Recuerdo muy bien tu
primer día hacia la guardería.
Habíamos estado
preparando el terreno, explicándote lo
que allí encontrarías y las muchas ventajas que suponía ir con otros niños a un
lugar así. Nos observabas en silencio, con esos ojos grandes tan expresivos.
Aquella mañana caminábamos cogidos de la mano y yo te
hablaba animado, intentando quitar todo
el hierro al asunto. Me escuchabas, pero en tu mirada se veía claramente que te
escamaba que todo fuera tan perfecto.
Cuando la maestra te
saludó y alargó la mano para que me soltaras y tomaras la suya, sentí cómo me
la apretabas con más fuerza.
Ahí comenzó el drama.
No servía de nada
asegurarte que volvería muy pronto a por ti. Lo único que veías es que te
dejaba y yo me marchaba, y eso era algo que no te gustaba en absoluto. Qué
manera de llorar...
Pero no te creas que
no te entendí. A mi me pasó lo mismo a tu edad.
También tengo vivo el
recuerdo de tu primer día de colegio.
Te llevé un día antes
para que conocieras el aula. La maestra estaba allí y te enseñó los cuentos y
los pequeños juguetes que allí había. Te encantaron.
Al día siguiente,
cogido de mi mano, me ibas contando que había un coche rojo que te había
gustado mucho, y cuando me despedí de ti me sorprendió ver cómo avanzabas
decidido hacia donde estaba aquel juguete. No hubo drama en esa
ocasión.
Pero al día
siguiente, ah, amigo, eso fue otro cantar, porque ya habías descubierto todo lo
que había que descubrir, y a la hora de la verdad la maestra os pedía hacer
otras cosas que no te apetecían tanto, y que además había que esperar mucho
para volver a verme. Así que el segundo día de colegio fue el peor.
Y tuvieron que pasar
algunos más para que te acostumbraras.
Hoy te sigo
acompañando al colegio, aunque ya no vamos de la mano.
Me la coge tu hermana, y
tú vas unos pasos por delante de nosotros. A veces te vuelves para pedirnos que
nos demos más prisa.
Cuando quedan unos
metros para llegar a la puerta de entrada, te separas mucho de nosotros, y sé
por qué lo haces. Te gusta entrar solo y que tus compañeros puedan ver que eres
autosuficiente, que no necesitas ir acompañado de tu padre.
Entonces tu hermana
se suelta de mi mano y corre a darte un beso de despedida. Nunca se lo niegas,
aunque puedo apreciar que preferirías que no lo hiciera, porque a veces los amigos se quedan mirando
la escena y escuchas algunas risas.
Ya reunido con ellos,
aún me buscas en la distancia para despedirnos con los ojos. Es una mirada
fugaz, casi distraída, pero suficiente para decirme muchas cosas. Sigue siendo
una prolongación de aquella mirada especial que me dedicaste hace algunos años,
cada vez más, y que sigue anclada en mi alma.
Recuerdo todo esto al pensar que el 26 es tu cumpleaños.
Nueve ya. Te haces
mayor, pequeño.
He rebuscado por esos
videos "antiguos" y he encontrado el de Los Números, ese del que
algunos me dicen al verlo: "Haciendo el tonto es igual que su padre"
Bueno, no lo vamos a
negar, ¿no? Somos dos tontos muy tontos, pero ten bien claro que no es fácil
encontrar esta clase especial de tontos que somos nosotros.
Si al Diablo, que
nunca ha querido saber nada de seres bondadosos, le hubieran dicho que terminaría haciendo
tratos con ángeles, se habría reído lo que no está escrito.
Pero mire usted que
jamás se podrá decir "de este agua no beberé", porque finalmente sí
ha contactado con Ángeles (me consta que no es la primera vez) y que además no
se arrepiente de ello.
Como diría en
posteriores declaraciones para AverNOticias, cuando fue acusado de tolerante:
"Esto es
distinto: se trata de una dama con mayúsculas, con mucho savoir faire, que es capaz de engatusar a cualquiera, y que
acaba de esconder tres diablos en Paris. Tres diablos como las hermosas puntas
de mi tridente. Esto es comprometerse a
bajar la potencia lumínica de la Ciudad
de la Luz para empezar a convertirla en Ciudad de las Tinieblas ¿Cómo no iba a
abrirle mis puertas, mon Dieu?"
