26 de mayo de 2009

MIS BLOGS DE ADOLESCENTE


Una de las muchas ventajas de haber vivido tantos años en el campo es que conservo cosas que, de haber vivido en un piso, habrían ido a parar muy probablemente a la basura o, como poco, habrían sido regaladas por falta de espacio.

Pero en nuestra casa de campo había sitio de sobra para los cuadernos y los libros del colegio, espacio suficiente para los tebeos que me compraba de niño cada sábado con mi "paga semanal", algún rincón para los álbumes de cromos que coleccionabamos mi hermano y yo, otro lugar para las revistas de cine que tanto me fascinaban...

Poco se perdió, nada se tiró, y ahí continúan tantas cosas para su uso y disfrute.

Cierto es que algunas se estropearon en la riada del 82 de la que prometo escribir un día (y si no lo hago que alguien me lo recuerde) y otras se las comieron los roedores que esporádicamente pasaron por el trastero y corral donde estuvieron guardadas tantos años. (Hoy las tengo ya a salvo de perniciosos agentes externos)

Una de las cosas que atesoro con más cariño son "mis revistas".

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Siendo yo un adolescente (creo que se acababan de extinguir los dinosaurios) me aprovechaba de la cantidad de revistas que compraba mi abuela Paquita. Una vez leídas me daba permiso para llevármelas y entonces yo desarrollaba un hobby que me apasionaba.

Era tan sencillo como comprar un bloc grande y pegar en él sólo las páginas o fotografías que me interesaban, que, lógicamente trataban de mis series favoritas de televisión, las películas que entonces me gustaban, los cantantes preferidos, las curiosidades, los chistes...
Como por aquel entonces me gustaba mucho el inglés bauticé a aquel "refrito" de revistas con los nombres más sonoros que encontraba en el diccionario y así, la primera, con tapas de color rojo (año 1979) se llamó Overtime, la segunda, azul y del mismo año, se "editó" como Funny y la tercera, verde y del año 1980 se llamaba Kingdom.

Una particularidad de estas revistas es que yo numeraba cada hoja, escribía la fecha en ellas y la firmaba, como creyéndome el autor real de esos artículos tan atractivos para mí.

En fechas señaladas ( Navidad, Año Nuevo, ...) adornaba esas páginas con dibujillos alusivos a la festividad (el colmo de la ñoñez, pero para mí sublime)
Después de un determinado grupo de páginas hacía mis propios pasatiempos para los posibles nuevos lectores (recortando en trozos, por ejemplo, la foto de un actor o actriz y pegando esos trozos desordenados. "¿De quién se trata?" o "Averigua quién es" escribía entonces yo a su lado. Solución en la página tal. Bueh, ¡divertidísimo!) y también de vez en cuando hacía una especie de encuesta para que esos futuros lectores opinaran qué reportajes eran mejores, que viñetas más divertidas, que cosas faltaban y qué cosas sobraban.

Esa multitud de lectores la conformaba mi abuela, mi madre y mi hermano Tomás (los otros hermanos eran demasiado pequeños para atreverme a dejárselas) pero no me podía quejar pues me alababan el trabajo, me decían que era todo genial y me animaban a seguir haciendo más. Aún conservo un papel escrito por mi madre que dice "¡Bravo!, es la mejor revista editada que he visto en mi vida". Ya veis, con qué poco me hacían volar.

Si os habéis fijado (y apuesto a que sí porque la gente que pasa por aquí es especialmente sagaz y observadora) con aquellos 13 y 14 años de acné y pelusilla en el bigote, ya estaba yo pidiendo a gritos que alguien inventara esto de los blogs de internet.

Me gustaba crear, escribir, sacar a la luz mis gustos personales. Me satisfacía ver que todo quedaba compilado y bien guardado. Me agradaba que los demás lo vieran y opinaran al respecto. Si aquellos no fueron mis primeros blogs de papel, ¿qué es lo que fueron? Y hoy, ¿no estoy continuando acaso aquel hobby pero en plan moderno y virtual?

Es curioso, conservo dos de aquellos tres lectores de mis inicios y, bueno, mi abuela estaría encantada de seguir mi vida como Diablo. Con toda seguridad sería una asidua colaboradora.

