y hacía unos gestos de asentimiento con la cabeza, como si le dijera: "Verás que todo va a salir bien". También le levantaba el pulgar en un gesto de ánimo, y al mirarle yo y ver su perfil, con ese enorme labio colgando y todas esas caras tan raras que ponía, me hizo mucha gracia y al mismo tiempo me enterneció. Parecía un niño muy alto  haciendo gestos, jugando a hacer muecas ante un cristal.

Pero lo que remataba la escena hasta hacernos reír es que nuestro padre, desde el otro lado, le correspondía al saludo de igual forma, muchos gestos con la mano, sonrisas, asentir con la cabeza...

- ¿Qué tal el hombre? - le preguntaba a mi madre sin dejar de corresponder a sus saludos - Parece muy simpático, ¿no?
- Sí, bueno... ¡madre mía!, ¡si yo te contara!
- Cuenta, cuenta...
- Anoche se metió en mi habitación mientras dormía.
- ¿¿¿Cómo???

Apenas recuerdo las conversaciones con Mister Hugues, pero sí contó algo que nos sorprendió y no he olvidado:

"Trabajando en Sudáfrica conocí a una mujer holandesa. Ella sabía que yo era casado pero me sedujo durante mucho tiempo hasta convencerme de ir con ella a la habitación de un hotel. Yo accedí sin sospechar que aquella mujer me quería tender una trampa; lo tenía todo preparado para un chantaje. Al día siguiente apareció un tipo que me mostró las imágenes y me amenazó con enviarlas a mi esposa si no le entregaba una importante cantidad de dinero. Lo que ellos no imaginaban es que yo sabía que mi mujer tenía un amante y que me importaba un rábano que se enterara de aquello. No solo es que me reí en su cara, ¡es que le animé a que lo hiciera!"
Y recordando aquello, reía divertido.

Poco antes de que nuestro invitado volviera a su país, le llevé a ver el castillo de Petrel.
En su base hay un amplio mirador desde el que se puede contemplar todo el valle:  Petrel a sus pies y Elda en inmediata continuación. En la distancia,  Monóvar, y en dirección contraria, más alejadas, Sax y Villena, con sus impresionantes castillos.

Es el último recuerdo que tengo de Mister Hugues, asomado en aquel lugar, con la mirada perdida en el horizonte.

Quise saber si le gustaba, pero no parecía oírme "Yes, it's beautiful", contestó finalmente. Y como apenas dijo nada más,  me quedé mirándole de reojo y pensando qué estaría pasando por su cabeza, reflexionando también en lo curioso que era el que tras una larga vida estuviera allí, precisamente allí, a mi lado, tan lejos de su casa y de los suyos, y me pregunté si alguien le habría echado de menos en su ausencia.

Mi hermano mantuvo contacto con él durante algún tiempo, y así supimos que su estado de salud empeoró progresivamente. Lo último que supimos de él es que no podía caminar e iba en silla de ruedas.

Imagino que Mr Hugues debió morir hace tiempo, pero es algo en lo que no me gusta pensar. El recuerdo de sus estancia sigue muy vivo en nuestra familia y en ocasiones sale a colación en las conversaciones.

"¿Os acordáis de Mister Hugues?"

Y vuelve a la memoria su entrada triunfal, agarrándose los pantalones, su risa zarandeando a nuestra madre, el susto que le dio al irrumpir en su habitación aquella noche, su forma de caminar,  la sorpresa de los charcos en el pasillo, aquellos gestos saludando por la ventana del hospital... e inevitablemente nos reímos.

Creo que no es mala forma de recordarle.

Y seguramente, si esto fuera posible,  le alegraría saber que tantos años después nos seguimos acordando de él.

Porque Mister Hugues era un tipo muy peculiar, y a todos nos dejó huella.

17 de enero de 2014

LA INSÓLITA HISTORIA DE MISTER HUGUES

Me he decidido a contar una de las historias más rocambolescas que tenemos en el anecdotario familiar.
Pese a ser algo que hemos contado infinidad de veces a familiares y amigos, me resistía a darlo a conocer en el blog por una razón, y es que a pesar de su gran comicidad, qué duda cabe que tiene un trasfondo triste, y no sabía muy bien cómo plasmarlo, temeroso de que se me pudiera acusar de frivolizar ante un tema serio.