Se me ocurren mil
sitios donde esconder un diablo en una ciudad como Paris, pero intuí que alguno
de ellos debía estar en la catedral de Notre Dame, lo más cerca posible de
alguna de aquellas gárgolas diabólicas que contemplan la metrópolis desde las
alturas. En un correo me explicaba Ángeles que las colas de entrada eran
tremendas, y no pudo acceder al interior, pero...
...Pero aun así, el
primer diablillo está prácticamente en Notre Dame. En concreto, en la Rue de
Cloitre Notre Dame, en una verja negra que hay frente a la puerta roja del
claustro (el cloitre que da nombre a la rue). Es una callecita estrecha, en el lateral izquierdo de Notre
Dame.
El segundo diablillo
está en el Louvre, en una de las pirámides pequeñas. Lo suyo hubiera sido
dejarlo en la grande, pero se me hizo imposible (es que no es tan fácil
encontrar el escondite y las circunstancias apropiadas, ¿eh? Pero claro, ahí
está parte de la gracia del asunto).
Y digo que hubiera
sido lo suyo dejarla en la pirámide grande por una razón muy sencilla. Como
sabrás, la susodicha está formada por rombos de cristal, pero a lo mejor no sabes
cuántos rombos tiene... Efectivamente: 666. Psch, una casualidad de esas tontas
que se producen.
Ah, como pirámides
pequeñas hay tres, debo especificar que nuestro diablillo se encuentra en la
que está justo delante del Pabellón Richelieu.
Te contaré, como
anécdota colateral, que una vez dejado el diablillo en su sitio y las fotos
hechas, nos dimos cuenta de que había un joven adulto, más mosqueado que un
pavo en Nochebuena, que estuvo mirando por allí, indagando a ver a qué diablura
habia estado yo haciendo. Pero, bah, se alejó sin haberse atrevido a meter los
deditos allí ni nada.
Y el tercer diablo
está en la plaza del ayuntamiento -Place de l'Hotel de Ville-, en una rendija
muy ad hoc de los asientos de piedra que hay, con unos chorritos de agua
detrás. Mirando hacia el centro de la
plaza, con el Ayuntamiento a la izquierda.
Bueno, espero que las
fotos sean suficientemente ilustrativas, porque a lo mejor las explicaciones no
aclaran mucho...
Y nada más por hoy (
y nada menos)
Tan solo resta dejar
aquí mi llamamiento a bloggers cazadiablos, amateurs y experimentados:
¿Quién va a ser el
nuevo Napoleón o la Juana de Arco que haga un tour por la ville? Quiero una
nueva toma de la Bastilla, un collage infernal de cacerías y una première con
todo lujo de detalles.
¿Te suena de algo eso
de CINEXPLORADORES? ¿Has recordado momentos divertidos al leer el título de
esta entrada? ¿Te has visto a ti mismo en un flashback,apresurándote a resolver el acertijo que
planteaba el Diablo cada día?
Si las respuestas son
afirmativas, sin duda tú participaste alguna vez en aquel concurso que empezó en agosto de 2009 y finalizó en
octubre de 2011, tras nada menos que 450 preguntas sobre cine.
Y es que el cine es
una de mis grandes pasiones.
Como la de tantos…
Hoy propongo un juego
muy sencillo que vendrá bien para rememorar los buenos ratos que se vivieron
con aquel juego en el que se ponían a prueba los conocimientos sobre cine y la
habilidad para investigar hasta dar con las respuestas.
Tengo como premio
para el ganador/ganadora un DVD de otra
de las películas que más me gustan: Tal como éramos (The way we were, 1973)
Si acaso es ésta una
película que ya tienes o no estás interesado en ella pero te apetece participar,
puedes hacerlo indicándome que solo quieres jugar.
He aquí unos
fotogramas de 10 de mis películas favoritas. Se trata simplemente de decirme los diez títulos. Ganará aquel que más acierte, y en caso de empate, al igual
que sucedía en el juego, aquel que antes contestara.
Las respuestas solo
se pueden escribir una vez por lo que aconsejo que os aseguréis bien antes de
apretar el botón de publicar. Además advierto que queda activada la moderación
de comentarios para que nadie se copie de nadie.
