25 de enero de 2010

EL DIABLO ENCENDIÓ UNA HOGUERA

Esta es la historia de un accidente ocurrido hace unas semanas.
Una historia de esas que uno preferiría olvidar pero de la que yo quiero dejar constancia.
Porque ocurre que, pese al mal rato que pasé aquella mañana, he aplicado el sabio consejo de mirar las cosas con perspectiva y extraer todo lo bueno de lo malo.

En uno de los mejores días del año, el día de Reyes, rematé un cúmulo de grandes emociones con un gran disgusto. Al principio fue horrible, luego se me fue pasando gracias al enfoque tan positivo que dieron todos en mi familia, pero qué mal rato pasé.

En mi familia yeclana es tradicional entregar los regalos la noche del día 5, después de la cabalgata. En mi casa siempre ha sido la mañana del día 6. Desde pequeños nos íbamos a la cama a dormir y a la mañana siguiente, el primero que se levantaba despertaba a sus hermanos y salíamos corriendo al salón a ver si habían pasado los Reyes.
Así que ahora, con niños pequeños, lo tenemos claro: se viven los Reyes en Yecla y cuando han jugado un rato con sus regalos, han cenado y están ya agotados de emociones se les pone el pijama, les metemos en el coche, bien tapados con una manta, y nos vamos a Petrel. Llegan dormidos, claro, y les pasamos a la cama. Entonces entre todos los hermanos ponemos los regalos en el salón para, al día siguiente, actuar todos como niños, creyéndonos que han pasado los Reyes de verdad.
Este año mi madre fue bien temprano a casa del vecino, que tiene caballos, para traerse boñigas y colocarlas en el camino, a la entrada de la casa. (!!) Lo cierto es que al salir nadie podía negar que los camellos de los Reyes se habían aliviado allí mismo.
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Entre mayores y pequeños somos catorce así que imaginad cómo queda el lugar de paquetes, rematados por globos, chucherías y otros adornos. A la mañana siguiente allí se arma un jaleo de mil demonios. Y cuando por fin todos han destapado sus paquetes con desesperación, la visión del campo de batalla es la misma que si hubiera pasado un tornado por el salón.

Al estar en el campo, en más de una ocasión hemos encendido una hoguera para quemar tanto envoltorio y tanta caja.
(Sí, sería mejor reciclar, pero es que es demasiado agobio el de ese día y da mucho gusto eliminar de un plumazo tanto enredo).
Esta vez, aprovechando que habían cortado muchas ramas secas de un pino gigante que tenemos en el campo, encendí un gran fuego (he ahí mi parte diablesca dando rienda suelta a mis instintos) y me puse a quemar todo aquello que no valía.
Y qué placer, porque además la mañana era muy fría y daba gustito el calor de la hoguera.

De repente salió mi hermano Fran, con una cara muy preocupada para decir que faltaba una bolsa de regalos, pero le tranquilicé diciendo que yo solo estaba quemando papel y cartones vacios.
Pero la bolsa no aparecía por más que dentro de la casa buscaban por todas partes. Volvieron a salir convencidos de que yo la podía haber tirado al fuego, pero yo seguía tranquilo y seguro de no haber cogido ninguna bolsa, todo lo que yo estaba quemando era papel. Pero entonces oí gritar a Fran: "Pero es que la bolsa era de papel!! Y tenía mucha ropa de bebé dentro. Y una gargantilla!! Y una pulsera!!"
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Me quedé mirando la cara de mi hermano y a la vez las grandes llamaradas ante mí y una duda empezó a corroerme por dentro. Pero yo me había limitado a coger grandes cajas vacías en las que metí envoltorios, papel de regalo roto, cartones... No había cogido ninguna bolsa con ropa dentro!! No podía ser!! Además, todo lo que yo había tirado estaba apartado en la cocina, no en el salón.
Mi hermano empezaba a ponerse muy nervioso. Eran los regalos para su hijo y para Laura y decía que se había gastado casi 500 euros!!
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Apagad ese fuego, apagadlo!! - gritaba. A mí se me estaba descomponiendo la cara por momentos. No es que pretendiera él recuperar algo que ya se habría quemado en caso de estar ahí, simplemente quería asegurarse de que no estaba en el fuego y seguir buscando.
Pero en la casa no aparecía por ninguna parte. Yo ya no sé si sentía frio o calor, pero estaba muy agobiado con tan solo imaginar que hubiera cometido semejante accidente.
Tiramos un par de cubos de agua al fuego y con un palo empezamos a escarbar entre la ceniza. Finalmente entre las brasas apareció un trozo de bolsa de papel en el que se podía leer Benetton y oí que Fran decía "Aquí está" con un disgusto en su voz que me dejó petrificado.
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Se me amargó el día por completo.
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Me tuve que sentar para asimilar lo que había ocurrido. Veía cómo los demás seguían escarbando entre las cenizas intentando encontrar la gargantilla y la pulsera que no aparecían por ningún lado.
La primera en querer animarme y quitar importancia al asunto fue Laura diciendo que estaba resultando un día de Reyes inolvidable y que ya tenía una historia bien buena que contar en el blog, pero la verdad es que yo estaba hecho polvo.
Sólo me empecé a animar cuando decidí que, aunque era mucho dinero, se lo repondría y punto. Entonces mi hermana dijo que le podría haber pasado a cualquiera ante semejante caos y que no me apurara, que entre todos lo repondríamos. Y a todo esto continuas bromas y un buen humor que yo no podía entender. Yo no lo vi porque me metí en la casa con una cara hasta el suelo pero en su afán por animarme me contaban después que se pusieron a grabar en video la montaña de restos humeantes explicando lo que había ocurrido. Tomás ponía la voz de Iker Jiménez, el presentador de Cuarto Milenio, dando misterio a la cosa porque las joyas no aparecían.
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Después llegó un amigo que es único en convertir en cómico hasta el más dramático incidente y cuando supo de lo acontecido se echó la mano a la muñeca y exclamó: “¿Y mi Rolex? Juan, tú no habrás tirado al fuego…”
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Pero ahora, a toro pasado, veo que esa mañana tuvo un espíritu muy especial. A pesar de mi disgusto y el de mi hermano, de repente éste asimiló el hecho y cambió su humor para animarme con muchos abrazos. Laura también se puso muy cariñosa conmigo con muchos besos y abrazándome me decía con un humor excelente que ahora llegaban las rebajas y se podía comprar todo mucho más barato. En fin, que hubo una unión muy fuerte y un gran bienestar por parte de todos ante un hecho que en realidad no tenía más importancia que la exclusivamente material y que lo mejor era reírnos todos de la anécdota.
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Después quise resarcir a Fran de su pérdida pero no había manera de que aceptara ni la mitad de lo que yo le daba, que solamente consintió cuando, tras mucho insistir, le pedí que lo tomara como obsequio para Saúl.
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Hace escasos días recibí un correo de una amiga que traía las siguientes imágenes.


