(Viene de AQUÍ)
En el nuevo amanecer, los rayos del sol encendieron la cumbre de los Picarzos, (foto 1) ese hermoso guardián de roca, símbolo indiscutible del pueblo de Ayna.
En el nuevo amanecer, los rayos del sol encendieron la cumbre de los Picarzos, (foto 1) ese hermoso guardián de roca, símbolo indiscutible del pueblo de Ayna.
Aproveché el suave frescor de la mañana para dar un nuevo paseo desde el hotel a la plaza del Ayuntamiento. En la quietud de las primeras horas se puede escuchar el rumor del río Mundo, más allá de las huertas.
Junto a los aromas que traía el aire, parecían llegarme también imágenes de aquellos tiempos de juventud, cuando con mi hermano y unos amigos acampábamos en la chopera y dormíamos al arrullo de la brisa y la música del agua.
Junto a los aromas que traía el aire, parecían llegarme también imágenes de aquellos tiempos de juventud, cuando con mi hermano y unos amigos acampábamos en la chopera y dormíamos al arrullo de la brisa y la música del agua.
Descendí por la calle Industrias y luego por la calle Moral, intercambiando los buenos días con la gente más madrugadora y embelesándome ante algunos rincones que no me cansaba de contemplar.
Encontré un escaparate que mostraba figuras de personajes de Amanece, que no es poco, (foto 2) que, supe después, están hechas a mano por uno de los compañeros de esta quedada.
Sobre las once de la mañana, cuando el sol ya se había puesto en jarras diciendo "Aquí estoy yo", los amanecistas nos reunímos en el Centro de Interpretación de Amanece, que no es poco, un lugar muy interesante por dos motivos: primero porque está repleto de curiosidades y recuerdos de la película, como la claqueta original, recortes de prensa, fotos, audios, vestuario... (foto 3)
Y, segundo, por encontrarse en una ermita que, siglos antes de ser iglesia parroquial, cuentan que pudo ser una sinagoga. Al alzar la vista, encontramos una impresionante techumbre de madera de tradición mudejar (foto 4).
Pero cada nuevo plan en la ruta a seguir resultaba más atractivo si cabe, pues después todo el grupo nos encaminamos a la vega del río para descubrir otros muchos escenarios de la película.
El primero fue el pasadizo por el que Elena, después de exclamar aquello de "¡Pero qué buen maestro es usted, Don Roberto!", se va a su bancal (donde le ha nacido un hombre)
Sobre las once de la mañana, cuando el sol ya se había puesto en jarras diciendo "Aquí estoy yo", los amanecistas nos reunímos en el Centro de Interpretación de Amanece, que no es poco, un lugar muy interesante por dos motivos: primero porque está repleto de curiosidades y recuerdos de la película, como la claqueta original, recortes de prensa, fotos, audios, vestuario... (foto 3)
Y, segundo, por encontrarse en una ermita que, siglos antes de ser iglesia parroquial, cuentan que pudo ser una sinagoga. Al alzar la vista, encontramos una impresionante techumbre de madera de tradición mudejar (foto 4).
Pero cada nuevo plan en la ruta a seguir resultaba más atractivo si cabe, pues después todo el grupo nos encaminamos a la vega del río para descubrir otros muchos escenarios de la película.
El primero fue el pasadizo por el que Elena, después de exclamar aquello de "¡Pero qué buen maestro es usted, Don Roberto!", se va a su bancal (donde le ha nacido un hombre)
Después, el punto en el que Jimmy y Teodoro, desde su sidecar, piden a un culto habitante un lugar donde alojarse, algo que no les resulta nada fácil (foto 6)
Continuó el descenso hasta las zonas de vegetación más densa, donde la proximidad del río empezaba a ser notable.
Pronto apareció la famosa calabaza (esa que todo amanecista lleva en su corazón), en un lugar donde puedes ponerte en el cuerpo del tío Pedro, literalmente, y declarar tu amor incondicional a la cucurbitácea. Yo así lo hice. (foto 7)
Y todavía más abajo se puede vivir la experiencia de nacer en un bancal junto al agostado Garciñuno, que ha quedado inmortalizado en una figura que tampoco crece (foto 8)
Dado que Pastora Vega no vino a desenterrarme, terminé de brotar yo solito.
(Gracias por las fotos, María José)
Dado que Pastora Vega no vino a desenterrarme, terminé de brotar yo solito.
(Gracias por las fotos, María José)
Pero si tuviera que resaltar un momento cumbre de este viaje, sería el de todo el grupo reunido, cuando, como escolares en lo alto del ribazo (foto 9), cantamos aquello de Valencia (es la tierra de las flores, de la luz y del amor...) , además de En el cuerpo humano (¡Aleluya, se llama corazón!) Parecíamos los niños cantores de Viena (pero en versión rural, rural nada más)
Se acercaba la hora de comer y el sol caía a plomo, pero como no había forma de cambiarnos el personaje, nos acercamos a un salto de agua (foto 10) que desprendía un maravilloso frescor, y en cuyo remanso metí la cabeza sin pensarlo.
