Un buen día, éste sin ir más lejos, alcanzo la entrada nº 365 del blog.
Y como resulta imposible no asociar el 365 con los días que tiene el año, me pasa por la cabeza una idea: que si desde hoy comenzara a releer un post cada día, terminaría de hacerlo el 31 de enero de 2015, y entonces me quedo pensando que he escrito una barbaridad.
Teniendo en cuenta mi tendencia a alonganizar las entradas ( ¡qué vicio incorregible!) podría decir que más que una barbaridad, he escrito a lo bestia, o como dicen en Yecla: que he escrito una cafrá.
Y sin embargo, casi no me he dado cuenta.
Sin ser ésta una entrada de cifra redonda que merezca celebrarse, hoy me ha apetecido darle un carácter diferente y haré algo que no he hecho hasta ahora: escribir sobre lo ya escrito, renombrar aquellas entradas que por alguna razón me gustan más o les tengo un especial cariño, y aquellas otras que me trajeron sorpresas y resultados muy agradables.
Empezaré diciendo que hay un post que, sin duda por el título que tiene, recibe un constante chorro de visitas.
Es Un viaje al fin del mundo, en el que conté una bonita experiencia con mi hijo en un día de campo, cuando un chaparrón inesperado nos obligó a correr. Es, con diferencia, la entrada más visitada, y si todos los que han llegado a ella hubieran dejado un comentario, os aseguro que ya tendría más de 4000.
Mi pregunta es: ¿Tanta gente busca un viaje al fin del mundo? ¿Acaso pretenden encontrar alguna oferta en las agencias? ¿Y por dónde quedará el fin del mundo?
También llegan muchísimas visitas a Notas sobre un dolor de muelas. Está claro que la imperiosa necesidad de alivio ante un repentino dolor de muelas, apresura a algunos a consultar al Doctor Google, que les remite a mi entrada. En este caso sí que ha habido esporádicos comentarios desde entonces, cosa que siempre me alegra, sobre todo cuando me dicen que a pesar del mal rato que están pasando, se han reído leyendo. Ojalá la risa fuera un analgésico pero, aún sin serlo, cómo me satisface hacer reír.
Otra entrada especial es El idioma de Yecla. Desde que me encontré una fotocopia de aquel post pinchada en el tablón de una panadería, no ha dejado de ser visitada, y supongo que el boca a boca entre gente del pueblo ha repercutido en que sea otra de las más leídas. Reconozco que cuando la comentan yeclanos, sobre todo si están viviendo fuera, me causa mucha ilusión.
La entrada más comentada hasta la fecha ha sido Holaaa, ¿a que no sabes quién soy?
A raíz de un antiguo festejo de mi pueblo en el que la gente recorre las calles con la cara tapada, se me ocurrió jugar con los lectores. Debían dejarme un comentario como Anónimos y yo tenía que averiguar quiénes eran.
No imaginaba entonces que llegaría a los 95 comentarios!! (record) ni que disfrutaría tanto con el juego. ¡Lo pase pipa! ¡Y no me fue nada mal en las pesquisas, por cierto!
También disfruté mucho con Palabras de very ficción. Si me divertí enormemente escribiéndola, aún lo pasé mejor con la interacción de los comentaristas, que supieron seguirme la corriente y crear una historia rocambolesca con un guión impredecible.
En general lo he pasado muy bien todas las veces que he jugado con vosotros, que no han sido pocas.
Una anécdota muy particular, que en su día tendrá su protagonismo en una nueva entrada, vino tras escribir El alma de El Almorquí. En ella contaba mi solitario retiro a una aldea durante un fin de semana, con el propósito de repasar un montón de temas para un examen en la Universidad. En un descanso de mis estudios, caminé hasta un caserío abandonado llamado El Almorquí. Recordando el silencio de aquel lugar y las emociones que sentí, escribí aquella entrada (una de mis preferidas) sin imaginar que a consecuencia del título que le puse, llegaría una sorpresa.
Y es que algún tiempo después recibiría el correo de un noruego afincado en la zona, que estaba reconstruyendo aquel caserío y cultivando los huertos y elaborando vino y aceite con los métodos de hace siglos. Me alegró mucho saber que aquel hermoso pero moribundo lugar volvía a tener vida gracias a él.
