23 de diciembre de 2021

CUANDO YO TENÍA DOCE AÑOS Y MI HIJA CATORCE

 ¿Sabíais que en una ocasión el científico Stephen Hawking organizó una fiesta con globos, música y pancarta de bienvenida a la que nadie acudió? 

¿Por qué? Pues porque había convocado a tal evento a todos los que pudieran viajar en el tiempo.

No voy a entrar en temas de física, y menos teniendo que bregar con teorías tan profundas como las del señor Hawking, que no lograría comprender ni con mil maestros Yoda a mi servicio, pero me atrevo a asegurar que, de haber pasado por allí aquel 28 de junio de 2009, yo sí habría entrado a  la fiesta.

Y le habría dicho algo así como: "Amigo Stephen, la gente de ciencias os complicáis demasiado la vida. Yo te aseguro que los de letras sí viajamos en el tiempo, y además lo hacemos muy a menudo"

Sé que se le habrían resbalado las gafas de la nariz, pero también estoy seguro de que me habría dado la razón.


Hace unos días, ordenando lo que yo llamo “el armario de las artes y las nostalgias”, bajé del más alto estante una caja metálica, de aquellas tan chulas que comercializó Cola Cao en los años 70. Sabía que en su día había metido  algo valioso allí, pero no recordaba el qué. 

La caja contiene unos cuantos cuadernos que utilicé como diarios entre los 12 y 14 años de edad. Movido por la curiosidad abrí una página al azar y leí, en primorosa caligrafía, que había comprado la revista Super Pop, pues sabía de antemano que incluía un reportaje sobre ABBA con las letras de algunas canciones.

“...y estaba también Mamma mía (en inglés), que no la tengo en cassette y tampoco la he oído”

Esta agradable coincidencia – ahora que ABBA vuelve a estar en boga- fue razón suficiente para que aplazara lo de ordenar el armario para otra ocasión y me pusiera a leer aquellos diarios.

He de decir que aunque están llenos de datos aburridos y con poca sustancia (las horas exactas a las que me levantaba y acostaba, lo que desayunaba, lo que comía, lo que cenaba…) me agradó la candidez que desprendían aquellas páginas y cierta gracia para relatar algunas anécdotas, que me llegaron a hacer reír.

- Mira, Aitana – le dije a mi hija esa misma noche – esto lo escribí cuando tenia doce años, dos menos que tú.

- ¡Ay, qué letrica! ¿Puedo leer algo?

-¡Claro!

- A ver…  16 de mayo de 1979

En clases de repaso Juan Luís tenía en la boca un Bang bang, ese chicle nuevo, y con él me hacia reír. Hacia bombas que al explotar se le pegaban en la cara.

Jajaja, qué gracia me hace pensar en Juan Luis de pequeño.

- Sí, ¿verdad? Quién iba a pensar entonces que aquel amigo sería un día el padrino de Samuel...

- 27 de mayo de 1979

Después de ver Pippi  mi madre nos ha dado 100 pesetas y hemos comprado muchas cosas: petardos, pica picas, cordoneras, megatones… 

¿Cordoneras? 

-Sí, pero no de los zapatos, era el nombre de una chuchería.

-¡Y pesetas! ¡Qué viejo suena esto!

28 de mayo de 1979

En clase nada de particular, bueno, sí, una cucaracha se ha correteado media aula. Las niñas tenían miedo y hasta gritaban un poco, hasta que le han dado un buen pisotón.

Al salir del cole hacía muchísimo calor, el sol ya empieza a apretar, llega el verano. 

En casa hemos comido arroz con lentejas y de bebida limón que ha hecho mi madre. 

Por la tarde en el colegio no ha pasado nada malo ni nada bueno.

Ay, qué gracia, “ nada malo ni nada bueno”

31 de mayo de 1979

Estos días está haciendo unos días maravillosos, menos hoy a las 10 o por ahí, unos relámpagos grandísimos y una tormenta se acerca. Hace un año, el 10 de junio pasado cayó una piedra que destrozó a muchos campos, Dios quiera que no ocurra esto. Se ha puesto a llover mucho, pero yo he terminado este diario, me he tomado leche con galletas y a “ZZZZZZZ”

-¡Pero cómo que una piedra!

-Sí, me refiero a granizo, es que son sinónimos.

-Pero es que dicho así… ¡Parece que cayó una piedra enorme del cielo!

5 de junio de 1979

Estoy algo penoso porque hoy es el último día que tengo 12 años, estas letras que se ven escritas son de cuando yo tengo 12 años, mañana, mi cumpleaños, y pasado mañana el de mi novia, 13 años.

¿¿Tu novia??

Aquí era yo el que reía.

-Bueno,  era capaz de decir “mi novia” en el diario, pero en realidad, con solo pensar en decirle “hola” me ponía colorado. Ella ni sabía que me gustaba. Se llamaba Nani.

-¡Ay, qué bonico!

18 de junio de 1979

En el colegio, Don Tomás, a un alumno de la clase, José Ramón, lo ha cogido por los pelos y ha empezado a tirar de ellos mucho tiempo, con rabia, porque nunca haze el dictado cuando Don Tomás lo dicta.

¡Hala, qué bruto! ¿no?

-Fíjate en cómo han cambiado las cosas. Entonces a los profesores se les respetaba mucho. Recuerdo que cuando entraban en clase nos poníamos todos de pie. Y Don Antonio, mi tutor en octavo, nos decía entonces: “¡Setenta monos!, digo ¡Sentémonos!”

Y Aitana se reía.


22 de junio de 1979

He merendado  pan y queso y después  atún, pero de plaza. Allá a las 10 hizieron una nueva serie : “Holocausto”, un torrao.

Has escrito hicieron con z.

-Sí, ahí hay una falta. Me hace gracia que  aquella serie no me atrajera nada entonces. Claro, no era para niños. Volví a verla más mayor y me pareció muy buena.

