27 de septiembre de 2008

POSTALES DESDE SALTDEAN




Fue en 1989. En el mes de julio.
Siempre recuerdo la fecha porque se cumplían exactamente 200 años de la Revolución Francesa y, a modo de consigna patriótica, los alumnos galos del colegio exclamaban "Viva La France" cada vez que coincidían unos con otros en los parques, en las calles o en el mismo colegio.

Acababa yo de cumplir los 23 años y me sentía exultante en un país desconocido al que acababa de llegar con el esfuerzo de mis padres como recompensa por mis buenos resultados en los estudios de inglés.
El lugar en el que viví durante todo aquel mes se llamaba - se llama - Saltdean.

Saltdean es una localidad costera al sur de Inglaterra, a unos 8 kilómetros de Brighton, que llama la atención por estar distribuidas sus construcciones alrededor de un gran parque central ovalado. Las calles van ascendiendo una tras otra sobre la colina sobre la que descansa el enclave, como si de un anfiteatro se tratara. Un anfiteatro que mira hacia el mar.

Llegué contento, sin demasiados nervios. Eramos muchos los estudiantes que arribábamos ese día desde toda la geografía española. Yo me hice inseparable de dos chicas de Petrel: Isabel Coves y Pepi Megias a las que ya conocía.
Sin embargo, nada más llegar hubo un contratiempo que me disgustó.
Las familias que nos daban la acogida estaban esperándonos en el gran parque donde el autobús nos había dejado. Paul, el encargado del grupo de españoles, iba asignándonos a los apellidos ingleses que leía de una lista. Todos se iban marchando acompañados por matrimonios más o menos jóvenes con mayor o menor número de hijos, y yo esperaba ansioso por ver quienes me tocarían a mí. 
Pero del lugar se iban alejando todos con sus familias hacia sus nuevos hogares, tan contentos, y mi momento no llegaba. Ví marcharse a Isabel y a Pepi y a todos los demás hasta quedarme el último.
Nadie vino a darme la bienvenida.

Paul, miró en rededor y se me acercó al verme solo.
- What about you?
Sólo supe encoger los hombros y disimular mi malestar con una boba sonrisa.
Miró en una lista y me pidió que subiera en su coche. El me acercaría a mi nueva casa.
Por el camino iba yo pensando “¿Pero qué familia es ésta que se ha olvidado de venir a por mí? Bien empezamos…”
Pronto me percaté de que la familia en cuestión vivía en uno de los extremos más alejados del núcleo, muy lejos de todo. De hecho, después de la Rodmell Avenue, la dirección a la que me llevaban, se acababa el pueblo y ya no había más que campiña, una inmensa campiña que parecía no tener fin.
Se suponía que todos los alumnos iríamos al colegio andando pero a mí me iba a tocar una caminata de aúpa y un buen madrugón para llegar a tiempo. Empezaba a angustiarme la situación.
Como colofón, el perfecto remate a un día que no empezó con buen pie fue descubrir que me había tocado en suerte una casita pequeña, casi de muñecas, habitada tan sólo por una viuda de 70 años, Mrs Catt. (La señora Gatto, podríamos traducir).
Mrs Catt era una respetable viejecita con el pelo totalmente blanco que se encontraba afanada en su jardín podando rosales en el momento en que me acerqué a saludarla.
- Welcome to Little Barn (Bienvenido al Pequeño Granero) - me dijo, pues su casa se llamaba así. Un cartel de madera en la puerta así lo anunciaba.
Y yo, que desde semanas antes me había ilusionado con la idea de que me comunicaría en inglés con toda una familia, con sus hijos, con sus amigos, me encontraba a solas con una viuda muy mayor con un cubo lleno de rosas secas en una mano y unas tijeras de podar en la otra, ¡al mismo borde del fin del mundo!

Isabel y Pepi, que tenían la guasa siempre a flor de piel y unas incontrolables ganas de reír a toda hora, me suplicaban que me callara cuando al día siguiente en el colegio les contaba todos los percances. No pararon de reír hasta dolerles la mandíbula.
- ¿Y de qué habéis hablado? - quería saber Pepi
- De flores. Tiene un invernadero muy bonito.
Recuerdo que todos nos miraban porque las carcajadas eran de escándalo.

Pero a todo se acostumbra uno y yo me acostumbré a Mrs Catt. Y muy pronto además, porque era una mujer sencilla y agradable, a la que le gustaba practicar el piano en sus ratos libres y que solía escuchar música de Los Beatles y Los Carpenters mientras me preparaba el packed lunch, el almuerzo de todos los días que yo me llevaba al colegio. Era, como pude comprobar, una mujer muy metódica y muy religiosa que asistía a misa todos los domingos con una falda plisada que recuerdo le sentaba fatal.