En ese puntito azul – decía - estamos todos.
Todas nuestras guerras…
Todos nuestros problemas…
Toda nuestra grandeza y toda nuestra miseria…
Toda nuestra tecnología, nuestro arte, nuestros logros…
Todas las civilizaciones, toda la fauna y la flora…
Todas las razas, todas las religiones…
Todos los gobiernos, países y estados…
Todo nuestro amor y nuestro odio.

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Seis mil millones de almas en convulsión constante.

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Sencillamente, desde esa perspectiva, no hay lugar para el disgusto por aquella hoguera que encendí, ni espacio para preocupaciones tan banales. No logro que quepan en ese punto azul.

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Nos olvidamos de nuestra insignificancia, y por lo general no resulta fácil, pero si lográramos despejar las densas nubes que a veces nos atenazan descubriríamos que en lo que subyace detrás está la verdadera esencia y el auténtico sentido de las cosas.

19 de enero de 2010

DE VILLENA A YECLA, de la A a la Z.

Ya dije por aquí que pertenezco al honroso Club de los Ignorantes del Mundo del Automóvil. Es por esto que respaldo solidariamente a aquellos que para describir un coche se basan únicamente en su color.

"Pepito se ha comprado un coche"
"¿Ah, sí? ¿Cuál?"
"Uno rojo"
"Pero qué marca?"
"Y yo que sé qué marca, qué más da, un coche rojo!"

¡Dí que sí! Y la cabeza bien alta... (Siempre habrá alguien que me comprenderá)

Tampoco me apasiona conducir. Hacerlo por ciudad en hora punta es desesperante por lo que suelo ir a pie a todas partes.

Sin embargo sí me relaja conducir cuando lo hago en solitario por carreteras secundarias poco transitadas y tan conocidas como para poder poner el piloto automático y que el coche me lleve solo (es un decir, ya me entendéis, ¿no?)


Recuerdo el placer que me suponía realizar el trayecto desde mi casa de Petrel hasta la Universidad. Estrenaba entonces carnet de conducir y la autovía me infundía aún demasiado respeto, así que opté por ir a la facultad dando un rodeo por un carretera muy tranquila que atravesaba Agost (un pequeño pueblo alfarero de aspecto rojizo) y me llevaba sin pérdida posible hasta San Vicente del Raspeig. En días soleados y con la música puesta, el recorrido se me hacía bastante corto, pero para amenizarlo aún más, me gustaba hacer una especie de juego mental que consistía en dividir todo el trayecto en tantas etapas como letras tiene el abecedario. Cada etapa debía tener un elemento que hiciera referencia a la letra en cuestión.


Hace ya tiempo de aquella vida universitaria por lo que he olvidado los nombres de los tramos, pero todavía recuerdo un par de ellos: la zona en la que un acueducto discurría paralelo a la carretera era el trayecto R, de Romano. Y tras ver una pequeña tienda, totalmente pegada a la carretera, que tenía un cartel que decía "HAY TABACO", aquel ya fue para siempre el trayecto T.