26 de junio de 1979

Mi hermano Tomás a veces es más tonto que un gorila con pandereta, el niño dice que Cheryl es más guapa que Farrah.

¡Que un gorila con pandereta! Pero papá, ¿quién dice esas cosas hoy? 

- Ni hoy ni nunca, eso es tontería de cosecha propia. 

-¡Qué pavo!

-Por cierto, Farrah era una actriz de una serie que al tío Tomás y a mi nos encantaba: Los ángeles de Charlie. Con el tiempo  sustituyeron a Farrah por la actriz Cheryl Ladd, y para mi ya no fue lo mismo.

13 de enero de 1980

Ha nevado mucho, por primera vez he visto la nieve, en Villena. He hecho un muñeco de nieve y he jugado con mis padres y hermanos a tirarnos bolas de nieve.

¡Qué tierno! ¡Cómo os imagino!

...

Así que Stephen Hawking, que en dorada galaxia esté, me habría dado permiso para entrar a su fiesta.  Aquí queda la prueba evidente de mis saltos  del presente a los años setenta, del siglo XXI al XX y viceversa en un abrir y cerrar de ojos. 

Y no de manera aislada, sino de la mano de mi hija, que a sus catorce años  pudo conocerme a los doce.




25 de noviembre de 2021

IMBORRABLES

 


Al alcanzar una edad muy avanzada, nuestra abuela Anita se vino a vivir al campo con nosotros, y en ocasiones  recordaba  cosas de su vida que a mí me encantaba escuchar. 

Me acuerdo especialmente de una anécdota de su etapa escolar.

Estaba de pie ante su maestra, que iba preguntándole operaciones matemáticas más o menos sencillas.

“Pero entonces me dijo: Diez por cien.”

Nos explicaba  mi abuela lo difícil que le pareció  resolver aquello de cabeza y lo confusa que se quedó.

“¿Diez por cien?”

“Sí, ¿cuántas son diez veces cien?”

Y como el tiempo pasaba y no sabía qué responder se iba poniendo más y más nerviosa.

Entonces la maestra, quién sabe si porque tenía poca paciencia o porque aquel día estaba de mal humor, abrió la mano y con la palma le golpeó la frente repetidas veces mientras le gritaba “¡MIL! ¡MIL! ¡MIL! ¡MIL!”

Con cada palmetazo mi abuela fue retrocediendo hasta que perdió el equilibrio y cayó sobre unas sillas apiladas que, con el consiguiente estruendo, se vinieron abajo con ella, aumentando, más si cabe, la humillación que sintió.

 *****


Regresaba mi madre del colegio a casa cuando vio con el rabillo del ojo que algo se movía por la acequia que discurría paralela al camino, y al asomarse descubrió una serpiente.

 “No sé – nos contaba- si sería tan grande como la recuerdo, pero a mí me causó tanta impresión que eché a correr”

A mi madre (la hija de la Anita de la historia anterior) siempre le han repugnado las serpientes. No se altera si ve un ratón, de hecho se atreve a darles caza, pero la sola idea de pensar en serpientes le da escalofríos.

Por eso, al contarnos esta historia, siempre me hizo gracia que a pesar de huir inmediatamente,  se detuviera  para asomarse al canal y verla avanzar.

 “Me daba mucho miedo, pero al mismo tiempo me atraía, ¡quería verla! Eso sí, de lejos. Y cuando la veía llegar haciendo eses, yo volvía a correr. Y luego me volvía a asomar...”

 A veces he imaginado lo que pensaría la serpiente:

“¡Anda con la tonta de la niña! ¡Mira que tenerme miedo a mí cuando ella va a ser la madre de un diablo...!”

 *****

 


Siendo nosotros preadolescentes, nuestros padres pasaron por algunos baches económicos que en ocasiones les obligaron a llevar una vida bastante precaria.

 “Muchas veces - nos contaba mi padre- salía yo de casa con lo justo para un café con leche. ¡Y otras veces ni eso!”

Recuerdo que en una ocasión nuestra madre nos hizo unas carteras de lona  con un cinto cosido para llevar los libros en un costado, como si fuéramos carteros. Nosotros las aceptamos tan contentos, sin imaginar, -eso lo supimos años después- que no había dinero para carteras.

En una de aquellas ocasiones en que mi padre salió, en una expresión muy suya, “a ganarse las habichuelas”, se encontró por la calle con un niño que tenía los zapatos tan deteriorados que podía verle los pies a través de los agujeros.

 “En ese momento me di cuenta de que, aunque mi situación no fuera muy buena, había  gente que lo estaría pasando mucho peor que yo”

Así que aquel día mi padre gastó el poco dinero que llevaba encima para comprarle a aquel niño unos zapatos nuevos.

Lo más bonito de esta historia es que muchos años después mi padre se encontró con un joven que se le acercó y le dijo:

 “Usted no me conocerá a mí, pero yo sí lo conozco. Cuando era un niño andaba yo por la calle medio descalzo y usted me compró unos zapatos”

Mi padre se alegró mucho ante aquel reencuentro que jamás hubiera imaginado, pues incluso lo tenia casi perdido en la memoria, y el hecho de que tantos años después se acordara de él y le agradeciera  aquel gesto lo emocionó y llenó de satisfacción.

 *****

 

Por una razón u otra, mi abuela, mi madre y mi padre no olvidaron nunca estas vivencias. 

Y quizás por lo que subyace en ellas: el amor propio herido, que puede llegar a marcar de por vida, la extraña dualidad  del miedo y la fascinación con la que me siento tan identificado, o la compasión ante el necesitado, especialmente cuando se trata de ancianos o niños, tampoco yo las he podido olvidar.

Y hoy he querido ponerlas por escrito para que algún día puedan ser escuchadas por sus descendientes  y, de alguna forma, sigan siendo, durante muchísimos años más,  recuerdos imborrables.


