Muchas veces, cuando miro la portada de un libro de memorias, he imaginado al autor escribiendo ese montón de páginas sobre su vida y siempre me queda la sensación de que debe ser una labor tremendamente compleja.
Porque ¿cómo se hace para recordar tantos años, traspasarlos al papel en orden cronológico, hilvanarlo todo con soltura y redactarlo bien? ¡Eso debe llevar toda una vida! (otra)
También me da en ocasiones por pensar cómo luciría un libro en cuya portada se leyera: Memorias de JuanRa Diablo.
No, no es que quiera escribir ese libro, (entre otras cosas porque aún soy demasiado, muy joven) pero sí me apetece mucho la idea de verlo publicado. Es decir, que alguno de mis futuros biógrafos hiciera el trabajo por mí, y un buen día de frío invierno me lo regalaran y yo lo leyera frente a una chimenea, con un perro San Bernardo a mis pies.
Claro que quizás sólo a mí podría interesar la vida de un tipo medio murciano, medio alicantino, que decía escribir desde el infierno.
(Bueno, un momento, dicho así no ha sonado del todo mal, ¿eh? Con un buen publicista, a lo mejor...)
No, no creo que mi vida llegue a despertar ningún interés futuro, pero, eso sí, me fastidia saber que mi biógrafo no escribirá jamás sobre una parte fundamental de mí mismo, y sé que no lo hará por dos razones:
porque es una parte casi desconocida y porque es tremendamente difícil de creer.
Sí, es difícil de creer incluso para mí, pero, repito, me disgusta que esa parte no llegue a aparecer en la historia de mi vida, siendo la auténtica sal y pimienta que haría que ese libro se vendiera como rosquillas, que los lectores no dejaran de hablar de él, y que yo pasara a la posteridad como aquel yeclano entreverao, que escribía un blog desde el infierno y que estaba poseído por un espíritu llamado Mikacheva, más conocido como Madame Parrús.
De nada sirve que yo lo proclame a los cuatro vientos una vez más. Lo he contado a mis amigos y no me creen. No es que me digan “No te creemos”, es que cambian pronto de tema de conversación, como si no les importara lo más mínimo lo que les cuento, como si el tener un espíritu femenino perverso torturándote por dentro fuera de lo más común.
A alguna amiga también se lo he dicho, y quizás por aquello de que las mujeres tienen una sensibilidad diferente, me han escuchado al menos. Y además con atención. A una se le saltaron las lágrimas, de tanto reír. “¡Y lo dices tan serio!”, dijo la otra, “¡No cambies nunca, Juan!”
No puedo proseguir con esas respuestas. No alivian nada.
Mi padre, que cuidado con inventar historias de este tipo, mi madre que qué imaginación la mía, y en mis hermanos esa mirada de “¡A otros con esa, que ya te conocemos!”
A mi mujer no se lo he dicho nunca. Intuyo que decirle que tengo a otra mujer dentro no le haría mucha gracia. A lo mejor un día lee por fin el blog y lo descubre.
De alguna forma, escribir un blog personal es ir dejando buena información de uno mismo al alcance de todo el mundo, pero lo malo de los blogs es que lo que uno escribe en ellos, se queda en ellos, y apenas trasciende. Todo se lee y se va olvidando, y con el tiempo desaparece de la mente como las burbujas de la gaseosa. No importa la rotundidad con que digas algo, no va a pasar a formar parte de tu biografía, y mucho menos si, como ha sido mi caso, no he sabido exponer las cosas serias con verdadera seriedad. Incluso ahora mismo diría que más de uno estará tomando esto en broma.
Si al menos hubiera tenido la mirada de Dickens o el bigote de Mark Twain...
Pero aunque estoy resignado a no ser creído, seguiré contándolo una y mil veces, pues no pierdo la esperanza de que alguien me escuche algún día y acepte la historia como una verdad. Si además ese alguien es mi biógrafo, podré morir feliz.
Me limitaré a exponer lo que sobre ella sé y siento. Léalo todo aquel que quiera, y háganseme todas las preguntas que al respecto sean necesarias, si con ello puedo convencer de que lo que digo es cierto.
Mikacheva fue una famosa clarividente rusa, más conocida como Madame Parrús (que nadie empiece diciendo "¿Y por qué no aparece en la Wikipedia?" Un poco menos de escepticismo nada más empezar, por favor)
No sé su año de nacimiento, todo apunta a que fue entre 1868 y 1920 (y como ella es muy presumida, no quiere decírmelo)
Aunque sus dotes adivinatorias la hicieron bien conocida en toda Rusia, la fama de Mikacheva se fraguó en París, donde fue la gran Madame Parrús y donde se hizo rica.
Parece ser que fue una de las pocas novias formales que tuvo Satán (¡¡la única, la única!!, me corrige)
Por algún motivo que desconozco, (quizás mi naturaleza maligna, que viene dada por circunstancias de nacimiento) Mikacheva entró dentro de mí hace muchos años. Y aquí sigue. Estoy cansado de repetirle que debe haber un error, que no soy quien ella cree.
No está despierta las 24 horas del día, pero sí la noto a diario. Cuando he empezado a escribir este post estaba en mi nuca. Ahora ha bajado a los ganglios inguinales.
A Mikacheva no le molesta que hable de ella, pero sí se enfada en cuanto nota un tono de hartazgo en mí. Cuando empieza a susurrarme cosas en ruso me pongo a sudar.
Actúa como una enamorada excéntrica, y me quiere más los meses fríos que los calurosos.
La he llegado a notar en varias partes de mi cuerpo a la vez. A veces se esconde dentro de ella misma, jugando a ser una matrioska. Cuando hace esto me da flato.
No aparece en análisis ni radiografías, pese a que muchas de mis dolencias se deben a su invasión, como ella misma reconoce. A veces, de forma cruel, entre risitas.
Los días que se enfada conmigo son un suplicio. Mordiscos, arañazos, pinchazos, canturreos en el hipotálamo hasta el amanecer... y en ruso, que es peor.
Los días en que me quiere mucho, me hace masajes de pies, me acaricia la columna y me llama Gorrión, y si le digo que se calle un poco se calla y se acurruca entre el bazo y el hígado.
Una noche la oí roncar tan fuerte que temí que la oyera también mi mujer.
No me permite comer huevos revueltos ni pistachos. Por alguna extraña razón la incomodan y empeoran su mal humor. En cambio se relaja mucho con el café licor y con el melocotón en almíbar. Entonces la oigo murmurar algo así como shodobre!, shodobre!
Hace mucho tiempo que insiste en colaborar en el blog, dictándome alguna entrada sobre predicciones y horóscopos, algo que me resisto a concederle.
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¿Y bien? ¿Es posible inventar algo así? ¿Y qué ganaría yo construyendo una historia que me haga parecer un loco?
Aún así puedo aceptar el que haya dudas y cierta incredulidad, por eso doy paso al turno de impresiones y preguntas por vuestra parte.
Seguiré contestando la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.