JuanRa Diablo es
abordado en la calle por una señora. Ésta le pide un favor y él accede gustoso
(a pesar de que por su condición de diablo podría negarse a prestar cualquier
ayuda, y a pesar también de que tenía
más prisa que el conejo de Alicia)
La señora, en pago a
ese ofrecimiento, le asegura que le regalará un poema dedicado y que lo dejaría
a su nombre en la farmacia de enfrente.
CRÓNICA DE LO
SUCEDIDO DESDE ENTONCES HASTA HOY (dedicado ya a todos, viejos y nuevos
lectores)
JuanRa decide escribir acerca de... (un
momento, esto de hablar de mí en tercera persona suena demasiado pretencioso.
Como diablo debería gustarme, pero mejor cambiamos)
Decía que me puse a
escribir una entrada contando la anécdota. Entonces no pensaba en ir a la
farmacia, o al menos no lo pensaba seriamente; me quedó cierta curiosidad, sí,
pero no me veía entrando a comprobarlo.
Digamos que me conformaba con contarlo detalladamente
en el blog y nada más.
Pero vuestra
respuesta fue abundante y unánime: ¡tenía que hacerlo! Eso me dio coraje para decidirme a llevar a
cabo lo que, en el fondo, me hacía ilusión.
Además, si de verdad me había
dejado allí un poema aquella buena señora, ¿no merecería compartir el hecho en
una nueva entrada para el blog?
Así que, ni corto ni perezoso, en la soleada mañana de ayer jueves salí de casa con algunos asuntos que resolver,
entre ellos pasar por esa farmacia con urgencia.
Entré muy decidido,
sabiendo lo que iba a decir. No había nadie (mejor para mí) excepto, claro
está, la farmacéutica en el mostrador.
- Buenos días
- Buenos días
- ¿No dejaría aquí una
señora algo a nombre de Juan Cabrera?
Hubo unos breves
segundos de incertidumbre en la mirada de la señora, que finalmente respondió "Nnno... no", seguramente preguntándose "Algo como
qué". (De haberlo hecho, no hubiera tenido inconveniente en resumirle la
historia)
- Es que me dijo que lo
dejaría aquí.
- Yo creo que no, pero…
un momento que lo pregunte- y se metió al interior.
Escuché rumores
"¿bisss, biss, señora, biss biss algo, bisss, biss, Juan Cabrera?"
"Que diga que
sí, que diga que sí", pensaba yo.
Pero la farmacéutica
reapareció moviendo la cabeza en una negativa.
- Vale, muchas gracias.
Adiós - Y salí a la calle.
Así que, amigos míos,
el poema NO estaba.
En los primeros
metros alejándome de la farmacia rondaba por mi cabeza un "Claro, si ya sabía yo que no iba a estar" e incluso sonreía por haberme hecho la
ilusión de recibir ese papel. Pero más adelante, recordando comentarios tanto
del blog como de familia y amigos, que
daban por hecho que POR SUPUESTO estaría, empecé a pensar: ¿Qué ha pasado? ¿Por
qué no estaba?
La pregunta
fundamental es: ¿aquella señora lo dijo de verdad, con la intención de
escribirlo, o lo dijo solo por decir? Porque me creo el que realmente escriba
poesía, que sea su gran afición, y casi
puedo ver su escritorio lleno de papeles, sus pies llenos de gatos y una maceta con un
geranio mustio en una esquina de la mesa.
Dando por hecho que
aquella señora escribe poemas, ¿qué sucedió cuando volvió a su casa? ¿Ya me había
olvidado? ¿Se sentó a llevar a cabo su promesa y de repente se percató de que
había olvidado mi nombre? (o mi apellido, que al parecer, para ella era importante)
¿O quizás sí lo recordaba pero estaba muy cansada? Tal vez pensara: “Ay, el
buen hombre de esta mañana… debería escribirle, pero no me apetece… luego, luego…” O tal vez
recordó que me había deseado que el Señor me premiara con muchos hijos. “Sí,
con eso debió quedar contento. Es suficiente”
Pero no, ninguno de
estos supuestos me llegan a satisfacer. ¿Qué pudo ocurrir? Quiero decir, ocurrir de
verdad de verdad.
¿Y si la buena mujer
se sentó a escribirme y fue tal la
inspiración recibida que le quedó un poema bellísimo? Quizás pensó “Uy, no,
esto es demasiado bueno para regalarlo, me lo guardo para mi”
Podría ser que en un
futuro sus nietos publiquen los poemas de la abuela y entre ellos haya uno
titulado “A Juan Cabrera, ciudadano con solera”
¡Allí en el libro estará mi
poema! ¡Algún día verá la luz!
Claro que luego está el que yo lo vea también.
O tal vez la cosa
vaya mucho más allá.
Si partimos del hecho incuestionable de que la realidad
supera con creces a la ficción, ¿quién no me dice a mí que la amable mujer FUE a la farmacia con mi poema? Sí, fue, y le dijo a la farmacéutica:
“Escucha, bonita, que
tengo mucha prisa, mira traigo aquí un poema para un tal Juan Cabrera, que pasará a
recogerlo. ¿Me haces el favor de entregárselo? ¿Sí? Ay, que el Señor te lo
pague con muchos hijos. Dime cómo te llamas, que te voy a escribir otro a ti. ¿Te lo
dejo en la carnicería?”
¿Y entonces? ¿Por qué
no me fue entregado?
Vuelve a desplegarse aquí un amplio abanico de
posibilidades:
La farmacéutica lo tiró a la basura por error y tras constatar su torpeza se juró silencio
eterno.
O bien pueda ser que
la farmacéutica tenga un blog. La señora
le pareció divertidamente loca y el
poema algo digno de ser publicado. Y lo contó todo en su blog. Y ahora se
pregunta si debe borrar esa entrada o no, porque ha descubierto que el tal Juan
Cabrera existe de verdad. Mi aparición le debe haber proporcionado dolores de
cabeza.
Pero eso no importa mucho: es farmacéutica.
Pero si hay algo que de
verdad me fastidia de todo esto es que nunca sabré si la poetisa tenía previsto
que mi apellido apareciera en su obra. ¡Cómo me muerde esto la curiosidad!
¿Y con
qué rimaría Cabrera? ¿Con madera? ¿Con guaperas? ¿Con la pera?
Y A PARTIR DE AHORA, QUÉ
Pues me toca resignarme y lamentar el no haber podido publicar una bonita entrada
con mi poema.
Y lo malo es que la cara de esta señora se está desdibujando de
mi memoria y no sé si sabría reconocerla para reprocharle nunca nada.
Mi Jefe tiene razón,
no se puede ser bueno en la vida porque luego te engañan con falsas promesas de
bonitos poemas.
Aprenderé la lección
para que la próxima vez – porque la vida da muchas vueltas- no me sucedan cosas como esta.
Con lo fácil que
hubiera sido acercarme en un momento a la papelería, comprar una libreta y un
boli y decirle:
- No, señora, nada de pasar
otro día por la farmacia. ¡Quiero mi poema aquí y ahora! Me llamo Juan Cabrera.
¡¡Empiece!!