29 de diciembre de 2009

MÁS PHOTOSHOPEO

A esta última entrada del año quiero darle un toque de color.
Estas son algunas fotos que pasaron por el laboratorio de Photoshop y me entretuve retocando.

A ver si os gustan:

1) AZUL.- Una pared azul con un graffiti y unas cuantas fotos a Samuel. Un resultado con cierto movimiento... y que da sed!



2) DALÍ.- Tan sencillo como colocar unas fotos sobre un fondo surrealista y restarles algo de opacidad. Resultado: Samuel y Aitana en un mundo de ensueño.


LA SIRENITA.- Cuando hice esta foto a mi hermana Valery en la playa de Santa Marta, le prometí que la convertiría en sirena.

Y ahí está, surgiendo del mar con su bella sonrisa.




4) TOMÁS EN CÓMIC.- Mi hermano es un apasionado de los comics, tanto que a veces se mete físicamente en ellos.




5) SAMUEL SUEÑA.- Y cuando lo hace, vuela al mundo de los superhéroes con los que tanto se identifica.


6) EN LA HOJARASCA.- Un fondo de hojas de pino, otras hojas secas recortadas y un par de fotos semienterradas



7) CIELO DE FUEGO.- Me gusta experimentar con el contraste blanco y negro y color. Aquí monté dos fotos mías, una de las cuales mostraba un cielo al atardecer que sirvió de fondo para la otra.


8) EL CIRCO.- Samuel como fuente de inspiración para tantas cosas. Una cara maquillada es suficiente para que forme parte del elenco del Circo Tokio que pasó por Yecla.




9) EL RETO.- Siempre me gustó esta foto de ABBA, en la que muestran fotos con sus mismos gestos.
De alguna forma la quise imitar en el fotomontaje con Samuel.








10) FUTURO OBSOLETO.-
Y este montaje lo creo expresamente para hoy, pues me hace gracia que hasta "el futuro" se nos quede atrás al recordar estas películas. El año 2000 parecía un futuro tan lejano e incierto cuando yo era pequeño. Pero llegó, pasó y ahora acaba otra década!!

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Bueno, seguramente el año 3000 me pillará mucho más entrenado.
A vosotros también, ¿verdad?

FELIZ 2010 A TODOS!!

22 de diciembre de 2009

DESDE LOS OJOS DE NAZARIO

Escribí este relato hace más de 20 años, inspirado en un niño real al que conocí en los días que asistí a un centro de disminuidos psíquicos de mi localidad, mientras preparaba prácticas para una oposición.
Se llamaba Nazario.
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Una mañana más, como tantas, su madre abrió la puerta y al alzar él la cabeza descubrió que alguien había derramado un gran vaso de leche en el cielo , un cielo deslumbrante aun sin sol, luminoso pero gélido.
Impresionado, entornó los ojos. El aire corrió pronto a morder sus mejillas y Nazario pudo pronto apreciar el contraste entre el tibio calor de su cuerpo y el frescor de su cara.
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Alguien en casa había envuelto una larga bufanda alrededor de su cuello y boca , y tras abrigarle más que de costumbre le habían sentado en lo que todos llamaban “el coche de Nazario”. Ahora le escocía el cuello, pero él no podía rascarse.
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Escuchó el monótono chirriar de las ruedas de su silla dirigiéndole hacia la carretera. El autobús ya le esperaba , y Juan Antonio, el conductor, ya estaba dispuesto para subirle y atar la silla en la parte de atrás, junto a otra muchas sillas. Algunas también emitían agudos quejidos al moverlas, pero todos parecían ya acostumbrados a ello.
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- ¿Tienes frío, Nazario? – preguntó Pilar mirándole con cariño - ¡Qué guapo estás con esa bufanda roja! ¿Quieres que te la afloje un poco?
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El frescor de las manos de la educadora alivió su picor. El tono de su voz suavizaba siempre la rigidez de un nuevo día, difícil como todos. En una amplia sonrisa de agradecimiento, el pequeño descubrió sus pequeños dientes deformados.
Desde el pasillo, Pilar se dirigió a todos entusiasmada.
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- A ver, niños ¿Qué os prometí para hoy? Ya falta muy poco para que llegue la Navidad y hoy escucharemos villancicos. ¿Cantamos hoy villancicos?
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¡Villancicos! Tan sólo oír nombrar la palabra, evocaba Nazario entrañables recuerdos plenos de ilusión, momentos de júbilo en todos los lugares por los que su silla de ruedas concurría conducido por sus padres o hermanos. Eran esos días en los que en casa apartaban un poco su cama para colocar un pequeño abeto del que colgaban un conejillo de algodón, un Papa Noel de nariz encarnada, unas bolas de colores y una blanca estrella coronando la punta que se encendía tímidamente en un nervioso titilar. Aquella estrella que le reconfortaba profundamente cuando su habitación quedaba a oscuras.
Llegaban las fechas en que su hermana Cristina le hablaba del nacimiento del niño más bueno del mundo.
Nazario quería conocer a ese niño, quería ser bueno como él y contarle que su abuelito no tenía dientes y por eso pedía polvorones y turrón blando en Navidad.
Nazario quería tantas cosas…
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Un fragoroso escándalo de panderetas surgió de repente de los altavoces del vehículo, sacando a Nazario de su abstracción. Algunos niños demostraron su alegría con gritos y palmadas. Domingo, el joven con síndrome de Down, el de la gorra azul, se levantó de su asiento para bailar. Una oleada de emoción recorrió la piel de Nazario y buscó con su mirada a su querida Angeles sin encontrarla. Se preguntó en qué lugar la habrían sentado y si al menos la ronca zambomba de la profesora haría sonreír a esa niña que jamás sonreía.
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Reflejadas sobre los amplios cristales cruzaban las imágenes invertidas de árboles desnudos esperando acoger en sus brazos los primeros mantos blancos del invierno, las primeras nieves de la navidad.
A la entrada a las aulas, Nazario no pudo atender a otra cosa que no fuera la multitud de adornos que, como sorpresa especial, tenían preparadas las profesoras para ellos: guirnaldas de papel brillante, recortes de abetos, muñecos de cartón, floreros de piñas y hojas de pino. Todo ello envuelto en las entrañables notas de los más alegres villancicos. Y aun con todo, nada fue comparable al mágico momento en que entraron al comedor.
Un bonito mundo en miniatura presidía el centro de la sala en lo que para Nazario suponía el más bello belén que viera nunca.
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- ¡Acercaos, acercaos todos! – exclamaba la tutora - ¡Mirad al niño Jesús que ha nacido en el pesebre! ¡Mirad qué pequeñito es!
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Por unos instantes quedó muy quieto Nazario, esperando que alguien empujara su silla hacia el lugar y poderlo ver todo más de cerca.
El inquieto Domingo, que gritaba extasiado, se encargó de atraer con todo su entusiasmo a los más rezagados, y viendo que en su silla de ruedas Nazario aún había quedado muy atrás, se dirigió hacia él y le acercó despacio.
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- Mira tú, mira tú – balbucía alegre mordiéndose la lengua.
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A los ojos de Nazario se fueron acercando las oscuras montañas cubiertas de nieve por las que descendían majestuosos camellos cabalgados por los tres reyes de Oriente. A la altura de su nariz descubrió un valle con hierba de verdad en la que un desordenado tumulto de pastores y rebaños concurrían en un camino bordeado por pequeñas piedras blancas. Lagos con cisnes, campos con ovejas, puentes con campesinos, árboles con ángeles… ¡Angeles!
Volvió a buscar entre todos los niños que ya rodeaban la gran mesa, entre todas las caras que miraban extasiadas y con curiosidad. Enfrente de él, detrás de las montañas de cartón asomaba la niña de la negra trenza y la mirada ausente.
Nazario la observó conmovido y deseó fervientemente que la niña mirara hacia el lugar en donde, al calor de un buey y una mula descansaba el rey de los pastorcillos, el buen Jesús que a todos los niños quería.
Pilar recorrió con la vista los rostros de sus alumnos, buscando el efecto que el nacimiento les producía, y no tardó en percatarse del dulce mirar encandilado de Nazario, que lo observaba todo afablemente cuando la ausencia de espasmos se lo permitía. No le cabía la menor duda de que, desde su silla de ruedas, no había dejado escapar el más mínimo detalle de la escena que ella misma había creado. Y entonces decidió que al día siguiente, colocaría en el belén una figura especial.
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Aquella noche Nazario soñó con el Nacimiento, anhelando el momento en el que le volvieran a situar frente a él y poder admirarlo. Por eso, en el instante en el que la profesora le colocó al día siguiente ante él, su acelerado corazón latía de dicha.
Los camellos no estaban en el mismo lugar. Habían conseguido alcanzar el valle, acercándose más al portal. Una ovejita blanca estaba volcada al lado de un pastor. De haber podido, la habría levantado él con gusto. Dos lavanderas lavaban la ropa en el plateado río y por el camino… ¡en el camino había alguien más! Alguien que no estaba el día anterior. Inclinó incrédulo su cabeza, sin dar crédito a lo que veían sus ojos. Junto a pastorcillos y labradores, un muñequito de bufanda roja se acercaba al pesebre en su silla de ruedas. Las pupilas de Nazario se dilataron, queriendo comprender lo que captaba.
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- ¿Qué ves, Nazario? – preguntó Pilar acercándosele - ¿quién es ese niño?
El pequeño discapacitado la interrogó con la mirada, anhelando que fuera cierto el deseo que su mente acariciaba.
- ¡Eres tú, Nazario, tú también vas a ver al niño Jesús!
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Un hondo placer inundó al pequeño por dentro. Su profesora le alzó en brazos y empujó con un dedo la diminuta silla que hacia el portal se dirigía. Nazario miraba absorto, feliz de contemplar que esa silla no chirriaba al andar y que se acercaba hacia el recién nacido.
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- ¿Ves, Nazario? – e hizo descender a su réplica de plástico para sentarle sobre la paja al lado de Jesús – Ahora el niño está contigo y tú le vas a regalar tu bufanda para que no tenga frío.
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De su garganta surgió toda la hilaridad contenida en agudos chillidos y tensó el cuello entonces buscando a alguien a su alrededor, y al no hallarla en la sala balbució su nombre con la fuerza de una incontenible felicidad.
Por la puerta entraban entonces a la pequeña Angeles en brazos y la acercaron también al belén. La radiante mirada de Nazario quiso penetrar en el opaco mirar de la niña, y al no verla feliz dejó caer su cabeza en el hombro de la pequeña junto a su suave pelo.
“No está contenta” – pensó él.
Pero la niña miraba hacia el pesebre y al percatarse de ello, el corazón del niño brincaba en su pecho con el júbilo de las panderetas de todos los villancicos. Chilló de alegría contemplando desde la altura todo aquel mundo a sus pies cuando afuera, en el exterior, sobre los montes de verdad, sobre las calles y árboles reales, comenzaba a nevar.
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Y desde su cuna, la representación de aquel otro niño eterno, era testigo de la fuerza del amor en una navidad más… desde los ojos de Nazario.