El caso es que aunque habré cambiado mucho, en realidad no he cambiado nada y cuando hoy miro aquellas revistas, hay determinadas páginas que me hacen sentir lo mismo que sentí entonces. ¡En serio! Parecerá una tontería pero algo tan trivial como aquellas tardes caseras de tijeras y pegamento me hacían muy feliz.

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Cuantos padres habrá que darían lo que fuera por ver a sus hijos adolescentes con un pasatiempos tan inofensivo y tan inocente entre manos.
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Una de mi series favoritas era Con ocho basta. Las peripecias de la familia Bradford, compuesta por un padre viudo y sus ocho hijos.
Todo lo referente a ellos tenía cabida en mis revistas.






La casa de la pradera (o de la llorera más bien) tenía unos guiones que hacían tirar de pañuelo al más pintado.
Recuerdo que hubo un episodio en el que a Laura Ingalls, la hija de las trenzas, se le aparecía el mismísimo Dios. Fue tan lacrimógeno que quedé medio aturdido.









La serie Holocausto, en la que aparecía Meryl Streep, fue tremendamente impactante.
La historia de la familia Weiss, condenada a muerte por ser judia.



Mi famila siguió con gran interés Hombre rico, hombre pobre, serie basada en un best seller, con un reparto de excelentes actores que en mi hermano Tomás dejaron huella.

A partir de entonces empezó a peinarse a lo Jordache.


La foto de la exuberante rubia que sólo lleva zapatos no debió salir de ninguna revista de la abuela, pero me pareció perfecta para formar parte de la mía.

(El texto con que la acompañé no tiene desperdicio)






Hoy Vacaciones en el mar nos resultaría un pestiño de lo más empalagoso, pero en aquel entonces tenía su público. A mí me entretenía mucho. Siempre acababan todos felices y comiendo perdices (o centollos)



Pero las mejores series fueron las que llevó a cabo Radio Televisión Española. Intachables versiones de Fortunata y Jacinta de Pérez Galdós, y Cañas y barro o La Barraca de Blasco Ibáñez.

Ninguna serie americana las ha superado para mi gusto.



Campeón (The champ) 1979. Salí del cine con inmensas ganas de llorar.


Puede que mi serie americana favorita fuera Los ángeles de Charlie. Me tenía enganchado y estaba enamorado de las tres chicas, especialmente de Farrah Fawcett, que actualmente está atravesando delicados momentos de salud.

Un artículo sobre las cosas que coleccionan los famosos de Hollywood.





















Los Roper, serie británica de la Thames que me divertía enórmemente. Recogí entre mis páginas la muerte de Yootha Joyce que a todos sorprendió.
Me encantaba cómo se quejaba a su marido: "Pero Geooooorge..."
En esta página pegué una divertida lista con los nombres más raros de España.
(Pincha las imágenes para verlas en grande)


















Listas de éxitos musicales, curiosidades, viñetas de humor picante, pasatiempos....
Pues no me lo montaba yo poco bien...

23 de mayo de 2009

CARIES MENTAL

Puede ser peligroso que la mente divague por sí sola.

Me encontraba solo en la sala de espera de la clínica del dentista.
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Hacía rato que había abandonado la idea de seguir viendo las caras de las manoseadas famosas de las nuevas revistas (perdón: las nuevas famosas de las manoseadas revistas. Qué lapsus. Ya se sabe que en el dentista nunca hay revistas nuevas).
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A mis oídos llegaba el rumor amortiguado del torno del antipático individuo de la bata blanca. Los dentistas son las últimas reminiscencias de los torturadores de la Inquisición que se resisten a desaparecer. Seguro que babean cuando tienen la oportunidad de ver alguno de aquellos aparatos de tortura que se guardan en museos.
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Yo estaba bastante tranquilo porque sólo había acudido a hacerme una limpieza dental, lo que daba al torturador pocas posibilidades de hacerme daño.
En uno de los carteles que adornaban las asépticas paredes de la estrecha sala de espera, una atractiva chica daba todo de sí misma para mostrar la sonrisa que mejor dejara ver su perfecta dentadura, casi tan grande como el cartel.

Entonces, no sé por qué, recordé que había un anuncio en televisión en el que se decía: “Nueve de cada diez dentistas entrevistados recomiendan el chicle Trident sin azúcar”.

Ahí empezó todo. El recuerdo de aquella afirmación pareció agradar a mis neuronas que empezaron a divertirse con ella como si de juegos malabares se tratara, analizándola por arriba, por abajo, por delante y por detrás.

