28 de octubre de 2008

EXCURSIÓN A LA CUEVA DEL OLMO




Hubo un tiempo en el que cada verano tenía el aliciente de una excursión a la Cueva del Olmo. Era como un ritual que no podía faltar.

Siempre participábamos más o menos los mismos y lo hacíamos intuyendo que íbamos a pasar calor por el día y miedo por la noche. Pero no por ello decaía la ilusión; todo lo contrario, en las penalidades estaba el verdadero encanto. 

Además éramos siempre muchos y el calor humano siempre ayuda. (Mal de muchos, consuelo de tontos)

Repito que excursiones a la cueva ha habido muchas, pero hubo una que ha quedado grabada en nuestra memoria de forma especial. Retrocedo en el tiempo y me concentro para relatárosla lo mejor posible.


En aquella aventura éramos 12: Juanmi, Miguel, Juanjo, Gabi, Elías, Natibel, Juani, Santiago, Tomás, Fran, Ana y yo. Una verdadera multitud.
Lo primero era convencer a mi primo Santiago para que se viniera con nosotros. El muy testarudo se hacía mucho de rogar porque disfrutaba cuando le decíamos que sin él no podía haber excursión (cosa que en el fondo era verdad: sin Santi no era lo mismo)

Con una fecha próxima en el calendario, cada uno empezaba a improvisar una pequeña mochila acorde a su personalidad. A Fran no se le olvidaban las velas que por la noche daban ese ambiente tan acogedoramente macabro, a Juanjo no se le olvidaba su gorra ni a Santi los ajos con los que restregar las rocas para que su olor repeliera a bichos no deseados.

En aquella ocasión se me ocurrió una idea formidable. 
Sólo hice a mi hermano Fran partícipe de mi secreto: grabaría en una cinta diversos sonidos de un disco de efectos especiales que yo tenía. Me llevaría un radio-cassette en la mochila sin decir a nadie que lo llevaba. Cuando se hiciera de noche, camuflaría el radio cassette en el exterior y haría creer a todos que los sonidos que se escucharan eran reales.
Pensarlo y hacerlo fue todo a un tiempo.
Tuve la buena idea de dejar un trozo de cinta en blanco al principio, para que cuando todo empezara a sonar ya hiciera rato que yo me encontrara en la cueva y nadie sospechara de mi momentánea salida.

Llegó el día de la excursión.
Calor, por supuesto. Y ganas de llegar. Y un largo tramo por los montes de Caprala en Petrel, por una rambla seca que en muchas zonas está cubierta por las copas de los árboles formando un túnel, hasta llegar al punto en el que sabemos que hay que dejar la rambla y empezar a ascender.

La Cueva del Olmo está oculta por una enorme zarza que cubre prácticamente su frontal, por lo que a ella se accede bien por la izquierda, donde hay un pequeño rellano natural que sirve de puesto de guardia, bien por la derecha donde está enclavado un oscuro alcornoque que embellece el conjunto.
Pero de igual forma que no se la distingue de lejos, también es difícil llegar a ella. Uno debe abandonar la cómoda rambla para comenzar a subir por laderas de matorrales espinosos, piedras falsas y laberínticos senderos y soportar los pinchazos y resbalones siempre con el calor y los bultos a cuestas. Y por mucho que uno mire hacia arriba, la cueva no se digna a aparecer hasta que la tienes en las mismas narices.

Cuando por fin la alcanzas, al menos te recibe con el alivio de su sombra, y enseguida la sientes como tuya por lo acogedora que resulta, por las vistas que tiene y por ser un refugio apartado del mundo. Si fuese profunda causaría desasosiego, pero no lo es en absoluto. Es perfecta para doce personas tumbadas. No mucho más.
El transcurso hasta la llegada de la noche no viene al caso. Yo voy a lo que voy.
El momento en que mi plan se llevara a cabo llegó por fin.

Sin que nadie se percatara, descendí unos metros con el radio-cassette en mis manos y lo oculté entre unas ramas mirando hacia la cueva. Apreté el play y subí de inmediato.
Era noche cerrada y habíamos cenado. Momento perfecto. Yo aparentaba tranquilidad pero mi corazón latía fuerte por la emoción.
Seguíamos charlando cuando empezó a sonar el canto de unos grillos. Como Elías hablaba tan fuerte, nadie, salvo yo, que estaba atento a que todo funcionara como tenía previsto, se percató de nada. Los grillos seguían con su cri cri inútil, así que tuve que actuar. Les pedí silencio con la excusa de que me había parecido oír un ruido allá afuera. Con sus bocas cerradas se percibían los insectos en todo su esplendor.
- Sólo se oyen grillos - dijo Gabi
Mi hermano Fran me miró de reojo. Le devolví la mirada y sin palabras ya supo que el show acababa de empezar.
Ni qué decir tiene que yo había caldeado el ambiente durante todo el día dejando caer que por aquellos montes se habían visto lobos y jabalíes en muchas ocasiones, cosa que inquietaba un tanto a las chicas.
- Tranquilos - les había dicho yo con aires de suficiencia - si suben a la cueva empezamos a tirarles piedras y seguro que se asustan. Además, raramente atacan al hombre.
- Yo, por si las moscas me he traído un machete - decía Juanjo con chulería.
- Ay, calla, - remarcaba Juani - si me aparece un bicho de esos me meto en el saco y ya no salgo.
Pero la hora de la verdad llegó cuando en la lejanía, de forma nítida e incluso aumentada por el eco del lugar y la quietud de la noche, un lobo empezó a aullar.
- ¿¿Qué es eso?? - dijo alguien. 
- ¡Parece un lobo! - exclamó Fran fingiendo asombro. 
- ¡¡Ay madre - éste era yo con vena dramática - nunca los había oído de verdad!!

