30 de diciembre de 2013

TALISMANES PARA EL 14

Una nueva ocurrencia para el blog me asaltó el otro día de forma imprevista.

Me encontraba ordenando un montón de chachivaches de un armario, tirando a la basura lo inservible y reorganizando otras cosas igual de inútiles de las que, por alguna razón, no me puedo desprender.
En el altillo de ese armario guardo algunos objetos personales metidos en una antigua caja metálica de Cola Cao.

 De sobra sé lo que contiene esa caja, pero siempre que me topo con ella la abro y hago un repaso de sus reliquias.
 Cartas, cintas de cassette, un canto rodado de la playa de Brighton, viejos cromos, una cartera repleta de monedas extranjeras, llaveros...


Pero la cosa más absurda que conservo allí metida lleva dando tumbos conmigo desde hace tantos años que es casi un milagro que no se haya desintegrado.
Permanece en una caja de plástico amarillo verdoso que en su día contenía tarjetas de presentación...

 ... y que desde hace años viene a ser el sarcófago de una momia.
La momia de una manzana.

No, ni yo mismo entiendo muy bien por qué conservo todavía eso, pero al menos puedo explicar de dónde procede.

Tengo unos primos que viven en Sevilla, que en los veranos de los años 70 venían a Petrel a nuestro campo. Pasábamos varias semanas juntos, disfrutando como solo los niños en verano saben disfrutar.  El juego del escondite ("¡Por Toni y por Juan!" "¡Ah, has roto la olla, que no es Toni, que es Tomás!") , el de polis y cacos, excursiones, meriendas con Nocilla, baños... Por la noche risas en corro, contando mil tonterías y alguna historia de miedo de vez en cuando. 
Con la ayuda de nuestros padres preparábamos una función el día del cumpleaños de nuestro abuelo Juan, en agosto, y el que no cantaba alguna canción, contaba chistes o se disfrazaba para hacer un teatrillo cómico. 
Todos recordamos aquello con añoranza.

Lógicamente, tras esa unión en tan perfecta armonía, cuando llegaba la hora de la despedida nos invadía la pena. 
Y fue en una de aquellas horas previas a su vuelta a Sevilla, mientras mi tío Toni  guardaba las maletas en el coche, que mi madre ideó un juego. Colgó una manzana en la rama de un árbol y nos propuso morderla sin utilizar las manos. 
Mi prima María José, tras varios intentos frustrados, agotó su paciencia y con todo el descaro del mundo la agarró con las dos manos y empezó a devorarla a grandes mordiscos, haciéndonos reír con ganas a todos. 
Después de despedirles y ver cómo el coche se perdía de vista, volví a caer en la habitual melancolía que seguía a la ausencia de mis primos.  Y al mirar esa manzana mordida que todavía se balanceaba en el árbol...
(Inciso: Ahora que escribo esto me doy cuenta de que siempre he sido de naturaleza nostálgica, y que de haber sido un escritor romántico, suspiraría al borde de un acantilado junto a un mar embravecido "Oh, pena infinita que te empeñas en apagar mi luz...") Fin del inciso.

Pues como decía, la visión de aquella manzana tan solitaria, que minutos antes había provocado tantas risas, me produjo tanta ternura que la desaté de la rama y la guardé.

Al verano siguiente, mi prima Mária (así la llamamos, con acento en la a) se quedaba de piedra al ponerla ante sus ojos.
- Ofú, primo, ¿y la has guardado todo un año para que la viera?
- Sí, y el año que viene la verás otra vez.

Y no solo la vio al año siguiente, también al otro y al otro, cuando ya estaba más seca que la cañería de una pirámide.

Aquellos seis  primos están hoy casados y tienen tantos hijos que imagino que todos los primos juntos formarán un divertido grupo, aunque dudo mucho que se diviertan tanto como lo hacíamos  nosotros.

Y aquella manzana sigue aquí, casi 40 años después, como el símbolo de aquellos bonitos días de la inocencia, aquellos veranos de diversión y alegría.

Es por esto que cada vez que la veo, ese corazón acartonado resistiendo al tiempo, aunque mi primer impulso es tirarla, bastan unos segundos para que me invadan los recuerdos y la vuelva a guardar en la caja otra vez. ¿Cómo deshacerme de ella, si ha estado toda la vida conmigo?

Y pensando que era ésta una historia que merecía ser contada en el blog, fue cuando me salió al paso la ocurrencia. Decidí que esa manzana pase a convertirse desde hoy en mi amuleto de la suerte para el año que viene,  y que la voy a colocar en un expositor virtual de talismanes.

Y ahora es cuando vosotros entráis en acción, porque sería estupendo que cada cual aporte su talismán de la suerte. 
No voy a pedir que me enviéis una foto a mi correo de aquel objeto preciado que convertiríais en mágico amuleto (aunque me encantaría que lo hiciérais), me conformo con que nombréis alguna pertenencia personal con la que os sintáis identificado o cualquier trasto que apreciáis por su valor sentimental, y ya me las arreglaré yo para que aparezca en este expositor junto a vuestro nombre.

¿Y qué conseguiremos con todo esto? Pues aunque muchos no creeréis en la buena fortuna de tratar con el Diablo, yo os aseguro que la colección de talismanes expuestos en bella unión puede ser algo apoteósico.
No hay más que hablar. ¡¡Decidme, mostradme, comentadme vuestros talismanes!!