Pero después de tantos años, sigo guardando un grato recuerdo del peculiar protagonista de la historia, y quiero rendirle un homenaje escribiendo sobre los días que con él convivimos. Me han pedido muchas veces que pusiera por escrito esta inaudita historia, y hoy lo haré por fin, anteponiendo mi profundo respeto a aquel hombre inglés que pasó fugazmente por nuestras vidas y que se llamaba Mr Hugues.

Todo empezó cuando  Fran pidió permiso a mis padres para invitar a un inglés a pasar unos días en casa. Ya he contado que cuando mi hermano aprende un idioma no se conforma con tener nociones básicas del mismo, él solo se queda satisfecho cuando comprueba que puede mantener una conversación fluida con un nativo. Así, hoy por hoy, habla  swahili con total soltura con  Mateso, de Tanzania,  y charla en árabe marroquí de una forma sorprendente con su amigo Mohamned.  Un tipo admirable mi hermano, sí.

En aquel tiempo apenas sabíamos nada de internet, así que para practicar el inglés hablado, tuvo la ocurrencia de poner un anuncio, -nada barato, por cierto- en el mismísimo The Daily News,  solicitando un voluntario o voluntaria, de poco más o menos su edad,  que se prestara a pasar unos días en nuestra casa de campo de Petrel (Alicante),  con la única condición de mantener conversaciones con él.

Pasados unos días, solo una persona contestó a la petición. Para sorpresa de Fran, se trataba de un jubilado de 70 años que decía algo así como: "Sé que no encajo en la edad que pides, pero estoy seguro de que puedo aportarte muchos conocimientos"

A Fran no le sedujo la idea de que viniera un hombre tan mayor, pues pensaba, entre otras cosas, que con tanta diferencia de edad no habría demasiados temas afines a la hora de hablar. Para colmo, la foto que adjuntaba no ayudaba nada. Aún recuerdo cuánto nos reimos al ver a aquella imagen de un señor mayor con el cabello blanco muy revuelto, unas gafas enormes y feas  sobre su cara y un labio inferior grueso, colgante, como en una mueca de aburrimiento o desaprobación.

- Pero qué más da la edad que tenga - intervino mi padre -  Precisamente por ser tan mayor tendrá muchas experiencias que contar. A mí  me ha caído bien por esa nota que ha escrito. ¡Invítale a venir, hombre!

Así que Fran finalmente accedió, aunque el hecho de que no hubiera más candidatos  tuvo mucho que ver en la decisión, claro está.

No sé cuántas veces nos habrá recreado la impactante escena del encuentro en el aeropuerto de Alicante.

Fran le esperaba algo nervioso, rogando que fuera un tipo simpático al que no le costara demasiado entender.
Sobresaliendo entre la multitud de la sala, pues era un hombre muy alto, le reconoció al instante. Caminaba de manera desgarbada, en una de sus manos llevaba su maleta y con la otra se sujetaba con fuerza el pantalón, que parecía querer escurrírsele piernas abajo. La camisa, muy arrugada, también se le salía del pantalón, que además llevaba la cremallera bajada. Y a toda esa maravillosa primera impresión, había que añadir que no conseguía mantener una perfecta verticalidad, por lo que más bien parecía un espantapájaros gigante  amenazando con caer al suelo al menor golpe de viento.

Fran se dirigió a él pensando "Tierra, trágame" y escuchó sus primeras palabras:
- Hi!!...Eerr… Oh, I drank a little in the plane and I’m a bit tipsy, ho, ho...
(He bebido un poco en el avión y estoy piripi)
Pero lo que se veía a la legua es que llevaba una buena merluza encima.

En el trayecto a casa, explicaba a Fran  que se le había descosido el botón del pantalón y si no se lo sujetaba se le caía, y mi hermano, impresionado aún por todo lo visto, y agobiado ante una situación tan inesperada,  le decía que no se preocupara por eso, que seguro que mi madre se lo cosería.