En los miles de kilómetros que llevo hechos de Villena a Yecla (primero como novio de la extranjera y ahora como currante) también puse en su día un nombre a cada tramo y hoy os los voy a presentar.

A de AVE. Para dejar Villena hay que atravesar la via del tren. Por aquí aún no pasa el AVE, pero para empezar el abecedario fue la primera palabra que me vino a la cabeza.
B de BOMBILLAS. Esta tienda de lámparas me sirvió para dar nombre a la segunda etapa.
C de CEMENTERIO DE COCHES. En las afueras de la ciudad y en la distancia ví un desguace que me encajaba perfectamente para la tercera letra.
D de DEPECHE MODE. Junto a la carretera había una casa en ruinas en la que había un cartel anunciando a este grupo. La casa fue demolida hace tiempo, pero el trayecto conserva el nombre en su honor.

E de ESPESURA. (Ver video final)
F de FOLLÓN. Simplemente porque hay un cruce con muchas señales para desviarse a la pedanía de Las Virtudes.
G de GIRO a la izquierda. No se puede ser más explícito. Allí está para el que quiera ir a comprobarlo.
H de HUELE MAL. Un tramo éste en el que por culpa de cierta extensión de agua estancada flotan unos efluvios a huevo podrido que ofenden gravemente a las narices.
I de IIIIIIIII. Por una curva muy pronunciada a la derecha. Si se toma con velocidad el mismo coche dice el nombre del tramo. (A ver, los listillos absténganse de llamar a los loqueros: uno se divierte como buenamente puede)

J y K de JUNCOS y KAÑAS. Los hay durante un buen tramo.
L de LUZ entre pinos. (Ver video final)
M de MIEDO. Porque llega un cambio de rasante con curva incluida que siempre me ha dado repelús.
A esta recta casi infinita la tenía que bautizar a la fuerza con la N de NO TE DUERMAS.
(No existe tramo Ñ porque nunca he visto un ñu ni un ñandú ni un ñoño que me lo pusieran a huevo) O de OLIVOS. Arboles cuya diminuta flor deja volar en primavera un jodío polen que se mete en mi coche y también en mis ojos y me los pone como dos cebolletas. P de PINADA. Uno junto al otro, en fila india. Me gusta esta imagen. Q de QUÉ COÑO ES ESO? Porque después de kilómetros sin verse ninguna construcción, aparece esta mole a la derecha.
R de REGIÓN A LA VISTA. Es decir, la famosa frontera entre Villlena y Yecla, entre Alicante y Murcia, entre España y el extranjero.
S de SUSTO. Pues en este tramo fui testigo de cómo un coche se salía de la calzada y labraba literalmente un bancal. Al ocupante no le ocurrió nada pero el mal trago no se lo quitó nadie. Y yo me fui con temblor de piernas.
T de TINTO MUEBLES. Eso se podía leer en un cartel publicitario ya próximo al pueblo. Ya no existe el cartel, pero he querido rebautizar el tramo T y no veo nada que me ayude a ello. U de UMBRÍA. Hay conductores que en días de verano paran un rato para refrescarse a las sombra de estos grandes pinos.
V de VUELVO A CASA. Pues Yecla asoma ya en el horizonte. X de XPOSITORES. Toda la entrada a Yecla está colmada de grandes tiendas y almacenes de muebles con amplios escaparates exponiéndolos.
Y de YECLA. Obviamente. Z de ZASS, LLEGUÉ!!

(Vale, lo admito: no tengo remedio.)

14 de enero de 2010

UN RETO: QUE SALUDE APAMEN


Voilà: Apamen.
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No es una muñeca de porcelana, aunque así lo parezca a primera vista por ese cabello tan brillante y esos labios perfectamente perfilados.
Tampoco es un personaje japonés de dibujos animados de aquellos que salen en la tele con unos ojos más grandes que la propia cara.
En realidad es una diablesa, o mejor dicho una niña que aún no sabía que se casaría con el Diablo, la muy incauta!
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Me contaba su padre que no recuerda un día tan frío como aquel en el que nació su hija, aunque poco le importaban a él las bajas temperaturas cuando fue a conocerla al hospital con el corazón brincándole en el pecho de alegría.
Tengo un dilema imaginativo sobre aquel día pues su madre siempre me ha dicho que nació muy muy fea mientras que su padre me dice que era la más bonita del mundo. No sé, pero desde siempre me he creído más la versión de mi suegro.
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La primera vez que sus padres le enseñaron el mar, Apamen se llevó tal impresión que echó a correr y no había quién le diera alcance. Finalmente su padre la atrapó cuando estaba a punto de cruzar la carretera. "Menudo susto nos dió - me contaba- tuve que pegarle un zurrío en el culo. Y luego otro al marcharnos, pues cuando por fin se metió en el agua ya no había manera de hacerla salir"
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Yeclana de pura cepa, tuve que cruzar una frontera para conocerla hace ya casi 20 años (mecaguenlaleche cómo corre el tiempo) y durante algún tiempo ambos pensamos que teníamos más o menos la misma edad.
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-¿Cuántos años tienes?
- Dieciséis
- ¿¿Dieciséis?? - y pensé: ¿pero qué hace una cría de dieciséis en una discoteca a estas horas?
- Sí, ¿y tú?
- Diecinueve. (No me atreví a decirle que en realidad tenía 24 y tardé bastante en confesarle mi verdadera edad. Y cuando digo bastante es... ¡meses!)

