30 de abril de 2012

EL MEJOR TÍO DEL MUNDO

¡JA! ¡Es un hecho!  ¡Soy el mejor tío del mundo! ¡Y tengo un papel que lo demuestra!
La batalla ha sido dura pero he salido victorioso.

No  voy a desmerecer ahora a mis hermanos, que, como tíos, sí, bueno, se esfuerzan lo suyo, pero ellos no han recibido, como yo, por escrito y firmada, semejante distinción.

Y desde aquí reconoceré que tú, Tomás, has sido bueno, muy bueno con tu arte de hacerles cosquillas en la espalda, y con masajitos de esos tan gustosos que les hacen soltar una mar de babas en el sofá.

Y tú, Fran, eres un perfecto  león a la hora de perseguirles y morderles brazos y piernas hasta hacerles llorar de risa (y de dolor, porque el colmillito lo clavas, amigo, ¡vaya si lo clavas!)
Pero a la hora de la verdad, cuando ya no les  valen  excusas para seguir levantados y se les manda a la cama, todos corren a buscarme.
- Tío Juan, ¿nos vas a contar un cuento?
- ¡Sííí, porfaaa, un cuento, un cuento…!
Y ahí es donde saco yo toda mi profesionalidad como cuentista especialista en hijos y sobrinos. Qué queréis, son muchos años ya…

Tengo que reconocer que gran parte del mérito es de ellos, que son muy agradecidos, porque cuando no me apetece ponerme a inventar una historia (que ahora que no me oyen diré que es casi siempre) me permiten que me meta en jardines embarrados y en caminos sin salida, y que la trama se vuelva tremendamente  absurda, y ni aún así protestan.  Y eso que yo mismo me encuentro tan perdido a veces que no puedo evitar partirme de risa, sobre todo al comprobar en esas caritas expectantes cuánto me conocen y qué serios esperan pacientemente a que se me pase la tontería y prosiga el cuento de la manera más digna posible.

Creo que todo me lo perdonan porque  lo que más les gusta (sobre todo a Marta) es que al final haya una ronda de preguntas, cosa que hago para comprobar lo listos que son (y si han estado atentos)

- A ver, quién me dice cómo se llamaba la niña que pescaba truchas con los pies.
- ¡Parrusica!
- Muy bien
- ¿Y por qué no paró el autobús en el pueblo?
- Porque era jueves y en ese pueblo los jueves  la gente pegaba coces.
- ¡Eso es!
- ¿Y a quién se le cayó un zapato por la ventana?
- …
 - ¡No, eso no lo has contado!
- ¡Muy bien, Marta, has estado atenta! (Marta gana casi siempre)

En fin, que el otro día  mis sobrinas  me regalaron un papel en el que habían escrito y firmado que soy el mejor tío del mundo.  No es por nada, pero no todos pueden presumir de algo así, y además, si ellas dicen que soy el mejor, es que lo soy, que no me venga ahora nadie a convalidar títulos similares. Este es el oficial y verdadero.

De momento mis sobrinos (e hijos) no leen este blog, pero como quizás lo hagan algún día, voy a dejarles hoy aquí un nuevo cuento dedicado, al más puro estilo tiojuanesco.

Hubo una vez un caminante que pasaba por los pueblos contando cuentos a los niños del lugar. Era tan bueno en su oficio que se le consideraba el mejor cuentacuentos del mundo. Bueno, en realidad lo era de medio mundo,  porque nunca se aventuraba a ir a la otra mitad en la que es de noche, pues le daba miedo la oscuridad.
Cuando los niños y niñas  le veían llegar,  exclamaban alegres:
- ¡¡Ya está aquí el cuentacuentos!!
Y corrían hacia él para hacer un gran corro manolo a su alrededor y terminar echando culos en tierra para disponerse a escuchar.
Los padres de las criaturas, satisfechos al verle aparecer, podían dedicarse tranquilamente a hacer otros menesteres, sabedores de que por un buen rato sus hijos no les iban a molestar, y así aprovechaban para podar rosales, alimentar al loro, lavar el coche  o preparar espaguetis a la carbonara, con su ajito y tal.

Pero, ay amigos, nadie imaginaba que en realidad ese cuentacuentos era un tramposo, un gandul  que  tenía un buen truco para no pasar tanto tiempo entre niños.