¡Adelante con el reto! ¡Juega a CINEXPLORADORES!
El miércoles 20 a las
23 h. publicaré la solución, así como el nombre del ganador que merezca el
distintivo de CINEXPLORADOR DEL AÑO. *************************************************************************************
ACTUALIZACIÓN - 20/6/2012:
Estos son los diez
títulos mostrados:
1) AMELIE (2001); 2)
BIG FISH (2003); 3) EL VIAJE DE CHIHIRO (Spirited away, 2001); 4) JESUCRISTO
SUPERSTAR (1973); 5) OLVÍDATE DE MÍ (Eternal sunshine of the spotless mind,
2004); 6) LOS OTROS (2001); 7) LOS SANTOS INOCENTES (1984); 8) SUEÑOS DE UN
SEDUCTOR (Plai it again, Sam, 1972); 9) LAS NOCHES DE CABIRIA (1957); 10)
TIERRAS DE PENUMBRA (Shadowlands, 1993)
Y he aquí el número de aciertos de los que se atrevieron a participar. (¡MUCHAS GRACIAS A TODOS!):
Juanjo: 1
Nuria: 2
Montse: 2
sin más palabras:2
Sese: 7
Doctora Anchoa: 7
Ángeles: 9
Recibe el título de
CINEXPLORADORA DEL AÑO: Ángeles.
Enhorabuena por ese casi pleno, Ángeles. Aplausos y ovación para ti. Y agradezco mucho tus palabras.
Dices que no jugabas por el premio, por lo tanto...
Recibe el premio de la película Tal como éramos: Sese (por ser el siguiente con más aciertos - los mismos que la Doctora Anchoa- pero haber contestado antes.
Enhorabuena también, Sese. Me parece que te estás especializando en echarle pulsos al diablo y ganarlos :D
Este fin de semana he aprendido algunas cosas nuevas acerca del dolor, los medicamentos y la idiosincrasia de ambos:
UNA: El Nolotil es un medicamento que NO sirve para aliviar un maldito dolor de muelas. Yo confiaba en él, le tenía fe, me postré a sus pies con desesperación y me ignoró. Desde hoy seré escéptico ante cualquier nombre de medicamento que empiece por NO.
DOS: El Espidifen 600 sí consigue vencer a un maldito dolor de muelas. Sabe a menta, a menta asquerosa, pero funciona, y solo por eso merece que pongan su nombre a una calle. Yo viviría agradecido y feliz en la calle Espidifen.
TRES: El mal sabor de un medicamento viene dado por su misma condición de medicamento. Cuanto peor sabe un medicamento más cura. Uno que sepa a chocolate no funcionará. Si sabe a chocolate amargo podrá aliviar dolores leves. Si su sabor es de repugnante chocolate amargo será 100% eficaz.
Y ahora es cuando entro en materia.
El viernes me despertó un dolor del inframundo. Fue algo similar a una tortura a base de sables chinos y brasas invisibles sobre las muelas.
Me levanté incluso antes de despertar del todo, y cuando fui consciente de que el dolor estaba ahí de verdad, que era evidente que había llegado para quedarse y que me miraba desafiante cual chuloputas navajero de Vallecas... me acojoné.
Para los que no hayan vivido un dolor de muelas de ese calibre, he de buscar algún símil para que me entiendan.
A ver... Un DOLOR DE MUELAS (así, en mayúsculas) es como encontrarte de repente cara a cara con un toro Miura en el pasillo de tu casa. La sorpresa te pilla en bragas (a mi me pilló en calzoncillos) sin un triste tenedor con el que defenderte y con la clarísima certeza de que va a hacerte mucho daño.
Sin pedir permiso empieza a meterte cornás, una tras otra, la última peor que la anterior pero no tan fuerte como la siguiente. Te vuelca, te revuelca, te vuelve a revolcar... No hay AY que sirva, de hecho hasta decir AY duele. Te mete una manta de cuernos que te saca el alma de tu propio ser y te deja como un guiñol manejado al viento y la voluntad de un toro bravo llamado Doloroso.
O Cabrón III.
O Doloroso Cabrón III.
