25 de abril de 2013

INTERPRETACIONES

Veo en la foto a un señor muerto por un empacho de mostacho y a un chaval que le ha dado un jamacuco de la impresión.

O tal vez el joven se ha quitado un momento su careta de Pancho Villa porque se le ha metido un pelo del bigote en el ojo.

O a lo mejor es una escena de la película "Muerto poco y tuerto loco"

Pero lo cierto es que son  mi padre durmiendo la siesta y mi hermano comiendo uvas (y mirando a la lámpara, vaya usted a saber por qué) en una de las fotos con la que más me he reído (y me sigo riendo)

Y como siempre será mejor reír que llorar ( y más en estos tiempos de pesimismo generalizado por culpa de la política, la economía y el fútbol de la Champions) he pensado exponer unas cuantas fotos del álbum familiar y que vosotros hagáis las interpretaciones de lo que veis, porque intuyo que puede ser divertido. 
¿Hace?
Pues ahí van.





Nota: Además lanzo el reto de ver quién es capaz de decirme 
quiénes son todos los fotografiados.

20 de abril de 2013

FÍESE USTED DE POETISAS CON PRISAS


RECAPITULACIÓN DE LOS HECHOS  (por si usted no leyó el post anterior)

JuanRa Diablo es abordado en la calle por una señora. Ésta le pide un favor y él accede gustoso (a pesar de que por su condición de diablo podría negarse a prestar cualquier ayuda,  y a pesar también de que tenía más prisa que el conejo de Alicia
La señora, en pago a ese ofrecimiento, le asegura que le regalará un poema dedicado y que lo dejaría a su nombre en la farmacia de enfrente.

CRÓNICA DE LO SUCEDIDO DESDE ENTONCES HASTA HOY (dedicado ya a todos, viejos y nuevos lectores)

 JuanRa decide escribir acerca de... (un momento, esto de hablar de mí en tercera persona  suena demasiado pretencioso. Como diablo debería gustarme, pero mejor cambiamos)

Decía que me puse a escribir una entrada contando la anécdota. Entonces no pensaba en ir a la farmacia, o al menos no lo pensaba seriamente; me quedó cierta curiosidad, sí, pero no me veía entrando a comprobarlo. 
Digamos que me conformaba con contarlo detalladamente en el blog y nada más.
Pero vuestra respuesta fue abundante y unánime: ¡tenía que hacerlo!  Eso me dio coraje para decidirme a llevar a cabo lo que, en el fondo, me hacía ilusión. 
Además, si de verdad me había dejado allí un poema aquella buena señora, ¿no merecería compartir el hecho en una nueva entrada para el blog?

 Así que, ni corto ni perezoso,  en la soleada mañana de ayer jueves salí  de casa con algunos asuntos que resolver, entre ellos pasar por esa farmacia con urgencia.

Entré muy decidido, sabiendo lo que iba a decir. No había nadie (mejor para mí) excepto, claro está,  la farmacéutica en el mostrador.

 - Buenos días
 - Buenos días
 - ¿No dejaría aquí una señora algo a nombre de Juan Cabrera?
Hubo unos breves segundos de incertidumbre en la mirada de la señora,  que finalmente respondió "Nnno... no",  seguramente preguntándose "Algo como qué". (De haberlo hecho, no hubiera tenido inconveniente en resumirle la historia)
 - Es que me dijo que lo dejaría aquí.
 - Yo creo que no, pero… un momento que lo pregunte- y se metió al interior.
Escuché rumores "¿bisss, biss, señora, biss biss algo, bisss, biss, Juan Cabrera?"
"Que diga que sí, que diga que sí", pensaba yo.

Pero la farmacéutica reapareció moviendo la cabeza en una negativa.
 - Vale, muchas gracias. Adiós - Y salí a la calle.

Así que, amigos míos, el poema NO estaba.

En los primeros metros alejándome de la farmacia rondaba por mi cabeza un "Claro, si ya sabía yo que no iba a estar"  e incluso sonreía por haberme hecho la ilusión de recibir ese papel. Pero más adelante, recordando comentarios tanto del blog como de familia y amigos,  que daban por hecho que POR SUPUESTO estaría, empecé a pensar: ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no estaba?