Lo que este hombre hacía era que comenzaba el cuento con todo el encanto posible, con toda la magia y acción de que era capaz,  y ponía el cuento en la velocidad suficiente para, en un momento dado, soltarlo y que siguiera en marcha por inercia. Entonces la historia seguía andando por sí sola y él aprovechaba que los niños seguían embobados para salirse del círculo y echarse a dormir la siesta bajo alguna higuera.
Nadie se daba cuenta de que el cuenta cuentos ya no estaba porque el cuento, con la carrerilla que él le daba, lograba llegar hasta el final.
Sí es cierto que algunos niños se percataban de que cada vez la historia se hacía más lenta, hasta el punto de que al acabar la cosa ya sonaba muy rara en ese  “ ...y colorín coo…loor….aadooo, esteee cueeeeeeeen……toooooooo…..seaaaaaac….ccccc….ccabbbbaaa….

El último do rara vez se escuchaba  porque el cuento llegaba a su fin muy  desinflado, pero los niños quedaban más que satisfechos y volvían a sus casas comentando la maravillosa historia que habían escuchado.

Nunca hubo problemas ante esta forma de actuar, y el cuentacuentos la utilizaba una y otra vez para su feliz asueto.

Sin embargo, una tarde en la que había amanecido lloviendo, ocurrió un percance que cambió el rumbo de las cosas.
Los niños vieron aparecer al cuentista y se arremolinaron alegres  a su alrededor, los padres sonrieron y se volcaron en sus rosales, loros, coches y espaguetis, y el cuentista empezó con un nuevo y maravilloso cuento.
Introducción atractiva, personajes con carácter, comienzo trepidante, carrerilla, velocidad y… adiós muy buenas, ahí les dejaba, con el cuento en automático para marchar  a  prepararse la merienda.

Pero esta vez  no había contado con que el suelo estaba húmedo por la lluvia y que el cuento iba a demasiada velocidad. Estando lejos de allí no llegó a saber que en un momento dado, cuando el príncipe Remigio cabalgaba a todo cabalgar, el cuento pegó un patinazo, resbaló hacia la izquierda y fue a chocar contra un árbol próximo para rebotar y darse un trompazo con una papelera del parque.
El caballo de Remigio fue a caer espatarrado delante de Angelines, la hija del farmacéutico, que del susto empezó a llorar. Un zapato del príncipe le dio en la boca a Manolín, que estaba en primera fila y miraba a un lado y a otro muy confundido. El Reino de Maravindes, incluido castillo,  cayó entero encima de las hermanas Felisa y Maribel. ¿Las mató?, os preguntaréis. No, porque la imaginación no pesa mucho, pero el susto que se llevaron aún no lo han soltado las pobres.

Algunos padres oyeron los gritos y llantos de los niños y salieron apresurados en su auxilio para descubrir el caos.
Carlitos no conseguía sacarse de la cabeza las enaguas de una bruja, Rosita estaba  enterrada en las monedas del avaro y gritaba socorro, un alguacil apareció metido en la papelera y no dejaba de escupir plumas, un burrico con alforjas  trotaba por los alrededores, dando coces a los gnomos…

- Pero, pero… ¿¿dónde está el cuentacuentos??
- Ay, no lo sabemos, de momento el cuento se ha vuelto loco.

Al hombre lo encontraron en un bancal, cocinando junto a un ribazo.

- ¡Sinvergüenza!, ¿le parece bonito lo que ha hecho? ¿Para eso le pagamos?
- ¡Eh, un momento, que a mí nadie me ha pagado nunca, que esto lo hago por afición!
- Ha dejado a los niños solos, ¡es usted un farsante!
- Yo les he dejado acompañados de un cuento. ¡De un buen cuento!
- ¡Váyase a freír espárragos!
- Pues precisamente en eso estaba, friendo unos esparraguitos tiernos, ¿ustedes gustan?

Toda esta historia nos trae una enseñanza, y es que hay que fiarse poco de los cuentistas, o que debemos abrir mucho los ojos para que no nos den gato por liebre, y además hemos de ser cautos para que las cosas no  terminen patinando (sobre todo en días grises)

Y colorín, colorado…
Se ha hecho tarde, las preguntas las dejamos para otro día, ¿vale?
Anda, si diría que algunos se han dormido…
Bueno, yo estoy contento porque me han dado un título. ¡JA!