¿Que si hay forma de matarlo? Solo los muy listos, aquellos que saben buscar un atajo por el pasillo y alcanzan el Botiquín de Urgencias. Aquellos que además tengan el antídoto apropiado para meterle un tiro entre cuerno y cuerno. Porque, como ya he dicho antes, no todo vale.
Lo primero que hice al ver al toro en el pasillo fue gritar auxilio, pero solo escuché un murmullo de mi mujer diciendo algo así como mmdejjmedormir tiommatealgo. (Eso me hizo ver cuán diferente se ve el peligro desde la barrera, y en horizontal)
La primera corná casi rompió un tabique con mi cabeza, pero la segunda lo rompió. Yo iba pasillo arriba, pasillo abajo, con los ojos desorbitados, intentando estar siempre detrás del toro y nunca delante, pero que si quieres arroz, Catalina: con 500 kilos y el cacho-carne negra bailaba más ágil que la Paulova.
Me apresuré al botiquín y casi fallezco al encontrar solo dos gasas, cuatro tiritas y una botella de mercromina caducada. Es muy jodido percatarte de que no tienes más huevos que matar a un Miura a bofetadas.
Pero de repente vi el cielo abierto al encontrar una caja de Nolotil en un altillo. Y sin caducar. Me tragué en un visto y no visto una preciosa cápsula roja pensando: ¡Te vas a enterar, mamón! ¡¡¡Muere!!!
Veinte minutos después era yo el que moría.
Seguía aullando y resbalando en mi propio sudor frío para caer de cabeza una y otra vez sobre los afilados cuernos.
Me tumbaba en el sofá del salón y el toro se me echaba encima. Me tiraba al suelo y él se sentaba en mi cabeza.
¿Dónde coño estaba Nolotil? ¿Por qué no aparecía? ¿Se había olvidado de traer el estoque? Yo no podía más. Empezaba a pensar con cariño en las tenazas de extracción de la Edad Media.
La desesperación me hizo volver a buscar las cápsulas brillantes una hora después, para actuar como un yonqui, coqueteando con el polvo blanco del interior. Lo besé, lo lamí, casi casi lo esnifé... y nada. Nolotil decía que No.
Dos horas y media tardé en dejar al toro fuera de combate, pero no porque le venciera sino porque se aburrió de jugar conmigo y se durmió en el pasillo. Aproveché entonces para pasar de puntillas y meterme en la cama justo cuando empezaba a amanecer. Todavía se me escapó algún AY desmayao.
Nunca he entrado más decidido a un dentista en mi vida.
- ¿Nolotil? - me dijo el de la bata blanca al despedirme - En adelante Espidifen 600. Sabe a menta, aunque está muy malo, pero tiene un componente que actúa directamente sobre bla bla bla...
Llevo todo un día sonriendo de puro placer, pensando en mi apoteósico triunfo en el ruedo. Tengo las dos orejas pero aún quiero su rabo. Que aparezca otro día si tiene huevos, que se lo voy a arrancar con mis muelas.
Esta es una famosa imagen del año 1966
tomada en la playa de Palomares, en Almería, en la que se puede ver a Fraga
Iribarne, entonces ministro de Información y Turismo, dándose un baño junto al
embajador norteamericano.
¿Tanto calor tenían?
No, solo es que al poco de
comenzar el año, a un avión estadounidense se le habían caído al mar nada menos
que cuatro bombas nucleares (nah, un descuido tonto).
Tres meses tardaron en rescatarlas
de las profundidades, y claro, como se había extendido el rumor de que el mar
podría estar contaminado por la radiación, (la gente, que exagera mucho) el
ministro tuvo que ponerse el neumático bañador para disuadir del miedo a los turistas.
"No pasa
nada, carallo" - seguramente diría con la carne de gallina.
Hoy imagino esta historia (no
me explico cómo no se ha llevado al cine semejante argumento) recreada por los
Simpsons, en la que al salir del mar, al ministro se le verían los ocho
tentáculos de pulpo que le habrían brotado.
1966
fue también el año en que llegaron las primeras noticias a España de un
movimiento juvenil de pacifistas y anti materialistas que provenía de
California: los hippies.
Tan en contra del consumo ellos, que muchos optaron
por deambular sin ropa, con flores en el pelo, y el cuerpo pintado de lemas que
proclamaban que se hiciera el amor y no la guerra.