Después del lobo solitario se escucharon dos en coro, y luego más. Yo miraba a todos de soslayo. Los ojos como platos, los cuerpos en tensión. Fran dijo que había que avivar el fuego para que no se atrevieran a entrar, pero el personal estaba petrificado. Para más inri, yo no hacía más que dejar caer comentarios venenosos como que prepararan los machetes por si acaso.
La grabación llegó a su punto álgido, el momento que yo esperaba excitado, en el cual se oye a unas fieras gruñir en sonido ascendente, como si vinieran desde lejos y se fueran acercando. Entonces chillé "¡Coged piedras! ¡Suben!". Y Fran y yo fuimos apagando rápidamente las velas a soplidos como si fuera algo absolutamente necesario. Juani se aferró a mi brazo con tanta fuerza que me dolía. Elias palideció. Miguel se cubrió la cabeza con su saco. Santi no dudó en recoger y lanzar piedras contra las zarzas y Juanjo, y esto fue lo mejor, empezó a rezar y a jurar que si salíamos de ésta se sacrificaría por hacer mil cosas buenas. Y lo decía con una devoción...

A esas alturas, mis otros hermanos, Tomás y Ana, ya sabían que era todo una broma porque no sólo conocen ese disco, también me conocen a mí. Pero se aliaron a la causa.

Lo malo es que hay momentos en que el pánico se contagia y se hace colectivo, porque con los sonidos tan reales de monstruos rodeándonos, todos gritando a la vez, la cueva a oscuras y veinticuatro ojos mirando hacia la tenue claridad de la luna, convencidos de que de un momento a otro entraría como un relámpago un jabalí con espuma en la boca, desquician al más templado.
Cuando empezamos a lanzar piedras hacia la noche pensé que con lo que venía a continuación todos se percatarían entonces de que era todo un montaje. Del aparato llegaron risas aisladas, risas en grupo, enloquecidas, absurdas. Pero no se percataban del engaño. Estaban aterrorizados. Ni siquiera cuando empezaron a sonar los tañidos de unas campanas y osé a decir que debían ser las de alguna ermita abandonada dejaron de creerme.

El caso es que la cinta finalmente concluía con un sonido electrónico, como de platillo volante y ahí no aguanté más y empecé a reírme.
- ¡Nos invaden, nos invaden...! 

Algunos rostros empezaron a reaccionar y ya no tuve más remedio que aclarar que todo había sido una broma.
Natibel se disgustó mucho porque a su hermano Elías le sentó mal la cena y ya estuvo malo toda la noche. Juanjo y Miguel me dedicaron muchos "piropos" iracundos y Juani, que no terminaba de creer que no fuera a entrar una fiera en la cueva, seguía, cual grillete, sin soltarme el brazo.
Sólo Santi se reía después, con esa risa contagiosa que sabe apaciguar las aguas más bravas. No dejó de reírse en toda la noche.

Pero lo gracioso, lo gracioso de verdad, es que ninguno fuimos capaces después de salir a recoger el radio-cassette que nos esperaba allá afuera, en la quietud de la noche, donde se agazapan los lobos que aúllan a la luna.

24 de octubre de 2008

DIABLOGRAFÍAS

En los bancos de los parques
se olvidan restos de preocupaciones.
Las casas abandonadas acaban derrumbándose
porque no soportan el peso de la ausencia.

Cuánto camino deben desandar los ancianos
cuando sueñan.

En la realidad existen también pinceladas de fantasía.
He ahí el arco iris.


A la soledad se la puede invitar a entrar en tu vida.
Lo malo es cuando se invita ella misma
La vida está llena de problemas.
Pero me acabas de sonreír
y se han borrado todos.
Cuando sea viejo,
¿qué tendré del niño que fui?
Y cuando fui niño,
¿qué tuve del viejo que seré?

Cuando hoy salía de casa,
mi hijo escribía "PAPA".
No me hubiera marchado nunca.


Un niño que no cree en los Reyes Magos
tiene ya la infancia defectuosa.


Dos filósofos salieron a pasear tras una tormenta.
¿Tiene acaso sentido la vida?, preguntó uno.
El otro no contestó.
Estaba embelesado aspirando el aroma del campo tras la lluvia.

20 de octubre de 2008

LO MÍO CON ABBA

Quede bien claro de antemano para que luego no haya ningún malentendido: el grupo ABBA es mío. Todas sus canciones me pertenecen. Su música forma parte de mi patrimonio.

Pero dad gracias a que soy una persona generosa y me gusta compartir lo bueno y permito que el resto del mundo pueda disfrutar de su música.
Sólo por eso he consentido que se utilicen sus canciones para mejorar las bandas sonoras de películas como La boda de Muriel o Priscilla, reina del desierto, que se haga un musical con "lo mejor" de su repertorio y que ese musical, "Mamma mia", se lleve al cine. Hasta he hecho la vista gorda al consentir que Pierce Brosman - que es un tipo que me cae bastante mal y uno de los peores actores que conozco - forme parte del reparto del filme.