16 de diciembre de 2009

¡ES AGUA! ¡Y SE COME!


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A ver si alguien me puede solventar una duda que tengo:
¿Por qué hay tantos meteorólogos que continúan anunciando los días de lluvia o nieve como "mal tiempo"? ¿Por qué se ponen tan tensos cuando un temporal dura muchos días? ¿Creen acaso que los televidentes les odiamos porque les achacamos la culpa? ¿Por qué se apresuran a decir cosas como "pero ya tiende a remitir", "afortunadamente la borrasca ya está pasando de largo" "no hay que alarmarse, sólo rozará la península" "pero no se preocupen pues para el fin de semana el tiempo volverá a estar despejado e incluso hará calor como para poder ir a la playa"...
¡A la playa! ¡En diciembre! ¡¡Pero no, hombre, por Dios, que alguien les diga algo, que vaya alguien a sacarles de su error !!
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El día que yo sea director general de las televisiones mundiales, lo primero que haré será convocar una junta para reunir a todos los meteorólogos que salen por las teles (en adelante "hombres del tiempo", que me lío cosa mala escribiendo ese palabro)
Y lo primero que les diré será:

- Señores metereo, hombres del tiempo, tomen nota: Si amenaza con llover a mares o nevar en abundancia en vísperas de puentes o días festivos, no tengan apuro en anunciarlo y díganlo con la mejor de sus sonrisas. ¡¡Que la lluvia y la nieve NO SON MAL TIEMPO, SON MARAVILLOSAS!!
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Seguramente habrá un murmullo y un revuelo generalizado, sobre todo por parte de aquellos que no entiendan ni papa de español y le pregunten al de al lado qué he dicho, pero también de aquellos que se han formado en esta rancia escuela, que habría que desterrar de una vez, que cree que es mejor un mapa lleno de A de Anticiclones que de B de Borrascas.
Lo segundo que les diría es que cuando salgan en la tele hagan el favor de apartarse un poco más hacia el Mediterráneo, que siempre siempre siempre están tapando con su cuerpo las provincias de Alicante y Murcia que son justamente las que más me interesan.

