29 de mayo de 2010

CORTOCIRCUITO DE RISAS


Empiezo con una pregunta:
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¿Os ha ocurrido alguna vez que algo os haya hecho muchísima gracia y habéis reído con ganas a pesar de que a nadie más le pareciera divertida la cosa en cuestión?
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Seguro que sí, y me gustará escuchar anécdotas al respecto.
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Yo os cuento hoy una mía, si bien he dudado mucho en si merecía la pena dejar constancia de ella porque, como ya he dicho, lo más probable es que me siga pareciendo graciosa sólo a mí, pero en fin, en el peor de los casos creo que me lo voy a pasar bien rememorándola y compartiéndola con vosotr@s.

Hace unos días entraba como acostumbro en el excelente blog de Lillu - a quien yo llamo la canariña porque es una gallega afincada en Tenerife - y encontré que hablaba de una película que aún no he visto, Wall·E, de la que daba su parecer.
Como la historia de Wall·E es la de un robot muy humanizado, Lillu hacía referencia por ciertas similitudes a otra película de los años ochenta en la que el protagonista era también un robot. Éste se llamaba Número 5 y aquella película era Cortocircuito.

Leer ese título me trajo a la mente una escena inolvidable y comencé a barajar la posibilidad de escribir una entrada sobre mis impresiones de aquella peli ( debería decir "expresiones" más bien) pues desde entonces me es imposible no asociarla con una anécdota muy particular- y ruidosa- de la que os haré partícipes.

Debió ser en 1986, año en el que se estrenó, cuando los cuatro hermanos fuimos al cine a verla (ahora que lo pienso ésta debió ser una de las pocas veces que hayamos ido al cine los cuatro juntos. Anasister, ¿repetimos? Tomás, Fran... ¿estáis ahí?)

Recuerdo Cortocircuito como una peli flojilla, cine familiar de pasar el rato y ya está; de hecho la he olvidado casi por completo (después tuvo dos secuelas que ya ni siquiera me molesté en ver).
Tal vez lo atractivo de la peli radicara en la forma de hablar del robot y lo ingenuo y agudo que resultaba a partes iguales. Pero como digo, para mí hubo una escena memorable que he buscado en YouTube para añadir aquí, sin éxito, pero que os cuento enseguida. (Paciencia, lectores, no os creéis grandes expectativas si no queréis desilusionaros)

Ya digo que no recuerdo bien de qué iba la trama pero sé que en algún lugar se fabricaban robots y a uno en particular (el número 5) le caía un rayo encima que alteraba todos sus circuitos.
A partir de ahí ese robot se desmarcaba de los demás por ser mucho más inteligente.
Creo recordar que se escapaba de la fábrica y conocía fortuitamente a un niño y una niña que se encariñaban rapidamente de él. Gracias a esos jóvenes iba absorbiendo datos y aprendiendo tantas cosas que finalmente la pareja pensaba que Número 5 debía estar vivo, que no podía ser sólo una máquina, que debía encerrar algo grande dentro.

Me parece (al final tendré que hacer por verla de nuevo porque voy dando palos de ciego) que llegaba un momento en que era imprescindible que pudieran demostrar que Número 5 era algo más que metal y cables para poder quedárselo con ellos o para salvarlo de ser destruído o algo así, no sé, pero el caso es que a uno de los dos se le ocurría una idea infalible.
Si le contaban un chiste a su nuevo amigo y éste se reía, sería porque estaba vivo, ya que, según contaban en la película, los robots eran capaces de procesar los chistes pero incapaces de reír con ellos por ser ésta una cualidad humana.

- ¡¡Genial, qué buena idea, cuéntale un chiste!!
- Sí, sí, un chiste... pero cuál...
- No sé, cualquiera...
- Déjame pensar...

Bueno, me perdonaréis que también haya olvidado el que le contaban al robot, pero eso es lo de menos.
El momento cumbre se acerca, de todas formas...

El niño le contaba un chiste a Número 5, y su amiga y él se quedaban observándole, aguardando expectantes su reacción.
Al concluir, silencio absoluto.
El niño y la niña cruzaban miradas. El robot permenecía impasible. Más silencio.
Nada. La prueba había fracasado. El robot no reía porque era simplemente una máquina y los niños suspiraban con resignación.

Pero hete aquí que, al rato, cuando la desilusión estaba haciendo mella en el ánimo de los jóvenes, el robot movía la cabeza y se le oía decir, con su metálica voz de pito:

- Ahhhh, jeje.... aahhhhhhhh, jejeje... ¡¡¡ahhhhh, qué bueno!!!... no lo había pilladooo, jajajajajaja.

Y los niños se abrazaban y saltaban entusiasmados porque quedaba patente que su amigo el robot ...era un ser vivo.

Y entonces fui yo el que empecé a procesar la sorpresa, poco a poco.

" Ja, qué bueno, no sólo es que se ríe con el chiste, jejeje, es que tarda en hacerlo porque no lo había pillado, jajaja ¡eso es más humano todavía! jajajaja ¡¡No lo había pillado!!"

Y a partir de ahí, cuanto más recordaba la voz pitufláutica del robot con ese ¡no lo había pillaaado! más y más me reía yo.
Para acercaros a lo que fue realmente aquella situación he de decir que cuando una cosa me hace mucha gracia me carcajeo con ganas. Tengo una risa escandalosa de esas que se sueltan echando la cabeza hacia atrás y me rio como debe ser, ensanchando pulmones.
El problema aquí radicaba en que la película continuaba y yo aún estaba riendo.
Mis hermanos no me ayudaban nada para aplacar ese ataque de risa, mirándome de reojo como lo hacían y encogiéndose en sus asientos, como intentando pasar desapercibidos.