29 de octubre de 2021

EL REGRESO DE ABBA

 


El próximo 5 de noviembre se lanza a nivel mundial el nuevo disco de ABBA . (Me entran ganas de copiar y pegar esto un millón de veces)

Sé que para muchos esta noticia será simplemente una más, pero, ¡ay, amigos! para mí es un cañonazo de ilusión.

Principalmente porque los fans del grupo no esperábamos que sucediera algo así. 

En 1982, ¡¡hace ya casi cuarenta años!!, dejaron de grabar canciones y, aunque nunca hubo una despedida oficial, su silencio con el paso de los años dejaba claro que ABBA se había acabado.

Recuerdo que en alguna ocasión, a lo largo de estas décadas, llegué a pensar en la posibilidad de que, por una extraña alineación de los planetas, se reunieran los cuatro y nos sorprendieran con una nueva grabación.

“¡Venga! - les decía yo mentalmente - ¿qué más os da? ¡Sólo un nuevo disco! Si no hace falta que hagáis más conciertos, ni siquiera promocionarlo en la tele; ¡yo sólo quiero nuevas canciones!”

Pero no decían nada.

En 1992, cuando se cumplían diez años del “adiós”, salió un recopilatorio de sus éxitos llamado ABBA GOLD. Y ocurrió que el disco se vendió como churros. Fue algo brutal y sin precedentes. De hecho, a fecha de hoy, es el segundo disco más vendido de la historia, tan sólo superado por el Greatest Hits de Queen.

Además, hace poco ABBA GOLD batió el record de permanecer mil semanas seguidas en la lista de ventas del Reino Unido.

¿No era esto suficiente razón para que nos obsequiaran con algo nuevo? ¡Pues nada, los suecos se hacían los suecos!

Unos años después, en 1999, surgió “Mamma Mia!”, el musical basado en las canciones del grupo, y, una vez más el éxito fue arrollador . Sólo en Londres lleva recaudados ¡más de 4000 millones de dólares! Y desde su estreno el musical se ha representado ¡en más de 50 países de los 5 continentes! (No, a Yecla no ha llegado todavía)

¿Por qué semejante éxito después de tantos años? Pues sencillamente porque la música de ABBA es imperecedera, porque sus melodías gustan a todo tipo de gente de todas las edades, porque son unos clásicos como un piano y eso los hace inmortales. ¡Y no hay discusión posible! ¡Ea!

Después del musical vino la película y aquí si hubo una pequeña gran sorpresa.

Para la premiere en Estocolmo, en 2008, los cuatro integrantes del grupo ¡se dejaron ver juntos por primera vez! ¡Después de 26 años!

A los abbosos se nos desencajó la mandíbula al ver a Frida y Agnetha abrazando a Meryl Streep y dando saltos como tres colegialas. Reconozco que yo, y seguramente muchos otros fans, nos atrevimos a soñar en volver a verles actuar algún día.

Pero… seguían sin decir ni mu.

Transcurren 8 años más, estamos en 2016, ya han nacido mis dos hijos, me empiezan a salir canas y ABBA sigue sin querer darme una alegría.

Pero algo ocurre aquel verano: los cuatro suecos se reúnen en un hotel de Estocolmo para celebrar sus 50 años de amistad. Se suben a una especie de escenario para dejarse grabar y fotografiar y la gente allí reunida no deja de aplaudir y vitorearles.

Y entonces, ¡oh, milagro!, cantan juntos la canción The way old friends do. Han pasado más de tres décadas desde la última vez que cantaron juntos, y la noticia da la vuelta al mundo haciendo temblar de emoción todos los titulares.

Yo creo que fue a partir de ese punto cuando algún iluminado les dijo lo que yo llevaba años queriendo decirles y que debido a la distancia entre nosotros no conseguía comunicarles.

La cosa debió ser tal que así:

-A ver, Bjorn y Benny, ¡vengan p’acá p’aquí! ¿Pero no se dan ustedes cuenta de que la gente necesita a ABBA? ¡¡Es vital!! ¿Cuándo van a mover ficha de una vez?

-Pero es que estamos ya muy viejos, es que bla bla bla...

-¡Tonterías! Nadie les está pidiendo que se suban a un escenario a tocar y a bailar. ¡Tan solo les pedimos más canciones! De hecho estamos pensando en crear unos avatares digitales de ustedes mismos en su juventud, para que la gente pueda asistir a nuevos conciertos, como en el siglo pasado, pero de manera virtual. Ustedes no tienen ni que moverse del sofá.

- ¡Tate! ¡Qué idea más chula!

- Pero claro, ¡qué menos que añadir alguna canción nueva a las que ya todos conocemos!, ¿no?

Y por fin nos situamos en el presente, en este 2021 tan raro que nos ha tocado vivir.

El 2 de septiembre fue un día grandioso para los fans del grupo.

Anunciaron una conexión mundial a través de Internet para presentar dos nuevas canciones. ¡¡Dos nuevas canciones!! ¡¡Por fin!!

Mucho antes de la hora prevista, ya estaba yo como un clavo ante mi ordenador (junto a miles de fans del mundo entero, tan expectantes como yo) para ver cómo, desde Estocolmo, y haciendo conexiones aleatorias con Sidney, Rio de Janeiro, Berlin, Tokio… cientos de fans se ponían ante las cámaras para expresar su alegría, sus nervios, su enorme emoción ante lo que de antemano dábamos por hecho que íbamos a disfrutar.

Mientras esperaba el momento retrocedí en el tiempo para verme a mí mismo siendo un adolescente, cuando los fines de semana colocaba en orden mis cintas de ABBA sobre una pequeña mesa del salón, que era un tablero de ajedrez con pie,  y en un viejo radiocassette escuchaba sus canciones una y otra vez, y las ordenaba en una lista por preferencias, e intentaba escribir sus letras, (porque no las tenía, ¡qué distinta aquella vida sin internet!) y mi madre, (que hoy es también una enamorada de ABBA) me pedía que bajara el volumen cuando sonaba Gimme, gimme, gimme o Does your mother know? “Siempre con el pum pum pum”, protestaba ella.

