30 de diciembre de 2008

DOS NEURONAS EN APUROS








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- Nada, no contestan.
- Inténtalo de nuevo
- Ya estoy cansado de hacerlo, ya habré mandado como cuarenta señales y no les da la gana contestar.
- Pues no podemos tirar la toalla.
- Ya lo sé, pero es que uno se cansa de hacer el primo.
- Manda güevos. Todos los años por estas fechas el mismo rollo
- Espera, que me acaba de subir otra queja... Mira, la remite el hígado... A ver, leo... Dice que hará como seis días que no recibe ni gota de agua, que sólo hace que filtrar cerveza, vino, sidra y champán... que tiene las células totalmente pedo.
- ¿Y qué pretende que hagamos? Dale entrada a la queja del hígado también, que ya las recibirán en la nave nodriza todas de golpe.
- Pues se van a cagar en algo malo cuando se den cuenta del trabajo que les viene encima: hay un atasco de colesterol en más de cuatro avenidas, el ácido úrico se está meando por todas las esquinas y en el vientre tienen una buena remesa de turrón de Jijona y polvorones.
- Pues que construyan michelines.
- Ya, si eso hacen, pero piden más agua para amasar el revoltijo.
- No, diles que agua no entra, que se apañen con otra cosa.
- Les diré que vayan dando forma a los ladrillos con los bigotes de las gambas. El tipo este se las ha tragado todas.
- Mira, ahora me llega una señal de los músculos de las piernas.
- Lo que me faltaba, otra queja, ¿no?¿Qué dicen?
- Que se habían acostumbrado a la rutina del footing matinal y que ahora lo echan en falta. Que si va a haber algo de actividad, que menudo muermo...
- Mira, ni te limites a contestar
- Hombre, qué menos que una llamada perdida, que vean que nos solidarizamos...
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- ESPERA, parece que por fin recibo señal de la computadora central... ¿Si? ¿Me escucháis?
- Hola
- ¿Hola? ¡ Maldita sea!, ¿se puede saber qué hacéis? Llevamos la tira de días en la más pura anarquía. ¿No os vais a dignar a dar órdenes?
- No, yo no...
- Pero ¿quién es? ¿Estoy hablando con Gran Cerebro?
- Sí, bueno, pero yo soy la chica de la limpieza... Es que he venido a poner un poco de orden aquí y como sonaba tanto el teléfono, pues al final lo he cogido... No sé si he hecho bien...
- Mecaguenlaputa!! ¿Y no hay nadie ahí que pueda atendernos?
- Pues va a ser que no. Aquí están todos durmiendo la mona
- Pero no puede ser, ¿y quien maneja este cuerpo?
- Es que me parece a mí que han puesto el piloto automático para poder montarse la juerga padre. Aquí no se menea naide.
- ¡La madre que los parió! ¿Y no tiene usted nociones para activar alguna palanca?
- ¿Yoo? Dios me libre. Si no me pagan bastante para las panzás de trabajo que me arreo. Si hasta he recogido unas bragas de la trastienda…
- ¿Bragas? (mira a su compañero) ¿Tú sabes algo?
- Será cosa de los chicos del subconsciente. Ya sabes cómo son…
- Ya. Señora, ¿me escucha?
- Le escucho.
- Háganos un favor. Hay una cosa importantísima que llevar a cabo.
- ¿Qué tengo que hacer?
- Levante la tapadera gris de la derecha y apriete el botón con una D mayúscula
- ¿Una B?
- ¡Una D! De Despertar
- Pero aquí hay mucha tapadera gris
- Levante una a ver
- ¿Estas seguro de lo que haces? Es la señora de la limpieza…
- A grandes males, grandes remedios. Hay que intentarlo.
- No veo ninguna D, señor. Aquí veo una V.
- No, no, esa es para vomitar. Un poco más a la izquierda.
- Ay, señor, que me ha dado un calambre. Yo no me atrevo a toquetear todo esto.
- Je, un calambre. Verás la jaqueca con la que se van a levantar estos. Haga otro intento por favor.
- Aquí hay un botón con una E
- Tampoco, no necesitamos una erección ahora.
- Una D, una D. ¡¡La he encontrado!!
- Perfecto señora. Púlsela.
- Voy… ¡Ya está!
- Bien. Muchas gracias. No sabe cuánto se lo agradecemos. Ahora despertará este cuerpo y se movilizarán forzosamente todos los obreros. Ya era hora.
- Mira, llega un teletipo urgente.
- ¿Qué dice?
- Son los intestinos, dicen que no comprenden por qué les enviamos esos latigazos, que los nutrientes son aceptables…
- ¿Latigazos? ¿Qué los nutrie… ¡Señora!
- Dígame
- ¿Ha apretado una D mayúscula?
- Ay, no, es minúscula
- Mierda. Le ha dado al botón de diarrea.
- Tú lo has dicho: Mierda.
- Mira, no hay mal que por bien no venga. Prepárate porque aquí se van a despertar todos en un santiamén.
- Agárrate fuerte. Se han abierto los ojos de golpe.

21 de diciembre de 2008

FUE EN NAVIDAD






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En varios blogs amigos he leído en estos días diferentes impresiones acerca de la Navidad.
Para algunos es un tiempo maravilloso, sinónimo de vacaciones; para otros, todo el mes de diciembre es estresante y poco saludable en lo gastronómico y lo monetario y los hay que si pudieran disponer de un mando mágico con un botón para adelantar el tiempo se trasladarían hasta el 7 de enero sin dudarlo.
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Yo pienso que estos días no son en sí mismos mejores o peores, son sencillamente lo que nosotros queramos ver en ellos. Probablemente dependan de nuestra predisposición a vivirlos.
En mi caso, el poso de felicidad que dejaron las navidades de los años de mi niñez y juventud sirven para que hoy, desprendido ya de aquella inocencia, no deje de verlas como unas fechas entrañables.
Eso no significa que sea capaz de ignorar esos componentes negativos que desde luego existen, y aflore de vez en cuando en mi estado de ánimo un cierto hastío unas veces y un bajón anímico otras que dan como resultado un sentimiento agridulce.
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Hoy quiero exponer en esta entrada una serie de recuerdos navideños que me producen eso mismo, una sonrisa y un suspiro.
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Creo que cuando vivían mis cuatro abuelos las navidades tenían un sabor más intenso, las recuerdo especialmente hogareñas.
Me acuerdo de cuando mi madre traía a nuestra casa a sus padres: el abuelo Conrado y a la abuela Anita, a pasar con nosotros esos días. Sólo verlos bajar del coche lentamente ya me ponía contento. Se sentaban cerca de la chimenea al calor del fuego. A mi abuelo, que era ciego, le poníamos una pandereta entre las manos y él la tocaba mientras los cuatro hermanos dábamos vueltas por todo el salón cantando y bailando villancicos. Mi abuelo no nos veía pero nos escuchaba, sentía que pasábamos por su lado y no dejaba de sonreír. Entre aquella algarabía recibía a veces un beso y eso le hacía emitir una corta risa de satisfacción que le humedecía los ojos.
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Yo he sido de los que cada 28 de diciembre (Santos Inocentes) no he dejado de gastar alguna broma a alguien de mi familia.
Por contar una me voy a aquella en la que compré algún que otro petardo que tenía dos hilos, uno en cada extremo. Si se tiraba con fuerza de ambos hilos a la vez, el petardo explotaba (ignoro si se siguen vendiendo) Así que coloqué uno en la puerta del pequeño retrete del patio con la viva intención de propinar un buen susto al primero que necesitara utilizar el servicio.
El caso es que tardó tanto en acercarse alguien por allí que hasta se me olvidó.
Fue al día siguiente cuando escuchamos estallar un petardo de buena mañana y a mi abuela Anita exclamar “¡FOTRE!
Cuando fuimos hacia el lugar descubrimos que del susto se le había caído al suelo el orinal que se disponía a vaciar en el retrete. Ella también se mojó.
Tuve que explicar que se trataba de una inocentada que había llegado con retraso.
Me dio lástima mi abuela, pero también me reí, también…
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Inolvidable aquella oscura noche en que volvíamos de ver una cabalgata de Reyes Magos y al entrar el coche por el camino que nos llevaba a la casa de campo, los faros iluminaron uno de los nogales del que colgaban muchos paquetes de regalos. Imaginad la algarabía, la emoción al pensar que podíamos haber pillado a los Reyes in fraganti subidos a un árbol…
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Las cenas de Nochevieja siempre me han producido cierto desasosiego. Antes y ahora. Eso de que haya una cuenta atrás hasta las uvas me pone un pelín cardiaco.
-Oye, a todo esto, qué hora es? - dice siempre alguien
- Daos prisa que ahora mismo suenan las campanadas...
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Es que no me relajo hasta que no me como la última uva.
Así que cuando llega ese momento mágico en que miro las caras de los que me rodean y veo esos mofletes de Louis Armstrong cuando tocaba la trompeta me suele entrar la risa y empiezo a soltar chorradas que hacen que más de uno no consiga acabarse la docena.
Y qué risas se viven esa noche.
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Recuerdo una cena en la que mi padre (calvo él) comentaba seriamente a mi tío Juan (calvo también)
- No, yo calvo del todo no estoy, que noto que tengo toda la cabeza con una pelusilla que…
Mi tío fue oír eso de la pelusilla y le dio el ataque de risa más grande que he contemplado en mi vida. Es que no podía parar de reír, colorado como un tomate. Sólo se le oía decir cuando cogía aire:
- Una pelusilla, una pelusilla dice…
Mi tía Ceci, contagiada de tanta risa, se unió a él con carcajadas todavía más fuertes, y ya el resto por contagio masivo nos entregamos a ese dolor de estómago y esos lagrimones que produce reír tanto.
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Hubo una ocasión para los anales de la Historia en la que a mi tío Guillermo y a mi padre (hermanos ellos) les dio por cantar en latín, y yo, que tenía a mano un radiocassete, no me lo pensé dos veces para grabarles. Ellos, conscientes de que el momento se estaba inmortalizando, se esmeraban al máximo en dar el do de pecho y en no equivocarse. Al parecer, mi tío tomaba unos derroteros que mi padre negaba con la cabeza como reprochándole que lo estaba haciendo mal. La escena resultaba muy cómica para los que observábamos a esos dos tenores amateurs pasando por momentos de apuro.
Tanto protestó mi padre con la mirada que al final a mi tío le empezó a entrar la risa y acabó por claudicar con un “Anda, me has jodío vivo”
Y ahí comenzó lo mejor. Se reprochaban mil cosas el uno al otro y mi tío Guillermo sólo hacía que exclamar: “Muy bien, ¿me estaba saliendo mal? ¡Pues déjalo que pase!. ¿No ves que estábamos grabando? Pues déjalo que pase!!”
Mi abuela Paquita era pura carcajada, yo me partía de risa y lo mejor de todo es que hasta ese rifirrafe se estaba grabando.
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Y este maravilloso mundo de los blogs me permite colgar hoy esos instantes que acabo de narrar. Quede aquí aquel documento sonoro del fracaso de los dos hermanos tenores. A ti, papá, que sigues mi blog desde tan lejos, te va a gustar (y emocionar, lo sé) volver a escucharlo.
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No importa la fecha. Fue en Navidad.


