29 de abril de 2009

DIÁLOGOS INTERCEPTADOS

En el año 1999 me divertí escribiendo una serie de diálogos que tenían por protagonistas a los miembros de mi familia.
Mi intención era reproducir escenas surrealistas o exageradas a partir de un hecho real bien conocido por todos, con lo que su posterior lectura divirtió mucho tanto a los implicados como al resto.

En uno de aquellos "guiones del absurdo", que yo bauticé como DIÁLOGOS INTERCEPTADOS, mi madre recibía una llamada desde Suecia comunicándole que le habían otorgado el Premio Nobel de Física (todo a raíz de una observación que hizo sobre una jarra de agua congelada) En otro de aquellos diálogos, mi hermano Fran, el erudito políglota egiptólogo, (no estoy insultándole aunque lo parezca) hacía unas reclamaciones ante el director de la Enciclopedia Larousse en Francia y éste acababa llorando de impotencia. Había otro en el que nuestra perra empezaba a recibir centenares de cartas de admiradores y mi cuñada Laura se proclamaba portavoz del Club de Fans de Finger.

Hoy quiero presentaros una de aquellas conversaciones escritas, si bien, para que sea comprendida por todos he de dar algunos apuntes sobre mi padre, el protagonista de la misma.

Mi padre se llama Juan Ramón. De él he heredado el nombre y espero que algo más (la sabiduría no, pues ya la acaparó toda Fran)
Una de las cosas que ha caracterizado siempre a mi padre es su forma de expresarse, muy culta tanto en sus manifestaciones por escrito como orales. A sus hijos nos ha divertido mucho imitar su manera de hablar por teléfono, tan antigua en algunas ocasiones que parecía que al aparato se hallaba Quevedo o, como poco, un jurista de Alfonso XIII.
Otra particularidad es su gran amor por Las Casas del Señor, una pequeña aldea del término municipal de Monóvar en la que pasó largas y felices temporadas siendo niño.

Mi padre ha trabajado en muchísimas cosas diferentes a lo largo de los años. Durante una temporada se dedicó a colocar máquinas expendedoras de café y a reponerlas (esto es sólo anecdótico, pero era su ocupación en el momento en que escribí la historia que mostraré más abajo) El hecho de que, además, durante toda su vida se haya dedicado a la compraventa de casas y terrenos sirvió para que, ya en su madurez, se animara a adquirir una casa en aquella pintoresca aldea y, con mucho esfuerzo, a través de los años, fue comprando o intercambiando más y más terreno de aquel lugar como si tratara de completar un puzzle y cada parcela fuera una pieza que se empeñaba en juntar con las demás. (En casa bromeábamos diciendo que si seguía así, el pueblo pasaría a llamarse Las Casas del Señor Cabrera.)
Cuánto se ilusionaba al hablar de los terrenos que había conseguido y de los que estaba a punto de conseguir. Era entonces cuando nuestra abuela (su madre), una mujer con un portentoso sentido del humor, se tocaba la sien con un dedo y nos decía bajito:
- Está locooo. Pero vosotros seguidle la corriente... - cosa que a mí me hacía reír a carcajadas.

Mi padre es un gran amante de la Naturaleza y se ha sentido siempre como pez en el agua adentrándose por las montañas y mejorando todos los desperfectos que ha podido encontrar a su paso, como si todo el monte fuera un gran jardín que necesitara de sus cuidados. Así, ha podado gran cantidad de pequeños pinos para que crecieran con más fuerza, ha eliminado siempre que le ha sido posible los nidos de procesionaria que los enferman, ha plantado árboles, ha curado y alimentado a todos aquellos pequeños animales heridos o famélicos con los que se ha podido encontrar en su camino y así un largo etcétera. Recuerdo una ocasión en que compró una gran bolsa de caracoles y los soltamos juntos por el monte porque la gente salía masivamente a cogerlos tras las lluvias y no dejaban ni uno.

