30 de abril de 2015

LUNARES A PARES

- ¿Ves estos dos puntos que tengo aquí? - le dije un día a Samuel, señalándome dos pequeños lunares que tengo en la mano derecha – Son las marcas que me dejaron los dientes de  una serpiente.

- ¿¿Una serpiente?? - exclamó con aquella carita de asombro que ponía entonces - ¿Que te mordió una serpiente?
- Sí, se la quité del cuello a la mamá. A ella también le mordió. Mira, ¿ves?

Apamen tiene dos lunares muy juntos a un lado del cuello,  y otros dos un poco más abajo. Los señalé para que Samuel los viera.

- La historia fue que la mamá estaba tumbada en la hierba y una serpiente que había por allí se acercó y le mordió. Al verla, la agarré con la mano para quitársela, y conseguí que la serpiente se soltara.  Pero me mordió en la mano y rápidamente volvió a morder el cuello de la mamá. ¿Ves como le dejó las señales de los dientes a ella también? Mira,  aquí y aquí.

Samuel empezó a mirarme con recelo y al momento le escuchamos decir.

- Pero... ¿eso pasó de verdad o te lo has inventado?
- ¡Pues claro que se lo ha inventado, Samuel! – le dijo Apamen-  ¡Dile que no te tome el pelo!
- ¿Pero a que es una historia chula? Fíjate, fíjate, son como mordiscos de serpiente. Si te lo imaginas parecen de verdad.
- Es verdad, parecen.
- Y anda que no dolió... Era una serpiente pequeña ¡ pero mordía  más fuerte...!

 Samuel sonreía aceptando que prosiguiera la fantasía.
- ¿Pero era venenosa?
- ¡Muchísimo! Estuvieron a punto de cortarme la mano,  ¡y a la mamá el cuello!

Cosas de la vida, pasados unos años tuve ocasión de ampliar la historia. 
A Samuel le aparecieron dos lunares gemelos próximos a la axila izquierda. Surgieron de la nada y cuando los descubrimos le pregunté qué le había mordido.

- No me ha mordido nada, papá,  ¡son lunares!
- Eso es lo que tú te crees, pero yo le veo pinta de que sea un mordisco de la tarantola do Brasil. 
- ¿¿La qué?? 
- La tarantola do Brasil. Es una araña muy grande  que vive en el Amazonas y en Yecla. Es muy raro que muerda pero se debió meter en tu cama. Al moverte la aplastarías y por eso te ha clavado los dientes. Te ha dejado la señal ya para siempre.

Pero si Samuel ha consentido siempre mis historias rocambolescas, Aitana no se ha quedado atrás. 

Hace poco descubrimos que también a ella le ha aparecido su par de lunares gemelos, como si también quisiera entrar en la historia de esta familia de “mordidos”. Curiosamente sus ¿lunares?  están casi en el mismo lugar que los de su hermano: por encima del pecho izquierdo en dirección a la axila.

- ¡Papá, a mi también me ha mordido algo! - exclamaba contenta.
- ¡Esto es increíble! - le decía yo- Tengo que estudiar el caso de este mordisco. A ver, ¿te duele?
- No, nada de nada
- Lógico, los mordiscos del duende azul no duelen.
- ¡Anda!, ¿me ha mordido un duende azul?
- Sí, el único que existe. Dicen que duerme dentro de las almohadas y que solo muerde a las niñas más guapas del mundo. ¡Qué mala suerte has tenido! 
- Bueno, me da igual, como no duele... 

Así que ahora ando entre libros sobre mordeduras y sus consecuencias. Estoy leyendo uno que se titula “Dicen que son lunares, pero vaya usted a saber”, que me está dando muchas respuestas.

Dice su capítulo III:

"Aparecen siempre a pares en los más variados lugares, camuflados como lunares son ,muchas veces,  mordiscos singulares. 
Y aunque de ellos nada supura, su cicatriz dura y perdura"

Estudiándolos con más detenimiento descubro hoy que a mi me mordió verdaderamente una serpiente, pero no una serpiente cualquiera sino la Luciferina (Peccatia Paradisae).  Ahí podría estar el origen de mi verdadera naturaleza.

Apamen fue mordida por el  Vampiro enano de Calasparra, (Sorbetorum Persistentis) De ahí quizás  sus años de trasnochar y bailar sin problema ni dolor alguno.

A Samuel la consabida Tarantola do Brasil (Aracnata Goleata) que inocula en la sangre sabiduría y dotes futbolísticas.