16 de diciembre de 2008

INTRUSOS EN EL CINE



Guardo, en esos cajones del recuerdo que tiene mi cabeza, tres escenas que viví con mi hermano Tomás en un cine. Cuanto más tiempo pasa, más cómicas nos resultan a los dos, aunque en su día, maldita la gracia que nos hicieron.
Ocurrieron en Elda.

Mi abuelo paterno trabajaba de gestor administrativo en su propia casa. Su despacho tenía un mirador desde el que se vislumbraba toda la calle. El lugar servía de distracción a mi abuela que se sentaba por las tardes en la mesa camilla junto a las ventanas de esa atalaya para leer alguna revista y, esporádicamente, observar el trasiego de gente deambulando por la calle. Desde allí se veía el bar Ideal, que solía estar muy concurrido, y el cine Ideal justo al lado (por supuesto ya no existe)
Algunos domingos en los que pasábamos la tarde en casa de los abuelos, mi hermano y yo nos acercábamos al “carrico” de Manolo a comprar alguna chuchería (cuando venían mis primos de Sevilla bromeábamos diciendo que algunas de las golosinas, el tal Manolo se las guardaba en el ombligo y cuando uno se echaba alguna a la boca todos poníamos cara de asco y gritábamos “¡¡Esa, esa estaba en el ombligo!!”)
Si la tarde se presentaba larga y ociosa mi hermano y yo pedíamos ir al cine. Un día vimos el llamativo cartel de la película “La conquista del Oeste”, en el que en su parte inferior se apreciaban…¡¡¡ indios!!!

Tomás y yo teníamos una desmedida afición por los indios. (Algún día os hablaré de esto) Para nosotros, a diferencia de la mayoría de compañeros del cole, los buenos, los héroes, los que tenían que ganar eran los indios. Los yanquis americanos (que nosotros llamábamos “los vaqueros”) eran los malos y en nuestros juegos perdían siempre.
Imaginad el alborozo que nos produjo el ver un día en televisión la película “Murieron con las botas puestas” una de las pocas que existirán (si no la única) en la que los indios ganaban y no dejaban a rostro pálido alguno con cabellera. Fue sublime.
Así que ahora se presentaba la oportunidad de ver otra película de indios y, por si fuera poco, en el cine. Nos dejaron ir solos y entramos tan contentos. La ilusión se nos salía por las orejas.

Allí, sentaditos en nuestras butacas, uno al lado del otro, ilusionados ante la perspectiva de ver indios, muchos indios, que a lo mejor ganaban.
Yo tendría entonces doce años y mi hermano diez.
Dudo que haya muchos adultos que aguanten estoicamente un western tipo documental de más de dos horas y media sin bostezar y sin mover el culo del asiento, por lo que aún no entiendo cómo pudimos soportar semejante tortura visual. Había pasado más de una hora y ni una mísera pluma de indio en la pantalla. Mucho vaquero, mucho río, mucha caravana, soldados a tutiplén, mapas de recorridos… pero los indios brillaban por su ausencia. De hecho creo recordar que los dejaron para el final prácticamente y tan sólo aparecieron unos minutos en la pantalla cuando nosotros ya estábamos hasta el gorro del oeste.

Salimos del cine totalmente decepcionados y con la impresión de que habíamos estado una semana sentados.
En casa de los abuelos, todos nos preguntaron y manifestamos nuestro disgusto.

Más o menos por la misma época, no sabría decir, volvimos a entrar al cine Ideal a ver otra película solos.
En esta ocasión aún hoy nos preguntamos Tomás y yo cómo es que la taquillera (que por cierto era sobrina de mi abuela) o el que cogía los tickets en la puerta, no nos prohibieron la entrada. Nadie nos advirtió que era una película para mayores. Supongo que un título como Verano del 42 no dejaba entrever ninguna maldad. A nosotros nos sonó a vacaciones, a playa, a algo divertido. ¡Je, ilusos...!
Una vez más, dos macacos en la oscuridad del cine para ver lo que ni se imaginaban que iban a ver. Y es que la película estaba cargadita de escenas de cama, de tetas al aire, de besos largos y apasionados, de gemidos… ¡Vaya un apuro!
A mí se me encendieron las mejillas, pero no tanto por lo que estaba viendo como por la inquietante posibilidad de que luego en casa nos preguntaran qué habíamos visto. Eso sí que me hacía sentir en pecado. Estábamos en un lugar que no nos correspondía. Otra vez la película se hacía eternamente larga, esta vez sin serlo.
Salimos del cine como dos cordericos asustados y yo le dije a mi hermano que no dijera nada en casa, no nos fueran a reñir.
Pero, efectivamente, no faltaron las preguntas

- ¿Qué tal el cine?
- Bien - con un hilo de voz
- ¿Qué habéis visto? - preguntó mi padre
Y yo, que no tenía la picaresca que suelen tener la mayoría de los niños, no supe mentir.
- Verano del 42
Si no hubiera estado mi tia Ceci, a lo mejor la cosa hubiera quedado ahí. Pero estaba. Y exclamó:
- ¿Verano del 42? Uy, esa película es fuerte para ellos - dijo a mi padre
Ahí ya estaba yo como un tomate.
- ¿Cómo de fuerte? - quiso saber mi padre
- Pues tengo entendido que “fuertecica”, (uff, no la había visto !!) para mayores desde luego.

Y cuando mi padre nos preguntaba de qué trataba, nosotros alzábamos los hombros quitando importancia y decíamos: “No…nada… de una mujer… y un hombre… aburrida...” Supongo que no quisieron seguir haciéndonoslo pasar mal y acabaron las preguntas. De todas formas no había sido nuestra culpa. Supongo que de ahí en adelante decidirían asegurarse qué pretendíamos ver en el cine.