“Nueve de cada diez”… “entrevistados”… “recomiendan”… “el chicle”… “entrevistados?”…”nueve de cada diez?”

Es como si se hubiera apoderado de mí una imperiosa necesidad por ahondar más en esa estadística que en su día dieron tan a la ligera.

Se supone que con semejante premisa cualquiera exclamaría: “Ah, pues si lo recomiendan 9 de cada 10 dentistas, no me cabe la menor duda.”
Pero mire usted por dónde que no tuvieron en cuenta que a veces algunos nos aburrimos tanto que nos da por pensar . Y aquello ya empezaba a ser una noria en mi cabeza.

¿Tienen los dentistas – me decía yo para mí mismo - tiempo para ser entrevistados sin ganar dinero mientas tanto? ¿Será verdad que se pusieron a preguntar a dentistas y más dentistas una cosa así? ¿Es posible que a alguien se le encendiera una deslumbrante luz interior : “Oye, vamos a preguntarles a los dentistas si le dan el visto bueno a un chicle sin azúcar” Y lo que es peor, ¿quién pudo secundar eso? ¿Quién exclamó: “Síiii, vamos!!”

“Perdone señorita, veníamos a hacerle una pregunta al dentista””¿Tienen cita?””¿Cita? No, pero es que es sólo una pregunta para la televisión, y…””Sin cita no pueden pasar””Pero es que…””El doctor tiene un hueco en septiembre. Si les interesa…”
No me los imaginaba sacando cita previa en dentistas de Valladolid, Pamplona, Ferrol o Morata de Tajuña… para hacer “esa” pregunta. Tantas molestias para desembocar en algo así:

- Dígame
- No, nada, que si recomendaría usted el chicle Trident sin azúcar.
- ¿Perdón?

No, había algo que no me cuadraba, algo que hacía absurdo todo eso, con lo cual llegué a mi primera conclusión: sólo entrevistaron a diez dentistas.
Con eso no mentían con la estadística aunque la disfrazaban de una forma muy ladina.

La cosa está entonces en que debieron entrevistar sólo a diez dentistas, seguramente dentistas de vacaciones, muy probablemente de la misma localidad (para qué viajar) y sin atosigarles demasiado. Una cosita rápida de pim pam pum y ya está.

Y de esos diez, nueve debieron decir algo así:

- Ah, pues claro, entre un chicle con azúcar y otro sin azúcar, obviamente es más saludable el segundo, por aquello de evitar caries y tal…

Aquí me surgió otra duda. Los encuestadores, ¿les hablaron de la marca o no? Porque, vamos, yo soy dentista (es un supuesto, no me llamen para pedirme cita) y si de repente mi interlocutor me cuela una marca “…entonces, ¿usted recomendaría el chicle Trident sin azúcar? “, qué duda cabe que yo le contestaría: “El Trident o el Cuatrident, o el Maski Maski; aquí lo que importa es que no lleve azúcar, no la marca, carajo” (lo de carajo no sé si lo llegaría a decir o no. Depende de la cara de pánfilo que pudieran ponerme)

Esto me llevó a la segunda conclusión: a los dentistas no les nombraron nunca la marca.
Con ello tampoco estaban mintiendo a la hora de decirlo en la tele. Simplemente aplicaron la lógica: “¿No quedó la cosa en que lo recomendaban SIN azúcar? Pues el Trident es SIN azúcar, por lo tanto los dentistas recomiendan el Trident.”

Esto es igual que una regla de tres pero al estilo del periodismo actual. Mentiras que nos saben colar como verdades.

Bueno, a lo que íbamos, porque ahora viene la parte más bonita y emocionante del asunto.
¿Qué pasa con ese dentista que dijo que NO? Nueve dijeron SI, pero uno dijo NO, NO y NO!!
No soy periodista (ni ganas de serlo), y sin embargo… YO QUISIERA ENTREVISTARLE!! Daría lo que fuera por hacerlo, por conseguir hablar con ese dentista que, rotundo, no recomendó el chicle Trident sin azúcar.
Con ese sonidito ambiental del torno perforador que llegaba hasta mí desde la sala de tortura, mi mente se afanaba por encontrar una respuesta: ¿Por qué? ¿Por qué dijo NO?

Se me ocurrieron muchas posibilidades, a cual más apasionante. Destaco entre ellas las siguientes:

1) Pudo ser el primer dentista entrevistado. Cometieron la torpeza de nombrarle la marca Trident. Se sintió utilizado y los mandó a tomar viento con un NO como una catedral. Hizo bien.