Cuando la conocí, Mª Carmen trabajaba cuidando a dos niños pequeños. Les preparaba la merienda, les cambiaba los pañales y les sacaba a pasear. La niña era tan pequeña que no sabía decir su nombre y la llamaba Apamen. Me gustó cómo sonaba y yo también la empecé a llamar así. Y con Apamen se quedó.
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Aparte de lo que supone pasear por Yecla en los meses fríos, (os aseguro que un pingüino en el invierno yeclano se sentiría en su casa), el verdadero suplicio de aquel noviazgo lo tenía el hecho de que su padre tuviera grandes hectáreas de olivos y vides. Porque si al menos hubiera sido como en las películas o como en la serie de Falcon Crest donde el patrón llegaba a caballo a ver sus latifundios y luego se tomaba un café contemplando la recolección... No, no, qué va, era dueño pero de lo más currante y allí pringábamos todos desde la mañana hasta el atardecer y si la hija iba a coger uva u olivas, el novio (osea, el menda) no iba a ser menos. Y cuánto me fastidiaba a mí que mis cuñados también tuvieran novias y las muy melindrosas no asomaran por el campo jamás. ¡Jo, cómo las envidiaba!
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Para entenderlo bien hay que meterse en situación: septiembre, un sol picante que se reía de los sombreros, taladraba la sesera y tostaba el cuello como un rojo pimentón. Calor, avispas entre el festín de uvas pegajosas, hileras infinitas de vides repletas de racimos a ras del suelo. Los riñones suplicándote que lo dejaras ya y el sudor metiéndose en los ojos. Y así, hora tras hora. Y la abuela Paca diciendo desde lejos: "Cómo te han engañao, ¿eh Juan?" ¡Mecaguenlaputa, ya lo creo!- gritaba yo por dentro.
Pero yo veía por allí a mi novia tan sonriente y lozana que me callaba y seguía p'alante. ¡Qué remedio!
Al tercer fin de semana se acababa por fin la vendimia, justo cuando ya estaba a punto de morirme. Pero qué! luego pasaba otro año y llegaba otra vez el temido septiembre y cuando mi novia me decía que ese fin de semana tocaba ir a vendimiar yo tragaba saliva, empezaba a rezar a todos los santos y entendía perfectamente lo que es el amor verdadero.
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Y luego en enero, ¡no te lo pierdas! ¡la cogida de la oliva! ¡Apasionante! Un frio de ese que hay que ponerse dos camisetas, jersey de lana, un chandal y otro chandal encima, guantes, gorra de lana y una fuerza de voluntad como para saltar cuatro montes. Que te dabas un golpe en una oreja y se te romía y la tenías que buscar por el suelo. ¡Y hala, a coger olivas!
Si al menos hubieran sido las que había en los árboles, pero es que gran cantidad de ellas estaban en el suelo las muy jodías y el suelo no era en absoluto liso ni de tierra sino desigual y de guijarros. Vamos, que era un faenón de chinos ponerse con guantes y dedos helados a atrapar olivas que jugaban al escondite y con todas las piedras habidas y por haber hincándose en las rodillas. Y ese frío que había que combatir encendiendo un fuego en medio del bancal....Y la abuela Paca gritándome desde lejos: "Juan, las olivas hay que cogerlas a dos manos, que si no, amargan..." Me acuerdo que yo miraba a mi novia y le susurraba: "Sácame de aquí. Huyamos lejos para nunca más volver"
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Y entre eneros y septiembres el tiempo fue pasando y Apamen dejó aquellos niños para ponerse a trabajar con su hermano mayor como cosedora en una tienda de cortinas. Siempre ha sido muy habilidosa trabajando y cosía a velocidad de vértigo colchas, edredones, pabellones, cojines... además de lo experta que se ha hecho en hacer el dobladillo a los pantalones. Tan perfeccionista en su trabajo es que tenía siempre a mano un mechero para quemar cualquier cabo de hilo que sobresaliera por pequeño que fuera para que la faena quedara bien rematada.
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Por aquel entonces yo trabajaba como conserje en un instituto de Elche en el que me adjudicaron la vivienda del centro. Como lo que más queríamos era estar juntos se aventuró a dejar su trabajo para venirse conmigo y buscar ocupación allí. Pero la jugada nos salió doblemente mal. No sólo es que no encontró trabajo como cosedora en ninguna tienda sino que cuado faltaban escasos meses para casarnos y vivir juntos en aquella casa ya decorada a nuestro gusto, una sucia maniobra de administración y sindicatos nos puso en la calle a todos los conserjes interinos y yo tuve que dejar casa e instituto y ella volver a Yecla. Aquello fue muy doloroso para ambos.
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Pero no hay mal que por bien no venga y con los miedos e inseguridades propios de esa acción, nos compramos un acogedor piso en Yecla y nos casamos igualmente. Aquel fue un día tan caluroso como feliz.

