19 de mayo de 2021

CASUS BELLI


Aquella mañana dos pelotones habían sido escogidos para llevar a cabo un par de misiones muy importantes. Formados de manera compacta, en silencio, aguardaban el momento de desplegarse para actuar.

No había mando alguno al frente de aquellos combatientes, pues cada uno de ellos había sido preparado a conciencia para desarrollar su trabajo sin necesitar directrices. 

Sabían lo que  debían hacer y lo harían sin dudar.

Sólo esperaban el momento preciso.

El tiempo se volvió húmedo de repente y las primeras líneas del primer pelotón comenzaron a moverse.

Todo fue muy rápido. Los guerreros se disgregaron y descendieron por una rápida pendiente. La humedad era más intensa ahora y empezaba a hacer calor. Avanzando por espesas marismas, sin desfallecer, aguardaron hasta encontrar las corrientes precisas que les ayudarían a alcanzar su destino. Los compañeros se habían separado por completo pero tarde o temprano todos se reencontrarían en el campo de batalla.

Y llegó el momento de la verdad. Era evidente dónde se hallaba  el frente enemigo por las ráfagas luminosas y los destellos eléctricos que hacían temblar todo alrededor. Los habitantes de aquel lugar  se encontraban muy débiles por haber intentado defenderse inutilmente.

La victoria no se hizo esperar, bastaron poco más de veinte minutos para que el pelotón sometiera al adversario con las únicas armas que eran capaces de doblegarlos y hacerlos desaparecer.

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El segundo pelotón estuvo esperando pacientemente durante más tiempo y cuando la humedad les sobrevino supieron que había llegado la hora de movilizarse. Lo que había sido una piña de soldados perfectamente concentrados  se dispersó de golpe para dar comienzo a su estudiada misión. 

Les sorprendió un calor repentino, un calor más penetrante de lo habitual, y además no encontraron el terraplén por el que descender, ni hubo manera de llegar a los manglares de algas. El avance se hizo imposible y parecía que no hacían otra cosa que dar vueltas y más vueltas para volver al mismo punto una y otra vez.

Nadaron en aguas espumosas y sofocantes buscando el río que les llevara al lugar de la contienda pero acabaron exhaustos y rendidos a un destino fatal que ninguno esperaba.

¿Qué había salido mal?, se preguntaron antes de desaparecer.

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-¿Se te ha pasado el dolor de cabeza, cariño?

- Sí, me he tomado el analgésico y ya se me ha ido.

-Y la pastilla para el colesterol, ¿te has acordado?

- Ah, no, ahora me la tomo. Por cierto, la tengo en el bolsillo de la camisa.

-¿En tu camisa? Anda, pues la he metido en la lavadora hace un rato.

4 de mayo de 2021

GEOGRAFÍA DE LA IMAGINACIÓN

 Con qué claridad vemos siempre una bota cada vez que miramos el mapa de Italia, ¿verdad?  

No puede estar mejor definida, con su puntera cuadrada y ese tacón tan estiloso. ¡Hasta la cremallera sobresale por la parte posterior!

Además es una bota que parece estar a punto de soltar un buen puntapié a esa roca silícea que es Sicilia. Para ello, el mapa de Europa, tan aglutinado en general, parece haberse retraído con tal de dejarle espacio para ese chute, y hasta Grecia ha barrido todas sus islas hacia oriente, para que no estorben.

Diría que la idea es hacer una parábola sobre rcega y Cerdeña y que Sicilia encaje en el Golfo de León.

Si esto ocurriera, todo el mundo gritaría “GOL”, especialmente Angola y Mongolia, que son más futboleras de lo que parece.

Yo me he puesto a observar el mapamundi más detenidamente y he descubierto que además de esa bota hay también en Europa dos zapatos; uno  en Luxemburgo y otro en Serbia.


No sabría decir si son zapatos o zuecos o mocasines, lo que sí tengo claro es que están bastante maltrechos, como si los hubiese mordisqueado algún perro.

Y la verdad es que me entretuve en buscar a ese can, pero no he conseguido dar con él, aunque sospecho que Canadá y la Ciudad del Vaticano podrían saber algo al respecto.

Lo que sí tengo claro es que el dueño de ese perro tan juguetón es un golfillo con gorra de ferroviario que vive en Alemania y se llama Germán.


Puede que Germán no tenga perro, pero es evidente que tiene una gallina, esa gallina tan andariega y tan emplumada que hay en Eslovenia y que es conocida como la gallina Liubliana.
Ya conocerán ustedes aquella canción que dice:

Pobre gallina Liubliana,

en un corral tan ameno

y no hay un gallo esloveno

que la despierte mañana.

No sé si esta gallina es consciente de que hay un par de depredadores por el mundo que podrían darle caza para un festín.

Porque yo veo un majestuoso león en Montenegro.



El viento de los Balcanes le ha peinado su melena hacia el cogote, y él posa con su perfil derecho, porque sabe que le favorece.

Algo más lejos del corral, nada menos que en Bolivia, hay un águila que la observa desde allende los mares.



Cuando la oye cacarear, el águila Olivia de Bolivia levanta la cresta en un ramillete de plumas de guerra.

¿Y nadie se ha percatado de que hay un buitre manso y pacífico a orillas del Mar Báltico? 



No se le ven muchas ganas de atacar, pero sin duda espera a dar buen uso de ese pico carroñero.

Que Germán es un poco desastre con sus juguetes lo demuestra el hecho de ver flotando en el Mar Caribe su bate de beisbol y su pelota. ¡Dichoso crío que no guarda nada!



Me resulta curioso que el país de San Cristobal y Nieves tenga como capital a Baseterre, siendo el beisbol un deporte en el que es fundamental alcanzar cada base de tierra. ¿Nos están dando señales y no queremos verlo?

Por cierto, cómo suspira Italia por una isla como Nieves, tan redondita ella, en vez del mazacote triangular que le tocó en suerte.

Todavía he encontrado otros países que juegan a disfrazarse, (porque no hay nación sin imaginación) pero prefiero no arriesgarme a que alguno de ustedes empiece a cuestionar  mi salud mental.

Me quedo aquí, pues, a esperar esa inminente patada de la bota de Italia.

Parece que tarda.

¿Alguien me prepara unas palomitas?