En el año 1999 me divertí escribiendo una serie de diálogos que tenían por protagonistas a los miembros de mi familia.
Mi intención era reproducir escenas surrealistas o exageradas a partir de un hecho real bien conocido por todos, con lo que su posterior lectura divirtió mucho tanto a los implicados como al resto.
En uno de aquellos "guiones del absurdo", que yo bauticé como DIÁLOGOS INTERCEPTADOS, mi madre recibía una llamada desde Suecia comunicándole que le habían otorgado el Premio Nobel de Física (todo a raíz de una observación que hizo sobre una jarra de agua congelada) En otro de aquellos diálogos, mi hermano Fran, el erudito políglota egiptólogo, (no estoy insultándole aunque lo parezca) hacía unas reclamaciones ante el director de la Enciclopedia Larousse en Francia y éste acababa llorando de impotencia. Había otro en el que nuestra perra empezaba a recibir centenares de cartas de admiradores y mi cuñada Laura se proclamaba portavoz del Club de Fans de Finger.
Hoy quiero presentaros una de aquellas conversaciones escritas, si bien, para que sea comprendida por todos he de dar algunos apuntes sobre mi padre, el protagonista de la misma.
Mi padre se llama Juan Ramón. De él he heredado el nombre y espero que algo más (la sabiduría no, pues ya la acaparó toda Fran)
Una de las cosas que ha caracterizado siempre a mi padre es su forma de expresarse, muy culta tanto en sus manifestaciones por escrito como orales. A sus hijos nos ha divertido mucho imitar su manera de hablar por teléfono, tan antigua en algunas ocasiones que parecía que al aparato se hallaba Quevedo o, como poco, un jurista de Alfonso XIII.
Otra particularidad es su gran amor por Las Casas del Señor, una pequeña aldea del término municipal de Monóvar en la que pasó largas y felices temporadas siendo niño.
Mi padre ha trabajado en muchísimas cosas diferentes a lo largo de los años. Durante una temporada se dedicó a colocar máquinas expendedoras de café y a reponerlas (esto es sólo anecdótico, pero era su ocupación en el momento en que escribí la historia que mostraré más abajo) El hecho de que, además, durante toda su vida se haya dedicado a la compraventa de casas y terrenos sirvió para que, ya en su madurez, se animara a adquirir una casa en aquella pintoresca aldea y, con mucho esfuerzo, a través de los años, fue comprando o intercambiando más y más terreno de aquel lugar como si tratara de completar un puzzle y cada parcela fuera una pieza que se empeñaba en juntar con las demás. (En casa bromeábamos diciendo que si seguía así, el pueblo pasaría a llamarse Las Casas del Señor Cabrera.)
Cuánto se ilusionaba al hablar de los terrenos que había conseguido y de los que estaba a punto de conseguir. Era entonces cuando nuestra abuela (su madre), una mujer con un portentoso sentido del humor, se tocaba la sien con un dedo y nos decía bajito:
En uno de aquellos "guiones del absurdo", que yo bauticé como DIÁLOGOS INTERCEPTADOS, mi madre recibía una llamada desde Suecia comunicándole que le habían otorgado el Premio Nobel de Física (todo a raíz de una observación que hizo sobre una jarra de agua congelada) En otro de aquellos diálogos, mi hermano Fran, el erudito políglota egiptólogo, (no estoy insultándole aunque lo parezca) hacía unas reclamaciones ante el director de la Enciclopedia Larousse en Francia y éste acababa llorando de impotencia. Había otro en el que nuestra perra empezaba a recibir centenares de cartas de admiradores y mi cuñada Laura se proclamaba portavoz del Club de Fans de Finger.
Hoy quiero presentaros una de aquellas conversaciones escritas, si bien, para que sea comprendida por todos he de dar algunos apuntes sobre mi padre, el protagonista de la misma.
Mi padre se llama Juan Ramón. De él he heredado el nombre y espero que algo más (la sabiduría no, pues ya la acaparó toda Fran)
Una de las cosas que ha caracterizado siempre a mi padre es su forma de expresarse, muy culta tanto en sus manifestaciones por escrito como orales. A sus hijos nos ha divertido mucho imitar su manera de hablar por teléfono, tan antigua en algunas ocasiones que parecía que al aparato se hallaba Quevedo o, como poco, un jurista de Alfonso XIII.
