23 de julio de 2018

UN DOLOR DE CARNE Y HUESO

Hace unas semanas, estando completamente dormido, me despertó un dolor horroroso en el pie izquierdo.

Lo califico de horroroso porque no fue la típica punzada que puede sentirse alguna vez en cualquier parte del cuerpo. Esto fue algo descomunal, como si un cepo se hubiera cerrado de repente entre la planta del pie y el empeine.
 
En la breve transición que hubo desde ser consciente de la situación, abrir los ojos, y que el sueño se diluyera a marchas forzadas hasta despertar por completo, el dolor desapareció.

Recuerdo que quedé unos minutos aturdido. ¿A qué se había debido semejante trallazo? ¿Iba a reanudarse? Con el pie derecho rocé temeroso el empeine del izquierdo, esperando hallar un resto de aquel dolor, pero todo parecía estar bien, y ni siquiera apretando con fuerza en la zona volví a sentir el más mínimo daño.

A la mañana siguiente recordé el percance y me pregunté si no habría sido simplemente un sueño. Algo me decía que no era posible. ¿Se puede soñar un dolor? Es más, ¿se puede soñar un dolor cuya intensidad sea tan alta y tan real como para despertarte? No me parecía posible, pero tampoco el hecho de que algo así desapareciera de repente, por lo que terminé por admitir que lo habría soñado.

Ni resto de aquel dolor durante todo el día, pero aquella misma noche, de madrugada, volvió a suceder.

Me resulta dificil describir tan desagradable sensación. Es una fuerza brusca, como una repentina dentellada de tal magnitud que me paraliza todo el pie desde los dedos hasta el tobillo, siendo en el empeine donde se concentra el dolor más vivo.

Afortunadamente volvi a comprobar que cuando mi mente volvía a estar en plenas facultades de consciencia y del sueño no quedaba ni la más fina telaraña, el dolor había vuelto a esfumarse.

Esta vez tardé mucho más en dormirme de nuevo. Algo tan extraño y tan ilógico me hizo darle muchas vueltas a mis pensamientos y terminé por desvelarme. Calculo que el dolor pudo durar entre 5 y 6 segundos pero esta vez no me pilló por sorpresa, lo reconocí y tardé menos en despertar por completo, llegando a ser consciente de que el dolor estaba ahí, que era real y que lo estaba sintiendo con intensidad.

Son muchas las preguntas que me hago. ¿Qué es lo que lo provoca? No he recibido ningún golpe, ni he hecho un esfuerzo desmesurado, ni he cambiado de calzado. ¿Y cómo es que desaparece sin dejar rastro? ¿Y por qué solo ocurre por la noche, en la cama? ¿Es un dolor físico o es producto de la mente?
Ha vuelto a ocurrir dos veces más. Siempre cuando duermo, por supuesto, como si solo pudiera existir cuando más relajado estoy.

Creo que en la tercera ocasión estaba soñando con el dolor previamente a su llegada. Me pareció sentir un líquido denso y frio que fuera ocupando todas las cavidades de una caverna, empujando el aire hasta arrinconarlo. Cuando la caverna se llenaba por completo, una señal de aviso me empezó a despetar y reapareció ese gran mordisco de tenaza que me aprisionaba el pie con rabia, como si quisiera destrozarlo. No quiero ni imaginar cómo sería ese dolor prolongado en el tiempo, sin remisión.

En la última ocasión hubo una novedad y es que, acostumbrado ya a la situación, me atreví a desafiar al dolor, moviendo el pie, algo que no había sido capaz de hacer antes por miedo a un sufrimiento mayor. El dolor empezó a remitir casi de inmediato, pero quedó durante unos segundos un leve remanente, como el eco de una protesta que odiaba haber sido interrumpida. Giré el pie en todas direcciones, casi deseando atrapar ese leve dolor que de repente se marchaba, pero no conseguí que volviera. Desapareció por completo.
Sé que nada me cuesta ir al médico y comentarle lo que me ocurre, pero dado que el resto del dia hago vida normal, que puedo andar, correr y no siento ninguna molestia, se me olvida por completo y no estoy preocupado. Y por otra parte... casi prefiero esperar a ver qué ocurre.

Mi pie, como parte de todo el cuerpo que está con él y le apoya ( aunque sea más bien el pie el que da apoyo a todo el cuerpo) ha decidido echarle un pulso a la mente, que por alguna razón se activa de madrugada y se ha puesto borde con él.

Pero no te tengo miedo, falso tiburón gris, ahora sé que no sabes morder de verdad. Tarde o temprano te cansarás de ser un dolor fantasma y ya no volverás.

Aunque, eso sí, de momento eres muy de carne y hueso, maldita sea.
 

3 de julio de 2018

¡DIEZ AÑOS DE BLOG!


"¿Hay alguien ahí?", escribía yo una tarde de verano cuando estrenaba mi blog en Internet.

Con una enorme ilusión por haber creado un lugar donde dar rienda suelta a mis ganas de contar cosas, me preguntaba entonces si habría gente que las descubriera y quisiera leerlas. 
Quién me iba a decir aquel día que llegaría otro 3 de julio en el que me sentaría a escribir una entrada para conmemorar los diez años de blog, (¿cómo es posible? ¡Si empecé anteayer mismo!) y qué poco imaginaba entonces las continuas satisfacciones que A la edad del diablo me iba a proporcionar, escribiendo cientos de entradas y recibiendo miles de comentarios de gente de todas partes.

Qué duda cabe que en esta década el blog ha sido  como una segunda piel para mí, mi lugar de recreo, un campo de juego donde exponer mis inquietudes literarias, un álbum donde coleccionar vivencias personales y  recuerdos familiares de todo tipo
Todo eso y mucho más. 

Pero por si todo esto fuera poco, el blog me ha permitido conocer a mucha gente amable, divertida y afectuosa con la que he compartido momentos inolvidables. Esto es algo que tampoco podía imaginar cuando empecé. ¡Ni por asomo! 
No sólo es que sí había gente al otro lado, es que además se convertirían en el estímulo para seguir escribiendo sin descanso. ¡Y cómo iba  a imaginar hace diez años que incluso llegaría a conocer personalmente a otros blogueros y que nos convertiríamos en verdaderos amigos!

Asi que hoy necesito daros las gracias efusivamente a todos los que habéis pasado por aquí en estos diez años. A todos y cada uno de vosotros, por haber construido el blog junto a mi, por  haberle dado tanta calidad y tanto sentido y ese calor humano que este diablo anhelaba. 
Y un agradecimiento especial a  aquellos que no han dejado de visitar este "infierno", los pecadores más recalcitrantes. ¡Qué grandes sois y cómo os quiero!

Me habéis hecho muy feliz y lo celebro dando grandes saltos,  tridente en mano.