2) Pudo ser el más inteligente de los diez dentistas y pensó: "Carajo, ¿y ahora se van a poner en la tele a decir a la gente que masque chicle sin azúcar? Estos qué quieren, ¿quitarme clientela? ¡Y una leche! ... No, señores, no lo recomiendo”.

3) (Mi favorita) Pudo ser un odontólogo con mucho amor por su profesión. Había continuado estudiando e investigando hasta llegar a ciertos descubrimientos que el resto de colegas aún no conocía. ¿Qué había descubierto? ¿Sabía algo que los otros ignoraban? ¿Le habían llevado sus estudios a la conclusión de que el chicle sin azúcar es mucho peor para el organismo que el que contiene azúcar? Siendo así, cuando le preguntaron se limitó a responder la verdad: “No, señores, no lo recomiendo”
Es una pena, pero a los ojos del mundo gana siempre la mayoría aunque haya minorías más capacitadas.

Pero cuando me encontraba en ese karma mental de los que están a punto de llegar a conclusiones definitivas me pareció que la chica del cartel pronunciaba mi nombre. Las neuronas se debieron replegar en retirada y comprendí que la voz era la de la ayudante del torturador que había aparecido para anunciarme que mi turno había llegado.

Me levanté y me dispuse a seguirla por el pasillo.
Al pasar junto al cartel de la chica de la blanca dentadura me asaltó la absoluta seguridad de que, a pesar de su sonrisa, no era feliz.

Decidí ahondar sobre ello momentos después.

Divagando con la boca abierta.

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Esta entrada forma parte del V Certamen "Escribe tu historia" del Blog El Mosquitero en el que os animo a participar.
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19 de mayo de 2009

ORGULLO FLAMENCO


Por mucho que lo intentara no sabría expresar con palabras todo lo que he sentido en estas recién terminadas fiestas de Moros y Cristianos de Petrel.

Sólo acierto a decir que han sido días intensos, emocionantes, soleados y alegres.

Agotadores también, pero de un cansancio que dejaba plenamente satisfecho.

Siempre espectador de estas fiestas, nunca las viví como festero por lo que no me dolía si había años en los que me las perdía por cualquier motivo.


Pero hace unos meses mi hermano Fran me propuso que me integrara en su fila, pues sus labores como Embajador cristiano en las mismas no le permiten poder desfilar con sus compañeros. Este año estrenaban una vestimenta realmente elegante que hubiera causado admiración al mismísimo Capitán Spinola.
Me picó la curiosidad y accedí encantado, aunque conforme se acercaban las fechas me mordía el gusanillo de los nervios, nervios ante la inminencia de algo hasta ahora desconocido por mí: vivir la fiesta desde el otro lado. Vivirla desde dentro.

Pero llegó el día y allí estaba mi bando: el cristiano, al que pertenece mi comparsa: el Tercio de Flandes, (sin duda alguna la mejor), y mi fila: el Escuadrón de Breda. Imponente, majestuoso. Y los nervios se diluyeron para dar paso a una gran satisfacción. Por fin puedo decir que he formado parte activa de las fiestas de Petrel. ¡Yo fuí un orgulloso flamenco!


Quiero enviar un abrazo a mis compañeros, y ahora amigos, Alejandro, Bordo, Helios, Javi, Miki, Rubén, Santi y al cabo Marcos por la buena acogida y por haber compartido tan buenos momentos juntos. Fuimos dueños del castillo hasta que el bando moro nos lo arrebató. Llegó nuestro embajador Fran y en nombre de Jaime I dio tanta caña verbal al moro que le dejó temblando hasta el turbante, momento que aprovechamos para arrebatarle lo que nos pertenecía y expulsar a los intrusos. Y en nuestro desfile triunfal, vítores, aplausos, fotos… y un dolor de pies del 15. Qué bueno, ¿eh? La historia se repitió al pie de la letra. (Sólo nosotros sabremos dónde y cuándo se perdía ese glamour de mallas apretadas...)


Dejo aquí un corto video de recuerdo. No es representativo en absoluto de la grandeza del Tercio de Flandes, pero es lo que me ha salido.




www.Tu.tv

Nota 1.- Mi agradecimiento a Juana Mari (Sax), lectora de este blog y a quien conocí este fin de semana, por las fotos enviadas. ¡Gracias sajeña!)