La pregunta fundamental es: ¿aquella señora lo dijo de verdad, con la intención de escribirlo, o lo dijo solo por decir? Porque me creo el que realmente escriba poesía, que sea  su gran afición, y casi puedo ver su escritorio lleno de papeles,  sus pies llenos de gatos y una maceta con un geranio mustio en una esquina de la mesa.

Dando por hecho que aquella señora escribe poemas, ¿qué sucedió cuando volvió a su casa? ¿Ya me había olvidado? ¿Se sentó a llevar a cabo su promesa y de repente se percató de que había olvidado mi nombre? (o mi apellido, que al parecer, para ella era importante) ¿O quizás sí lo recordaba pero estaba muy cansada? Tal vez pensara: “Ay, el buen hombre de esta mañana… debería escribirle,  pero no me apetece… luego, luego…” O tal vez recordó que me había deseado que el Señor me premiara con muchos hijos. “Sí, con eso debió quedar contento. Es suficiente”

Pero no, ninguno de estos supuestos me llegan a satisfacer. ¿Qué pudo ocurrir? Quiero decir, ocurrir de verdad de verdad.
¿Y si la buena mujer se sentó a escribirme  y fue tal la inspiración recibida que le quedó un poema bellísimo? Quizás pensó “Uy, no, esto es demasiado bueno para regalarlo, me lo guardo para mi”
Podría ser que en un futuro sus nietos publiquen los poemas de la abuela y entre ellos haya uno titulado “A Juan Cabrera, ciudadano con solera
 ¡Allí en el libro estará mi poema! ¡Algún día verá la luz! 
Claro que luego está el que yo lo vea también. 

O tal vez la cosa vaya mucho más allá. 
Si partimos del hecho incuestionable de que la realidad supera con creces a la ficción, ¿quién no me dice a mí que la amable mujer FUE a la farmacia con mi poema? Sí, fue, y le dijo a la farmacéutica:

“Escucha, bonita, que tengo mucha prisa, mira traigo aquí un poema  para un tal Juan Cabrera, que pasará a recogerlo. ¿Me haces el favor de entregárselo? ¿Sí? Ay, que el Señor te lo pague con muchos hijos. Dime cómo te llamas, que te voy a escribir otro a ti. ¿Te lo dejo en la carnicería?”

¿Y entonces? ¿Por qué no me fue entregado? 

Vuelve a desplegarse aquí un amplio abanico de posibilidades:
 La farmacéutica lo tiró a la basura por error  y tras constatar su torpeza se juró silencio eterno.  

O bien pueda ser que la farmacéutica tenga un blog.  La señora le pareció divertidamente  loca y el poema algo digno de ser publicado. Y lo contó todo en su blog. Y ahora se pregunta si debe borrar esa entrada o no, porque ha descubierto que el tal Juan Cabrera existe de verdad. Mi aparición le debe haber proporcionado dolores de cabeza. 
Pero eso no importa mucho: es farmacéutica.

Pero si hay algo que de verdad me fastidia de todo esto es que nunca sabré si la poetisa tenía previsto que mi apellido apareciera en su obra. ¡Cómo me muerde esto la curiosidad! 
¿Y con qué rimaría Cabrera? ¿Con madera? ¿Con guaperas? ¿Con la pera?

Y A PARTIR DE AHORA, QUÉ

Pues me toca resignarme y lamentar el no haber podido publicar una bonita entrada con mi poema. 
Y lo malo es que la cara de esta señora se está desdibujando de mi memoria y no sé si sabría reconocerla para reprocharle nunca nada.

Mi Jefe tiene razón, no se puede ser bueno en la vida porque luego te engañan con falsas promesas de bonitos poemas.
Aprenderé la lección para que la próxima vez – porque la vida da muchas vueltas- no me sucedan  cosas como esta.
Con lo fácil que hubiera sido acercarme en un momento a la papelería, comprar una libreta y un boli y decirle:

 - No, señora, nada de pasar otro día por la farmacia. ¡Quiero mi poema aquí y ahora! Me llamo Juan Cabrera. ¡¡Empiece!!