Pero hubo una tercera vez. Nefasta. Quizás la peor de todas y con el consentimiento de padres, taquillera y todo el que se ponía por delante.
- Papá, mamá, hacen una película de dibujos. ¿Podemos ir?
Dijeron que sí, y mi tía Ceci pidió que nos lleváramos a mi primo Juan (siete años menor que yo)
Yo habría cumplido ya los 14, Tomás los 12. Mi primo solo tenía 7. Aproximadamente.
¿Por qué nos salían tan mal las cosas? Era tan sólo una película ¡de dibujos animados! Se llamaba Fritz, el gato. ¡Pero, joder con el minino!
Se tocaba la entrepierna más que Michael Jackson. Las gatas tenían todas unas tetas como pelotas y unas ganas locas de que el gato les saltara encima sin miramientos. Había un cerdo que era policía con una gran facilidad para quitarse los pantalones y sacar su otra porra. Se decían tacos a mansalva y el tema principal era el sexo, el secundario el sexo y así, de pasada, se hablaba también de más sexo.
Recuerdo que yo estaba apuradísimo, pero no por mí, lo prometo. Ni por mi hermano, que a fin de cuentas era también un menor pero cómplice en mis desventuras. Yo estaba sufriendo por el otro menor, el más menor de todos, que no quitaba ojo a la pantalla. Mi primo estaba grabando en sus retinas ese sobeteo de tetas del gatito de marras y mil cosas más.
¿Por qué nos dejaron entrar? ¿Y por qué yo, con lo que me gustaba leer, no leí la letra pequeña en la que debía decir que era una película para mayores de 18 años?
Vuelta a casa. Otra vez en silencio, con esa losa en la conciencia. “Que no pegunten, que no pregunten…” No me acuerdo si aleccionamos a mi primo para que no dijera nada. Creo que no. Podía ser peor.
Y no, no hubo preguntas, salimos airosos en aquella ocasión. Ningún adulto supo aquello que hoy confieso aquí.
Tengo que acordarme de decir a mi primo Juan que lea esto, a ver si él también lo recuerda.

12 de diciembre de 2008

VIDEO DE VERANO PARA EL INVIERNO


Esta madrugada las temperaturas han descendido en Yecla a los -5º C.
Quizás, a los que viváis en zonas más frías os parezca esto una bicoca, pero yo sigo exclamando igual que los villeneros dicen de sus vecinos: “Joer con los yeclanos, que al frío lo llaman fresco…”
Para salir a la calle hay que tener hecho el testamento y cuando te decides, parece que se ha congelado hasta el tiempo. Uno dice “Hola” y el “Hola” se cae al suelo y se rompe como el cristal.


.De todas formas a mí el invierno me gusta. Entre otras cosas porque me es más fácil dejar de pasar frío que dejar de pasar calor y el calor agobia más y me pone de peor humor.
Pero para aquellos que anheléis la vuelta del verano os voy a presentar unas imágenes estivales que considero apropiado hacerles un hueco hoy en mi/vuestro blog.
Como en esos programas de la tele en que te explican cómo se rodó una película yo también quiero contaros un poco la historia de esta grabación.


.Verano de 2006. Mi hermana Ana se encontraba en el campo de Petrel y, cámara de video en mano, grababa a su hija Anna y a su sobrino Samuel. Mi mujer les estaba contando el cuento de Blancanieves junto a la piscina y les animaba a participar en él.

El guión exigía que tras morder la manzana y morir Blancanieves, el Príncipe Samuel la besara en los labios.
Cuando mi hermana me enseñó las imágenes quedé encantado. Me hizo reír muchísimo la indecisión de mi hijo al tener que besar a su prima. Sobre todo ese detalle de mirar a uno y otro lado para cerciorarse de que no hubiera por los alrededores demasiada gente viendo lo que se disponía a hacer.
Inmediatamente tuve la ocurrencia de que esas imágenes quedarían perfectas añadiendo sobre ellas la canción “Mi príncipe vendrá” y pedí la cinta a mi hermana.
Pero Ana regresó a Burriana y quedó pendiente esa idea.
Sin embargo, cuando semanas después intentamos encontrar dicha grabación, no hubo manera. Miramos cintas y más cintas y esas imágenes no aparecían por ningún lado. Cansados de mirar una y mil veces llegamos a la conclusión de que por error, al grabar otras cosas, se habrían borrado.


Me quedé muy apenado porque las imágenes eran realmente enternecedoras e irrepetibles.
Y pasó el verano.



Pero un día me llamó mi hermana con una buena noticia. ¡¡Las había encontrado!! Lo que yo ya consideraba perdido irremisiblemente volvía a mis manos.
Y ya en mi poder les di forma hasta crear este video.
Sirva un poco para congraciarme un tanto con Walt Disney al que he vapuleado mucho últimamente.


Venga Walt, sin rencor por lo de Bambi, que la Navidad está a la vuelta de la esquina.
El verano, con sus calores, queda aún algo lejos , o tal vez no tanto si apretáis el PLAY.



Mi príncipe vendrá - kewego
Los primos Samuel y Anna dan vida a las últimas escenas del cuento de Blancanieves
Palabras clave:video cuento

8 de diciembre de 2008

¿QUIÉN PEINA A AITANA?


Nada mejor que ser práctico para contrarrestar las prisas.
.Mi hijo Samuel lleva siempre el pelo muy corto con lo que es innecesario peinarle. Con lavarle la cara y echarle colonia ya va listo para ir al cole.

Mi hija Aitana es otro cantar.

Nació muy pelona y tardó mucho a que le creciera el pelo, pero cuando lo hizo fue a lo bestia, sin conocimiento. Todos los días amanece con la melena revuelta sobre la cara, como si se despertara el león de la Metro.
Este año ha empezado la guardería.

En casa tenemos la suerte de que mi mujer trabaja por las mañanas y yo por las tardes con lo que nos vamos relevando a los hijos y siempre están atendidos por uno de los dos.
En las vacaciones de verano mi mujer me decía:
-¿Sabrás apañártelas con los dos cuando llegue septiembre?
-Claro, ¿por qué no? - decía yo
-Ten en cuenta que ahora son dos para ir al cole: tienes que despertarles, asearles, vestirles, darles el desayuno y salir de casa a tiempo.
-Bueno, será cosa de ir cogiéndole el tranquillo - respondía yo tragando saliva.
- ¿Y sabrás peinar a Aitana?
¡Arrea! Eso era algo en lo que no había caído. De repente me vi en el aseo con la hora pegada en el culo intentando poner orden en esa maraña que tiene mi hija sobre la cabeza y se me torció el gesto en la cara.
- Anda, ven, vamos a practicar - me dijo mi mujer

Con Aitana sentada en una mesa me iba diciendo cómo humedecerle el pelo, cómo dividir la melena en dos partes, cómo coger cada parte y convertirla en coletas y cómo sujetar fuertemente esas coletas con gomas y rematar la faena colocándole estratégicamente unos ganchitos.
- Ah, vale, no parece difícil.
- Ya, ahora hazlo tú.
Je. Eso ya fue harina de otro costal. Todo iba bien hasta el momento de dar tres vueltas a esas gomitas minúsculas que tienen que sujetar las coletas. Se me escapaban una y otra vez de los dedos y tras muchos intentos que empezaban a hacer mella en la paciencia de mi hija, conseguí dar dos vueltas a una goma.
- Ya, ¿no?
- No, te falta una vuelta. Con sólo dos no es suficiente; se le caerá.
No se pudo seguir ensayando porque Aitana se rebeló finalmente y la tuvimos que dejar libre, harta de que le manoseáramos tanto el pelo.
- ¿Y si me limito a ponerle una gorra de lana y me olvido de todo este rollo?
- ¡Anda ya, ni pensarlo!
- O una diadema…
- Que no, ya verás como terminas aprendiendo.