****************************************************************

Bueno, bromas aparte, ya iba siendo hora de que le tocara el turno a ABBA, un grupo que lleva 35 años sin pasar de moda, extendiendo en el tiempo sus partituras de unas generaciones a otras en total sintonía.
Hoy me vuelvo a sentir “abboso” y me apetece reflejar aquí cómo comenzó lo mío con ABBA.
Un día del año 1979, mi abuela Paquita me dijo:
- Qué bonita es la canción de "Chiquitita", ¿la conoces?
- No - contesté. Ni siquiera me sonaba.
- Espera que te la voy a poner.
Poco imaginaba yo entonces lo que ABBA significaría para mí a lo largo de mi vida.
Tenía yo entonces 13 años y era un adolescente al que le gustaba mucho el inglés y coleccionar recortes con los que confeccionar revistas a mi gusto (esto de los blogs es un poco como aquello, por eso me gusta tanto)
Al escuchar aquel cassette - "Voulez Vous" - descubrí que no sólo Chiquitita era buena, absolutamente todas las canciones que contenía me calaban hondo. Cuando fui a devolver la cinta, mi abuelo Juan me la regaló. La escuché entonces hasta la saciedad y ya no pude prescindir de vivir con la música de este grupo nunca más.
Poco después me regalaría mi madre el "Grandes éxitos 2" y ya ABBA se convirtió en algo mío: tenían algo especial y distinto, una perfecta forma de pronunciar el inglés y magia en sus canciones, en sus voces, en su imagen...
Empecé a coleccionar toda la información que sobre ellos encontraba.
En un viaje a Zaragoza con mi padre, adquirí los cassettes de "Abba" y "Arrival" y casi me vuelvo loco de gozo por tener ya tantas canciones que cantar y traducir.
En 1982 leí un anuncio de un club de fans de ABBA en un periódico. Empezó mi fructífera correspondencia con un joven gallego (Ramón) que durante casi tres años fue enviándome fotocopias de los boletines que él editaba a mano (muy bien por cierto) en los que siempre encontré noticias, fotos, letras de canciones, direcciones interesantes... y que guardo como un tesoro. Cada carta suya me aportaba una alegría inmensa.
Yo fui uno de aquellos que se pasaban la tarde del sábado, mando distancia en mano, bien atento a programas como Aplauso o 300 millones por si me daban la sorpresa de alguna actuación. Creo que no se me pasó ninguna y permanecen grabadas en las prehistóricas cintas de VHS.
Por aquel entonces escribí a Suecia a "Pop Import", donde se vendía todo lo que un "Abboso" pudiera soñar. Compré discos no editados en España antes incluso de tener dónde escucharlos y no quedó un hueco en las paredes de mi habitación que no luciera un poster de los suecos. (Para entender esto hay que haber vivido el fenómeno fan. Me consta que no todo el mundo ha pasado esa fiebre, esa locura transitoria. No sabéis los que no las hayáis vivido las grandes dosis de felicidad que os habéis perdido)
Como además mantenía correspondencia con una sueca (Carita Nordin), mi colección fue aumentando gracias a su colaboración. Se puede decir que hoy tengo un auténtico museo de este grupo de mis amores.
Casi 30 años después de que mi abuelo me regalara aquella cinta, ABBA hace mucho tiempo que se separaron, pero siempre asocio aquella época: sus canciones, la imagen que proyectaban y mi gran pasión por ellos a lo más parecido a la felicidad.
-
Estas fotos son buena muestra de toda aquella ilusión.










A mis abuelos: Gracias por aquel regalo.
A ABBA: Gracias por la música.
*******************************************************
DOS NOTAS CHIQUITITAS Y HASTA MAÑANA:
NOTA 1 - Os habréis percatado de que la foto superior es un montaje. Era evidente. En realidad ese día Agnetha no estaba con nosotros, pero la he colocado con Photoshop.
Nota 2 - Después de todo esto, os parecerá mentira que yo no haya visto "Mamma mía" (ni el musical ni la película) Una de las razones es Pierce Brosman. Además, un amigo que la vio me dio su parecer: "No está mal.... Hombre, la verdad es que sonaba... pero no son ABBA"
******************************************************

17 de octubre de 2008

TARDES DEL C.E.A.M.



El pasado mes de septiembre cumplí un año trabajando en el C.E.A.M. de Villena (Centro Especial de Atención a Mayores) y todavía no había escrito apenas nada al respecto.
La verdad es que el año se me ha pasado como un suspiro, cosa que achaco al bienestar en el que me encuentro desde que llegué. Las tardes que aquí paso (mi horario es de 13 a 20) son tan relajadas y gratificantes para mi espíritu que considero que todo viene a ser un premio a la paciencia y a la constancia tras tantos años trabajando en Elche ( trece nada menos ) antes de aterrizar aquí.

La diferencia es notable. Seis años de conserje en un instituto de secundaria, haciendo todos los días fotocopias a mansalva y batallando con adolescentes de hormonas encabritadas. Otros siete años más en el servicio de limpieza de otro instituto, realizando una labor tan ingrata y poco gratificante que me iba mermando los ánimos con el paso de los años. El instituto aparecía cada día tan sucio o más que la jornada anterior.

Pero por fin, un cambio sustancial. Por fin, el Paraíso. Los 144 kms diarios desde mi casa al trabajo se han reducido a 44. No hay fotocopias que hacer ni apestosa lejía que usar. Adiós a los atascos de papel y a los eternos bailes con la fregona. No más estrés ni desánimos. Hoy solo he de saludar, sonreír y escuchar.

El edificio en el que ahora me encuentro es una construcción de 2 plantas de aproximadamente 75 años de antigüedad. Fue colegio y hospital de guerra antes de ser el hogar de estos jubilados que lo visitan cada tarde.
Me he molestado en contar las ventanas que lo rodean. Nada menos que 70 y todas muy altas. Imaginad lo luminoso que es.
La mayor actividad se produce por las mañanas, cuando yo no estoy, en las que se llevan a cabo talleres y actividades de todo tipo. A mí me tocan las que en teoría son las horas aburridas, pero que para mí no lo son en absoluto (salvo algunas modorras que me embotan el cerebro unos minutos después de comer) Pero dada mi afición a leer y escribir no me permito estar ocioso en ningún momento.
Y así, soy como el anfitrión de este enorme "castillo" y me encuentro en la misma entrada para dar la bienvenida a entre los 50 y 60 jubilados que asisten cada tarde para jugar al dominó o a las cartas y saludar a otras tantas jubiladas que vienen a jugar al bingo o a peinarse en la peluquería. Poco más que eso.

Creo que me he sabido ganar el cariño y el respeto de la gente que ya me conoce aquí y eso sí es lo mejor de mi nuevo trabajo. La mayoría de ellos me saludan por mi nombre, cosa que no es recíproca lamentablemente. Son demasiados nombres los que habría de preguntar y memorizar. De todas formas en un año he tratado con algunos mayores más a fondo y ya conozco sus nombres.
Como Vicente, sordo como una tapia, que se lee el Marca de cabo a rabo y me felicita cuando gana el Madrid y yo a él cuando lo hace el Barça, o Mateo que debe creer que mis días aquí son un suplicio y cada tarde al entrar exclama “Juanitooo, que ya queda menos para el viernes" o Nieves, cuya afición por la cocina me ha reportado algún que otro dulce casero de sus manos.