No me voy a olvidar en la vida de aquella noche que volvíamos a casa después de haber estado en la de una amiga picoteando jamón y otras viandas.
- Qué asco me estaba dando el olor del jamón- me dijo al salir
- ¿Asco? - dije yo, poco intuitivo - ¡Pero si estaba buenísimo!
Y al llegar a casa me enseñó un Predictor con una linea rosa en el visor. No sé bien cómo lo hice pero me reía a carcajadas y lloraba al mismo tiempo.
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Y nació Samuel. Y yo me moría por volver a casa para verle y jugar los tres. Y entonces tuvo Apamen una mastitis horrible y tuvieron que hacerle una incisión en ambos pechos para extraerle tanto pus acumulado. Qué verano aquel en el que cada dos por tres tenían que hacerle curas rellenando y extrayendo gasas del agujero. Qué mal lo pasó.
Pero nada comparable al dolor y la desesperación de aquel día cuando con siete meses de vida tuvimos que ingresar de urgencia a Samuel y aquel médico del hospital de Murcia nos dijo "Vayan preparándose para lo peor: su hijo podria fallecer en las próximas horas" El miedo, el dolor y la frustración fueron tan grandes que estoy seguro que a ambos nos sigue quedando un trauma dentro a pesar de que, gracias a Dios, nuestro hijo sobrevivió al meningococo que estaba bastante extendido por su sangre. Hoy temblamos con una simple fiebre.

Hace casi tres años que nació Aitana. Al contrario que en el primer embarazo, que no le dio ningún problema, éste hizo pasar a Apamen nueve meses espantosos, cosa lógica al tener dentro una nena que es su vivo retrato, pues ya se sabe que los polos del mismo signo se repelen. Pero luego nació la niña de los peines y se olvidó todo por completo. Sólo hay que verla y oirla (no se calla ni debajo del agua) para que te alegre el día.
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Apamen trabaja hoy de dependienta en una tienda de frutas y verduras que hay justo debajo de nuestro piso. Cuando está simpática conmigo la llamo Frutera, cuando se pone borde se convierte en mi Verdulera. El matiz está ahí, con toda la intención.
Parece haber nacido para este trabajo pues se siente como pez en el agua reponiendo, atendiendo, haciendo pedidos... Siempre con una sonrisa en los labios. Claro que estoy convencido de que desempeñaría perfectamente cualquier trabajo porque es de las personas más vountariosas y diligentes que he conocido en mi vida. Aunque en el trabajo que recibe todos mis honores y admiración es en su papel de madre: cuidando todo hasta el último detalle con amor.

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Hoy he querido escribir sobre Apamen por tres razones:
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La primera es porque ya iba siendo hora que dedicara una entrada a mi mujer, que bien lo merece mi frutera.
La segunda es porque este año cumplimos diez años de casados ( ¡¡Diez!! ¿es que el tiempo sólo hace que correr y correr?)
Y la tercera es porque se me ha ocurrido un reto: ella no lee mi blog salvo cuando le pido que lo haga (y no siempre lo consigo), por lo que sólo me ha dejado dos o tres comentarios en todo este tiempo.
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Así que de momento no le voy a decir que he escrito esta entrada sobre ella. Quiero esperarme unos días y entonces le diré que hay una sorpresa en el blog.
¿Entrará a leer movida por la curiosidad?
Y si encuentra algún mensaje vuestro para ella ¿entenderá la enorme satisfacción que supone saber que hay gente anónima pero amiga al otro lado que se ha detenido a leer y dejar unas palabras amables? ¿se percatará de lo increíble que resulta que abriendo una ventana uno pueda encontrar a conocidos y desconocidos que pasan a saludar desde cualquier punto de la geografía? ¿Comprenderá así la magia de los blogs?
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Apamen, si has llegado hasta aquí, he conseguido el reto. Ahora sólo falta que entres a saludar a mis/nuestros amigos blogueros para que ellos sepan también que el reto está conseguido.

10 de enero de 2010

EL GUSANILLO DEL ÉXITO


A estas alturas de la película ya os habréis percatado de que a este blog lo nutro con muchos episodios del pasado, de vivencias que no me importa hacer públicas y compartir con vosotros.

Al pasar las páginas de los álbumes de mis recuerdos son muchas las veces que exclamo “No es posible! ¡Yo no pude hacer aquello! ¿Cómo fui capaz? ¡¡Bufff, qué tiempos!!”