Al llegar, mientras Mr Hugues descendía del coche con parsimonia, Fran se adelantó apresuradamente con su maleta para entrar en casa y ponernos sobre aviso:

Con una cara que mostraba su gran apuro, le escuchamos decir:
- ¡¡¡Ha bebido en el avión y viene borracho!!!

Así que a todos, que esperábamos expectantes la llegada del invitado, se nos congeló la sonrisa en la cara.
Debo decir que no estábamos todos realmente. Dio la fatal casualidad que un día antes de esta visita, mi padre fue ingresado en el hospital para hacerle unas pruebas para una futura operación, así que lamentablemente se perdió el show.

El show que comenzó cuando Mr Hugues entró en casa, encorvándose al pasar por la puerta. Inolvidable aquella escena: el ropaje desordenado, la mano agarrando el pantalón a la altura de la bragueta, las gafas torcidas…  se quedó quieto un instante  para mirarnos  muy sonriente y exclamar un sonoro "HELLO!!" seguido de una risa de satisfacción que no dejó de sonar mientras nos saludaba.
A mi madre, que parecía una pigmea a su lado, la zarandeó con cariño, agarrándola de un hombro y atrayéndola hacia sí varias veces, lo que me resultó tan asombroso y chocante que me entraron muchas ganas de reír, aunque me las aguanté. Claro que  cuando al mirar a mi hermano Tomás, le extendió su mano mientras le decía: "Tú debes ser el padre de la familia, ¿no?", me tuve que ausentar para reír a placer. 
Al volver al salón, Tomás me dijo en un susurro: "Pues no me ha dicho que si soy el padre... ¿de qué va?" y le tuve que rogar que se callara para no soltar la carcajada otra vez.

Poco después llegó la hora de cenar, pero Mr Hugues se excusó diciendo que estaba demasiado cansado, que prefería retirarse a su habitación a dormir y, como pese a insistirle que comiera algo primero, se negaba, le deseamos buenas noches.
Y esto podría haber sido el fin de la primera jornada si no fuera  porque Mr Hugues resultó ser un espíritu noctámbulo que se levantó hasta en dos ocasiones.

La primera debió ser alrededor de la una de la madrugada. Desde mi habitación, que estaba pared con pared con la suya, le escuché revolverse inquieto. Encendió la luz y salió al pasillo, por lo que enseguida supuse que necesitaba ir al aseo. 
Pensando en si alguno le habría dicho dónde estaba el cuarto de baño, escuché cómo abría la puerta de la habitación de mi madre. Los consiguientes  "Ay, ay, qué, qué pasa..." y  "Ohh, ohh, sorry, sorry..." me llegaron con nitidez,  y ante tan cómica situación volví a reír en silencio hasta saltárseme las lágrimas.

Al segundo intento encontró el aseo.

Sobre las seis de la madrugada volvió a despertarme el ruido que hacía Mr Hugues, esta vez acompañado de unos apagados quejidos. Parecía que iba chocando con los muebles de la habitación y en ocasiones escuchaba cómo palpaba la pared. Deduje que se había desorientado y no encontraba el interruptor de la luz. Finalmente consiguió  alcanzar la puerta y salió al pasillo. "Ouuugh... ouuugh...",  mascullaba como en un lamento, arrastrando los pies al andar.
Llegó al aseo y al poco regresó a su habitación.

Ya no me pude dormir y como había amanecido me levanté. Al abrir la puerta descubrí pequeños y grandes charcos por todo el pasillo, desde la puerta de la habitación de Mr Hugues hasta el aseo. Quedé atónito unos segundos, imaginando el apuro tan grande que habría pasado el hombre, y entonces me dirigí a la habitación de mi hermano, y acercándome a su oído le dije en un susurro:

- Fraaan , Fraaan, despierta, que tu inglés se ha meado en el pasillo...
Fran abrió un ojo y tras unos segundos para procesar lo que acababa de oír, se incorporó de un bote.
- ¿¿Qué??
Y, ay, no lo pude evitar, otra vez me entró la risa.