También he de reconocer que algunos me irritan un poco, sobre todo los que se enfadan cuando pierden y alzan la voz y se van a su casa despotricando contra todos. Sin duda parece cierta la paradoja de que los viejos se van comportando como niños conforme pasan los años. Algunos se enfurruñan como ellos, otros se hacen más sensibles, más indefensos y dependientes, también como ellos.
No es fácil encontrar a una persona mayor que derroche optimismo, pero las hay. Ahí está Josefina, una viuda que vive sola a sus 84 años y que habla mucho conmigo.
"A mí, Juan - me dice - me gusta rodearme de gente joven. Los jóvenes me contagian la alegría y las ganas de vivir. Cuando estoy con la gente de mi edad, a la que no le duele una cosa le duele la otra y la que no se queja de un pito se queja de una flauta. Yo no quiero gente así a mi lado. A mi también me duele todo, como a todos los viejos, pero no voy a estar dando la monserga todo el día..."
Me gusta especialmente su sentido del humor.
"Todos los años - dice - le pido a los Reyes Magos que me traigan un Bertín Osborne. Pero mira... nunca me lo traen." Yo me río y ella se alegra y lamenta que algunas personas de su generación le reprochen esas salidas, por considerarlas poco apropiadas para una mujer de su edad.

Otra persona que me llamó mucho la atención desde el primer día en que la conocí es Pepe. Yo le he bautizado como “el viejo de los caramelos” Noventa años expuestos sobre su piel y sus huesos, pues solo eso es lo que parece tener: piel y huesos. Sin embargo sigue activo y todos los días hace los pocos recados que su mujer le pide. “Me voy a hacerle un mandao a la Pepa”, dice con la dentadura bailándole en la boca.
Vive justo enfrente de la entrada principal y suele estar asomado al pequeño balcón de su salón. Cuando me ve me llama “Eh, joven” y hace un gesto con la mano para que me acerque. Entonces se retira unos segundos para volver a asomarse al balcón con un par de caramelos en la mano. Me lanza uno y después el otro y eso parece divertirle mucho.
Pepe nunca ha venido a jugar al dominó o a las cartas pero de vez en cuando baja un momento de su casa y se asoma para preguntarme qué día es.
- ¿Hoy es lunes?
- Sí, hoy es lunes
- ¿Martes?
- No, lunes, lunes
- Vale, gracias - y se marcha con su batín de invierno (que le he visto llevar también este verano), susurrando "lunes, lunes, lunes..."
Unos minutos después se vuelve a asomar
- ¿Me has dicho lunes o martes?
Esta escena se ha repetido idéntica en muchas ocasiones, cambiando si acaso el día de la semana.

Ayer mismo ocurrió algo que quiero dejar aquí reflejado . Ahora me doy cuenta de que es el motivo que me ha empujado a escribir un poco sobre estos hombres y mujeres que viven el otoño de su existencia.
No había ya nadie en la gran sala de juegos donde se encuentra la mesa de información en la que estoy ubicado la mayor parte del tiempo. Hasta mí llegaban, amortiguados por techo y paredes, los sonidos de la música y los pasos de baile de un grupo de mayores (hombres y mujeres) que vienen dos veces por semana para ensayar bailes regionales en el piso superior. Unos tocan la bandurria, otros cantan y otros bailan.
El eco de unos zapatos bajando lentamente la escalera trajo poco después ante mis ojos a uno de los componentes de este grupo al que he saludado muchas veces pero del que desconocía su nombre. Sólo sabía que toca la bandurria.
- Bueno - me dijo - Se acabó.
Interpreté sus palabras como que había dejado de ensayar y se marchaba ya a casa.
- ¿Ya ha terminado por hoy?
- No, he terminado para siempre.
Me quedé callado esperando una explicación para esa contestación que no esperaba. Pero no dijo nada. Vino lentamente hacia mi mesa y se sentó en la silla que tengo delante. Suspiró ruidosamente. Enseguida me percaté de que estaba emocionado.
- Son muchos años - se explicó al fin - He cumplido ochenta y ya no es como antes. Me empezaron a fallar las piernas pero he seguido viniendo. Pero ahora... - y los ojos empezaron a brillarle - ahora me fallan las manos. Ya no puedo tocar.
Me quedé en silencio, acongojado por el dolor que transmitía, sin saber qué decirle.
- Todo esto... - miró a un lado y al otro del salón, como si quisiera llevarse el recuerdo del lugar con él. Iba a decir algo más pero supo que si continuaba hablando se le escaparían las lágrimas. Así que se levantó y me alargó la mano para despedirse.
- Bueno, ya me he despedido de los de arriba. Me despido también de ti.
- ¿Cómo se llama usted?
- Antonio
- Que le vaya muy bien, Antonio - le dije estrechando su mano con mi mayor afecto
- Sí, eso espero -dijo mientras salía - Que me vaya bien.

Se cerró la puerta y me quedó en la garganta el peso de las cosas que podía haberle dicho y no supe o no pude. Estuve mirando mucho tiempo la puerta por la que se había marchado mientras me seguía llegando el sonido de las bandurrias y los cantos de arriba.
Era una melodía alegre, pero en esos momentos sonaba triste; muy triste.

13 de octubre de 2008

EL RECIBIMIENTO MÁS RARO DEL MUNDO



Ocurrió en tiempos en los que mi hermana Ana estudiaba en Castellón y mi hermano Tomás y Mª José (una de mis compañera de trabajo de Elche) estaban enamoriscados.
.
No sabría decir a quién se le ocurrió la cosa, supongo que debió ser como cuando dicen que una canción es popular, que uno se pregunta , pero a alguien se le debió ocurrir primero, ¿no?
No, no, popular porque nació del pueblo, todos se pusieron a cantarla a la vez.
El caso es que "a todos a la vez" se nos ocurrió algo que hizo las delicias de la pequeña de la casa.
Fue una puesta en escena rápida, improvisada y tan teatral y divertida que a veces la rememoramos todos como una de esas cosas raras y locas que a veces hacemos los Cabrera.