En la zona del mapa donde yo vivo, al sureste, es donde más se echa en falta la lluvia. De hecho hay zonas secas como polvorón en julio en las que sería necesario que empezara a llover desde ya hasta el Día del Juicio Final y aún así no sé si sería suficiente. Así que cuando por una de esas benditas combinaciones atmosféricas tenemos la suerte de que llueva un poquito, se me amarga la bilis cuando veo asomar por la tele al hombre del tiempo de turno y le oigo decir: "... por suerte mañana mismo volverá a lucir el sol y disfrutaremos de muy buen tiempo".
¡Y se despide sonriendo! ¡¡ Será... cretino !! Eso es MAL TIEMPO!! ¿Hace o no hace falta que me nombren director general de las televisiones mundiales?
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Imaginad la alegría que sentí yo el lunes al salir del trabajo a las 8 de la tarde cuando nada más montar en el coche para volver a mi casa comenzó a nevar. Todo el día había sido muy húmedo, con un continuo aguanieve y un frío de mil demonios, pero en ese instante el frío cesó por completo e infinidad de gruesos copos aparecieron en suave descenso desde un cielo gris plomizo. El trayecto por la ciudad de Villena en busca de la carretera que conduce a Yecla tuvo ese aspecto mágico y silencioso que crea la nieve cuando se hace dueña de todo el entorno. Atravesando los haces de luz de las farolas, millones de mariposas blancas llegaban en bandada desde el espacio exterior. Esa era mi impresión.
Dejé atrás las últimas luces de Villena para situarme en la oscura carretera hacia Yecla. Justo entonces la nevada arreció y los copos se hicieron tan grandes y copiosos que en breves segundos cubrieron las ventanillas de mi derecha. Los limpiaparabrisas no daban abasto para retirar tanta nieve acumulándose. Los faros del coche tan solo mostraban copos y más copos chocando contra el cristal ante mis ojos como si se afanaran en taparlo urgentemente y tan intensa se hizo la nevada que perdí cualquier referencia exterior que me ayudara a saber por qué lugar me encontraba.
Comenzó a soplar el viento que arremolinaba los miles de copos en espirales de blancas serpentinas enloquecidas. Tuve que reducir la velocidad a 30-40 kms/h, pero os aseguro que aún así, aún no pudiendo evitar algunos flashes de imágenes en los que veía a un JuanRa congelado al que desenterraban de la nieve a la primavera siguiente, yo sonreía feliz. ¡Qué maravilla de maravillas! ¡Qué espectáculo sin igual! ¡Cuánto les queda por aprender a los hombres del tiempo!
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Por fin en casa, relataba yo mi aventura a mi mujer e hijos y éstos me miraban con ojos muy abiertos al saber que su papá, en su papel de super héroe, había atravesado un mar de nieve por el que casi se pierde para siempre.
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A la mañana siguiente estaba todo blanco. Era la primera vez que Aitana veía la nieve de verdad, no en la tele. Cogí con mi mano un puñado que cubría el capó de mi coche y le dije que la probara.
Esperaba que dijera lo mismo que Samuel cuando vio la nieve por vez primera hace 3 años, cuando exclamó aquel mítico :
- ¡Es agua! ¡Y se come!
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Aitana no fue menos aguda:
- Mmm ¡Qué rica! – dijo - ¡Está fresquita!... ¡Y fría también!
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O no llegué a captar el matiz o he de explicarle un día de estos el mundo de la sinonimia.



Video del día en que Samuel conoció (y probó) la nieve.
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10 de diciembre de 2009

EL PETREL DE MIS ABUELOS

Hace unos días encontré unos folios escritos a mano que redacté cuando yo tenía 17 años. Al leerlos rememoré aquella tarde en la que, para hacer un trabajo de antropología que la profesora de filosofía nos había encargado, entrevisté a mis abuelos con una grabadora y luego extraje fragmentos de aquella conversación. No podía dejar de colgar algunos extractos en el blog y compartirlo con vosotros.

(Perdonad una vez más por la longaniza, pero creo que merece la pena)

HOMENAJE AL MATRIMONIO DECANO DE PETREL:
DON CONRADO RODRÍGUEZ MAESTRE (86 años)
DOÑA ANA PÉREZ CORTÉS (80 años)
Día de San Valentín . PETREL 1982.
Estas son las palabras que pueden leerse en la placa conmemorativa entregada hace dos años al citado matrimonio de manos del alcalde, y que hoy luce en el salón de su hogar.

No me fue difícil conseguir datos del Petrel de hace tantos años de boca de esta pareja, por la sencilla razón de que son mis abuelos maternos.

Fueron muchas horas cargadas de recuerdos, de nostalgia, de emociones, las que me hicieron descubrir lo que significa de verdad toda una vida, toda una generación. En el espíritu de algunos hombres de hoy, de los de principios de siglo, quedan evidentes las marcas de las grandes zancadas del tiempo, y en sus mentes, infinidad de vivencias. Mis abuelos me relataron lo que fueron sus años de infancia, juventud y madurez, y descubrí aquella otra sociedad, transformándose continuamente con la evolución y el progreso.

Si en alguna ocasión mi trabajo no encaja con lo que se conoce como “antropología”, me excuso, pero mi intención… desea ser buena.

EL PUEBLO DE PETREL

Todo empezó cuando, con interés, pregunté cómo era Petrel.

—Pequeño, muy pequeño. ¡Ahora es doble y triple! —dijo mi abuelo.

—Todo eran bancales, muchos terrenos de cultivo, y el pueblo estaba encogido debajo del castillo. Las calles eran estrechas (aún hoy en el Petrel viejo existen) —completó mi abuela.

—Sí, sólo estaba la Iglesia de San Bartolomé, la Ermita y unas cuantas casas —enumeraba mi abuelo.

—¿En qué se trabajaba? —pregunté.

—En la agricultura, en mis tiempos en la agricultura, aunque la primera industria que existió en Petrel fue la alfarería: cántaros, botijos… Después la agricultura, el cultivo de la vid, de la almendra, del olivo, la cebada… —decía mi abuelo.

—¡Y en las lonas! —agregaba mi abuela—. Allá en Santa Bárbara (un caserío a unos tres kilómetros de Petrel) se hizo, junto con gente de Novelda, una fábrica de lonas cerca del río. Las mujeres se levantaban a las cinco de la mañana y unas a otras se llamaban a las puertas para ir todas a trabajar. Luego volvían a las nueve o las diez casi siempre. Pero la fábrica se fue a la ruina al final, después de muchas huelgas por no sé qué…

—Sí, pero aquí en Petrel se trabajaba en la agricultura —insistía mi abuelo—. Yo mismo tenía ocho años y ya estaba detrás de la mula, labrando con mis albarcas de esparto. Como lo que más había era uva, no tardó en fundarse la actual cooperativa del vino. El sindicato —recordaba— se creó por el año 20 o 22.

—Y no había escuelas —me advertía mi abuela—. Había un hombre que iba por los campos dando lecciones a los niños que trabajaban. Más tarde se hizo una escuela y poco a poco fueron yendo todos a enseñarse. Los maestros… ¡menudos los maestros! Cuando los chiquillos no sabían la lección les pegaban palmetazos en la mano. Luego iban los pobres a sus padres a decírselo, pero ninguno se molestaba en consultar al maestro —decía Ana riéndose—; al contrario, contestaban a sus hijos: “Muy bien que ha hecho, por no hacer las cosas bien”. No es como ahora, que no se les puede decir nada a los alumnos, y si se les dice, se la carga el maestro.

Siguió narrando la situación escolar y terminó volviendo al tema del trabajo:

—El resto de mujeres trabajábamos también en el campo; íbamos a escardar. Llegábamos tan pronto que teníamos que esperar a que se hiciera de día para coger cebada.