La duda la tengo con Aitana porque en este libro no aparece el Duende Azul. Tendré que consultar más tarde  este otro llamado De duendes con dientes, a ver si me aclara algo.

Aunque tal vez alguno de vosotros tenga más libros sobre mordeduras y quiera ampliar conocimientos.
¿Tenéis mordiscos en el cuerpo? ¿Verdad que parecen lunares? ¿Sabéis de dónde provienen?

24 de abril de 2015

Y ENCONTRÉ A CARITA NORDIN

Tenía yo 16 años cuando empecé  una correspondencia postal con una chica sueca cuyas señas me dieron en una  clase de inglés del Instituto.
Guardo de aquella época un muy grato recuerdo, y al mirarlo desde la perspectiva de mi edad actual, me invade una dulce añoranza. 
Es mucho el tiempo que ha pasado, pero aún recuerdo  bien  aquella ilusión  por sentarme a escribir, tratando de hacerlo en el mejor inglés posible, contando cosas de mi vida, de mi familia, de mis aficiones..., y metiendo finalmente en el sobre cualquier detalle de poco peso que pensara pudiera agradar a mi nueva amiga.
Cómo ha desaparecido prácticamente aquello de echar las cartas al buzón  y esperar con  anhelo la respuesta…

Aquella correspondencia solo duro tres años, pero fue bastante fructífera. Hasta singles de vinilo llegamos a intercambiar, además de fotos, postales, cromos, y cosas por el estilo. En el año 1985 la cadencia en nuestra correspondencia se fue espaciando, y un día el cartero me devolvió la última carta que yo le envié, pues al parecer había dejado de vivir en aquella dirección. Desde entonces no volví a saber más de ella.

En todos estos años me asaltó en ocasiones una pregunta: ¿Qué sería de aquella chica?

Pues bien, por esta manía mía por escribir historias, hace año y medio me apeteció contar en el blog la de aquella amistad por correspondencia, y comencé a redactar aquellos recuerdos en una entrada que titulé UNA SUECA LLAMADA CARITA NORDIN.  
Reconozco que al hacerlo se me pasó por la cabeza la posibilidad de que ella me encontrara casualmente a través de internet, pero sin llegar a creerlo del todo.

El pasado 31 de enero encontré en mi bandeja un correo electrónico en cuyo asunto tan solo figuraba un nombre: Carita Nordin.
Como imaginaréis, me dio un vuelco el corazón, pues pensé que era de ella, que había dado conmigo.
Pero no, eran unas  frases, breves y concisas, como si se tratara de un telegrama,  que me enviaba  un tal Mojca,  y que en inglés me decía

Hola.  Carita Nordin fue también mi amiga por correspondencia.  Ella vive en Alemania ahora. Recibí su última carta en la primavera de 1994. Tal vez sea esta la chica/mujer que ambos buscamos.
Y añadía una dirección de Facebook.

Leí esas líneas infinidad de veces, sorprendido ante algo tan inesperado. Esta persona parecía haber dado con mi entrada sobre Carita y se había molestado en escribirme. Me parecía algo increíble, e  intuí que  podía ser el principio de algo grande, por lo que no dejé de pensar en las cosas tan curiosas que en ocasiones nos acontecen gracias a internet.

Cuando pinché el enlace  que me adjuntaba, encontré la página de Facebook de una tal Carita Grosse. No era su apellido, pero tenía lógica:  lo habría cambiado al casarse.  Apenas había fotos en su cuenta pero sí encontré un par que tras observarlas detenidamente  me convencieron de que se trataba de ella, de aquella penfriend de la adolescencia.

La verdad es que quedé bloqueado durante unos segundos ante tanto acontecimiento imprevisto.
Lo primero que hice fue escribir a ese Mojca para agradecerle la información.
Al hacerlo me percaté de algo curioso, y es que su dirección de correo incluía una cifra: 666. No pude resistirme a comentárselo

“Una última cosa, le dije, ¿por qué en tu dirección de correo aparece el 666? ¿Sabes que a mí me llaman diablo por haber nacido el 6-6-66?”

Su respuesta fue inmediata:

¿Me estás llamando Diablo a mí también? Mira que te di la dirección correcta, y un diablo nunca  haría algo así, ¿o sí? jajaja.