Ana llegaba en tren en vísperas de Navidad desde Castellón para pasar las fiestas en casa. Mis padres tenían que ir a la estación a recogerla. El primer impulso fue ir todos a por ella con un gorro de Papá Noel en la cabeza pero, no sé cómo ni por qué, (como un parto “popular”) se elaboró un plan en el que cada uno debía adoptar un papel e interpretarlo por la calle a medida que nos fuésemos topando con el coche de mi padre en el que ella subiría.
La emoción ante tal divertimiento fue tan contagiosa que se montó un revuelo mayúsculo con los preparativos. Todos éramos conscientes de que íbamos a hacer algo excepcional y que debíamos hacerlo rápido y bien, a pesar de que quedaba muy poco tiempo para que Ana llegara.

Y así, dicho y hecho, subimos en el coche de mi padre y en el de Juan Luís, que estaba ese día con nosotros, y nos fuimos bajando en determinados lugares a lo largo de dos largas avenidas, (la que sube desde la estación al hospital y la que tuerce en dirección a Petrel).
Por supuesto, cada uno iba gestando en su mente qué iba a hacer y cómo iba a actuar y para ello, como los personajes ya habían "nacido" en casa, cada cual había elegido, antes de salir, los objetos que estimó oportunos para la farándula.

Y la crónica del suceso, después de escuchar a Ana cómo vivió aquello, la narro gustoso a continuación:

El tren llegó a la estación y tras besar contenta a los padres y cargar los bultos en el maletero, subieron al coche.
A los pocos metros, Ana, desde su ventanilla, vio a Juan Luís. Estaba en una pequeña isleta en medio de la carretera. Junto a él había una chica que le cogía la mano y le miraba la palma. Ana no reconoció a esa chica. (Era Laura con una falda larga muy colorida haciendo el papel de una pitonisa que le leía la mano).
- Mirad. Ese es Juan Luís, ¿no?
Creo que mis padres ni contestaron. Ana se volvió para seguir mirándole un rato preguntándose qué haría allí. Le pareció que la escena tenía tintes demasiado íntimos como para atreverse a comentarle en otra ocasión que le había visto.
Unos segundos después un hombre cruzaba por un paso de cebra leyendo la prensa. Las hojas del periódico le tapaban la cara. Ese hombre no parecía haberse percatado de que un coche se aproximaba hacia él.
-Papa, el hombre - avisó Ana
Pero advirtiendo que mi padre no disminuía la velocidad, gritó alarmada:
- Papá, que cruza un hombre !!
En ese momento mi padre frenó el coche y bajó la ventanilla para increparle
- Mire por dónde va, tarugo!
-Papa - le reprochaba avergonzada Ana por lo bajini - que va por un paso de cebra...
En ese momento el peatón bajó lentamente el periódico de su cara para echar una mirada de desdén al conductor. Era mi hermano Tomás.
-Pero si... - Ana pasó inmediatamente del susto al asombro - Si es Tomás...
- Que va a ser Tomás - decía mi padre - Es uno que se le parece
Ana empezó a reír. Ya barruntaba que era una broma.

Y no hubo lugar a dudas cuando ya antes de llegar a la altura en la que yo me encontraba escuchó que alguien cantaba a voces.
-Sanchooo, Quijote. Quijoteeee, Sancho.
Al mirar a la derecha vieron los tres a un tipo con cara de tonto que con un embudo en la cabeza y dando pasos exagerados golpeaba una cazuela con un cucharón. Y cantaba, o más bien vociferaba, el Sancho-Quijote.
Ana rompió a reír otra vez.
- Pero ¿a quién se le ha ocurrido esto?
Algo más arriba, el coche frenó ante un semáforo en rojo y se acercó una gitana vendiendo kleenex y compresas con mucho salero
- Anda payo, cómprame unos pañuelicos que tengo que comprar pan pa' mis churumbeles.
Ana se reía con ganas observando cómo Mª Carmen, mi novia, formaba parte del show, pero mis padres estaban muy serios, interpretando perfectamente sus papeles.
- No, gracias, lo siento - le decían

El que más se afanó a la hora de caracterizarse fue Fran, que en el siguiente semáforo les salió al paso como un auténtico quinqui. Se había puesto en los lacrimales una masilla verdosa y una especie de asquerosa baba batida en las comisuras de los labios. Una gorra con la visera hacia atrás y un cubo con agua y jabón en una sucia mano y un cochambroso trapo en la otra.
- Le limpio el cristal, eh jefe? Me da la voluntad, lo que quiera, unas moneditas, eh jefe?
Y con nerviosos movimientos le limpiaba el cristal al coche y todo.
Dentro del vehículo, mi padre renegaba y mi madre se aguantaba la risa como podía , mientras Ana reía a carcajada limpia.
Y como colofón a esta broma, ya en la otra avenida, Mª José era la típica autoestopista de las películas que, al borde de la carretera, mueve el pulgar y muestra un cartel.
- Mira esa pobre chica esperando que alguien pare...- comentaba mi madre
El cartel decía "A CASTELLÓN".
-Que bueno, qué bueno... - no dejaba de repetir Ana con las manos en la cabeza pues se había divertido enormemente.

Pero es que además, Juan Luís nos fue recogiendo rápidamente a todos conforme el coche pasaba de largo para conseguir volver a casa antes de que llegara Ana. Ibamos 7 en el coche hablando todos a un tiempo, contando cómo lo habíamos hecho. Yo me reía de mi osadía porque con el rabillo del ojo había visto cómo me miraba la gente cuando hacía el tonto. Parecían pensar "Pobre retrasado mental, qué mal está"
Cuando Ana llegó, todos salimos a saludarla como si nada hubiera ocurrido, lo cual acentuó aún más la originalidad de la broma.
- ¡Cómo sois! ¡Qué bien os lo habéis montado! - exclamaba
-¿Qué? ¿Por qué lo dices?
- Con razón el papá ha vuelto tan despacio - reía ella.
- ¿De qué nos hablas?