Algo tremendamente peculiar de mi padre es el haber construido puntos estratégicos de descanso en distintos rincones de los montes que recorría. Así, él sabía que si comenzaba a caminar por determinada dirección llegaría a una magnífica sombra donde poder dormir la siesta, o a un lugar privilegiado para ver una puesta de sol o a una altura desde la que contemplar el horizonte y escuchar el viento que a intervalos traía el sonido de las campanas de la iglesia del pueblo.
Cuando alguna vez nos enseñó aquellos lugares nos sorprendimos al comprobar que había llevado a cada punto un sillón viejo!! (encontrados en vertederos o regalados por algún vecino). Resultaba de lo más cómico ir caminando por el monte y toparte de repente con un sillón camuflado bajo un pino donde poder sentarte a descansar. (Cómo no, estas cosas nos han servido para hacer chirigota de sus ocurrencias)

Y con estos pocos antecedentes de este hombre al que tanto quiero reproduzco ya aquello que escribí hace ahora una década:
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MI PADRE SE ENCONTRABA EN PLENO MONTE, MUY AFANADO EN PODAR PINOS JÓVENES. SE HABÍA LEVANTADO TEMPRANO, Y AL MEDIODÍA EL SOL ERA TAN FUERTE QUE DECIDIÓ DESCANSAR EN ALGUNO DE LOS REFUGIOS MANUALES QUE SUELE CONSTRUIR PARA ESAS OCASIONES EN QUE NECESITA SOMBRA Y PAZ.
LA JORNADA HABÍA RESULTADO TAN AGOTADORA QUE, ECHADO SOBRE LA HOJARASCA, Y ACOMPAÑADO POR EL SILBAR DE LA BRISA EN LAS COPAS DE LOS ÁRBOLES, ENTORNÓ LOS OJOS Y SE QUEDÓ DORMIDO.
LE DESPERTÓ EL SONIDO DE UNOS PASOS QUE PARECÍAN ACERCARSE. CUANDO SE INCORPORÓ TENÍA FRENTE A ÉL A UN HOMBRE CON UN ROPAJE ANTIGUO Y PESADO, IMPROPIO PARA AQUEL DÍA DE CALOR.
ESTO FUE LO QUE HABLARON:

Papá: Buenas tardes, ¿qué se le ofrece?
Extraño: ¡Contento de hallarme ante un vivo! Mi nombre es Cristóbal y ando perdido. ¿Sabéis vos decirme a qué lugar han ido a dar mis pasos?
Papá:
(Asombrado por su indumentaria y su forma de expresarse) Esto pertenece a Las Casas del Señor. Detrás de aquella loma se divisa el pueblo.
Cristóbal: ¿La Esperanza?

Papá: No, Las Casas del Señor
Cristóbal: ¿De qué señor habláis?
Papá: Pero ¿de dónde viene usted?
Cristóbal: De allende los mares. No han pasado dos jornadas desque atracamos en puerto. Bueno, si a aquello se le puede llamar puerto…
Papá: Pero, ¿qué va buscando usted?

Cristóbal: (Se quita el sombrero, que va adornado con grandes plumas blancas. Tiene el cabello largo y gris) Cualquier lugar donde reposar y, a la par, deshacerme un tanto destas vestiduras.
Papá: Si no tiene usted mucha prisa, yo me marcho a la hora de comer. Puedo acompañarle al pueblo o acercarle a Monóvar si lo prefiere.
Cristóbal: Ah, agradezco a vuesa merced su ofrecimiento. Permitid que me acomode en este sombraje del que estábais gozando. Vengo muerto de calor. Por cierto ¿cómo os llamáis, si es que sois cristiano?
Papá:
(Convencido ya de que se ha topado con un loco) Juan Ramón Cabrera, para servirle.
Cristóbal: ¿Vivís en el pueblo de su señor?
Papá:
(Disimulando una sonrisa) No, soy de Elda. Vengo por aquí cuando quiero relajarme y olvidarme de todo.
Cristóbal:
(Mirándole con ojos escrutadores) Sentaos Juan Ramón, sentaos. También yo prefiero a veces olvidar. También por olvidar huyo de tanto en tanto, y, en ocasiones como ésta, me pierdo.
Papá: Es que no hay nada como la Naturaleza. A mí me basta con mirar el horizonte, escuchar el canto de los pájaros y notar que la paz va echando raíces en mi alma.
Cristóbal: Entiendo. Sois religioso, ¿verdad? ¿De qué orden?
Papá:
(Riendo) No, no. Aunque no lo parezca, soy mundano también. Tengo mujer e hijos y no se puede vivir de la contemplación.
Cristóbal: ¿En qué os afanáis entonces?
Papá: Desde hace poco me dedico a servir café por varios lugares.

Cristóbal: (Muy sorprendido) ¡Santa María! ¿Café decís? ¿De dónde lo habéis sacado? ¿Quién os lo ha ofrecido?
Papá:
(Queriendo apaciguarle) ¿Por qué lo pregunta?
Cristóbal: Sabréis que pueden colgaros por competir con el poder de Sus Majestades…
Papá:
(Tras un silencio) ¿Cómo me ha dicho que se llama?
Cristóbal: Cristóbal Colón, Virrey de las Indias.