¡Qué felices recuerdos aquellos!

Todo ha evolucionado muy deprisa. Si en aquellos tiempos, que tanto disfruté de su música de forma aislada, me hubieran hablado de las redes sociales que estaban por llegar, y de los contactos que llegaría a hacer con tantos fans del grupo de todo el mundo… australianos, argentinos, noruegos, belgas... comentando y compartiendo una y mil cosas sobre nuestro grupo favorito...

El momento cumbre llegó, la presentadora dio paso a un video y empezó a sonar I still have faith in you, con la voz de Frida sobre imágenes del grupo en sus años de gloria. Algunos de los allí presentes lloraban de emoción.

Después sonó la alegre y a la vez melancólica Don’t shut me down, con Agnetha como solista.

¿Qué queréis que os diga? Fue un sueño hecho realidad. Allí estaban de nuevo sus voces, los coros, los acordes, la misma esencia, la misma magia indescriptible que por unos minutos me hizo olvidar que había pasado tantísimo tiempo.

Por si todo esto fuera poco, conectaron con Londres a donde Bjorn y Benny habían acudido para anunciar que se habían estado reuniendo en secreto y habían grabado un nuevo álbum con diez canciones que se llamará Voyage. Y el mundo se volvió loco.

Como podréis imaginar, cuento los minutos que faltan para terminar de descubrir las nuevas canciones de mis adorados ABBA, que estos días han conseguido quitarme tantos años de encima que me siento como aquel chaval que tenía la habitación llena de posters y que esperaba a que el locutor de la emisora dejara de hablar para poder grabar las nuevas canciones que anunciaban en la radio.




27 de septiembre de 2021

LA HISTORIA TAL CUAL FUE

 La Historia con mayúsculas contiene multitud de historias con minúscula que no siempre han tenido la suerte y el privilegio de aparecer, como su hermana mayor, en los libros que se estudian en el colegio.

Unas veces han carecido del glamur o el caché necesarios para tenerlas en cuenta, otras se han topado con descartes por ideologías políticas o censuras morales, y otras, simplemente, fue culpa  del historiador del momento, que  se perdió gran parte del meollo, entretenido como estaba en la degustación de los canapés ofrecidos.

Pero como dijo Buda en una boda: “Hay tres cosas que no se pueden ocultar por mucho tiempo: el sol, la luna y la verdad”

 Lo cierto es que hay verdades que sí han tardado mucho tiempo en ser descubiertas, como que mi tío Alberto tenía una querida en Pamplona, que se supo muchos años después, cuando ella vino al entierro de mi tío llorando a moco tendido.

Recientemente, unos jóvenes investigadores de la Universidad de Yeil han podido demostrar por fin, que las pirámides de Egipto NO fueron construidas por extraterrestres.

El 2 de febrero del año 2570 antes de Cristo, cuando se colocaba la última piedra de la fastuosa Gran Pirámide de Keops, los allí presentes fueron testigos del aterrizaje de cinco naves brillantes de las que descendieron seres con más luces que Las Vegas en día de fiesta. El faraón murmuró entre dientes: “A fresco loto, papiro seco”, que es el equivalente a nuestro “A buenas horas, mangas verdes”.

Aquellos extraterrestres se excusaron por la tardanza explicando que habían tenido que dar un gran rodeo por la rotonda de Andrómeda (hay que tener en cuenta que hace miles de años el Universo estaba todavía en construcción)

El faraón y su séquito los recibieron con malas caras porque la ayuda que esperaban de ellos hubiera sido muy provechosa, al tener cada extraterrestre cuatro brazos y ocho manos, además de pies antideslizantes.

Pero el verdadero motivo del disgusto de Keops radicaba en el hecho de que  había esperado un gran aplauso en la inauguración de su pirámide, pero nadie batió palmas por la cantidad de callos que tenían en las manos. Aún así, el faraón quiso agasajar a su pueblo haciendo correr ríos de cerveza. El espectáculo en sí fue muy bonito, pero los egipcios lamentaban semejante derroche y entre ellos comentaban que hubiera sido mejor que fuera servida en jarras.

Los extraterrestres regresaron a su planeta esa misma noche a. C., aunque dos de ellos pidieron asilo político en la embajada de El Cairo y se hicieron terrícolas de facto. Los descendientes de aquellos dos forasteros multi membranosos son el origen de tanta especulación hoy en día, en frases como “Viven entre nosotros” “Hay otros mundos, pero están en éste” o “Se metió con su jefe y lo puso verde”

*******

  Fray José Ginés de Lebrija no imaginaba las consecuencias históricas que tendría su interés por encontrar en los Archivos de Indias de Sevilla la receta del pavo a la Moctezuma.

Recordaba que  la había visto un mediodía de 1976 en alguno de los 1796 libros sobre el arte y folklore culinario de las tierras amerindias, y hojeando  aquí, allá y  acullá,  descubrió, oh, sorpresa,  una carta sin clasificar dirigida a la Reina Isabel I de Castilla y firmada por el mismísimo Cristóforo Colombo, (Colón para los amigos)

Con los ojos como platos (como platos sin pavo, se entiende) leyó lo siguiente:

“Majestad, hemos yegado bien.

Algunas bajas en la tripulación por empecinamiento a no comer sano o por tedio e aburrición, a más de un par de marinos que cayeron al mar jugando a la gayinita ciega.

El espectáculo ante los mis ojos es harto maraviyoso. Costas de vegetación infinita y aguas color desmeralda, con unas playas mejores que las Bahamas que pienso descubrir.

Es de justicia dezir que el recebimiento por parte de los nativos está siendo muy satisfatorio, pues nos agasajan con vistosos presentes como telas fermosas, frutas jamas probadas y algunas flechas lanzadas a asombrosa velocidad e buena puntería.