Otra particularidad es su gran amor por Las Casas del Señor, una pequeña aldea del término municipal de Monóvar en la que pasó largas y felices temporadas siendo niño.
Mi padre ha trabajado en muchísimas cosas diferentes a lo largo de los años. Durante una temporada se dedicó a colocar máquinas expendedoras de café y a reponerlas (esto es sólo anecdótico, pero era su ocupación en el momento en que escribí la historia que mostraré más abajo) El hecho de que, además, durante toda su vida se haya dedicado a la compraventa de casas y terrenos sirvió para que, ya en su madurez, se animara a adquirir una casa en aquella pintoresca aldea y, con mucho esfuerzo, a través de los años, fue comprando o intercambiando más y más terreno de aquel lugar como si tratara de completar un puzzle y cada parcela fuera una pieza que se empeñaba en juntar con las demás. (En casa bromeábamos diciendo que si seguía así, el pueblo pasaría a llamarse Las Casas del Señor Cabrera.)
Cuánto se ilusionaba al hablar de los terrenos que había conseguido y de los que estaba a punto de conseguir. Era entonces cuando nuestra abuela (su madre), una mujer con un portentoso sentido del humor, se tocaba la sien con un dedo y nos decía bajito:
- Está locooo. Pero vosotros seguidle la corriente... - cosa que a mí me hacía reír a carcajadas.
Mi padre es un gran amante de la Naturaleza y se ha sentido siempre como pez en el agua adentrándose por las montañas y mejorando todos los desperfectos que ha podido encontrar a su paso, como si todo el monte fuera un gran jardín que necesitara de sus cuidados. Así, ha podado gran cantidad de pequeños pinos para que crecieran con más fuerza, ha eliminado siempre que le ha sido posible los nidos de procesionaria que los enferman, ha plantado árboles, ha curado y alimentado a todos aquellos pequeños animales heridos o famélicos con los que se ha podido encontrar en su camino y así un largo etcétera. Recuerdo una ocasión en que compró una gran bolsa de caracoles y los soltamos juntos por el monte porque la gente salía masivamente a cogerlos tras las lluvias y no dejaban ni uno.
Algo tremendamente peculiar de mi padre es el haber construido puntos estratégicos de descanso en distintos rincones de los montes que recorría. Así, él sabía que si comenzaba a caminar por determinada dirección llegaría a una magnífica sombra donde poder dormir la siesta, o a un lugar privilegiado para ver una puesta de sol o a una altura desde la que contemplar el horizonte y escuchar el viento que a intervalos traía el sonido de las campanas de la iglesia del pueblo.
Mi padre es un gran amante de la Naturaleza y se ha sentido siempre como pez en el agua adentrándose por las montañas y mejorando todos los desperfectos que ha podido encontrar a su paso, como si todo el monte fuera un gran jardín que necesitara de sus cuidados. Así, ha podado gran cantidad de pequeños pinos para que crecieran con más fuerza, ha eliminado siempre que le ha sido posible los nidos de procesionaria que los enferman, ha plantado árboles, ha curado y alimentado a todos aquellos pequeños animales heridos o famélicos con los que se ha podido encontrar en su camino y así un largo etcétera. Recuerdo una ocasión en que compró una gran bolsa de caracoles y los soltamos juntos por el monte porque la gente salía masivamente a cogerlos tras las lluvias y no dejaban ni uno.
Algo tremendamente peculiar de mi padre es el haber construido puntos estratégicos de descanso en distintos rincones de los montes que recorría. Así, él sabía que si comenzaba a caminar por determinada dirección llegaría a una magnífica sombra donde poder dormir la siesta, o a un lugar privilegiado para ver una puesta de sol o a una altura desde la que contemplar el horizonte y escuchar el viento que a intervalos traía el sonido de las campanas de la iglesia del pueblo.