Cuando tiempo después Ana le contaba a su novio Iván este suceso con detalle, él le dijo fascinado:
- ¡Quiero conocer a tu familia!

**************************************************************

(De "Los Cabrerator y otros duendes")

9 de octubre de 2008

ANTE LA CRISIS... RISAS






Si estáis un poco hartos de escuchar por todas partes que estamos en crisis, haced como yo.

Llevo un tiempo en el que no enciendo el televisor para ver un solo telediario. Ni escucho los boletines informativos de la radio. Ni siquiera leo los titulares de los periódicos. Y eso que en mi trabajo se reciben hasta 6 diarios cada mañana. Vivo por lo tanto en la más completa desinformación, en la más pura inopia, y creo que mi salud me lo está agradeciendo.
Porque vamos a ver, señores de la información, sí, estamos en crisis, ya lo se, ya lo veo, ya lo noto y aunque no lo notara me lo habéis dicho tantas veces ya, que me siento más arruinado sicológica que realmente. ¡Qué empacho de mal rollo!
Es como si a un enfermo le dijéramos:


«Uy, qué mal estás, ¿eh?... Se te ve muy mala cara... Pues yo diría que te puedes poner peor... Es más, muchísimo peor... Si, sí, ya verás cómo lo peor está aún por llegar. Uf, no sé yo si tu aguantarás esto...»

Jo, así uno se termina muriendo, ¡pero de depresión!.
No merece la pena dejarse hundir tanto en el fango, mucho mejor esquivarlo. No digo yo que hagamos como el avestruz que esconde la cabeza bajo tierra cuando se asusta(*) y no quiere ver la realidad. Que hay una crisis económica mundial es una realidad, pero no es la única. Hay otras realidades que me son más placenteras y a ellas me acerco.


Es por esto que hoy vamos a practicar la risa, o, como mínimo la sonrisa. Quiero escribir unas cuantas escenas que hoy recuerdo con agrado especialmente porque me hicieron reír. Si consigo trasladaros el buen rollo que pretendo y que por unos instantes la crisis levante su pie de nuestro cuello, me quedaré más que satisfecho. Así, mientras esperamos que a los economistas del mundo se les acerque su tío Mañes particular, vamos a reírnos un poco.

Mi amigo Juan Luis suele desayunar tostadas con aceite y sal. Me comentaba un día que había descubierto que añadiendo sobre la tostada un pellizco de orégano molido, le daba éste un sabor especial y estaba mucho más buena. "Una cosa tan sencilla - me decía- y cómo cambia".
Un día me acordé e hice la prueba. Acto seguido le mandaba un mensaje al móvil:
«Tenías razón con lo del orégano. Al primer mordisco me he transportado a los desfiladeros de Sierra Morena, entre olivos y bandoleros»
Su respuesta a mi móvil fue instantánea:
«No hay duda. Tu orégano es mejor que el mío»
No esperaba esa respuesta tan ingeniosa y me reí a mandíbula batiente.

No es la primera vez que contesta con tanto sentido del humor. De hecho Juan Luís es el sentido del humor andante.
En otra ocasión le comentaba que me había enterado de que un Papa de la antigüedad ordenó matar a todos los gatos.
-¿Qué Papá fue?- quiso saber
- No lo recuerdo
- Debió de ser un Pío - me dijo muy serio.
Tardé unos segundos en pillar la gracia, pero qué a gusto me reí después.

Mi sobrina Marta, que es además mi ahijada, es un bombón a sus tres años. Su abuela Rosita estaba poniendo los platos en la mesa.
- Abuelita - dijo ella - a mí no me has ponido macarrones
Sus padres, para corregirla exclamaron a la vez
- ¡ Puesto !
Entonces ella repitió, haciendo caso a la corrección
- Abuelita, a mí no me has ponido puesto.

En otra ocasión, paseando con su madre le dijo
- Mamá, quiero que me compres pipas
- Ay, Marta, es que no he traído dinero - le dijo mi hermana
Y tras meditar unos segundos exclamó contenta por aportar tan sencilla solución:
- ¡Pues compra dinero!

Mi hijo Samuel, de cinco años, me hizo reír cuando tenía tres, un día que jugaba en la cocina con una pelota. El había oído hablar del microondas.
- La leche se está calentando en el microondas
-Tienes la comida en el microondas
Aquel día utilizó la palabra por primera vez cuando la pelota golpeó al aparato
- ¡¡ Hala - exclamó - qué pelotazo le he dado a tu croondas !!

Casi todas las tardes mi mujer lleva a Samuel al parque. Allí se reunen las madres comiendo pipas mientras sus hijos juegan en rededor.
- ¿Quieres que te hinche un globo que tengo aquí y así juegas? - le propuso su madre
Y él, mirando los montones de cáscaras del suelo, contestó convencido:
- No, mamá, déjalo, que seguro que se pincha con las uñas de las pipas.

Para terminar os dejo con algo que se me ocurrió hace unos años y que escribí en un cuaderno que titulé Notas para un pensagrama. De este cuaderno os seguiré contando más cosas que me apetece mucho compartir con vosotros.
Dice así:

EL DÍA EN QUE MURIÓ EL ORO

El día en que el Oro murió, sus amigos se reunieron en el velatorio.
LA PLATA: (llorando) Ag, Ag… ¡El pobre! Tan sólo dijo Au, Au… y se nos fue.
EL TITANIO: Estoy hundido.
EL HIERRO: Tened Fe. Ahora brilla en el cielo
EL ALUMINIO: Al… alguien quiere té o café?
EL SILICIO: Yo
EL NIQUEL: Ni té ni café, gracias.
EL SODIO: Yo tampoco quiero Na.
EL OXÍGENO: Abrid las ventanas. Está esto muy cargado.
EL PLOMO: Sí, muy pesado.
EL AZUFRE: Sssssss, bajad la voz!
EL YODO: I los demás lo saben?
EL RADIO: Ya lo he retransmitido a todos
EL HELIO: He venido yo el primero
EL FRANCIO: Yo me enteré en Paris
EL GERMANIO: Y yo en Berlín
EL BROMO: Brrrrrr. ¡Cerrad ya la ventana!
EL IDRÓGENO: Con las prisas me he dejado la H en casa.
EL FLUOR: Y yo el cepillo de dientes
EL BARIO: Ba, eso no es importante
EL MERCURIO: ¿No hace mucho calor aquí?
EL NEON: ¡Encended las luces!
EL OSMIO: ¿Os queréis callar?
Lástima que cuando llegó Don WOLFRAMIO, el notario, para hablar de la herencia, se alteraron todos tanto que la reacción fue espantosa.
¡Menudos elementos!
**********************************************************************

(*) Al pobre avestruz le han colgado el sambenito de cobarde y no es verdad. Lo que pasa es que no quiere oír hablar de crisis.

