24 de febrero de 2011

RAÍCES AL DESCUBIERTO (2ª parte)

(Primera parte, aquí)
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Entre uno de aquellos libros antiguos, Fran encontró una citación a Misa de Difuntos.
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En aquellos tiempos era habitual repartir octavillas informativas del lugar y hora en los que se celebrara alguna misa conmemorativa.

La que mi hermano acababa de descubrir tenía escrito a mano el nombre de la iglesia a acudir: Santa Ana, de Elda; la fecha: un día y mes del año 1898 y el nombre de la persona a la que se entregaba dicha citación.
Con la letra picuda propia de la época, Fran leyó:
A Doña Carlota Sarrió Sempere.
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Se le abrieron los ojos como platos. ¿Cómo era posible una casualidad tan grande? No sólo por el hecho curiosísimo de encontrar de nuevo aquel nombre, sino que fuera precisamente entre aquellos libros que habían pertenecido a antepasados eldenses de nuestro padre. ¿Qué hacía allí una citación dirigida a aquella antecesora de nuestra madre que siempre vivió en Petrel?

Las reflexiones posteriores nos llevaron a aventurar que aquellos tomos, en su mayoría religiosos como dije, pertenecieran en su día a Carlota y que se desprendiera de ellos por cualquier motivo, yendo a parar a algún antepasado paterno nuestro. Rocambolesco.
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Pero lo verdaderamente apasionate del hecho es lo mucho que dio de sí ese papelito para las posteriores pesquisas de Fran.
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Recordó que nuestra abuela Anita le había dicho que Carlota había muerto antes de nacer ella. Si Anita nació en 1902, y en esta citación de 1898 Carlota aún estaba viva, era obvio que ésta debió fallecer dentro de esos cuatro años siguientes antes de nacer su bisnieta.
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Ese acercamiento a una fecha concreta de su fallecimiento, le estimuló a volver a indagar sobre ella. Y así, mi hermano acudió un día al Registro del Juzgado de Petrel para preguntar si podía consultar los libros en los que se anotan las defunciones. Recordemos que sólo tenía 13 o 14 años.

- Consultarlos tú mismo no, porque son libros muy antiguos que no se deben manipular, pero puedes pedirnos que miremos algo concreto. ¿Qué buscas?
Fran se atrevió a aventurar un año.
- Me gustaría comprobar la fecha de fallecimiento de Carlota Sarrió. Mire en 1900.

El encargado sacó de las estanterías el libro concreto y empezó a buscar detenidamente en aquellas grandes hojas de pulcra caligrafía. De repente detuvo su dedo para decir algo que a mi hermano le puso la piel de gallina de pura emoción.

- Aquí está. Carlota Sarrió Sempere, hija de Francisco Sarrió y Rosa Sempere, nacida en Petrel en 1821, falleció en su casa de la calle Boquera nº tal en 1900.

Fran anotó todo lo que había oído y salió de allí contentísimo, pues además de las fechas exactas que buscaba, había conseguido dos nombres más para el árbol, Francisco y Rosa, ¡dos tatarabuelos de nuestra abuela!

Y se le ocurrió que debía aprovechar esa oportunidad que le brindaban de indagar sobre otros nombres, apellidos y fechas que aún tenía incompletos o dudosos y que en aquellos libros debían estar registrados.

Supo que de todos los nacimientos y defunciones existe en Petrel constancia escrita desde el año 1850. Anteriormente a ese año sólo llevaba un registro la Iglesia, pero en los días previos a la Guerra Civil fue incendiada y el fuego destruyó todos aquellos datos.

Pero por lo que pudo constatar, si algún antepasado había fallecido después de ese año, no solo quedaba registrada la fecha de defunción sino que se escribía también la de nacimiento y en muchos casos el nombre de los padres por lo que no cabía en sí de gozo ante tan amplio abanico de nuevas posibilidades.
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Corrió de nuevo a visitar a la abuela para comunicarle el hallazgo y para que le ayudara en esa aproximación necesaria para las pesquisas, pues era consciente de que cuanto menos mareara a aquel funcionario, mejor.

Fueron divertidos momentos de conjeturas y deducciones.

- Pues a ver... Yo me casé en 1924 - hacía memoria Anita - y me casé de negro porque guardábamos luto a mi abuelo Manuel.
- Es decir, que quizás muriese ese mismo año, ¿no? - preguntaba Fran.
- Qué va, hacía tiempo que había muerto.
- ¿El año anterior?
- No, no, si es que antes el luto se llevaba mucho tiempo. Haría lo menos tres años.

Y así, con todo.
- Pues recuerdo que entonces estábamos en el campo - decía el abuelo Conrado - huyendo de la gripe del 18, así que esto debió ser...
- Pues cuando tu madre era fadrina (soltera), su bisabuela aún vivía, así que esto sería en el año...

Fran tomaba nota y marchaba al Registro, donde si no acertaba en el primer intento lo hacía en el segundo.

