(Nota:
Es curioso esto que me ha pasado. Conforme escribía la entrada que a
continuación expongo, me he ido metiendo en la piel de un singular
actor español que siempre llamó mi atención: el gran José Sazatornil, “Saza”. Si recordáis su peculiar forma de hablar,
pronunciando cada palabra con precisión, y esa seriedad tan
divertida en su declamar, podréis leer el texto como si fuera él
quien hablara.
Digamos, pues, que he sido yo el que ha escrito lo
que sentía y Saza el actor que va a leer en voz alta por mí, y que
de alguna forma ha conseguido que yo me convierta en él (o al revés,
no lo sé bien)
Sí,
reconozco que esto es muy extraño, pero cosas más raras se han
visto en la vida, como gente que de repente levita, o amaneceres
por donde no corresponde)
***************
Ah,
no, no necesitaría yo ninguna excusa para volver a Ayna.
Desde
aquella primera vez, hace ya tantos años, que asomado al mirador del Diablo contemplé aquel paraíso manchego enclavado en la montaña,
y mis ojos recorrieron sus calles serpenteando hasta la verde cuenca
por donde discurre el río, me quedaron estas continuas ganas de
volver siempre.
Lo
que entonces no sabía es que, después de aquellas visitas de mi
juventud, volvería a Ayna con intenciones de invadirla.
Sí,
los tiempos han cambiado y ahora, una vez al año, hay que invadir
Ayna.
No,
no se me escandalicen ustedes, es una invasión multitudinaria, pero
pacífica, sin más extravagancias que las justas, y controlada,
muy controlada, que hasta en la capital tienen conocimiento de ella.
Pero, claro, sigue siendo una invasión al fin y al cabo (¿He dicho
cabo? ¡Viva el cabo santo!)
Supongo
que se preguntarán ustedes si es realmente una invasión sin armas.
Bueno... yo me atrevo a asegurar que sí, pero todo es relativo, por
supuesto. Algunos opinan que las calabazas, tanto maduras como
pochas, podrían utilizarse como explosivos, y parece ser que hay
quien sabe utilizar el culo como lanzallamas, pero lo cierto es que
por allí no he visto nunca cosas semejantes, y de verdad creo que en
estas invasiones lo más grave que puede ocurrir es que alguno se saque la chorra.
¿Cómo
dicen? ¿Que qué tipo de gente es esa que llaman amanecistas?
Pues... gente rara, no nos vamos a engañar. Por allí he visto de
todo, desde un negro que no es negro pero que hace bonitas estampas a
la luz de la luna, hasta alguna señorita que pide a gritos que la
mate un camión, pasando por un alcalde que se niega a que la tía
despampanante que le acompaña sea comunal, un director de banda que
(dicen) le da a la gotica de sidra, o un niño deprimío que hace
mucho dejo de ser niño y ahora se ríe hasta de su sombra. Eso sí,
todo minorías étnicas muy respetables, que allí tiene cabida todo
el mundo (salvo si eres catecúmeno o plagias a Faulkner, claro,
porque todo tiene un límite, y cosas así están muy mal vistas y
dejan un poso de hiel, oh, sí)
Me
preguntaban el otro día qué requisitos eran necesarios,
heterosexualmente hablando, para ser un amanecista invasor y que le
den a uno posada y plato caliente.
-
Muy sencillo – contesté al interesado – Para empezar, a la
primera persona que se encuentre habrá de decirle que quería usted
hablarle de Dostoievski.
-
¿De Dostoievski? - se extrañó- ¡Pero yo no he leído nada de
Dostoievski!
-
No importa, ya verá cómo le contesta que enseguida baja, señal
inequívoca de que le ha aceptado. Después podrán hablar del libre
albedrío si quieren.
-
¿Cómo que del libre albedrío?
-
Sí, hombre, que es un tema muy bonito el del libre albedrío, y
viene siempre pintiparado.
-
No sé yo si...
-
Ah, también cabe la posibilidad de que alguien exclame “¡Aleluya!”
-
¿Aleluya? ¿Y qué digo yo si oigo Aleluya?
-
Está muy claro: ¡Se llama corazón! A ver, probemos: ¡Aleluya!
-
¡Se llama corazón!
-
¡Aleluya!
-
¡Se llama corazón!
-
No está mal. Se lo voy a anotar como satisfactorio.
-
¿Y qué pasa si me siento raro o incómodo?
-
Hombre, pues se puede cambiar el papel con otro y ya está. O hacer
unas rogativas a los santos para que cambien su suerte. O también
puede hacer flashback.
-
¿Y cómo se hace flashback?
-
Bueno, tampoco voy a ser yo más papista que el Papa. Para hacer
flashback espérese a que lo ordene el señor alcalde.
-
¿¿Pero qué alcalde??
-
Ya lo verá, no se preocupe, además es muy fácil de distinguir
porque se le ve en lo alto de la viga cuando se ahorca.
Y
la verdad es que me quedé contrariado porque el amigo no pareció
marcharse muy convencido. Siempre me han dicho que soy un intelectual
y que hablo muy bien, qué digo bien, ¡un pijo de bien!, y yo no le
veo más que ventajas a esto de ser intelectual, pero a veces, no sé,
como no tenga cuerpo de Góngora... no alcanzan a comprender todo lo
que quiero decir.
En
resumidas cuentas, que este fin de semana me voy a invadir Ayna con
otros amanecistas de esos tan locos, tan absurdos y tan rurales que
la ley llega a permitir. De paso, ya que estamos, invadiremos también
Lietor y Molinicos, porque son lugares muy vistosos, que no hacen mal
a nadie y que cuando no vas en bici, comes muy bien.
Y
que, como ya he repetido en otras ocasiones, es esta una experiencia
contingente pero necesaria que hay que disfrutar al menos una vez en
la vida, siempre y cuando lleven una calabaza en el corazón, les guste la moto que les he comprado y hayan captado todo esto que
llevo hablado: que el que vive y siente el amanecismo... tiene
cuerda para rato.
Pero
ya me callo, sí, ¡la tabarra que les estoy dando!
¡Viva
el amanecismo, y viva el arroz de Calasparra!
Aunque
lo que me fastidia es que a lo mejor no llevo razón, ¿me entienden?