- Juan, por favor... - me susurraba anasister abochornada.
- Te estás riendo tú solo, lo sabes, ¿no? - me advertía Fran por lo bajini.
- Yo no te conozco de nada - decía Tomás.

Para mí esos apuntes de los tres, lejos de hacerme tomar conciencia de la situación y obligarme a callar, me provocaban reír más y más fuerte. ¡Y no podía parar!

Aquella tarde debí ser odiado por toda la sala por aquellas carcajadas sin fin y confieso que aún hoy no entiendo por qué nadie más que yo se rió con aquello. Desde luego, de haber estado el guionista allí entre el público, sin duda se habría levantado a abrazarme emocionado.
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Y no os exagero si os digo que fue una de las veces que más a gusto me he reído en mi vida.
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Es vuestro turno. ¿Algún cortocircuito interno incomprendido?

24 de mayo de 2010

EL CUENTO DE LOS DOCE MESES DEL AÑO


Cerca del Bosque de Bustero, en Bustero, había un humilde hogar en el que vivía un joven matrimonio.
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Por circunstancias de la vida, la pareja tenía acogidas en su casa a la madre de él y la madre de ella, o lo que es lo mismo, a ambas suegras.
Como viene siendo habitual a lo largo de los siglos, la suegra mala era la madre de ella, y si ya es conocido el poder que tiene una mujer sobre un hombre, imagínense el de dos en su contra. El infierno es poco.
.La joven esposa, sin embargo, veía en la madre de su consorte la raiz de toda su infelicidad, pero como no quería tener desavenencias con su marido le dejaba caer con disimulo sus impresiones sobre ella.
- ¡¡No soporto a la gorda de tu madre!! - le decía
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El hombre suspiraba y le suplicaba que tuviera paciencia, que los pocos problemas que podía ocasionar su madre eran unicamente los propios de su avanzada edad.
- Si es que no hace nada, - protestaba malhumorada - se tira ahí sentada en un rincón toda la tarde y me pone nerviosa su silencio.
- Pero mujer, nos prepara la comida todos los días, hace las camas y barre toda la casa. A veces hasta plancha la ropa. Si te paras a ver, tu madre no hace...
- ¡A mi madre no la metas en esto! - le advertía ella - ¿no ves que le duelen mucho las piernas y apenas puede caminar la pobre...?
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Un día, la irascible esposa aguardaba con desesperación a que su marido volviera del trabajo para echarle en cara que su madre había roto un vaso.
- ¡No puedo más! Tu madre me va a poner enferma con su torpeza. No lo digo yo sola, mi madre también me da la razón y dice que sobra en esta casa, asi que mañana mismo te la llevas.
- Pero mujer, ¿a dónde quieres que me la lleve?
- ¡Al bosque! Dile que te ayude a coger leña y en un descuido la dejas allí.
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El hombre, acobardado por la presión continua a la que su mujer lo sometía, accedió, dando por hecho que su madre era lo suficientemente inteligente como para saber volver a casa por sí misma.
Esa tarde la llevó con él y la dejó abandonada en el bosque.
.Al principio la buena señora quedó aturdida. ¿Cómo era posible que su hijo se hubiera marchado dejándola allí? Miró en rededor y no sabiendo qué camino tomar y percatándose de que empezaba a anochecer, se dispuso a buscar un buen refugio en donde pasar la noche.
Caminaba con dificultad entre la maraña de vegetación y habiéndose ya ocultado el sol, tuvo la suerte de vislumbrar una casita de madera de la que emergía un tenue luz por su ventana, y hacia ella se encaminó.
Al alcanzarla tocó con los nudillos tímidamente y pronto abrió la puerta un joven alto de canoso cabello.
- Perdone que lo moleste, joven - le dijo la apurada mujer - verá, es que me he perdido y no sé a dónde ir y...
- Adelante, adelante - interrumpió amablemente, invitándola a pasar

Al entrar en la casa descubrió un salón con una larga mesa rodeada por otros once jóvenes más que la recibieron con una sonrisa.
- ¡Uy, qué sorpresa! - exclamó la anciana - No esperaba encontrar a tanta gente. ¿Son ustedes familia?
- Sí, señora, somos hermanos. Doce hermanos.
- ¡Por todos los santos, doce hermanos y todos varones! ¡Y muy guapos, además!
- Gracias, señora. Nosotros somos los meses del año, ¿sabe? Yo soy Enero - le dijo el que le había abierto la puerta.
- Ay, Enero, encantada de conocerle. Nunca hubiera dicho que me encontraría un día con usted. La verdad es que adoro enero. Me encanta asomarme por la ventana y ver el blanco manto que cubre el campo en ese mes y afanarme por encender la chimenea para disfrutar del hermoso silencio que todo lo envuelve.
- Yo soy Febrero, señora - se presentó otro de los hermanos
- ¿Febrero? Oh, magnífico mes, Febrerico el corto. En ese mes las naranjas están maduras y sabrosas.
- Bienvenida, señora, yo soy Marzo
- ¡Oh, Marzo, qué brio el suyo anunciando con soplidos la llegada de la primavera! Marzo me enamora siempre.
- Me llamo Abril - dijo el cuarto hermano mientras le estrechaba la mano.
- ¿Abril? ¡Un mes encantador! Huele tan maravillosamente bien la tierra mojada y es tan hermoso ver reverdecer todo tras el invierno.
- Soy Mayo - dijo otro - Mucho gusto, señora.
- El gusto es mío, joven. Mayo es sin duda un mes precioso. Tan colorido y cálido, mes de flores y mariposas...
.Y así, se fueron presentando todos los hermanos y para todos tuvo la señora palabras de alabanza y gratitud, ensalzando lo más bello de cada cual.
Acomodaron a la mujer en una habitación en la que durmió plácidamente mientras los doce hermanos quedaron tan halagados por las palabras de la anciana que decidieron recompensarla.
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A la mañana siguiente la mujer se despidió de ellos con gratitud y a plena luz de sol fue capaz de orientarse y volver a la casa de su hijo.