Me enseñó a jugar al Backgammon pero sobre todo lo pasábamos muy bien jugando al Scrabble, un juego que descubrí allí por vez primera. Cuando yo lograba componer una palabra con la que sumar muchos puntos, parece que aún la puedo oír , exclamaba : “¡ Good, good… Jolly good! “ con un acento muy divertido.
No sabría deciros si cocinaba bien o no porque no creo que ni los mejores cocineros del mundo consigan que las patatas hervidas, las coles de Bruselas, los guisantes al vapor o el repollo escaldado hagan realmente feliz a un comensal. Pero hasta a eso me acostumbré, cosa que no consiguieron la mayoría de mis compatriotas.
No fui siempre andando al colegio. Ella me recomendó coger el autobús y así lo hacía cuando iba con el tiempo justo.
El colegio me dio muchas satisfacciones. Traté con jóvenes de varias nacionalidades : italianos, portugueses, suecas (es curioso recuerdo solo a las suecas, creo que no había ningún sueco, o me pasaron desapercibidos), alemanes, franceses (Viva La France!!) Hasta recuerdo a una chica de La India (Sarah)
Nos agruparon por niveles de conocimiento y coincidí con Isabel pero no con Pepi aunque luego siempre fuimos juntos los tres a todas las excursiones a Brighton, a Rye, a Eastbourne, a Londres… También hice mucha amistad con una chica de Alcoy, Ana, con la que coincidí después en la Universidad de Alicante y fuimos compañeros inseparables.

La profesora, Ann, proponía unas actividades tan atractivas que yo acudía cada mañana deseando que empezara la clase, y así unas veces éramos detectives intentando solventar un misterioso crimen a partir de unas pistas o actores interpretando una escena siempre divertida. O inventábamos definiciones sobre una palabra muy rara de la que nadie sabía su significado. Ganaba el que conseguía engañar a más compañeros con una definición falsa.
Ann nos encargaba escribir redacciones y yo me esmeraba en hacerlas de alto nivel. En casa, Mrs Catt se ponía sus gafas de cerca y las leía con calma antes de entregarlas. Después me daba el visto bueno: “Good, goood, ¡Jolly good!” Recuerdo dos redacciones que fueron un éxito y me hicieron leerlas en voz alta para la clase. Una hablaba de las fiestas de Moros y Cristianos, la otra sobre la actriz Shirley MacLaine y su afición por los temas esotéricos. Aun conservo un recorte de revista sobre Shirley que trajo para mí la profesora en el último día del curso.
El mes fue pasando y hubo tiempo para todo. Incluso para el amor.

Conocí a una francesa que se llamaba Gwenaelle, aunque yo la llamaba Gwendolyne. Era una chica con una cara muy linda y una dulce sonrisa que, en conjunto, me recordaba mucho a Romy Schneider.
Yo era muy cortado entonces y cuando aquel día se cruzaron nuestras miradas y me sonrió no fui capaz de decirle nada. Tampoco al día siguiente. Gwenaelle fue más atrevida que yo y fue ella la que dio el primer paso acercándose a presentarse. Como estábamos en una gran discoteca y apenas nos oíamos me pidió que saliéramos afuera. Afuera nos esperaba la noche, la playa y la luna… Allí, sentados sobre los cantos rodados de la orilla (no hay arena en aquellas playas), yo me sentía flotar a su lado escuchando ese inglés afrancesado que tenía. Imposible recordar de qué hablamos, cosas banales sin duda, aunque sí recuerdo que ella se reía mucho conmigo. Entonces pensé que si me marchaba de allí sin darle un solo beso le iba a parecer el chico más tonto de toda Inglaterra. No lo dudé. Ella me lo estaba pidiendo con los ojos. La besé. Y me enamoré como un tonto.
Se nos fue el santo al cielo y llegamos tarde al autobús que nos había de devolver a Saltdean. Al ser los últimos en subir todos se percataron de que habíamos estado a solas mucho tiempo. Tuve que soportar mil bromas e indirectas, sobre todo de Isa y Pepi.


.
Sólo duró una semana porque Gwendolyne se marchó de Inglaterra antes que yo, pero fueron unos días muy bonitos, intensos y emocionantes.
Quedábamos a la salida del colegio y nos íbamos juntos a Brighton o a la playa o a cualquier sitio. En todas partes nos encontrábamos felices. Un sábado, despistado por el atontamiento, olvidé las llaves de mi casa y cuando volví para dormir, Mrs Catt se había acostado y yo no podía abrir la puerta. Hacía frío y no me veía capaz de pasar la noche al raso por lo que entré en el invernadero buscando una mejor temperatura. Allí se estaba muy bien pero no me atreví a dormir por si tanta planta me dejaba sin oxígeno y Mrs Catt me encontraba al día siguiente más tieso que una col. No tuve más remedio que volver a la entrada principal e intentar que me oyera, cosa que hizo finalmente. Me sentí tan mal por haberla hecho levantarse que al día siguiente le compré un ramo de flores.