16 de abril de 2013

UN POEMA EN LA FARMACIA


La semana pasada caminaba yo por la calle con prisa. 
Había salido a solucionar un par de asuntos   que había calculado que  me quitaría pronto de encima, pero se fue complicando la cosa y acabaron por ocuparme toda la mañana. 
Así que, a buen paso, iba pensando que tenía el tiempo justo de llegar a casa, coger el tupper de la comida y marchar al trabajo.

De repente, una señora mayor, bajita y  de  cara bonachona se me interpuso en el camino, dirigiéndose a mí con estas palabras:
- ¡Este buen hombre me va a ayudar!

Con tan segura convicción  por su parte,  no podía excusarme sin más y romper su corazonada, así que le pregunté qué quería.

- Ay, es que tengo muchísima prisa, que me están esperando y no me puedo entretener- decía sin dejar de mirar en el monedero  de su cartera, que escarbaba con los dedos.

Como me quedé mirando lo que hacía, observé que  asomaban  varios billetes de 50 euros.
 “Grave error”, pensé, “Si esto fuera una calle menos transitada, algo más oscura y yo no fuera tan buen hombre,  podría   arrebatarle  la cartera de un manotazo y salir volando “

- Toma, hijo- dijo por fin entregándome una moneda de 50 céntimos- No me da tiempo a volver al coche para poner el ticket de aparcamiento. ¿Me sacas el ticket y lo pones tú?
- Ah, claro que sí – le dije
E inmediatamente  se volcó en agradecimientos.
 - Ay, muchísimas gracias. ¡Que el Señor te lo pague con muchos hijos!

Sentí un escalofrío al oír esto, algo que no es la primera vez que me han dicho y que jamás entenderé como frase de buenos deseos. ¿Cómo que el Señor me lo pague con muchos hijos? ¿Y quién tendría que alimentar a esos muchos hijos,  y vestirlos,  y darles estudios,  y sacarlos adelante en la vida? ¿No será mejor que me lo pague con una buena lotería y ya decido yo si invierto en hijos?

Caminamos juntos hacia el expendedor de tickets mientras ella volvía a remarcar   la mucha prisa que tenía.
- ¿Cómo te llamas? - quiso saber de repente
- Me llamo Juan
- Juan… ¿qué más?
Y tras esas breves décimas de segundo en las que quedé callado, pensando para qué querría saber mi apellido,  se explicó.
- Es que yo soy poeta, ¿sabes?, y quiero agradecerte la ayuda escribiéndote un poema.  Juan qué más.
- Juan Cabrera
- Ah, muy bien, pues Juan, yo te escribo un poema para ti- afirmó rotunda sin darme tiempo a asimilar todo lo que estaba oyendo.

Y ya se giraba  la señora con la  intención de marcharse  cuando se detuvo para exclamar
- ¡Ay, Juan, espera! ¿y  dónde te dejo yo el poema?
- Pero si da igual… si no hace falta que…
- Ah, claro que sí, que yo quiero obsequiarte dedicándote uno, que yo escribo muchos – y mirando a su alrededor  detuvo la mirada en la farmacia  de la acera de enfrente - Mira, lo dejaré en esa farmacia, que ahí me conocen.  Pásate en un par de días y lo recoges, ¿vale?

Pero aún tuve  que entretenerla unos segundos más. El  ticket ya asomaba por la ranura y no me había dicho en  qué coche lo tenía que poner.

- Ah, sí,  es un Renault Megane azul. Lo he dejado enfrente de la pollería.  Juan Cabrera me has dicho, ¿no? ¡ Adiós, chico, y gracias!

Esto es lo que más hizo reír a Apamen cuando se lo conté, el que me nombrara  marca y modelo del coche. Precisamente a mí.

 - ¡Menos mal que te dijo que era azul!

