27 de septiembre de 2021

LA HISTORIA TAL CUAL FUE

 La Historia con mayúsculas contiene multitud de historias con minúscula que no siempre han tenido la suerte y el privilegio de aparecer, como su hermana mayor, en los libros que se estudian en el colegio.

Unas veces han carecido del glamur o el caché necesarios para tenerlas en cuenta, otras se han topado con descartes por ideologías políticas o censuras morales, y otras, simplemente, fue culpa  del historiador del momento, que  se perdió gran parte del meollo, entretenido como estaba en la degustación de los canapés ofrecidos.

Pero como dijo Buda en una boda: “Hay tres cosas que no se pueden ocultar por mucho tiempo: el sol, la luna y la verdad”

 Lo cierto es que hay verdades que sí han tardado mucho tiempo en ser descubiertas, como que mi tío Alberto tenía una querida en Pamplona, que se supo muchos años después, cuando ella vino al entierro de mi tío llorando a moco tendido.

Recientemente, unos jóvenes investigadores de la Universidad de Yeil han podido demostrar por fin, que las pirámides de Egipto NO fueron construidas por extraterrestres.

El 2 de febrero del año 2570 antes de Cristo, cuando se colocaba la última piedra de la fastuosa Gran Pirámide de Keops, los allí presentes fueron testigos del aterrizaje de cinco naves brillantes de las que descendieron seres con más luces que Las Vegas en día de fiesta. El faraón murmuró entre dientes: “A fresco loto, papiro seco”, que es el equivalente a nuestro “A buenas horas, mangas verdes”.

Aquellos extraterrestres se excusaron por la tardanza explicando que habían tenido que dar un gran rodeo por la rotonda de Andrómeda (hay que tener en cuenta que hace miles de años el Universo estaba todavía en construcción)

El faraón y su séquito los recibieron con malas caras porque la ayuda que esperaban de ellos hubiera sido muy provechosa, al tener cada extraterrestre cuatro brazos y ocho manos, además de pies antideslizantes.

Pero el verdadero motivo del disgusto de Keops radicaba en el hecho de que  había esperado un gran aplauso en la inauguración de su pirámide, pero nadie batió palmas por la cantidad de callos que tenían en las manos. Aún así, el faraón quiso agasajar a su pueblo haciendo correr ríos de cerveza. El espectáculo en sí fue muy bonito, pero los egipcios lamentaban semejante derroche y entre ellos comentaban que hubiera sido mejor que fuera servida en jarras.

Los extraterrestres regresaron a su planeta esa misma noche a. C., aunque dos de ellos pidieron asilo político en la embajada de El Cairo y se hicieron terrícolas de facto. Los descendientes de aquellos dos forasteros multi membranosos son el origen de tanta especulación hoy en día, en frases como “Viven entre nosotros” “Hay otros mundos, pero están en éste” o “Se metió con su jefe y lo puso verde”

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  Fray José Ginés de Lebrija no imaginaba las consecuencias históricas que tendría su interés por encontrar en los Archivos de Indias de Sevilla la receta del pavo a la Moctezuma.

Recordaba que  la había visto un mediodía de 1976 en alguno de los 1796 libros sobre el arte y folklore culinario de las tierras amerindias, y hojeando  aquí, allá y  acullá,  descubrió, oh, sorpresa,  una carta sin clasificar dirigida a la Reina Isabel I de Castilla y firmada por el mismísimo Cristóforo Colombo, (Colón para los amigos)

Con los ojos como platos (como platos sin pavo, se entiende) leyó lo siguiente:

“Majestad, hemos yegado bien.

Algunas bajas en la tripulación por empecinamiento a no comer sano o por tedio e aburrición, a más de un par de marinos que cayeron al mar jugando a la gayinita ciega.

El espectáculo ante los mis ojos es harto maraviyoso. Costas de vegetación infinita y aguas color desmeralda, con unas playas mejores que las Bahamas que pienso descubrir.

Es de justicia dezir que el recebimiento por parte de los nativos está siendo muy satisfatorio, pues nos agasajan con vistosos presentes como telas fermosas, frutas jamas probadas y algunas flechas lanzadas a asombrosa velocidad e buena puntería.

Del avistamiento del clavo y la canela, nada todavía, y he de decir, e ruégoos que esto quede entre nos, que todo huele a nuevo aquí, a demasiado nuevo, y que yo soy de Lepe pero no soy tonto. (1)

Mis cálculos me dicen que esto no son las Indias sino tierras inexploradas, pero mejor nos irá en no alardear dello, pues los golismeros de los portugueses querrían venir a sacar tajada.

Lo que sí os ruego, Majestad, es que a más de guardar este secreto, me conceda también el honor e la gloria de que estas tierras tengan algún día mi nombre. Se me ocurre Colonesia o Colonoscopia, por dezir algunos, pero lo dejo a su eleción e buen criterio. Pero sea presta a realizar gestiones, no venga ahora un listillo mugroso a comerse las mieles del mío efuerzo.