- ¡No puede ser! - decía Fran incrédulo, hasta que lo comprobó por sí mismo.
Cuando mi madre fue informada, se apresuró a coger cubo y fregona y limpiar todo en silencio.

- Lo mejor será que actuemos como si nada, - nos dijo - que bastante mal lo habrá pasado. Si al levantarse se disculpa, le decís que no pasa nada, que no se preocupe, que son cosas inevitables.
- Ayy, - se lamentaba Fran - si es que yo no quería que viniera alguien tan mayor.
Y yo no podía dejar de pitorrearme.
- Jo, macho, te ha tocado el tipo más raro de toda Inglaterra.

Poco después se levantó Mr Hugues. Estaba de buen humor y  actuó como si nada hubiera sucedido. De hecho no sabría decir si fue consciente de que se orinó en  el pasillo. O quizás al verlo seco pensara  "Ah, menos mal,  no se nota nada"  No sé, o como diría un inglés,  who knows...
Su buen humor aumentó cuando mi madre le entregó el pantalón con el botón cosido. Se lo agradeció efusivamente, se sentó a desayunar (apenas nada) y pasó la mañana hablando con mi hermano.

Había trabajado muchos años en Sudáfrica, al parecer tuvo un importante cargo en la Commonwealth. Estaba casado y, según contaba, tanto él como su mujer tenían total libertad para hacer lo que les diera la gana. Así, tal cual.

Cuando faltaban un par de horas para comer, dijo que le apetecía dar un paseo por el pueblo. Fran se prestó a llevarle en coche pero él le rogó que no se molestara, que quería estirar un poco las piernas.

- El pueblo está a un kilómetro de aquí - le advirtió mi hermano.
- Perfecto, así daré un paseo.
- Bueno, comeremos sobre las 2.
- Ok, estaré aquí a esa hora.

Y Mr Hugues se marchó caminando hacia Petrel.

Al irse, mi madre se dirigió a su habitación, por si tenía que fregar algo más, y al asomarse encontró algo que no esperaba. La mesita estaba llena de pequeñas botellas de bebidas alcohólicas.


(CONTINUARÁ)

12 de enero de 2014

LA CIUDAD ME CUENTA HISTORIAS (II)

Dos jóvenes amigos se encuentran por la calle un domingo.

- ¡Eyy, Pablo!
- ¡Hola, qué pasa!
- Tío, qué pronto te retiraste ayer.
- Ya, estaba hecho polvo.
- Pues no veas lo que te perdiste...
- ¿Qué pasó?
- Nada más irte llegó Sandra
- ¿Sandra? ¿La de la calle Lepanto?
- Sí, tío, la saludo, le digo que la invito a tomar algo y se me pone a contar todos los marrones que había pasao con su novio. Que habían cortao y tal, que había salido para no amargarse... Total que al final la animé a que se olvidara de todo, y me la llevé a la cama.
- ¿¡Qué dices!?
- Y anda que no se animó... lo pasamos que te cagas, Javi.
- Pero, pero... ¿la Sandra de la calle Lepanto?
- ¡Que sí, tío!
- No sé, nunca lo hubiera dicho. ¿¿Contigo??
- Ya te digo, si lo había dejao con el novio y quería divertirse para olvidar…. ¡Y una marcha que llevaba la colega...! Pero no acaba ahí la cosa. Como teníamos demasiao calor de tanto meneo, nos fuimos a la calle a dar una vuelta y nos encontramos con su amiga, ¿sabes quién te digo?
- ¿Esa que trabaja en el Súper?
- Sí, Patricia se llama. No te lo pierdas: Sandra le cuenta  que lo ha dejao con su novio y tal y se ponen las dos a chillar y a pegar botes, y la otra que qué guay, que ya verás qué bien ahora. Y va Sandra y le dice "Ay, si no fuera por Pablo, que me ha animao toda la noche"...
- Pero... ¡tío, estoy flipando!
- Y yo poniendo carica de santo... Total, que se me pegan las dos y "Qué majo eres" y tal y más cual, y  nos metemos en la cama los tres.
- ¿¿Qué??
- ¡¡De puutamadre, Javi!! ¡Hasta que amaneció!
- ¿¿Tú con las dos??
- ¡Qué caña de tías!... No veas cómo se mueve la del Súper. Yo quería seguirle el ritmo y no podía, me dejó agotao.
- ¿Tú con las dos? ¿Así, tan fácil?
- Joder, si no te hubieras ido...
- Pero, ¡aunque me hubiera quedao! ¿cómo… cómo fue eso? ¿Qué se tomaron?  ¿Pero habrían querido algo conmigo? No creo, igual os cortaba el rollo...
- Pero ¿por qué? Si no te llevas mal con ellas, ¿no?
- No, pero...
- Bueno, ya hablamos que llevo mucha prisa, tío, Ya nos llamamos para quedar, ¿eh? ¡Adiós!
- Vale... adiós...
...
"¡Qué fuerte!... Y lo cuenta como lo más normal del mundo... ¡Qué cabrón el Pablito!... ¡En la cama con dos!"