Papá: (Preguntándose de qué manicomio se habrá escapado) ¿El auténtico Cristóbal Colón? ¿El de la Pinta, la Niña y la Santa María?
Cristóbal:
(Levantándose de golpe) ¡Cómo! ¿Venís vos en mi empresa? ¿Sois marino de mis carabelas?
Papá:
(Siguiéndole la corriente) No, pero es usted tan famoso que todo el mundo le conoce.
Cristóbal: Os burláis. No poseo riquezas como para ser conocido.
Papá: También soy yo más pobre que la Charito y todo lo que alcanza nuestra vista es mío.
Cristóbal:
(Se vuelve a sentar y le mira con curiosidad) ¿Sois noble?
Papá: De corazón tal vez, no de título.
Cristóbal: ¿Pretendéis hacerme creer que no sois nadie cuando poseéis tierras, montes ¡y hasta café!?

Papá: Pues… sí, sí.
Cristóbal: ¿Y no mentís cuando aseguráis que todo lo que contemplan mis ojos forma parte de vuestro patrimonio?
Papá: Para ser correcto, aquella atalaya que se divisa tras esos pinares de poniente no es mía todavía, pero la tengo apalabrada. Si la consigo, cierro ya toda la sierra y podría estar caminando hasta que cayera la noche sin dejar de pisar mis dominios.
Cristóbal:
(Entornando los ojos) Juan Ramón; Vos podríais financiar mi próximo viaje.
Papá: ¿A dónde?
Cristóbal: A las tierras de la canela.
Papá:
(Muy interesado) ¿Están en venta? ¿Cómo son?
Cristóbal: Verdes como la esmeralda, densas, lluviosas… Donde el agua brota para saciar la sed de felicidad.
Papá: ¿Con la posibilidad de construir?
Cristóbal: Con la posibilidad de construir sueños arropado por la música de mil aves que no cesan de cantar

(El papá entorna los ojos imaginándolo y se vuelve a dormir.
Cuando despierta no hay nadie a su lado.
Un pajarillo que le mira desde una rama vuela presuroso a otro lugar.
Se levanta para marcharse)
Papá: (Piensa) Ha sido todo un sueño… Lástima, parecía tan real…
(Cuando se aleja, una ráfaga de viento hace volar
una pluma grande y blanca que se pierde en el horizonte.
Pero el papá no la ve.)

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Lo paradójico de todo esto es que en aquel entonces yo no podía imaginar que, años después, mi padre cruzaría el océano para vivir en Surámerica, donde reside desde hace algunos años.

Hizo el mismo viaje que el marino con el que habló en mi historia inventada para vivir una nueva vida en el país que lleva su nombre: Colombia.

Al final será verdad que la vida es sueño.

23 de abril de 2009

EL CAMPO: UN TEMPLO EGIPCIO EN PETREL

Me aventuro a pensar que con mi segundo nombre, Ramón, yo hubiera tenido un brillante futuro en el antiguo Egipto.

Con una carta de presentación en la que se aglutina Ra, el adorado dios del sol y Amón, que viene a ser la misma divinidad y que sirvió para nombrar a tantos faraones, bien hubiera podido pasearme yo por los dominios del Nilo con la cabeza bien alta.

- Mirad- se oiría decir- ahí va Huan Ra Amón – y todos se inclinarían a mi paso.

Es que lo estoy viendo…
Pero mejor espanto estos pájaros de mi cabeza pues no nací yo por aquellas latitudes ni en aquellos tiempos y tampoco me siento tan atraído por aquella cultura como para soñar con ella.

En cambio, mi hermano Fran, el de los idiomas, debió ser egipcio en otra vida.
Casi me atrevería a jurarlo, porque es inconcebible semejante amor por todo lo relacionado con el antiguo Egipto desde edad tan temprana.
Con tan sólo 8 o 9 años consultaba la enciclopedia Larousse que teníamos en casa para copiar los símbolos jeroglíficos que equivalían a cada letra de nuestro abecedario. Escribía con esmero los nombres de la familia y nos los regalaba a continuación.

Fue el principio de una pasión que continúa en la actualidad con la misma intensidad .

No sé qué fotografías encontraría en su día sobre Egipto que llamaran tan poderosamente su atención como para, a partir de entonces y por su cuenta, empaparse de todo lo que estuviera relacionado con el tema. Y observando ese afán tan loable, mis padres le empezaron a comprar libros especializados. También los hermanos, cuando llegaba un cumpleaños lo teníamos fácil a la hora de regalar: con un libro sobre Egipto acertábamos seguro.