Sin más, prosigo con la misión de conseguir los mayores tesoros para ofrecer a Su Majestad, a.q.d.g.m.a.” (2)

 

(1) José Ginés flipó en siete colores al descubrir que el marino ilustre no era genovés, ni francés ni catalán. ¡Colón era de Lepe!

(2) Para la mayoría de los historiadores que estudiaron la carta que halló el de Lebrija, Colón se despedía diciendo “a quien dios guarde muchos años”, pero también se contempló la posibilidad de que significara “ah, querida, deseando gozaros más ahora” Eso demostraría que Colón y la Reina Isabel tenían un rollito de primavera y explicaría por qué Fernando no tragó nunca al genovés. Perdón, al de Lepe.



14 de septiembre de 2021

LA GRAN CAJA

 Antes de que aparezca de nuevo, pues vuelve a estar en camino, les pondré sobre aviso.

Traten de imaginar una gran caja que se aproxima lentamente a la Tierra desde el espacio.

Visualícenla con los ojos cerrados.

Ahora vuelvan a abrir los ojos para seguir leyendo.

Es un poco mayor que nuestro planeta, por lo que cuando llega, nos engulle y quedamos a oscuras.

No, no se alarmen, será sólo un instante, no llega a detenerse.

La caja se sigue moviendo y va atravesando toda la esfera, y al hacerlo arrastra y almacena en su fondo todos los residuos de plástico con los que se va encontrando: bolsas, botellas, vasos, cubiertos, envoltorios, recipientes de comida…

Esta caja (que yo imagino de cartón) traspasa tanto la tierra como los océanos, lagos y ríos, recogiendo el 100% de los deshechos de plástico enterrados, los que abundan en los arcenes de las carreteras, los que hay en los montes, los hundidos en los ríos… hasta los microplásticos que acaban tragando peces y mamíferos marinos.

¿Cuánta basura tendría en su interior cuando terminara de hacer el barrido por toda la Tierra? Imagino que toneladas de toneladas.

Pues bien, entonces la caja se cierra y hace un viaje ultrasónico hacia el sol, en donde se quema en una milésima de segundo cual fósforo de cerilla seca.

Quizás por la impotencia que me produce escuchar noticias que demuestran lo poco concienciados que estamos con el medio ambiente, soñé con esta caja, y al hacerlo sentía auténtico placer, por lo que se convirtió después en un pensamiento recurrente. Es una utopía, sí, un imposible, pero la caja de mi imaginación lo consigue.

Es por eso que desde entonces, para mi deleite mental, la gran caja ha venido muchas otras veces a la Tierra y he podido ver con claridad cómo se llevaba todas las latas de cerveza y refrescos que hay esparcidas por el mundo, esas que dicen que tardan tanto en desintegrarse que si Hernán Cortés hubiera tirado una al suelo, hoy terminaría de desaparecer.

¿No ven la maravilla? La caja se acerca muy lentamente, y unas veces empieza recorriendo Oceanía y termina por América y otras al revés. Unas veces barre desde el Ártico y otras desde el Antártico, y a su paso por tierra, mar y aire se va llevando todo tipo de basuras:

Detergentes, plaguicidas, manchas de aceite, de petróleo...

Todos los neumáticos desechados.

Los chicles que hay pegados en las aceras.

Las toneladas de ripio de millones de construcciones.

Las pilas y las baterías.

Todo el material radioactivo perdido o enterrado.

Etc, etc, etc...

Incluso, por qué no, podría dejar como una patena todos los vertederos del mundo, con lo que aliviaría por mucho tiempo ese exceso de basura que no se llega a gestionar bien.

La caja es capaz también de borrar hasta el último grafiti, me refiero a esos grafitis feos que se pintan donde no corresponde, los absurdos, los soeces, los que afean tanto las ciudades, los monumentos y el mobiliario urbano.

Ahh, ¡es que suspiro de gozo con mi caja!

Además, es tan eficiente que empieza a tragar residuos incluso antes de alcanzar la Tierra, y engulle y se lleva para siempre toda la basura espacial que gravita a nuestro alrededor, porque no nos basta con generar basura aquí, también la esparcimos por la estratosfera. ¡Yo alunizo, digo alucino!

Y ahora es cuando me pregunto: cuando la Humanidad se percatara de que la Tierra estaba tan limpia… ¿cuánto tardaría el primer burro en dejar basura en el monte? ¿quién empezaría a manchar con otro grafiti la fachada de una iglesia? ¿quién echaría sin el más mínimo remordimiento una colilla a un río ?

Pero no desesperen, porque ya planea por la Vía Láctea nuestra Gran Caja, y en su próximo barrido terráqueo se va a tragar como patatas fritas a todas esas mentes obtusas que no aprenden nunca.

Sé que cuando lo visualice se me va a caer la baba.