Nota 2.- Si queréis escuchar el pasodoble "Petrel" cantado en la plaza del pueblo por todos los festeros el primer día de fiesta y seguir su bella letra, pinchad aquí.

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Y ahora lo mejor: La anécdota más grande de estos días ocurrió cuando aún sonaban los últimos acordes de fiesta en el pueblo. Mi cuñada Laura, que hizo de fotógrafa inmortalizándonos una y otra vez y que paseaba orgullosa su enorme vientre de embarazada de ocho meses y medio, dio a luz este lunes a su hijo Saúl. El nuevo miembro de la familia ya está con nosotros.

No sé si terminará hablando swahili como su padre o si aprenderá a escribir jeroglíficos egipcios. Lo que sí me atrevo a asegurar es que será un orgulloso flamenco en las fiestas de Petrel.

¡Mi enhorabuena a los dos!

11 de mayo de 2009

CAGALDEROS Y RABUDOS

Mi D.N.I. dice que nací en Elda.

Así lo he dicho cada vez que me han preguntado de dónde soy.

Pero aunque no renegaré jamás de esta ciudad zapatera (mi padre es también de allí y mis abuelos paternos lo eran) siento que cada vez me unen menos vínculos a ella.
Va a cumplirse una década que llevo viviendo en Yecla, por lo que, en las ocasiones en que paso por Elda, la siento, cada vez más, una ciudad extraña y ajena a mí.
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El pequeño hospital donde nací, hace siglos que dejó de existir. El colegio en el que estudié E.G.B. (Colegio Lloret) fue demolido y de él sólo queda el nombre del edificio que han construído en su lugar. La casa en la que vivían mis abuelos la ocupan ahora personas que no conozco. Los cines en los que ví películas tan memorables como Grease, Superman , En busca del arca perdida o E.T. son ahora supermercados, restaurantes o cuatro paredes que sólo encierran silencio. De hecho ya no queda un solo cine en toda la ciudad.

El bar El taxista y los pubs (Picaporte, Cambalache...) en donde tanto me divertí con amigos, cerraron o cambiaron de nombre y de dueños.
Ya no queda casi nada de la Elda que yo conocí; al menos de las cosas que me importaban.

Por eso, últimamente, cuando me preguntan de donde soy, digo que de Petrel. Otras veces he dicho que soy de Yecla pero enseguida se han percatado de que no tengo acento yeclano ni por asomo, por lo que he optado por lo primero.
En realidad me he sentido siempre tanto de Elda como de Petrel, lugar éste en el que nacieron mi madre, abuelos maternos y generaciones anteriores y en el que he vivido la mayor parte de mi vida.
Soy, para que ustedes me entiendan, (o para confundirles aún más) tan cagaldero como rabudo.

Durante muchos años (ya mis abuelos nos lo contaban) los eldenses y petrelenses, como suele ocurrir con las poblaciones de cercana vecindad, siempre han andado un poco a la greña, metiéndose los unos con los otros. Los eldenses fueron para sus vecinos, desde tiempo inmemorial , "los cagalderos" y éstos apodaron a los de Petrel como "los rabudos". Desconozco el origen de semejantes apelativos.
Hubo un tiempo en el que se hizo tradición algo que irritaba profundamente a los petrelenses. En el último día de las Fiestas de Moros y Cristianos de Elda, en junio, a los jóvenes (y no tan jóvenes) les dió por entonar cánticos que instaban a tomar el castillo de Petrel. Poco a poco se iba congregando más y más gente que decidían finalmente subir (Petrel está más alto que Elda) para llevar a cabo la "supremacía" de unos sobre otros. Muchos lo tomaron como chulería y provocación y salieron a los balcones a echar cubos de agua a "los invasores", que impertérritos iban en progresivo avance para alcanzar esa meta.
Pero las cosas empezaron a tomar un cariz muy serio y se tuvo incluso que movilizar a la policía para hacer frente finalmente a esos intentos anuales por "tomar la ciudad" vecina, prohibiéndolos rotundamente.
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Hoy no quedan (creo) más rencillas como aquella por la sencilla razón de que Elda y Petrel han crecido tanto que se han unido totalmente, mezclándose la una con la otra en fuerte abrazo. A cualquier foráneo le es imposible diferenciar dónde empieza una localidad y termina la otra.
Os puedo dar datos muy curiosos al respecto:

La zona que delimita la "frontera" entre Elda y Petrel la conforma la Avenida de Madrid, pero es tan irregular que hay edificios en los que determinadas viviendas son de Elda y otras pertenecen a Petrel.