- Sí, - comprobaban después - Manuel Ferrándiz falleció en 1920 (al final fue cuatro años antes de casarse - aún de luto- su nieta) Y me has dicho que también mirara el año...

Pero como Fran se temía, a la tercera vez que acudió al registro ya le atendieron de mala gana y poniéndole pegas burocráticas y de todo tipo. Debieron pensar, "¿este crío no tiene nada mejor que hacer que venir a molestarnos?"
Recuerdo cómo se lamentaba mi hermano después.

-¡Qué rabia! Si me dejaran a mí mirar esos libros... Si yo los trataría con todo el cuidado del mundo...
Me consta que así hubiera sido, y que con su paciencia infinita habría descubierto las fuentes del Nilo y mucho más.

De todas formas fue bastante más la información que pudimos recopilar en el árbol gracias a ese papel que un día guardara Carlota en un libro y que increíblemente fue a encontrar el nieto de una bisnieta!! Si es que cada vez que lo escribo...

Poco después falleció nuestro abuelo Conrado.

Como Anita sabía lo mucho que le gustaban a Fran las cosas antiguas de la familia, le comunicó que había encontrado "molts papers en un caixò" (muchos papeles en un cajón) que él guardaba. Para su sorpresa, se trataba de algún contrato y un testamento muy antiguo (digno de compartir con vosotros algún día porque no tiene desperdicio) en los que nuevamente hallaba interesantes referencias que desconocía de algún antepasado. Sin duda cuando el abuelo vivía nunca cayó en la cuenta de que tenía esos datos tan a mano cuando Fran los buscaba.

El tiempo siguió avanzando en su camino, sumando edad y experiencia sobre todos nosotros. El árbol genealógico, sembrado de multitud de nombres y fechas, no volvió a desplegarse en muchos años, aletargado en el olvido.

Todos nuestros abuelos fueron muriendo y al mismo tiempo la saga fue creciendo con nuevos descendientes, nuevos brotes para nuestras ramas comunes.

Cualquiera pensaría que la cosa termina aquí, ¿no es cierto?

Sin embargo, hace solo 6 o 7 años, una nueva casualidad se ponía al alcance de los ojos de Fran, como diciéndole: "Eh, mírame, que sólo tú sabes descifrarme" y le conducía a un nuevo hallazgo, grandioso y sorprendente...
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(En breve, la conclusión)