El último día que pasamos juntos Gwenaelle y yo estábamos muy tristes. Ella lloró mucho, tengo que reconocer que yo también estaba muy sensible. Creo que jamás olvidaré el momento antes de despedirnos. Nos encontrábamos en un pub y comenzó a sonar "If you leave me now" de Chicago, que empieza diciendo “Si me dejas ahora te llevarás gran parte de mí”. Qué enamorados no sentíamos, con qué dulzura lo recuerdo…

Al marcharse mi francesita tuve el apoyo de mis amigas Pepi e Isabel que me animaban en mi decaimiento emocional y me aseguraban que me habían echado de menos porque las había abandonado. Pepi me hizo un obsequio envuelto en papel de regalo. Al desenvolverlo encontré un canto rodado de la playa en el que había escrito: “PARA NUESTRO GWENAELLO, QUE ESTÁ MELANCÓLICO” que me hizo sonreír. (Aún conservo esa piedra en algún cajón; soy incapaz de desprenderme de ella)

Una mañana encontré, como siempre, el desayuno preparado en la mesa, pero apoyada en una taza hallé una carta de mi familia que me hizo muy feliz pues me escribían todos y contenía varias fotos. Pude así presentar a mi familia a Mrs Catt y traducirle las cosas que me contaban los míos desde España.

La vida ha continuado su curso y el próximo mes de julio todo esto que hoy rememoro hará veinte años que ocurrió. ¡Veinte años!
He vuelto a ver a Pepi y a Isabel en alguna ocasión (muy pocas) y también a Ana a la que escribí las pasadas navidades. Todos recordamos aquel feliz viaje. Imposible olvidarlo. Gwenaelle quedó como un bonito recuerdo en mi memoria. Tan solo dos años después me volvía a enamorar. De Mª Carmen, hoy mi mujer.


.
A veces he pensado que en el transcurso de todos estos años, un día Mrs Catt debió morir, a no ser que tenga hoy 90 años, cosa que dudo. Y la recuerdo con emoción porque aquel primer día no fue lo que yo esperaba pero con el tiempo aprecié lo bien que se portó siempre conmigo. Al final no la hubiera cambiado por ninguna familia numerosa de toda Inglaterra.
Cuando me despedí de ella me regaló una baraja en una funda de cuero, con dibujos en relieve que había pertenecido a su marido. Quiso que me la quedara yo para que la recordara.

.


¿Qué fue de Mrs Evelyn Catt? ¿Qué será de la casita de Rodmell Avenue? ¿Quién la ocupará ahora? ¿Algún familiar?
Cuando echo la vista atrás y recuerdo aquellas escenas siempre pienso “Qué buenos tiempos aquellos” y sueño despierto pensando que podría volver a Inglaterra en cualquier ocasión. ¿Por qué no? Y recorrer aquellos lugares por los que pasé. Visitar Saltdean de nuevo y subir hasta la última calle de lo más alto de la colina, allí donde corría el viento que cruzaba la campiña.
No es imposible. Pero no deja de ser un sueño. 
En realidad es otra cosa lo que añoro.
Por supuesto nunca volvería con aquella juventud, con aquella frescura, con aquella otra visión de la vida, tan inconsciente, tan inocente, tan feliz.

**************************************************


Todo mi viaje a Inglaterra quedó escrito noche a noche en mi habitación del “pequeño granero” en un diario que también atesoro y que llamé “Postcards from Saltdean” (Postales desde Saltdean)


23 de septiembre de 2008

BLOG CREADO, TOCADO, HUNDIDO... SALVADO!!!


El mes que viene, el blog de mi amigo José Enrique Gálvez, PALABRAS, cumplirá dos años.
La primera vez que escuché la palabra blog (que me sigue sonando fea y que no recogen todavía los diccionarios de inglés) fue a él.
- He creado un blog en internet. Os voy a dar la dirección para que lo visitéis.
- ¿Qué has hecho qué?
- Un blog, un lugar para escribir lo que quieras y que la gente te lea.
Cuando accedí a él me pareció que era algo muy interesante y atractivo pero que debía ser muy complicado de llevar a cabo. Tardé mucho en embarcarme hacia ese mundo.