Bueno, septiembre llegó y la suerte se me puso de cara pues Aitana se despierta todos los días a las siete y media reclamando su biberón. Yo se lo preparo y se lo toma ella sola mientras mi mujer se prepara para marcharse a trabajar. Viendo que aún le sobra un poco de tiempo ha decidido hacerme el grandísimo favor de peinar a Aitana. (Sé que así no aprenderé nunca pero me tiene un poco sin cuidado. No me hace especial ilusión…)
Y así, he ido llevando cada día a mi hija a la guardería hecha un pincel. Raquel, su maestra, exclama a diario “¡Madre mía, Aitana, qué guapa te trae hoy el papá!”.
Desde los primeros días salía yo de allí sospechando que debía creer que era yo el artífice de tanta monería sobre la cabeza de mi hija. Ganchitos de colores, lazos bien colocados, la raya en zigzag, trencitas…
Un día en que metí a la pequeña en su aula con un peinado sobresaliente mi sospecha fue un hecho cuando Raquel exclamó:
- “Aitana, cariño, tu papá es un artista peinándote”
Y la verdad, aún no sé bien por qué no abrí la boca para poner las cosas en su sitio y confesar que yo no la peinaba, que lo hacía mi mujer. No sé, era como si el hacerlo pudiera suponer una decepción para la mujer o que me daba pena prescindir de ese ligero placer que me daba la dosis de adulación diaria.
“Oye, ¿qué de malo hay en que piensen que su padre la sabe peinar muy bien?- pensé yo - ¿acaso no le cambio los pañales a menudo y la visto y le doy el desayuno? No, no la peino pero me encanta que piensen que sí. Y si yo me lo propusiera…”
Y mi boca no se abrió ni para decir Mu

Una noche me dice mi mujer:
- ¿Sabes lo que me ha dicho Raquel hoy? Me ha dicho “Hay que ver qué gracia tiene tu marido para peinar a tu hija. Se lo he comentado a mis compañeras y estamos asombradas de lo bien que lo hace”
“¡¡¡Oh, no!!!” - pensé yo, y en décimas de segundo ví el panorama- Ya le habrá dicho la verdad. Qué fatalidad. Ahora al verme pensarán: “Menudo farsante!! No eres el padre especial que pensábamos que eras. Y cómo te callabas para hacernos creer que eras tú el que la peinaba…”
- Y qué, ya le has dicho que no era yo, ¿no?
- Pues no - me dijo mi mujer - Se puso a hablar con otra madre y ya no le dije nada.
(Uff, el cielo abierto!!)
- Ah, menos mal… Pues, ¿sabes? mejor no le digas nada. A mí me gusta que se lo crean.
- Ya, si a mí también me hace gracia que piensen que tiene un padre tan apañao.
- ¿No se lo dirás entonces?
- No se lo diré - contestaba riéndose

Y así, el (inocente) teatro continúa. Aitana sigue apareciendo en su guardería de la mano de su papá, hecha un bombón y con una obra de arte en la cabeza y todas piropean a la pequeña y miran de reojo al padre con admiración.
Ya no puede ni debe haber vuelta atrás.
¿O sí?

Ayer mismo me dijo Aitana:
- Papá, ¿me buscas la nena (la muñeca) que no la encuentro?
Yo estoy maravillado ante lo bien que habla cuando aún no tiene ni dos años (los cumple en marzo) Lo entiende todo perfectamente y se expresa bastante bien
Por lo tanto… Probablemente será mi propia hija la que me traicione.
. Un día Raquel volverá a exclamar eso de “qué bien te peina tu papá” y ella, al ritmo que lleva, la corregirá inocentemente:
- No, mi papá no sabe peinarme. Me peina mi mamá.
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Y ahí caerá al suelo la pantomima y morirá mi imagen de gran peinador para siempre.

3 de diciembre de 2008

HABRÁ QUE HACERNOS A LA IDEA




Cuánto he sentido al enterarme hoy, cuando echaba un vistazo sobre la portada de un periódico, que el pasado domingo murió Joan Baptista Humet a los 58 años.
La noticia me ha sorprendido porque no tenía ni idea de que se encontraba enfermo. Padecía cáncer de estómago.
Para mí , él era , no era, es un cantautor muy especial con una buena cantidad de temas en su discografía que hacían volar mi imaginación al escucharlas.
Su canción más famosa, Clara, solía ponerme un nudo en la garganta al describir a esa pobre joven enganchada a las drogas, que terminaba muriendo sola en la calle y que, a pesar de un final tan triste como absurdo, la vida continuaba su curso

“Tenía mar de miedo en la mirada,

las ropas empapadas

y el suelo por almohada

.…Y lentamente amaneció.”

Sus letras están cargadas de tanto mensaje y tan a corazón abierto que tengo varias entre mis favoritas. De hecho Que no soy yo está aquí mismo, la puse a la derecha de este blog como una de mis predilectas.
Esa “lucecita que apenas se ve” (y que nunca he sabido a ciencia cierta a qué se refería) parece encerrar muchas características y necesidades humanas: las dudas, las expectativas ante la vida, la fe, las metas personales…

Así que he cogido un CD que tengo en casa y en los veinte minutos de coche al trabajo he escuchado algunos de sus temas más conocidos. Si siempre me emocionaba su música hoy lo ha hecho mucho más.

Y, qué curioso, al seguir la letra de una de sus canciones me he percatado de que, a pesar de estar escrita hace varias décadas, parecía una oda a este tiempo que atravesamos, como si Humet cantara de manera profética sobre las incertidumbres venideras.

Quiero compartir hoy esa música y esa letra con vosotros. Ya me diréis si estáis de acuerdo conmigo.



Habrá que hacernos a la idea que sube la marea y esto no da más de sí.

Habrá que darnos por vencidos y echarnos al camino que no hay nortes por aquí.

Al sueño americano, se le han ido las manos y ya no tiene nada que ofrecer,

sólo esperar y ver si cede la gran bola de nieve que se levanta por doquier.


¡Hay que vivir!, amigo mío antes que nada hay que vivir, y ya va haciendo frío,

hay que burlar ese futuro que empieza a hacerse muro en ti.


Habrá que componer de nuevo el pozo y el granero y aprender de nuevo a andar.

Hacer del sol nuestro aliado, pintar el horno ajado y volver a respirar.

Quitarle centinelas, al parque y a la escuela, columpios y sonrisas volarán.

Sentirse libre y suficiente, al cierzo y al relente, mientras se va dorando el pan.


Habrá que demoler barreras, crear nuevas maneras y alzar otra verdad.

Desempolvar viejas creencias que hablaban en esencia sobre la simplicidad.

Darles a nuestros hijos, el credo y el hechizo del alba y el rescoldo en el hogar.

Y si aún nos queda algo de tiempo, poner la cara al viento y aventurarnos a soñar.

He leído que cuando dio a conocer su enfermedad, muchos compañeros de profesión, catalanes sobre todo, comenzaron a prepararle un homenaje musical. No pudo llegar a tiempo.

Ignoro si se cumplirían sus sueños como cantante. Me temo que no ha tenido el reconocimiento que merece. Desde luego nunca fue un cantante de masas ni tuvo una carrera constante en el complicado mundo de la música, pero para mí , Humet vale más que muchos de los artistas consagrados.
La fama y la gloria tienen esas cosas, les tocan a quienes les tocan.
Hoy, amigo Joan Bautista, te toca a tí la gloria.
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1 de diciembre de 2008