Del avistamiento del clavo y la canela, nada todavía, y he de decir, e ruégoos que esto quede entre nos, que todo huele a nuevo aquí, a demasiado nuevo, y que yo soy de Lepe pero no soy tonto. (1)

Mis cálculos me dicen que esto no son las Indias sino tierras inexploradas, pero mejor nos irá en no alardear dello, pues los golismeros de los portugueses querrían venir a sacar tajada.

Lo que sí os ruego, Majestad, es que a más de guardar este secreto, me conceda también el honor e la gloria de que estas tierras tengan algún día mi nombre. Se me ocurre Colonesia o Colonoscopia, por dezir algunos, pero lo dejo a su eleción e buen criterio. Pero sea presta a realizar gestiones, no venga ahora un listillo mugroso a comerse las mieles del mío efuerzo.

Sin más, prosigo con la misión de conseguir los mayores tesoros para ofrecer a Su Majestad, a.q.d.g.m.a.” (2)

 

(1) José Ginés flipó en siete colores al descubrir que el marino ilustre no era genovés, ni francés ni catalán. ¡Colón era de Lepe!

(2) Para la mayoría de los historiadores que estudiaron la carta que halló el de Lebrija, Colón se despedía diciendo “a quien dios guarde muchos años”, pero también se contempló la posibilidad de que significara “ah, querida, deseando gozaros más ahora” Eso demostraría que Colón y la Reina Isabel tenían un rollito de primavera y explicaría por qué Fernando no tragó nunca al genovés. Perdón, al de Lepe.



14 de septiembre de 2021

LA GRAN CAJA

 Antes de que aparezca de nuevo, pues vuelve a estar en camino, les pondré sobre aviso.

Traten de imaginar una gran caja que se aproxima lentamente a la Tierra desde el espacio.

Visualícenla con los ojos cerrados.

Ahora vuelvan a abrir los ojos para seguir leyendo.

Es un poco mayor que nuestro planeta, por lo que cuando llega, nos engulle y quedamos a oscuras.

No, no se alarmen, será sólo un instante, no llega a detenerse.

La caja se sigue moviendo y va atravesando toda la esfera, y al hacerlo arrastra y almacena en su fondo todos los residuos de plástico con los que se va encontrando: bolsas, botellas, vasos, cubiertos, envoltorios, recipientes de comida…

Esta caja (que yo imagino de cartón) traspasa tanto la tierra como los océanos, lagos y ríos, recogiendo el 100% de los deshechos de plástico enterrados, los que abundan en los arcenes de las carreteras, los que hay en los montes, los hundidos en los ríos… hasta los microplásticos que acaban tragando peces y mamíferos marinos.

¿Cuánta basura tendría en su interior cuando terminara de hacer el barrido por toda la Tierra? Imagino que toneladas de toneladas.

Pues bien, entonces la caja se cierra y hace un viaje ultrasónico hacia el sol, en donde se quema en una milésima de segundo cual fósforo de cerilla seca.

Quizás por la impotencia que me produce escuchar noticias que demuestran lo poco concienciados que estamos con el medio ambiente, soñé con esta caja, y al hacerlo sentía auténtico placer, por lo que se convirtió después en un pensamiento recurrente. Es una utopía, sí, un imposible, pero la caja de mi imaginación lo consigue.

Es por eso que desde entonces, para mi deleite mental, la gran caja ha venido muchas otras veces a la Tierra y he podido ver con claridad cómo se llevaba todas las latas de cerveza y refrescos que hay esparcidas por el mundo, esas que dicen que tardan tanto en desintegrarse que si Hernán Cortés hubiera tirado una al suelo, hoy terminaría de desaparecer.

¿No ven la maravilla? La caja se acerca muy lentamente, y unas veces empieza recorriendo Oceanía y termina por América y otras al revés. Unas veces barre desde el Ártico y otras desde el Antártico, y a su paso por tierra, mar y aire se va llevando todo tipo de basuras:

Detergentes, plaguicidas, manchas de aceite, de petróleo...

Todos los neumáticos desechados.

Los chicles que hay pegados en las aceras.

Las toneladas de ripio de millones de construcciones.

Las pilas y las baterías.

Todo el material radioactivo perdido o enterrado.

Etc, etc, etc...

Incluso, por qué no, podría dejar como una patena todos los vertederos del mundo, con lo que aliviaría por mucho tiempo ese exceso de basura que no se llega a gestionar bien.

La caja es capaz también de borrar hasta el último grafiti, me refiero a esos grafitis feos que se pintan donde no corresponde, los absurdos, los soeces, los que afean tanto las ciudades, los monumentos y el mobiliario urbano.

Ahh, ¡es que suspiro de gozo con mi caja!

Además, es tan eficiente que empieza a tragar residuos incluso antes de alcanzar la Tierra, y engulle y se lleva para siempre toda la basura espacial que gravita a nuestro alrededor, porque no nos basta con generar basura aquí, también la esparcimos por la estratosfera. ¡Yo alunizo, digo alucino!

Y ahora es cuando me pregunto: cuando la Humanidad se percatara de que la Tierra estaba tan limpia… ¿cuánto tardaría el primer burro en dejar basura en el monte? ¿quién empezaría a manchar con otro grafiti la fachada de una iglesia? ¿quién echaría sin el más mínimo remordimiento una colilla a un río ?

Pero no desesperen, porque ya planea por la Vía Láctea nuestra Gran Caja, y en su próximo barrido terráqueo se va a tragar como patatas fritas a todas esas mentes obtusas que no aprenden nunca.

Sé que cuando lo visualice se me va a caer la baba.





22 de julio de 2021

DOS PRIMAS EN LA EDAD DEL PAVO

En verano,  antes de que la canícula empiece a ponerse farruca, nos vamos todos al Puerto. 