25 de abril de 2012

¡VIVA MÉXICO, CABRONES!


Diría que hay una montaña  de diferencias  entre Apamen y yo.

Yo soy muy tranquilo, no suelo alterarme por nada;  ella es  doña  polvorilla,  puro nervio.
Yo siempre he preferido los pubs donde poder charlar, ella me arrastraba a discotecas donde pasarse horas bailando.  Yo miraba el reloj,  deseando salir de allí,  y ella se olvidaba  de que existía el tiempo.

Ella prefiere lo salado, yo lo dulce, (dónde va a parar) Yo viviría para comer, ella solo come para vivir.
  Su agrado por  la velocidad es inversamente proporcional a  lo que a mí me acojona. 
En una feria  de atracciones, ella subiría en todo, yo tan solo entraría a la Casa del Terror,  pues me mola pasar miedo, cosa que ella no soporta.

Yo soy más de otoño e invierno, ella prefiere la primavera y el verano.
 ¿Cómo  puede  tomar café para dormir?  Yo con uno por la mañana  podría pasar  la noche en vela.  Además ella tolera el alcohol, cuando yo cojo un pedo pisando una chapa de cerveza.
A  mí me dan pánico las alturas, ella haría puenting desde un helicóptero  muerta de risa. Yo me lo paso pipa con internet;  ella, delante de un ordenador,  se aburre como una ostra.

Y la lista sigue y sigue.

Sin embargo, en las cosas que coincidimos  lo hacemos hasta la médula, concordando en absolutamente todo.  Una de esas  coincidencias es nuestra pasión por México.
Sin saber muy bien por qué, a ambos nos ha llamado la atención desde  siempre aquel país:   su historia, su arte, sus tradiciones... 
A los dos nos atrae enormemente la cultura maya, y de igual forma que  nos  gustan los mariachis y las rancheras,  admiramos la pintura de Diego Rivera,  Frida Kahlo o Rufino Tamayo  y  se nos hace la boca agua ante  el chile,  los burritos y la salsa de guacamole. Nos encanta  la decoración mexicana, el colorido rabioso en las paredes, los muebles rústicos,  los tejidos artesanales, cerámicas   y hasta todo  tipo de cactus, por ese particular toque de paisaje desértico.
Lejos de parecernos  macabro,   el día de muertos que allí se celebra lo encontramos  peculiarmente atractivo: se  llevan a los cementerios las viandas favoritas de los difuntos  y allí mismo comen todos con sus  familias, acompañando ese día a sus seres queridos.
Así que, como no podía ser de otra forma, los dos tuvimos clarísimo que si reuníamos suficiente dinero, el viaje de novios sería a México.

Recuerdo que antes de tener piso, vimos Solo los tontos se enamoran -Fools rush in-  (cómo nos gusta esa peli)  y cuando Isabel -Salma Hayek - decoraba su casa de Las Vegas al estilo mexicano, Apamen parecía una niña eligiendo juguetes para Reyes.

“¿Un cuarto de baño en  color morado? ¡¡Me lo pido!! ¡Una pared color mostaza! ¡Guauu, la quiero! ¡Y otra en rojo terracota como esa! ¡Y una habitación verde, síííí!

Y lo más gracioso es que yo no podía estar más de acuerdo. ¿Quién quiere paredes en blanco existiendo la alegría del color?

Llegó el momento de elegir piso y ella se adelantó y lo vio un día antes. “¡Mira cuánta luz! - me dijo al mostrármelo  al día siguiente -  Es perfecto, nos lo quedamos, ¿verdad? ¡ Yo he dicho que sí! ”  
Yo, cagándome en los pantalones ante la idea de hipotecarnos,  y ella dándolo por hecho. ¿He dicho que es  una decidida y yo un indeciso? Pues otra más.