(¿Calor yo? ¡Sí, pa tus morros!)
(¿Calor yo? ¡Sí, pa tus morros!)
De nuevo, ascenso al pueblo. Algunas voces pedían la dimisión y/o abdicación de los responsables del calor y la falta de cervezas frías, pero la mayoría no abría la boca, pues la necesitaban para resoplar en la cuesta arriba.
Y una vez en la civilización del asfalto, nos acercamos al caserón que sirvió de taberna en la película, que es casi un museo de atrezzos por la cantidad de cosas que allí se guardan. Fue fácil reconocer el rincón en el que cantó la soprano Elisa Belmonte (foto 11)
Aquel lugar llamaba a gritos a reproducir en la barra aquella inmortal escena de "Me cago en todos tus muertos uno a uno". Una vez más, el buen Gerardo me asignó otro papel, y me tocó ponerme en la piel de Gabino Diego para, con acento americano, decir aquello de "Oh, perdón, un momento exclusivamente, you know? Habla usted un pijo de bien, really, un pijo de bien, habla. Oh, sí. Oh, puede seguir." (foto 12)
Nuestro periplo bucólico cultural desembocó en el restaurante Casa Segunda, pues ya apretaba el hambre (y aún más la sed) Allí tuve la oportunidad de saludar a Ascensión y Adela, dos amigas ayniegas a las que hacía más de 20 años que no veía. A pesar del mucho tiempo transcurrido nos vimos con los ojos de los adolescentes que fuimos, con el mismo cariño y alegría de entonces.
En la mesa, junto a los compañeros amateurs amanecistas, brindamos por un buen examen de selectividad para Lucía (que ya sé que finalmente superó con buena nota) y por futuros encuentros en este entorno sin igual.
Y este fue el lugar desde el que nos despedimos todos, con la satisfacción de que el viaje había superado todas nuestras expectativas.
Quiero agradecer desde aquí a Juan Ángel y Gerardo la buena acogida, (¡que no decaiga nunca ese espíritu amanecista!) y envíar un saludo muy especial a Mª José, Lucía, Francisco, Pedro y José por vuestra grata compañía. Espero volver a veros muy pronto.
Y dicho esto, no me queda más que decir...
...¡¡QUE VIVA AYNA Y SU ACENTO EN LA Y!! (Aýna)
¡¡QUE VIVA EL AMANECISMO ACTIVO OMNÍMODO!!
¡¡Y QUE VIVA SAN VICENTE DEL BOSQUE, MÁRTIR!! (Que por qué digo eso? No sé, chico, porque me ha salido así)
(Video resumen de mi experiencia amanecista)
Y una vez en la civilización del asfalto, nos acercamos al caserón que sirvió de taberna en la película, que es casi un museo de atrezzos por la cantidad de cosas que allí se guardan. Fue fácil reconocer el rincón en el que cantó la soprano Elisa Belmonte (foto 11)
Nuestro periplo bucólico cultural desembocó en el restaurante Casa Segunda, pues ya apretaba el hambre (y aún más la sed) Allí tuve la oportunidad de saludar a Ascensión y Adela, dos amigas ayniegas a las que hacía más de 20 años que no veía. A pesar del mucho tiempo transcurrido nos vimos con los ojos de los adolescentes que fuimos, con el mismo cariño y alegría de entonces.
En la mesa, junto a los compañeros amateurs amanecistas, brindamos por un buen examen de selectividad para Lucía (que ya sé que finalmente superó con buena nota) y por futuros encuentros en este entorno sin igual.
Y este fue el lugar desde el que nos despedimos todos, con la satisfacción de que el viaje había superado todas nuestras expectativas.
Quiero agradecer desde aquí a Juan Ángel y Gerardo la buena acogida, (¡que no decaiga nunca ese espíritu amanecista!) y envíar un saludo muy especial a Mª José, Lucía, Francisco, Pedro y José por vuestra grata compañía. Espero volver a veros muy pronto.
Y dicho esto, no me queda más que decir...
...¡¡QUE VIVA AYNA Y SU ACENTO EN LA Y!! (Aýna)
¡¡QUE VIVA EL AMANECISMO ACTIVO OMNÍMODO!!
¡¡Y QUE VIVA SAN VICENTE DEL BOSQUE, MÁRTIR!! (Que por qué digo eso? No sé, chico, porque me ha salido así)
(Video resumen de mi experiencia amanecista)