Como además siempre ha destacado por su habilidad en las artes plásticas, comenzó a copiar papiros. Pretendiendo que aparentaran antigüedad, utilizó las bolsas de papel con las que los agricultores cubren los racimos de uva de las vides para preservarlos de la intemperie. El tacto y el color amarillento de los mismos le parecían perfectos para sentirse un escriba de hace más de 3000 años dibujando faraones y escribiendo sus historias sobre verdaderos papiros.

Ya dije en su día que cuando a Fran le da por algo no es de forma superficial, no. Fran lo exprime hasta sacarle la última gota de su jugo. Leyó tanto sobre el Antiguo Egipto que llegó un día en el que podías hacerle cualquier pregunta sobre el tema y sabía respondértela.

En una ocasión en la que estaba viendo con mi padre un programa concurso en la TV, se dio un dato concreto, y Fran dijo tranquilamente:
- Se han equivocado. No fue el faraón Tal, fue el faraón Cual.
Tendría entre 10 y 12 años entonces, por lo que mi padre se quedó asombradísimo de que un niño fuera capaz de rebatir lo que había escuchado.
- ¿Estás seguro?
- Míralo en la Larousse y verás.
Y efectivamente pudo comprobar que Fran estaba en lo cierto y en la tele se habían equivocado con lo que quedó la mar de orgulloso al tener evidencia de hasta qué punto su hijo tenía conocimientos sobre la materia.
Pero no quedó ahí la cosa. Fran llegó a encontrar errores en la mismísima enciclopedia. Y, como es natural en él, no le daba pereza alguna consultar otros libros para demostrar que las cosas eran como él decía. Ya veis, tenemos un experto en casa.
Y era tanta la necesidad que tenía de plasmar esas inquietudes artísticas que siempre ha tenido dentro que un día pidió permiso a mi madre para utilizar las paredes del palomar para pintar.
En el campo hay un corral en el que en su día hubo muchos animales: gallos, gallinas, pavos reales, patos, conejos, un burro… En él hay una puerta por la que se accede a una sala cuadrada con dos ventanucos triangulares en las paredes por los que entraban y salían las palomas. El lugar estaba ya vacío y Fran lo encontraba un rincón perfecto para sus propósitos.
- ¿Qué quieres hacer allí? – quiso saber mi madre
- Nada, sólo dibujar en las paredes
- Pero está todo muy sucio. (El suelo estaba cubierto por una gruesa capa de excrementos secos de paloma)
- Ya lo sé, pero el primo Santiago me va a ayudar a limpiarlo.
Y así fue, lo dejaron todo lo decente que pudieron e inmediatamente después Fran se puso manos a la obra. Primero dibujaba con tiza y después repasaba los trazos con pintura negra para colorear finalmente el conjunto.
Cuando mi madre se asomó al palomar para ver qué era lo que su hijo dibujaba allí se quedó pasmada . Nunca imaginamos nadie lo que Fran llegaría a ser capaz de crear en aquel escondite a través de los años.

El corral del campo.

Fran se dispone a mostrarnos la obra
que comenzó a los 11 años.


La exótica puerta de entrada.


Rahotep y su esposa Nefret.


Multitud de detalles que ambientan el lugar


Un escriba hecho de arcilla. Velas, inciensos...


Figuras de barro y arcilla. Algunas coloreadas.

Pintura sobre mármol.

Pintura sobre mármol.


Bajorrelieves sobre escayola, mármol y piedra
y pintura sobre tabla.


El Dios Anubis y el Dios Horus.

Imitación de la momia de Ramsés II hecha con papel.
Con ojo de cristal y dientes.
Macabro pero perfecto!

Una tormenta de granizo
hizo dos pequeños agujeros en el techo
que dejan pasar la luz del sol.
Fran aprovechó esos rayos como reloj solar.
Uno de los orificios tiene forma de jarrón
y Fran lo dibujó en la pared a las 3 de la tarde.
Era el mes de abril.
Todos los días a esa hora de ese mes
se ilumina el jarrón dibujado en la pared.

El otro agujero ilumina la boca de la diosa Isis
exáctamente a las seis de la tarde.

El dios Osiris también recibe luz
de los rayos de la puesta de sol.


A través de este ventanuco,
por el que en su día entraban y salían las palomas,
la luz directa del sol...