Finalmente resultó que su fecha de nacimiento era muy similar a la mía: 6/3/66, pero que jamás había asociado esa cifra con el diablo.
Me hizo saber que era de Eslovenia pero que actualmente vive en Austria y me animaba a escribir a Carita sin miedo a equivocarme

“Poco después de escribirte, me dijo, ella aceptó mi solicitud de amistad en Facebook y ya hemos hablado largo y tendido. Sí, Juan, es ella”

Así que, maravillado por haberla encontrado después de tantos años, también toqué a su puerta de Facebook, esperando respuesta.

Las sorpresas se fueron desencadenando una tras otra.
Mojca pasó de escribirme correos a contactar conmigo a través de esta red social, y descubrí que no era un hombre como yo había dado por hecho, ¡Mojca era una mujer,! y toda una “diablesa” debo añadir.

¿Sabes que todo este tiempo pensé que eras un hombre?
Bueno, es normal, porque Mojca solo es común por aquí. Es un antiquísimo nombre esloveno que literalmente significa My girl (mi chica/mi novia) Es un nombre pagano, así que ninguna mujer puede bautizarse así. Ahora que lo pienso, empiezo a verme más relacionada con ese 666, jajaja
¿Lo ves? ¿Te sientes ya más “diabla” desde que te dije lo del 666?
¡Nooo, imposible ser más diabla de lo que ya era!

Me contó entonces las interesantes pesquisas que había llevado a cabo hasta dar con Carita, incluyendo la gran sorpresa de encontrar una foto de su amiga sueca en el blog de un español.


¿Cuánto tiempo duró vuestra correspondencia?, le pregunté
Pues desde que teníamos 12 o 13 años hasta que nació mi primera hija. Después se marchó al extranjero y le perdí la pista. ¿Y en tu caso?
Tres años, desde 1982 a 1985
¿¿Sólo tres años?? ¿Y con solo tres años le dedicas una entrada en un blog? Si llegan a ser  12 o 13 como yo,  ¿qué habrías hecho? ¿Una telenovela?

(Si esto no es respuesta digna de una auténtica diablesa que baje Dios y lo vea, jajaja)

Los días fueron pasando y yo esperaba impaciente a que Carita me saludara.

No tardará en hacerlo, ya verás – me dijo Mojca en la siguiente ocasión en  que chateamos. Ya le he comentado que  hay alguien como en aquella película, que está “Buscando a Carita desesperadamente” Ya le he contado que has escrito sobre ella en un blog y hasta le traduje algunas cosas. No es que sepa yo español, pero sí hablo italiano,  y entre eso y la ayuda del traductor…

Y sí, el momento llegó, amigos. Primero el aviso de que Carita Grosse había aceptado mi solicitud de amistad (qué formulario tan formal este de Facebook)

Y después sus primeras palabras…

¡Hola Juan! Efectivamente soy yo, y me acuerdo perfectamente de ti. ¡Es increíble, después de tantos años he contactado con mis dos penfriends a la vez!

Ahora sé que tiene 3 hijos, que vuelve a vivir en Suecia y que, casualidades increíbles de la vida, también trabaja en un centro para mayores como yo.

Han pasado 30 años,  y sin embargo os aseguro que por momentos sentí que el tiempo no había transcurrido, y que Carita y yo éramos los mismos chavales que en aquellos años   se contaban cosas de sus vidas, y  con la misma ilusión de entonces.

Prometí a Carita y a Mojca que escribiría esta entrada sobre el reencuentro, y ya me han dicho que la esperan con ganas.  
A “la diablesa” Mojca, además de felicitarle por sus labores como excelente detective,  quiero dejarle este mensaje:

"Infine mi piacerebbe ringraziare Mojca per aiutarmi trovare Carita  in questo infinito mondo dopo tanti anni." 

Siempre hay alguna historia que contar, pero una tan imprevista como esta, en la que puedo poner  un final tan alegre  a un episodio  que había quedado sin cerrar, es, me parece a mí, insuperable.
Y quién me lo iba a decir…
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Foto 1: Año 1982. Yo leyendo una carta de Carita Nordin a unos amigos.
Foto 2: Una de las fotos que me envió Carita cuando nos escribíamos, que sirvió para que Mojca contactara conmigo.
Foto 3: Carita en la actualidad. 

9 de abril de 2015

RETO TERROR

Bien, veo que has llegado hasta aquí y que has empezado a leer. Vale, continúa, no te detengas y sigue leyendo porque quiero proponerte algo.