21 de febrero de 2011

RAÍCES AL DESCUBIERTO


Tendría Fran 13 o 14 años cuando nació en él un enorme deseo por recopilar información sobre nuestros antepasados.
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De sobra es sabido que cuando a mi hermano le surge una afición la lleva hasta sus últimas consecuencias, y por lo general son tan peculiares que siempre nos parece (o nos parecía, pues ya estamos acostumbrados) una rara avis a toda hora enfrascado entre pinceles, arcilla, diccionarios y gran cantidad de libros que -la familia creemos- sólo se escribieron para él.
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Pero reconozco que aquella fiebre por elaborar nuestro árbol genealógico me la contagió a mí también y entre los dos nos agenciamos un gran rollo de papel en el que fuimos dibujando meticulosamente recuadros en pirámide invertida, así como las líneas que los unían, variando el color de los marcos según las generaciones.
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La idea era conseguir el mayor número de nombres completos con su lugar y fecha de nacimiento así como de defunción. Si además conseguíamos fotografías, la cosa tendría un enorme valor para nosotros.
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Pero no me pondré yo mérito alguno ante lo que llegó a alcanzar, salvo todo el reconocimiento y felicitaciones que le dediqué cada vez que conseguía nuevos logros que a él tanto ilusionaban. Fue él y sólo él quien llevó adelante toda la labor de investigación.
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Libreta y bolígrafo en mano, entrevistó a nuestros cuatro abuelos, con los que tuvimos la gran suerte de convivir muchos años, estando junto a ellos en el último día de sus vidas y que además todos llegaran a una edad bastante avanzada rodeados de nuestro cariño.
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Nuestros abuelos le dijeron el nombre de sus padres, es decir nuestros bisabuelos, así como las fechas que nos interesaban; pero no contento con ello, Fran quiso que le contaran todas las anécdotas que sobre ellos recordaran, de las que fue tomando nota escrita y mental (vuelvo a dejar aquí patente que a Fran le llamamos El Larousse andante. Con eso lo digo todo.)
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Esto le llevó varias semanas en las que los abuelos (y él, cómo no) disfrutaron mucho proporcionándole todos aquellos datos que recordaban, así como dándole fotografías para el árbol.
Además, como es natural, (o quizás no tanto en edades tan avanzadas, pero por fortuna así fue) los cuatro abuelos recordaban a su vez el nombre de sus propios abuelos, es decir nuestros tatarabuelos, y alguna foto muy antigua pudo conseguirse de algunos de ellos. Las fechas de nacimiento y defunción se averiguaron gracias a cálculos muy precisos que sirvieron para que el árbol tuviera, para nuestra satisfacción, cada vez más datos grabados en sus ramas.
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La memoria de los cuatro abuelos, lógicamente, tenía sus límites y llegó un momento en que no había más para añadir. ¿Creéis que Fran se dio entonces por satisfecho? No, ni mucho menos. Él quería más.
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Visitó entonces a familiares directos de mis abuelos: una hermana viva de mi abuela materna y todos aquellos primos que pudieran servir para ampliar datos o aportar fotos. Fue un auténtico periodista de investigación.
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De mis cuatro abuelos: Juan y Paquita, los paternos, y Conrado y Anita, los maternos, fue ésta última la que más información pudo proporcionar a mi hermano. Tenía en su buena memoria gran cantidad de historias heredadas por tradición oral de sus antepasados. Y no sólo recordaba el nombre de sus abuelos sino además de sus bisabuelos, cosa que hizo a Fran babear de gusto. Se trataba ya de los padres de nuestros tatarabuelos. Casi nada.
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- Mi bisabuela se llamaba Carlota Sarrió - le contaba mientras él tomaba nota- Dicen que fue una mujer guapísima y muy rica, tal vez la mujer más rica de Petrel, pues venía de familia muy adinerada. Tenía fincas, casas, terrenos... Era también muy religiosa y un par de hermanas suyas fueron monjas.
- ¿La conociste?
- No, no la conocí. Ella ya había muerto cuando yo nací, aunque no te sé decir en qué año. Fíjate si era guapa y rica que todos la admiraban como si fuera una reina. Si se le caía un pañuelo al suelo siempre había alguien que se agachaba a recogérselo.
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Al nacer su segundo hijo, que se llamó Felipe, la gente se inventó una canción que decía:
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Visca la reina Carlota, Xiribia i el Nabet
que el vestit de batejar li ha costat el Cotxinet
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Traduzco: Viva la reina Carlota, Chiribía y el Nabet (no supo decirnos quiénes fueron estos)
que el vestido de bautizar le ha costado el Cochinet (un terreno llamado así, que vendió para festejar el bautizo)
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- Este hijo Felipe, siendo muy joven, tuvo un enfrentamiento con otro joven del pueblo y se retaron a un duelo.
- ¿A un duelo? ¿Y qué pasó?
- Antiguamente - prosiguió mi abuelo Conrado, que estaba presente y atento a la conversación- si dos se retaban a duelo y uno de los dos moría, no pasaba nada, no se consideraba delito; eran cosas del honor y las dejaban pasar. Pero cuando Felipe y el otro se retaron, aquello ya estaba prohibido y penado.
- ¿Y entonces?
- Felipe dejó al otro muy malherido y cuando fueron a socorrerle, aún tuvo tiempo de decir: "No culpéis a Felipe, dejadle estar, que el muerto podría haber sido él. Estas cosas son así".
- Pero de todas maneras - continuó nuestra abuela - fueron a buscar a Felipe. Le encontraron en la replaceta del Cristo y allí le detuvieron. Después de un tiempo retenido en Petrel le enviaron a la cárcel de Orihuela.
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Carlota, desesperada, empezó a buscar ayuda entre sus influencias para conseguir que liberaran a su hijo. Como la cárcel estaba muy vinculada al Obispado, empezó a hacer donaciones para la Iglesia, esperando que le concedieran un trato de favor.
- ¿Y lo soltaron?
- Pues no. Ella pensó hasta el último momento que lo lograría y cuando su hijo murió, había dado casi todo su patrimonio a la Iglesia.
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Contaron entonces a mi hermano cuál fue la horrorosa pena a la que sometieron a Felipe: la muerte por la gota de agua.
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Se sujetaba la cabeza del reo a la pared con un aro metálico y se dejaba caer sobre su cráneo una gota de agua durante días y días. El golpe de la gota además de terminar siendo muy doloroso al producir herida, no permitía dormir al torturado. Según he leído esto le provocaba locura y la muerte por paro cardíaco.
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Así es cómo murió Felipe Cortés, uno de los dos hijos de Carlota Sarrió. Nosotros somos descendientes directos de su hermano mayor, Vicente Cortés, abuelo de nuestra abuela Anita.
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Pasó un tiempo en el que Fran no consiguió más datos para el árbol genealógico y lo dejamos aparcado. Pero había quedado prendado ante todo lo que le contaron de aquella Carlota y se aventuraba incluso a dibujarla conforme a lo que su imaginación le dictaba.
- Me encantaría - me decía- saber más cosas de su vida, sobre todo cuándo nació y cuándo murió.
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Lo que ocurrió tiempo después fue una casualidad tan grande que aún hoy nos sigue asombrando tanto como entonces, y a mí, que tanto me gustan los enigmas, me resulta un placer contarla ahora por aquí.
Teníamos en casa unos cuantos libros de tapa de cuero, unos negros, otros color marfil que venían de antepasados paternos, es decir, de Elda. Eran libros fechados en los siglos XVIII y XIX y en su mayor parte religiosos y sobre Filosofía, por lo que no encontré nunca en ellos, a pesar de mi gusto por la lectura, ningún interés más allá de abrirlos en mis narices y aspirar el peculiar aroma de sus viejas páginas.
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En cambio Fran, que tiene verdadero amor por las cosas antiguas, se dedicaba como un ratón de biblioteca a inspeccionarlos uno por uno para saber de qué trataban concretamente y comprobar cuándo estaban fechados.
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Entre las páginas de uno de ellos apareció una vieja hoja de papel doblada en su mitad.
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Podría haberla encontrado yo y no haberme percatado de lo que contenía. Probablemente habría sido asi. Pero estamos hablando de Fran, el investigador, que al leer ese papel exclamó:
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- ¿Será posible? ¡¡No me lo puedo creer!!
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(Continuará)