El día de la boda, el piso estaba completamente vacío, salvo una nevera y una cama, que a fin de cuentas era lo verdaderamente importante. 
No había prisa y nada nos afectaba cuando al día siguiente, ah, inmensa ilusión,  volaríamos hacia el México maya (por cierto, yo agarrotao en el asiento cuando el avión  bailaba en las  turbulencias, y ella tan pancha, como si fuera lo más natural del mundo)
Las aventuras de aquel viaje inolvidable ya las conté por aquí, hoy solo quería mostrar lo mucho que nos influyó todo lo que vimos en nuestro querido México para que,  doce años después, la morada del diablo luzca así.
Creo que se adivina qué lugares de la casa anuncian los carteles ¿no?
Volveríamos mañana mismo, y ambos tenemos un sueño “imposible”: conocer los pueblos más pintorescos de México guiados por Salma Hayek, que nos parece una simpática  chamaquita muy capaz de prestarse a  hacerlo. (Si alguien la conoce, agradeceremos presentaciones :p)

Ah, por si alguien se lo ha preguntado, el título del post era el grito de guerra que   animaba el cotarro de aquellas  fiestas mexicanas que, con tequila de por medio, no eran ninguna pendejada, os lo aseguro.

(Dedico esta entrada a Miguel Angel,  March y Lucy, tres cuates del diablo)

20 de abril de 2012

UN SOPLO BUENROLLISTA

Aquí abajo en el infierno, apenas llegan los ruidos del exterior. Tanta tierra de por medio amortigua a la fuerza muchos sonidos.
Por no oírse, no se oyen ni los disparos a los elefantes.

El otro día le comentaba a mi Jefe si estaba al tanto de la crisis sobre nuestras cabezas, y tras mirarme un instante con indiferencia me contestó que a él, plim, que repartiera cuerdas para que nos colgáramos todos, que le sobra espacio y calderas para millones de condenados más. Es así de fino el muy cabrito.

Lo malo de estos tiempos no es solo que afecten a nuestras economías, para mí es mucho peor el que vaya minando los ánimos. El desencanto se percibe allá donde uno va, y en casi todas las conversaciones, por no decir en todas, termina apareciendo el cabreo o la pena que conlleva tanta frustración.

Hasta a mí, buenrollista por naturaleza, se me encoge hasta el píloro cuando oigo o leo que la cosa va para largo y que la crisis durará una o dos décadas más. Esto me pasa por oír y leer.
¡La recontramadre que los parió a todos! Un día llegará en el que un nieto mío se siente a mi lado (dentro de 30 o 40 años, como mínimo) y le cuente yo mis batallitas, entre las que destacará, cómo no, la de cómo se superó todo esto.

- Pues sí, hijo, aquella máquina fue nuestra salvación.
- ¿Qué maquina? - me preguntará curioso.
- Pues una maravilla que se inventó, que transformaba la ineptitud en energía.
- ¿La ineptitud?
- Sí, hijo, la incompetencia, y la inutilidad, y el cretinismo. Alguien descubrió que podía transformarse en un carburante más poderoso y perdurable que el petróleo.
- ¿Y qué pasó?
- Pues que como España era la primera potencia mundial en esta materia prima... nos hicimos ricos.
- ¿Pero ricos ricos?
- Hombre, con decirte que cada político que pasaba por la máquina equivalía a diez mil barriles de petróleo...
- En el cole nos han dicho que el petróleo contaminaba.
- Así es, pero el ladróleo no.
- Pero huele que apesta.
- Sí, eso sí. No todo iba a ser perfecto.
- Abuelo, ¿me das mil pesetas?
- Claro que sí, alcánzame el monedero. Por cierto, ¿tú sabes que antes de esta moneda existió otra que se llamaba euro?
- Sí, me suena. Pero ahora se llama Peseta.
- Y antes, mucho antes también, bueno... es un poco larga la historia. Ya te cuento otro día cómo conseguimos que la peseta fuera la moneda de toda Europa, y de cómo desaparecieron los bancos y cómo se logró que...
- Abuelo, que me voy a jugar con el Tente.
- Muy bien, muy bien... Ahh, el Tente... Mira que volver ahora todos los juguetes de mi niñez...