En un mismo edificio puede haber prefijos telefónicos de una ciudad y de la otra. Y yo he llegado a oir a gente de la zona decir: "En mi casa como y duermo en Petrel, pero a cagar me voy a Elda"

¿Cómo me iba yo a decantar por una ciudad o la otra teniendo un padre y abuelos cagalderos y una madre y abuelos rabudos? Imposible.

Tengo un par de documentos sonoros que grabé en su día en una cinta de cassette. Hubo un tiempo en que me dió por grabar a mis cuatro abuelos, cosa de la que ahora me alegro muchísimo pues hoy puedo escuchar a mi abuelo Conrado contarnos cuentos, como si no hubiera pasado el tiempo, o a mi abuela Francisca (una de las personas que más me ha hecho reír en mi vida) charlando con su consuegra, mi abuela Anita, mientras repasaban revistas del corazón.

Francisca: ¿No la conoce a la Isabel Presley? - decía mi abuela cagaldera. - Es una filipina, un punto filipino. Se casó con Julio Iglesias, ¿lo conoce?...
Anita: No, yo no conosco a nadie.
Francisca: Yo se lo presentaré algún día...
Y rompían las dos a reir.


En cuanto a la otra grabación, haré primero historia.
Mis hermanos Fran y Ana eran entonces muy pequeños y en el cole estaban preparando una fiesta de disfraces. Mi madre, que siempre ha sido única para estas cosas, les cosió en sus ratos libres dos disfraces: uno marron de gato y otro rojo de demonio, con cuernos y rabo (me doy cuenta de que en esta familia las alusiones al diablo empiezan a ser preocupantes)
Mis abuelos maternos estaban sentados en el salón de mi casa, charlando, y a mí me dio por grabarles.

(Extracto)

Conrado - ...un traje que ha montado en dos horas
Anita - ¿Qué?
Conrado - Que los cuernos no existían y los rabos tampoco y ella en un momento...
Anita - Sí, es verdad
(Un silencio y de repente mi abuela empieza a reir )
Conrado - ¿Eh?
Anita - Jajaja, Juan (refiriéndose a mi padre) decía : " Lo del rabo, sea lo que quiera, como sois de Petrel... pero lo de los cuernos sí que no me gusta" - Y volvía a reir con ganas.

Y mirándome me explicaba

- Los de Petrel llevan rabo, dicen... Jajajajaja.




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Esta entrada viene a ser un puente para la próxima. Este fin de semana voy a vivir un importante acontecimiento que me unirá más a Petrel. Es algo totalmente nuevo para mí y que me ilusiona y me pone nervioso a partes iguales.
Pero será un honor vivirlo para después contarlo y compartirlo con todos vosotros.

¡Hasta entonces!

5 de mayo de 2009

BENIDORM, BENIDORM




Soy un enamorado de Benidorm.

Me gusta esta ciudad, la mire por donde la mire.

En todas las ocasiones en las que, desde el tan visitado balcón del Mediterráneo , he contemplado la playa de levante a un lado y la de poniente a otro, con esa impresionante línea de rascacielos detrás, siempre me he sentido maravillado ante su belleza.
Cuesta creer que en los años 50 fuera tan sólo un pequeño pueblo de pescadores que ignoraba completamente el boom turístico que estaba por llegar y me pregunto qué pensarán los más ancianos del lugar sobre el impresionante crecimiento y transformación de su ciudad. ¿Les gustará?
Porque a priori no suenan nada atractivas las ideas que vienen a la cabeza de lugares así: edificios y más edificios, tráfico, masificación, reclamos para el consumo, ruido…
Y sin embargo, repito, adoro Benidorm.