Uno de aquellos eventos que hoy me cuesta asimilar que de verdad ocurrieran es que yo subiera en varias ocasiones al escenario del Teatro de Petrel con todas las localidades vendidas y me pusiera a cantar ante un público... que me aplaudía entusiasmado!! ¡En serio!
Vale, hay un detalle importante que he de dejar claro: no es que cantara yo, eran play backs, pero bueno, no le vayamos a quitar mérito a la cosa: había que aprenderse las letras e interpretar las canciones y elegir un vestuario apropiado… ¡y tener el coraje de hacerlo sin sentirse ridículo, que no es moco de pavo!
La culpa de aquellos tres o cuatro años de artisteo familiar la tuvo Mª Salud, vecina del campo y prima de mi madre.

Mª Salud es de esas mujeres que han nacido con la vocación de escenario en las venas. De esas que cogen una zanahoria como si fuera un micrófono y se ponen a cantar y bailar ante un espejo con tanto entusiasmo y entrega que se le terminan quemando las lentejas.
Y fue Mª Salud la que, en el verano de 1993, animó a mi madre para que montaran juntas un sencillo espectáculo de play back en su casa de campo. La idea era pasarlo bien "cantando" canciones de su gusto y haciendo disfrutar a los asistentes de una velada musical.
Todo reunía las condiciones apropiadas para el evento: noche de verano, jardín con estanque, luces ambientales y agradecidos vecinos.
Pero todo esto que puede resultar de lo más normal, no sé cómo ni por qué, nació con magia.
Y la magia le dio su aura dorada: lo falso adquirió tintes de realidad, lo improvisado resultaba profesional, lo sencillo tenía tan buen gusto que aquel primer encuentro entre "artistas" y público fue tan comentado que el espectáculo se tuvo que repetir de nuevo por petición popular.
Así que mi madre, a la que el gusanillo del éxito había mordido con fuerza, introdujo el virus en mi casa.
El primero en sucumbir a los encantos del escenario fui yo. Hacía falta gente para la causa y me convencieron. Sorprendí a mi novia haciendo de Julio Iglesias (ella no sabía que yo iba a actuar) y al verme aparecer todo vestido de blanco entre las luces del estanque le saltaron las lágrimas.
En 1994, lo que ya llamábamos Gala del Verano alcanzó todo su esplendor. Teníamos presentadora, que incluso cambiaba de traje en los intermedios; Mª Salud interpretó a Isabel Pantoja, Jennifer Rush, Rocío Jurado…; mi madre se puso en la piel de Nati Mistral, Mª Dolores Pradera, Gloria Lasso…
Mi hermano Fran bailó con arte una sevillana, siendo Tomás y yo sus palmeros y mi padre el guitarrista. Yo tuve la jeta de iniciar el espectáculo con mi primo Santiago y con Fran, disfrazados de bailarinas con pelucas rubias y bragas rojas meneando el trasero al compás de Strauss...
¡¡ teniendo a mis suegros entre el público !!
Por si fuera poco, convencí a mi novia y dos amigas a hacer una estupenda coreografía al Julio Iglesias que ya no podía faltar. Se movieron de una forma tan sincronizada y vistosa que tuvimos un éxito arrollador.
En octubre de ese mismo año, el periódico local El Carrer hacía una referencia a nuestra fiesta y publicaba una foto del momento final con el público aplaudiendo. Entre otras cosas decía: "No son artistas, pero lo parecen (...) El verano que ya está casi lejano será siempre recordado por los allí presentes"
Y tanto. Los allí presentes alabaron de tal forma aquellos ratos que la noticia corría de boca en boca como reguero de pólvora por todo el pueblo.

