Hace unos días encontré unos folios escritos a mano que redacté cuando yo tenía 17 años. Al leerlos rememoré aquella tarde en la que, para hacer un trabajo de antropología que la profesora de filosofía nos había encargado, entrevisté a mis abuelos con una grabadora y luego extraje fragmentos de aquella conversación. No podía dejar de colgar algunos extractos en el blog y compartirlo con vosotros.
(Perdonad una vez más por la longaniza, pero creo que merece la pena)
HOMENAJE AL MATRIMONIO DECANO DE PETREL:
DON CONRADO RODRÍGUEZ MAESTRE (86 años)
DOÑA ANA PÉREZ CORTÉS (80 años)
Día de San Valentín . PETREL 1982.
Estas son las palabras de la placa conmemorativa entregada hace dos años al mencionado matrimonio de manos del alcalde, y que hoy preside brillantemente su hogar.
No me fue difícil conseguir datos del Petrel de hace tantos años de boca de esta pareja, por la sencilla razón de que son mis abuelos maternos.
Fueron muchas horas cargadas de recuerdos, de nostalgia, de emociones las que me hicieron descubrir lo que significa de verdad toda una vida, toda una generación. En el espíritu de algunos hombres de hoy, de los de principios de siglo, quedan evidentes las marcas de las grandes zancadas del tiempo, y en sus mentes infinidad de vivencias. Mis abuelos me relataron lo que fueron sus años de infancia, juventud y madurez y descubrí aquella otra sociedad, transformándose continuamente con la evolución, con el progreso.
Si en alguna ocasión mi trabajo no encaja con lo que se conoce como “antropología”, me excuso, pero mi intención… desea ser buena.
EL PUEBLO DE PETREL
Todo empezó cuando con interés pregunté cómo era Petrel.
- Pequeño, muy pequeño. ¡Ahora es doble y triple! – dijo mi abuelo.
- Todo eran bancales, muchos terrenos de cultivo, y el pueblo estaba encogido debajo del castillo. Las calles eran estrechas (aún hoy en el Petrel viejo existen ) – completó mi abuela.
- Sí, sólo estaba la Iglesia de San Bartolomé, la Ermita y unas cuantas casas – enumeraba mi abuelo
- ¿En qué se trabajaba? – pregunté.
- En la agricultura, en mis tiempos en la agricultura, aunque la primera industria que existió en Petrel fue la alfarería: cántaros, botijos… Después la agricultura, el cultivo de la vid, de la almendra, del olivo, la cebada… - decía mi abuelo.
- ¡Y en las lonas! – agregaba mi abuela – Allá en Santa Bárbara (un caserío a unos 3 kms de Petrel) – se hizo junto con gente de Novelda, una fábrica de lonas cerca del río. Las mujeres se levantaban a las 5 de la mañana, y unas a otras se llamaban a las puertas para ir todas a trabajar. Luego volvían a las 9 o las 10 casi siempre. Pero la fábrica se fue a la ruina al final, después de muchas huelgas por no se qué…
- Sí, pero aquí en Petrel se trabajaba en la agricultura – insistía mi abuelo – Yo mismo tenía 8 años y ya estaba detrás de la mula labrando con mis albarcas de esparto. Como lo que más había era uva, no tardó en fundarse la actual cooperativa del vino. El sindicato – recordaba – se creó por el año 20 ó 22.
- Y no había escuelas – me advertía mi abuela – Había un hombre que iba por los campos dando lecciones a los niños que trabajaban. Más tarde se hizo una escuela y poco a poco fueron yendo todos a enseñarse. Los maestros… ¡menudos los maestros! Cuando los chiquillos no sabían la lección les pegaban palmetazos en la mano. Luego iban los pobres a sus padres , a decírselo, pero ninguno se molestaba en consultar al maestro, – decía riéndose – al contrario, decían a sus hijos: “Muy bien que ha hecho, por no hacer las cosas bien” No es como ahora, que no se les puede decir nada a los alumnos, y si se les dice se la carga el maestro.
Siguió narrando la situación escolar y terminó volviendo al tema del trabajo:
- El resto de mujeres trabajábamos también en el campo; íbamos a escardar. Llegábamos tan pronto que teníamos que esperar a que se hiciera de día para coger cebada.
- El término municipal de Petrel empezaba en lo que es hoy la Calle Nueva de Elda – decía mi abuelo – así que Petrel y Elda estaban bastante separadas. Elda se fue remontando hasta juntarse con Petrel porque ha edificado mucho más rápido. Yo creo que con el tiempo se juntará también con Monóvar.
NOVIAZGO
- Habladme del noviazgo. Por ejemplo ¿durante cuánto tiempo era prudente ser novios?