6 de octubre de 2008

EL TIO MAÑES

La historia nos la contaba nuestra madre y ella la conocía por su padre, el abuelo Conrado. La voy a contar hoy aquí. Dice así:

« Cierto día, un agricultor le dijo a su hijo:
- Toma el carro y la mula y trae todos los sacos de patatas que recogí ayer en el huerto de Les Pedreres.
- Pero padre, ¿subir todos los sacos al carro? No podré hacerlo yo solo.
- Pues claro que podrás. Y si acaso no pudieras, verás como llega el tío Mañes y te ayuda.
- Bueno, pues adiós - dijo el hijo encaminándose hacia el lugar
- No se te ocurra volver sin los sacos, ¿eh? - le advirtió el padre.

Cuando el joven llegó al huerto se percató al primer intento de que no tenía fuerzas para levantar un solo saco. Lo intentó varias veces con mucho empeño, pero siempre en vano.
Se acordó entonces de lo que su padre le había asegurado, que si no podía hacerlo vendría el tio Mañes a echarle una mano, y, confiado, se sentó a esperar.

El padre vió llegar al hijo cuando apenas quedaba luz detrás de las montañas. Traía el carro cargado con los sacos de patatas.

- Pero, ¿cómo has tardado tanto?
- Padre - exclamó el hijo malhumorado - Allí no vino nadie a ayudarme. Ni el tio Mañes ese ni nadie. Usted me engañó. Nadie me ha ayudado.
- ¿No? ¿Cómo que no? ¿Y cómo has vuelto con los sacos?
- Yo no podía levantarlos del suelo, así que me senté a esperar al tio Mañes, pero viendo que el sol caía y no llegaba nadie me puse a pensar. Como ví que el bancal está en pendiente y encima de un ribazo alto, coloqué el carro debajo y los hice rodar uno a uno hasta hacerlos caer dentro.
- ¿Ves como sí que tuviste ayuda?
- Pero si ya le digo que allí no fue nadie. Lo conseguí pensando.
- Es que "ese," - y el padre se señalaba la cabeza - ese es el tio Mañes»

­­ Esta historia se ha hecho muy popular en nuestra familia. Así, a veces, cuando surge algún problema que en principio parece de difícil solución, nos sentamos a esperar y tarde o temprano vemos aparecer al tio Mañes que con su ayuda hace que lo que parecía imposible se torne sencillo.




3 de octubre de 2008

EL DIABLO ALZA EL TRIDENTE




Je, je,je… Me estaba reservando para este día. Pacientemente aguardaba a que asomara en el calendario para alzar el tridente y gritar: YA VAN TRES MESES DE BLOG!!
Bueno, sí, ya sé que no es un número redondo ni un acontecimiento especialmente importante, pero oye, a mí me hacía ilusión remarcarlo y no os voy a cobrar nada por ello.



Creo que he cumplido una ilusión y encima se han superado mis expectativas. Las confesiones al diablo están ahí para alentarme. Ahí os tengo, anexionados a mí como parte vital de este proyecto que me ilusiona. No se me ocurre mejor forma de celebrarlo que con agradecimientos. A todos y cada uno de vosotros que estáis ahí, al otro lado de la pantalla os quiero dirigir hoy unas palabras.
Empezaré primero con los blogueros en potencia, con aquellos que aún no os habéis metido al laboratorio para dar vida a vuestra criatura cibernética pero que si algún día lo hacéis tened por seguro que le daré la mano para pasear todos los días como si yo fuera el padrino.



A la familia Rubio Valdelvira (Juanmi, Alicia y Carlota) que fuisteis los primeros en recoger el mensaje de la botella que lancé al mar cuando llegué a esta isla y pensé que estaba desierta. Seguid mirando entre las olas, os sigo enviando mensajes. Este, con un abrazo, es otro más.



A la ilicitana Mª Carmen, cuyo compañero de piso (el conejo Fum) no deja de roer los cables eléctricos y un día nos va a fundir hasta el internet. Siempre me ha gustado rodearme de gente cariñosa y con mucho sentido del humor, así que ya sabes que por siempre seré tu bufón y Vos mi Majestad.



A Mª del Mar, Lucía y Virtu, que pudiendo haber sido las Chicas de la Cruz Roja han preferido ser las Chicas del C.E.A.M. para trabajar conmigo. Sé que me tenéis muy visto ya, pero haced los deberes en casa y dejadme más comentarios, anda, no seáis bordes.



A Raúl, con el que comparto buenas experiencias y chats kilométricos en los que igual hablamos del calentamiento global del planeta que de Antoñita la fantástica, el caso es charlar. Raul, sigue siempre así, currante en la vida y ocioso en palacio.



A Ana, alias MY SISTER, la dulce insulina que más necesito para mis circuitos. Si un día tuviera 300 comentarios y no estuviera el tuyo no sería feliz del todo, “acasiesque” acuesta a mis sobrinas y dale al enter.



A Juan Luis, mi amigo desde el cole y con el que más me río. Hemos destilado tanto nuestro sentido del humor que ni nosotros mismos sabemos ya de dónde proceden nuestras chorradas. Ahora que no nací en Sevilla he de decirte que no es fácil verte por mi blog, y si no quieres que te ponga el hombro a caldo, menos pencas y más diablo. Los nominados son!!