Sí, ya sé que pensaréis que a fantasioso no me gana nadie, y no lo voy a negar; es casi mi oficio el de soñador, pero como decía mi tocayo Lennon, no soy el único. Seguro que no.
Hace muy poco, por cierto, escuchaba música en el ordenador y encontré un vídeo de Supertramp (¿he dicho alguna vez que me encanta este grupo?) Es un tema en directo que siempre me ha puesto las pilas al oírlo: Dreamer (Soñador) Enseguida noté cómo me inundaba una ola de optimismo tras un día que había sido algo gris de más. Siempre hay canciones que espantan la tristeza y los malos augurios, y para mí, ésta es una de ellas.
Como quise seguir chutándome con música que contagiara buen rollo, me puse a pensar en qué temas me suben el ánimo, qué canciones de ahora y de siempre consiguen transformarme el humor.
Estas fueron las cinco primeras que me vinieron a la cabeza, las que cuando han sonado en la radio del coche he subido el volumen y cantado a pleno pulmón, alborotando todas las células.
Propongo, ahora que no está el Jefe, que construyamos un muro de canciones buenrollistas. ¿Cuáles son las tuyas?
No conseguirán detener la crisis como el ladróleo del futuro, pero igual nos ayudan a darle la vuelta y verla en calzones, que con sólo sonreír un poco... ya vamos por delante.
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ACTUALIZACIÓN: 25/4/12

Para ver la lista definitiva de temas buenrollistas propuestos por todos vosotros, pasad por AQUÍ

14 de abril de 2012

USTED QUÉ OPINA

Segunda colaboración de mi hermano en este blog. Bueno, en realidad esta vez le he robado el texto descaradamente y sin permiso, pero la escena que cuenta siempre me ha hecho tanta gracia que merece la pena compartirla. Y seguro que se alegra de volverla a ver por aquí.
Os dejo con "USTED QUÉ OPINA"
Hace años, (demasiados) trabajé en un video-club en Elda.

Tengo una divertida anécdota de aquellos años ocurrida con un cliente del cual no olvidaré nunca su nombre, que he contado en muchas ocasiones y que paso a dejarla también flotando por esta blogosfera.

Era una mañana entre semana, de lo más tranquila. Entró un cliente que tras un superficial repaso eligió una película.
Tras dejarla encima del mostrador me preguntó tan escueta como educadamente:
-¿Usted qué opina?

Recuerdo que la película se titulaba FX- Efectos mortales, una película que en su día ví en el cine y me gustó mucho.
Le contesté de forma escueta también; :
- Está muy bien, le gustará, seguro.

Procedí como de costumbre a pedir su número de socio, y sorprendentemente, tras hacerlo, me volvió a preguntar sin decirmelo y en un tono idéntico:
-¿Usted qué opina?

Me quedé ligeramente desconcertado. Será que quiere un poco más de cariño en mi opinión, pensé, y mientras miraba la carátula le dije:
- Bueno, la película trata de un especialista de efectos de cine, y tiene una trama entre suspense y thriller policiaco. Creo que no le va a defraudar...
Me quedé pensando si habría sido suficiente, y le volví a preguntar:
- ¿Me dice el número de socio...?
- ¿Usted qué opina?- me dijo de nuevo de forma algo más contundente, sin cambiar, eso sí ,el gesto serio de su cara.

Tragué saliva. Joder, este tío debe estar colgao- pensé. Pero no me cuadraba, aquel tipo bien vestido y educado, no parecía un friki ni tenía aspecto de estar mal de la cabeza, pero aquello tampoco era normal, así que en un definitivo intento de convencerle con
mi opinión, no se me ocurrió otra cosa que contarle más detalladamente la trama, a ver si así...

- Pues, ya le digo, la trama es muy buena, un mafioso, que es testigo protegido de la policía, y solo se presta a declarar si fingen que lo asesinan en un restaurante, para que no le busquen y ajustarle cuentas y para eso contratan a un especialista de cine, pero después pasa lo que pasa, que la cosa se complica, y en fin... Tampoco le voy a contar el final no? - dije congelando una sonrisa nerviosa.

Aquel tipo me miraba absolutamente serio, y tuve la sensación de que mientras le explicaba la trama de la pelicula su único pensamiento era el de "este tío es gilipollas"
Así que con cierto desconcierto y acojonado de que me volviera a preguntar "Usted qué opina" le volví a decir:

- Si me dice el número de socio...
- ¡¡EUSTAQUIO PINA, me llamo E U S T A Q U I O P I N A, y no sé mi numero de socio, y, por favor, no me cuente el final, que ya la veo yo !!