16 de febrero de 2011

DIABLOGRAFÍAS 11

APUNTES DE GEOGRAFÍA

Repetiré hoy por enésima vez que no conservo buenos recuerdos de las clases de matemáticas en el colegio, pues siempre me resultaron soporíferas en constante progresión aritmética.

En cambio las lecciones de geografía tenían un aire mucho más lúdico, más oxigenante.

Aquello de que llegara el profesor y sobre el encerado desplegara ante nuestros ojos algún mapa del mundo, o de un continente o de un país... tenía su magia, su puntillo pirata.

La visión de un mapa me parece sumamente atractiva, y siempre he sentido gran curiosidad por leer los nombres que sobre ellos aparecen, por impronunciables que puedan ser.

Recuerdo que de todas las cosas que aprendíamos, las que más se me resistían eran los afluentes de los ríos. Bastante tenía uno con saber que hay un río Miño, un Duero, un Tajo... o un Nilo, o un Amazonas. Pero ¿un río Cigüela, un Esla, un Adaja...? Demasiada información para retener. Me parecían (y aún hoy me lo parecen) totalmente prescindibles. (Ah, lo siento, haber nacido principal, no secundario)

Pero había que memorizarlos de todas formas.

Como tantas otras cosas...

El río Mississippi, en Estados Unidos, que tiene una longitud de 3,770 km (Memorizad)

El lago Titicaca, situado entre territorio de Bolivia y Perú,
tiene 8.562 km cuadrados (Memorizad)

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Siempre pensé que debía desembocar el Missipipi en el Titicaca.

Porque algo así no lo habríamos olvidado jamás.
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Hoy han cambiado mucho las cosas y creo que la Geografía ha pasado a ser la pariente pobre de la educación. Nadie la quiere ni la tiene en cuenta y de ahí que haya semejante laguna mental (nunca mejor dicho) en conocimientos geográficos, con unos errores garrafales tan grandes como el Himalaya.
Me enteré el otro día de que existen 71 ciudades en Estados Unidos llamadas Springfield.
En realidad a nadie le importa porque todos sabemos que de verdad, de verdad...

... solo existe una.

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Uno se da cuenta de lo viejuno que se ha hecho cuando recuerda que en sus tiempos de estudiante existía una Castilla la Vieja y una Castilla la Nueva, una sola Rusia unida, una sola Yugoslavia y dos Alemanias.

Todo aquello se fue a tomar vientos un día. ¡Nos lo cambiaron todo! ¿Y para eso lo tuvimos que aprender?

¿Capital de Yugoslavia? Belgrado ¿Y de Rusia? Moscú. Y chim-pún.

Ahora están Croacia, y Bosnia-Herzegovina, y Serbia... y Bielorrusia, y Letonia, y Georgia, y Armenia, y Azerbayán... Muchísimos países nuevos con sus capitales extranjerísimas que me pillan ya con pocas ganas de estudiar. Y esto me da rabia.

Pero una cosa me da más rabia todavía: qué absurdos los conflictos armados en cuestiones territoriales. Se lucha, se mata, se destruye por la independencia y luego esos países separados que un día fueron uno , llega el Festival de Eurovisión... y se votan entre ellos!!! Canta Serbia y ¿quién le da 12 puntos? Croacia!! Canta Rusia y ¿quién le hace la pelota? Ucrania !!
Anteayer se tiraban bombas para divorciarse y hoy se quieren con locura. ¡Qué amores tan extraños, leches!

En fin, sigamos repasando...

Ejemplo de cabo
Ejemplo de golfo.
Ejemplar de cabo golfo. (Memorizad)
Ah, una duda que seguro que más de uno tenemos...
Todos hemos oído hablar de la Gran Muralla china...
...y de la muralla de Ávila...

... y, cómo no, del desaparecido Muro de Berlín.

Pero qué poca información nos llega del Muro que rodea a las Islas Canarias...
¿Alguien sabe cómo pasan los barcos?

Un canal.
Un estrecho.
Un canal estrecho.

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Lo dicho, la geografía era más amena. Desataba infinitamente más la imaginación que las matemáticas. Te podías recrear imaginando verdes valles, suaves colinas, turgentes laderas, una falla... No como en matemáticas que todo era plano y aburrido. Ni cuando la maestra nos decía "Hoy os voy a enseñar la hipotenusa y el seno". Al final no enseñaba nada, sólo matemáticas. ¡Vaya rollazo!
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Lo más fácil de aprender siempre fueron los mares. Son tan reconocibles...
El Mar Muerto

El Mar Rojo.