Me gustan sus anchas avenidas, sus calles peatonales, su casco antiguo, su luz, su colorido, su clima. Me gustan las vistas del impresionante monte Puig Campana a sus espaldas y de la isla que parece flotar en el centro del mar, todo un emblema de la ciudad. Me gusta contemplar cómo las gaviotas surcan su costa, el vaivén de sus palmeras, el trasiego constante de turistas, la total indiferencia de todos ante la forma en que vayas vestido por muy estrambótica que pueda ser, sus estrechas calles del centro, los pintores de la plaza del castillo, los pubs ingleses…

Me fascina la visión del Benidorm nocturno, las luces de los rascacielos reflejadas en el mar, el sonido de las olas golpeando las rocas sobre las que descansa el mirador, los paseos trasnochados, el olor de los gofres y los creppes calientes, las risas en la terraza de un café…
Puede que mi amor incondicional por Benidorm radique en cosas tan memorables como el haber sido el lugar donde fui al colegio por primera vez, la primera playa en la que me bañé o el primer cine al que entré para ver una película.
Será por todas esas cosas que siento que en Benidorm sigue quedando algo de mí y en mí llevo siempre algo de Benidorm.

Este pasado puente de primero de mayo pasé tres días allí con mi mujer e hijos. Tres soleados y agradables días de primavera.

Era la primera vez que traíamos a Aitana. Teníamos nuestras dudas de si nos limitaría mucho el movimiento siendo aún tan pequeña, pero sorprendentemente se amoldó a la perfección. Quería paseo y más paseo, ir andando, no en carrito, ni dormir la siesta siquiera...
En un momento dado le dije:

- Pero hija, ¿cómo tienes tanto aguante tú?
A lo que respondió:
-No, papá, no tenno guantes, me le dejao en casa.

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Samuel caminaba encandilado ante tanto escaparate mostrando juguetes, sin embargo...

- Papá - me dijo- ¿me compras un reloj?
- Cuando tomes la comunión te compraré uno

No le convenció la respuesta y fue en busca de su madre.

- Mamá, ¿me compras un reloj?
- Sí, cuando te cases.
- Joo, para eso queda muchoo.

Pero los ojos que ponía, ya en silencio, cada vez que veía expositores de relojes, me ablandaron (como siempre)

-¿Cuál te gusta?
- Mira papá, este amarillo es muy chulo.

Mientras paseábamos, lucía orgulloso su primer reloj en la muñeca (siempre hay una primera vez)

-Papá, mamá, son las 6 y 38.... -Los ojos fijos en la esfera - Papá, mamá, son las 6 y 39... Papá, mamá, son las 6 y 40. ¿A que va muy deprisa este reloj?
- Claro hijo, si es que el tiempo no corre, vuela!
- Vosotros preguntadme la hora cuando queráis, ¿eh? Que yo os la digo.
- Ah, vale.... Samuel, ¿qué hora es?
- Las 6 y 42... Fíjate que cuando me lo has comprado eran las 6 y 38 y ya son las 6 y 42...
- ¡Qué barbaridad!

Cuando llegaron las 7 en punto fue todo un acontecimiento.
La verdad, verle tan contento era un gozo.

-Mañana, cuando sean las 8 de la tarde empezará el partido de fútbol. ¿Le ponemos la alarma para que nos avise?
- Síiii - respondió ilusionado.

Y llegó el anhelado momento. Sábado, día 2 de mayo. 20 horas. Real Madrid - Barcelona. Los bares se colapsan.


Samuel cena su plato favorito. El Real Madrid está ganando.

Las cosas empiezan a torcerse.

La cara de mi hijo viendo como nuestro equipo

pierde el partido... y la Liga.

(Aprovecho para felicitar a mis lectores culés (que los habrá)

pero también os digo que no es justo el disgusto que disteis a mi hijo.)

Por suerte, escaparates como éste dulcifican la derrota

(por lo menos a mí)

Mis murcianicos en El Rincón Murciano

Antes de volver a Yecla me acerqué a fotografiar el colegio al que asistí siendo un pequeño benidormense. Se llama Leonor Canalejas (no recordaba su nombre)


A través de cuya balaustrada asomaba yo la cara para saber

qué película echaban en el cine de enfrente

(desaparecido hace años sin que llegara a hacerse

un juicio justo por el asesinato de la mamá de Bambi)

Por último, unas fotos que dejan constancia del paso del tiempo.

Samuel la primera vez que estuvo en Benidorm...

Y cinco años después, en el mismo parque de atracciones.

Mi madre pasea por Benidorm con sus hijos. Mi hermano Tomás en brazos.

Mis hijos pasean con su madre por otra calle de la ciudad.

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Sí, Samuel, el tiempo avanza muy rápido. En tu reloj y en todos los relojes.

Aún no te haces una idea de cuánto.