Efectivamente, enseguida entendí por qué me miraba como diciendo: Pero qué coño hace este tío contándome la película cada vez que le digo mi nombre, así que por unos instantes los dos pensamos que ambos eramos ligeramente gilipollas.
Estuve a punto de hacerme el tonto y darle la película sin más, pero no podía disimular la risa por la confusión y al final acabé explicándole el origen del malentendido.

Por eso os digo que nunca olvidaré el nombre de aquel socio.
Probad a decirlo.
Yo por más que lo intento vuelvo a oir "¿USTED QUÉ OPINA?"

(La entrada original AQUÍ)

9 de abril de 2012

RENOVARSE O MORIR

- ¡Señora!... ¡Eh, oiga!... ¡Su zapato! ¡Se le ha caído un zapato!
Pero la anciana desciende el último escalón del autobús sin mirar hacia atrás, y una vez en la acera comienza a arrastrar ambos pies con una leve cojera. El zapato, lanzado por el conductor, cae a su lado sin hacerla reaccionar. Desde sus ventanillas algunos pasajeros la ven alejarse absortos cuando el conductor, alzando los hombros resignado, se dispone a continuar el trayecto.
En el momento en que la mujer alcanza la entrada al parque, el bolso le resbala del hombro y cae al suelo. Pero ella, sin dejar de mirar al frente, continúa caminando.
Al granjero le molesta mucho el sol esa mañana, y el tener que parapetarlo con el brazo continuamente le está poniendo de muy mal humor. La luz le hiere en los ojos y siente la urgente necesidad de ocultarse en algún lugar oscuro. En cualquier lugar.
Entra en el corral y se sienta pesadamente en el suelo, con la sensación de que le va a estallar la cabeza. Algunas gallinas picotean los granos que encuentran por el suelo. Él mira cómo sus cuerpos van cortando las lanzas de sol que se filtra entre las tablas, y el juego de luces le irrita, le desespera, le hace odiarlas salvajemente.
En un instante se aloja en su interior el deseo de matarlas a todas con sus propias manos. Sonríe con la mirada perdida.
- Si hoy no espabila le dices que se marche – le dice la carnicera a su marido.
- Mujer, es su segundo día… Y es demasiado joven, ya irá aprendiendo.
- ¿Pero es que no tienes ojos en la cara? Ese no ha nacido para este trabajo. Si parece que no tenga sangre en las venas…
- Calla, que viene.
Se acerca a ellos un flaco adolescente de piel muy blanca y marcadas ojeras. Mira a ambos con la cabeza ladeada. Lentamente la va levantando para dejarla caer otra vez, como si le pesara.
- Hijo, ¿te encuentras bien? – le pregunta el carnicero
- Este chico toma drogas o algo – dice ella con la mano sobre la boca.
- Dime… ¿te gusta este trabajo? – y viendo que no parece tener ganas de hablar, le pide que le acompañe. El joven le sigue arrastrando los pies.
- ¿Qué le has dicho? – le pregunta la mujer cuando vuelve.
- Le he puesto a limpiar vísceras. Ahora vamos a comprobar si vale o no vale.
Unos minutos después le encuentran encorvado y balanceando su cuerpo, devorando con ansiedad un manojo de tripas que caen desde sus dedos y su boca hasta el suelo. En su desesperación se ha mordido las manos, de las que brota la sangre para escurrir por sus blancos brazos y resbalar por su brillante mandil blanco.
La joven camarera ha terminado de colocar las sillas sobre las mesas para disponerse a barrer el local. El jefe ya se ha marchado y ella se ha cerrado con llave. No le gusta quedarse sola y mucho menos de noche. Está lloviendo y se siente inquieta. Piensa que debe faltar poco para que llegue su padre para recogerla.
