24 de diciembre de 2023

VOLVER A NACER

 


Cierro los ojos y pienso en la vida, ese crisol de luz y color, ese torrente de sensaciones en continuo fluir. 

Aspiro hondo y siento la vida, con sus amaneceres y puestas de sol y con todo lo que conlleva su día a día:  anhelos, gozos, temores, desalientos, lágrimas, risas… 

Vivir es algo que damos por sentado, tanto que ni siquiera nos paramos a meditar en lo que supone estar vivo. 

Pero esa vida preciada y preciosa podría desaparecer en un segundo. 

O cambiar nuestra existencia por completo y para siempre. 

El pasado 23 de febrero terminé mi jornada laboral sobre las ocho de la tarde. Como cada día.

Subí al coche y conduje en dirección a casa. 

Ya había anochecido. 

Iba escuchando un podcast sobre la Historia de España, algo a lo que me he aficionado últimamente. 

Había dejado atrás la ciudad de Villena y, después de sobrepasar el único tramo con curvas de la carretera, me fui aproximando a la última, la que da paso al largo y recto recorrido que lleva a Yecla. 

De esa curva surgieron dos luces que me enfocaron directamente. 

No hubo tiempo a reaccionar porque ni siquiera hubo tiempo a darme cuenta de que un vehículo había tomado mal esa curva y estaba invadiendo mi carril. 

Aquel lugar. Aquel segundo.

Fue una sacudida violenta, tan repentina que me costó procesar lo que estaba ocurriendo. La línea del horizonte se perdió ante mis ojos y acto seguido el sonido de otro fuerte impacto, el de mi coche al sobrevolar el guardarraíl y caer de costado fuera de la carretera a un nivel inferior.

Han pasado varios meses desde el accidente, pero tengo grabadas las imágenes y los sonidos de esos primeros instantes como si hubieran sucedido ayer mismo.

Recuerdo el creciente ahogo al no poder respirar. Sin ninguna duda el cinturón de seguridad me había salvado la vida, pero también me había sacudido el pecho de tal manera que no conseguía que el aire entrara en los pulmones.  Fueron unos segundos horribles. 

Mi primer impulso fue salir del coche y tanteé en la semioscuridad buscando la manivela para abrir la puerta, sobre la que mi cuerpo se apoyaba, pero estaba rota y los airbags desplegados lo cubrían todo. Unas gotas calientes me caían sobre las manos. La nariz me sangraba.

Vi el volante y en un acto reflejo empecé a tocar el claxon. Necesitaba que alguien supiera que yo estaba allí. 

Al cuarto o quinto pitido el sonido se desinfló, pues la batería también había dejado de funcionar, pero en algún lugar por encima de mí empecé a ver luces de coches que se detenían, y me llegaron sonidos de voces, algo que sin duda me tranquilizó.

Me sentía tremendamente incómodo e hice el intento de cambiar de postura, pero entonces me di cuenta de que no era capaz de mover las piernas y tuve unos instantes de pánico, aunque, por lo que alcanzaba a ver, no estaban aprisionadas.

Escuché el sonido de unos pasos que se acercaban y   enseguida la voz de una mujer con acento latinoamericano que me dijo que no me preocupara, que ya habían pedido ayuda. No voy a olvidar jamás la tranquilidad que logró transmitirme aquella mujer con sus palabras.  Le pedí que me diera la mano y lo hizo sin dejar de darme ánimos y de rezar.

No sabría calcular el tiempo que pasó hasta que me sacaron de allí, pero las ambulancias no tardaron mucho en llegar.  Recuerdo que supe mantener la calma a pesar de que la postura del cuerpo echado sobre la puerta me resultaba cada vez más incómoda y dolorosa. Todavía no sabía que me había roto una costilla. 

“¿Puede usted respirar bien?” fue lo primero que me dijo un bombero al aproximarse al coche, y al responderle que sí, me explicó que iban a dar prioridad a la mujer que había chocado conmigo. Poco después me llegaban desde la distancia sus gritos de dolor.   

