Puede ser peligroso que la mente divague por sí sola.
Me encontraba solo en la sala de espera de la clínica del dentista.
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Hacía rato que había abandonado la idea de seguir viendo las caras de las manoseadas famosas de las nuevas revistas (perdón: las nuevas famosas de las manoseadas revistas. Qué lapsus. Ya se sabe que en el dentista nunca hay revistas nuevas).
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A mis oídos llegaba el rumor amortiguado del torno del antipático individuo de la bata blanca. Los dentistas son las últimas reminiscencias de los torturadores de la Inquisición que se resisten a desaparecer. Seguro que babean cuando tienen la oportunidad de ver alguno de aquellos aparatos de tortura que se guardan en museos.
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Yo estaba bastante tranquilo porque sólo había acudido a hacerme una limpieza dental, lo que daba al torturador pocas posibilidades de hacerme daño.
En uno de los carteles que adornaban las asépticas paredes de la estrecha sala de espera, una atractiva chica daba todo de sí misma para mostrar la sonrisa que mejor dejara ver su perfecta dentadura, casi tan grande como el cartel.
Entonces, no sé por qué, recordé que había un anuncio en televisión en el que se decía: “Nueve de cada diez dentistas entrevistados recomiendan el chicle Trident sin azúcar”.
Ahí empezó todo. El recuerdo de aquella afirmación pareció agradar a mis neuronas que empezaron a divertirse con ella como si de juegos malabares se tratara, analizándola por arriba, por abajo, por delante y por detrás.
“Nueve de cada diez”… “entrevistados”… “recomiendan”… “el chicle”… “entrevistados?”…”nueve de cada diez?”
Es como si se hubiera apoderado de mí una imperiosa necesidad por ahondar más en esa estadística que en su día dieron tan a la ligera.
Se supone que con semejante premisa cualquiera exclamaría: “Ah, pues si lo recomiendan 9 de cada 10 dentistas, no me cabe la menor duda.”
Pero mire usted por dónde que no tuvieron en cuenta que a veces algunos nos aburrimos tanto que nos da por pensar . Y aquello ya empezaba a ser una noria en mi cabeza.
¿Tienen los dentistas – me decía yo para mí mismo - tiempo para ser entrevistados sin ganar dinero mientas tanto? ¿Será verdad que se pusieron a preguntar a dentistas y más dentistas una cosa así? ¿Es posible que a alguien se le encendiera una deslumbrante luz interior : “Oye, vamos a preguntarles a los dentistas si le dan el visto bueno a un chicle sin azúcar” Y lo que es peor, ¿quién pudo secundar eso? ¿Quién exclamó: “Síiii, vamos!!”
“Perdone señorita, veníamos a hacerle una pregunta al dentista””¿Tienen cita?””¿Cita? No, pero es que es sólo una pregunta para la televisión, y…””Sin cita no pueden pasar””Pero es que…””El doctor tiene un hueco en septiembre. Si les interesa…”
No me los imaginaba sacando cita previa en dentistas de Valladolid, Pamplona, Ferrol o Morata de Tajuña… para hacer “esa” pregunta. Tantas molestias para desembocar en algo así:
- Dígame
- No, nada, que si recomendaría usted el chicle Trident sin azúcar.
- ¿Perdón?
No, había algo que no me cuadraba, algo que hacía absurdo todo eso, con lo cual llegué a mi primera conclusión: sólo entrevistaron a diez dentistas.
Con eso no mentían con la estadística aunque la disfrazaban de una forma muy ladina.
La cosa está entonces en que debieron entrevistar sólo a diez dentistas, seguramente dentistas de vacaciones, muy probablemente de la misma localidad (para qué viajar) y sin atosigarles demasiado. Una cosita rápida de pim pam pum y ya está.
Y de esos diez, nueve debieron decir algo así:
- Ah, pues claro, entre un chicle con azúcar y otro sin azúcar, obviamente es más saludable el segundo, por aquello de evitar caries y tal…
Aquí me surgió otra duda. Los encuestadores, ¿les hablaron de la marca o no? Porque, vamos, yo soy dentista (es un supuesto, no me llamen para pedirme cita) y si de repente mi interlocutor me cuela una marca “…entonces, ¿usted recomendaría el chicle Trident sin azúcar? “, qué duda cabe que yo le contestaría: “El Trident o el Cuatrident, o el Maski Maski; aquí lo que importa es que no lleve azúcar, no la marca, carajo” (lo de carajo no sé si lo llegaría a decir o no. Depende de la cara de pánfilo que pudieran ponerme)
Esto me llevó a la segunda conclusión: a los dentistas no les nombraron nunca la marca.
Con ello tampoco estaban mintiendo a la hora de decirlo en la tele. Simplemente aplicaron la lógica: “¿No quedó la cosa en que lo recomendaban SIN azúcar? Pues el Trident es SIN azúcar, por lo tanto los dentistas recomiendan el Trident.”
Esto es igual que una regla de tres pero al estilo del periodismo actual. Mentiras que nos saben colar como verdades.
Bueno, a lo que íbamos, porque ahora viene la parte más bonita y emocionante del asunto.
¿Qué pasa con ese dentista que dijo que NO? Nueve dijeron SI, pero uno dijo NO, NO y NO!!
No soy periodista (ni ganas de serlo), y sin embargo… YO QUISIERA ENTREVISTARLE!! Daría lo que fuera por hacerlo, por conseguir hablar con ese dentista que, rotundo, no recomendó el chicle Trident sin azúcar.
Con ese sonidito ambiental del torno perforador que llegaba hasta mí desde la sala de tortura, mi mente se afanaba por encontrar una respuesta: ¿Por qué? ¿Por qué dijo NO?
Se me ocurrieron muchas posibilidades, a cual más apasionante. Destaco entre ellas las siguientes:
1) Pudo ser el primer dentista entrevistado. Cometieron la torpeza de nombrarle la marca Trident. Se sintió utilizado y los mandó a tomar viento con un NO como una catedral. Hizo bien.
2) Pudo ser el más inteligente de los diez dentistas y pensó: "Carajo, ¿y ahora se van a poner en la tele a decir a la gente que masque chicle sin azúcar? Estos qué quieren, ¿quitarme clientela? ¡Y una leche! ... No, señores, no lo recomiendo”.
3) (Mi favorita) Pudo ser un odontólogo con mucho amor por su profesión. Había continuado estudiando e investigando hasta llegar a ciertos descubrimientos que el resto de colegas aún no conocía. ¿Qué había descubierto? ¿Sabía algo que los otros ignoraban? ¿Le habían llevado sus estudios a la conclusión de que el chicle sin azúcar es mucho peor para el organismo que el que contiene azúcar? Siendo así, cuando le preguntaron se limitó a responder la verdad: “No, señores, no lo recomiendo”
Es una pena, pero a los ojos del mundo gana siempre la mayoría aunque haya minorías más capacitadas.
Pero cuando me encontraba en ese karma mental de los que están a punto de llegar a conclusiones definitivas me pareció que la chica del cartel pronunciaba mi nombre. Las neuronas se debieron replegar en retirada y comprendí que la voz era la de la ayudante del torturador que había aparecido para anunciarme que mi turno había llegado.
Me levanté y me dispuse a seguirla por el pasillo.
Al pasar junto al cartel de la chica de la blanca dentadura me asaltó la absoluta seguridad de que, a pesar de su sonrisa, no era feliz.
Decidí ahondar sobre ello momentos después.
Divagando con la boca abierta.
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