- Pues con decirte que nosotros estuvimos 7 años ¡ siete! – decía con orgullo mi abuela – Antes los novios se respetaban mucho, ¿sabes? No como ahora… Antes todo el mundo se respetaba, y sobre todo en familia.
- ¿Es verdad eso de que la madre se sentaba entre el novio y la novia – pregunté con curiosidad
- ¡O la abuela! ¡Y con el garrote en la mano! – decía riendo mi abuelo – Antes, fíjate, una pareja de novios, cuando estaban en la casa de ella, por ejemplo, y el novio se acercaba mucho a la novia, ella tenía que rechazarle porque sus padres le prohibían a la hija que permitiera ese descaro.
Me contaron un gracioso caso; el de una pareja en la que el novio, enamorado perdido, se acercaba tanto a su amada y se inclinaba tanto con la silla, que ella, para evitar futuras reprimendas por parte de los padres, se levantó bruscamente haciendo caer al novio al suelo con silla y todo y teniendo que salir de la casa disparado como castigo a su osadía.
- El novio – decía mi abuela – iba a buscar a la novia a su casa, pero no se iban solos. La madre se iba con ellos al cine o al teatro, y si era a pasear, ella debía llevar amigas a su lado, hablando con ellas.
Yo lo encontraba muy gracioso al compararlo con la actualidad y dije:
- Entonces el novio era casi como si no existiera…
- Pues sí, jejeje…, porque ¿los novios soloS? ¡¡Ni hablar!! – proseguía mi abuela – Lo que solían hacer es juntarse dos parejas de novios a pasear. Los novios hablaban a un lado, y ellas, cogidas del brazo, por otro. Pero una pareja de novios solos no se veía nunca, ¡era muy descarado!
Pregunté también por las bodas.
- Como ahora, pero sin tanto lujo ni tanto invitado. Cuando nos casamos nosotros – decía mi abuelo –sólo estuvieron presentes nuestros padres y hermanos ¡nadie más! Pero si había invitados se celebraba con una chocolatada y pastas.
- ¿Y de viajes de luna de miel? – pregunté
- ¡Ni pensarlo! – dijo mi abuela, que parecía que se había remontado a aquella época - Las lunas de miel son muy recientes. Antes como mucho se iban a Alicante a pasar el día, pero por la noche estaban de vuelta en el pueblo.
CRÍMENES
- ¿Hubo aquí en Petrel algún crímen, algún asesinato?
- Alguno hubo, sí... No se podía evitar que hubiera muchos problemas con los jóvenes que se reñían porque se disputaban a una misma mujer, pero no pasaba de ahí. Pero una vez, después de una disputa, se citaron dos jóvenes a solas y uno apuñaló al otro y huyó del pueblo. El herido no murió enseguida, intentó llegar a su casa, dejando un rastro de sangre por el camino y delante de lo que son ahora las Escuelas y ante mucha gente, cayó muerto. Esto se comentó muchísimo...
Hubo otro muy desagradable. Por una disputa entre dos labradores por motivos de uso del riego; se insultaron mutuamente llegando a pelearse y quedar malheridos; pero cuando parecía que la cosa iba a quedar en una pelea, al día siguiente, estando uno de ellos en una taberna del pueblo, fue avisado de la llegada del vecino montado en un burro, y sin pensárselo dos veces salió y le dio dos cuchilladas en el vientre y lo mató.
Entonces habló mi abuela Ana:
- Y en mi familia, Felipe, un hijo de mi bisabuela, tuvo un desafío con un joven que siempre le estaba comprometiendo. Se citaron en un lugar y cuando el provocador llegó, ya le estaba esperando Felipe, que le preguntó: "¿Estamos bien aquí ya?" Y sin esperar más sacó un revolver y le pegó un tiro. Cuando llegó la Guardia Civil, Felipe se había ido a su casa como si no hubiera hecho nada. Muy malherido, el otro aún pudo decirles antes de morirse: "Dejad en paz a Felipe, que la culpa es mía por comprometerle"
- ¿Y le dejaron en paz?
- ¿En paz dices? - prosiguió esta vez mi abuelo - Le metieron en la cárcel y le torturaron con la gota: una gota que le caía desde lo alto en la cabeza día tras día sin poder moverse...
- Su madre - decía mi abuela - osea, la abuela de mi madre, era muy rica y para que su hijo estuviera bien atendido y no le maltrataran llevaba muchos productos de sus huertas allí a Monóvar y a los conventos.
- ¿A Monóvar?
- Sí, la cárcel no estaba en Petrel, estaba en Monóvar. Total que la pobre mujer se arruinó intentando sacar a su hijo de la cárcel para que al final muriera. ¡Le mataron también!