Un coche toca el claxon en la calle y ella se apresura a coger su abrigo y apagar las luces para disponerse a salir. Pero el coche pita con insistencia y esto le parece extraño. Se acerca a uno de los ventanales para mirar al exterior. Delante de un coche, una señora muy mayor está de pie en medio de la calzada, sin moverse. La luz de los faros y la lluvia le confiere un aspecto horrible. El conductor pita y pita pero la anciana no se inmuta.
De repente parece mirarla y arranca a caminar. Le falta uno de sus zapatos.
La camarera se asusta y corre hacia el teléfono para llamar a su casa. Es su madre la que responde y parece más asustada que ella.
- Hija, tu padre no va a poder recogerte.
- ¿No? ¿Por qué no?
- Está… está… le he encontrado en el corral. Estaba como loco, persiguiendo a las gallinas. Yo… - solloza – le he pedido a tu hermano que entrara a ver, porque me ha parecido que… creo que las estaba matando a todas y… no me atrevo…
A la joven camarera se le resbala el teléfono de las manos cuando al volverse encuentra el rostro de la anciana pegado al cristal del ventanal, mirándola. Empieza a gritar, y las lágrimas acuden a sus ojos. Temblorosa vuelve a coger el teléfono.
- ¡¡Mamá, dile a mi hermano que venga a por mí, por favor, dile…
- ¡Hija, tu hermano sigue en el corral. Estoy esperando a que salga. Yo… he llamado a…
Un estruendo de cristales rotos la deja paralizada. La anciana ha conseguido entrar destrozando el ventanal con un fuerte golpe de su cabeza y se acerca hacia ella con los brazos por delante. Una gran brecha sangrante en la frente le dibuja líneas rojas por el rostro.
La camarera busca un cuchillo con el que defenderse y encuentra uno enorme en el fregadero. Cuando se gira ya tiene a la anciana muy cerca, y ésta, abriendo una boca por la que asoma un enjambre de dientes podridos le dice:
- Joven, tienes suerte de que esto sea solo producto de la imaginación de JuanRa. Eso es lo que te va a salvar.
- ¡Idiota! – le grita la chica llorando- ¡Ya podía haberlo dicho antes, que me ha dado un susto de muerte!
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Sí, lo admito, me apasionan los zombis. Me gustan más que a un tonto un lápiz. Todos los muertos vivientes, tanto si están presentes, caminando con su macabro pendular, como los ausentes, que no dejan de intuirse en las sombras.
Disfruto sumergiéndome en sus paisajes: las ciudades abandonadas, las desiertas avenidas, el inquietante silencio en el interior de los edificios, en los comercios saqueados y polvorientos…
Me recreo en los sobrecogedores detalles: la sucia muñeca en la calzada, el coche solitario con esqueleto al volante, unos cuervos amontonados sobre un cuerpo en la hierba…
Y ellos, podredumbre de harapos y bocas descarnadas, heridas putrefactas y cráneos carcomidos, cuencas vacías y supurantes llagas.
Vivos muertos, muertos vivos, hambre sin fin.
Es un mundo tan inmundo que se torna atractivo sin poderse evitar. Traspasa el umbral de lo repugnante hasta dar la vuelta a la rueda y volver a rozar lo bello. Es la belleza de lo marchito, el perfecto desequilibrio, lo poético vuelto del revés.
- Es curioso – me decía ayer mismo mi Jefe- que también yo crea en la resurrección de los muertos. Por supuesto, yo la veo desde mi experiencia, mucho más excitante. Es el mismo canto a la Eternidad. Pero la de las Tinieblas…