... ilumina la cara de Osiris a las 7 de la tarde.
Todo fue casual, pero tremendamente simbólico
pues los egipcios siempre creyeron que cuando
el sol se escondía viajaba al mundo de los muertos,
lugar donde residía Osiris.

Pinturas sobre escayola (más recientes en el tiempo)


Uno de los muchos papiros que Fran hizo a mano.


Aquí nos muestra unas joyas y un dedo de gallina que
se empeñó en momificar y que después de tantos años
aún se conserva.
Encima aprendió a embalsamar!

Bastón de caña con la cabeza de Anubis
y moldura de escayola tallada.

Nuestra madre y sobrino Cristian se ofrecieron
para que Fran creara unas máscaras de escayola
sobre sus caras, que coloreó después.

Desde la pequeña ventana,
este ojo parece vigilarnos.


La última aportación de Fran al templo
es esta trabajada pintura sobre madera.




Vasijas, piezas de juegos egipcios que Fran copiaba de libros,
velas que por la noche dan un acogedor y mágico ambiente...


El templo está cubierto de polvo y telarañas
como si tuviera siglos de antigüedad.


El lugar no está tan abandonado.

Y aquí, el artista.
¿No deberíamos llamarle Franmenofis?
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Pues bien, ahora ya sabéis que existe un templo egipcio en Petrel. Y si alguna vez pasáis por aquí estáis invitados a verlo.

17 de abril de 2009

VENDO HIJOS

A los que ya sois padres qué os voy a contar.
Y a los que aún no lo sois, mejor no os cuento.
Así que nada más que decir.
¡Hasta otra!

(…)

Mi conciencia: Ejem, estoo… Pero ¿vas a acabar así?, ¿con una entrada tan corta?
Yo: Sí
Mi conciencia: Pero eso es inaudito en mí, digo en ti. Escribe algo más, hombre.
Yo: Es que no estoy inspirado hoy.
Mi conciencia: A tí lo que te pasa es que estás cabreado.
Yo: Puede ser.
Mi conciencia: Pues utiliza el blog como terapia. Anda, échate en ese diván y cuenta cosas, vomítalas, que los lectores ya te hacen de psicólogos, seguro.
Yo: ¿En qué diván?
Mi conciencia: Imagínatelo hombre, que no te lo tenga que dar todo mascao.
Yo: ¿Y los lectores tomarán notas como los psicólogos?
Mi conciencia: Eso es opcional. De todas formas si no lo hacen no te vas a enterar.
Yo: Ah, vale. Entonces… ¿puedo empezar?
Mi conciencia: Adelante. Déjate llevar
Yo: Es que soy un pavo… A veces esto de ser padre…
Lo malo de ser padres es que no hay un solo momento en el que puedas decir :”Aviso. No me vale”, que era lo que decíamos de pequeños cuando jugábamos al pilla-pilla y de momento se te salía un zapato o te llamaba tu madre para darte la merienda. Entonces el juego se paraba y no se reanudaba hasta que uno estaba a punto otra vez. Cuando uno es padre ya lo es de continuo, para siempre, a jornada completa, sin avisos ni “no me vale”.

(…)