La nuera, que en esos momentos se asomaba por la ventana exclamó con fastidio
- ¡La madre que la parió! ¡Ahí llega tu madre!
- Hijos, hijos míos, aquí estoy - dijo al abrir la puerta - y, al hablar, un chorro de monedas de oro surgió de su boca.
La mujer, emocionada,  trataba de explicar lo que le había ocurrido, y cuanto más hablaba más monedas caían al suelo.
La nuera, con ojos de pura avaricia, decidió que había que sacar provecho también de la otra anciana y esa noche se lo propuso al marido.
- Mañana te llevas a mi madre y la dejas en el bosque.
- Pero, querida, si apenas puede andar...
- ¡Y unas narices! ¡Esa tiene más cuento que Calleja! Que se busque la vida y encuentre esa casa. Ya era hora de hacerme rica, porque con el sueldo que tú ganas...
.Y así, con la excusa de buscar leña, el hombre hizo otro viaje al bosque con su suegra.
- Si crees que te voy a ayudar, la llevas clara - renegaba ella.
- No, no, usted espéreme sentada en esta piedra que yo vuelvo enseguida. -Y el hombre se adentró en el bosque con una gran peso de conciencia.
Cuando la anciana se percató de que anochecía y su yerno no regresaba empezó a blasfemar.
- ¡Recojona! ¡¿Pues no me ha dejado aquí tirada el tontolnabo ese!? Ya verá cuando lo pille...
Harta de esperar, se levantó y empezó a andar hasta que vio una luz entre los árboles y se acercó a lo que resultó ser la casa de madera.
- ¡¡A ver...!! - gritó golpeando con la palma de la mano - ¿quién vive aquí?
Abrió la puerta el joven del pelo níveo.
- Buenas noches, señora
- Ay, chico, deja que pase, que el imbécil de mi yerno me ha dejado tirada - Y al entrar y ver a los demás exclamó: "¡Ay, cuánta gente aquí metida!"
- Sí, señora, somos doce hermanos
- ¿¿Doce?? ¿Y todo hombres? Ay, qué agobio, así tendréis la casa, hecha un desastre, seguro...
- Yo me llamo Enero. ¿A usted le gusta enero?
- Quita, quita, qué me va a gustar. Siempre voy más helá que un choto, y el sol no calienta nunca... ¡odio enero!
- Yo soy Febrero
- Mira, otro que tal... Que va de cortico, pero se me hace más largo que un día sin pan...
- Yo soy Marzo, señora.
- Uy, Marzo, menudas ventoleras todos los días, que siempre me están despeinando. A mí marzo no me gusta.
- Un placer conocerla; yo soy Abril.
- Sí, abril aguas mil ¡Menudo engorro siempre lloviendo y con barro en los zapatos! Quita, quita...
- Yo me llamo Mayo.
- Psee... Mayo no está mal, pero ya empiezan las moscas y los picores de nariz...
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Y así, todos los meses tenían para la mujer un pero y de todos destacó lo negativo.
- Y ahora me dais una cama con las sábanas limpias, que me duelen las piernas y quiero descansar.
Los doce hermanos se miraron cariacontecidos y sin mediar palabra supieron lo que harían con aquella desagradecida.
.- ¡Mamá querida! - exclamó la hija al día siguiente al verla aparecer por la puerta.
- ¿Dónde está el desgraciao de tu marido? - gritó enfurecida la anciana mientras un par de repugnantes sapos (*) salían de su boca.
.- ¡¡Pero mamá...!! - gritó asquedada su hija - ¿y las monedas? ¿por qué no escupes monedas?
- ¿Qué monedas? - y volvía a vomitar sapos.
.Cuentan que la hija prohibió abrir la boca a su madre y tan humillada y arrepentida de su actitud quedó que un día ambas huyeron de aquella casa para siempre.
.Y esta es la verídica historia que ocurrió en una humilde casa- que luego fue mansión- cerca del Bosque de Bustero, en Bustero.
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Esta entrada se la dedico a mi madre que sé que me lee.
Es una versión con ligero toque juanresco de un cuento que ella nos solía contar de pequeños y que siempre me ha gustado mucho.
Lo recordaba estos días en los que por fin el buen tiempo ha llegado a Yecla, lamentablemente acompañado de la insoportable alergia al polen que sufren mis ojos y nariz desde hace unos años.
Me temo que de ser yo el invitado a aquella casa de los doce meses, al precioso mes de mayo le iba a decir de todo menos guapo.