No te alarmes ante nada de lo que pueda decirte, simplemente déjate llevar. 
Sí, ya sé que estás pensando que el diablo nunca es de fiar, pero te doy mi palabra de que solo pretendo jugar un poco, divertirnos un rato los dos, y si mientras tanto aparece alguien más... mejor.

Que no, que no apartes la vista de la pantalla y continúa leyendo, ¡hazme caso!

Para empezar deja en esa percha tu nombre y apellidos. A partir de ahora tú no eres tú
Sí, más tarde, cuando te marches, podrás volver a ser quién eras, no pongas esa cara de pánico, te repito que solo es un juego.

Desde este mismo instante, y hasta que yo te diga lo contrario,  trabajas en una empresa llamada Moon B. Se trata de una asociación de guionistas americanos con sede en Laredo, Texas, dedicada a escribir y vender guiones para películas de terror de bajo presupuesto. Decide con qué seudónimo te diste a conocer.

No es que te paguen muy bien que digamos, pero compartes apartamento con algunos de tus compañeros y compañeras de empresa, con los que mantienes buena sintonía, te regalan un portátil de lujo y las hamburguesas con bacon que hacen en la esquina son baratas y dejan sin sentido, así que más o menos te sientes satisfecho/a, ¿verdad? (Dí: “Sí, estoy satisfecho/a”)

Moon B ha funcionado sin tregua desde el año 1940, y en los 75 años de historia que va a cumplir, se vanagloria de haber creado guiones que dieron origen a clásicos tan memorables como Super espanto, Super espanto II, Clavos en la nuca, Dr Estrangul, Fallecimiento letal, y Déjame esa vena, por citar solo algunos títulos de culto y dejar a un lado los de bulto.

Gran parte del éxito de Moon B se debe a un sonado escándalo.


En 1966, un guionista llamado Dustin Ramírez (seudónimo, obviamente) logró vender a la FOX La estudiante suspendida.

La trama era la siguiente:

Dos compañeras de instituto, Lisa y Roberta,  se reúnen en casa de una de ellas para estudiar. 
 Anochece y aún no se han aprendido las lecciones del próximo examen, por lo que la anfitriona (Roberta) propone a la invitada (Lisa) que se quede a dormir. Después del enésimo café, Lisa pregunta a su amiga cuándo llegarán sus padres, y ésta responde con naturalidad que no volverán porque los mató la semana anterior y subió sus cuerpos al desván. 
Lisa rompe a reír muertecita de miedo pero se le corta la respiración cuando oye decir a su amiga que tal vez la mate también a ella esa noche mientras esté durmiendo. Cuando blanca como la pared Lisa empieza a recoger sus cosas para marcharse , suena la carcajada de Roberta, que le echa en cara lo boba que ha sido al creer semejantes estupideces.

A partir de ese momento Lisa no logra memorizar nada de lo que lee, y, además, los minutos pasan y los padres de Roberta siguen sin aparecer.

Agotada por la tensión, Lisa ruega a su amiga que telefonee a sus padres y ella responde: “Llámalos tú si quieres, yo me voy a la cama. Tú duerme donde quieras”

Incapaz de acostarse, Lisa se sienta en el sofá con una manta sobre los hombros y un cuchillo que ha cogido previamente de la cocina.
De repente, un reflejo de luces blancas juega a dar vueltas por el techo, dándole la apariencia de techo irreal (aunque en la película anunciaban que todo era un techo real) 
 Lisa supone que esas luces son las almas de los padres de Roberta, que la llaman desde el desván, pero no se atreve a mover ni un pelo y para mitigar su terror recita en voz alta las lecciones, percatándose entre llantos y risas nerviosas que las ha aprendido de memoria.

Lisa despierta de golpe y se encuentra en su clase, sentada en su pupitre, por lo que no sabe si está soñando o el sueño fue la pesadilla vivida en casa de su amiga. Entrega el examen al profesor, que la mira y le pregunta: “¿Sabes por qué no se ha presentado Roberta? “ Ante el silencio de Lisa, añade: “Si la ves, dile que está suspendida”

En las escenas finales de la película, caminando lentamente por la calle, Lisa presiente que su amiga está suspendida, suspendida de una viga del desván de su casa, junto a los cuerpos decapitados de sus padres.
 Pero no vuelve a aquel lugar para comprobarlo. Simplemente lo sabe. Y esconde en los bolsillos sus manos, en las que aún quedan restos de sangre.


Pero el escándalo al que hacia yo referencia se debe a la respuesta que dio Dustin Ramírez cuando, tras el apabullante éxito de su guión, que ganó el  Woow Prize, le preguntaron cómo se había inspirado para crear tan apasionante relato.

