Era
yo un joven estudiante cuando oí hablar por primera vez de
Guillermo Cabrera Infante, y recuerdo que toda mi atención se
disparó hacia el profesor que, de repente y sin venir a cuento,
nombraba a alguien de mi familia. No era solo que fuera Cabrera como
yo, es que además era Guillermo, como mi tío (el hermano mayor de
mi padre) y como mi bisabuelo, del que me habían contado algunas
cosas. ¡Tenía que ser de mi familia a la fuerza!
Sin
embargo descubrí que el tal Guillermo citado por el profesor era un
escritor cubano al que probablemente no nos unía ningún
parentesco. Digo probablemente porque también recuerdo que cada vez
que en televisión aparecía algún rótulo superpuesto con el nombre
de algún Cabrera participando en un concurso, o un ciudadano Cabrera
que contestaba a alguna encuesta por la calle, o un Cabrera que se
convertía en noticia por el motivo que fuere, mi padre siempre
decía: “¡Mirad, un Cabrera! ¡Quién sabe si será familia
nuestra!”
Mi
bisabuelo Guillermo Cabrera Navarro fue notario, algo que nunca se me
ha olvidado por las muchas veces que mi abuelo Juan nos decía a los
nietos: “¡Estudiad mucho, que me haría mucha ilusión que alguno
llegara a notario como mi padre!”
También añadía que era esa una
carrera dificilísima, consiguiendo así que todos miráramos y
admiráramos al hombre de la foto que había en su despacho, y al
mismo tiempo descartáramos secretamente semejante reto si suponía
estudiar tanto.
El
padre de Guillermo, Juan José Cabrera de la Cuesta, (es decir, mi
tatarabuelo) fue profesor, y, según cuentan, muy inteligente. Cuando
su hijo terminó la carrera de Derecho, tanto él como Purificación,
mi tatarabuela,desearon que empezara a ejercerla cuanto antes, pero
resultó que Guillermo aspiraba a algo más y dijo a sus padres que
quería presentarse a las oposiciones de Notaría.
Para
participar en aquella oposición había que pagar una considerable
cantidad de dinero, por lo que su padre no estaba muy de acuerdo,
pero no queriendo que fuera esa la excusa y teniendo constancia de
que lo más importante en aquel examen era el conocimiento del Código
Civil, se sentó frente a su hijo y le dijo:
- ¡Vamos
a ver qué tal vas en este tema!
Y
abriendo el libro por una página al azar, le preguntó los artículos
de la misma. Después saltó a otra, luego a otra... Después de 15 ó
20 intentos comprobó que contestaba con exactitud a todos ellos.
Cerró el libro y le dijo:
-
Preséntate, hijo. Tienes mi apoyo.
Siendo
ya Notario sacó además, por puro capricho, la carrera de
Registrador de la propiedad y la de Juez.
Admirable,
¿no es cierto?
Durante
el transcurso de su vida tuvo, y esto sí que es imposible de
olvidar, ¡21 hijos! (de dos mujeres) Me cuesta imaginar algo así,
pero supongo que si fue capaz de recordar todos los artículos del
Código Civil, se acordaría del nombre de todos sus hijos, digo yo.
Curiosamente
no llegué a conocer a ninguno de los hermanos de mi abuelo porque
cada cual partió para diversos lugares de la geografía, y eso es lo
que me ha hecho pensar tantas veces, al escuchar que alguien se
apellida como yo, si será descendiente de alguno de aquellos otros
20 hijos de mi bisabuelo.
También
me parece curioso no haber coincidido con más Cabreras durante mis
años de escolar, ni en el Instituto, ni en la mili. En la
Universidad solo conocí a un Cabrera de segundo apellido; era de
origen valenciano.
A
lo largo de los años, mi hermano Fran ha tenido (y sigue teniendo)
diversas pasiones que ha explotado al máximo, disfrutándolas
siempre con locura. Una de ellas fue crear el árbol genealógico
de nuestra familia, intentando llegar al antepasado más lejano
posible.
Por
la parte materna llegó a ramas altísimas que nunca imaginó
alcanzar, y fue gracias a que consiguió acceder a archivos
parroquiales de Petrel y localidades cercanas.
Por
el lado paterno, en cambio, la cosa fue más complicada puesto que
para seguir investigando debía desplazarse a poblaciones como Vélez
Rubio o Caniles de Baza y aún no ha tenido oportunidad de hacerlo.