Si me dieran la oportunidad de vivir
por mí mismo algún momento de la Historia, uno de los primeros elegidos sería
este. Me gustaría ser un hippy lleno de peace y flower
power, fumando hierba al aire libre y escuchando a Janis Joplin y a Pink Floyd.
Soñaría en colores psicodélicos y tomaría el sol en cueros, disfrutando de LOVES y en contra de WARS.
Ahhh, felicidad en estado puro...
Ese mismo año, en pleno verano, nacía
en la Cadena SER el programa Los Cuarenta Principales. Su primer Número 1 fue
Monday, Monday, de The Mamas & The Papas, mientras que Radio Requeté de
Navarra prohibía a los Beatles en sus emisiones (aquellos melenudos no podían
traer nada bueno)
El año en que Jackie Kennedy (la
novamás de la moda) fue vista en minifalda, fue el mismo en que se estrenaban
en nuestras teles aquellas famosas
series de su país: Bonanza, Embrujada, Los vengadores... y los dibus de
Los Picapiedra (nada de The Flinstones, ¿eh? que aquí, inglés, poco poco)
Justo cuando comenzaba la gran
revolución cultural china, en España se vendían como churros los discos Yo soy
aquel, de Raphael, Con un sorbito de champagne, de Los Brincos y Black is black
de Los Bravos, que, mira por donde (look for where) estaba cantada en inglés y
por eso llegó tan alto en Inglaterra y Estados Unidos (nosotros también
sabíamos "lanzar bombas", jeje)
Otros grandes éxitos del año fueron
Juanita Banana, Guantanamera, Bridge over troubled water (Puente sobre aguas
problemáticas turbulentas) y el Yellow
Submarine de los Beatles (salvo en Navarra, digo yo)
El Real Madrid ganaba su última copa
de Europa en blanco y negro, con un 2 a 1 al Partizan de Belgrado. Entonces
Yugoslavia era Yugoslavia, con todas sus letras.
En otro terreno
deportivo, Manolo Santana (no, el
guitarrista no) levantaba el trofeo de tenis de Wimbledon.
En la feria de abril del 66, Grace
Kelly estuvo en Sevilla luciendo traje de flamenca, justo el mismo mes en que salía a
la venta el SEAT 850. Entonces la princesa ya no hacía películas, aunque
probablemente estaría al tanto de las que se estrenaron ese año, títulos como:
En bandeja de plata, de Billy Wilder
Fahrenheit 451, de Truffaut
Cortina rasgada, de Hitchcock
La jauría humana, con Marlon Brando
Hace un millón de años (Sí, esa es la
impresión que también me está dando, pero es el título de una película)
Viaje alucinante
¿Qué hiciste en la guerra, papi?
(pudiendo hacer el amor, debería añadir)
Golfus de Roma
Un hombre para la eternidad (que ganó
el Oscar)
Duelo en Diablo (esta la pongo con
toda la intención, of course)
Ese año morían celebridades
cinematográficas tales como Pepe Isbert, Buster Keaton y Walt Disney (que se
fue sin ser condenado por **SPOILER** matar a la mamá de Bambi**FIN DEL SPOILER**)
Y algo que me resulta entrañable,
porque además conservo ejemplares, es que se publicó el álbum de cromos "Vida
y Color", que Pumby (uno de los muchos tebeos que yo leía) recibía el
Premio Nacional a la mejor publicación
infantil, y que nacía la revista de
televisión "Teleprograma", cuando aún teníamos solo dos canales en la
tele, la primera y el UHF, (para mí hoy sobran los 4.854 restantes) pero nos
encantaba saber al detalle qué nos iban a echar durante la semana.
Y a las doce de la noche se acababa la
cosa, sonaba el himno y todo el mundo a
dormir, como la gente decente. Sí, señor.
Pero todo esto lo vengo a contar por
algo, y es que, aunque resulte más o menos curioso e interesante todo lo dicho
hasta aquí, el suceso realmente importante y trascendente del año 1966 ocurría el 6 de junio, cuando nacía un niño
al que sus padres pondrían el nombre de Juan Ramón y al que hoy algunos conocen como JuanRa (lo de Diablo lo pasaremos por alto esta vez, que hoy me siento bueno)
Ese SÍ fue un
pedazo-acontecimiento que cambiaría el
rumbo de la historia.