(*) En la versión original no eran sapos sino mierda, pero lo he autocensurado para no poner mal cuerpo a los lectores impresionables. :p

18 de mayo de 2010

DECONSTRUCTING CABRERATORS

► A mi padre no le hace mucha gracia que en mi blog se haga tantas alusiones al diablo. Le parece un tema muy serio como para andar bromeando con él.

Pese a que le he dicho en varias ocasiones que el diablo y yo somos amigos no se tranquiliza en absoluto.

Mira que preocuparse todavía por saber con quién me junto... ¡A estas alturas!

►Mi madre tiene un estornudo muy particular. Si a nivel mundial la onomatopeya del sonido del estornudo viene a ser algo así como A-CHÚS o AH-CHOO, ella rompe todas las reglas y estornuda diciendo HELP. Es decir, que en vez de estornudar parece estar pidiendo ayuda. Además suele estornudar sólo tres veces cada vez y siempre que supera esta cantidad añade un ¡Puñeta! muy enfadada.
Yo aprovecho sus estornudos para emular a los Beatles.

MAMÁ: HEELP!
YO: I need somebody!
MAMÁ: HEELP!
YO: Not just anybody
MAMÁ: HEELP!
YO: You know I need someone
MAMÁ: HEELP!... ¡¡PUÑETA!!

Son momentos gloriosos.

►Mi hermano Tomás es mi antítesis en la cocina cuando tenemos hambre. En esos momentos en que ruge el estómago y uno no puede esperar, lo más lógico es pillar lo primero que se encuentra a mano, ¿no? Yo cojo un chusco de pan y un trozo de queso y empiezo a comer.
Él no.
Cuanta más hambre tiene, más se lo curra para elaborar un buen plato. Que si corta tomates y cebollas, que si pone sartén con aceite en el fuego y dora, rebana, trocea, palmea la harina, bate huevos, busca especias....
Yo lo miro masticando mi mendrugo y flipando en colores. Qué dominio de jugos gástricos el suyo, qué control del apetito... Yo no puedo hacer todo eso porque moriría ahogado en mi propia salivación.
Pero aún queda lo más curioso: cuando su plato ya humea sobre el mantel y se sienta a la mesa, tarda menos en devorarlo que lo que tardé yo en cortar el queso. ¡¡No mastica!! ¡¡Sus dientes son de adorno!!

►Mi hermano Fran es un león. No lo digo poque sea Leo, que también; digo que es un león porque actúa como los leones.
Fran puede estar leyendo un libro tranquilamente o viendo la tele en el sofá o repasando swahili muy concentrado, cuando de repente se te queda mirando fijamente. Qué poco imagina uno en esas situaciones que en una décima de segundo ya no eres su hermano, o su madre o su sobrino. De repente has pasado a ser una inocente gacela en la sabana.
Y salta a por tí y te muerde. Así, literalmente. Te arrea un mordisco en brazo, pierna, espalda o dónde buenamente le pille y te deja los dientes marcados en la carne.
Pero no es un bocao rápido y ya está, no, qué va, es un bocao cepo del que te cuesta horrores deshacerte.
Esto, de puertas para adentro lo tenemos bastante asumido en casa. Si se oye a alguien gritar desesperado en el salón o en el aseo o en la cama ya damos por hecho que simple y llanamente el león salió de cacería.
El problema está en que a veces ha mordido a gente ajena a la familia, y esos pobres no están vacunados para semejantes sustos.
Un día le dijo uno : "Como vuelvas a morder a mi novia te parto la cara" Yo le hubiera explicado que era un acto reflejo natural en mi hermano, pero no dije nada y preferí asfixiarme de risa.

►Mi cuñado Iván tiene verdadero pavor hacia las langostas (no a los crustáceos, que de esos sólo asustan sus precios, sino a los saltamontes gordos)
No sabe muy bien a qué es debida esa aversión pues no recuerda ningun episodio de la niñez en el que cientos de langostas saltaran sobre él, pero lo cierto es que le dan escalofríos sólo de verlas.
"Es esa incertidumbre - justifica él - de no saber en qué momento van a saltar, ni hacia dónde lo van a hacer. Las odio. Son algo superior a mis fuerzas."

Yo he de reconocer que esto me parece divertidísimo.

Reuniéndonos en la casa de campo bastante a menudo, no han sido pocas las veces en que nos ha visitado alguna langosta despistada y he podido comprobar su reacción ante ellas.
Estar Iván hablando serenamente conmigo y percibir yo que hay una langosta cerca es algo sublime. Me basta con alzar las cejas y señalar con una rápida mirada hacia el lugar donde se encuentra el insecto saltador. Es inmediato: Iván da un espectacular brinco con la cara desencajada y corre hacia el lugar más apartado posible.
Lo dicho, divertidísimo.

De esta mala relación entre estos bichos y mi cuñado supimos el primerísimo día de conocerle.

Mi hermana le trajo a casa para presentarlo a la familia y entraron por la puerta de la cocina donde quedó él esperando mientras ella iba en busca de mis padres. Cuando Ana volvía con ellos dijo
- Papá, mamá, este es Iván... ¿Iván?... ¿Iván?
Iván no estaba en la cocina pero se oyó su voz desde la despensa en donde se había refugiado.
- Hasta que no saquéis a la calle la langosta que hay en el respaldo de la silla no salgo.
Efectívamente uno de esos amigos de mi cuñado se había colado en la cocina y hubo que despedirle amablemente para que Iván pudiera salir y conocer en condiciones dignas a sus futuros suegros.