Mi conciencia: Vamos, continúa. No te pares.
Yo: Pues eso, que entonces pasa lo que pasa, que uno no desconecta de este oficio nunca y si bien hay momentos en que me digo” ahh qué bonito todo, qué preciosa mi niña y qué inteligente mi campeón ” hay infinidad de veces que me sacan de quicio y los vendería al primero que pasara por la calle.
Sobre todo cada mañana cuando tengo que llevarles al cole y no está su madre para echarme una mano.
Mi conciencia: No te quejarás, que te lo deja todo muy preparado…
Yo: Si, sí, pues ni con esas. Por mucha prisa que me dé parece que jueguen al “A ver quien apura más el tiempo” o al “Saquemos a papi de sus casillas”
.
Hoy mismo :
“Aitana, no te quites los ganchitos del pelo”“Déjame el carrito, Samuel””No, ahora lo tengo yo””Papá, Samuel no me deja el carrito””Samuel, ¿te has bebido ya la leche?””Papá, dícele a Samuel que me deje el carrito””Oye, lo primero es desayunar y luego si da tiempo jugais””Papá, dícele a Samuel que me deje el carrito””Uf, Aitana, ¿te has hecho caca? “”No, no me ha hecho caca pero dícele a Samuel que me deje el carritooo””Samuel, la leche, leche!!””Que ya me la he tomaoo””¡No! ¡Toda! ¿Qué manía es esa de dejarte el culo? Y dale ya el carrito a tu hemana””Es que siempre quiere todo lo que tengo yo””Uf, nena, tú te has hecho caca. Anda, ven que te cambie””No, no me ha hecho””No poco. Anda, ya te has quitado el ganchito. Venga Samuel, toda la leche””Pero ¿puedo poner la tele?”No, que te embobas””Papáaa, Samuel no me da el carritooo”
.
Uff, es que hay que vivirlo.
Más tarde, en el momento de ponerse chaquetas para salir:
.
“Esa no, la rosa, papá””No, hoy toca esta””Yo quiero la rosa””Está lavándose. Mañana la rosa””Yo me la pongo solo””Muy bien, Samuel””Joo, no puedo””¿Mañana la rosa, papá?””¿Te ayudo?””No, yo quiero solo””Venga, pues date prisa que tenemos que salir ya””¿Mañana la rosa, papá?””Sí cariño, mañana la rosa, sí, sí síii”
.
Samuel se enfada porque no consigue ponerse la chaqueta. La tira al suelo y se sienta en el sofá con la cara larga, muy cabreado. Aitana, que ha observado toda la escena, mira a su hermano, luego mira la chaqueta del suelo, vuelve a mirar a su hermano. Recoge ella misma la prenda y exclama resuelta:
“No te enfades Samuel, que yo te pongo la cacheta
.
Bajando en el ascensor aún me estoy riendo mientras Samuel llora y Aitana me pregunta por enésima vez si mañana le pondré la cacheta rosa. Socorro.
Los coloco con gusto en el cole y en la guardería (los endoso más bien) y cuando vuelvo a casa y abro la puerta… Ah, anhelado momento. Me sale a recibir esa paz inmensa, ese bendito silencio que me hace pensar “Quién me mandaba a mí…” Y la crispación la voy diluyendo poco a poco en el café con leche del desayuno. A solas conmigo mismo.
.
Mi conciencia: Bueno, pues aprovéchate de ese momento, disfrútalo y relájate. No sé a qué viene ese mal humor todavía.
Yo: No es mal humor, es que me he dado cuenta de que soy un tonto sin remedio.
Acabo de ver un dibujo de mi hijo sobre la mesa y una galleta mordisquedada por mi hija sobre el sofá y me ha entrado un ataque de nostalgia y ya me apetece volver a verles.
.
(...)
.
Mi conciencia: Pues te voy a dar la razón, tío: ¡eres un pavo!
.




A veces les embotellaría sin dudarlo


No pensé que tendría que empezar a preocuparme tan pronto.
Aitana en la guardería y ¿¿ya con pretendientes??


Una foto mía junto a otra de Samuel.
A menudo los hijos se nos parecen.

12 de abril de 2009

LOS AÑOS DEL PUMBA PUMBA



Siempre me ha gustado esta foto.


Son mis abuelos paternos Juan y Francisca.


No sabría ubicarla en el tiempo, decir qué edades tenían en ese momento, pero sí sé que él era 8 años mayor que mi abuela, diferencia de edad que se volvería a repetir dos generaciones después cuando un nieto de ambos conoció a una chica ocho años más joven y se casó con ella.

A ver si recuerdo de qué nieto se trata, porque lo tengo en la punta de la lengua y... Ah, sí, claro. Yo!!

Cuando conocí a mi mujer (la extranjera) ella tenía 16 años y yo 24. Esto de la edad me tiene a mí un tanto trastornado pues ya llevo mucho tiempo convencido de que alguien, en un momento de mi vida, decidió ponerme un montón de años encima, años que en realidad no he vivido, por lo que me da la impresión de tener en cuerpo y espíritu menos edad de la que dice mi DNI, y como lo mental es lo que prevalece y es a lo que me he acostumbrado, es lo que doy por real.