Dicen que las tres cosas que debe hacer un hombre en la vida son: tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Pero como las nuevas tecnologías van invadiendo todos los campos, hasta lo más tradicional y lo más romántico sucumbe ante la modernidad. Ahora debemos tener ese hijo y regar el árbol pero lo de escribir un libro, que, seamos sinceros, es lo más difícil de hacer, ya se sustituye hoy en día por crear un blog. Muchísimo más sencillo y menos comprometido.
Ahora lo más difícil es plantar ese árbol o por lo menos plantarlo y que sobreviva, con lo que, tiempo al tiempo, veréis como en unos años se sustituirá por instalar una antena parabólica.
.
Aquellos que, como yo, tengáis un blog (lo más parecido a un hijo virtual) que en su día creasteis con ilusión y del que hoy os sintáis orgullosos viendo como crece, podréis haceros una idea de cómo me he sentido esta semana convencido de que había estropeado el mío irremediablemente.
Sólo tiene tres meses de vida y yo lo mimaba y lo quería y me lo pasaba bomba con él. ¿Cómo había podido vivir yo antes sin un blog en mi vida?
El problema surgió cuando empecé a comparar a mi “hijo” con los “hijos” de otros "padres".
Veía esos blogs tan guapos, con visores de fotos, con atractivas pantallas para ver videos, con relojes, con música, etc… que cuando volvía a verle la cara al mío me parecía soso y esmirriado.
Entonces quise hacerle una cirugía estética sin ser yo cirujano.
Mirándole las entrañas hallé hasta su HTML, que viene a ser como su código genético, y me relamía pensando que si yo supiera descifrar todo eso y manipularlo tendría un blog alucinante, que dejaría a todos boquiabiertos y enganchados a él para siempre.
Pero lejos de acercarme a un simple lavado de legañas, no sé ni qué tecla toqué que lo dejé disléxico, asmático y tullidito.
Me asusté mucho, quise volver atrás, pero ya no sabía cómo deshacer el entuerto. Me afané, puse parches, pinté borrones, lancé mil y un S.O.S., pero mi blog me miraba con cara de lelo como diciéndome “Papá, ¿qué me has hecho?”
Como dice mi hermano Tomás sobre los los "ciberbobos" en su último artículo, (por favor, no los llaméis posts, que también suena horrible) los ordenadores no respetan a los ignorantes y se ríen de nuestra desesperación, por lo que no tuve más remedio que convencerme de que tendría que olvidar este blog y crear otro con todo el dolor de mi corazón.
.
Este fin de semana bajaron mi hermana Ana y mi cuñado Iván desde Castellón para asistir a la boda de mi tío Guillermo ¡¡ a sus 77 años !! Lo pasamos muy bien pero les confesé que mi corazón estaba de luto.
Iván, que tiene magia en los dedos casi desde que nació, me animó diciendo que el desaguisado tendría arreglo.
Y así fue. Hoy, gracias a su ayuda, puedo decir que el blog ha salido de la UCI y ya se encuentra en planta, dispuesto a una última operación que le devuelva sus columnas al lugar que le corresponden.
Así que aprovecho esta nueva entrada en este mi querido blog - que es más guapo que ninguno - para agradecer efusivamente a mi cuñado su ayuda con ese bisturí mágico con que me lo operó.
¡ Gracias Iván ! ¡Vuelvo a ser feliz!

18 de septiembre de 2008

COMEDIA A MI MEDIDA







Hablando de calles…


.............Supongo que todos vosotros habréis pasado alguna vez por el número 13 de la Calle (Rue) del Percebe.


Es un viejo edificio no construido con ladrillos sino tan sólo con tinta, papel e imaginación.

Su arquitecto, Francisco Ibáñez, un barcelonés al que admiro, tuvo la ocurrente idea de crear una comunidad de vecinos tan dispar y divertida que después de décadas de publicaciones hasta la televisión se inspiró en sus viñetas para rodar la exitosa serie “Aquí no hay quien viva”.


. ................No es de extrañar que su visionado y lectura atrapara desde el principio: un moroso perseguido por sus acreedores que se esconde en la azotea, una anciana que adora y sufre su amor por los animales y lo mismo compra un perro que un cocodrilo, un caco de poca monta al que todos los robos le salen mal, la dueña de una pensión que desoye las múltiples quejas de sus inquilinos, un tendero sin escrúpulos que intenta engañar a sus clientas… Hasta un individuo que vive en la cloaca y charla desde su agujero con la portera.
¡ Imaginación al poder !



Y digo yo, puestos a imaginar, ¿por qué no imaginarnos como productores de una serie de comedia en la que pudiéramos disponer de nuestros cómicos, cómicas y comics favoritos?¡Sería la monda!Los míos serían, sin dudarlo, los de la foto. Echadles un vistazo y ya me diréis si coincidís conmigo.



SINOPSIS:

..............................

En la estrecha buhardilla de un edificio vive camuflado un peculiar espía bielorruso (Peter Sellers) al que seguirán de cerca los agentes de la T.I.A. Mortadelo y Filemón.

Ajenos al mundo de los humanos, un gato y un ratón (Tom y Jerry) hacen múltiples trastadas por todas las viviendas.