"No fue del todo mérito mío, – respondió – el diablo me lo dictó en una sesión de ouija junto a unos compañeros de Moon B".

Como todo el mundo sabe, en el estado de Texas están terminantemente prohibidas las sesiones de ouija con fines lucrativos, pero lo cierto es que concluidos los problemas con la justicia, aquella declaración aumentó la popularidad y el interés por todo lo que salía de la factoría Moon B.

Por el tema del 75 aniversario que antes mencionaba, Alex Tranjer, presidente de Moon B, convocará en breve a todos sus empleados (ahí estás tú, no lo vayas a olvidar) para invitarles a formar parte de los festejos de celebración.

Bajo el lema “Agárrate, que son 75 años de miedo” , cada guionista, disfrazado de personaje siniestro, leerá ante las cámaras de la TV local una breve sinopsis del guión de terror que más éxito tuvo.  Finalmente se brindará con batido de zarzamora roja.


Por lo tanto, estas son mis instrucciones:

1) ¿Quién eres? Es decir, cuál es tu seudónimo.
2) ¿Cómo se titula el guión que más éxito te proporcionó (o el que más satisfecho te dejó)?
3) Explica brevemente (o expláyate si te da la gana) de qué trataba.
4) ¿Cómo irás disfrazado en la fiesta del 75 aniversario de Moon B?
5) ¿Tienes alguna nota que dejar en el buzón de quejas/ propuestas de tu empresa?

¿Ves como no era tan difícil jugar conmigo? ¡Te has portado de miedo!

Hala, ahora puedes volver a la percha y recoger tu identidad si quieres. Ya puedes ser el anodino personaje de siempre y abandonar este infierno de mentes brillantes.
Que yo nunca retengo a nadie a la fuerza.

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ACTUALIZACIÓN (16/4/15)
Ya pueden leer una crónica de la gran fiesta AQUÍ

1 de abril de 2015

¡MIEDUKIS!

A mi sobrina Anna le chiflan las películas de miedo, y yo la entiendo porque a mí también.

A la menor ocasión se reúne con sus amigas para disfrutar de esos momentos de tensión delante de la pantalla, encogidas todas en el sofá, temiendo, y al mismo tiempo deseando, que un susto repentino les haga dar un brinco.
Chillan, se tapan media cara con los almohadones, se aprietan unas contra otras cuando la incertidumbre es superior a sus fuerzas y hasta se pellizcan cuando temen cualquier aparición de entre las sombras.

El otro día hablaba con ella de este género de películas.

- ¿Cuál es la que más miedo te ha dado? - me preguntó – A mí la de Expediente Warren. Hasta ahora ninguna ha superado a esa.
- Pues no conozco Expediente Warren, pero la próxima vez que vengas tendré preparadas algunas que me gustaron mucho. Ya verás qué miedo...
- ¡Ay, sí, por favor!

Y así, en su siguiente visita vimos Terror ciego.
En Terror ciego, Mia Farrow interpreta magistralmente a una chica ciega que está de visita en la casa de campo de sus tíos. Una tarde sale a dar un paseo a caballo con un amigo, y en ese intervalo de tiempo en el que está ausente, alguien asesina a su familia. 
Gran parte de la tensión de la película radica en el hecho de que ella deambula por las habitaciones sin poder percibir que sus familiares están muertos, y cuando lo descubre... entonces empieza su verdadero calvario.

Terminó la película y Anna me dijo que no, que no le había dado miedo en ningún momento.
- Es que se nota tanto que es una película vieja...
- ¿Cómo que vieja? ¡No es tan vieja! – le dije, comprobando después que se estrenó en 1971, por lo que no le faltaba razón del todo, y más a una chiquilla de 15 años – Bueno sí, tiene algunos años, pero a ver si te crees que antes no sabían hacer buen cine de miedo...

Al día siguiente probé suerte con Carretera al infierno, pero no le comenté a mi sobrina que la película tiene casi 30 años para que no la tachara también de viejuna. (¿Cómo han quedado tan lejanos los ochenta?, ¡si los estuve viviendo anteayer mismo!)

- A mí esta me encantó. Ya verás...

Un muchacho recoge a un autoestopista durante una noche de tormenta. Pronto descubre que el hombre que lleva a su lado (Rutger Hauer) es un desequilibrado mental muy peligroso y consigue deshacerse de él. O eso es lo que él cree, porque el loco lo sigue de cerca durante todo el film, haciéndoselas pasar canutas.