Cuando alguna vez nos enseñó aquellos lugares nos sorprendimos al comprobar que había llevado a cada punto un sillón viejo!! (encontrados en vertederos o regalados por algún vecino). Resultaba de lo más cómico ir caminando por el monte y toparte de repente con un sillón camuflado bajo un pino donde poder sentarte a descansar. (Cómo no, estas cosas nos han servido para hacer chirigota de sus ocurrencias)
Y con estos pocos antecedentes de este hombre al que tanto quiero reproduzco ya aquello que escribí hace ahora una década:
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MI PADRE SE ENCONTRABA EN PLENO MONTE, MUY AFANADO EN PODAR PINOS JÓVENES. SE HABÍA LEVANTADO TEMPRANO, Y AL MEDIODÍA EL SOL ERA TAN FUERTE QUE DECIDIÓ DESCANSAR EN ALGUNO DE LOS REFUGIOS MANUALES QUE SUELE CONSTRUIR PARA ESAS OCASIONES EN QUE NECESITA SOMBRA Y PAZ.
LA JORNADA HABÍA RESULTADO TAN AGOTADORA QUE, ECHADO SOBRE LA HOJARASCA, Y ACOMPAÑADO POR EL SILBAR DE LA BRISA EN LAS COPAS DE LOS ÁRBOLES, ENTORNÓ LOS OJOS Y SE QUEDÓ DORMIDO.
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MI PADRE SE ENCONTRABA EN PLENO MONTE, MUY AFANADO EN PODAR PINOS JÓVENES. SE HABÍA LEVANTADO TEMPRANO, Y AL MEDIODÍA EL SOL ERA TAN FUERTE QUE DECIDIÓ DESCANSAR EN ALGUNO DE LOS REFUGIOS MANUALES QUE SUELE CONSTRUIR PARA ESAS OCASIONES EN QUE NECESITA SOMBRA Y PAZ.
LA JORNADA HABÍA RESULTADO TAN AGOTADORA QUE, ECHADO SOBRE LA HOJARASCA, Y ACOMPAÑADO POR EL SILBAR DE LA BRISA EN LAS COPAS DE LOS ÁRBOLES, ENTORNÓ LOS OJOS Y SE QUEDÓ DORMIDO.
LE DESPERTÓ EL SONIDO DE UNOS PASOS QUE PARECÍAN ACERCARSE. CUANDO SE INCORPORÓ TENÍA FRENTE A ÉL A UN HOMBRE CON UN ROPAJE ANTIGUO Y PESADO, IMPROPIO PARA AQUEL DÍA DE CALOR.
ESTO FUE LO QUE HABLARON:
ESTO FUE LO QUE HABLARON:
Papá: Buenas tardes, ¿qué se le ofrece?
Extraño: ¡Contento de hallarme ante un vivo! Mi nombre es Cristóbal y ando perdido. ¿Sabéis vos decirme a qué lugar han ido a dar mis pasos?
Papá: (Asombrado por su indumentaria y su forma de expresarse) Esto pertenece a Las Casas del Señor. Detrás de aquella loma se divisa el pueblo.
Cristóbal: ¿La Esperanza?
Papá: No, Las Casas del Señor
Cristóbal: ¿De qué señor habláis?
Papá: Pero ¿de dónde viene usted?
Cristóbal: De allende los mares. No han pasado dos jornadas desque atracamos en puerto. Bueno, si a aquello se le puede llamar puerto…
Papá: Pero, ¿qué va buscando usted?
Cristóbal: (Se quita el sombrero, que va adornado con grandes plumas blancas. Tiene el cabello largo y gris) Cualquier lugar donde reposar y, a la par, deshacerme un tanto destas vestiduras.
Papá: Si no tiene usted mucha prisa, yo me marcho a la hora de comer. Puedo acompañarle al pueblo o acercarle a Monóvar si lo prefiere.
Cristóbal: Ah, agradezco a vuesa merced su ofrecimiento. Permitid que me acomode en este sombraje del que estábais gozando. Vengo muerto de calor. Por cierto ¿cómo os llamáis, si es que sois cristiano?
Papá: (Convencido ya de que se ha topado con un loco) Juan Ramón Cabrera, para servirle.
Cristóbal: ¿Vivís en el pueblo de su señor?
Papá: (Disimulando una sonrisa) No, soy de Elda. Vengo por aquí cuando quiero relajarme y olvidarme de todo.