Me comentó que tras embotellar su primer vino, quiso ponerle un nombre y se le ocurrió Alma de Almorquí. Al comprobar en internet si tal nombre existía, descubrió mi entrada, y le gustó tanto conocer mi historia y ver las fotos del lugar, que me escribió para invitarme a visitarle y probar ese vino recién creado.
Sí, qué casualidades tan fascinantes ocurren a veces en este mundo de internet, ¿verdad? Por supuesto, tengo pendiente un brindis por El Almorquí.
Gracias a las entradas que dediqué a hablar de mi colegio, hoy existe una referencia al mismo en internet, y eso me sirvió para que Irene y Jesús, compañeros de aquellos tiempos escolares, se pusieran en contacto conmigo después de... en fin, tantos años que me da vértigo pensarlo. Y me consta que algunos profesores también leyeron con emoción mis recuerdos de aquel entrañable colegio que ya no existe. Saberlo me ha hecho sentir muy bien.
Recientemente he sabido de otra anécdota relacionada con el blog.
Ya conté que, sin pretenderlo en un principio, terminé escribiendo sobre hechos de la vida de un hermano de mi abuelo Conrado, Santiago, que desapareció en la guerra.
Partiendo de los recuerdos que me contó mi abuelo cuando vivía y aportando los datos que me dieron familiares, el resultado fueron cinco entradas consecutivas que muchos de vosotros recordaréis.
Partiendo de los recuerdos que me contó mi abuelo cuando vivía y aportando los datos que me dieron familiares, el resultado fueron cinco entradas consecutivas que muchos de vosotros recordaréis.
Pues bien, por otra de esas casualidades de la vida , mi hermano Fran coincidió en Petrel con Cristina, una nieta de Santiago, (a la que no conozco) y le comentó que yo había escrito sobre su abuelo. Ella le pidió la dirección del blog y, tras leer las entradas, envió un mensaje a mi hermano para decirle que disfrutó tanto con las historias, que había decidido hacer fotocopias para regalarlas en Navidad a sus primos y tíos, es decir, los hijos de Santiago. Supe después que la idea de Cristina fue un gran éxito que emocionó a toda su familia.
Aparte de la gran satisfacción que me produjo saberlo, me resulta muy curioso el inesperado rumbo que puede tomar cualquier texto una vez publicado y cuántas sorpresas puede traerte de vuelta. Es realmente fantástico.
Para terminar dejo los enlaces a diez entradas de las que me siento especialmente satisfecho. Que nadie se sienta obligado a leerlas (¡menudo empacho de longanizas!), pero ahí quedan por si algún lector (de ahora o de siempre) tiene curiosidad por conocer sus historias.
1) ¿ERES FELIZ? Sobre un profesor del colegio del que guardo especial cariño.
2) POSTALES DESDE SALTDEAN. Sobre mi estancia en un pueblo de Inglaterra. Escribiendo esta entrada reviví tan intensamente los recuerdos, que me dejó “tocado” emocionalmente varios días.
3) TARDES DEL C.E.A.M. Sobre emotivas escenas en mi trabajo con los mayores.
4) DOS NEURONAS EN APUROS. Porque la escribí sobre la marcha y aún me río al releerla.
5) EL KARATECA QUE LLEVO DENTRO. Sobre una anécdota en mi trabajo que trajo mucha guasa (y que me siguen recordando con pitorreo)
6) LA SONRISA DE SAMUEL. Tal vez la entrada más especial para mi, sobre un duro momento familiar que nos costó superar.
7) EL AÑO QUE MURIÓ LENNON. Sobre mi primer amor escolar.
8) LA ERÓTICA DEL VINO. Porque fue un placer emborracharme de tan pomposa literatura.
9) MI NIÑA BONITA. De entre tantas entradas dedicadas a mi hija, me quedo quizás con esta.
10) A VECES. Resultado de esas reflexiones que le abordan a uno a determinada edad.
365...
Antes del blog, yo ya escribía una cafrá, - siempre lo he hecho- pero desde que empecé a mostrar mis escritos por aquí y tuve la gran suerte de que fuera apareciendo gente para leerlos, me doy cuenta de lo feliz que me hace que mi vieja afición sea hoy tan bien correspondida.
Lo más grande, no me cansaré de repetirlo, es la amabilidad, el buen rollo y la familiaridad que se ha ido creando entre nosotros con el tiempo, ¿no pensáis igual?
Una vez más, MIL GRACIAS A TODOS por tan buenos ratos.
No sé por cuánto tiempo más, pero mientras tanto... ¡a seguir escribiendo!