Llamamos así a esta casa de campo por estar a los pies de una montaña conocida como Morrón del Puerto, a 8 kilómetros de la ciudad. Allí se puede respirar y dormir bien por las noches (salvo que no quieras dormir, claro)


Hubo un tiempo en que había overbooking de primos en el Puerto y ya bien entrada la noche, el abuelo Juan (el Tato) tenía que pegar un grito desde su cama para que se restableciera el silencio. 

Inolvidable aquella vez en que se oyó:

-Carlota, ¡¡a dormir!!

-¡SI ESTOY DURMIENDO! - protestó furiosa al ver que la culpaban a ella.

Carlota es un torbellino de vida. Despierta, inteligente, observadora y con una imaginación de las que a mí me gustan: en constante ebullición. 

Cuando se junta con Aitana se convierten en un par de ángeles… endemoniados.

-¿Qué hacéis tanto tiempo en el aseo? - preguntó un día la abuela Fina desde el otro lado de la puerta.

-¡Nada!- exclamaron a la par.

-¿Nada? ¡Algo estaréis haciendo!

-Nos estamos poniendo una mascarilla de limpieza.


Un  par de días después, sentados todos a la cena, la abuela Fina comentó:

-Pues hoy he encontrado la papelera del aseo hasta los topes de toallitas. No sé quién habrá gastado tantas.

Aitana y Carlota se hicieron las suecas.

-¡Y un pintalabios roto! – añadió la abuela, esta vez con los ojos puestos en una y  otra. 

Ambas cruzaron una fugaz mirada en la que se podía leer “¡Nos han pillado!” y bebieron agua para disimular todo lo que pudieron. 

Pero no se libraron de la bronca, claro.


En otra ocasión les dio por jugar a dependientas de una boutique de ropa. Pusieron música en su habitación y colocando en perchas sus camisetas, pantalones y pijamas , fueron colgándolas por todas partes. En el colmo de la originalidad, y para darle un aire de tienda moderna,  pegaron con cinta adhesiva sus bikinis por las paredes. 

Después nos invitaron a los mayores a pasar y comprar cualquier prenda. 

Había que ver la amabilidad con la que nos trataban y cómo nos señalaban dónde estaba el probador. Todo cuidado al detalle. Si hasta tenían walkie-talkies para decirse cosas como “Sandra, tráeme cambio cuando puedas, que me he quedado sin monedas.”

Ocurrió que se entregaron tanto en montarlo tan a lo grande que de repente les dio una pereza enorme recogerlo todo.

-Imagino que ahora guardaréis todo esto-les dijo la abuela.

-Ay, sí... Ahora después.

Pero las horas pasaban y la habitación seguía igual.

 Cuando por fin se decidieron a desmontar la boutique, la cinta adhesiva de uno de los bikinis se trajo consigo un buen trozo de pintura de la pared, dejando un llamativo desconchón.

-¡La Fina nos mata!- exclamó Carlota.

-¡Ay! ¿Qué hacemos ahora?

-Ahí afuera hay un bote de pintura blanca. Hay que pintar esto antes de que lo vea.

-¿Y si nos pilla? - quiso saber Aitana.

-Entretenla mientras voy a por el bote.

Y así fue que Aitana fue a la cocina para procurar que la abuela Fina no saliera de allí, mientras Carlota se afanaba por coger el bote y el pincel y dar dos brochazos al pelado de la pared. La abuela Fina no se enteró, pero sí el Tato, que la pilló con el bote de pintura en la mano, pero al parecer no quiso que empezara otra guerra y las protegió con un silencio de complicidad.


-Fina, – decía hace poco Aitana- queremos decorar nuestra habitación. Y nos sobran cosas.

-¡Miedo me dais!

-Esa lámpara hay que quitarla- añadía Carlota señalando el techo.

-¡Esa lámpara no se quita!

-¡Pero si es feísima! - protestaba Aitana- ¡Y encima no funciona!

-Es de casa de abuela rancia!- apuntó Carlota – Y esos cuadros también fuera.

-¿Quitar esos cuadros?- se alarmó la abuela – ¡Ni hablar! ¡Que son de la Virgen Niña!

-¿Y para qué queremos a la Virgen Niña en nuestra habitación? - argumentaba Carlota – Anda déjanos decorarla a nuestro gusto y verás cómo te gusta.

La abuela huyó de la habitación renegando y las dos primas continuaron imaginando cómo la mejorarían. 

Y en esas estaban cuando Aitana salió al salón para traer un pequeño portamacetas y comprobar cómo quedaba en una de las paredes. Pero lo inclinó tanto que una maceta con cactus incluido cayó sobre la cama, dio un bote y fue a para al suelo, dejando tierra y pinchos por todas partes.

Otra vez las dos dando vueltas por la habitación como dos dibujos animados desesperados.

-¡Aitana! ¡Las Fina nos mata!

-¡Rápido, trae la escoba!

-¡No puedo, está en la cocina!

-Pues trae una bolsa y lo recogemos con las manos.

-¿Y si me pregunta?

-¡Que no te vea cogerla!

Pero estas dos diablillas no terminan nunca de salir indemnes. Estaban ya acostadas cuando oyeron a la abuela murmurar.

-¿Y esta tierra que estoy pisando?… ¿¿Y la maceta que me falta aquí?? … Ay, estas crías… ¡Ya verán mañana!

Y ellas, susurrando desde las literas:

-Carlota.

-Qué.

-¿Tú crees que mañana nos mata la Fina?

-¿Matarnos sólo? Nos va a cortar a taquitos y nos va a echar a los perros.


Pero qué tendrá el paso del tiempo que al rememorar todas estas trifulcas y sus consiguientes enfados lo convierte todo en algo tan divertido.


Este verano el Tato ya no está entre nosotros y se le está echando mucho de menos.  Pero estamos seguros de que se ha venido al Puerto y sigue siendo testigo feliz  de todas las vivencias familiares. 