No puedo más que maravillarme ante la profesionalidad mostrada por toda aquella gente al sacarme del coche llegado el momento. Cortaron con toda celeridad la puerta y me pasaron con sumo cuidado a una camilla, para trasladarme inmediatamente a la ambulancia. Durante el trayecto no dejaban de hacerme preguntas y de tranquilizarme.  Empecé a sentir frío, pero me sentía reconfortado al saber que estaba a salvo con todas aquellas personas atendiéndome. 

Había una luz muy blanca en aquel vehículo. Un médico empezó a cortarme los pantalones con unas tijeras y oí como decía “fractura exterior.” No quise mirar, pero tuve claro que me había roto algún hueso. Cuando iban a retirar mi pantalón recordé que llevaba el móvil en un bolsillo y pedí que me lo dieran para llamar a mi mujer. Se ofrecieron a llamarla ellos, pero preferí que oyera mi voz. El susto iba a ser grande igualmente, pero mucho más llevadero si me escuchaba decirle que estaba bien.

Antes de llevarme al hospital me inyectaron morfina y con el previo aviso de “esto le va doler un poco” procedieron a recolocar el hueso roto. Efectivamente fue como una descarga eléctrica que me hizo sudar frío, pero en esos kilómetros hasta Yecla, me fue invadiendo una paz absoluta en la que todavía era incapaz de asimilar todo lo que había ocurrido.  


Hoy, diez meses después de aquel día, echo la vista atrás y me sigue pareciendo algo irreal, algo que sé que de verdad ocurrió, pero de lo que no termino de ser realmente consciente. Y sin embargo ahí ha estado la travesía por la que he pasado con una enorme paciencia: dos operaciones, algunos días ingresado en Murcia, mucha medicación y una larga rehabilitación. 

Ahora puedo sonreír al recordar los peores momentos: aquella inmovilidad absoluta en la que no era capaz de valerme por mí mismo y la ansiedad que me producía tal impotencia. O el dolor de la costilla rota, mucho peor que los de la tibia, el peroné y el tobillo.

Recuerdo la inmensa alegría cuando empecé a caminar con un andador, después con dos muletas, luego prescindiendo de una y por fin los pequeños pasos sin ninguna ayuda.  

Y hay cosas que van a quedar grabadas en mi alma para siempre:

La dedicada entrega de mi mujer todos y cada uno de los días y el apoyo emocional en los momentos más duros. Las lágrimas de mi hija cuando me vio llegar a casa en ambulancia, con esa mirada de amor infinito. Los ratos en los que mi hijo se acostaba a mi lado sin olvidarse nunca de darme un beso al marcharse, el abrazo emocionado de mi madre…

Y las constantes manifestaciones de apoyo y cariño por parte de mi familia, amigos y compañeros de trabajo, que sin duda han sido un bálsamo de felicidad y un recordatorio de las cosas que más valen en este mundo. 

Hoy me produce un inmenso gozo caminar y al hacerlo me digo: ¿Te das cuenta de que estás andando? ¿Eres consciente de que estás vivo, de que podrías no estarlo? 

Y no quiero olvidar nunca que la vida es un auténtico regalo, y que, si el hilo de plata no quiso romperse aquella noche, no voy a desaprovechar esta segunda oportunidad. No quiero preocuparme por las cosas que no tienen importancia. 

Vivir, vivir es lo que de verdad vale.


Cierro los ojos y pienso en la vida, ese crisol de luz y color, ese torrente de sensaciones en continuo fluir…



20 de enero de 2023

SALEN A SUBASTA

 -¿Te vas?

-Sí, tengo que preparar la subasta de esta tarde. Si me quieres acompañar...

-¡Claro! ¿Es la que me comentaste de José Ramón?

-De Juan Ramón.

-¡Eso! De Juan Ramón el demonio

-¡El diablo! No has dado ni una, ¿eh? Firma como "JuanRa Diablo".

-Pues es que no me suena de nada el tipo ese. Será un artista muy reciente, ¿no?

-¿Reciente? Para empezar tiene más años que tú y yo juntos.

-¿Y qué estilo tiene?