En tan solo 15 días he ido a tropezar con varios "tesoros" que han llegado de forma fortuita e inesperada a mis manos, y tan continuos como si estuviera planeado que desfilaran ante mí en una maratón de sorpresas.
No puedo decir que no los he disfrutado, -por supuesto que sí- pero diría que el sabor de esos viajes al pasado, a mi pasado, me ha ralentizado un poco por dentro y me está costando volver del todo al presente.
Los efectos secundarios de la nostalgia son así.
PRIMER VIAJE
La primera sorpresa me llegó hace dos semanas, estando en el campo de mi madre, (el mundialmente conocido como Hotel Cabrerator)
Mi hijo me preguntó si habría alguna canasta de baloncesto, porque le apetecía jugar a encestar su balón.
Pensé que debía haber alguna por el trastero y allá que nos fuimos los dos a rebuscar.
Una vez habituados a la oscuridad del lugar (allí no hay luz eléctrica, y para abrir la única ventana es necesario el título de malabarista) hicimos un recorrido visual por toda la estancia.
Mientras buscábamos, le recordé que allí dentro vivieron los dos caballos que tuvimos sus tíos y yo hace tantos años, y que, aún antes de eso, yo había visto resucitar a una salamanquesa que guardaba en mi escondite secreto.
Entre la multitud de muebles viejos y objetos cubiertos de polvo, encontré un cubo metálico que recuerdo se utilizó para sacar agua del pozo. Observé que dentro había una bolsa de plástico con el aspecto de haber sido anudada durante la guerra de Cuba. Podría haber tenido yo ese día un bajo nivel de curiosidad e ignorarla, pero no fue así, y me puse a desatar los nudos inmediatamente.
- Pero qué haces, papá, - protestó Samuel - ahí no puede haber una canasta.
- Ya, ya... sólo quiero ver qué hay.
Y descubrí un montón de libretas de mis tiempos de colegial. Extraje una al azar y al abrirla miré la fecha: 1975. Y en cada hoja esa esmerada caligrafía que entonces yo tenía.
- ¡La madre del cordero! ¿Sabes que esto lo escribí yo cuando tenía... ¡cuando tenía tu edad!
- ¿Sí? ¿¿Esa letra tenías??
Pero no eran solo libretas del cole lo que allí había. En ese mazo prensado encontré cuadernos de dibujo de mi hermano, aquellos indios y vaqueros que dibujaba y coloreaba de pequeño; descubrí una colección de cajas de cerillas que él y yo hacíamos, recortándolas y pegándolas en una libreta; había también algunos cromos de aquellos tiempos, boletines de notas, dibujos sueltos... Y conforme obsevaba todo aquello, se deshacía la nebulosa que el tiempo acumula sobre la memoria y lo recordaba con nitidez, como si lo hubiera visto ayer mismo. Cada imagen me parecía un reciente despertar.
Todo se encontraba en bastante buen estado, pero con las telarañas y el polvo de mil años, por lo que estoy inmerso en labores de restauración y limpieza con esmero. Ni siquiera lo ha visto aún mi hermano (¡prepárate Tomás para un viaje alucinante a nuestra niñez! :))
Ah, finalmente un aro de plástico sirvió de canasta para Samuel.
SEGUNDO VIAJE
Hace unos tres meses supe que la revista Vivir en Elda estaba dedicando un reportaje mensual a los colegios de la ciudad en la que nací, y que estaba previsto que en abril publicaran el del colegio Lloret, del que tanto he hablado en el blog. Lo curioso es que lo supe gracias a un paisano lector anónimo que me dejó el comentario.
Ocho días atrás quedé con unos amigos, y uno de ellos, Francis, dos años más joven, y "lloretino" como yo, me dio la sorpresa.
- ¿Viste el reportaje del Lloret?
- ¡Anda, no! ¿salió ya? ¿lo tienes?
- Claro, lo tengo. Y sales tú.
Lo primero que pensé es que estaba de coña. En casi 40 años de la historia de un colegio, -cuyas últimas fotos antes de ser derribado las saqué yo, por cierto- era demasiada casualidad que publicaran una foto mía, así que no me lo creí.
- ¡Te digo que sales tú en una foto en blanco y negro, con toda tu clase!