Como además un hombre tiene la edad de la mujer a la que ama, yo tengo 8 años menos desde hace mucho tiempo, pero, claro, el resto de la humanidad se empeña en verlo a su manera y sigue en sus trece de hacerle más caso a mi DNI que a mí. ¡Hay que fastidiarse!
Por suerte siempre he aparentado ser más joven de lo que soy. Esto me llevó, hace años, a una situación chocante en la entrada de una discoteca cuando el gorila de la puerta me puso la mano en el hombro prohibiéndome el paso.
"A ver, el carnet..."
A mí me pilló tan fuera de juego que ni por asomo se me pasó por la cabeza que me estaba pidiendo el carnet de identidad porque le parecí ¡menor de edad! Yo tan sólo pensé que me estaba pidiendo la entrada o alguna invitación. Me metí la mano en el bolsillo trasero buscando algo y le mostré, por error, la invitación de otra discoteca por lo que pensó que le estaba tomando el pelo a propósito. Cuando me percaté de que se le transformaba la expresión de la cara y levantaba el puño en un amago de intimidarme me dije "Tate, aquí pasa algo que se me está escapando"
"¿Qué me estás pidiendo?" - le pregunté contrariado, pero inmediatamente se me encendió una luz dentro que me lo hizo ver claro. "Anda ya, que este cacho bestia me está pidiendo el DNI... Ja, pues se va a quedar a cuadros"

Por supuesto me devolvió inmediatamente el carnet y me dejó pasar sin mirarme a la cara, pero fue una situación muy gratificante para mí el notar el corte que se llevó cuando comprobó que yo tenía derecho a pasar por tener ¡¡ 25 años!!

Pero volviendo a lo de la diferencia de edad entre la yeclana y yo, es gracioso pensar que cuando yo estaba comulgando, ella venía al mundo y que cuando fue a ella la que le tocó hacer la comunión, yo estaba en tiempos de irme a la mili. Muchas veces hemos bromeado acerca de esto, imaginando una hipotética foto en mi taquilla del cuartel en la que se la viera vestida de blanco con las manos entrelazadas y un rosario entre los dedos.
Y yo presumiendo "Esta niña es mi novia".

Me habrían tachado de depravado y asaltacunas como poco.

Pero lo cierto es que si bien en aquellas edades se hubiera notado mucho la diferencia, hoy no se aprecia apenas. Al menos eso es lo que nos dicen.

En realidad ocho años no son tanto, aunque sí lo son para según qué cosas.

Una de esas cosas que recuerdo y que voy a contar hoy pertenece a nuestros tiempos de novios y es algo que ni mi padre ni mi abuelo tuvieron que sufrir: el via crucis discotequero.

Nunca he sido amigo de discotecas. Más que nada porque no me gusta bailar pero también porque estar en un lugar en el que no se puede conversar y en el que para decir que te vas al aseo y que te entiendan hay que decirlo al oído... como que no me ilusiona. Pero aparte de eso, hay una edad para todo y cuando yo ya estaba de vuelta de muchas diversiones, metiéndome en otra etapa biológica, mi extranjera estaba en pleno apogeo con la suya, con la gran diferencia de que si para mí, en cuanto a bailar, cero patatero, para ella era la mayor alegría, su mayor diversión; a ella le chiflaba.


Eso por un lado, por el otro es que yo me quedé anclado en los ochenta en muchos sentidos. También musicalmente hablando. Todo lo que ha venido después me ha parecido infinítamente peor. A mí me iba la música de gente como Dire Straits, A-Ha, Alphaville, E.L.O., INXS, Culture Club, Azul y Negro... pero en las discotecas de los 90 tuve que tragar bakalao y más bakalao. Tanto crudo como en todas sus variedades "culinarias" posibles. Lo odié hasta no os imagináis qué límites. Pero a ver qué podía hacer, si yo salía con una maquineta incansable a la que esa música le parecía maravillosa para bailar.

Ella fue siempre consciente del suplicio que me suponía una larga noche de PUMBA PUMBA pero no podía remediar esa atracción hacia el bailoteo sin límite.

Aún me veo en aquellas conversaciones:

- Pero nena, por favor, ¿cómo te puede gustar el bakalao?
- Que no es bakalao eso, si fuera bakalao te morías, eso son "pastelitos" (lo dicho, el bakalao se cocinaba con nombres diferentes según hiciera más ÑIIIII ÑIIIII ÑIKIÑIII o dependiendo del número de PEEEEP PEEEEEP PEPEPEEEEPs)
- ¿No prefieres que vayamos a un pub o al cine?
- Ay, es que hace mucho que no bailo...
- Pero dime al menos a qué hora nos iremos.
- Pronto
- No, dime una hora en concreto.
- Pronto, bailar unas cuantas canciones y ya está.