Fue otro momento glorioso en la historia de los Cabrerator.

13 de mayo de 2010

SAMUEL, FUTBOLERO, FUTBOLISTA



En muchos aspectos me reconozco en mi hijo.

En general es como verme a mí cuando tenía su edad.

Pero observo algunas otras facetas de su personalidad que están a años luz de mí y que me hacen exclamar
"Pero ¿de dónde diablos ha salido este niño?"
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Una de ellas es su afición por el futbol.

Ni en mi infancia ni en mi adolescencia me sentí jamás atraído por este deporte. No tuve el suficiente arrojo ni interés como para jugarlo y me parecía la cosa más aburrida del mundo sentarme a verlo.
Pasados los 20 me aficioné a hacer quinielas con un amigo y la cosa, lógicamente, cambió. Seguíamos los partidos de la liga haciendo fuerza para que ganaran aquellos que nos convenía. Hoy por hoy es el único deporte que soy capaz de seguir por televisión sin bostezar, pero aún así me deja dormir bastante. En general no me muero por ver futbol y sólo me parecen ineludibles las grandes finales y, eso sí, los enfrentamientos entre el Real Madrid y el Barça. Nada más.

En cambio, Samuel es capaz de tragarse los 90 minutos de un Ponferradina - Villarejo y quedarse con las ganas de más.
La cosa viene de lejos.
Siendo un canijo que no alzaba ni cuatro palmos del suelo, ya sólo tenía ojos para los balones. Podía recorrer una juguetería maravillándose a cada paso, eligiendo mil cosas a la vez para olvidarse por completo de todo al llegar al lugar de las pelotas. Entonces se le abría la boca con un: "¡Esto quiero!" y de nada valía que le disuadiéramos diciéndo que en casa ya tenía tres. El quería otra.
El año pasado nos dijo que sus amigos se habían apuntado al Club de Campo para aprender a jugar al futbol y que él también quería. Nos pareció estupendo; por una parte porque era una buena forma de relacionarse con otros niños y ello le ayudaría a vencer su timidez y por otra porque siempre es bueno hacer deporte y más al aire libre. Así que desde entonces su madre lo lleva todos los viernes por la tarde y yo los sábados por la mañana.
En estos meses ha ido perfeccionándose en todos los sentidos: corre más, resiste más tiempo, tiene mejor puntería... y se siente la mar de cómodo entre otros chavales de su edad e incluso más mayores.
Y yo observo desde la grada cómo chuta, cómo regatea, cómo corre a abrazar a sus compañeros cuando meten un gol y pienso que yo no fui así en absoluto.

Y de un tiempo a esta parte no ha dejado de sorprenderme.
Al ser tan poca mi afición por el futbol no le he inculcado conocimientos relacionados de ningún tipo, por eso me dio hasta miedo cuando cambiando canales en la tele me dijo un día:

- Espera, espera, a ver cómo ha quedado el Manchester.
La imagen no había durado en el televisor ni dos segundos, pero había reconocido al equipo.
- ¿El Manchester? ¿Cómo sabes que es el Manchester?
- Hombre, por la camiseta...
Al principio pensé que por alguna razón le habían llamado la atención los colores de esa indumentaria en concreto y por eso la recordaba, pero después siguieron con las noticias de otros encuentros y sabía el nombre de los equipos antes de que los nombraran. ¡Y eran extranjeros! Yo alucinaba.
Entonces es cuando descubrí que la cosa iba mucho más allá: no sólo sabía los colores de todas las camisetas de la primera división española y varias de las de segunda, también las de muchas selecciones nacionales y las de equipos europeos. Mi mujer y yo no teníamos ni idea de esa capacidad de observación.
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Encontré poco después una cartulina con todos los escudos de los equipos de la liga. Se veían tan pequeños que apenas se distinguían sus nombres.
- A ver, Samuel, ¿sabes decirme a qué equipos pertenecen estos escudos? - quise probar.
¿Que si lo sabía?
- A ver... - dijo -el Sporting, el Barça, el Sevilla, el Zaragoza, el Racing...
Y a mí se me ponían los ojos como platos porque si mi vida hubiera dependido de decirlos yo, me habrían borrado del mapa a la primera.
¡¡Y me las dijo todas!!
Entonces me dije: Esta es la mía; aprovecharé lo mucho que le gusta el futbol para enseñarle más cosas.
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Compré un mapa político de España en blanco y recorté esos escudos en miniatura. Esa misma noche le propuse una especie de juego.