En el tercer piso hay una consulta psiquiátrica con unos facultativos al cargo llenos de dudas e inseguridades (Woody Allen y Dianne Keaton) El está enamorado de su compañera, pero cada vez que la quiere besar suena el timbre de la puerta. Enfrente vive una pareja de solterones gruñones que no se soportan pero que tampoco pueden prescindir el uno del otro (Jack Lemmon y Walter Matthau) Constantemente se amenazan con separarse, cosa que nunca ocurre finalmente.


En el segundo piso, un célebre matrimonio, los Roper. Ella (Mildred) se afana por ser amable y sofisticada ante los vecinos y él (George) evita cualquier compromiso para poder acomodarse en su sillón, ver la TV y beber cerveza. Pared con pared, unos vendedores de enciclopedias a domicilio. Uno con mucha verborrea (Antonio Ozores) y el otro tan tímido y torpe que irá perdiendo los volúmenes por la calle (Rowan Atkinson “Mr Bean”) Sólo consiguen la atención de un posible comprador : un tal Rompetechos, que los confunde con políticos famosos.


Ocupando el primer piso, cuatro mujeres maduras compartiendo cocina y secretos (Las chicas de oro) Una de ellas (Blanche) intentará siempre ligarse al espía de la buhardilla. La más mayor (Sofía) se lo pasará bomba inventando problemas de salud mental en la consulta del 3º A.

En la misma planta, una profesora de Historia a punto de jubilarse (Rosa María Sardá) tendrá que soportar con infinita paciencia a un hijo heavy y amante de las artes marciales que no se quiere independizar (Santiago Segura) La madre da clases particulares a una niña argentina (Mafalda) que la saca de sus casillas con sus continuas preguntas.


En la planta baja, una pareja (Loles León y Javier Cámara) se empeña hasta el cuello al montar un gimnasio para la jet set. Ella se pirrará por todos los cachas pero él nunca se percatará de la gran cantidad de cuernos que pueblan su cabeza.


Y en la portería, un conserje algo borrachín (Harold Lloyd) al que nadie cree cuando dice que de la alcantarilla surge a veces una pantera rosa que le tiene atemorizado.

.
Guaaaa, sería un éxito seguro, ¿no creéis?
Yo ya me río sólo de pensarlo…

14 de septiembre de 2008

CALLEJEANDO EN BUSCA DE UN CROMO

¿Puede haber algo mejor que vivir entre la paz y la libertad?
Pues yo tengo ese privilegio.
Mi casa está situada entre las avenidas de La Paz y La Libertad de Yecla. Suena hermoso, ¿verdad?
Podría haber vivido entre el hospital y los dolores, que también son nombres de calles, pero no hubiera sido lo mismo. Mucho menos lírico, sin duda.

Tengo dos anécdotas acerca de nombres de calles curiosos que os voy a contar. Las leí en internet hace poco.
Una es acerca de un cambio de domicilio. Un individuo se mudó de casa y cada vez que hacía el papelelo para dejar constancia del hecho, hacía reír a los que le escuchaban. “¿Domicilio anterior?” “Calle Marte” “¿Domicilio actual?” “Ahora vivo en Saturno”.

Y era cierto. Su nueva calle, próxima a la anterior, se llamaba Saturno, lo cual le hacía parecer un astronauta. En el otro caso, un hombre se instaló a vivir en un pueblo. Conoció a un convecino del que todos decían que vivía en la inopia. Cuando tuvo confianza con él se atrevió a hacerle la pregunta que tanto tiempo había querido aclarar. “¿Tan despistado eres que todos dicen que estás en la inopia?” “No, no estoy en la inopia, - le dijo - pero sí vivo allí; en la Calle La inopia, número 4”

Parecen chistes pero se contaban como sucesos reales. Yo me quedé pensando si sería posible que existiera una Calle La Inopia hasta que caí en la cuenta de que más extraños son los nombres de dos calles de aquí de Yecla como son la Calle Salsipuedes y la Calle Entrasitedejan.

Entonces se me ocurrió que, puesto que una imagen vale más que mil palabras, podría fotografiar las placas de esas calles y mostrarlas a los lectores de mi blog. Me apeteció mucho hacerlo y este pasado sábado, por la mañana, cogí la cámara de fotos y le dije a mi hijo:

- ¿Te vienes a pasear conmigo?
- ¿A dónde?
- De aventuras. Voy en busca de dos calles extrañas.
- Sí - dijo con ilusión - pero espera que coja mi rifle de matar águilas.

Llegamos al lugar en donde yo sabía que estaba la primera calle y fotografié su placa. Samuel miraba a su alrededor y parecía pensar que aquel lugar no tenía nada de extraño.

Buscando la segunda calle nos internamos por callejones empinados y estrechos del casco antiguo. Pasamos por la Calle Tetuán y la Calle África y también por la Calle Castillo y la Puerto Rico pero no encontramos la que yo iba buscando y de la que he oído hablar muchas veces.
Casualidades de la vida, por la Calle Santa Bárbara vimos pasar a la abuela Fina. Ella lo debía saber.