 Discoteca La Cama. Yecla.
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- Tengo que rellenar este formulario para poder hacerle  el carnet de usuario, ¿de acuerdo?
- Muy bien, joven
- ¿Nombre?
- Hilario Puche Azorín, para servirle. En realidad me llamo Hilario José, pero hace ya tiempo que decidí dejarlo en Hilario solo.
- ¿Fecha de nacimiento?
- 20 de abril de 1937
- ¿Estado civil?
- Jubilado.
- No, estado civil. ¿Soltero, casado...?
- Ah, viudo. Yo he enviudao dos veces, ¿sabe? Lo normal es que nos muramos antes los hombres pero ya ve usté, a mí me debieron hacer de buen material.
- ¿Domicilio?
- Sí, jubilado.
- No, a ver, dónde vive, dígame la calle.
- Ah, en el Paseo de la Paz. Algunos la llaman Avenida de la Paz, pero yo decidí que Paseo me gustaba más.
- Muy bien, ¿número?
- Pues mire, ahí sí que no le sé decir...
- ¿No se acuerda?
- Sí me acuerdo, pero no me he decidido todavía.


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El Javi de la primera historia, unos días más tarde.

- ¡Qué pasa, Victor, que ya no saludas...!
- Ah, hola, Javi, no te había visto, ¿a dónde vas?
- A tu casa iba, que he quedao con tu hermano.
- ¿Con Pablo? Muy bien.
- ¿Y tu hija?
- En Los Ángeles la tengo ahora.
- ¿¿Y eso??
- Porque ya tiene la edad.
- ¿La edad? ¿La edad de qué?
- Pues de ir al cole.
- ¡Pero si tiene tres años!
- Por eso, ya tenía que ir a la guardería.
- ¿¿Y la lleváis a Los Ángeles??
- Pues sí, no nos pilla cerca de casa precisamente, pero me dijeron que allí estaría bien, que era más cara que el resto pero que merecía la pena.
- ¿Y con quién está? ¿Con tu mujer?
- Mi mujer trabaja.
- Pero… ¿¿con quién está?? ¿¿cuándo la veis??
- Cuando termine voy yo a por ella.
- ¿¿Cuando termine el curso??
- Pero qué te pasa, Javi, qué preguntón estás…
- Es que me has dejado flipao. Yo… yo no podría tener a una hija pequeña tan lejos.
- ¡Lo dices como si estuviera en Marte! Bueno, me voy, que he dejao el coche en zona azul. ¡Saluda a mi hermano de mi parte! ¡Ciao!
- Adiós, Victor.
"Alucino con esta familia...  Cuentan las cosas gordas  como si tal cosa... Y digo yo… ¿tan forraos  están como para mandar a su hija fuera? … A ver si van a ser unos troleros… Sí, empiezo a pensar que son un poco fantasmillas…"


 Centro de educación infantil "LOS ÁNGELES". Yecla