—El término municipal de Petrel empezaba en lo que es hoy la calle Nueva de Elda —decía mi abuelo—, así que Petrel y Elda estaban bastante separadas. Elda se fue remontando hasta juntarse con Petrel porque ha edificado mucho más rápido. Yo creo que con el tiempo se juntará también con Monóvar.

NOVIAZGO

—Habladme del noviazgo. Por ejemplo, ¿durante cuánto tiempo era prudente ser novios?

—Pues con decirte que nosotros estuvimos siete años, ¡siete! —decía con orgullo mi abuela—. Antes los novios se respetaban mucho, ¿sabes? No como ahora… Antes todo el mundo se respetaba, y sobre todo en familia.

—¿Es verdad eso de que la madre se sentaba entre el novio y la novia? —pregunté con curiosidad.

—¡O la abuela! ¡Y con el garrote en la mano! —decía riendo mi abuelo—. Antes, fíjate, una pareja de novios, cuando estaban en la casa de ella, por ejemplo, y el novio se acercaba mucho a la novia, ella tenía que rechazarle porque sus padres le prohibían a la hija que permitiera ese descaro. Me contaron un caso gracioso: el de una pareja en la que el novio, enamorado perdido, se acercaba tanto a su amada y se inclinaba tanto con la silla que ella, para evitar reprimendas de los padres, se levantó bruscamente, haciendo caer al novio al suelo con silla y todo y teniendo que salir corriendo de la casa como castigo a tanto descaro.

—El novio —decía mi abuela— iba a buscar a la novia a su casa, pero no se iban solos. La madre se iba con ellos al cine o al teatro, y si era a pasear, ella debía llevar amigas a su lado, e ir hablando con ellas.

Yo lo encontraba muy gracioso al compararlo con la actualidad y dije:

—Entonces el novio era casi como si no existiera…

—Pues sí, jejeje…, porque ¿los novios solos? ¡Ni hablar! —proseguía mi abuela—. Lo que solían hacer era juntarse dos parejas de novios a pasear. Los novios hablaban a un lado y ellas, cogidas del brazo, por otro. Pero una pareja de novios solos no se veía nunca, ¡era muy descarado!

Pregunté también por las bodas.

—Como ahora, pero sin tanto lujo ni tanto invitado. Cuando nos casamos nosotros —decía mi abuelo— sólo estuvieron presentes nuestros padres y hermanos, ¡nadie más! Pero si había invitados, se celebraba con una chocolatada y pastas.

—¿Y de viajes de luna de miel? —pregunté.

—¡Ni pensarlo! —dijo mi abuela, que parecía que se había remontado a aquella época—. Las lunas de miel son muy recientes. Antes, como mucho, se iban a Alicante a pasar el día, pero por la noche estaban de vuelta en el pueblo.

CRÍMENES

—¿Hubo aquí en Petrel algún crimen, algún asesinato?

—Alguno hubo, sí… No se podía evitar que hubiera algunos problemas con los jóvenes que se reñían porque se disputaban a una misma mujer, pero no pasaba de ahí. Pero una vez, después de una disputa, se citaron dos jóvenes a solas y uno apuñaló al otro y huyó del pueblo. El herido no murió enseguida; intentó llegar a su casa, dejando un rastro de sangre por el camino y, delante de lo que son ahora las Escuelas, y ante mucha gente, cayó muerto. Esto se comentó muchísimo...

Hubo otro muy desagradable: una disputa entre dos labradores por motivos de uso del riego. Se insultaron mutuamente, llegando a pelearse y quedar malheridos; pero cuando parecía que la cosa iba a quedar en una pelea, al día siguiente, estando uno de ellos en una taberna del pueblo, fue avisado de la llegada del vecino montado en un burro, y, sin pensárselo dos veces, salió y le dio dos cuchilladas en el vientre y lo mató.

Entonces habló mi abuela Ana:

—Y en mi familia, Felipe, un hijo de mi bisabuela, tuvo un desafío con un joven que siempre le estaba comprometiendo. Se citaron en un lugar y, cuando el provocador llegó, ya le estaba esperando Felipe, que le preguntó: “¿Estamos bien aquí ya?”. Y sin esperar más, sacó un revólver y le pegó un tiro. Cuando llegó la Guardia Civil, Felipe se había ido a su casa como si no hubiera hecho nada. Muy malherido, el otro aún pudo decirles antes de morirse: “Dejad en paz a Felipe, que la culpa es mía por comprometerlo”.

—¿Y le dejaron en paz?

—¿En paz dices? —prosiguió esta vez mi abuelo—. Lo metieron en la cárcel y le torturaron con la gota: una gota que le caía desde lo alto en la cabeza día tras día, sin poder moverse...

—Su madre —decía mi abuela—, o sea, la abuela de mi madre era muy rica, y para que su hijo estuviera bien atendido y no lo maltrataran, llevaba muchos productos de sus huertas allí a Monóvar y a los conventos.

—¿A Monóvar?

—Sí, la cárcel no estaba en Petrel, estaba en Monóvar. Total, que la pobre mujer se arruinó intentando sacar a su hijo de la cárcel, para que al final muriera. ¡Lo mataron también!

RELACIONES CON ELDA

—No, las relaciones con Elda nunca han sido muy buenas que digamos —reconocía mi abuelo—. Ni Elda con Petrel ni Petrel con Elda, ni Villena con Sax, ni Sax con Villena... A veces nos metíamos los unos con los otros. Los jóvenes se apedreaban si se encontraban, se insultaban... Los mayores era diferente, se tenían más respeto.

—Nos decían “petrolancos rabudos” —decía mi abuela entre risas—, y nosotros a ellos “cagalderos rabudos”.

—Pero bueno, ¿rabudos los dos? —tuve que interrumpir yo—. ¿Quién empezó primero? Alguien debió copiar el insulto...

—Pues no sé... Los de Elda decían: “Petrolancos rabudos, no tienen culo, el verano que viene les pondremos uno”. Y luego, al revés, también se lo cantábamos a ellos: “Cagalderos rabudos, no tienen culo...”

—Pero todo eran tonterías —me advertía mi abuelo—, porque si luego una de Petrel se casaba con uno de Elda que fuera adinerado, bien orgullosos lo pregonaban los padres por ahí...

—“Cagalderos rabudos, no tienen culo...” — seguía canturreando mi abuela.

VESTIMENTA

—La moda va dando tumbos —decía mi abuela—. Si te pones a ver, todo empieza, cambia, vuelve a cambiar, vuelve a empezar... En los hombres, el camal (pernera) del pantalón pasó de ser excesivamente ancho a muy estrecho. En domingo se usaban las camisas blancas muy almidonadas. Las mujeres teníamos vestidos largos, muy sencillos todos. Y los colores cambiaban según la moda, pero por lo general en las jóvenes eran claros y más oscuros en las mayores.