Y yo, alma cándida, siempre me lo creía. Pero cuando llevábamos tantas horas dentro como para perder el sentido y yo empezaba a poner cara de cordero degollao, ella me hacía gestos que indicaban que cuando acabara la canción que sonaba nos iríamos. Y siempre daba la jodida casualidad de que entonces empezaba a sonar su favorita y hala, carita de buena y yo le permitía una más. Y como eran canciones que mezclaban los disc jockeys a su libre albedrío nunca me enteraba bien de si seguía escuchando la misma canción o hacía ya catorce que acabó. ¡Si es que eran todas iguales! Pero a ella lo mismo le daba 8 que 80, ella era como el conejito de Duracell que dura y dura y dura...
Recuerdo con especial taquicardia aquella discoteca de Torrevieja (la KKO)

Ignoro si sigue funcionando, (por mí como si se la llevó un tornado al desierto de Gobi para siempre)
Cuando algún amigo proponía ir allí, a mí me entraban los sudores de la muerte. Mi novia saltaba de alegría y yo lloraba por dentro.
Era igual que las demás discotecas pero multiplicada por 94.

Siempre masificada, como aceitosas sardinas en lata, sudando a mares (menos la marciana de mi novia que no sudaba nunca) y con unos pitidos electrónicos que llegaban a diestro y siniestro y que me debieron matar a la fuerza a cientos de inocentes neuronas. Sólo una cosa buena tenía aquella macrodisco: no necesitaba bailar. Sólo había que dejarse llevar y el resto de humanidad te bailaba de acá para allá.

De aquellos tiempos recuerdo el análisis exhaustivo que hacía de la gente que me rodeaba. Yo, desde mi lucidez, la cerveza calentándose en la mano, mirando esas caras extasiadas, a veces rojas, otras veces verdes y azules también, chillándose en el oído, riendo y pasándolo aparentemente bien mientras nuestros condensados vapores subían hasta el techo y al enfriarse caían en forma de gotas. ¿Qué hacia yo allí?, me preguntaba una y otra vez. Y miraba el reloj: "las dos de la madrugada".

Una hora más tarde lo volvía a mirar: "las dos y cinco..."

Pero lo peor no era que el tiempo no corriera. Lo que peor llevaba yo era el no saber hasta cuando. Era algo que me agobiaba mucho. Yo sabía a qué hora entrábamos a la disco pero era una incógnita saber a qué hora saldríamos.Y yo quería saberlo, para soñar con esa hora.

Siempre exigí una cosa: que tuvieran algo de conocimiento y fuera antes de que amaneciera. No ha habido cosa que más odie que acostarme cuando ya es de día. Mentira, sí había una cosa peor, que me impulsaba al asesinato: cuando alguien del grupo, rayando el sol en el horizonte, con los pies molidos, los ojos rojos por el humo del tabaco y el PUMBA PUMBA instalado machacónamente en los tímpanos, proponía ir a rematar la fiesta con un chocolate con churros. (Mira que han pasado los años y lo pienso... y todavía me apetece matar !!)

En fin, que a mí me gustaría saber quién se inventó eso de que la mujer es el sexo débil. La mujer ha hecho siempre del hombre lo que ha querido, y mi extranjera con tan sólo dejar caer el labio inferior (su famoso morrete) y poner carita de pena me llevaba al fin del mundo a la pata coja. Para bailar bakalao.

El otro día, conduciendo a Yecla desde Petrel - los peques dormidos detrás - no sé por qué me acordé de aquello y dije a mi mujer:

- ¿Nos vamos a la KKO?
- Buf, ni aunque me pagaran - se apresuró a decir.
- Con lo que te gustaba...
- Ahora ya ni loca.

Es lo que os decía antes, hay un tiempo para cada cosa.

Y recordando todo esto que hoy he escrito, sonreía yo y pensaba cómo cambian las cosas con el paso del tiempo y cómo pueden llegar a tenerse buenos recuerdos hasta de las más malas experiencias.
Incluso de aquellos infernales fines de semana.

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Este es un dibujo que le regalé a mi novia por aquel entonces. Creo que os dará una idea de la situación.

6 de abril de 2009

DIABLOGRAFÍAS 5

HUMANIMALADAS

















Todas las viñetas por JuanRa Diablo.
Loro y Vacas: Año 1997
Cocodrilos, Conejo, Gallina y Pulpos: Año 1999
Cangrejos, Canguros, Peces, Ciempies y Burros: Año 2009

Y ahora, si te apetece, ponle palabras a esta viñeta. El próximo domingo daré a conocer el texto y nombre del que más me haya gustado.
Un saludo a todos
Un beso a todas.
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Domingo 12
El texto que más me ha gustado pertenece a Fran y dice:
"CAMARERO, PONME UNAS BANDERILLAS
Y SI LLAMA MI MUJER NO LE DIGAS NI MU"
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(Gracias a todos los que habéis participado)