Y llegó el día en que saltamos a la fama. Se estaba construyendo por entonces una Residencia para la Tercera edad y, dada la fama que nos habíamos creado, hubo gente que pidió a Mª Salud colaboración para recaudar dinero para la obra. Y accedimos.
El mismísimo Teatro de Petrel abría sus puertas para que actuáramos para tanta demanda de público.
Yo me echaba las manos a la cabeza "¿Al teatro?" Una cosa era actuar para unos cuantos vecinos al aire libre en casa de Mª Salud, pero ir al teatro, ¿no era exagerar? ¿No sobrarían asientos por todas partes?
La respuesta es contundente: el Teatro se llenó hasta reventar. Y nosotros - desde ahora el Grupo Gente - aguardábamos tras el telón el momento de la verdad.
Los camerinos estaban llenos de ropa, de pelucas, de maquillajes, de instrumentos y de nervios. El murmullo de la gente ocupando sus butacas creaba de repente un violento choque con la realidad que nos hacía exclamar: "¿Pero qué estoy haciendo aquí?" Sin embargo el gusanillo del éxito roía y roía el estómago introduciendo su agridulce veneno.
Todos estábamos pendientes de no retrasarnos, de no olvidar nada, de no sentir miedo ni ridículo: en definitiva, de no defraudar.
No hablaré de a qué artistas interpretamos porque fueron muchos. Sólo diré que las cortinas se abrieron y los focos cegaban nuestros ojos. Que llegaba siempre el momento en que la presentadora te anunciaba y debías dar el primer paso para salir. Que se lograba dominar ese primer amago de pánico. Que el público era invisible a los ojos pero se sentía con intensa fuerza. Que la música empezaba a sonar y que ese era tu momento, el momento que habías de aprovechar. Y que el sonido de los aplausos sonaba a música celestial que te dilataba por dentro.
Como siempre, Mª Salud se las ingeniaba para que los últimos números tuvieran la suficiente garra como para que el espectáculo no decayera y la gente se marchara con buen sabor de boca. Recuerdo especialmente cuando interpreté a Carlos Mejía Godoy y dos amigos míos y mi hermano Fran me acompañaban como Los de Palacagüina. El play back fue tan real que el público nos coreó con palmas y risas y terminaron aplaudiendo a rabiar.
De nuevo el espectáculo se tuvo que volver a hacer otro año porque tanto los que acudieron a verlo como los que todavía no, pedían más y más. Pero nunca repetíamos lo mismo, siempre era distinto. Y eso no resultaba nada fácil.
Además, dada la situación, pensábamos que se requería que nos superáramos cada vez más. Había que montar luces, preparar el sonido, crear decorados... Había que convencer a tantos a poner toda su voluntad... ¿Y quién cogía las riendas de la responsabilidad? ¿Qué pasaba si fallaba a última hora el ballet o el del video? ¿Qué ocurría cuando alguien renunciaba? ¿Y cuando había distintos puntos de vista?
Lo que empezó como un rato para pasarlo bien en familia comenzaba a desbordarse. La gente continuaba (y aún hoy continúa) pidiendo más funciones, pero el gusanillo del éxito se aletargó, emborrachado de tanto placer repentino y ahora tiene pereza incluso para moverse.
De todas formas, cuando echo la vista atrás, recuerdo con más cariño los momentos locos del principio, en el jardín de Mª Salud, cuando uno se ponía tan nervioso al no encontrar su micrófono que terminaba cogiendo una cuchara, cuando saludaba a los asistentes que se sentaban en sillas plegables y casi los podía tocar si alargaba la mano y se escuchaban las carcajadas en los momentos cómicos.

Algunos años después me llevé la grata sorpresa de que el verdadero Carlos Mejía Godoy y los de Palacagüina venían a actuar al Teatro de Petrel.
No me lo pensé dos veces y fui a verles.
No pude dejar de sonreír al escucharles cantar Son tus perjúmenes mujer, aquella canción que en su día elegimos y que tanto gustó.
Cuando acabó la actuación me acerqué a saludarles. Al comentarles que unos amigos y yo, en ese mismo escenario, nos habíamos puesto en su piel unos años atrás se sorprendieron de conocerme pues ya había gente que se lo había comentado!!
Yo les enseñé la foto de nuestra actuación y divertidos y jocosos se ofrecieron todos muy amablemente a dejarme sus autógrafos. Carlos incluso me dedicó un dibujo.


Todavía lo pienso incrédulo: “No es posible! ¿De verdad hicimos todo aquello?”
Sí, sí, lo hicimos, y fue todo un éxito... ¡¡Qué tiempos!!

4 de enero de 2010

DIÁLOGOS INTERCEPTADOS (II)

En el año 1999 me divertí escribiendo una serie de diálogos que tenían por protagonistas a los miembros de mi familia.
Mi intención era reproducir escenas surrealistas o exageradas a partir de un hecho real bien conocido por todos, con lo que su posterior lectura divirtió mucho tanto a los implicados como al resto.
Ya escribí hace unos meses la primera entrega de lo que en su día denominé DIÁLOGOS INTERCEPTADOS y que en aquella ocasión tenía por protagonista a mi padre en una conversación casual con Cristóbal Colón.