—El sombrero se llevaba mucho —continuó mi abuelo—. A los jóvenes les gustaba hacerse fotos con la raya a la izquierda o con sombrero. Más adelante, el pelo se llevó todo peinado hacia atrás y muy corto, casi rasurado por la nuca. Nadie se afeitaba solo: todos iban al barbero. Le pagaban todo un año por adelantado, y eran 8 pesetas.

—En las mujeres predominaban las trenzas y los moños. El pantalón solo se veía en la mujer cuando se ponía el bombacho en las fiestas de Moros y Cristianos, pero en la vida cotidiana jamás. El luto era, en mi opinión, excesivo: un pañuelo o velo negro en la cabeza durante dos años y ropa negra hasta seis en las mujeres. En los hombres, un brazalete negro para indicar su dolor.

EPIDEMIAS

Este fue uno de los temas más emotivos. Por sus expresiones advertí que les dolía recordar aquella época que tanto marcó sus vidas.

—Hubo una epidemia en la que murieron muchas personas: la gripe.

—Fue en el año 1919 —apuntó mi abuelo—. Lo sé porque casi me muero yo también. Pero hubo otra más antigua, el cólera, aunque esa no la conocimos nosotros, pero se llevó por delante a muchísima gente. El cementerio se llenaba de muertos por sepultar. Los enterradores se emborrachaban porque no podían soportar el terrible espectáculo estando serenos. Algunos confesaron después, muy arrepentidos, que algunos no estaban muertos del todo y pedían agua o una taza de caldo... Los tenían que rematar de un palazo en la cabeza, y no faltaría aquel al que enterraran vivo.

—Pero esa no la conocimos nosotros —volvió a remarcar mi abuela—. Entonces vino la gripe...

—El médico vino a mi casa —relataba mi abuelo— y le dijo a mi madre: “Presentación, se te mueren todos. No sé si se te salvará Conrado, pero la cosa está muy mal. Pero mira, ¡a tocar la guitarra y a olvidar! A mi mujer la acabo de enterrar y algún que otro familiar está a punto de morírseme. Pero hay que hacernos los tontos y vivir, mujer. No te pongas triste, que es peor”.

Mi abuelo se veía profundamente emocionado. No pudo seguir hablando y continuó mi abuela:

—Murieron muchísimos en el pueblo. Ibas por la calle y... ¡Ay, un muerto! Seguías andando y... ¡Ay, otro muerto! Muertos que sacaban de las casas y amontonaban en un carro para llevárselos a enterrar enseguida. Hubo familias que desaparecieron enteras... Yo me acuerdo de encontrarme con una mujer enferma que iba a la fuente a por agua. Volviendo a mi casa, ya había caído junto a la fuente...

—¿Afectó a todos? —pregunté—. Supongo que los ricos pudieron evitarla, ¿no?

—¡Qué va! Al revés, diría yo. Ocurría que aún se morían más pronto, que en esas enfermedades, cuanto más sano se está, más pronto ataca. Había dos señoritos que estaban gordos y sanos, que tiraban mucho dinero en fiestas... ¡en dos días estaban en el cementerio!

—Pero no afectó a todos, no —prosiguió mi abuelo—. A mi madre no, ni a tu abuela, ni a muchos otros...

—No, es verdad, a mí no, en absoluto —reconocía mi abuela—. Y había una vieja que no le tenía miedo a la enfermedad e iba por las casas dando cucharadas de aceite de ricino a los niños.

—Sí, es verdad, y a mí me salvó eso —decía mi abuelo, muy emocionado—. Yo, desde la cama, oí cómo el carro se paraba en la puerta de mi casa. Después de tomar el aceite reaccioné vomitando y empecé a mejorar. Cuando por fin me levanté, pregunté por mi hermano... y me enteré de que había muerto por la gripe y que el carro que yo había oído era el que se lo había llevado.

—Cuando todo pasó, toda Petrel iba de luto.

Y aquí ambos guardaron un emocionado silencio.

PROGRESO

—¿Cómo habéis visto avanzar el mundo? Estaréis asombrados de comprobar cómo ha evolucionado todo, ¿no?

—Sí, es verdad —decía mi abuelo—, de no haber nada a todo lo que hay ahora. Coches, por ejemplo, no había ni uno, y ahora...

—¡Ahora los tengo hasta el moño! —exclamaba mi abuela.

—Ya te he dicho que nuestro mundo era la agricultura. Luego vino el calzado a Elda, hasta que apareció la primera industria en Petrel, la de los Villaplana. Por obra de un tal Castelló, un buen alcalde que hubo en Petrel, se construyeron otras más y se movió el afán por los zapatos. Pero solo aguantaban en pie las fábricas que montaban los ricos; las demás, era raro que prosperaran. Yo tenía quince o dieciséis años cuando empezó la industria del calzado en Petrel.

—¿Qué sentisteis al ver el primer automóvil?

—El primer coche lo vi en Elda —recordaba mi abuelo—. Estaba labrando unos campos y pasó un coche grande tocando la bocina por todas partes. Era de un eldense al que le funcionó bien el negocio de los zapatos y pudo comprárselo. ¡Fue el primer coche que entró en Elda y Petrel!

—¿Y cómo reaccionó la gente? ¿Se impresionó?

—¡Cómo! ¡Y tanto! Salían todos a la calle a verlo pasar. Cuando con los años empezaron a entrar unos coches más, la gente protestaba pensando en los accidentes que podrían provocar.

—Cuando empezaron los coches yo era una muchachica y salía a la calle porque venía don Eleuterio de Novelda con su coche grande y negro. ¡Muy grande y muy negro! Ahora no veo ningún coche tan negro como aquellos... Y quien se compraba un coche se hacía una fama de rico...

—Entonces, ¿quién se podía considerar rico? —pregunté curioso.

—¿Rico? Con mil pesetas ya eras rico.

—¿Con solo mil pesetas?

—Hombre, solo tienes que ver una cosa: en mi casa vendíamos vino; cada cántaro costaba nueve monedas; una moneda tenía cinco céntimos. Pues vendiendo unos pocos cántaros ya pasábamos todo el año, con que imagínate el que tenía mil pesetas...

—¿Y había muchos pobres?

—Claro, casi todos éramos pobres —decía mi abuela—. ¿No ves que eran cuatro gatos los que tenían todo Petrel? El resto... Estaban los poderosos y los trabajadores. Los poderosos, que tenían mucha tierra, buscaban trabajadores que se las cultivaran y a los que pagaban, pero ¡cuidado!, vivieras lejos o cerca ibas a pie y no te pagaban el viaje. No es como ahora, que si no los llevas en coche no van...

De repente se puso muy nostálgica:

—Recuerdo muy bien al Tío Chupito... Iba todos los días a Salinas a cavar cepas. En el campo estábamos a las siete de la mañana haciendo gachamigas para todos, y la gente gritaba al verle:

—¡Ya viene el Tío Chupito!

Mi abuela se sacó un pañuelo de la manga para enjugarse una lágrima.