UN CAFÉ NOS TRAJO UN PREMIO




Sé que no me conviene tomar café.
Pero lo tomo.
Su aroma es demasiado tentador como para ignorarlo cada mañana a la hora del desayuno.
Desde el interior de la cafetera lo oigo susurrar: “Tómame, tómame”, y el cuerpo no es que me lo pida, es que me lo exige: “Tómalo, tómalo”. Y lo hago, cómo no. Y me despeja, me anima, me pone las pilas...
Pero digo que no me conviene tomarlo porque, el 80% de las veces en que lo hago, me cuesta horrores conciliar el sueño por la noche. Es una peculiaridad mía que me repatea bastante. ¿No es suficiente con la cantidad de horas que hay por delante antes de volver a acostarme para que se apaguen los efectos de la cafeína? Pues no. Al parecer mi cuerpo necesitaría unos 50 horas para asimilarla. Mis células son como pequeñas esponjas; chupan pero no sueltan.
Así que sólo me pongo un chorrito en la leche por las mañanas. Eso no me hace mal.
Pero el otro día desayuné en un bar. La verdad es que dude bastante si debía o no, pero cuando el camarero se acercó para saber qué quería lo solté sin miramientos:
- Un café con leche. (Eso sí, algo dejé bien claro ) Pero muy muy flojo de café.
Craso error. Ya se sabe que en los bares el café es destilado directamente de la nitroglicerina, y la nitroglicerina, esto también lo sabemos, por mucho que la diluyamos o la rebajemos, explota igual.
Salí del bar con euforia, con ganas de hacer muchas cosas, de comerme el mundo. Si en esos momentos se me acerca alguien y me dice “¿Te vienes a subir el Everest?”, seguro que le digo “¡Venga!”
Pero cuando a las siete de la tarde todavía me apetecía subir al Everest es cuando empecé a preocuparme. “Malo, ya veremos esta noche…”
Y llegó la noche, la hora de los buhos, y yo no me subí a una rama con ellos porque no quise pero tenía los ojos como platos, nulas ganas de dormir y ese bulle bulle en el cuerpo que me exigía escalar lo que fuera.
Así que, a las dos de la madrugada, cansado de una vigilia forzosa, me puse a pensar en mi blog.
“A ver, cuándo publiqué… Fue el miércoles, creo. Debería actualizar este fin de semana. Mejor el lunes ya, que es día 1... Podría escribir sobre el misterio de las avispas o lo de intrusos en el cine… ¿Con cuál me quedo? ¿O debería contar cosas de hoy en día y dejar los recuerdos pasados para más adelante? No sé…”
De repente me puse a pensar en los comentarios de la última entrada, la de Los cromos voladores y me regocijaba en la cama de satisfacción.
“Qué gente tan amable y agradecida. Yo esperaba recibir comentarios de familiares y amigos, lo cual es maravilloso pero cuando veo que además dejan unas palabras aquellos que no conozco de nada… ya es genial. De verdad, qué gustazo pensar que se toman su tiempo en leerte y compartir recuerdos”
Miré el reloj despertador: las tres menos cuarto.
“Maldito café… No, idiota tú por tomarlo. Pero por qué no lo pediré descafeinado… Nunca más, Juanito, nunca más….
Bueno, el lunes ya es diciembre. Tengo que poner otra encuesta en el blog, y otra foto del mes, y otra canción. Cómo mola estrenar mes y remozarle la cara… “
Otra vuelta en la cama. Mi mujer se percata de que tengo insomnio y me dice algo pero no la entiendo. Dichosa ella que se ha vuelto a dormir. A ella no le afecta el café. Su cuerpo tolera la nitroglicerina. ¡Como debe ser!
Sigo pensando en el mundo de los blogs. Y me pongo a recordar en los que he leído últimamente. Hay blogs y fotoblogs por ahí que realmente merecen la pena y son dignos de elogio. Deberían ser premiados.
De repente, mis neuronas se ponen a hacer el corro Manolo y me surge una idea.
“Oye, ¿por qué no los premias tu?” - me dice la neurona más deportista
- ¿Yo? Pero, ¿de qué forma? ¿Qué premio?
Nada, una cosa simbólica, un reconocimiento simpático
- Siii, me gusta. Si, dadme ideas. A ver, ¿cómo lo hago?
Pues como tú lees muchísimos blogs puedes ir dando a conocer tus favoritos a todos tus lectores. Esos podían ser los nominados al premio”
- Los nominados… Claro, como en los Oscar
Eso es. Pero en vez de Oscar, el premio se puede llamar Premio Diablog
- Benditas neuronas. Sois maravillosas.
Ya, es que nosotras con café damos mucho de sí
- A ver, qué más, qué más…
Pues mira, cada mes das a conocer a tus lectores dos blogs. Empiezas este mes de diciembre. Cuando llegue el mes de diciembre del año que viene habrás presentado 24 blogs. Entonces de alguna manera podrás hacer una encuesta general para que la gente vote a los tres que más les hayan gustado. Esos tienen que recibir un trofeo
- Mirad, no sé como saldrá esto pero aun tomándolo como un juego me resulta divertido y emocionante. Sí, lo voy a hacer!!
Remitirás a tus lectores a una entrada en concreto que a tí te haya gustado de cada blog. Con esa bastará, pues conocer un blog a fondo es demasiado, sobre todo si tiene mucho tiempo de vida. Pero siempre podrán echar una ojeada y comprobar que son blogs de calidad o con algo particular que los hace muy especiales
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Las neuronas siguieron hablándome y hablándome hasta que finalmente me dormí. La imaginaria que me hicieron pasar por el dichoso cafetito con leche de marras no fue improductiva del todo.
Al día siguiente me levanté hecho polvo y con el cuerpo molido. Entré en la cocina. Mi mujer había preparado café.
Qué bien huele el jodío.

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PISTOLETAZO DE SALIDA PARA EL JUEGO:


Ya puedes ver quiénes son los dos primeros candidatos para el PREMIO DIABLOG apretando el botón rojo.

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26 de noviembre de 2008

LOS CROMOS VOLADORES


Quién me iba a decir a mí cuando yo era niño que algún día escribiría sobre los cromos voladores con el fin de que cualquier persona del mundo pudiera compartir conmigo aquel recuerdo.


Todavía me sorprende este fascinante invento de internet y los blogs. No me cansaré de repetirlo. Ni de agradecer vuestras visitas y comentarios.
Seguid haciéndolo, por favor.



Situemos la escena en Benidorm donde mi hermano Tomás y yo vivíamos con mis padres unos años antes de trasladarnos definitivamente a Petrel. Aún faltaba para que nacieran Fran y Ana.
Desde bien pequeños nos aficionamos a las colecciones de cromos. En el supermercado del barrio aparecía con frecuencia algún coleccionable en productos como Danone, Bimbo o Kas y nos divertía enormemente el ritual de abrir el sobre con desesperación, mirar los cromos, exclamar “¡No la tenemos!” y colocar todas las estampas en el álbum.
Recuerdo haber pegado esos cromos con distintos mejunjes cuando no teníamos pegamento, incluida una solución de agua y harina que al secarse dejaba el cromo más o menos agarrado e impregnaba el álbum de cierto olor a pan.
Otras veces utilizábamos cola de pegar zapatos (la cómoda y práctica barra de pegamento escolar de hoy en día no existía, o al menos no llegó a nuestras manos) con lo que a veces se nos pegaban las páginas de los álbumes y suponía una odisea despegarlas después.
No era fácil completar un álbum cuando había que conseguir los cromos comprando en la tienda comestibles o bebidas , pero aún así rematamos alguno.
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Si por el contrario el álbum se adquiría en algún quiosco, la cosa era diferente. Completar un álbum dependía de la situación monetaria. Los cromos estaban a nuestro alcance dependiendo de la mayor o menor calderilla que tuvieran nuestros progenitores en los bolsillos.
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Pero aquí viene lo mejor, lo fantástico, lo fabuloso, la alegría desbordada: había veces, muchas veces, en las que los sobres de los cromos NOS LLOVÍAN DEL TECHO!!!
Cuando menos lo esperábamos, cuando más distraídos nos encontrábamos, caían de repente, a puñados, sobre nuestras cabezas, y cubrían la alfombra, quedaban sobre las sillas, sobre la mesa, encima de un cuadro…
Entonces mi hermano y yo nos volvíamos locos de contentos mientras uno recogía sobres y el otro los abría y ambos gritábamos “Ioooo, ioooo!! La tenemos… La tenemos… ¡¡ NO LA TENEMOS!!
Después, cuando nos faltaban muy pocos cromos por abrir, otra lluvia de sobres nos envolvía sin averiguar nunca de dónde procedían realmente, y otra vez el júbilo se desataba.
Detrás de toda aquella magia estaba mi padre con los bolsillos repletos de sobres de cromos, siempre preparado para hacerlos volar y caer en una lluvia que colmaba de felicidad a sus hijos.
Hoy me imagino la escena de esta manera:
Mi padre se acercaría al quiosco y diría
- ¿Tiene cromos de la colección Tal?
- Sí, ¿cuántos quiere?
- ¿Cuántos tiene?

Porque yo creo que a veces los compraba todos.


Tantos, que incluso recuerdo que cuando todo volvía a la normalidad y nos sentábamos a pegarlos, aún descubríamos alguno que se había quedado enganchado en la lámpara o detrás de un sillón.
Con semejante ayuda era más que lógico que completáramos muchas de aquellas colecciones.


Con el tiempo he sabido que en determinadas ocasiones mis padres vivieron momentos económicos delicados en los que no había un trabajo estable y llevar dinero a casa dependía de remotas y complicadas gestiones por parte de mi padre que iba pateando la calle cavilando mil y una formas de solventar esa vital papeleta.
Me atrevo a pensar que muchas de aquellas lluvias de cromos y la consiguiente ilusión de sus hijos ocurrieron a pesar de algunas de aquellas penurias y pudieron ser sus remansos de paz, sus oasis de felicidad en el maremagnum de la vida.

















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Notas:

¿Alguien sabría decirme quién es el joven de la camisa blanca del cromo?