- ¿Pero qué dices? ¡Cómo voy a salir yo... con la de gente que pasó por allí!
- Pues no te miento. Una foto con Don Miguel y la señorita Lola en la Plaza Castelar.
- ¡Increíble! ¡¡Yo quiero ver eso!!
Ya he podido leer todo ese reportaje, y efectivamente, ahí estaba la foto. Colegio Lloret, año 1976. A mis diez años.
Contemplé minuciosamente el tiempo detenido en aquel instante, cada cara trayéndome a la cabeza el nombre y apellidos de todos aquellos niños, mis compañeros, tan lejanos en el tiempo, tan cercanos en ese momento. Recordé incluso a aquellos que no siguieron hasta el final y a los que no he vuelto a ver más.
En mi misma clase estaba Juan Luis, el único de aquel grupo del que me enorgullece conservar hoy su amistad. (Bueno, de Txema también, pero éste fue un traidor que se cambió de colegio incluso antes de hacernos aquella foto) La de veces que hablamos los tres de nuestros tiempos del cole… Todavía.
TERCER VIAJE
Desde que murió mi abuela, su casa ha estado alquilada a otras personas. He tenido muy pocas ocasiones de volver a entrar allí, pero las veces que lo he hecho me retrotraigo al pasado con suma facilidad. De aquella casa surgen recuerdos por todas partes.
Mi abuelo en su sillón, escuchando tranquilamente la radio; mi abuela guardando los rollos de anís en el armario del pasillo, o el "cuarto de los leones", que nos daba miedo porque siempre había un cirio encendido que proyectaba sombras en la pared...
Hace unos días se marcharon los inquilinos y mi madre estuvo limpiando por allí.
En el pasillo hay un altillo con llave donde ella guardaba algunas cosas y aprovechó para revisarlas. La última vez que fui a visitarla me regaló algo muy especial.
- Toma, lo he guardado para ti, porque sé que te va gustar.
- ¿Qué es esto?
- Cartas.
Cartas fechadas en 1968. Eran los tiempos en que pasaban por dificultades económicas y mi padre se marchó a trabajar a Madrid, dejando en Petrel a su mujer y a su hijo de dos años. Eran las cartas que se fueron enviando y en las que, lógicamente, hablaban de mi.
El pasado domingo me llevé a mis hijos al parque, y mientras jugaban por allí con la bicicleta y la pelota, me senté en un banco, ordené esas cartas por fechas y las leí.
Se descubre tan pronto, en multitud de detalles, que eran otros tiempos... Y los de hoy se detuvieron unos instantes para hacer marcha atrás en busca de aquellos.
Y ahí estaba yo también, en boca de mis padres, un niño que hacía mucha compañía a su madre en los meses previos a tener otro hijo; yo era aquel pequeño que, leí, jugaba a sacar del bolsillo un paquete de cigarrillos imaginario y "fumar" echando el humo como un adulto, un niño que a veces lloraba porque quería ver a su papá y que cuando veía su imagen en un portafotos le daba un beso.
"Le dije,¡mira, una mosca! - escribía mi madre- y el nene la espantaba, y cuando le pregunté a dónde se había ido me dijo "A Madí, con el papá"
Me resultó muy emotivo leer cosas de mí y de mis padres de aquel entonces, y fue tan tremendamente curioso ser consciente del salto temporal y rocambolesco que había permitido que ese niño estuviera hoy, como adulto, reviviendo cosas de sí mismo tantos años después, y alzar la cabeza y ver a sus propios hijos jugar, ajenos por completo al extraordinario viaje en el tiempo que estaba realizando su padre en esos momentos…
Y a mí, que con los años me cuesta cada vez más sacudir la nostalgia que se acumula por los bolsillos de la memoria, estos tres viajes me han causado a la vuelta un jet lag emocional que no termina de desaparecer.
Siento que han reverdecido un poco por dentro algunas raíces que el polvo del tiempo había oscurecido, y me he detenido a buscar por esos recovecos internos a aquel pequeño Juan de los diez años, y al de los ocho, e incluso al pequeñísimo de los dos.
He tratado que no se pierdan para siempre, intentando que asomaran un poco sus ojos al día de hoy, y sonrío emocionado cuando termino por escucharles decirme que sí, que aunque me cueste creerlo, siguen ahí.