Hoy es el turno de publicar en el blog otro de aquellos divertimentos, siendo esta vez mi madre "la homenajeada".
Para que quede claro el origen de este escrito en concreto, os pongo en antecedentes: un día de verano a la hora de comer y una jarra de aluminio que estaba en el congelador y que al sacarla descubrimos que tenía un abultamiento en su base. Mi madre dio su explicación al hecho y todos la aplaudimos y bromeamos diciendo que merecía el premio Nobel.
A partir de ahí…
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DE TODAS LAS LLAMADAS TELEFÓNICAS QUE NUESTRA MADRE HA RECIBIDO EN SU VIDA, LA MÁS INCREÍBLE LE LLEGÓ DESDE EL NORTE DE EUROPA. NADA MÁS Y NADA MENOS QUE DEL REY CARLOS GUSTAVO DE SUECIA, QUE LA CONVOCABA A LOS PREMIOS NOBEL PARA OTORGARLE TAN IMPORTANTE GALARDÓN.
ES HOY UN PRIVILEGIO DISPONER DE ESTA CONVERSACIÓN COMO PRECIOSO DOCUMENTO QUE DEJA PATENTE LA INTELIGENCIA DE ESTA MUJER.
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MAMÁ: (alzando la voz) ¡¡Nenes, a comer!!
(Pasan a la cocina Fran , Ana, Tomás y Juan. Después entra el papá. Antes de que se hayan sentado todos, Tomás ya ha terminado)
ANA: Mmmm, qué rico!!
PAPA: Sacad el pan.
FRAN: ¿Dónde está la jarra del agua?
MAMÁ: Ah, la he metido en el congelador.
TOMÁS: (se levanta para sacarla) Ehh, ¿qué le ha pasado a la jarra? Se le ha hecho un huevo en la base.
PAPÁ: ¡Qué curioso! Se ha congelado el agua y ha presionado el metal.
FRAN: Pero cómo, debería haber salido el hielo por encima…
ANA: Qué raro, ¿tanta fuerza tiene el agua?
JUAN: Si no lo veo no lo creo.
TOMÁS: No se puede mantener la jarra en pie del bollo tan grande que tiene.
FRAN: No le veo explicación.
MAMÁ: (secándose los labios con una servilleta y las manos en su delantal) Es sencillo: el agua se ha solidificado al descender su temperatura a menos de 0 grados. Puesto que lo primero en convertirse en hielo ha sido la superficie del líquido visible, el resto del volumen no ha tenido más remedio al dilatarse que hacer presión sobre paredes y base, siendo ésta la que más fácilmente ha cedido a su empuje.
(Silencio sepulcral de toda la familia que la mira como si no la conociera de nada.
Suena el teléfono. Ana se levanta para cogerlo)
ANA: ¡¡Mamá, es para ti!!
MAMÁ: (coge el auricular) ¿Dígame?
REY DE SUECIA: ¿Señora Ana Rodríguez?
MAMÁ: Dime, Emilio (un vecino)
REY DE SUECIA: No, no, soy Carlos Gustavo de Suecia
MAMÁ: ¿Quién?
REY DE SUECIA: La llamo como representante del país donde se entregan anualmente los premios Nobel.
MAMÁ: ¿Sí? ¿Qué me ha tocado?
PAPÁ: (que se ha acercado a ella) ¿Quién es?
MAMÁ: (tapando el auricular) No lo entiendo bien, no sé si ha dicho Karlos Arguiñano o… no sé.
REY DE SUECIA: Es normal que se haya quedado sin habla, y aún más si le digo que será usted condecorada con el premio Nobel de este año.
MAMÁ: ¿Un premio? ¿Pero qué premio?
REY DE SUECIA: Cuál si no, distinguida dama: el premio Nobel de Física.
PAPÁ: (con cara de intriga) ¿Pero quién es?
MAMÁ: Pues como no sea el director de la Caja de Ahorros de Petrel… me suena la voz, pero no caigo.
REY DE SUECIA: ¿Cómo dice?
MAMÁ: No, nada, hablaba con mi marido. Y qué tengo que hacer.
REY DE SUECIA: En breve recibirá un billete de avión para Estocolmo. Será recibida con todos los honores en el aeropuerto de nuestra capital y conducida al Hotel Escandinavia donde conocerá al resto de galardonados.
MAMÁ: Eres Emilio, ¿verdad?
REY DE SUECIA: Carlos Gustavo, señora.
PAPÁ: ¿Pero no eran de La Caja?
MAMÁ: Ay, no sé, pero parece que he ganado un premio de un viaje.
REY DE SUECIA: Bueno, aún no es oficial pero sí, el premio es suyo y usted conocerá a otros físicos y químicos como el checoslovaco Rudolf Hervend, la canadiense Catherine Dionê y el paquistaní Isrim Valiere.
MAMÁ: ¿Quiénes me ha dicho?
REY DE SUECIA: Sus descubrimientos, junto con el suyo, señora Rodríguez merecen el reconocimiento de toda la Humanidad.
MAMÁ: Pero ¿qué tengo que descubrir?
REY DE SUECIA: ¿Qué tiene que…? No sea modesta. Ya, ya ha descubierto el principio de interacción del átomo congelado.
MAMÁ: Pero…
REY DE SUECIA: Me encanta su sencillez, señora. Y su modestia. Pero no hablemos más. La gala se celebrará el mes próximo y sólo me resta darle mi más sincera enhorabuena, pues además no hay otro premiado español en ninguna categoría.
Nos veremos en Suecia, señora Rodríguez. Hasta entonces. (Cuelga)
MAMÁ: Vaya, se ha cortado.
JUAN: (desde la cocina) Pero se puede saber quién porras era. Se te ha enfriado el plato.
MAMÁ: (entrando de nuevo en la cocina) ¡Pues que he ganado un viaje!
TODOS: ¿¿En serio?? ¿A dónde?
MAMÁ: ¡A Suiza!
FRAN: ¡Qué chulo! Allí es todo precioso. Y se hablan cuatro idiomas...
TOMÁS: Pero no será un comecocos de esos… ¿Quién te paga el viaje?
MAMÁ: Un Gustavo, que llamaba desde Suiza.
JUAN: A mí me suena a timo, la verdad.
MAMÁ: Sí, a mí también. Voy a llamar a Emilio.
PAPÁ: ¿Al vecino? ¿Para qué?
MAMÁ: Yo creo que era él. Le voy a llamar diciendo que soy la Reina de Saba.