—Y cuando aún no era de día se le veía venir, cansado... Y el pobre venía a comer con dos pesetas en la mano de todo un día cavando cepas. ¡Tenía una voluntad aquel hombre...! Trabajaba mucho, mucho... Antes era así, fíjate... Nadie se moría de hambre porque se tenía una gran conciencia del trabajo. Cuando me acuerdo de él me entran ganas de llorar, porque le recuerdo tan bien... ¡Y yo era una chiquilla! ¡Pobre Tío Chupito! Me acuerdo de él y me entran ganas de llorar porque pienso: ¡cómo estábamos antes! ¿Y ahora estamos mal? ¿Ahora dicen que estamos mal?...

PETREL, 1984




2 de diciembre de 2009

PREMIOS DIABLOG: EL DESENLACE



Todo comenzó con aquel café que me quitó el sueño.
Con ojos de buho y sin poder dormir, aquel insomnio fue el motor que dio forma a los PREMIOS DIABLOG, ideados gracias (o por culpa de) unas neuronas altamente "cafeinadas".


Ávido lector de blogs, me ilusioné con la idea de hacer patente un reconocimiento a esas bitácoras que tanto me gustaban y, ni corto ni perezoso, me puse manos a la obra.

La fórmula ya la conocéis: en mi periplo por la blogosfera fui escogiendo cada mes dos blogs que me hubiesen gustado especialmente y los fui dando a conocer aquí en mi espacio virtual.
Alcanzados los doce candidatos, pensé que era momento de crear una lista para ser votada por los blogueros y lectores . Ellos y sólo ellos decidirían a cuál de esos geniales blogs por mí elegidos debía yo conceder un premio.

Anteayer finalizó el plazo de votación y hoy está aquí en mi infierno Don Salomón Tesquiú, (¿le recuerdan?) notario del Ilustre Colegio de Sant Sadurní de Noia, que viene con un sobre en la mano.

- ¿Un café, Sr Tesquiú?
- No, no, el café me subleva, me excita, me promueve a pensar en desgracias y me avoca a un sempiterno, casi perenne estado de ansiedad. Y de sobra es sabido que la ansiedad alteraría mis cualidades perceptivas, que precisamente hoy han de ser óptimas. No, no, permítame que decline su oferta.
- ...
- Pero sí le agradecería un vaso con dos dedos de whisky, Don JuanRa, pues tengo una sed terrible.
- ¡Ah! ¿Lo quiere con hielo?
- No, no, el hielo desvirtúa, resta vigor y además no aporta nutrientes por lo que mejor prescinda de él.
Comienzo a servir el whisky al notario y me alegro de que no haya querido hielo pues la gente se me queja de lo pronto que se deshacen los cubitos aquí abajo y que todas las bebidas que ofrezco están muy aguadas. La cuestión es protestar siempre.
- ¿Le parece bien así?
- Un poco más, por favor.
- ¿Así?
- Sin miedo, sin miedo...
- ¿Así está bien?
- Vale, vale, tampoco hay que abusar...
Le entrego un vaso repleto de whisky y se lo bebe como si fuera leche con colacao.
- ¡La madre que lo parió!
- Ahhh, sólo el whisky sin hielo aplaca mi sed... ¿Decía algo?
- No, nada, nada, que si le parece bien dar a conocer oficialmente cuáles han sido los resultados de la votación...
- Ah, cierto, cierto. Por un momento había olvidado a qué había venido yo.
- Por eso digo, antes de que olvide más...
- Veamos, que abro el sobre y comienzo a leer.
Se inclina ligeramente hacia un lado.
- Pero siéntese, siéntese...
- Oh, sí,claro, uff, ... dígame una cosa, JuanRa. ¿No hace mucho calor aquí?
- Mmm, nno, yo estoy bien. Los grados de siempre.
- Arf, uff, pues yo tengo un calor horroroso y me está entrando sed de nuevo.
- Vaya, lo siento... pero vamos, lea, lea el papelito.
- Sí, uf, a ver, el papelito, sí... ¿Los candidatos están por aquí? No les veo.
- Sí, sí, están escuchando, descuide.
- "Res... Resultado final tras las votaciones effectuadas por los blogueros y lectores de..." ¿El whisky lo tiene a mano? Es que no se imagina la sed...
- Se lo traigo en seguida pero lea, lea un poco más.
- Sí, bueno, arf, arf... Número de votantes: 20. Votos válidos: 20. Votos nulos: 0. Votos en blanco: 0. Yo le agradecería...
- Si, sí, por supuesto, pero siga leyendo, hombre.
- A ver... Han recibido un total de 6 votos los blogs:
"Ineditables", de Gamar;
"70's",
de El kioskero del antifaz
"Quédate a dormir", de Be, Misia, Perri y Noa...
Espere que saque el pañuelo, estoy sudando a mares. Hágame el favor, yo sin refrescarme la garganta no puedo leer. ¿El whisky?
- Pero Don Salomón, ¿y sus cualidades perceptivas? No creo conveniente que beba usted más. Si quiere le traigo ahora el hielo y se lo echa por la espalda.
- Si no me trae de beber, no puedo continuar, de veras que no...
- Maldita la hora que...
Le entrego la botella y se amorra a ella con ganas.
- Ahhh, qué sed, qué caloor...
- ¿Va a continuar ahora?
- Sí, a ber, digo a ver ... Con 6 votos decíamos... "Ineditables"... "70's"... "Quédate a dormir" ... Qué sueññño mestantrando.
Ha obtenido 7 votos "Reflexiones desde el Mediterráneo", de Io... Mmm el mar, ahhh, un bañño, las olas... zzzzzz
- ¿Don Salomón? Mecaguenlatrenca, que se me duerme... ¡Despierte!
- ¿Qué,... quién-se?
- ¡Por favor, concluya de una vez!
- Occhioo, ochio votos para Los sinlogismos de Bookman, de Boog, de Bugman; dice eso, ¿no?. Tammién 8 votos para Pielde gashiina; Piel de gallina, de Vix. ¿Y mi whixky? ¿¿Por qué sempeña en llievárselo??
- Don Salomón, haga el favor, que le está viendo mucha gente. Qué vergüenza, tanto esperar este día tan especial...
- Traeme la botella, JuanRa, ammigo, jejeje...
- Maldit...Si no lo veo no lo creo... ¡Un notario...!
- Jejeje... ¿Qué estás buscando?
- Pues qué voy a estar buscando ¡el puto whisky!
- Noo, digo que el blog "Qué estás buscando" tammién 8 votos. Y Tercera Opinión, de Eloy, tammién ocho votoss. ¡Viva el occhho! JiJiJiJiee...ZZZZZ
- ¡Se acabó! ¡¡Que se quede durmiendo la mona!! Ustedes disculpen el lamentable espectáculo. Sólo pretendía hacer las cosas bien, con un acto serio y oficial pero no esperaba esto. Bueno, corramos un tupido velo, ya leo yo el papel de los resultados. A ver si pueddo qui-tár-se-lo-de-la-ma-no.
- ¡¡Vivva el occhhoo!!
- A callar, borracho!! Qué susto me ha dao... ¡¡ Dame el papel, leches!!
..................................................................................................................................................