- Mira, Samuel, vamos a aprender dónde están los estadios de futbol de todos estos equipos, ¿vale?
- ¡Vale! - se acercó muy entusiasmado, como yo imaginaba.
- Mira, esta comunidad del centro se llama Madrid y aquí juegan el Real Madrid, el Atlético de Madrid y el Getafe.
- ¿El Getafe juega en Madrid? - me preguntó muy extrañado.
- Claro, es que Getafe es una ciudad de Madrid.
- ¿Ah si?
- Sí, mira y aquí está Barcelona y aquí juega el Barça y el Espanyol.
- ¿El Espanyol es de Barcelonaaa? - no lo podía creer.
- Pues sí, es un equipo barcelonés.
- ¡Andaa!
- Aquí está Sevilla, donde juegan el Sevilla y el Betis.
- Pero el Betis está en segunda - me apuntó.
- ¿Ah si? Bueno, pero da igual, es un equipo sevillano... ¿El Betis está en segunda? ¡Vaya, hace poco era de primera! ... Bueno, mira, aquí al norte juega el Depor, en La Coruña, aquí el Valencia, y un poco más arriba, en Castellón, el Villarreal.
Samuel observaba muy atento cómo el mapa se iba llenando de escudos.
- ¿Por aquí no juega nadie? - quiso saber señalando el oeste.
- Bueno, en todas partes se juega al futbol, pero yo te estoy indicando los lugares donde están los equipos más importantes.
Y continué.
- Aquí juega el Tenerife, en esta isla.
- ¿¿El Tenerife juega en una isla?? - exclamó asombradísimo.
- Claro, es que Tenerife es una isla.
- ¿Y hay campo de futbol?
- Toma claro, y de todo: carreteras, colegios, hospitales... muchas ciudades.
- ¿Pero caben? ¿Y no se hunden con tanto peso?
- No, hombre, no... - yo disimulaba la gracia que me hacía.
- Yo me creía que en las islas sólo había palmeras.
- No, no, hay islas muy pequeñas en las que no hay apenas nada y otras grandes que tienen de todo. Mira, otra isla grande es ésta de aquí: Mallorca.
- ¿Ahí juega el Mallorca? ¡Arrea!
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Pero no me conformé con eso. Dado que este verano se juega el Mundial de futbol y él sabe qué equipos están clasificados, he conseguido que memorice más de 20 capitales de paises del mundo, algo que, para mi satisfacción, no sabe en su clase nadie más que él.
A la hora de citarlas le gusta especialmente la de Brasil.
- Brasilia - exclama, y añade - ¡su mujer!

Como no podía ser de otra manera, Samuel es un acérrimo seguidor del Real Madrid, como su padre y su abuelo paterno (el materno nos falla porque es del Barça pero quiere tanto a su nieto que cuando gana el rival se alegra mucho por él)
Su jugador favorito es Iker Casillas pero conoce el nombre de toda la plantilla sin titubear. También se sabe la del Barça (admira a Messi y a Valdés), así como el nombre de la mayoría de delanteros de todos los equipos. Y se ríe al ver las caras que pongo cuando no puedo creer que sepa tantas cosas que yo ignoro por completo.
- Anda, han puesto a fulano de medio centro - me decía el otro día.
- ¿Queee? - gritaba yo - ¿¿También sabes las posiciones??

El pasado sábado fue un día muy feliz para Samuel.
Hicimos un viaje relámpago a la capital con una peña madridista. Salimos a las 8 de la mañana y sobre la 1 de la tarde el autobús entero aplaudía al pasar por la Cibeles.
Por la ventanilla alzaba el cuello asombrado, contemplando todos los grandes edificios de La Castellana, y fue pura emoción cuando sus ojos se encontraron con la inmensa mole del Santiago Bernabeu.
Paseamos por los alrededores con ese ambiente festivo previo a los grandes encuentros y aunque me hubiera gustado que viera algunas cosas que tenía en mente, se empeñó en que lo que de verdad le apetecía era subir en Metro, así que recorrimos parte del subsuelo de Madrid, que para alguien que jamás había visto algo así resultó toda un aventura.
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Pero nada comparable al momento del partido contra el Athletic de Bilbao.
Cuando vio salir a los jugadores al campo su cuerpo temblaba de emoción. El estadio se llenó hasta la bandera y , nunca lo hubieramos dicho, tuvimos la suerte de cantar hasta cinco goles.
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El que más disfrutó, sin duda, fue mi hijo.
Aprovecho para felicitar a los culés por la liga que ganaréis el próximo sábado, esperando, eso sí, que si por uno de esos milagros de la vida, os la arrebatara el Real Madrid, volváis por aquí para darme la enhorabuena a mí.

Y a aquellos que pasáis olímpicamente del futbol: seguid así. ¿Para qué sufrir tanto sin necesidad?

6 de mayo de 2010

EL IDIOMA DE YECLA

Este mes de julio hará diez años que, por aquello de la magia burocrática, pasé a convertirme de alicantino en murciano.
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En el año 2000, fecha redonda para casarse (y para calcular aniversarios más fácilmente) me empadroné como yeclano. Más bien debería decir que me nacionalicé yeclano, pues ya es conocido en todo el mundo que Yecla no es España, sino el extranjero.

El balance de esta década en Yecla es muy positivo y de algunas anécdotas y sucesos dignos de mención ya he hablado (y continuaré haciéndolo más adelante), si bien hoy me apetecía dejar constancia de algo que caracteriza a esta buena gente: su idioma. La palabra idioma no estaría bien aplicada si olvidáramos algo que acabo de decir; recordad: Yecla NO es España, es el extranjero, con sus hábitos, tradiciones, fiestas, manías, fríos del carajo... y su idioma.
.Al poco de conocer a Mª Carmen (aka, Apamen, aka miesposa) me presentó a sus amigas, y algo que le comentaban luego a ella era "Anda que no habla fino tu novio ni ", y es que, claro, yo hacía algo que aquí es inaudito: pronunciar todas las eses.
.A estas alturas estoy más que acostumbrado al acento yeclano y he de decir algo de él: me encanta. Y lo digo en serio. No me gusta tanto el acento de Murcia capital ni el de muchos pueblos de la provincia, mucho más cerrado. En cambio el acento yeclano es de lo más cantarín, le encuentro musicalidad en el habla y tiene en parte el gracejo del deje andaluz sin ser andaluz en absoluto. Me resulta agradable. Eso sí, en Yecla se comen las letras de las palabras como el que come pipas. Un nombre como el de Carlos, por poner un ejemplo, aquí se queda en Cal-loh (fuera erre y fuera ese, ñam, ñam)