A Laura, alias mi cuñada, que pisa fuerte y sabe muy bien lo que quiere, que sabe razonar y dar su criterio siempre acertado. Y encima te gusta este blog. Eres perfecta. A ti te dedico la foto del mes. Todo lo eliges bien, desde las chucherías hasta el signo del zodiaco. Hasta el marido has sabido elegir bien y no es porque sea…



Fran, mi hermano. La Memoria con mayúsculas. Que cuando por fin el ordenador le obedeció empezó a sembrar parabienes a todos y ahora nos están germinando. Es tan de agradecer tu interés que no me importará si un día me escribes en swahili, en vasco o en jeroglífico. Eso sí, con traducción simultánea y una única vez, ¿eh?



A Alicia, mi churri-nena-nena. ¿Por qué no escribes un blog y nos los hincamos en vena? El título ya lo tienes: “Quentin loves me”. Por cierto, aún no he hablado de tu amado Tarantino porque estoy esperando a que él hable primero de mí. Pero tranquila, le he enviado el guión de Kill Bill 3 y si no me contesta voy a rajar de él en mi blog. You are the best.



A Apamen, alias esposa-de-mis-entresijos, que me escribe a escondidas comentarios anónimos y sin firmar y cuando los descubro corro como un tonto a leérselos. Al final intuyo que ha sido ella, pero ¿por qué te callas como un choto? Cásate pa’ esto !!



A Juan, mi primo, que, además de coincidir en nuestro nombre, por accidentes afectivo-laborales, ambos nos hemos hecho murcianos. Tengo una anécdota por contar en la que apareces tú en el cine con Tomás y conmigo. No sé si la recordarás porque eras demasiado pequeño. Habrás de estar al tanto y leerla cuando llegue el momento.



Mención especial a algunos lectores que me consta que han pasado alguna vez por aquí pero no dejaron comentario alguno, como son Ana (alias mi madre, que aunque no escriba nada ya me lo ha dicho todo); Mª Angeles y Cristina, ex compañeras, amigas siempre; Inés, mi alter ego repartiendo cartones de bingo para la tercera edad y Gundobaldo (alias “o todo o nada”) fuente de inspiración continua.
Confío en que os acerquéis un día a contarme algo. Este infierno está muy caliente pero no quema.



Me gustaría acercar mi brindis a todos aquellos que formamos parte de la “blogosfera” y que por distintos motivos estamos interconectados por caminos invisibles pero reales. Empezaré por los de este lado del planeta.



A José Enrique, alias Txema Rico, criaico como yo en la Almafra, amigo leal, fiel lector que no me falla nunca. Ya sé que no es así pero para mí tu inventaste los blogs, y, si me apuras, hasta el fútbol. No te canses de navegar por estas aguas, por las tuyas y las mías, que vienen a ser las mismas.



A Tomás, empeñado en ser mi hermano desde que nació, el rey del no-me-preocupa-en-absoluto me ha sorprendido con un blog en el que escribe con rabia y ternura a partes iguales. Ya sabes, ahora todos queremos MAS.




A Iván. Al estar casado con mi hermana es yerno de la hermana de mi tío, o lo que es lo mismo, mi “cuñao”. Iván no tiene un blog, él tiene lo que tienen los doctorados en la materia: una página web.(Webos!!) En ella da a conocer cosas que si no fuera porque es imposible yo diría que son magia pura. Ah, y sabe operar blogs a corazón abierto.




A Helena, una gran defensora de su tierra, Badajoz, como debe ser. Helena vuela con alas de melancolía pero con una sonrisa. Aunque a veces se transforma en una vampiresa que se alimenta de palabras amigas y bellos recuerdos. No la conozco pero sé que odia a Los Lunnis y adora a Pocoyó y eso me basta para apreciarla.




A Gusito de Barcelona. Me refugié accidentalmente en su blog en una tarde lluviosa de esas que invitan a meditar. Con un saxofón de fondo, me dio por adentrarme en sus páginas y leí y leí. Pasé una de las tardes más amenas que recuerdo. Hoy veo su barco varado en una playa de septiembre. Gusito, ¿ya no sales a faenar?




A Gustavo Pinela de Madrid. Irrepetible. Tiene una gran tijera con la que recorta rectángulos de España y los pega en su blog. Aquellos que paseando un día veáis un hueco negro en vuestra ciudad, visitad su arte (sus blogs) y allí encontraréis la belleza que se llevó.



Por último, desde allende los mares…



…hasta Ecuador: Y allá, en Quito, El Apestado. No me preguntéis por él. Nada sé. Se oculta bajo mil capas de misterio. Sólo reconozco que llegó apestándolo todo pero no apestó a mi blog y eso es de agradecer.



Desde México: María Elvira Martha Elena, también conocida como March (menos mal!!) Seria y divertida a la vez, amantísima del cine, nos lo cuenta con tanta ilusión y gracia que al final la verdadera estrella es ella. Sólo unos cuantos correos mutuos y ya somos como dos cuates que cantan Guadalajara con efluvios de tequila. ¿Verdad March?




Y adivina adivinanza. Se llama Juan y está en Colombia… ¿Juan Valdés, el del café? No. Juan, mi padre. La mismísima reencarnación de Cristóbal Colón que miraba hacia el horizonte en busca de tierras de ensueño. Mi padre, que en su mente tiene todo el Universo, nos envía poesía, reflexiones y recuerdos que forman parte de él y también de los que estamos al otro lado del océano. Tan lejos, tan cerca…




Luego no me digáis que no os avisé con tiempo. El próximo 3 de julio, cuando cumplamos 1 año, os quiero a todos aquí, como mínimo a los mismos. Brindaremos con el diablo por este grande y amistoso PUEblog.



PD. El tema de las calles sigue trayendo cola. Estas son las últimas aportaciones a nuestro álbum. El reto que os propuse se ha conseguido. Bien, bien ¿me obligais a poneros retos más difíciles? Así lo haré.