PD. Esta es la entrada número 60 de este año. Todo calculado para que apareciera al menos un 6.

PD2. ¿Alguien se ha fijado con qué cifra empezó y terminó el Gordo de la lotería de Navidad? ¡Para que alguien dude de la suerte diabólica!

PD3. ¡Feliz y afortunado año 14 a todos!


21 de diciembre de 2013

SAMUELADAS Y AITANERÍAS (y las vacaciones)

Ahora que tengo en casa a mis pequeños alborotadores (que son dos pero a veces parecen cuatro) me pregunto cómo sobrevivieron mis padres con cuatro hijos, sobre todo nuestra madre, que, como suele ser habitual, era la que pasaba más tiempo pendiente de nosotros. ¿Cómo haría para tener tanta paciencia? ¿Dónde compraría pastillas contra la desesperación? ¿Por qué no le hemos construido un monumento todavía?

- Papá, ¡¡el viernes nos dan las vacaciones!! - me  han estado recordando mis hijos todos los días de la semana. 
Como si no lo supiera...
Y todos los días sonriéndoles, y exclamando  "¡Qué bien! ¿eh?"... Y tragando saliva.

La verdad es que me acuerdo de aquellos días previos a las vacaciones de Navidad que también viví de niño y comprendo bien su ilusión, pero, claro, se han vuelto las tornas, y aquella maravillosa visión de más de dos semanas sin cole, se ve hoy con otra perspectiva:  diecisiete días seguidos con niños en casa... ¡glubs!
Y no es que sean niños insoportables, ni mucho menos, pero uno se acostumbra a la rutina de dejarles en el cole por las mañanas y tener unas cuantas horas  de paz celestial, y ahora... 

¿Cómo lo explicaría yo para hacerme entender?

Digamos que Samuel es un gaitero. Un virtuoso gaitero con muchas ganas de tocar la gaita. 
Aitana es la gaita, una gaita que suena con el más mínimo roce, que casi puede sonar con tan solo mirarla. Una señora gaita, vamos.
Y yo soy el sufrido espectador que no soporta el sonido de las gaitas y que se ve obligado a tragarse, sin escapatoria,  los espectaculares conciertos que tiene programados el gaitero en días consecutivos.
¿Lo he explicado bien?

Se levantan con un millón de ganas de jugar. No suele ocurrir nada si lo hacen por separado, salvo algún conflicto de territorialidad que consigo apaciguar con Tratados urgentes. Pero siempre llega el momento en que deciden jugar juntos. ¡Juntos! (Juntos = Peligro)

Parece que para jugar juntos no valen medias tintas: uno ha de llevar la voz cantante y el otro ha de acatar lo propuesto. 
Si la cosa es divertida, milagrosamente la sociedad  funciona. El problema empieza cuando el que aceptó el juego propuesto, opina que no le resulta tan divertido, y entonces sugiere cambios. Cambios, ¡qué risa!, no hay cambios que valgan. No sé cómo lo hacen pero el que propone el juego siempre adopta una posición conservadora y nunca tolera las propuestas progresistas del socio de diversión. 
"Que así no" "Que es así". "Que así no quiero". "Me da igual, el juego me lo he inventado yo" "Pues no juego" "Pues no juegues" "Pues al papá vas"

Cuántas veces vendrán a mí, al Tribunal de Justicia, con sus quejas, sus acusaciones, sus denuncias... uff, incontables. Y como la verdadera Juez resuelve-conflictos, es decir, la madre de las criaturas, trabaja en el comercio, los sábados por la mañana son siempre así: montañas rusas de diversión y locura. 

"¡Ah, no, no, a mi no  me mareéis!  Resolved vuestros problemas entre vosotros. Si no os
lleváis bien no podréis jugar juntos  y os aburriréis"

"Pero es que dice...", "pero es que me ha hecho...," "pero es que no quiere...

Por eso, cuando hay relevo de Jueces y yo me voy al trabajo, es como si me retirara a un paraíso perdido a respirar aire puro, olvidando todos los contenciosos. 

Luego resulta que con Apamen son unos benditos y juegan juntos en feliz armonía, lo que me hace sospechar que saben muy bien calibrar a ambos magistrados. De sobra deben saber que yo soy el blando, el que acepta sobornos y chantajes, mientras que ella es la implacable, la que envía a los calabozos a la más mínima y sin contemplaciones.

En fin, que quede todo esto visto para sentencia, porque yo paso a otra cosa. 
Como de los dos Jueces, soy yo el que escribe las anécdotas, ahí van un par.

(Caminando con Aitana por la calle)

- Ay, casi piso esa caca de perro - me dice.
- Si la llegas a pisar te habría traído suerte.
- ¿Cómo que suerte?
- Eso dicen, que si pisas una caca tendrás suerte.
- Pero yo no me atrevo a pisarla... ajj, qué asco.
- No, no hay que pisarla a propósito, me refiero a pisarla sin querer, sin darte cuenta.

Y tras reflexionar unos segundos...

- No, yo no creo que traiga suerte, ¡trae peste!

