23 de septiembre de 2016

CRIATURAS DE MIS CRIATURAS

A sus trece años, mi hijo consigue por fin superarme en altura. Ya es un par de centímetros más alto que yo y todo apunta a que serán muchos más.

Me apetecía mucho que llegara este momento, de verdad que sí, aunque cada vez que lo veo entrar en casa paso por unos segundos de perplejidad, porque me desconcierta un poco asociar a ese grandullón  con el niño que era hace tan poco tiempo.

Van llegando nuevas etapas de la vida y atrás quedan otras que, lógicamente, no volverán, y esto me produce una sensación agridulce, pues junto a la satisfacción de verle crecer existe al mismo tiempo la inevitable nostalgia de los recuerdos de su niñez
Y aún me pregunto cuándo se produjo ese salto  y cómo ocurrió sin darme yo cuenta.

El contrapunto en este devenir lo pone su hermana que, con cuatro años menos, sigue siendo una niña fantasiosa y divertida.

El otro día me regaló un dibujo. Es el dibujo número mil millones que me regala (bueno, he exagerado un poco, pero no andará muy distante la cifra real)
Nunca he sido capaz de deshacerme de estas repentinas manifestaciones artísticas, así que tengo una gruesa carpeta con todas ellas.

En esta ocasión me vio guardar su dibujo y quiso que se los enseñara todos, algo que ya ha sucedido en otras ocasiones, haciéndome  pasar ratos muy divertidos con ella.

- Mira, ¿te acuerdas de este? - le pregunto
- Noo - responde entre risas.
- ¿Qué es?
-  No sé, ¿un gato? ¿un oso?
- A mi no me preguntes, -le digo- ¿qué pretendías hacer?
- Yo creo que un oso, o algo parecido.
- ¿Y cómo se llama?
- No sé, no tiene nombre.
- Ah, no, imposible, ahora mismo tienes que ponerle un nombre o no podrá ser un dibujo feliz.
- Ah, pues... ¡Chintito!  
- Me gusta. Ahora ya puede vivir tranquilo. 
Aitana sonríe 
- Veo que tiene cara de bueno.
- Sí, es bueno - asiente siguiéndome el juego - Pero a veces es un poco travieso también.
- Oye, y qué come, porque esa boca tan pequeña no da para mucho.
- Come hormigas.
- Ah, ¿es un oso hormiguero?
- No, es un oso panda hormiguero.
- Ah, comprendo. ¿Y te sabes alguna pequeña historia sobre él?
- Mmmm, pues que nació con las piernas y los brazos largos pero las hormigas se comieron sus brazos. Y por eso él se comía a las hormigas.

- Y de éste,  ¿te acuerdas?
- Sí, este me suena mucho.
- ¿Me lo explicas?
- Esta es una araña a la que le gustan las pizzas. Esto redondo es la tela de araña, aunque parece una silla de ruedas, jaja.
- Bueno, ya sabes que para que viva feliz como dibujo, tienes que ponerle un nombre.
- Ah, pues esta se llama... ¡Pizicha! 
- ¡Jo, qué buen nombre! Me gustaria saber algo de esta araña Pizicha.
- Pues que no cazaba moscas y tenía mucha hambre la pobre. Y un día probó una pizza que se le cayó a un niño y dijo "Oye, pues no está tan mal".  Le gustó y desde entonces ya no cazó moscas pero comió pizzas.
- ¡Curiosísimo lo suyo! ¿Y este cuadrado naranja que hay aquí?
- No sé, yo creo que es algo que me salió mal, pero parece una mancha de tomate.
- No es que parezca, ¡es una mancha de tomate! - digo convencido.

- Anda, mira este, aquí dice que  es de Samuel.

- Ay, qué chulo... - exclama - ¡y qué feo a la vez!
- Oye, ¿hacemos una cosa?
- ¿Qué cosa?
- ¿Le pedimos a Samuel que nos hable de este dibujo?

La idea le gusta mucho y Aitana entra en la habitación de su hermano dispuesta a llevar la voz cantante.

- Samuel, ¿te acuerdas de este dibujo?
Samuel lo mira un segundo sin dejar de jugar con la Play.
- ...
- Dí, ¿te acuerdas? - vuelve a preguntar ella
- No
- ¿Sabes qué es?
- No
- Necesitamos que nos cuentes una historia - le digo - para que el dibujo pueda vivir feliz.
Samuel nos mira un instante con cara de "peroquémeestaiscontando" y sigue a lo suyo.
- Responde, Samuel, ¿qué es esto? - le pregunta Aitana en plan periodista agresiva.
- Un cangrejo ciempiés - responde por fin
- ¿Cómo se llama?
- Pedro
- ¡Pedro! - repite ella con sorpresa - ¡Vaya nombre! 
- ¿Y cuál es su historia? - pregunto aguantándome la risa.
- ¡Uf, qué pesaos! - protesta Samuel - Pues que era un cangrejo ciempiés que estaba buscando a su cangreja ciempiesa y al final se murió. Fin.
Aitana y yo nos miramos comprendiendo que no vamos a conseguir más información
- Vale, ya puede vivir tranquilo tu dibujo - dice Aitana saliendo de la habitación.
- ¡Pero si está muerto! - le contesta su hermano riendo.