RELACIONES CON ELDA
- No, las relaciones con Elda nunca han sido muy buenas que digamos - reconocía mi abuelo - Ni Elda con Petrel ni Petrel con Elda, ni Villena con Sax, ni Sax con Villena... Mucho nos metíamos los unos con los otros. Los jóvenes se apedreaban si se encontraban, se insultaban... Los mayores era diferente, se tenían más respeto.
- Nos decían "petrolancos rabudos" - decía mi abuela riéndose - y nosotros a ellos "cagalderos rabudos"
- Pero bueno, ¿rabudos los dos? - tuve que interrumpir yo - ¿Quién empezó primero? Alguien debió copiar el insulto...
- Pues no sé... Los de Elda decían:
"Petrolancos rabudos, no tienen culo,
el verano que viene les pondremos uno"
Y luego, al revés también se lo cantábamos a ellos:
"Cagalderos rabudos, no tienen culo..."
- Pero todo eran tonterías - me advertía mi abuelo - porque si luego una de Petrel se casaba con uno de Elda que fuera adinerado, bien orgullosos lo pregonaban los padres por ahí...
- "Cagalderos rabudos, no tienen culo... " - canturreaba mi abuela.
VESTIMENTA
- La moda va dando tumbos - decía mi abuela - Si te pones a ver todo empieza, cambia, vuelve a cambiar, vuelve a empezar... En los hombres, el camal (pernera) del pantalón pasó de ser excesívamente ancho a muy estrecho. En domingo predominaban las camisas blancas muy almidonadas. Las mujeres teníamos vestidos largos, muy sencillos todos. Y los colores cambiaban según la moda, pero por lo general en las jóvenes eran colores claros y más oscuros en las mayores.
- El sombrero se llevaba mucho - continuó mi abuelo - A los jóvenes les gustaba hacerse fotos con la raya a la izquierda o con sombrero. Más adelante el pelo se llevó todo peinado hacia atrás y muy corto, casi rasurado por la nuca. Nadie se afeitaba solo, todos iban al barbero. Le pagaban todo un año por adelantado y eran 8 pesetas.
- En las mujeres predominaban las trenzas y los moños. El pantalón sólo se veía en la mujer cuando se ponía el bombacho en las fiestas de Moros y Cristianos, pero en la vida cotidiana jamás.
El luto era en mi opinión excesivo. Un pañuelo o velo negro en la cabeza durante dos años y ropa negra hasta 6 años en las mujeres. En los hombres un brazalete negro para indicar su dolor.
EPIDEMIAS
Este fue uno de los temas más emotivos. Por sus expresiones advertí que les dolía recordar aquella época que tanto marcó sus vidas.
- Hubo una epidemia en la que murieron muchas personas: la gripe.
- Fue en el año 1919 - apuntó mi abuelo - Lo sé porque casi me muero yo también. Pero hubo otra más antigua: el cólera, aunque esa no la conocimos nosotros, pero que se llevó por delante a muchísima gente. El cementerio se llenaba de muertos por sepultar. Los enterradores se emborrachaban porque no podían soportar el terrible espectáculo estando serenos. Algunos de ellos confesaron después muy arrepentidos que algunos no estaban muertos del todo y pedían agua o una taza de caldo... Les tenían que rematar de un palazo en la cabeza y no faltó de aquel al que enterraron vivo.
- Pero esa no la conocimos nosotros - volvió a remarcar mi abuela - Entonces vino la gripe...
- El médico vino a mi casa - relataba mi abuelo - y le dijo a mi madre: "Presentación, se te mueren todos. No sé si se te salvará Conrado, pero la cosa está muy mal. Pero mira ¡ a tocar la guitarra y a olvidar! A mi mujer la acabo de enterrar y algún que otro familiar está a punto de morírseme. Pero hay que hacernos los tontos y vivir, mujer. No te pongas triste, que es peor.
Mi abuelo se veía profundamente emocionado. No pudo seguir hablando y continuó mi abuela:
- Murieron muchísimos en el pueblo. Ibas por la calle y... ¡Ay, un muerto! Seguías andando y... ¡Ay, otro muerto! Muertos que sacaban de las casas y amontonaban en un carro para llevárselos a enterrar enseguida. Hubo familias que desaperecieron enteras... Yo me acuerdo que me encontré con una mujer enferma que iba a la fuente a por agua. Volviendo a mi casa ya había caído junto a la fuente...
- ¿Afectó a todos? - pregunté - Supongo que los ricos pudieron evitarla, ¿no?
- ¡Qué va! Al revés, diría yo. Ocurría que aún se morían más pronto, que en esas enfermedades cuando más sano se está, más pronto ataca. Había dos señoritos que estaban gordos y sanos, que tiraban mucho dinero en fiestas... ¡en dos días estaban en el cementerio!