(Con Samuel en casa)

- Papá, mañana tengo examen de mates, ¿me pones ejercicios a ver si los sé hacer?
- Claro, ¿qué tipo de ejercicios?
- Como estos - me dice mostrándome el libro de matemáticas abierto.

Les echo un vistazo y me parecen chino mandarín. ¿En quinto y ya no entiendo nada? ¡Qué desastre!  Pero en fin, me limito a variar los enunciados y cambiar las cifras y le paso los nuevos problemas. En pocos minutos los trae resueltos y además me los explica.

- Aquí son 2/12 y el sustraendo es mayor porque blablabla... En este son 280 del total, que se representa blablabla... Y aquí son 3/4 porque  en esta fracción blablabla
- Perfecto, Samuel, guárdalo todo en tu mochila.
- ¡Pero no los has corregido!
- No hace falta. Con la rapidez que lo has hecho y lo bien que te explicas, tiene que estar bien a la fuerza.
Se me queda mirando con sonrisa socarrona.
- Ah, claro, que tú en mates eres very malo, ¿eh?
- Uff, pero very very.

Y luego me trae unas notazas que me llenan de orgullo y me dan un poco de miedo. ¿¡De dónde habrá salido este extraterrestre!?

Y una última anécdota de mi niñez, que a pesar del tiempo transcurrido recordamos bien Tomás y yo. 
Debió ser a finales de 1974 o principios del 75 porque Fran era un bebé y estaba en la cuna. Jugábamos a que yo era un monstruo que iba a comerme a ese bebé, y Tomás tenía que impedirlo. 

- ¡Aparta de la puerta, que me voy a comer a ese niño!
- ¡No! ¡Vete!
Le empujé a un lado y entré en la habitación.
- Jajajaaa, me lo voy a comeeeer - y aproximándome mucho a la carita de mi hermano, que dormía tan tranquilo, abrí mucho la boca hasta casi atrapar su moflete. 

Por supuesto, solo estaba interpretando un papel, pero Tomás pareció tomárselo muy en serio, y lo último que yo esperaba es que me diera un fuerte golpe con el puño en la cabeza.
- ¡Que no te comas a mi hermanito!
Y Fran se despertó de golpe y empezó a llorar con fuerza.  ¡Lógico, si con el puñetazo casi me como el moflete de verdad!
 Salí de la habitación a todo correr y Tomás me siguió sin entender bien por qué. Al poco nos llamaba nuestra madre, muy enfadada. Que qué habíamos hecho, que el nene tenía una señal en la cara, que teníamos que haber sido nosotros...

Niños... Niños que no dejan de jugar y que, aún sin pretenderlo, acaban con la paciencia de los padres. La vida se repite  como un calco.

Me despido con el vídeo de una conocida canción.  La cantábamos de niños y hoy la conocen nuestros hijos también y, muy probablemente, la cantarán nuestros nietos en el futuro, porque es una  canción imperecedera que jamás pasará de moda; una canción  que es alegre y triste a un mismo tiempo y que tiene el dulce sabor de los bellos recuerdos de la niñez.

16 de diciembre de 2013

A LAS PRUEBAS ME REMITO

¡Otra vez la misma historia! Es llegar diciembre y mi Jefe se descompone.

Me da rabia que se sorprenda a estas alturas de que a estas bajuras se note el ambiente navideño. Qué le vamos a hacer si  el espíritu de bondad y armonía  traspasa hasta la corteza terrestre. Y qué culpa tengo yo de que lleguen a oírse  aquí abajo  cascabeles y panderetas del mundo exterior. ¿Por qué la paga conmigo con insultos, desaires y mal aliento?

Por si fuera poco,  los becarios con aspiraciones a diablo tenemos que presentarle cuentas para hacer el balance del año, precisamente en este mes, que está de un mal café que echa patrás. 
Hace poco nos citó a todos los que tenemos un blog satánico a su servicio, y nos presentamos en su despacho con nuestros diplomas, medallas, cartas de recomendación... en fin, con todos los méritos que engrosan nuestro currículo. Los miró por encima con poco interés y mucho desprecio, para gritar finalmente: "¡¡Morralla, morralla y más morralla!!" y tirar todos nuestros papeles al fuego (por suerte eran fotocopias, ¡que se joa!)

- A primeros de año...- prosiguió echando humo por la cabeza- ¡¡quiero que uno de vosotros ascienda a diablo en funciones!! ¿Entendido? ¡Ya estoy harto de tanto estudiante inepto a mi costa! ¡¡Aquí se viene a hacer el Mal, no a pasar el rato calentitos!! Fuisteis elegidos por vuestras características malignas, pero no estoy en absoluto orgulloso de ninguno. Sois mantequilla barata, panolis de gomaespuma, mamarrachos que dan risa... ¡hasta la sombra de mi silla da más miedo que vosotros! ¡Inútiles!

Ricky Vélez, del blog Aquí huele a cuerno quemado, estuvo a punto de contestarle, pero se contuvo, pero Lola Campuzano, la del blog Malísima de la Muerte, estaba tan indignada que, para fastidiar,  se puso a silbar Campana sobre campana, pero le rogamos que se callara porque se nos empezaron a derretir las suelas de los zapatos.