Cristóbal: (Mirándole con ojos escrutadores) Sentaos Juan Ramón, sentaos. También yo prefiero a veces olvidar. También por olvidar huyo de tanto en tanto, y, en ocasiones como ésta, me pierdo.
Papá: Es que no hay nada como la Naturaleza. A mí me basta con mirar el horizonte, escuchar el canto de los pájaros y notar que la paz va echando raíces en mi alma.
Cristóbal: Entiendo. Sois religioso, ¿verdad? ¿De qué orden?
Papá: (Riendo) No, no. Aunque no lo parezca, soy mundano también. Tengo mujer e hijos y no se puede vivir de la contemplación.
Cristóbal: ¿En qué os afanáis entonces?
Papá: Desde hace poco me dedico a servir café por varios lugares.
Cristóbal: (Muy sorprendido) ¡Santa María! ¿Café decís? ¿De dónde lo habéis sacado? ¿Quién os lo ha ofrecido?
Papá: (Queriendo apaciguarle) ¿Por qué lo pregunta?
Cristóbal: Sabréis que pueden colgaros por competir con el poder de Sus Majestades…
Papá: (Tras un silencio) ¿Cómo me ha dicho que se llama?
Cristóbal: Cristóbal Colón, Virrey de las Indias.
Papá: (Preguntándose de qué manicomio se habrá escapado) ¿El auténtico Cristóbal Colón? ¿El de la Pinta, la Niña y la Santa María?
Cristóbal: (Levantándose de golpe) ¡Cómo! ¿Venís vos en mi empresa? ¿Sois marino de mis carabelas?
Papá: (Siguiéndole la corriente) No, pero es usted tan famoso que todo el mundo le conoce.
Cristóbal: Os burláis. No poseo riquezas como para ser conocido.
Papá: También soy yo más pobre que la Charito y todo lo que alcanza nuestra vista es mío.
Cristóbal: (Se vuelve a sentar y le mira con curiosidad) ¿Sois noble?
Papá: De corazón tal vez, no de título.
Cristóbal: ¿Pretendéis hacerme creer que no sois nadie cuando poseéis tierras, montes ¡y hasta café!?
Papá: Pues… sí, sí.
Cristóbal: ¿Y no mentís cuando aseguráis que todo lo que contemplan mis ojos forma parte de vuestro patrimonio?
Papá: Para ser correcto, aquella atalaya que se divisa tras esos pinares de poniente no es mía todavía, pero la tengo apalabrada. Si la consigo, cierro ya toda la sierra y podría estar caminando hasta que cayera la noche sin dejar de pisar mis dominios.
Cristóbal: (Entornando los ojos) Juan Ramón; Vos podríais financiar mi próximo viaje.
Papá: ¿A dónde?
Cristóbal: A las tierras de la canela.
Papá: (Muy interesado) ¿Están en venta? ¿Cómo son?
Cristóbal: Verdes como la esmeralda, densas, lluviosas… Donde el agua brota para saciar la sed de felicidad.
Papá: ¿Con la posibilidad de construir?
Cristóbal: Con la posibilidad de construir sueños arropado por la música de mil aves que no cesan de cantar
(El papá entorna los ojos imaginándolo y se vuelve a dormir.
Cuando despierta no hay nadie a su lado.
Un pajarillo que le mira desde una rama vuela presuroso a otro lugar.
Se levanta para marcharse)
Papá: (Piensa) Ha sido todo un sueño… Lástima, parecía tan real…
(Cuando se aleja, una ráfaga de viento hace volar
Papá: (Piensa) Ha sido todo un sueño… Lástima, parecía tan real…
(Cuando se aleja, una ráfaga de viento hace volar
una pluma grande y blanca que se pierde en el horizonte.
Pero el papá no la ve.)
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Lo paradójico de todo esto es que en aquel entonces yo no podía imaginar que, años después, mi padre cruzaría el océano para vivir en Surámerica, donde reside desde hace algunos años.
Hizo el mismo viaje que el marino con el que habló en mi historia inventada para vivir una nueva vida en el país que lleva su nombre: Colombia.
Al final será verdad que la vida es sueño.