Mi hijo empezó hablando con mucha corrección, "muy fino" que dicen aquí, pero con los años y la influencia del ambiente escolar ha ido perdiendo la costumbre de pronunciar las eses y, como todos, ya se zampa algunas letras. Y es algo de lo que, por la fuerza de la costumbre, ya apenas me doy cuenta pero que mis hermanos y sus primos notan muchísimo cuando nos juntamos. "¡Madre mía, qué yeclanicos se te están haciendo!" - me dicen.
.Esto de las eses tiene su miga. A los yeclanos les cuesta horrores pronunciarlas, hasta el punto de que, en un esfuerzo por lograrlo, parece que estén imitando a un pijo relamido y enseguida desisten, pues tanta finura les hace daño en los oídos.
Esto a mí me ha ocasionado algunos equívocos porque, por ejemplo, el pronombre nos acaba en esa -s impronunciable

- Al final noh fuimoh.
- ¿No fuisteis?
- Sí, digo que nos fuimos.
- Ah , ya, ya...

- Y el policía noh miró
- Ah, ¿no os vio?
- Sí, sí, digo que nos miró.
- Coño, qué lio

El evitar las eses a toda costa ha derivado en que hayan inventado plurales nuevos!!

Un sofá es un sofá, sin problema de pronunciación. Pero ¿cómo va a decir un yeclano "dos sofás" sin parecer hijo de Julio Iglesias? Muy fácil: do sofale. ¡Toma castaña! ¿Y dos carnets? Doh carnele ¿Y dos chalets? Doh chalere. ¡Fascinante!

En todos estos años he ido confeccionando un diccionario yeclano- español muy interesante. Tengo un cuaderno con más de 100 palabras y expresiones yeclanas que, sobre todo al principio de llegar aquí, fui escribiendo entusiasmado.
Me consta que por ser Yecla un cruce de caminos entre otras comunidades: a sólo 15 minutos en coche de Castilla - la Mancha y a otros 15 de la Comunidad Valenciana las influencias manchegas y valencianas (y también andaluzas) han conformado un batiburrillo en el lenguaje que para el foráneo son siempre muy curiosas.

Pondré algunos ejemplos:

Se emplea largo para decir lejos. "¡Qué largo vives!" "¿Tan largo trabajas?" (Me gusta, suena muy cervantino)
Cuando un niño o una niña está bastante desarrollado se dice que ya es gordico o gordica aunque sea un fideo. ¡No llores, que ya eres gordica!
Algo cuyo sabor no te gusta y que lo encuentras malo, ellos lo encuentran feo. "¡Puaj, qué feo está esto!" (Digo yo que esto será por influencia de la literatura infantil donde los malos son siempre muy feos)
Las coletas del pelo son jopos. Luego supe que existe en castellano la palabra hopo (mechón de pelo, cola peluda de algunos animales) pero aquí la h la pronuncian con ganas.
Tener frio, tener calor, tener hambre... es Llevar frio, llevar calor, llevar hambre...
La muñeca donde se lleva el reloj es la gobanilla y los mejillones son clóchinas (esto son influencias del valenciano)
Aquí no se tiene novio o novia, se es novio o novia. Me explico, que hasta yo me pierdo: Lo habitual sería: ¿Sabes que fulanita tiene novio? Pues en Yecla sería ¿Sabes que fulanita es novia? (Vale, que será lo mismo, sí, pero no es igual... )
Hablar en voz baja es hablar a bonico y no se emplea la palabra gritar sino vocear.
"Chiiist! No voceeh, habla a bonico, que están echando un clisico"
Esta es una palabra 100% yeclana que me encanta y utilizo a menudo: un clisico es una siesta corta (parece que viene de clisos, ojos) La verdad es que yo no podría vivir sin echarme los clisicos yeclanos.
Reñir aquí es rabiar. Cuando alguien me dice “Rábiale, que se ha portado mal” sólo me sale enseñar los dientes y gruñir como un perro rabioso.
Aquí el sol no deslumbra, aquí escandila.
Los niños no se tiran por el tobogán sino por el resbalaor. Muy lógico, dicho sea de paso.
Lo que siempre he conocido como el escote, o el canalillo, aquí es la regata. (¡La regata!¿Y dónde están los barcos? ¿Encallados entre las tetas? ¡Qué imaginación!)
Un pisotón se dice un pisón. Y un campero es un campule.
No hay nada que haga esquina sino esquinazo.
Si eres muy goloso eres un trompudo.
Otra expresión puramente yeclana: en antes: "He visto a tu madre en antes". (Sin embargo no se dice en después)
Los "por si" o "no sea que" que diríamos por ejemplo en "Coge el paraguas por si llueve" o "no sea que llueva", se expresan siempre con cuidao.
"Coge el paraguas cuidao llueva". "Agárrate a la barandilla, cuidao te caigas"La expresión Dicho y hecho se dice Golpe y pedo. (Qué buena ésta)
Una muy curiosa: lo normal a la hora de dar un susto a alguien es utilizar un Uhh o un Buh, ¿no? Bueno pues aquí se asusta con un ¡Ta!
"Escóndete, vamoh a dal.le un suhto... ¡TA!" (Desde luego el susto te lo arrean igual, pero qué silaba tan poco fantasmagórica)
También es muy habitual oír "Esa pareja se ha desapartao" en vez de se ha separado o se han divorciado. “La nueva vecina es desapartá” (A mí me suena a que no se habla con nadie)
Otra curiosa: jamás he oído decir a nadie hermano o hermana sino los diminutivos hermanico o hermanica, independientemente de la edad.
"Mira, por ahí viene mi hermanica", y al ver llegar a una señora de 70 años me entran ganas de decir: ¿Hermanica?, pues ya es gordica la zagala...
Pero la expresión que no he logrado comprender y que me encantaría que alguien me explicara es el uso del verbo posar.
Según la R.A.E. posar es poner suavemente, descansar, reposar. Todo indica siempre un movimiento hacia abajo, ¿no es cierto? Hasta el poso de un líquido es lo que queda en el fondo, como descansando.
Pues bien, en Yecla es todo lo contrario. Posar es levantar. ¡Pósate! es ¡levántate! Alguien con los pelos posaos es aquel que los tiene de punta!! ¡Esto es la leche!
.Cuanto más convivo con los yeclanos más convencido estoy de que tienen más de marcianos que de murcianos.
Pero a pesar de su extraño idioma... ¡¡Viva Yecla!!
.
(Nota: Que conste que NO pretendo hacer burla de Yecla o los yeclanos en este escrito, nada más lejos de mi intención, teniendo como tengo mucha familia yeclana incluidos mujer e hijos y sintiéndome yo mismo yeclanico.
Si alguno lo tomara a mal le permitiré que me dé un zurrío, me escarrame por tierra y me haga rundar del castillo al ayuntamiento de contao, ¡golpe y pedo!)