A ver, seamos serios de una vez, que concluyo por fín:

TERCERA POSICIÓN. Con un empate de 9 votos cada uno:
A las tantas de la mañana, de Fran y Cosas que (me) pasan, de Molinos.

SEGUNDA POSICIÓN. Con 10 votos:
Vivencias varias, de El extraño desconocido.

y PRIMERA POSICIÓN. Con 15 votos y por lo tanto GANADOR DEL PREMIO DIABLOG:
El edificio de las ovejas, de Peibol.

Mis sinceras felicitaciones para los finalistas y sobre todo para el ganador.
A estas alturas sobra decir que me enganché irremediablemente a vuestros blos (a los doce) , que en ellos paso muy amenos ratos y que, a fuerza de comunicarnos a través de ellos, ya os considero grandes amigos de esta inmensa blogosfera.

Fran: Nos seguimos viendo en las trasnochadas navarras, siempre que el güindous vista de Güisconsin no nos toque los cojones con sus advertencias y su poco sentido de la aventura. Recuérdame que decidamos hacernos mayores algún día.

Molinos: La mala más buena que conozco es una bruja que hace aeróbic y ama a Springsteen. El sarcasmo lo pintas de colores y las historias con ingeniero y princezaz me impulsan a seguirte como un perro fiel (Dartacán)

El extraño desconocido: ¿O mejor debería llamarte Don Guay? ¿Has vuelto ya al Ebro o te quedaste por las Europas? Dame un toque porque ahora eres El extraño desaparecido. ¡¡Y tengo que darte un premio!!

Peibol: ¡Felicidades amigo canario! Enhorabuena por ese edificio construido con tan sólidos cimientos para que quepamos todos en él sin exclusión. Sigue dándole al teclado con tanto acierto y que suene en la azotea, mientras tanto, la música de los Beatles.
Por cierto, lo que son las cosas, hace justo un año, cuando se me ocurrió la idea de los PREMIOS DIABLOG añadí a aquella entrada una viñeta que hacía alusión a mi insomnio.
Hoy la miro y pienso... ¿una premonición?

Y ahora discúlpenme porque he de ir a por un cubo de agua fria. Hay un notario por aquí al que tengo que despertar.

24 de noviembre de 2009

EL INFIERNO A 100





Muchos compañeros blogueros hace ya tiempo que alcanzaron esta cifra, y algunos hasta por duplicado, pero yo aún estaba pendiente de estrenar la ENTRADA Nº 100 y aquí luce orgullosa.
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(Mientas yo aplaudo, que alguien encienda la mecha de los fuegos artificiales, por favor)


Para conmemorar tan redonda cifra, he regalado al Diablo una nueva capa de un rojo vino impresionante, pues la que tenía desde julio de 2008 estaba ya bastante raída y cochambrosa.
La idea de agasajarle con tal presente tenía una doble intención por mi parte: una contentar a un pobre tipo con el que, dada su mala fama, nunca nadie tiene un detalle y otra conseguir que se despistara. Y así, mientras él se miraba ufano en el espejo (es un presumido incorregible) he aprovechado para colarme en su morada y husmear en sus archivos ya que quería echar un vistazo a lo que tengo publicado hasta ahora.


Y tan ensimismado estaba yo en ese repaso visual a tantas cosas contadas hasta hoy por aquí, que no me había percatado de que el Diablo había vuelto de su sala de los espejos y situado a mis espaldas se asomaba por encima del hombro.


- ¿Y bien? - me ha preguntado dejando escapar de su boca un aliento a azufre insoportable - ¿se te ha perdido algo en mis archivos?

- No, nada, estoo... simple curiosidad por ver qué había por aquí.

- Ni que decir tiene que no me va la gente cotilla.

- Es que.. ¿sabes? Hoy cumplimos 100 entradas y quería hacer un repaso de algunas.

- ¿Te tengo que recordar los contratos firmados? Ya sabes "Entrada publicada, entrada vendida". Todo esto me pertenece ahora. Así que... esfúmate!
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- Hombre, ten consideración conmigo, que te he regalado una capa bien chula.
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- Era tu deber. ¡Fuera!
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Así que no he tenido más remedio que abandonar el averno y me he quedado con las ganas de hacer un pequeño repaso al centenar de escritos.
Pero supongo que estaréis conmigo en que podemos burlar al diablo y echar mano de la memoria.
¿Seríais capaces de dejarme en vuestro comentario un recuerdo de lo que hayáis leído por aquí en este año y medio de blog que os gustara especialmente? No me digáis que todo, no seais tan cumplidos, porque además no me lo creería. Me apetece mucho escuchar lo que tengáis que decir de alguna entrada en concreto.
Aparte, admito propuestas para seguir escribiendo sobre otras cosas que propongáis. El caso es ponernos en marcha hasta la entrada nº 200.
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Espero y deseo que sigáis acompañándome.
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Gracias.
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Un abrazo a todos.
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JuanRa
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PD.- Sin pretenderlo, también he alcanzado al mismo tiempo la entrada nº 100 de CINEXPLORADORES, el juego sobre cine en el que me gustaría que participara mucha más gente. ¿No os animáis?

19 de noviembre de 2009

LA CONDENADA Y EL NIÑO


Me gustan los momentos previos a publicar una entrada en el blog, cuando el texto ya está corregido y preparado para darle el empujón que le permita ver la luz.

Muchas veces, en mi caso, no tengo fotos apropiadas para ilustrarlo y la elección de las mismas las hago obviamente buscando en internet, donde florecen de todos los gustos y colores.

Daba por hecho que esta vez me iba a ser muy fácil encontrar las imágenes que acompañan a este texto pues me bastaba con unas cuantas panorámicas del pueblo del que pretendo hablar. Lo que no imaginaba es la sorpresa que me llevaría al encontrar una foto en concreto y los datos que extraje a raíz de ella.

Pero vayamos por partes, cada cosa a su tiempo.

Una avalancha de recuerdos es justamente lo que ha ocurrido esta semana cuando algo que me contaba mi hijo me retrotrajo a un día concreto de mi infancia, siendo un niño de once años, durante un viaje con mi familia.
Aquel día supuso muchas emociones para mí y mis hermanos, que disfrutamos de un lugar realmente bello y novedoso, pero si algo quedó grabado de verdad en mi memoria fue un malentendido que me dejó tan impresionado como para que no lo haya olvidado nunca.

Esta semana he estado tomando notas sobre aquel día y hoy quiero contarlo.