- Fina, ¿usted sabe dónde está la calle Entrasitedejan?
- No - dijo con una sonrisa tras la sorpresa de semejante pregunta - No existe esa calle.
- ¿Cómo que no? A mí me dijeron…
- No, hay un dicho que dice “En la Calle Salsipuedes, entra si te dejan”
- ¡Anda ya! ¡Vaya desilusión!
- ¿Qué pasa papá? - preguntaba Samuel
- Nada, que no existe la calle que buscábamos.
- ¿Ha desaparecido? - indagaba sorprendido, haciéndome reír.

.Volvimos a casa cazando águilas que de vez en cuando cruzaban por nuestras cabezas.

Al pasar por la Calle del Ángel fotografié su placa también, preguntándome si existirá en algún lugar en el mundo una calle que se llame del Diablo o del Demonio. Lo creo poco probable. ¿Quién querría vivir en una calle que se llamara así? Los supersticiosos no, desde luego.

Esta mañana, en casa, he continuado callejeando (esta vez por Google).

Descubro que en México hay un Callejón del Diablo pero no encuentro foto de placa que lo muestre. Sin embargo, curioseando por otros blogs, cosa a la que me estoy aficionando, desemboco en uno muy bueno repleto de fotos de lugares de España (http://gustavofoto.blogspot.com/) y, sin ir buscándolo ya, me topo con el Callejón del Diablo en Toledo.

¡ Maravilloso ! Para mí ha sido como encontrar el cromo que me faltaba para completar un álbum.

Pero mi álbum, nuestro álbum, no está completo aún. Me falta un cromo y necesito vuestra ayuda para conseguirlo. Me he enterado de que en Torremolinos existe la Plaza de La Gamba Alegre. No es broma. Es un cromo difícil de conseguir.

¿Quién me hace el favor de obtener una foto de la placa que reza semejante nombre y remitírmela? Vamos, no es una hazaña imposible.

¡No seréis capaces de dejar un álbum a falta de un solo cromo !
-----------------------------------------------------------------------
PD: Tan sólo 2 semanas después, Palmira e Iván lo conseguían !!!!
-----------------------------------------------------------------------


(Pinchad sobre el álbum si lo queréis ver en grande)


11 de septiembre de 2008

"JUANITO, CANTA EL LA LA LA !!"

Todos los días, salvo raras excepciones, entro a través de mi ordenador en "Al borde del abismo", el blog que escribe mi padre desde el otro lado del océano.
Nos cuenta cosas realmente interesantes en él (al menos para mí lo son)
Descubrí hace dos días un texto que ha titulado "Mi aventura madrileña" en el que narra las vicisitudes que tuvo que atravesar buscando un porvenir en Madrid para él y su familia.
Son cosas que en su día nos contó pero que al leerlas ahora y aportarles más detalles, me parecen nuevas, entrañables y sorprendentes.

Este fragmento :

"...mi hijo con dos añitos recien cumplidos me cantó de principio a fin la canción La, La, La de Masiel y a partir de entonces no hubo vecino que no le pidiese que la cantara."

me ha hecho imaginar con emoción la escena en la que, después de muchos meses sin vernos, yo cantaría la canción para mi padre.
Puedo hacerme una idea de su satisfacción (todos los pequeños avances de mis hijos me hacen babear), máxime cuando, con toda probabilidad, cuando él se marchó yo apenas balbucearía y en el reencuentro me encontraba cantando.

Todo esto me hizo recordar que yo ya había escrito sobre este hecho. Hace unos años, en mi afán por escribir y contar historias (que siempre he tenido innato), empecé a redactar recuerdos sobre mí y mi familia y los recopilé en un libro que bauticé como"Los Cabrerator y otros duendes".
Hoy me viene muy a propósito reescribir aquel capítulo aquí y que quede enlazado con el de mi padre como vivencias paralelas.
Se llama "JUANITO, CANTA EL LA LA LA !!" y dice así:

Posiblemente sea éste uno de los recuerdos más antiguos que guardo en la memoria, aunque no me atrevería a asegurar que haya persistido hasta hoy como verdadero recuerdo o sea más bien el poso que me ha quedado tras las muchas veces que mis padres me lo contaron.
Vivíamos en Madrid, en el barrio de Cuatro Caminos. Era el año 1968, por lo tanto yo solo tenía dos años. España había ganado el Festival de Eurovisión y la canción de Massiel sonaba con frecuencia en la radio. Yo también la cantaba, y, según me aseguran, no lo hacía nada mal.
No me limitaba a canturrear el sencillo estribillo sino que la cantaba entera, de principio a fin

Yo canto a la mañana
que ve mi juventud
y al sol que día a día
nos trae nueva inquietud
Todo en la vida es
como una canción
Te cantan cuando naces
y también en el adiós

LA, LA, LA, LA...