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Todavía conservo aquellos álbumes si bien algunos necesitan sus "dosis de restauración" (Unos cuantos tienen mordiscos de ratones tras tantos años olvidados en el trastero)

Si te apetece echarles un vistazo no tienes más que asomarte a la biblioteca del Diablo y curiosear - con mucho sigilo y sin que se entere- EN SU ALBUM PERSONAL


21 de noviembre de 2008

HISTORIA CON BURRO EN CINCO FOTOS







Ayer estuve mirando viejas fotos del álbum familiar.
Qué delicioso momento.
Recuerdos indelebles plasmados en un manoseado
rectángulo de papel.
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Fotos de niño, con mis padres, con mis hermanos, con los animales que tuvimos, fotos de viajes, de cumpleaños, jugando por el campo, fotos de mi adolescencia, haciendo la mili, con los amigos, con los queridos abuelos…
Un valioso tesoro.
No obstante hay algunas fotos que me parece que no tienen nada que ver conmigo, que forman parte de la vida de otro.
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¿Que yo era así? Qué fideo ¿Yo era capaz de vestir de esta guisa? Ostras, qué flequillo. Vaya careto en esta ¿Por qué nadie me dijo que ese bigotillo me sentaba como una patada en el estómago?¿Y nadie me pegaba por la calle al verme?
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Otras fotos son de museo, resultan de lo más divertido pese a que, bien mirado, pudieran merecer la hoguera o, como poco, un juicio sumarísimo por atentar al buen gusto, pero en general están todas tan cargadas de historias que forman parte de mí mismo y de mi familia, que merecen mi cariño sin reservas.
Hoy voy a compartir unas pocas con vosotros. (¿Para que he creado este blog si no es para compartir?) A mí me encantan aunque son de mala calidad. (La foto digital es una bendición de estos tiempos no de aquellos).
Podría englobarlas en un grupo llamado “Fotos con Platero” o “Nuestra etapa zíngara“.
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Haré primero un poco de historia.
Resulta que a mi hermano Tomás le fascinaba disfrazarse a toda hora de indio norteamericano, con sus flecos en el chaleco, su penacho de plumas de gallina en la cabeza, sus pinturas de guerra en la cara, sus trenzas de lana… Un perfecto atrezo que le facilitaba mi madre que siempre ha sido única para esas cosas. Y como sólo le faltaba un caballo para tener el cuadro completo, mi padre, que no podía permitirse el lujo de comprarle uno, consiguió un burro con tartana y todo.
A Tomás no le gustó la sorpresa. No valoró el esfuerzo que sin duda debió hacer mi padre para hacerle feliz. ¿Dónde se había visto un guerreo indio cabalgar a lomos de un burro?, debía pensar él. Pero al subir encima del animal y empezar éste a caminar asomó la ilusión, y la imaginación hizo el resto.
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Platero era un burro blanco grisáceo con eterno apetito que tenía muchas cabezonerías (que se ponía muy burro, vamos, que para eso tiene ese nombre tan bien puesto) pero que nos hizo pasar buenísimos momentos. Alguno malo también.
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Como la primera vez que lo sacamos del corral para subirnos encima. El pobre animal se asustó y echó a correr. Nosotros no habíamos previsto esa estampida y no teníamos las puertas del chalet cerradas. Se escapó.
Era un sábado muy temprano, cómo lo recuerdo, y Tomás y yo salimos en su busca, aterrados ante la posibilidad de perder un burro el primer día en que lo íbamos a disfrutar. Lo recuperamos sin que nuestros padres se enteraran de que se había escapado. Fue gracias a una vecina que al vernos pasar corriendo nos llamó
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- Eh, ¿es vuestro ese poni? (ella dijo ponei)
Cuando miramos hacia donde nos señalaba vimos que el burro se había detenido a comer en un campo de alfalfa.
- Sí, es nuestro, es que se nos ha escapado y…
- Pues, oyes, llévate cuidao no sea que el poney se me coma todo el alfalfe.
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Desde entonces nunca sacamos a Platero sin cerrar antes las puertas del campo.
Pero el burro volvió a salir. Si bien esta vez fue cuando mi padre lo aparejó para dar un paseo con toda la familia en la tartana. Qué odisea aquella.
Ahí están las fotos para mostrarlo. Y qué bella estampa sin igual.
Mi padre con el enorme bigotón de aquella época, mi madre, muy hippy ella, con una falda larga a cuadros y unas botas altas, Tomás y Fran disfrazados de indios con trenzas de lana, Ana muy despeinada cual gitanilla en día de viento y yo con esa pelusa en el labio superior que no me afeitaba para parecer mayor. ( ¡Iluso!).
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El carro salió a la carretera empujado por el burro con la familia Cabrera en el interior de aquella tartana de techo curvo que olía a esparto.
Recuerdo que Tomás y yo dudábamos de si queríamos ser vistos o no por algún compañero de colegio con el que nos pudiéramos cruzar. No teníamos muy claro si se “fardaba” dentro de un carro guiado por un burro.
La pinta desde luego era para un cuadro. Nunca mi familia ha sido tan zíngara y trashumante como en aquellos paseos. Paseos que, digámoslo ya, fueron sólo dos o tres porque había siempre un problema imposible de remediar y es que, de vuelta a casa, cuando el burro presentía que ya estaba cerca el descanso, la paja y la avena, empezaba a correr como un loco para llegar cuanto antes. Y la verdad, las pasábamos canutas. De nada valían los tirones de riendas de mi padre, ni que se le gritara “Soooo“ a pleno pulmón, ni nada. Platero se ponía más burro que nunca y la tartana iba pegando saltos como alma que lleva el diablo hasta llegar a casa.
Y descendíamos cabreados, asustados y con el culo molido.
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Ay, Platero, Platerillo. Tantos años hace de aquello que me parece un sueño, y, ya ves, hoy, donde quiera que estés, te he recordado y, como mi tocayo Juan Ramón Jiménez, he escrito sobre ti.


P.D. Mi hermano Tomás ha escrito más sobre Platero en su blog.

17 de noviembre de 2008

ESCENAS EN EL VIDEO-CLUB


Como ya os conté hace unos meses, durante unos cuantos años estuve trabajando en un video club en Petrel. El Brigadier, que existió desde mediados de los ochenta hasta principios de los noventa, cuando el cine se veía en casa a través de las cintas de VHS o de Beta. (Qué viejo se siente uno cuando cuenta estas cosas)
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Fue una época intensa que me trae recuerdos agridulces. Por un lado la alegría de grandes momentos de esplendor en aquel negocio familiar, con unos fines de semana con tantos alquileres que el video club se quedaba casi vacío de películas y con tanta aglomeración de clientes que los cuatro hermanos teníamos que echar un cable para que aquello se pudiera sobrellevar ( y a veces ni aún así)
Mis padres y yo atendíamos a los clientes mientras mis hermanos colocaban los DISPONIBLES, (las tarjetas que indicaban que la película estaba libre y se podía alquilar) o guardaban en las estanterías por estricto orden numérico todas las cintas que se iban devolviendo. Y no te podías dormir en los laureles si no querías que los montones de cintas o de tarjetas te desbordaran.
Las novedades de cada momento eran siempre muy buscadas. Algunos clientes llegaban a esperar horas en el mostrador aguardando a que devolvieran esa película que anhelaban. Y podía darse el caso de que al final no llegara porque el que la tenía en casa hubiera preferido disfrutarla un día más aunque eso le costara volver a pagar su alquiler.
Y es que en aquel entonces la cosa no funcionaba como ahora.
Hoy vas a buscar a un videoclub "Agárrame esa momia 4" y encuentras por lo menos 12 DVDs del título en cuestión. Pero entonces una película costaba un ojo de la cara. El ejemplo del mayor abuso lo tuvimos con Dumbo de Walt Disney, (otra vez Disney jodiendo la marrana) que costó nada menos que 16.000 Ptas (léase pesetas para los desmemoriados o 96 euros para los de letras) ¿Cómo iba uno entonces a poner 12 Dumbos en las estanterías? Imposible amortizar tanto elefante. Y encima corrías el riesgo de que algún aparato de video triturara la cinta antes de lo deseado y tuvieras que hacer de tripas corazón para no matar al cliente por la faena.
Decía lo de recuerdos agridulces porque también entra en el lote la etapa de la caída. Cuando se estrenaron las televisiones de Canal 9, Telecinco y Antena 3 el negocio empezó a hundirse lentamente y el video club pasó de ser un lugar bullicioso a un lugar con escasa afluencia de público. Hasta que lo tuvimos que cerrar.
De todas maneras, como soy una persona positiva me quedo con todos los buenos recuerdos, que son incontables.

No puedo dejar de sonreír al recordar esas mañanas entre semana en las que me visitaba mi amigo Juan Luís.


Allí, detrás del mostrador, nos atiborrábamos de los hiperglucémicos desayunos que comprábamos en la pastelería de al lado, El Pastaó.
La afinidad que he tenido siempre con Juan Luís en cuanto a nuestro sentido del humor nos ha llevado a través del tiempo a escribir muchos cuadernos juntos. En los años del video club concluíamos nuestro Diccionario Basicómico (*), definiendo a nuestra manera cientos de palabras de la A a la Z.


También escribimos por aquella época El club de las cosas bien hechas sobre todos aquellos asuntos de la vida que nos daban rabia o no llegábamos a entender. Más adelante llegaría Dimes, diretes y dineretes en el que explicábamos a nuestra manera los dichos y refranes populares.
En aquella época nació mi manía de dar puñetazos en el hombro de las personas que me hacen reír. Y la culpa es de Juan Luís. A veces me dolía el estómago de tanta carcajada y él continuaba con su irrefrenable cachondeo. No sabiendo yo cómo hacer que se callara tuve que acercarme y sacudirle. Sólo así cerró la boca.
Desde entonces es mucha la gente que conoce mi afinidad por golpear el hombro ante mi risa fácil.
Estando en el videoclub, una mañana ocurrió una cosa muy chocante.