Así
que seguimos a la espera de comprobar lo que en mi familia siempre se
ha comentado como algo posible: ser descendientes de Ramón Cabrera
Griñó, que pudo ser el abuelo de Juan José Cabrera de la Cuesta.
Ramón
Cabrera Griñó, conocido como El Tigre del Maestrazgo, fue un
general de las tropas carlistas (el militar que más resistió), que
adquirió los títulos de Conde de Morella y Marqués del Ter, y que
acabó sus días exiliado en el Reino Unido.
Fran
estuvo en el cementerio de Londres donde se supone descansan sus
restos, pero lógicamente le resultó imposible localizar su tumba
entre tantas otras.
Nos
contaba mi padre, que llegó a leer su biografía, que en las guerras
carlistas, como no lograban vencerle, secuestraron a su madre con el
propósito de que se rindiera. Como no fue así, la fusilaron. El
Tigre del Maestrazgo se vengaría con una sanguinaria batalla en la
que acabó empalando a los que la ejecutaron.
Pero
volviendo a cosas más recientes, y haciendo memoria de anécdotas
personales relacionadas con mi apellido, me viene a la cabeza la
clase de octavo, con Don Antonio, que en la hora de Geografía iba
preguntando al azar las provincias españolas. Eran los tiempos de
Castilla la Nueva y Castilla la Vieja (y contando esto me siento un
poco Juan el Viejo) Don Antonio preguntaba a unos y a otros por unas
comunidades u otras pero cuando me llegaba el turno, siempre, repito,
siempre, me decía:
- Cabrera...
¡Baleares!
Y
yo empezaba: “Mallorca, Menorca, Ibiza, Formentera...
Y
la clase estaba ya expectante para oírme decir:
-
...y Cabrera”.
Y
empezaban a reír y aplaudir.
Y
algo que me resulta entrañable recordar, que todavía no he contado
en el blog y merece una entrada aparte, es que mi padre construyó en
los años 80 una maravillosa cabaña de madera que quedó enclavada a
los pies de una bella montaña en la localidad de Sax (Alicante).
Cuando digo una cabaña no me refiero a un refugio para que jugaran
los niños, no, quiero decir una hermosa vivienda de madera.
Nadie,
(yo creo que ni él mismo) hubiera imaginado que sería capaz de
construir algo así sin tener conocimientos de construcción.
En
una de las ocasiones en que fuimos toda la familia a pasar el fin de
semana en la cabaña, algún operario del Ayuntamiento había pasado
por allí para clavar en la puerta una chapa metálica que decía:
Cabrera, 11.
-
¡Anda, qué chulo, has puesto aquí nuestro apellido! – le dije a
mi padre.
-
No, - me contestó – eso es la dirección. ¿Es que no os había
dicho cómo se llama esta sierra?
-
No, ¿cómo se llama?
-
Esta es la Sierra Cabrera.
Y
yo me sentí orgulloso de nuestra cabaña, de “nuestra” sierra,
de mi padre y, cómo no, de mi apellido.
Nota
1: Aunque mi abuelo no llegó a verlo, uno de sus nietos, mi primo
Francisco Cabrera siguió la misma trayectoria de brillantes
estudios del bisabuelo Guillermo, y hoy es Juez.
Nota
2: Por casualidades de la vida, Saúl, el hijo de mi hermano Fran, se
apellida Cabrera Navarro, como su trastatarabuelo.
Datos
sacados de internet:
En
España se estima que hay 31.169 personas que comparten el apellido
Cabrera. Es el 124° apellido más común en España.
Como
topónimos destacan los lugares de Cabrera en Madrid, Gozón
(Oviedo), Montreal (Tarragona), Pelegrina (Guadalajara), Las
Veguillas (Salamanca) y La Vega de Almanza (León).
Topónimos
de Cabreras se pueden encontrar en el Castillo de Locubin (Jaén),
Vélez Rubio (Almería), Villena (Alicante) y Cabreras Altas en
Málaga.
Personajes
con apellido Cabrera:
Vicente
Cabrera: Impresor del siglo XVII. Fue nombrado librero de Valencia.
Ferrán
Cabrera y Cantó: Pintor de Alcoy.
Ramón
Cabrera Griñó: Militar carlista, nacido en Tortosa.
María
Dolores Cabrera y Heredia de Miranda: Escritora.
Joan
Batista Cabrera Ibarz: Primer obispo de la
Iglesia Episcopal Española.
Ángel
Cabrera Latorre: Zoólogo de Madrid.
JuanRa
Cabrera Rodríguez: Diablo (o algo así)