Debía ser muy chocante ver a un niño tan pequeño entonar la letra de memoria. Dice mi madre que la pronunciaba muy bien, (en general aprendí a hablar y a leer con soltura desde corta edad) Recuerdo con regocijo haberla oído decirme: "No te comías ni un LA"
Alguna vecina que me había oído cantar, me pedía de vez en cuando que saliera al balcón que daba al patio vecinal.
" Juanito - llamaba - ¡¡ Canta el La, la, la"

Y aquí viene la imágen que puedo ver si cierro los ojos. Yo salía al pequeño balcón que daba a un patio vecinal ( la memoria me lo dibuja algo oscuro, no sé si lo sería realmente), me agarraba con las dos manos a los barrotes y empezaba a cantar. Segúramente mirando hacia el fondo. No tenía yo tanto desparpajo como para hacerlo mirándola a la cara.

Le canto a mi madre
que dió vida a mi ser,
le canto a la tierra
que me ha visto crecer
y canto al día en que
sentí el amor.
Andando por la vida
aprendí esta canción.

LA, LA, LA, LA...

Y algo de lo que no tengo ninguna duda y que recuerdo perfectamente es que a través de ese patio me llegaban a veces los sonidos de algunas canciones que provenían de los aparatos de radio con que las amas de casa acompañaban sus quehaceres. Una en concreto, "Mammy blue", me desazonaba, me ponía nostálgico. ¿Puede un niño de tan corta edad sentir nostalgia? Yo no sabía qué podía decir la letra de aquella canción, pero la música y el cantante tenían un tono tan apenado que no me cabía duda de que la cantaba alguien que echaba de menos a su madre, y por eso la llamaba de aquella forma tan triste .

Cosas de una mente que empezaba a descubrir la vida.

******************************

8 de septiembre de 2008

EL FINAL DEL VERANO



Otro mes de septiembre en el calendario.
De nuevo sumergido en la rutina de las cosas cotidianas.

Ha pasado el verano, pero la vida sigue.


A menudo, echando la vista atrás, me percataba de que ya no existían aquellos veranos que yo guardo en la memoria. Aquellos felices veranos de mi niñez.
Y eso me ponía triste.

Este año, viendo disfrutar a mis hijos, me he dado cuenta de que ellos viven hoy la felicidad que me invadió a mí ayer.
No han cambiado los veranos sino la percepción que de ellos y de la vida en general dan los años, la responsabilidad, las preocupaciones...


Sólo he de mirar a través de otro prisma.
A partir de hoy intentaré reflejarme en esos rostros suyos plenos de ilusión que todavía se emocionan al saltar entre las olas, al correr por la arena, al ver volar a una paloma...

4 de septiembre de 2008

MI RELACIÓN CON LOS COCHES



Los que me conocen ya lo saben.
A los que no, no tengo ningún reparo en darles un dato más sobre mi personalidad: pocas cosas me aburren tanto y me dejan tan indiferente como el mundo de los coches.

Yo he tenido siempre una máxima al respecto, heredada de mi padre, que en palabras vendría a ser: "El coche al servicio del hombre y no el hombre al servicio del coche".
Qué lejos estoy por tanto de aquellos que se desviven por sus autos: los lavan a menudo, les sacan brillo y los acicalan como si fueran a pasar revista. Esos que maldicen a cualquier ave que ose a soltarles un alivio sobre la inmaculada carrocería.
A años luz me encuentro también de los que serían incapaces de dejar sus coches a la intemperie (no sea que se vayan a constipar) y los guardan bien guardaditos en sus cocheras y garajes. Así, máquina y humano duermen más tranquilos.

Semejante indiferencia hacia los coches me ha llevado a una ignorancia tal que, reconozco -pero no me avergüenza - raya en lo inadmisible.
Mucha gente cree que bromeo cuando me dicen la marca que conducen y yo ignoro su forma.
- Me he comprado un coche
- ¿Ah, si? ¿Cuál? - pregunto por cortesía
- Un Seat Toledo
- Ah, muy bien - y me quedo igual, preguntándome por qué sigo haciendo esas preguntas si no distingo a un Seat de un Ford ni de un Simca ni de un Land Rover
Yo a los coches no los agrupo por marcas, yo los agrupo por colores.
Con sólo 3 años me dijo un día mi hijo, mientras iba yo conduciendo
- Mira papá, el coche de delante es como el tuyo
Yo me quedé mirándolo unos segundos y llegué a la conclusión de que estaba equivocado. El coche que me precedía no se parecía en absoluto al mío. No sé nada de marcas pero por lo menos sí que reconozco mi coche, un Citroen Xsara gris. Sólo faltaba eso, que no reconociera a un igual. Pues cuando me pude acercar un poco más, acerté a leer en su parte trasera "Citroen Xsara". ¡Madre mía! Pues claro que era igual que el mío, lo que pasa es que era de otro color y sólo ese detalle me los hacía completamente diferentes. Ahí me dí cuenta de que lo mio es grave, ¡hasta un niño tiene más percepción de lo evidente que yo!
Pero como no me voy a morir por eso... me sigue dando igual.