Las instrucciones que nos ha dado son muy claras: dentro de una semana hemos de presentarle pruebas gráficas que demuestren que somos verdaderos demonios; imágenes que no dejen lugar a dudas a la hora de conseguir el título de Diablo (con mayúscula) 
Así que llevo unos días tan ajetreado como inquieto, pues deseo a toda costa ser YO el elegido y, la verdad,  tengo mis dudas.

He seleccionado seis fotos que espero le satisfagan, aunque me falta dominar mis nervios y preparar un discurso de explicaciones convincentes.

PRUEBA 1:


El otro día estaba comprando en la frutería  de mi barrio, y en el montón de las patatas me encontré esta con forma de corazón, que puse aparte para sacarle foto. La voy a titular  EL AMOR ES UNA PATATA. A mi Jefe le divierten los juegos de palabras: si le digo que es evidente que el amor es una patata y que los que creen en él son unos papafritas... igual se ríe, y punto a mi favor. Pero, no sé... ¿debo presentarla como prueba de maldad? Para eso debo decir que el amor es una patata con mucha rotundidad, ¿no? ¿Una cochina patata, mejor? ¿Queda agresiva la cosa? ¿Debería esperar a que se arrugue y asome un gusano?

PRUEBA 2:


UNA GATA ENDEMONIADA. Le voy a decir a mi Jefe, que la gata de mi curro, negra y misteriosa como  noche sin luna, me ama. Siempre que me ve, arquea el lomo y me sigue como  sombra poseída. Pero lo mejor de todo es que HABLA. El otro día le rascaba entre las orejas y le pregunté qué quería. Juro que me dijo MIEEL (pronunció la L mejor que cualquiera de nosotros) Cuando le dije que no tenía miel, perdió todo su interés por mí y se alejó. 
¿No impresiona tener como amiga a una bestia negra que habla? Creo que esta es una gran prueba a mi favor, pero imagino a mi jefe protestando: ¡Quiero un diablo, no una bruja! 
Me fastidia reconocerlo, pero los gatos negros se asocian más a ellas que a nosotros. 
¿Pero tendré suerte? ¿Lo pasará por alto?

PRUEBA 3


LA GARRA DE SATÁN. Se me ocurrió fotografiar mi mano izquierda aferrando un montón de guijarros. (No me preguntéis por qué; ¿no os levantáis algunas mañanas con la vena artística?) 
Cuando los que me rodeaban echaron un vistazo a esa foto, alguien exclamó: "¡Ahí va, se te forma un tridente en la mano!" Y es cierto, tendón y venas dibujando esa señal que puede hacer callar muchas bocas. ¿Soy o no soy un diablo? Vamos, que hasta a mí me acojona tener una prueba tan contundente. A ver con qué ojos lo ve mi Jefe...

PRUEBA 4:


666, ESA CIFRA OTRA VEZ. Mi verdadera perdición ha sido que los  móviles hayan pasado a servir para algo más que para hacer y recibir llamadas. En serio, me han complicado la vida, pues he caído como un tonto en el vicio y estoy enganchado a un jueguecito de los demonios: el Apalabrados. Ya me gustaba el Scrabble de mesa, pero esto es mucho mejor, no se pierde el tiempo buscando en el diccionario. 
Y así, dale que te pego,  he alcanzado  la victoria 666. Igual como prueba es una castaña pilonga, cualquiera puede llegar a esa cifra, pero diré a mi Jefe que me hizo una ilusión bárbara verla en la pantalla, hasta el punto de fotografiarla con otro móvil para enseñársela a él... Esto no es algo que vaya haciendo todo el mundo. Yo sí.

PRUEBA 5:


LOS CUERNOS ME SIENTAN TAN BIEN... Y aquí se puede ver que no miento. Ahora los quisiera naturales, sin casco. A ser posible retráctiles y de rojo brillante. ¡Necesito ganármelos como sea! 

PRUEBA 6: 


INMORTALIDAD. Este verano fui devorado por un tiburón. Espero no escuchar risitas al otro lado de la pantalla, porque os diré algo: es muy desagradable. ¡Y duele!
Siempre pensé que esto de los tiburones asesinos era solo cosa de Spielberg, pero qué leches, ¡existen! Y mira que es raro que los haya por el Mediterráneo, pero está visto que los hay. Y aún me parece mentira que con lo abarrotadas que están las playas de Benidorm en agosto, me fuera a tocar la china precisamente a mí (se ve que les atraen los efluvios de azufre)
El caso es que si os estoy contando esto es porque sobreviví (a pesar de las 84 dentelladas, que las conté) y eso solo puede significar una cosa: que uno no vendió su alma al diablo para que cualquier bicho marino lo borre del mapa un mal día, que el pacto me aseguraba tener la sangre hirviendo por toda la eternidad. 
Si con esta prueba mi Jefe  no me asciende...  tiro la toalla.

En fin, que si pasáis por aquí y sois tan amables de ayudarme en algo os lo agradecería mucho; ya sabéis que es por una buena causa (o mala, que viene a ser lo bueno) Valoraré cualquier opinión, consejo, palmadita en el hombro...

Mientras tanto, voy a ver si me saco una foto matando moscas con el rabo.