El Mar Caspio.

10 de febrero de 2011

SE NECESITA HINCHADA PARA NUEVO EQUIPO



El pasado sábado, mi hijo y yo regresábamos a casa en coche.
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Viéndole sonreír satisfecho por el espejo retrovisor, me quedé pensando que tenía que escribir sobre esto.
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Me acordé de que siendo un enano que no levantaba cuatro palmos del suelo, ya se decantaba por jugar con una pelota antes que con cualquier otro juguete.
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Y me vi de nuevo en aquellas veces que estando en Carrefour no me dejaba mirar libros sino que me empujaba a que fuéramos al rincón de los balones, donde siempre me pedía que se los fuera alcanzando para ir probándolos todos. (La de veces que me tocó recoger alguno que había ido a parar a la sección de electrodomésticos por la patadita que le había dado el niño... )
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Recordé otras tantas ocasiones en las que estando en alguna juguetería, ponía mayor o menor atención a los juguetes que iba encontrando, hasta que llegaba al lugar de los balones y entonces le cambiaba la cara.
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- ¡Esto quiero!
- ¿Otro balón? Pero qué dices... si tienes cuarenta mil en casa.
- Es que no tengo ninguno rojo. ¡Mira qué chulooo!
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En el maletero del coche no podía faltar un balón de reglamento porque en las escapadas al campo de la yaya necesitaba algo redondo a lo que dar mil patadas.
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Así que no me extrañó nada que cuando hace un año algunos compañeros del cole le dijeron que se habían apuntado al Club Deportivo para jugar al fútbol, le faltara tiempo para decir en casa que él también quería ir. Desde entonces su madre se ocupó de llevarle los viernes por la tarde y yo los sábados por la mañana..
He de decir que él acudía a cada cita con mucha mejor cara que yo.
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A Samuel le daba lo mismo que hiciera frío o calor, eso eran males menores, pero algunas mañanas de invierno al aire libre, yo estaba allí en las gradas más helao que el bigote del capitán Pescanova, buscando el solecito allá donde apareciera. ¡Si un día entrenaron con nieve...!
Y cuando llegaba el buen tiempo, el buenísimo tiempo, me sentaba cerca de la fuente - que siempre estaba atestada de avispas- para refrescarme el cogote de vez en cuando.
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- Ya veréis - nos decía el entrenador a los padres - cómo irán evolucionando vuestros hijos. Vosotros mismos apreciaréis el cambio.
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Y costaba creer que fuera verdad cuando aquellos primeros meses jugaban al mogollón, chocando unos con otros, porque sólo tenían ojos para mirar sus botas y el balón. Pero mucho después, en algunas de las veces que yo levantaba la vista de la novela de turno, me sorprendía descubrir algún control de balón poco común, o un regate vivo o un tiro a puerta con puntería. Y entonces me decía "¡Vaya!" Y seguía leyendo.
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Samuel jugaba unas veces de lateral y otras de centro, aunque él solía decir que lo que quería era ser portero.
No me lo tomé nunca demasiado en serio. Veía que se divertía y que se relacionaba con otros niños de su edad y eso bastaba.
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Hace unas semanas, al llegar a casa, me salió al paso todo ilusionado.
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- ¡Papá, voy a ser portero en un equipo!
- ¿Cómo que...? ¿¿Cómo??
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Me explicó entonces mi mujer, mil veces más emprendedora que yo, que había inscrito a Samuel en la Liga Escolar Albatros. Que cada equipo iba a tener su propia equipación completa y que competirían entre colegios por edades. Un nuevo entrenador profesional se había hecho cargo de su grupo y tras una valoración había puesto a Samuel de portero.
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- ¡Y si ganamos al final nos dan una Copa! - exclamaba Samuel.
- Qué barbaridad, pues sí que se pone seria la cosa...
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Pocos días después... el sorpresón.
SAMUEL.- Le hemos puesto nombre a nuestro equipo.
YO.- ¿Ah, sí? ¿Cómo os llamáis?
SAMUEL - Los Diablos
YO.- ¿¿Los Diablos?? Pero qué nombre tan... perfecto!! ¡Me encanta!
APAMEN.- Anda, que acabas de hacer feliz a tu padre...
SAMUEL.- ¿Por qué?
APAMEN.- ¿No sabes que el papá es el diablo?
SAMUEL.- Ah, ¿por el blog?
APAMEN. - No, no, de toda la vida. ¿Quién le ha puesto el nombre?
SAMUEL.- Mi amigo Julio.
YO.- Pues ni hecho a propósito.
Y llegó el sábado del primer partido. Los Diablos contra los Bob Esponja.