En un pequeño televisor que había en un estante en la pared solíamos tener puesta siempre una película. Entraba casi a diario el cartero a dejar correspondencia. Era un señor muy amable que sólo decía dos palabras. Un sonoro “buenos días” al entrar, alargando mucho la “i” y un “adiós” extendiendo la “o”, al marcharse. Sólo por eso ya entró a formar parte de “Nuestros clásicos”, una lista de personajes reales a los que Juan Luís y a mí nos gustaba imitar. (Quizás de esta lista os hable en otra ocasión)
Aquella mañana entró este clásico para entregarme unas cartas
- Buenos díiiiiiiiiiiias- saludó
Y antes de despedirse con su habitual “Adiooooooos”, justo en ese instante Lina Morgan decía en la tele:
- Hay asnos más inteligentes que este cartero.
Al hombre se le quedó una cara de no entender nada que era digna de ver. La anécdota provocó nuestra hilaridad durante muchos días. Fue una completa casualidad pero nos producía un cierto malestar que el cartero pensara que habíamos preparado la cinta para que sonara esa frase al entrar él.
Otra anécdota que recordamos todos es cuando entró aquel cliente y dijo:
- ¿Por dónde tenéis La mosca?
Y yo contesté:
- Por la puerta del váter.
Y era verdad, en un pequeño panel de madera junto a la puerta del WC estaba casualmente la película de La mosca, pero sonó tan a pitorreo que aún nos reímos al recordarlo.
E inolvidable aquella otra vez - y que de paso sirva para que os hagáis una idea de cómo es Juan Luís los que no le conozcáis - en la que dijo algo tan gracioso que no tuve más remedio que perseguirle por todo el video club con la intención de pegarle fuerte en el hombro. Yo corría detrás de él y él se limitaba a huir. De repente tropezó, cayó al suelo, hizo tambalearse un panel y una lluvia de películas le cayó encima en unos segundos.
No se inmutó. Pero acto seguido y todavía en el suelo agarró con las dos manos una de las películas que tenía encima y abriendo mucho los ojos exclamó:
- ¡¡ La que estaba buscando !!
Y entonces sí le rematé a placer.


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(*) Algunas definiciones al azar del Diccionario Basicómico

Adrede - Pisotón en el desierto

Difunto - Aquel que ya no está para estos trotes

Efectivamente - Lo mismo que “así es” pero con ganas de complicarse la vida.

Fecha - Lo que tían lo indio

Lechuga - Que dicen que no engorda, pero yo he visto cada gusanaco…

Llano - Antes sí, pero ahora ya…

Metamorfosis - Faraón egipcio que tras morir y hacerlo momia se hizo mariposa. Y es que tenía un ramalazo el tío que ni muerto lo podía evitar.

Mono - Animal que oye sólo por un oído.

Paracaídas - Paracaídas las de mi abuela cuando no coge el garrote.

Risueño - El que se rie en la cama mientras duerme.

Subasta - La profe de Religión dijo “Ya está bien” y nadie le hizo caso. Entonces entró el director y gritó “Basta” y ya no se oyó un alma. ¿Qué fue más contundente?

Tos - Hobby que se practica en los teatros.

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12 de noviembre de 2008

CUENTA PENDIENTE CON WALT

Dejo el reto anterior flotando en el ciber espacio en busca de su destino y me sumerjo en un recuerdo de niñez.
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No puedo presumir de tener una buena memoria. Es más, si se lograra medir la capacidad de recordar de cada individuo, estoy seguro de que yo estaría muy por debajo de la media.
Mis hermanos a veces se asombran de que yo haya olvidado incluso cosas muy destacables en la que he sido protagonista directo, pero qué le voy a hacer; para lo bueno y para lo malo olvido casi todo.
Debe ser que los cajones del cerebro se autolubrican para que podamos abrirlos con facilidad pero que en mi caso el engrasador hace años que no funciona y el polvo y las telarañas han atascado los míos. Pero yo espero que sea verdad eso que dicen que los ancianos recuerdan con claridad las vivencias del pasado aunque olviden lo que comieron ayer (a mí eso de no acordarme de lo que comí ayer me deja indiferente. Es más, soy joven y he tenido que hacer una esfuerzo para acordarme de lo que he comido hoy mismo)
Pero, como decía, ojala llegue yo a viejecito y, sentado en un cómodo sillón y con una manta sobre mis piernas, entrecierre los ojos y sea capaz de recordar todas las buenas vivencias que ahora tengo tan difusas. Y que las malas se queden en los cajones más atascados.

- Abuelito, ¿en qué piensas? - me preguntará uno de mis nietos
- Pues mira - le diré - me estaba acordando de algo muy divertido que hacía años que no me acordaba.
- Ehh - llamará a sus hermanos y a sus primos - que el abuelo se ha acordado de otra cosa.
Y todos vendrán corriendo a sentarse a mis pies como hacíamos mis hermanos y yo cuando el abuelo Conrado se disponía a contarnos un cuento.
(Esto es lo que mi amigo Juan Luís llama la "futuro-nostalgia", es decir, añorar hoy lo que aún no ha ocurrido.)
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Pero voy a desempolvar ahora el recuerdo de un cajoncito que nunca se me ha atascado.
Tenía yo 4 o 5 años e iba a un colegio de Benidorm (no me preguntéis el nombre, lo he olvidado)
Cuando salía al patio que era inmenso (o al menos a mí me lo parecía) corría a un rincón para asomar la cara entre las columnas de la balaustrada que separaba el colegio del exterior y por allí miraba la cartelera del cine que había enfrente. Yo ya sabía leer por aquel entonces y me gustaba saber el título de la película de cada semana y comprobar si el cartel era bonito. (El colegio continúa estando allí, con la misma balaustrada, pero el cine ha desaparecido como casi todos los cines de barrio de España)
Aquella vez se me abrieron mucho los ojos al encontrarme con el colorido póster de un cervatillo que miraba a la mariposa que se le había posado en la cola. Leí el título y esperé ansioso a decir en casa que en el cine hacían una película de dibujos que se llamaba "Bambi".
Debí insistir mucho en verla pues mi madre nos llevó a mi hermano Tomás ( 2 años menor que yo) y a mí ese mismo fin de semana.
¿Cómo voy a olvidar cualquier impresión producida en un cine si todavía de adulto me sigue pareciendo un lugar sumamente acogedor y lleno de magia? Más aún con tan corta edad.
Aquella debió ser la primera película que veía en una sala por lo que me imagino pegado a la butaca con la boca abierta mientras mis retinas se empapaban de aquellas bellas imágenes de multitud de animalillos correteando por el bosque.
Y allí estaba Bambi, recién nacido, con una mamá guapísima que le miraba con amor infinito. Yo debía estar hipnotizado cuando el cervatillo aprendía a andar y su amigo Tambor, el conejo, se reía de él. Era todo tan bonito.
Bambi iba creciendo y recibía consejos de su madre, que no se separaba nunca de él.
En la película, madre e hijo huyen del primer acoso de unos cazadores. Imagino que ahí yo me inquietaría para respirar aliviado cuando pasa el peligro. Peligro que se vuelve a repetir en aquellas imágenes en las que la mamá de Bambi alza la cabeza y las orejas e intuye la presencia de nuevos cazadores.

- Corre Bambi - grita a su hijo - Corre, corre.
La música se intensifica, las imágenes se suceden con celeridad.
- Corre Bambi, no mires atrás, corre, corre...
Y el sonido de un disparo que hiela la sangre.
Bambi ya corre solo y cuando finalmente se esconde en el bosque aún grita feliz: "Lo conseguimos mami. Ya estamos a salvo"
Pero la madre ya no está con él.
Tras unos minutos de angustia y desesperación aparece el padre del cervatillo. Imponente, seguro de sí mismo y desde lo alto le dice a su hijo: “Vámonos de aquí. Acompáñame, ”

Para mí ahí acabó la película.
El resto no existió.
Me lo pasé asimilando lo que era imposible de asimilar.