10 de diciembre de 2013

UNA SUECA LLAMADA CARITA NORDIN

En 1982, el año del sonriente y rechoncho Naranjito de los Mundiales made in Spain, empecé a escribirme en inglés con una sueca. 
Al decir esto me he imaginado al actor José Luis López Vázquez exclamando con ojos desorbitados "¡Una sueca, una sueca au-tén-ti-ca!", pero, seré sincero, mi elección no se debió al legendario cliché del español bebiendo los vientos por una nórdica (o al menos no del todo),  mis motivos fueron más pragmáticos. 
Como ya he contado, por aquel entonces, todo lo que tuviera que ver  con el grupo sueco ABBA me volvía loco, y pensé que nadie como una compatriota del cuarteto  para conseguir toda la información del mundo al respecto.

Se llamaba Carita Nordin y era de Sörberge, una población costera del municipio de Timrå. Nuestra correspondencia duró tres años y aún conservo la veintena de cartas y  postales que de ella recibí.

La primera carta está fechada el 25 de mayo de 1982, cuando yo iba a cumplir los 16 años y ella acababa de estrenar los 15. En aquella carta  me contaba que estaba encantada con escribirse con un español, pues  en breve tenía previsto estudiar nuestro idioma. Era muy aficionada a los deportes en general y en sus gustos personales  escribió "pop music, reading, dancing and travelling", pero sobre todo "jazzballett", que nunca supe qué era  aquello exactamente.
Lo que más me llamó la atención es que tenía una caligrafía exquisita, perfecta, que alabé en múltiples ocasiones.

En la segunda carta mi atención se desvió a la foto que enviaba. Tengo que admitir que se me cayó la baba al verla: Carita era una chica de melena rubia, ojos verdes y una sonrisa profident que dejaba ver una dentadura blanquísima. Me faltó tiempo para presumir de pen friend entre los amigos.

De ABBA sabía más bien poco, lo que demuestra una vez más que nadie es profeta en su tierra. Ella prefería a Duran Duran, Culture Club o Kim Wilde, pero con el tiempo, sin duda influenciada por mí, llegó a interesarse mucho por el grupo y me consiguió cosas muy interesantes.

Con cada carta nos íbamos superando, y las sorpresas fueron siempre en aumento: postales de nuestras ciudades, recortes de periódicos, fotos de nuestros cantantes favoritos, billetes (yo le envíe uno de cien pesetas y ella uno de diez coronas), dibujos, chistes... Ella se esmeraba mucho en decorar los sobres, rotulando y coloreando las letras, e incluso diseñándolos de forma muy original.


Antes de despedirse, añadía siempre palabras  en sueco y su traducción al inglés, y yo hacía lo mismo con frases en español; de esa forma aprendíamos expresiones que después utilizábamos al escribirnos. Así, pronto empezó con "Hola, Juan, ¿cómo estás?" y yo le decía "Hej, Carita, hur mår du?"

Empezó a estudiar español en el instituto y aproveché para enviarle un par de singles de canciones muy de moda: No controles, de Olé olé y La noche no es para mí, del grupo Video, añadiéndole las letras en español e inglés. 
La verdad es que me gustaría comprobar cómo lo hice, porque no recuerdo nada, pero aquello de No controles  mi forma de vestir porque es total, hoy me parece eso: totally total! xD
Ella me lo agradeció enviando  un single de ABBA no editado en España que, claro está,  me hizo flipar en colores.


Ha sido muy curioso (y nostálgico)  revisar todas sus cartas para rememorar aquel tiempo y escribir hoy acerca de aquella amistad por correspondencia. 
He vuelto a ver las fotos de su perro Ray y su gato Gullet, sus notas en el instituto, el recorte de un periódico cuando fue seleccionada para Miss de su ciudad, y he sonreído al leer que en 1984 viajaba a España y me avisaba que estaría en Marbella unos días, por si podía ir a verla. Demasiado joven entonces como para aventurarme a algo así por mi cuenta, lo descarté enseguida, excusándome de la mejor manera posible, aunque recuerdo que durante mucho tiempo soñé despierto con aquella posibilidad que no se realizó.

En 1985 se trasladó a vivir a Norrköping, desde donde me escribiría dos cartas más. La última está fechada el 16 de junio de 1985.

La última carta que le escribí me fue devuelta; Carita Nordin ya no vivía en esa dirección.  Lo intenté otra vez remitiendo nueva carta a su antigua dirección, pero nada, ya no volví a saber de ella nunca más. 
Me he preguntado muchas veces qué sería de Carita y por qué ya no volvió a dar señales de vida.

Y el motivo por el que he querido escribir sobre ella hoy, es, además de guardar en este blog otro recuerdo más de mi vida, que quede ahora la posibilidad de que alguien (o ella misma, tal vez) encuentre su nombre, sus fotos, su letra, flotando por la red y que exista la oportunidad de ponerse en contacto conmigo. 
Han pasado 30 años, pero sería  maravilloso volver a reencontrarnos después de tanto tiempo.

Quién sabe, la vida da tantas vueltas...

Min vän Carita, vär ar du?








3 de diciembre de 2013

Y EL INGLÉS BY MY SIDE

Recuerdo como si hubiese ocurrido ayer mismo - y sin embargo han pasado más de 35 años- cómo fue mi primera clase de inglés.
En realidad tengo grabada la imagen de los primeros minutos de clase, cuando la señorita Lola, en el colegio Lloret,  se dirigió al encerado y en la parte alta escribió en mayúsculas: VOCABULARY
Acto seguido trazó una línea vertical y comenzó a escribir  palabras en inglés a la izquierda y su equivalente en español a la derecha:

Boy - Chico, muchacho
Girl - Chica, muchacha
School - Colegio
House - Casa

Es esa imagen, y mi inmediata ilusión  por lo que empezaba a conocer, lo que permanece fresco en la memoria.