Y, cómo no, de los clásicos rifirrafes entre abuela y nietas.


-A vosotras lo que os pasa - les dice la abuela Fina- es que estáis en la edad del pavo.

-¿Del pavo?- responde Aitana - ¡Y del tucán también!

Y se ríen las tres.


30 de junio de 2021

MIS OTRAS VIDAS SOLITARIAS




EN OTRA VIDA FUI UN NÁUFRAGO…

...en una remota isla del Pacífico, un punto verde en mitad del océano que nunca nadie dibujó en los mapas.

Me sigo viendo entre la blanca playa y el muro de vegetación, atrapando cangrejos, almacenando agua y refugiándome en un cobertizo de palmeras volcadas por algún temporal, entrelazadas de tal suerte que no necesité mucho tiempo para convertirlo en mi hogar.

Inmensa soledad durante las largas horas del día y más soledad en las noches, escuchando el fragor del mar contra los acantilados.

Me acordaba constantemente de mi padre, hasta el punto de sentir su compañía. Pensaba como él pensaría, actuaba como él lo haría, le escuchaba en los silencios... Creo que de alguna forma llegó a estar conmigo. 

Mis únicas posesiones materiales eran dos cuchillos que fabriqué con conchas afiladas, el caparazón de una tortuga, un coral azul con forma de mano y un libro de poemas en francés al que le faltaban las tapas y que leí muchas veces sin llegar a entender. Incluso algunas noches, para hacerme compañía a mí mismo, recitaba en voz alta, cuando la luz de la luna era tan brillante que parecía un faro iluminando aquel lugar perdido en mitad de la nada.

Y así pasé incontables años.

No recuerdo cómo llegué allí, ni si finalmente fui rescatado, pero he soñado muchas veces con un velero desde el que veo alejarse mi cobertizo, mi playa, mi isla... Y mi padre lo contempla conmigo.


EN OTRA VIDA FUI UN ARISTÓCRATA...

… cuyo único aliciente era agotar los días con el mayor lujo y despilfarro, y que terminó siendo un eremita que curó su alma.

Mi juventud fue como una embriagadora fiesta sin fin. Alternaba los mejores yates, casinos y hoteles de la Costa Azul, rodeado siempre  de gente que me alababa y que reía todas mis gracias.

Pero algo ocurrió de repente que hizo caer ante mis ojos un telón negro, tan negro y pesado que apagó el tintineo de las copas y silenció el color de todos los manjares.

Fue una drástica transición que me cambió por completo. Ya no podía estar entre la gente, no sé bien si la odiaba o la temía, pero tuve que huir de cualquier contacto personal y me aparté por completo de familia y amigos a los que en realidad nunca importé.

Me retiré a vivir en plena Naturaleza. Encadené los días caminando por las cumbres de los Apuseni, a cuyos pies había una abadía abandonada a la que descendía al atardecer.

En mitad del claustro, semiderruido por la carcoma del tiempo, había una frondosa higuera bajo la que me gustaba meditar.

Nunca tuve miedo, ni durante las más violentas tormentas, cuando en el cielo aparecían amenazantes telarañas eléctricas y los truenos rivalizaban por derribar  los muros que me rodeaban. Pero qué importaba aquello cuando finalmente las nubes se alejaban y todos los colores de la montaña regresaban a su ser.

En aquel lugar me encontré a mí mismo y aprendí a no necesitar más que lo justo para vivir.

Algunos años después, siendo alguien enteramente distinto, empecé a añorar la civilización y regresé.

Pero esa parte de mi vida ya no merece ser recordada.


EN OTRA VIDA FUI UN BUFÓN…

… que tuvo la suerte y la desgracia de vivir en la corte y de despertar la compasión de la reina consorte, que durante un tiempo fue mi salvadora.

Se llamaba Beatriz y era una joven y dulce criatura de salud delicada. Callada y observadora, pronto advirtió que yo no había nacido para bailar y hacer las acrobacias con las que los otros enanos divertían al rey, por lo que solicitó a éste que yo fuera su bufón personal, el que le  cantara y contara historias.

Y así fue como descubrió que las que más le gustaba escuchar eran las de mi propia vida, más azarosa y dramática quizás que la de cualquier ficción.

Por la confianza que me otorgaban sus ojos me atreví a contarle todo mi pasado: la muerte de mi madre, el abandono de mi padre y el dolor de ser separado de un hermano gemelo, que tuvo menos suerte que yo y que fue vendido a un circo.

No estaba previsto que traspasáramos la línea que separaba nuestras posiciones sociales, pero lo cierto es que nos acostumbramos tanto a conversar a diario que terminamos por ser buenos amigos. Fui cómplice de sus alegrías, conocí sus anhelos y pude ver que, como yo, estaba falta del amor que realmente merecía. El día que yo conseguía hacerla reír era un día que había merecido la pena.

Pero aquella vida de mutuo afecto, aquel apoyo y consuelo compartido no duró todo lo que hubiera deseado. Tras una repentina enfermedad, Beatriz murió, justo cuando en los jardines el otoño mostraba los colores que a ella más le gustaban.

Aquella tragedia no llegó sola. El rey se desprendió de todos sus bufones y me obligó a marcharme con ellos.

No me aceptaron a su lado y tuve que seguir distinto camino. Pasé frio y hambre, pero la dulce y buena Beatriz estuvo conmigo en los momentos más difíciles y siempre me ayudó a sobrellevarlos.

Dediqué el resto de mi vida a buscar a mi hermano, pero jamás di con él.



19 de mayo de 2021

CASUS BELLI


Aquella mañana dos pelotones habían sido escogidos para llevar a cabo un par de misiones muy importantes. Formados de manera compacta, en silencio, aguardaban el momento de desplegarse para actuar.