-Pues mira, te voy mostrando y tú mismo descubrirás a qué corriente pertenece. Lo primero que sale a subasta es esto.

Se titula La mona japonesa de Chile interior.

-¿Mona o monja?

-Mona, mona.

-¿En serio? ¿Y qué representa?

-Según el autor es una alegoría distópica de las enfermedades pandémicas, de ahí esa espiral en el estómago y esos vómitos.

-¡Es raro de cojones!

-Sí, porque está visto desde una mirada oriental, mucho más sesgada. Mira este otro.


-Diablo de clorofila, del año 2019. ¿Sabes cómo está hecho?

-Ni idea.

-Pues, como el título indica, utilizó hojas verdes, frotándolas contra el papel para que la clorofila sirviera de tinte. Recién hecho era mucho más luminoso, pero se oxidó a los pocos días. 

-Curioso.

-¿Te gusta?

-...

-Este otro es una especie de collage en pequeño formato.

Se llama Calamity Jane Austen Powers.

-No está firmado.

-No, y eso es un problema. Tendré que esmerarme en venderlo. Ah, mira, este otro es muy valioso.


-El Dorado oculto. Ceras y acuarelas.

-¡Mola! ¡Color a tutiplén!

-Sí, pero ¿ves la particularidad?

-¿Cómo?

-¿Qué tiene de especial el dibujo?

-¿Que ese joyero está pegado?

-No, fíjate bien.

-¿Que el pico del loro es de oro, por eso brilla tanto?

-Es un tucanete de México, pero no es eso. ¿No te has percatado de que lleva una boina?

-Ah, yo creía que eran plumas.

-No, es una boina carlista, con lo cual está haciendo un evidente guiño a la historia de España del siglo XIX. ¿Lo ves claro ahora?

-Hombre, ahora que me lo has dicho... lo veo clarísimo. ¡Por supuesto!

-¿Qué me dices de éste? El engranaje de la censura.


-¡Es un gato!

-Más bien un alegato.

-Parece que está cosido, ¿no? Como si fuera un robot. ¡Ah, claro, es un gato mecánico!

-En absoluto. Es... bueno, hay cosas que no se pueden contar aquí. Otro día te lo explico.


-¡Otro diablo!

-Sí, Diablo baturro. Rotuladores y papel de periódico. Hay un coleccionista polaco que está muy interesado en adquirirlo.

-¿Eso es un brazo o es la cola?

-¿Eh? Ah, no... Mira qué entrañable este otro. 


Está dedicado a su gato. Se titula Grizzy ha pillado un pez y la madre se ha enterado. Acuarelas y retoques digitales.

-¡Ay, pobre, más le vale soltarlo!

-Y este es el último, el más especial. 


-¡La madre del cordero! ¡Qué caótico! ¡Pero qué chulo! ¿Se titula Pilates?

-Esto era la carpeta de una compañera de trabajo, monitora de pilates. Ella se limitó a escribir "PILATES" y dentro guardaba las listas de asistencia. 

 JuanRa  fue decorando la carpeta poco a poco y cada día Ana encontraba un detalle nuevo añadido. El resultado final fue tan de su agrado que JuanRa se la regaló dedicada.

-Pero entonces, si es de Ana, ¿cómo es que la vas a subastar?

-Bueno, ¡basta ya de pantomima! ¡Ya hemos acabado la entrada!

-¿¿Qué??

-Que ya puedes desaparecer. Venga, ¡lárgate!

-¿A dónde?

- No te hagas  el sorprendido ahora. Los dos sabemos que JuanRa necesitaba publicar entrada nueva y nos ha utilizado para hacerlo. ¡Y ya está hecho!

-¿¡Cómo!? ¡No entiendo lo que estás diciendo!

-¡Venga ya!  Sabes perfectamente que no existimos, que sólo somos producto de su mente.

-¿¿Cómo que no existimos?? ¡Ay, me estás asustando!

-Joder, JuanRa, la próxima vez ponme un compañero con más luces. ¡Este es un dramas! No, si desde el principio he visto que era medio tontaina.