Y es que desde el principio tomé el inglés como un juego. 
¿Que la cosa consistía en aprender palabras nuevas y saber qué significaban? ¡Divertido! 
¿Que ese juego tenía sus reglas y, como nos explicó la señorita Lola, la palabras no se pronunciaban tal y como estaban escritas? ¡Más divertido!  
¿Que school se decía /skuul/ y house era /jaus/? ¡Fascinante!
No me pareció nunca algo especialmente difícil, muy al contrario,  se convirtió pronto en mi asignatura favorita, y a diferencia de las matemáticas, tan desagradables, que me aburrían mortalmente y que nunca terminé de entender bien, el inglés fue siempre el mayor aliciente en cada largo curso escolar.

También recuerdo el día en que me compraron mi primer diccionario de inglés, la ilusión que me hizo y el pensamiento de si seria capaz de aprender todas las palabras que hacía correr ante mis ojos al revisarlo una y otra vez. Con esa nueva herramienta a mi alcance, nació una nueva afición: traducir canciones.

Siempre he dicho que el grupo ABBA, además de proporcionarme muchos momentos de felicidad, me enseñó a aprender inglés. Es más, ABBA hizo que mi predilección por el idioma creciera muchísimo más, por todo aquello que  fui descubriendo por mí mismo y que sobrepasaba con creces el nivel que en el colegio llevaba. Eso me hacía sentir importante.

Aunque traducir las canciones no fue cosa fácil en un principio, pues yo solo tenía  cassettes, un formato que no solía incluir las letras de los temas.

Esto me hace recordar a José Ignacio, un compañero de la clase de mi hermano. Sus padres tenían discos de ABBA, así que le pedí el gran favor de que me dejara esas letras, que yo las copiaría inmediatamente y se las devolvería. Pero José Ignacio tenía alma  de negociador y quiso un beneficio a cambio, y me fue a pedir  algo que  me costó muchísimo conseguir: hojas de morera para sus gusanos de seda.
Yo vivía en el campo, pero a pesar de haber muchos árboles allí, no teníamos ninguna morera. Eso me forzaba a buscarlas por la ciudad las veces en que tenía ocasión, que eran pocas. Y el muy cabrito, como nunca le parecían suficientes y quería aprovecharse de mi necesidad,  me iba pasando canciones a cuentagotas.

Y ahora que me paro a pensarlo, de haber existido entonces internet, donde uno puede encontrar todas las letras de todas las canciones e incluso sus traducciones, ¿habría sido para mi un aliciente aprender inglés? Probablemente no, así que me alegro mucho de no haber tenido entonces tanta información.

Puedo verme perfectamente en aquellos dichosos fines de semana, con la letra de alguna canción delante de mi.

I've seen you twice
in a short time...

"A ver, I've es la contracción de I have, y seen es el participio del verbo ver, así que... Te he visto... twice. ¿Qué es esto de twice?”
 Y allí estaba el diccionario para echarme una mano.
“Dos veces” ¡Anda, ¿twice es dos veces”? Yo hubiera dicho two times. Te he visto dos veces en un corto tiempo... En poco tiempo, más bien”

Y así, estos pequeños y grandes  descubrimientos, tan directamente ligados a  la fascinación por aquella música, solían quedar grabados en mi memoria para siempre.

Al llegar al instituto las cosas continuaron igual en este aspecto. Las clases de  matemáticas, o las de dibujo técnico, eran un martirio que duraba una eternidad, mientras que las de inglés pasaban como suspiros. Los profesores de matemáticas, y los de ciencias en general,  siempre fueron feos y antipáticos, sin embargo  el  inglés lo impartieron siempre mujeres guapas y sumamente agradables (o al menos a mí me lo parecían)

Recuerdo especialmente a Joelle, y su aire jovial, siempre sonriente. Los viernes traía un radiocasette y nos pasaba fotocopias con la letra de alguna canción para escuchar  y traducir. Gold, de Spandau Ballet, The wall, de Pink Floyd, I just called to say I love you, de Stevie Wonder...

Joelle me parecía tan especial, que siempre esperaba con ganas el momento en que volviera a  aparecer por la puerta.
Una vez no pude resistirme y, tras asegurarme bien de que nadie me veía, le dejé una nota anónima en el parabrisas de su coche. No recuerdo lo que le decía exactamente pero lo hice en inglés y con toda la pasión de un adolescente enamorado.

Al día siguiente yo estaba muy nervioso, e incluso arrepentido de mi osadía.  ¿Sería capaz de hacer alusión a la nota en clase? Ya me ponía colorado con tan solo imaginarlo ¿Y si ella descubría que había sido yo? ¿Cómo actuar para que no sospechara de mí?
En el momento en que Joelle entró en clase  casi se podía oír mi corazón retumbando en el pecho. Me sudaban las palmas de las manos y apenas me atrevía a mirarla a los ojos.