 Cuando estábamos revisando los últimos dibujos, vimos asomar a Samuel.

- ¿Es que qué estáis haciendo?
- Poniendo nombres a los dibujos - le digo
- Y contando sus historias - añade Aitana
Y atraído finalmente por la tonta diversión de su padre y su hermana, nos ayudó a bautizar a algunas de las criaturas que nacieron en su imaginación.

Creo que estos dibujos, por muy altos y mayores que mis hijos se hagan, me ayudarán siempre a recuperar a ese niño que siempre han de llevar dentro.

Vale, ya puedo vivir más tranquilo.

11 de septiembre de 2016

¡A LA CALLE!

Llevo unos días en los que septiembre me acosa por las esquinas.
- Eh, tú, majete, - me dice con sonsonete - ¡que ya he llegado!
- Ya, ya lo sé.
- No, como veo que terminaron tus vacaciones y no te pones a escribir ni nada...

Yo me suelo hacer el loco, pero hace un rato me ha echado en cara mi inactividad por octava o novena vez y me ha dado tanto apuro que me he puesto a buscar en mi CSI (Carpeta de Situaciones Inaplazables)

Y en eso ando ahora mismo, buscando por... ¡anda, si tengo aquí algunos cromos para el Álbum de Calles Extraordinarias
Pues, oye, no sería mala idea confeccionar una entrada con ellos, ¿no?  ¡Con tal de callar la boca a septiembre...!

A ver qué calle tenemos a mano...
¡Hombre, la Calle de la Mano! ¡Encaja como un guante!
 Esta es una calle de Toledo y se me ocurre que sería un buen lugar para pedir la mano a la amada. Bueno, ¿la mano se pide a la amada o al padre de la amada? Es que uno es antiguo, pero no tanto. En fin, para no meter la pata (que no la mano) rectifico y digo que esta calle sería un buen lugar para meter mano a la amada.
 Calle Amores y Amoríos, en Sevilla. ¡Jo, qué bonito! Ese nombre daría pie (que no mano) para una historia que me llega de repente. Y es que he imaginado a una tal María, enamoradita perdida de un tal Manuel, que es un sevillano muy apuesto (y apuesto que un poco golfo)
De hecho, Manuel nació en Cáceres, en el número 8 de la Plaza de los Golfines
Para abreviar la historia os diré que cuando Manuel conoció a María le prometió amor eterno. 
Entonces se fueron a vivir a Madrid, a la Calle de la Bola.
 Creo que a buen entendedor,  pocas palabras bastan. Y basta con decir qué lugares solía frecuentar Manuel.

 El Camino de las Zorras, en Cieza, Murcia.
 Y la Calle Abrazamozas, de Zamora.
Así que nuestra pobre María, que era dulce pero no tonta, descubrió el pastel y se marchó a vivir sola. 
A dónde, os preguntaréis.
 A la Calle del Desengaño, en Madrid.
Pero como esta historia la voy hilvanando a mi gusto, me complace anunciar que la pena de María duró poco, pues sus amigas la sacaron a pasear por calles divertidas.
En Madrid, por la Calle de las Perindolas, ideal para olvidar las bolas.
 Y en Málaga por la Calle Tiriti, donde ponerse un poco piripi.
Y nada mejor que terminar en...
...la Calle del Horno de los Bizcochos, de Toledo, donde estaba la Calle de la MANO, que dio PIE a toda esta historia.
FIN 

Ya sabéis que podéis enviarme fotos de placas de calles con nombres curiosos para nuestra colección. Estoy recibiendo algunas que muestro ahora mismo.

Además de la Calle Tiriri que me envió mi amiga Ángeles, tengo esta pareja de calles enlazadas.
 Mi tonteriador amigo Hitlodeo, me cuenta que la Calle Almirante, en Madrid, está justo al lado de la Calle Barquillo. ¿En qué otro sitio podía estar?
Me imagino a alguien dando indicaciones:
"Sí, mira, dejas el Almirante y te metes por el Barquillo y cuando llegas al final..."
 "¿Te caes al agua?
 Y esta genial pareja de calles que me regala mi amigo Loco, diciendo:
"En Málaga tienen mucho sentido del humor, y lo demuestran poniendo un pito al lado de unas beatas"

¿La Calle Beatas con la Calle Pito a la vuelta de la esquina? ¡Que Dios nos pille confesaos!