1 de mayo de 2010

HISTORIA DE UN MIENTRAS TANTO



Pero... ¡¡Majestad!!

¡Cuánto bueno volver a veros por Palacio! ¡Por todos los diablos,  qué inmensa sorpresa!
Hace tanto que nos dijo que partía hacia Roncesvalles...
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Como no llegaron nunca noticias desde allí, he de confesarle que fueron muchos los súbditos que pensaron que vos habíais... muerto.
Pero sólo yo, vuestro enano bufón, tenía la esperanza de que volvería a saber de vos, como así ha sido.

¡Por mi jubón de marmota! ¡Qué milagro!
Ay... son tantas las cosas que han sucedido en Palacio desde que vos partísteis...

Pero sentaos, sentaos... parecéis fatigada. ¿Os sirvo una copa de Oporto?... Tomad, tomad...

No sé si sabréis cuán ingratos y desleales han sido todos por aquí. ¡¡Es indignante!!
Las cocineras se despidieron hace meses. Ni siquiera tuvieron la decencia de lavar sus delantales, (en confianza os digo que eran unas marranas)
El mayordomo se instaló en su alcoba (la vuestra, no la de él) El muy cretino la daba por destronada y se ha estado acostando entre sus sábanas de lino sin descalzarse siquiera. Y por el escándalo que armaba... ¡seguro que no estaba solo! ¿Queréis que lo llame?
Ah, pero hay más: el ayudante de cámara se largó a vivir con el mozo de las caballerizas - yo siempre me olí algo entre ellos - y descubrí que su profesor de piano (el vuestro, no el del mozo de las caballerizas ni el del ayudante de cámara) robó todas las partituras que usted compuso, incluida aquella que vos me dedicabais que empezaba Trala rala plingui plingui, ¿la recordáis?... ¿no?... La tenía a medio componer si no recuerdo mal. ¡Era maravillosa!
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El jardinero dejó morir sus petunias favoritas (las de vos, no las de él) y se despidió echándome en cara toda su mala leche (la de él, no la de vos) Le dije que no se volviera a acercar por aquí jamás y tan irritado me dejó que yo mismo terminé de pisotear las margaritas y los gladiolos. Perdonadme, Majestad, es que estaba fuera de sí... de mí, quiero decir. De todas formas esa misma noche hubo una tormenta con tan fuerte granizo  que terminó de pulverizar el jardín.
Ay, Majestad, cuánto he sufrido en vuestra ausencia. Nadie ha sacudido las alfombras, ni limpiado las vajillas, ni puesto en hora los relojes. Ninguno se ha dignado a abrillantar las armaduras, ni a recolectar la fruta, ni a alimentar al gato. Por cierto, hace días que no lo veo...
Tan sólo yo he aguardado paciente este momento en que la viera entrar por esa puerta y poder sacar el cetro para vos....
Oh, qué lívida estáis, ¿he dicho algo que os haya... Oh, me refiero a su cetro, el de vos. Ya, ya sé que ahora estáis demasiado fatigada...
Mejor os dejo descansar y, si al levantaros necesitáis mi compañía, sólo tenéis que hacer sonar la...
Ah... estoo... la campanilla de plata se la regaló la criada a la amante de su esposo... El de vos, no el de ella.
Pero descansad, descansad...


Foto: The Queen of Hearts, de Noelle Cristen