Y eso que a veces he pasado apuros vergonzosos como aquella vez en que fui a pasar la I.T.V. a Jumilla y me echaron para atrás porque al coche le faltaba no se qué (no me acuerdo tampoco, como es natural) Llevé el coche a un taller, lo dejé aparcado en la calle y entré. Tuvieron la desfachatez de preguntarme cuál era la marca de mi coche (por aquel entonces un Ford Orion)
- ¿La marca? Ah, si, es un... un Citroen... no, un Ford, no, si, un Citroen... Un momento que salgo a ver - salí, lo miré y entré de nuevo - Un Ford Orion"
Los mecánicos se me quedaron mirando con unas caras en las que se podía leer "de qué planeta llega este que no sabe la marca de su propio coche?".
- Lo siento - me dijo uno finalmente - es que esto es un concesionario Citroen.

Y ni contar las veces que al salir del trabajo he intentado abrir un coche ajeno simplemente porque era de un gris plateado como el mío, y así, a ojo, eran como dos gotas de agua.
Luego ha resultado muchas veces que no eran ni de la misma marca... :S
Pero ahí me tenéis a mí, apretando el botón del mando a distancia para poder entrar y escuchando el clac de una puerta que se abre a varios metros a mis espaldas.
En esos momentos sí que miro de reojo para cerciorarme de que nadie se ha percatado de mi torpeza.

Lo de la conducción es capítulo aparte.
A ese anuncio de la tele que pregunta "¿Te gusta conducir?" yo le diría "Pues hombre, si no hay más remedio..."
No me considero mal conductor pero eso sí, no me gusta nada correr. Prudencia ante todo. Para mí todo el que pasa de 120 es un suicida.
De joven, en tiempos de juerga y discotecas, mis amigos me llamaban Juan, "el rápido" y casi me suplicaban que apretara más el acelerador. Aún recuerdo el ataque de risa que le dio a Juan Antonio, el Zorro, cuando adelantando a un camión no tuve más remedio que rebasar los 120 km/h y se percató de que , tras la tensión de semejante esfuerzo, una gota de sudor bajaba por mi sien. Menos mal que me contagió su risa y me fui sosegando.
Nunca querían venirse a ninguna población cercana conmigo, preferían ir en otros coches. Excepto Ramón, pues le gustaba mucho la música y conmigo daba tiempo a escuchar muchas más canciones en la radio.
Imaginaos la conmoción que supuso entre mi peña la noticia de que a mí, a Juan "el rápido", le habían multado por exceso de velocidad. No lo creyeron hasta que les mostré no sólo la multa sino la foto adjunta que había captado la cámara del radar.
Mi amigo Rafa, que es carpintero, me la pidió con lágrimas en los ojos. La quería enmarcar.
Fue una de esas cosas tontas que a veces le pasan al que menos lo merece. Por una carretera en la que no se debían exceder los 60 yo iba a 70. Me paró la guardia civil y me multó. Recurrí y me mandaron la preciosa foto en la que queda evidente que me habían pillado "a todo gas". Aún conservo el borrador del recurso de aquella multa. Es todo un poema. Llegué a pensar que me perdonarían la infracción por lo divertida que resultaba su lectura.

Todo lo contrario a mí es mi amigo Juan Luis, que conoce todas las marcas y modelos de coches, ha tenido muchos y ha recorrido España de cabo a rabo con ellos. El siempre me dice:
- Si alguna vez te tocaran muchos millones en la lotería no sé lo que te comprarías. Lo que no te comprarías sí lo sé: un coche.
Y tiene razón. Si el que tengo me lleva a todas partes ¿para qué quiero otro?
Pues bien, Juan Luis, que lleva comprando revistas sobre el tema desde hace décadas y que es un apasionado de los rallies, se empeñó en que yo memorizara una marca y un modelo completo sólo para divertirse comprobando lo surrealista que resulta oírmelo decir con soltura.
Y asi, en algunas ocasiones, sí que me he permitido el lujo de decirle a alguien con aires de suficiencia:
- A mí, el coche que realmente me gusta es el BMW M 635 CSI ALPINA B7 TURBO COUPÊ

(Que me aspen sí sé cómo es el cochecito de marras)

Nota: Del coche de la foto sólo me llama la atención su matrícula. Lo demás me la repanpinfla.