Pero Joelle comenzó la clase con total normalidad, muy sonriente, como era habitual en ella.

"He pensado -dijo- que sería muy provechoso para vosotros que tengáis correspondencia en inglés con gente de otros países, así que os voy a asignar a un penfriend a cada uno. Traigo direcciones de chicos y chicas de vuestra edad de varios países de Europa".

Me pareció una idea extraordinaria, y cada uno de mis compañeros eligió un papel con el nombre y las señas de gente de Francia, de Inglaterra, de Alemania, de Holanda..
Yo tenía una predilección en concreto. Miré entre las direcciones por si encontraba lo que quería, y tuve suerte.


Así es como comenzó mi correspondencia con una chica sueca de la que me gustaría hablar más adelante.

26 de noviembre de 2013

FOBIAS A LA CARTA

No hace mucho pude comprobar que mi miedo a las alturas sigue latente. 
Supongo que a estas “alturas” es ya un mal incurable.

Me encontraba  en la planta 26 de un edificio  de Alicante y salí al balcón a contemplar las vistas. 
Al acercarme a la barandilla sentí el habitual  escalofrío en la columna vertebral, una especie de temblor  eléctrico  que empieza en las piernas y sube hasta el cuello. 
Lo curioso es que puedo dominar ese pavor y mirar al vacío, lo que no puedo evitar es imaginar mi caída, y es ese pensamiento el que me atenaza y me hace el momento tan desagradable.
 
Pero el verdadero pánico se produce si alguien próximo a mí se asoma sin miedo. Es entonces cuando me quedo paralizado y siento la necesidad física de sentarme en el suelo y pedirle que se aparte del peligro. Por suerte, los que me conocen no hacen el “loco” en mi presencia.
 
Otro de mis miedos inevitables es el de la velocidad. Cuando voy de copiloto en un coche y el conductor  acelera despreocupadamente,  empiezo a sentir  una ligera sudoración en todo el cuerpo. No han sido pocas las veces que si la aceleración ha sido creciente  y continua, le he rogado que deje de correr, explicándole que no lo paso nada bien a más de 120 km/h.
 
Estas experiencias  me hacen asegurar que jamás subiré a una montaña rusa: altura y velocidad a un mismo tiempo, ¡no se me ocurre peor cóctel Molotov para mi corazón!
 
Una búsqueda en internet sobre este curioso mundo de las fobias, me desveló que el miedo a las alturas se llama acrofobia, y  que recibe el nombre de tacofobia la aversión a la velocidad.
 
Pero lo curioso de verdad fue descubrir que existe una lista interminable  de fobias,  tantas que me quedé pensando que los seres humanos somos unos bichos muy raros y  en ocasiones tan  absurdos como para  echarnos de comer aparte.
 
No imaginaba que pudiera haber tantos miedos a tantas cosas. ¡Es increíble!
 
Puedo entender la claustrofobia que todos conocemos, ese miedo a los espacios reducidos.  Alguna vez me he quedado atrapado en un ascensor, y siempre lo he sobrellevado bien, pero debe ser muy distinto coincidir en una avería con un claustrofóbico que se ponga a chillar. Probablemente, por aquello de la sugestión,  se convirtiera en algo contagioso  y termináramos dando alaridos los dos.
 
También había oído hablar de la agorafobia, que es tanto el miedo a los espacios abiertos como a los muy concurridos. En este último caso encuentro muy natural  que se desencadene una sensación de terror si en la multitud de un concierto, por ejemplo, se produce una avalancha humana. Ese sí es un motivo real de asfixia y no el de un ascensor, pero está visto que la mente no siempre atiende a razonamientos.
 
Comprendo también que haya quien sienta miedo hacia  las arañas (aracnofobia), aunque tampoco es mi caso. Soy capaz de echarme una siesta en mitad de un prado y espantar a manotazos todos los insectos que  noto me corretean por la piel. No me paro a pensar qué tipo de bicho puede ser  y asunto solventado.
 
También encuentro muy lógico  que exista la dentofobia (miedo a los dentistas, ¡quién no lo tiene!),   o la pirofobia (miedo al fuego), la acluofobia (miedo a la oscuridad), la belonefobia (miedo a las agujas), la penterafobia (miedo… ¡a la suegra!,  sí, reconozcámoslo, el 90% de las suegras dan miedo) Incluso puedo entender que haya una coulrofobia, que es el miedo a los payasos (sobre todo si has leído IT, de Stephen King)
 
Pero es que hay además tal cantidad  de fobias  extrañas, que, aunque antepongo mi respeto a los que las padezcan, no he podido evitar abrir la boca, asombrado por lo llamativas que son:
 
La geliofobia: aversión a la risa (¿¡!?)
La deipnofobia: aversión a las cenas y a las conversaciones que en ellas se producen. (¡Toma castaña!)
La pteronofobia: aversión a que te hagan cosquillas con plumas.
La filemafobia: aversión a los besos (también son ganas de complicarse la vida...)
La fonofobia: terror al teléfono (a mí me dan más miedo las facturas)
 
También existe la papafobia, que se define como un anormal, persistente e injustificado miedo al Papa. 
Y digo yo… ¿existirá algún  papáfobo que sea además coulrófobo? 
¿Y qué sentirá al ver esto?