Fue en Alcalá del Júcar, un pintoresco pueblo de la provincia de Albacete por el que, como su nombre indica, serpentea el río Júcar y le confiere un perfil relevante en todo su paisaje.
Sin poder presumir yo de tener buena memoria sí que puedo decir qué día en concreto fue y entenderéis por qué.
Exactamente el 7 de julio de 1977, es decir 7/7/77, (bonita fecha para nacer, sólo superada por la mía -6/6/66-, mucho más sexy y diabólica como me reconoceréis).
Para culminar la coincidencia de números en una fecha tan peculiar - y otro motivo más para que no la haya olvidado - ocurrió que nada más llegar al pueblo entramos en un bar y pudimos oír en su televisor la siguiente noticia:

"Hoy, siete del siete del setenta y siete ha venido al mundo una niña que ha pesado al nacer siete kilos setecientos setenta y siete gramos (7,777)"

Como lo oís. Impresionante ¿no? Me pregunto dónde estará esa niña hoy y cuánto pesará.

Mi hermana Ana, que aún no había cumplido los tres años, estaba aprendiendo a andar por aquel entonces y a mí me traía por la calle de la amargura. Siempre he llevado muy mal ese momento crucial en el que los niños empiezan a andar, porque sus caídas me encogen hasta el píloro (para evitar molestas confusiones pínchese aquí)
He sufrido, por tanto, esos arranques bípedos de mis hermanos pequeños primero y de mis hijos después en los que ha habido porrazos para todos los gustos. En este sentido debo tener bastantes genes de mi abuelo Juan que a veces gritaba irritado a sus nietos "¡Tened cuidado, que os vais a romper la crisma!" y nunca supimos bien a qué se refería.

Decía que mi hermana estaba en pleno ímpetu andador, pero, claro, no era lo mismo que correteara por el salón de nuestra casa a que lo hiciera por las calles de Alcalá del Júcar, plagadas de cuestas y escalones, así que yo iba tras ella con el alma en un puño, preocupándome incluso más que mis padres (o tal vez es que ellos, viendo lo bien que ya padecía yo, delegaron en mí la labor de ángel guardián)

Recuerdo que al pasar por uno de los puentes que cruza el río, el fragor del agua al caer en cascadas me sobrecogió y no me atreví a soltar de la mano a mi hermana, que protestaba porque quería correr y yo me negaba abrumado ante tantos peligros que acechaban entre aquella naturaleza salvaje.
Fue aquella una jornada de grandes paseos por muchos de los rincones del pueblo, tan atractivo en su conjunto como para seguir recordándolo en muchos aspectos a pesar del tiempo transcurrido, si bien hay tres recuerdos nítidos que, particularmente a mí, me parece que sucedieran ayer mismo.

Uno es la imagen de un anciano a la puerta de su casa, sentado en una silla en un ángulo con la casa contigua, que al sobresalir más que la suya le proporcionaba sombra.
El hombre tenía una nariz descomunal, como una patata de color rojo violáceo muy vivo que alguien hubiera pegado a su cara. Imaginad la impresión de tal encuentro para los ojos de unos niños. Quedamos hipnotizados. Supongo que nuestros padres nos alejarían pronto de allí para que nuestras miradas no incomodaran más a un hombre que debía sentirse objeto de cientos de miradas curiosas.
Seguro que debimos hacer muchas preguntas al respecto pero no recuerdo los momentos posteriores, sólo el del impacto.

Otro es la sensación de aventura que sentimos al entrar en las cuevas del lugar. Muchas de las casas de esta población están pegadas a un gran promontorio rocoso en cuya cima hay un imponente castillo de origen árabe; de hecho muchas de las casas de Alcalá del Júcar son casas cueva.

Pero las cuevas a las que me refiero se horadaron en la roca para uso y disfrute del turismo. Imaginad largos pasadizos agradablemente iluminados en los que uno va hallando ventanucos y miradores que permiten contemplar en la distancia cómo forma el rio una gigante hoz que pareciera querer segar las alamedas que le rodean. Aquel fue un momento mágico sin lugar a dudas. Íbamos saltando y corriendo y asomándonos por los huecos de la pared sin imaginar que al final de la profunda cueva encontraríamos un recogido y rústico bar donde pudimos tomarnos unas cocacolas. ¡Y todo en el interior de una montaña! ¡Demasiado para un niño!

La tercera imagen imborrable, la que me movió a escribir esta entrada, ocurrió al atardecer, antes de marcharnos de vuelta a Petrel. Habíamos visto durante todo el día a grupos de mujeres picando o trenzando esparto con el que hacer cestería y objetos de decoración destinados al turismo.
Caminando a orillas del río pasamos junto a otra de estas mujeres que, en solitario, se afanaba en sus labores a la sombra de un gran árbol.
Entonces mi madre empezó a hacer comentarios acerca de lo a gusto que parecía sentirse esa mujer allí y de repente dijo:
-—A esa mujer se la llevan ahora a Madrid y la matan.

Bueno, sinceramente espero que no tengáis la mentalidad de un niño de once años y entendáis que lo que mi madre quiso decir es: "A esa mujer que trabaja tan apaciblemente a la sombra de un árbol acompañada por el rumor del agua y el canto de los pájaros, si ahora la trasladaran a una gran ciudad le darían un gran disgusto pues nada es comparable a la tranquilidad de un pueblo"
Eso es lo que ella quiso decir, pero lo expresó brevemente y con otras palabras, que fueron las que yo oí:
A esa mujer se la llevan ahora a Madrid y la matan.

A mí se me abrieron los ojos como a los de un buho y me paré un instante para girarme y volver a mirar a aquella mujer a la que parecían quedar pocas horas de vida.
¡La iban a matar! ¡En Madrid!
Yo estaba profundamente impresionado y recuerdo que pensé: ¿Cómo es que la van a matar? ¿Qué ha hecho? ¿Cómo es que está tan tranquila si van a venir a llevársela? ¿Por qué no se esconde? Y mi asombro iba en aumento mientras la veía mover con agilidad sus dedos como si quisiera concluir su faena antes de que, no podía discernir quién, llegara y la hiciera levantar de su silla para llevársela a Madrid... y matarla.
Mi perplejidad era tal que algo debió notar mi madre en mi cara y cuando me preguntó qué me ocurría balbuceé:
—Pero, ¿por qué la van a matar?

(Queda prohibido todo comentario pernicioso en relación a si mi edad era ya suficiente como para no ser tan ingenuo. Repito: queda prohibido)

No, a la mujer no la mataron, pero yo sí voy a rematar la entrada de hoy con un dato que me hizo sonreír. Leyendo información en la web oficial acerca de aquel bonito pueblo junto al Júcar encontré algo tan curioso como que
En 1.986 le fue concedido el tercer premio, después de la torre Eiffel y la Gran Mezquita de Estambul, a la mejor iluminación artística. (!)
Hay tres cuevas que se pueden visitar y son conocidas como la cueva de Masagó, la cueva de Garadén y las cuevas del Diablo. (!)

"Vaya —pensé— hace muchos años entré en mi propia cueva y no lo recordaba".
Y al bucear en busca de más información descubro que se llaman así porque las restauró y amplió un tal Juan José Martínez, ¡¡ más conocido por Juan el Diablo !!

Me gustan los momentos previos a publicar una entrada en el blog. Si antes de hacerlo aparecen mágicas e inesperadas sorpresas de este tipo, me fascinan.