- Pero no afectó a todos, no - prosiguió mi abuelo - a mi madre no, ni a tu abuela, ni a muchos otros...
- No, es verdad, a mí no, en absoluto - reconocía mi abuela - Y había una vieja que no le tenía miedo a la enfermedad e iba por las casas dando cucharadas de aceite de ricino a los niños.
- Sí, es verdad, y a mí me salvó eso - decía mi abuelo muy emocionado - Yo, desde la cama, oí cómo el carro se paraba en la puerta de mi casa. Después de tomar el aceite reaccioné vomitando y empecé a mejorar. Cuando por fin me levanté pregunté por mi hermano... Y me enteré que había muerto por la gripe y que el carro que yo habia oido se lo había llevado.
- Cuando todo pasó, toda Petrel iba de luto.
Y aquí ambos guardaron un emocionado silencio.
PROGRESO
- ¿Cómo habéis visto avanzar el mundo? Estaréis asombrados de ver cómo ha evolucionado todo, ¿no?
- Sí, es verdad - decía mi abuelo - de no haber nada a todo lo que hay ahora. Coches, por ejemplo, no había ni uno, y ahora...
- ¡Ahora los tengo hasta el moño! - exclamaba mi abuela.
- Ya te he dicho que nuestro mundo era la agricultura, luego vino el calzado, de Elda, hasta que apareció la primera industria en Petrel, la de los Villaplana. Por obra de un tal Castelló, un buen alcalde que hubo en Petrel, se construyeron otras más y movió el afán por los zapatos. Pero sólo aguantaban en pie las fábricas que montaban los ricos, las demás era raro que prosperaran. Yo tenía 15 ó 16 años cuando empezó la industria del calzado en Petrel.
- ¿Qué sentísteis al ver el primer automóvil?
- El primer coche lo ví en Elda - recordaba mi abuelo - Estaba labrando unos campos y pasó un coche grande tocando la bocina por todas partes. Era de un eldense al que le funcionó bien el negocio de los zapatos y pudo comprárselo. ¡Fue el primer coche que entró en Elda y Petrel!
- ¿Y cómo reaccionó la gente? ¿Se impresionó?
- ¡Cómo! ¡Y tanto! Salían todos a la calle a verlo pasar. Cuando con los años empezaron a entrar unos coches más, la gente protestaba pensando en los accidentes que podrían provocar.
- Cuando empezaron los coches yo era una muchachica y salía a la calle porque venía Don Eleuterio de Novelda con su coche grande y negro. Muy grande y muy negro. Ahora no veo ningún coche tan negro como aquellos... Y quien se compraba un coche se hacía una fama de rico...
- Entonces, ¿quién se podía considerar rico? - pregunté curioso.
- ¿Rico? Con 1000 pesetas ya eras rico.
- ¿Con sólo 1000 pesetas?
- Hombre, sólo tienes que ver una cosa: en mi casa vendíamos vino; cada cántaro costaba 9 monedas; una moneda tenía cinco céntimos. Pues vendiendo unos pocos cántaros ya pasábamos todo el año, con que imagínate el que tenía 1000 pesetas...
- ¿Y había muchos pobres?
- Claro, casi todos éramos pobres - decía mi abuela - ¿no ves que eran cuatro gatos los que tenían todo Petrel? El resto... Estaban los poderosos y los trabajadores. Los poderosos que tenían mucha tierra buscaban trabajadores que se las cultivaran y a los que pagaban, pero ¡ cuidado ! vivieras lejos o cerca ibas a pie y no te pagaban el viaje, no es como ahora, que si no les llevas en coche no van...
De repente se puso muy nostálgica
- Recuerdo muy bien al Tío Chupito... Iba todos los días a Salinas a cavar cepas. En el campo estábamos a las 7 de la mañana haciendo gachamigas para todos y la gente gritaba al verle:
- ¡Ya viene el Tío Chupito!
Mi abuela se sacó un pañuelo de la manga para enjugarse una lágrima.
- Y cuando aún no era de día se le veía venir, cansado... Y el pobre venía a comer con dos pesetas en la mano de todo un día cavando cepas. ¡Tenía una voluntad aquel hombre...! Trabajaba mucho, mucho... Antes era así, fíjate... Nadie se moría de hambre porque se tenía una gran conciencia del trabajo. Cuando me acuerdo de él me entran ganas de llorar, porque le recuerdo tan bien... ¡Y yo era una chiquilla!
¡Pobre Tío Chupito! Me acuerdo de él y me entran ganas de llorar porque pienso ¡Cómo estábamos antes! ¿Y ahora estamos mal? ¿Ahora dicen que estamos mal?...
PETREL, 1984