¡Vivan los zombis!

3 de abril de 2012

EXPO DE BATI

Estos días me he entretenido haciendo algo que llevaba mucho tiempo postergando: ordenar el ordenador. Tiene gracia que le llamemos así cuando tantas veces está manga por hombro, con cien mil cosas desperdigadas por cualquier rincón sin que nunca lleguen a ordenarse por sí solas.

Como yo soy de los que no tienen demasiada idea de cómo funcionan estos aparatos, no me atrevo a eliminar una serie de cosas que jamás uso por si luego resultaran ser vitales para que la maquinaria eche a andar. Y me quedo así con unas tremendas ganas de encestarlas en la papelera.

De todas formas he ganado un montón de espacio en mis estanterías megabytales reubicando fotos y videos en una memoria externa, donde han quedado la mar de majas en sus carpetas correspondientes, etiquetadas con sus nombres, sus fechas y mi visto bueno.

En esa memoria que yo llamo LA GRAN ABUELA, encontré una subcarpeta traspapelada a la que en su día puse el nombre de BATIBURRILLO por contener una serie de fotos variadas que no terminaban de encajar en ninguna carpeta.

Que no sabía cómo calificarlas, vamos.

La que no era rara, era medio fea, y la que no pintaba muy mal tenía un puntillo absurdo que sólo parecía gustarme a mí. Y ahí estaban, in secula seculorum…

Pero oigan, que ahora tengo un blog y me apetece sacar a la luz unas cuantas elegidas que creo que sí tienen algo especial. Además les descubro una característica común y es que son fotos de paisajes de campo y ciudad, algunas de las cuales hice, atención, desde dentro del coche o desde dentro de un tren!!

Las presento. La exposición es gratuita por lo que no se me pongan muy severos, ¿vale?

APEADERO. Lugar: estación de trenes de Villena. Llevaba yo gafas de sol, por lo que la foto no sacaba la luz tan especial que yo veía, así que como no tengo filtros de ningún tipo, – y aquí es donde se reirán los fotógrafos profesionales- le puse mis gafas a la lente. :p Pero bueno, el resultado moló mogollón, no me digan que no. Ese cielo, ese ambiente tenebroso… Solo falta que surjan los zombies de algún lado (¿eh, Papacangrejo?)

ATADERCER DESDE EL ATASCO. Lugar: tramo de carretera de Villena a Yecla. Caravana de coches esperando a que pase el tren, y yo… click! Me gustan los destellos rojos en un atardecer con nubes tan azuladamente grises que impregna el ambiente de luz de nostalgia…

ELCHE. Lugar: Avenida de la Libertad, camino de mi trabajo de entonces. Un semáforo en rojo y mis ganas de sacar una foto sin apearme. No me pregunten por qué me gusta, pero me gusta.

POR LA AVENIDA. Lugar: Alicante. Otro semáforo en rojo y ese impulso que tengo de echar foto desde dentro del coche. Ésta sin mirar siquiera, un disparo a lo que hubiera detrás de mí en ese momento y ya está. No es gran cosa pero me gustan los reflejos en el cristal y la profundidad. (También le imagino zombies deambulando por el asfalto)

NATURALEZA. Lugar: campo abierto en Yecla. Sin coche de apoyo esta vez. La rusticidad en un hermoso claroscuro vegetal en sepia.

PINOS CONTRA EL CIELO. Lugar: carretera Yecla-Villena. Parada a propósito para fotografiar un frondoso grupo de pinos. Ya mostré este lugar en el blog (para mí es el tramo de la U de Umbría)

ESTACIÓN DE TREN. Lugar: estación de Valencia. (guiño a H@n) Foto tomada desde el interior de un vagón. Se aprecian los reflejos del cristal pero eso es lo que la hace particularmente especial, ese ligero movimiento que da a la quietud. Una persona esperando en el andén quizás le diera el toque que le falta.

TARDE INVERNAL. Lugar: campo abierto en Yecla. Paseaba con mi hijo y nos salió al paso una casita vieja, un árbol desnudo, un muro de piedra… Me estaban llamando para un retrato natural.

VENAS NEGRAS. Lugar: campo yeclano en invierno. Es tan sencillo como buscar el contraste del claro y el oscuro pero el resultado es para mi gusto muy especial. Ese invierno nevó mucho.

VILLENA. Lugar: casco antiguo de Villena, a pocos metros de mi trabajo. Tiene esta zona un entramado de calles estrechas con fachadas de vivos colores que es digno de fotografiar.

EL GUARDÍAN. Lugar: zona alta del castillo de Villena (ya sabes, Speedy, del que soy guardián ;)) Es ese cielo, esa luz de tormenta, el toque de color de ese coche último modelo… yo que sé, me encanta.

DESDE EL TREN. Y dejo para la última mi favorita. Cuesta creer que esté tomada desde dentro del tren y en movimiento. Aún no sé bien cómo me salió. El lugar es algún punto entre Castellón y Valencia, en el mismo viaje en el que fotografié a las dos niñas que se asoman por la ventana y que tanto protagonismo tienen en la cabecera de este blog.

El sol entre nubes, la palmera y el depósito de agua recortados en un cielo que es puro oro. Algunos reflejos, sí, pero qué leches, no se le puede pedir más, ¿no?

Bien, la expo de Bati ha terminado. Ahora vayan saliendo mientras comentan sus impresiones, que yo haré como que voy distraído pero tendré los oídos muy abiertos.