Pistas deportivas de Las Pozas, que se estrenaban ese mismo día y que inauguraba el alcalde. Zona de aparcamiento abarrotada de vehículos. Samuel va con su equipo completo: espinilleras, rodilleras, guantes... y una cara de porterazo que no puede con ella.
Cada vez que llega un compañero de mi hijo, corren todos a abrazarle, haciendo piña como buen equipo. Veo sus caras llenas de nervios e ilusión y empiezan a contagiarme. Todos los padres y madres a la expectativa. Mi mujer no puede asistir, (no podrá hacerlo pues trabaja los sábados por la mañana) pero de vez en cuando me llama al móvil para lloriquear: "Yo quiero estar ahiiiií"

Y veo que hay árbitro, y jueces de línea, y que los entrenadores dan instrucciones a sus equipos... y me meto en situación como nunca.
La madre de Airan (delantero punta de Los Diablos) llega con unos cuernos en la cabeza. ¡Y yo sin cámara de fotos! Le pido a la madre de Julio (central de Los Diablos) que haga fotos y que después me las pase (Gracias Charo)

La madre de Álvaro (defensa de Los Diablos) es un flan de nervios y salta y grita y dice que le va a dar algo.


El partido resulta muy intenso. Dominan Los Diablos pero hay arranques de los Bob Esponja que nos ponen el alma en vilo.

Airan, Javi y Julio, los más adelantados, le ponen muchas ganas pero no consiguen marcar (materializar que dicen los que comentan por la radio)
- ¡¡Vamos, Diablos, vamos!!

De repente se escapa el delantero de los Bob Esponja hacia la portería. ¡Se queda solo! ¡Chuta!... ¡¡Paradón de Samuel!! Aplausos. (Ahh, ahora sé lo que siente el padre de Iker Casillas) ¡Me salgo de mí mismo!
Acaba la primera parte con empate a cero. Apamen llama otra vez "¿Cómo van? ¡Infórmame! ¡¡Quiero saber!!" Las madres que me rodean se acercan al teléfono "¡¡Tu hijo lo está haciendo muy bien!! Y Apamen se emociona y dice: ¡Yo quiero estar ahiií!


Faltando diez minutos para acabar, Airan, que se mueve como liebre en cacería, consigue meter un gol. El júbilo se desata. ¡Y es sólo el primer partido! No quiero ni pensar cómo sería una final. Segundos después llamo a Apamen y pido a los de mi alrededor que volvamos a gritar GOL para que ella lo oiga.
- ¡GOOOOOL! (Los padres del equipo contrario nos miran mal) Apamen se vuelve loca.
Antes de acabar el partido, nuevo paradón de Samuel.
El árbitro pita final. Los Diablos 1 - Bob Esponja 0. El equipo ganador se abraza. Samuel viene a enseñarme su guante... "Mira, se me ha roto"

¡¡Porterazo!!

Cuando regresábamos a casa en coche le ví por el espejo retrovisor sonreír satisfecho. Tenía que escribir sobre esto y lo he hecho.
Y he de añadir que necesitamos afición que aplauda y apoye y anime... aunque sea a distancia.
Este sábado Los Diablos se batirán contra los Truenos MN.
Estoy deseando que llegue el momento.

(Lo siento, si no le doy "mi toque", reviento)
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Para saber los resultados de Los Diablos en esta liga, pincha AQUÍ