Y es que me importan tan poco los coches y sus marcas que no sé reconocer ninguno. No exagero si digo que a veces tengo que pararme a pensar  qué marca es la de mi propio coche.  Y es que, qué importancia tiene eso, digo yo ¿No tiene cuatro ruedas como los demás y me lleva a cualquier parte como todos? ¡Pues ya está!
Efectivamente fui deteniéndome en mirar el trasero de los coches azules,  buscando el que me mostrara “ Renault Megane”   Y pensando en que me había dicho que estaba enfrente de la pollería,  de repente caí en la cuenta de que en esa calle ¡no había ninguna pollería! Casi empezaba a sentirme como un tonto con un ticket  en la mano.
Pero sí, finalmente lo encontré.  Estaba aparcado delante de una óptica. Yo juraría que me dijo “pollería” ¿Lo entendí mal? ¿En qué se parecen  pollería y óptica? ¡Ni siquiera riman!

Dejé el ticket  en el limpiaparabrisas, no sin antes hacer el intento de abrir la puerta. La mujer me resultó tan peculiar que la vi muy capaz de haber dejado el coche abierto. Pero no, estaba cerrado.

Y por fin, con mi labor de buen samaritano cumplida,(¡no me dejan ser diablo!) me marché para mi casa a toda prisa.
Por el camino me reía pensando en la situación vivida y sobre todo en eso del poema. ¿De verdad se pondría la señora, cuando terminara sus quehaceres a escribir un poema para mí. ¿E incluiría hasta mi apellido? ¿Con qué rimaría  Cabrera? ¿Con carrera? ¿Con cartera? ¿Con  calavera?

Poco después le conté la anécdota a un amigo y me preguntaba si pasaré  ahora por la farmacia para reclamarlo.

- Pues no sé, ¿no quedará muy raro entrar y preguntar si dejaron un poema a nombre de Juan Cabrera?
- ¿Raro solo? Da menos  vergüenza  pedir cuatro cajas de condones que pedir eso.
- Pero es que me pica la curiosidad. ¿Lo escribiría de verdad o lo diría solo por quedar bien? Yo la vi capaz de hacerlo, otra cosa es que se acuerde.

En fin, que no he pasado a comprobarlo, y a lo mejor está allí, esperándome entre aspirinas.

Y ahora que escribo sobre esto se me ocurre que…



Es algo que tiene  gracia,
que me sigue dando  risa
aquel día de la  prisa
y el  poema en la farmacia

10 de abril de 2013

LIPDUB EN LAS HERRATILLAS

Hace unos días el colegio de mis hijos estaba revolucionado.  No solo el colegio, el barrio entero parecía  más bullicioso y alegre, y es que todo el mundo  hablaba del lipdub que se preparaba en Las Herratillas.
El maestro de Samuel, un apasionado del video, propuso al resto de profesorado, así como a la asociación de padres de alumnos, realizar un montaje musical en el que participaran todos. 
Hoy traigo el resultado de esa grabación en la que podréis comprobar la amplia participación y lo bullicioso, festivo y colorido que quedó el evento. 
Todo es obra de Ramón Formoso, a quien desde este blog vuelvo a felicitar.
 Muestro algunas capturas (las mejores, jeje) en las que aparece Samuel (nada más empezar)...

... Aitana, (muy de pasada) con un sombrero plateado, frente a Mari, su maestra  
(min 4:39)
 Y otra vez Samuel con unas grandes gafas azules (min 10:43)
Y el apoteósico final en el pabellón deportivo.
Mi enhorabuena a todos.


2 de abril de 2013

LLEGA EL TSUNAMI


tsunami.
1. m. Ola gigantesca producida por un maremoto o una erupción volcánica en el fondo del mar.


Esta es la pobre definición que de tsunami hace el Diccionario de la Real Academia de la lengua española. Y digo "pobre" porque, sinceramente, me parece escasa y carente de lo que de verdad encierra esa palabra, que son sus catastróficas y devastadoras consecuencias. 