¿Dónde estaba la mamá de Bambi? No sé si le preguntaría yo a la mía donde estaba la del cervatillo pero no creo que mi madre fuera tan directa como para susurrar :" La han matado". Más bien me atrevo a deducir que yo no abrí la boca por temor a que me dijera lo que no quería oír. Por su parte, mi madre solo recuerda que yo ví toda la película pero que Tomás, demasiado pequeño para entender nada, se durmió. Qué suerte la suya.
Porque para mí el resto de la película fue un mero trámite, una decepción, un gran disgusto, un fraude. Por más que lo disfrazaran con la llegada de la primavera, con los pajarillos, el riachuelo, las canciones, lala lala… Sin la mamá de Bambi nada tenía sentido ya para mí. Y cuantas más novedades iban apareciendo en la vida del ciervo más acongojado me sentía al comprobar que nadie se acordaba ya de la pobre y bella cierva.
Y aunque os cueste creerlo, la película me marcó profundamente.
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Con el señor Walt Disney tengo por tanto una cuenta pendiente.
Murió precisamente el año en que yo nací (¿no quiso dar la cara?)
Sé que debe estar en el cielo entre nubes con forma de Mickey Mouse, totalmente ajeno a aquel grave error que cometió en vida. Pero llegará un día en el que nos encontremos. Entonces me acercaré a él y le diré:
- Señor Disney?
- Yes?
- ¿Cómo pudo usted ser tan cruel y vapulear de aquella forma el corazón de un niño inocente?
- Pardon? - me dirá con cara de Goofy
- Que tanto le costaba a usted añadir en el cartel de la película, justo debajo de donde ponía Bambi, un letrero bien grande que dijera: NO RECOMENDADA PARA NIÑOS ?
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5 de noviembre de 2008

LOS 6 DIABLOS DE LONDRES


Esto que hoy publico os va a resultar raro, atípico y algo confuso. Pero me consta que muy original también.
Lo iba a titular EL RETO, pues de un desafío disfrazado de juego se trata, pero creo que el nombre que le he puesto finalmente despierta mayor curiosidad y eso es lo que necesito: curiosos "que caigan en mis redes".
Ya advertí en la nota final de EL DIABLO ALZA EL TRIDENTE que propondría algo así y el momento ha llegado.
Todo comenzó como consecuencia de un viaje. Mi hermano Fran y Laura, su mujer, iban a pasar tres días de distracción en Londres. A última hora ella se sintió indispuesta y para no perder todo el dinero del vuelo se fue él solo.
Estando allí me hizo una llamada al móvil


- Eh, Fran, ¿qué tal? ¿cómo lo estás pasando?
- Muy bien. Te llamo desde el Museo Británico. Ayer pasé aquí toda la tarde y hoy he vuelto para continuar viendo cosas.
- ¿Más museo? ¿No te aburre?
- Qué va, a mí no. Es que aquí hay mucho que ver y todo muy interesante. Además hace mucho frío y no para de llover. Al menos aquí se está bien. Por cierto, me mojé y he pillado un catarro...



Continuamos hablando un poco más y ya se iba a despedir cuando se me encendió de súbito una bombilla en la cabeza.
- Espera un momento - le dije
- Dime
- Hazme un favor, Fran. Dibuja en un papel un diablo y escóndelo en algún lugar emblemático de Londres.
- ¿Y eso? - quiso saber extrañado
- Para mi blog. A ver si alguien lo encuentra.
- Ah, vale. Lo haré.
- Que sea un lugar en el que no se pueda mojar ni ser descubierto a simple vista. Que sólo se encuentre si se dan las instrucciones para llegar a él.
- Muy bien. Hoy mismo lo haré y si quieres fotografiaré el lugar exacto.
- Sí, perfecto - exclamé contento - porque podré colocar esa foto en el blog.
Nos vimos al fin de semana siguiente en Petrel. Fran seguía congestionado por el catarro. Hizo muy mal tiempo en los días que pasó en las tierras de la Reina Isabel II, pero eso no le impidió llevar a cabo nuestro plan conjunto. Y no escondió sólo un diablo sino nueve, fotografiando además esos nueve lugares, con lo que la cosa se hacía más atractiva. Pero para que no se hiciera demasiado pesado exponer el plano londinense de los nueve diablos, descarté tres de ellos que, además, sí corrían el riesgo de deteriorarse bajo algún chaparrón.
Quedan por tanto seis diablos escondidos en Londres dispuestos a ser encontrados por cualquiera de vosotros.
Lo divertido del juego es que ni siquiera hace falta ir personalmente a buscarlos. Este mundo de internet nos permite comunicarnos con gente de todo el mundo, incluso con londinenses. ¿Nadie se prestará al juego de ir en busca de ellos?
Reconozco que no es tarea fácil y me cuesta creer que alguien me escriba para decirme que ha encontrado alguno de esos diablos pero también pensé que nadie me conseguiría una foto de la Plaza de la Gamba Alegre de Torremolinos y ya visteis que llegó a nuestro blog. Por lo tanto... ¿por qué no?
Paso sin más demora a exponer dónde están LOS 6 DIABLOS DE LONDRES y espero hacerlo de forma bien clara para que no quede ninguna duda. Os lo presento primero a través de un video y un texto explicativo a continuación.







DIABLO Nº1 - EN EL BIG BEN - Justo después de la base de la famosa Torre del Reloj del Parlamento comienza una verja de hierro. Esa verja esta adornada con flores metálicas de color negro. Detrás de uno de los pétalos de la primera flor está escondido el primer dibujo de uno de los diablos que hizo Fran.
DIABLO Nº2 - EN LA ABADÍA DE WESTMINSTER - La majestuosa abadía, próxima al Parlamento, cuenta con un pórtico o puerta principal por la que entran incesantemente los turistas. Unos metros a la derecha hay otra puerta secundaria que suele permanecer cerrada. A la izquierda de esta segunda puerta hay un demonio de piedra en la pared y junto a éste unas columnas. Detrás de la columna más próxima al demonio de piedra está escondido el segundo diablo de papel.
DIABLO Nº 3 - EN LA ABADÍA DE WESTMINSTER - Todavía en la misma abadía pero mucho más a la derecha de esa segunda puerta hay otra puerta solitaria muy pequeña y que no se abre nunca. Un canalón baja por la pared muy próximo a esa pequeña puerta. Oculto tras el canalón nuestro tercer diablo aguarda pacientemente a ser descubierto.
DIABLO Nº 4 - EN LA SALIDA DE METRO A WESTMINSTER - Si bajamos las escaleras y accedemos a ella habremos de buscar un cartel indicador de líneas del metro que dice Eastbound platform 2. Junto a él otro cartel publicitario. Detrás de éste se encuentra el cuarto diablo.
DIABLO Nº 5 - EN LA ESTACIÓN VICTORIA - Tras entrar por la puerta principal hallamos muchas cabinas de teléfono pero hemos de buscar un par de cabinas gemelas solitarias que hay más al interior entre dos tiendas. Detrás de una de esas dos cabinas está oculto el quinto diablillo.
DIABLO Nº 6 - EN LA FUENTE DE PICADILLY CIRCUS - En la bien conocida plaza de Picadilly hay una gran fuente coronada por la estatua del Angel de la Cristiandad pero que todo el mundo llama estatua de Eros. La base de esta fuente es octogonal. Al llegar a ella hay que colocarse en el lado en el que mejor perspectiva se tiene del culo (con perdón) de este ángel. Desde allí se ha de meter la mano en el hueco que forma un rosetón metálico de los que adornan esta fuente. Allí duerme el sexto dibujo de Fran, que dicho sea de paso, es la única diablesa.



Bien, aquí queda esto. Daré por superado el reto con la demostración de haber encontrado al menos uno de los diablos ( por cierto todos están diciendo algo en inglés dentro de un bocadillo que también les dibujó Fran) Si tenéis alguna duda preguntadme.
A mí sólo me resta haceros una pregunta a vosotros: ¿No os apetece ir a la caza del diablo?

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Nota: Luego supimos que Laura no fue al viaje ¡¡ porque está embarazada !! y esperaron a la vuelta de Fran para darnos la noticia. Así que aguardo feliz a un sobrino o sobrina que no será de Yecla ni de Burriana sino de Petrel, mi pueblo.


1 de noviembre de 2008

DIABLOGRAFÍAS 2

Si todos los chinos gritaran a la vez,
¡menudo susto mundial!


En la senda del bien
hay demasiados atajos sospechosos

Dicen que no somos nadie

(Hacienda no lo dice)



Tengo un amigo con doble personalidad.

Lleva muy mal lo de quién baja la basura.



Cuando el elefante ve sonreir al león

se siente republicano.


"Otro día de niebla"-

comentan los pulmones del fumador -



No comprendo por qué las puestas de sol

no son records de audiencia.


No es en el Amazonas

donde más serpientes venenosas hay.

Es en las peluquerías.



Hay que ir por la vida mirando al frente

(pero cuidado con las cacas de los perros)


Dicen que las palomas mensajeras

no quieren ni oir hablar de internet.

De mi cuaderno "Notas para un pensagrama" Año 2000

Dibujos : octubre 2008