A Anna le gustó bastante más que la anterior pero tampoco la calificó como película de miedo, por lo que llegué a la conclusión de que prefiere las emociones fuertes y el terror que se desprende de lo paranormal. Yo me decanto más por ese terror que parte de situaciones cotidianas, de incidentes que podrían sucederle a cualquiera en la realidad, aunque también disfruto como un loco con los monstruos, los vampiros, los alienígenas o los zombis (¡sobre todo con los zombis! ¿Todavía no se ha dado cuenta nadie  de cuánta poesía hay en el mundo de los muertos vivientes?)

- Yo diría que la película de terror que más me impresionó fue El exorcista – le dije.
- ¡A mi madre también! - me contestó entusiasmada- ¡Tengo que verla!
- ¿Te contó que ella la vio sola en casa, cuando tenía tu edad más o menos, y que a media película apareció un gato por el pasillo que le dio un susto de muerte?
- Sí, jajaja, me lo ha contado muchas veces.

Sin embargo, poco después nos volvimos a ver y me hizo saber que El exorcista no le había dado tanto miedo.
- De hecho no paré de reírme con mis amigas – me dijo.
- ¡¡Pero cómo!! ¿Pues sabes que cuando se estrenó en Inglaterra hubo ataques de pánico y mucha gente salía corriendo despavorida de los cines?
- ¡Anda ya, pues no es para tanto!
- A ti querría yo verte- le dijo mi hermana- viéndola a solas como hice yo de joven.
- Ah, ni pensarlo, soy incapaz de ver una de miedo a solas.
- ¡Ni yo tampoco! – contestó su madre- Ya ves, con lo atrevida que era entonces...

Así fue cómo, en mi opinión, mi sobrina desperdició una gran película de terror por haberla visto en, digamos, muy malas condiciones.

Una película dramática se ha de ver siempre con toda la predisposición del mundo a llorar a moco tendido (con muchos clinex a mano) Aguantarse el llanto es desaprovecharla.
Del mismo modo, uno ha de sentarse ante una película cómica con ganas de soltar la carcajada, de reír sin complejo en cuanto se presente la oportunidad. Poner cara de palo o ser muy exigente no ayudará mucho.
Y una película de miedo, siempre, repito, siempre, se debe ver con toda la intención de pasar miedo. Nada de acomodarse a plena luz del día, muy acompañado o con ganas de cachondeo. Hay que buscar el lugar y el momento oportuno y crear el ambiente propicio.
Todo lo que no sea actuar así es tontería.

Me parece a mí que tanta risa fue la válvula de escape para evitar el miedo que realmente les daba, que no quisieron tomarla muy en serio para no sugestionarse y pasarlo mal.
Sin embargo, soy de la opinión de que para disfrutar bien del miedo hay que pasar por el trago de pasarlo mal. No hay vuelta de hoja. Si eres fan del miedo, vive el miedo.

Recientemente, revisando libros de mis estanterías, encontré un par de volúmenes de narraciones breves de terror. Recordaba lo mucho que me impresionaron algunas de aquellas historias en la adolescencia, y en un arrebato por volver a sentir aquella sensación me puse a leer. Error: era de día y no lograba meterme dentro de la historia. 
Esperé a la noche y entonces leí con calma. Tampoco, no sé por qué no me parecían tan buenas como en su día las encontré.

Pero soy tan del gusto de sentir esa burbujeante intranquilidad que acompaña a la sensación del miedo que quise revivir aquello como fuera. 
Se me ocurrió entonces buscar en YouTube grabaciones de efectos especiales y encontré una que me pareció perfecta: más de una hora de intensa tormenta con truenos lejanos.
Y así, con los auriculares puestos, sumergido en un ambiente tenebroso en el que se escuchaba el inquietante sonido del viento entre la vegetación y hasta lo que parecían pasos entre la lluvia, empecé a leer, adentrándome en la historia como si todo lo que acontecía me estuviera ocurriendo a mí mismo.

¿Que si pasé miedo entonces? ¡Más que un tonto! Cuando acabé el relato me apresuré a cerrar el libro y buscar música porque me pareció que había alguien agazapado escudriñándome desde la oscuridad.
¡Ahí está la placentera sensación del autoengaño que se ha de buscar!

Tengo que proponer a mi sobrina que lea historias de miedo: ¡ese sí es miedukis del bueno!