 
He encontrado otras fobias que desconocía y que, de alguna manera, me ha agradado que existan. Ustedes comprenderán mis motivos:
La satanofobia: miedo a Satán
La hadefobia: miedo al infierno
La eritrofobia: miedo al color rojo
La hexakosioshexekontahexafobia: miedo al número 666
       
Pero si tuviera que hacer mi particular TOP 3 de fobias raras, de esas que te dejan el entendimiento noqueado, sería la siguiente:

En tercer lugar:
La zemifobia: que es el miedo a los topos. ¡A los topos! ¿¿A los topos?? ¿Pero en qué momento de la historia de la humanidad ha habido un acercamiento entre los hombres y los topos? ¿En qué aspecto puede dar miedo un topo? ¿Serán conscientes los topos de que pueden llegar a causar terror? ¿Es peligroso que lo sepan?

En segundo lugar:
La hipopotomonstrosesquipedaliofobia:  ( ¡pronunciadla deprisa si sois capaces!) que es el miedo a las palabras largas. ¡Manda huevos  que precisamente le hayan puesto un nombre así!  

Me imagino al paciente en el médico:
- A ver, ¿qué le ocurre?
- Ay, doctor, es que no me atrevo a decírselo...

El nombre  deriva del griego Hipopoto (grande)  monstro  (monstruoso)  sesquipedali  (forma mutilada del latín sesquipedalian, o sea, palabra grande) y phobos (miedo). Y los que la padecen no son capaces de cantar las canciones de Mary Poppins.

Y en primer lugar:
La araquibutirofobia: que es la aversión a que la mantequilla de cacahuete se te pegue al paladar.

Sólo os diré que, después de secarme las lágrimas, se me ocurrió que tal vez la lista de fobias  no sea tan extensa como en un principio pensé, y que podríais ayudarme a terminar de concluirla con todas esas fobias que seguro aún quedan en el tintero.

Se me ocurren tres para empezar:

La girotuberculifobia: que es el pavor desmesurado a que la tortilla de patatas se te rompa al darle la vuelta en la sartén (especialmente si la suegra se queda a cenar)

La spotdeloterifobia: el terror que produce  ver ciertos anuncios de loterías y sus efectos postraumáticos.



La postilonguifobia: la profunda aversión a encontrar posts de mucha extensión. 
Me consta que soy en muchas ocasiones el causante de esta fobia, pero qué quieren, uno se debe a su condición. 
Ya lo siento yo, ya.

Y los de detrás de la pantalla, ¿qué fobias tenéis? ¿sabéis de alguna más que añadir a LA LISTA?

21 de noviembre de 2013

PINTANDO HOJAS

Hoy vengo con una propuesta artística sencilla, entretenida, barata y apta para todos los públicos. ¿Alguien da más?

El gusanillo por llevarla a cabo me mordió tras ver una entrada del blog Isensebotànic, de mi amiga Montse, en la que mostraba una selección de hojas de árboles pintadas por diversos artistas.
Contagiado por la atractiva idea,  propuse a mis hijos un sábado de taller de manualidades en el que lleváramos a cabo esa tarea: pintar hojas secas. Nada más apropiado en pleno otoño, cuando tantas abundan arremolinadas por todas partes, regalándonos la materia prima principal.
  Salimos Aitana y yo, bolsa en mano,  en busca de ellas, para volver poco después a casa con muchas más de las que necesitábamos. 
Ella se apresuraba en cogerlas de todo tipo, mientras que yo le aconsejaba que no fueran demasiado grandes ni muy pequeñas, y a la fuerza tuvimos que descartar algunas de bonitas formas, por estar tan secas que se quebraban con facilidad.

Ya dispuestos a empezar, me percaté de que nos faltaba la pintura acrílica que yo esperaba tener, así que  tuvimos que conformarnos con acuarelas y rotuladores.

Y así, dimos rienda suelta a la imaginación, pintando hojas y más hojas, utilizando tanto colorido que se me ocurrió que esta actividad bien podríamos llamarla  "primaverar el otoño"

Estos son algunos ejemplos de lo conseguido:
 
Hoja pintada por Samuel, buscando una simetría en los colores.
En esta utilicé  un marcador blanco y un rotulador de punta fina para dibujar las filigranas.
Círculos concéntricos, by Samuel
Aitana quiso probar sobre una hoja verde de hiedra, y la llenó de sarampión.
En esta hoja de higuera, Samuel puso el color, y yo las líneas negras.
 Con acuarelas pintó Aitana la que consideramos  favorita de la tanda.

Unos días después, escribía un correo a Montse para contarle que habíamos estado pintando hojas secas, inspirados por aquella entrada, y para mi sorpresa me respondía que ella había estado haciendo lo mismo. 
Se le ocurrió entonces que publicáramos los resultados en los respectivos blogs, en  entradas sincronizadas, y acordamos que fuera hoy. Así que aquí os dejo la INVITACIÓN para que paséis  a ver las suyas también.

Creo que no me equivoco al imaginar que os está apeteciendo probar esto de pintar hojas secas. Os aseguro que se pasa un rato muy entretenido, sobre todo si tenéis niños pequeños (o sois como niños, que  siempre es una gran ventaja)
 ¡Ya me contaréis!
Y de nuevo, los artistas. ¡Esto sí son colores alegres! :-D