4 de febrero de 2011

PÁNICO A LAS ALTURAS

Es hora de admitir que nunca seré alpinista.
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Me gusta la Naturaleza como al que más, por lo que intuyo una experiencia inigualable ser ese insignificante punto en las alturas, ascendiendo por una pared vertical, capaz de sobrepasar hasta los nidos de las águilas, con el fresco aire de las cimas en el rostro y el eco de tus propios gritos de esfuerzo y júbilo rebotando entre montañas.
Debe ser portentoso.
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Pero seguro que en algún momento se ha de mirar hacia abajo. Y ahí flaqueo.
Es un problema de gravedad descompensada, de inadaptación al vacío.
Es lo que comunmente se llama un vértigo que te cagas.
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Lo he experimentado tantas veces que me toca ser realista y descartar también el salto desde un avión en paracaídas. Reconozco que es triste tener que admitirlo, duele incluso ponerlo por escrito: Jamás me tiraré en paracaídas.
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Yo les veo hacerlo en la tele desde el sofá de mi casa y estoy seguro de que no habrá palabras para describirlo. Y es admirable ver cómo dan ese salto y se precipitan al vacío en caída libre y les da tiempo a hacer el corro manolo por el cielo... ¡E incluso sonreír y levantar un dedo!
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Pero yo pienso en el preciso instante en el que hay que tirar de la anilla, y con sólo imaginar la incertidumbre de si el paracaídas se desplegará o no, me paraliza el pánico. Y a todo esto cayendo, cayendo... Y la posibilidad de que no se abra la mochila o que tarde en hacerlo. Y cayendo, cayendo...
NO, gracias.
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Pero no hace falta subir tan alto. He de admitir que ni atado ni amordazado ni muerto me lanzaría en puenting. (Puede que muerto sí, pero resistiéndome mucho)
- ¡¡Si es fascinante...!! - dicen algunos - ¡¡Es una descarga de adrenalina bestial!!
(Lo de bestial me lo creo)
Pero vamos a ver... ¿de verdad tiene la gente ganas de tirarse por un puente abajo? ¿Hay necesidad de ello? ¿Y qué pasa con el corazón en esa caída? ¿no se sale por la boca, así como los ojos de las órbitas y los papeles de los bolsillos?
Y luego ese balanceo pendular hacia adelante, hacia atrás, otra vez hacia adelante... Yo una vez dormí una siesta en un balancín y tuve ganas de vomitar todo el día.
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Además en esto del puenting he tenido siempre una duda. A ver si algún insensato que sí lo ha probado me la aclara.
Siempre veo en los documentales cómo atan al individuo, cómo se prepara para lanzarse, cómo se santigua y cómo se tira al vacío chillando como un loco. ¡¡Pero nunca se ve cómo le recogen!! ¿A esta gente la vuelven a subir al puente o se quedan allí como chorizos secándose al sol?
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En fin, que me aventuro a decir que no seré tampoco piloto de helicóptero, ni equilibrista de circo ni limpiacristales en Nueva York.
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Este verano estuve con mi familia en un gran centro comercial de Alicante. Descubrimos un cartel que anunciaba unas bonitas vistas del puerto desde los ventanales del piso superior y nos sedujo la idea de subir a verlas. Pero, ay, que algún flamante arquitecto, en un alarde de modernidad apabullante, había decidido que las escaleras fueran de cristal transparente. Muy grueso, sí, ¡pero cristal! ¡Y transparente!
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- Sube, sube, papá - me gritaba mi hijo, cuarenta escalones por delante de mí - ¡Qué guay! Mira cómo se ve la gente allá abajo.
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Pero yo, que me conozco, no mostré ningún interes en mirar hacia abajo. Sólo al frente y respirando hondo. Un escalón, otro escalón... Sólo una vez se me ocurrió hacerlo y calculé que si en ese instante se rompía el cristal bajo mis pies, aterrizaría sobre la pamela de una señora diminuta que se estaba tomando un helado. Me entró un sudor frío y un agarrotamiento de piernas. Me volví y comencé a descender. Respirando hondo.
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- ¿Y el papá por qué no sube? - le preguntaba Aitana a Apamen. Y mi mujer se reía imaginándolo.
Pero esto no significa que yo no sea capaz de asomarme al vacío. Sí lo soy.
Es curioso pero siento una extraña mezcla de miedo y fascinación cuando me acerco a algún balcón o mirador a gran altura. Lo que ocurre es que en vez de gozar del paisaje imagino lo que sería despeñarse por él. Y no es lo mismo, claro.
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Me ocurre también cuando estoy en un edificio de muchas plantas y con toda la prudencia del mundo me asomo al hueco de las escaleras. Siempre noto un desagradable hormigueo en las piernas ante esa tétrica visión del rectángulo del fondo. Pero me asomo.
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Claro que aún más desagradable que asomarme yo es ver cómo se asoman otros con total naturalidad y sin miedo alguno. Eso sí me produce un pánico terrible. Yo sé que por mi exceso de prudencia no voy a caer, pero ¿y si veo cómo otro se confía, pierde el equilibrio y cae? Esa posiblidad me hace pasar muy malos tragos, máxime cuando algún amigo, conociendo este pavor mío, ha tonteado con las alturas para hacerme sufrir un rato en el que él, obviamente, lo ha pasado pipa viendo mi cara desencajada.
¡Cabrones!
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Con todos estos antecedentes podéis imaginar cómo me sentí en el mayor susto que me han dado en mi vida, en el que mi tia C. y un juego de Monopoly fueron protagonistas.
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Veraneábamos en un apartamento de Benidorm que tenían mis abuelos en un edificio altísimo. Aquello parecía una comuna familiar en feliz aglutinación. Por las noches primos de todas las edades nos amontonábamos a dormir sobre colchones y colchonetas cual estampa de orfanato de novela de Dickens.
Tendría yo entonces 12 o 13 años y mi mayor preocupación era el balcón de la terraza.
Ver jugar a los más pequeños allí y que se acercaran a la barandilla me producía mucho desasosiego. No se podían colar entre los barrotes pero a mi me daba la impresión de que sí, o que al menos era peligroso correr cerca de ella. Yo que sé, un resbalón con pirueta malabar o algo así... y adiós niño para siempre. Terror absoluto.
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En esas estaba cuando los mayores se pusieron a jugar al Monopoly. Yo me uní a ellos para verles tirar los dados, mover ficha, reír y armar escándalo, pero de vez en cuando ponía un ojo en la terraza para vigilar a los pequeños.
Y fue en un momento de relajación en el que me senté en el sofá, cuando de repente, mi tía C. salió gritando de la cocina.
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- ¡NO ME DIGAS QUE HA CAÍDO EL CHIQUILLO! ¡NO ME DIGAS!
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La imagen de uno de los pequeños cayendo edificio abajo asaltó mi mente. Me quedé sin sangre, pálido, agarrotado de terror. Lo sabía, lo sabía - me dije preso de angustia - al final se tenía que caer alguien.
Sin embargo la carcajada de mi tía no entraba en ese cuadro trágico repentino, y menos aún que se pusiera a bailar al comprobar que un CHIQUILLO (un primo mayor que yo que estaba jugando con ellos) HABÍA CAIDO... EN SU CASILLA del Monopoly.
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- ¡Toma, toma! - se reía con ganas mi tía - ¡Te toca pagar, dame billetes, dame!
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Nadie se percató de que por unos segundos se me paró el corazón en ese sofá, que me morí y que empecé a resucitar poco a poco cuando comprendí tan gorda confusión.
Y creo que aún me dura el susto.