El verdadero significado de tsunami se produce en el Hotel Cabrerator cada vez que se acumulan varios días festivos, y mi familia decide reunirse en pleno para aprovecharlos.
Es este un hecho singular que se hace con buena predisposición y cariñosas intenciones pero que inevitablemente nos abocan al caos, el descontrol, el pánico y la hecatombe.
Repito que las intenciones son siempre buenas, pero a todos se nos escapan de las manos las riendas para dirigir con éxito semejante masa humana de bocas, estómagos, pies con zapatos, zapatos sin pies, volúmenes guturales, posaderas en sofá y espacio ante la chimenea.

El tsunami alcanza su máximo esplendor a la hora de comer.

"¿Es que no hay pan?""¿Cómo que no? Si he descongelado tres barras" "Pues ya no queda""¿Pero qué desayunáis?" "Oye, sentaros a comer""¿Cuántos somos?""Dieciséis creo""Yo no tengo hambre""Uf, yo mucha""Diecinueve, somos diecinueve""¡Pero sentaros ya, que vea yo los platos a poner!""Te llama tu hija, que le limpies el culo""Tía, Saul se ha mojado los zapatos con la manguera""Ayy, ¿por qué os ponéis a jugar con agua ahora?""Por quinta vez, ¿os queréis sentar a comer?""¿Quién se ha bebido la CocaCola Zero?""Que tu hija te llama, que está en el aseo""¿En serio que no hay pan?¿Alguien se acerca a comprar a la gasolinera?""¿¿Pero tú que haces comiéndote una piruleta ahora??¡¡Que se te va a quitar el hambre!!""Nadie va a por pan, ¿no?""Quién ha estado comiendo pipas en el sofá?¡Está lleno de cáscaras!""Yo estoy pisando pipas todo el día""¿Dónde hay más sillas?""¿Y la gente que falta? Yo no lo digo más, la mesa está puesta""¡Que alguien llame a los niños!""La tuya está en el aseo desde hace dos horas. Te llama"


El tsunami rara vez mengua, de hecho suele ir en constante crecida, y si acaso se produce un periodo de calma es solo una falsa alarma, pronto una nueva ola nos pasará por encima.


"¿Alguien ha visto el mando de la Wii que falta?""¡Qué hambre!""¡Eh, eh, adónde vais con esa jarra de agua?""Es que hemos hecho una cabaña y tenemos sed""¿Una cabaña?¿Dónde?""En la cama de Saúl""Mamá. yo quiero el mismo bocadillo que tiene Marta""¿De quién es este zapato?""¡Nenicos, cuando salgais afuera cerrad la puerta, que se hiela la casa!""Me apetece merendar""¡Pero si acabamos de comer!""Pues Marta está merendando""¿Quién buscaba un mando de la Wii? Hay uno bajo la higuera""Esta noche podíamos ir al cine" "Miralos, no cierran la puerta así los maten" "¿Algún voluntario para ir a comprar pipas?" "¡Y Nocilla, no queda Nocilla!" ""¿Tomás está?""No, está trabajando""Pero si le acabo de ver ahora mismo""¿Se puede saber por qué vas descalza?" "Ay, es que he perdido un zapato""¿Acostamos ya a los niños?""Si son las ocho y media""Por eso, ¡a la cama con ellos!""Si les hacemos pronto la cena...""¡Fran, que se apaga el fuego!""¿No tenéis hambre ya?""¿Quién sale a por leña?""Hay un Actimel volcado en el aseo""Tio, ¿nos haces el juego de los papelitos?""Oufff""¡La puerta, nenicos!¡¡La puerta!!"

Todo paisaje pierde su belleza original tras el paso de un tsunami y lo que fue un paraíso cuya solo visión relajaba el espíritu, se transforma en un caótico panorama cubista en el que no sabes ni donde caer muerto. Al marcharnos del Hotel Cabrerator solo dejamos paz y silencio y un aura de santidad en las caras de Sebastián y Señora Madre que están reuniendo puntos para su merecida beatificación.

Vía telefónica suelen retransmitirnos increíbles hallazgos posteriores, como aparecer un colador en la balsa de los peces, los cepillos de dientes en alguna maceta o una chaqueta mojada en la terraza.

Son los efectos colaterales de esos terribles tsunamis que se repiten de vez en cuando.