1 de febrero de 2011

LOS DIABLOS DE LISBOA


Las ondas concéntricas en mi café con leche denotaban un movimiento inusual en el infierno, como si hubiera una macrofiesta bajo mis pies, y cuando bajé a comprobarlo, a las tantas y pico, la concurrencia allí presente me lo confirmó.
Encontré a las ánimas más animadas que de costumbre, agitándose entre la humareda (allá abajo aún se puede fumar), y a los fuegos habituales habían añadido los artificiales, con lo que el follón era de mil demonios, nunca mejor dicho.

Cuando el diablo pasó por mi lado, le pregunté a qué se debía semejante espectáculo de luz y calor, y alzando la voz para hacerse oír me dijo que ya había nuevo lugar en el globo donde hincar el tridente.

- Ah, ¿sí? ¿Dónde? - quise saber.
- En la capital de Portugal, y tal y tal.
- ¿¿Han escondido diablos en Lisboa??
- ¡¡Sim!!
- ¡Vaya, qué buenos recuerdos tengo de aquella ciudad! ( exceptuando el momento aquel en que me caí de un tranvía, claro) Y bueno, ¿quién ha estado por allí ?
- ¿Crees que lo sé? ¡Y qué más da!
- ¿No te lo han dicho?
- Parece que no son diabloggers sino diabloluntarios. Pecadores, en cualquier caso.
- Ah, pues esto sí es novedoso - apunté - De esta forma no se condenan, ¿no?

El diablo me miró como si le hubiera dicho que yo era una abeja alérgica al polen, y levantando el labio superior con gesto de puro asco, como el de Clint Eastwood cuando hace flexiones, me obligó a que le siguiera.
- Toma - me dijo mostrándome un papel que acababa de imprimir- Esto es lo que me enviaron al correo. Publícalo en nuestro blog. Que la gente sepa que ya se pueden cazar nuevos diablos. ¿A qué esperas..? ¡Al tajo!

Salí echando chispas de allí. No os hacéis una idea de lo molesto que es escuchar música a todo trapo de AC/DC y Georgie Dann al mismo tiempo. Y los hot dogs con tabasco del catering me sentaron peor que un chupachús que yo me sé y me callo.

En fin, este es el correo que recibió mi jefe:

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Don Diablo,

Somos un grupo de amigos a los que nos gusta viajar cuando las circunstancias nos lo permiten. Y yo por otra parte soy asidua y fan de tu blog, me gusta mucho leer y en particular me gusta leerte por la frescura de tu pluma. Y, ¿cómo no? el juego de los diablos me tiene fascinada hasta tal punto que he conseguido cómplices para ir dejando repartidos en Lisboa unos cuantos.

Instrucciones por si alguien se anima a buscarlos:
1. PRIMER DIABLO.- Al primero de los diablos nos lo llevamos a tomar ginjinha, licor lisboeta recomendable, y después de la cogorza lo dejamos escondido en una estatua monumento a la paz que hay en la Rúa Largo Do Domingos, delante de una iglesia, justo detrás del bar "A Ginjinha" muy cerca de la plaza del Rossio

2. SEGUNDO DIABLO.- Al segundo de ellos nos lo llevamos al barrio de Belém, y después de pasearlo por delante del monasterio de Los Jerónimos, finalmente lo dejamos en la estatua que hay delante del monumento a Los Descubridores a la orilla del Tajo.
3. TERCER DIABLO .- El tercero está dentro de uno de los famosos elevadores de Lisboa, concretamente del Elevador Da Gloria, detrás de uno de los carteles informativos del interior (parte derecha mirando hacia arriba el segundo cartel).
Lo que va a ser más difícil decirte de cual de los dos elevadores que hacen el recorrido por la Calzada Gloria se trata.

4. CUARTO DIABLO.- Y el cuarto está en la puerta de la iglesia que hay en Cristo Rei. Detrás de uno de los cuadrados de bronce de la derecha de la puerta del exterior.
Pues nada, ha sido divertido prepararlo y colocarlos. En el próximo viaje repetiremos seguro.

Un saludo.

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Dama anónima y secuaces: os agradezco mucho el detalle de escribir para darme esta sorpresa. Gracias por participar en el juego y por el montaje fotográfico que enviáis, que es bastante esclarecedor, creo yo.

En el momento de hacer público este correo, sigue retumbando el sótano profundo que todos conocemos.