No había mando alguno al frente de aquellos combatientes, pues cada uno de ellos había sido preparado a conciencia para desarrollar su trabajo sin necesitar directrices. 

Sabían lo que  debían hacer y lo harían sin dudar.

Sólo esperaban el momento preciso.

El tiempo se volvió húmedo de repente y las primeras líneas del primer pelotón comenzaron a moverse.

Todo fue muy rápido. Los guerreros se disgregaron y descendieron por una rápida pendiente. La humedad era más intensa ahora y empezaba a hacer calor. Avanzando por espesas marismas, sin desfallecer, aguardaron hasta encontrar las corrientes precisas que les ayudarían a alcanzar su destino. Los compañeros se habían separado por completo pero tarde o temprano todos se reencontrarían en el campo de batalla.

Y llegó el momento de la verdad. Era evidente dónde se hallaba  el frente enemigo por las ráfagas luminosas y los destellos eléctricos que hacían temblar todo alrededor. Los habitantes de aquel lugar  se encontraban muy débiles por haber intentado defenderse inutilmente.

La victoria no se hizo esperar, bastaron poco más de veinte minutos para que el pelotón sometiera al adversario con las únicas armas que eran capaces de doblegarlos y hacerlos desaparecer.

****************

El segundo pelotón estuvo esperando pacientemente durante más tiempo y cuando la humedad les sobrevino supieron que había llegado la hora de movilizarse. Lo que había sido una piña de soldados perfectamente concentrados  se dispersó de golpe para dar comienzo a su estudiada misión. 

Les sorprendió un calor repentino, un calor más penetrante de lo habitual, y además no encontraron el terraplén por el que descender, ni hubo manera de llegar a los manglares de algas. El avance se hizo imposible y parecía que no hacían otra cosa que dar vueltas y más vueltas para volver al mismo punto una y otra vez.

Nadaron en aguas espumosas y sofocantes buscando el río que les llevara al lugar de la contienda pero acabaron exhaustos y rendidos a un destino fatal que ninguno esperaba.

¿Qué había salido mal?, se preguntaron antes de desaparecer.

****************

-¿Se te ha pasado el dolor de cabeza, cariño?

- Sí, me he tomado el analgésico y ya se me ha ido.

-Y la pastilla para el colesterol, ¿te has acordado?

- Ah, no, ahora me la tomo. Por cierto, la tengo en el bolsillo de la camisa.

-¿En tu camisa? Anda, pues la he metido en la lavadora hace un rato.

4 de mayo de 2021

GEOGRAFÍA DE LA IMAGINACIÓN

 Con qué claridad vemos siempre una bota cada vez que miramos el mapa de Italia, ¿verdad?  

No puede estar mejor definida, con su puntera cuadrada y ese tacón tan estiloso. ¡Hasta la cremallera sobresale por la parte posterior!

Además es una bota que parece estar a punto de soltar un buen puntapié a esa roca silícea que es Sicilia. Para ello, el mapa de Europa, tan aglutinado en general, parece haberse retraído con tal de dejarle espacio para ese chute, y hasta Grecia ha barrido todas sus islas hacia oriente, para que no estorben.

Diría que la idea es hacer una parábola sobre rcega y Cerdeña y que Sicilia encaje en el Golfo de León.

Si esto ocurriera, todo el mundo gritaría “GOL”, especialmente Angola y Mongolia, que son más futboleras de lo que parece.

Yo me he puesto a observar el mapamundi más detenidamente y he descubierto que además de esa bota hay también en Europa dos zapatos; uno  en Luxemburgo y otro en Serbia.


No sabría decir si son zapatos o zuecos o mocasines, lo que sí tengo claro es que están bastante maltrechos, como si los hubiese mordisqueado algún perro.

Y la verdad es que me entretuve en buscar a ese can, pero no he conseguido dar con él, aunque sospecho que Canadá y la Ciudad del Vaticano podrían saber algo al respecto.

Lo que sí tengo claro es que el dueño de ese perro tan juguetón es un golfillo con gorra de ferroviario que vive en Alemania y se llama Germán.


Puede que Germán no tenga perro, pero es evidente que tiene una gallina, esa gallina tan andariega y tan emplumada que hay en Eslovenia y que es conocida como la gallina Liubliana.
Ya conocerán ustedes aquella canción que dice:

Pobre gallina Liubliana,

en un corral tan ameno

y no hay un gallo esloveno

que la despierte mañana.

No sé si esta gallina es consciente de que hay un par de depredadores por el mundo que podrían darle caza para un festín.

Porque yo veo un majestuoso león en Montenegro.



El viento de los Balcanes le ha peinado su melena hacia el cogote, y él posa con su perfil derecho, porque sabe que le favorece.

Algo más lejos del corral, nada menos que en Bolivia, hay un águila que la observa desde allende los mares.



Cuando la oye cacarear, el águila Olivia de Bolivia levanta la cresta en un ramillete de plumas de guerra.

¿Y nadie se ha percatado de que hay un buitre manso y pacífico a orillas del Mar Báltico? 



No se le ven muchas ganas de atacar, pero sin duda espera a dar buen uso de ese pico carroñero.

Que Germán es un poco desastre con sus juguetes lo demuestra el hecho de ver flotando en el Mar Caribe su bate de beisbol y su pelota. ¡Dichoso crío que no guarda nada!



Me resulta curioso que el país de San Cristobal y Nieves tenga como capital a Baseterre, siendo el beisbol un deporte en el que es fundamental alcanzar cada base de tierra. ¿Nos están dando señales y no queremos verlo?

Por cierto, cómo suspira Italia por una isla como Nieves, tan redondita ella, en vez del mazacote triangular que le tocó en suerte.

Todavía he encontrado otros países que juegan a disfrazarse, (porque no hay nación sin imaginación) pero prefiero no arriesgarme a que alguno de ustedes empiece a cuestionar  mi salud mental.

Me quedo aquí, pues, a esperar esa inminente patada de la bota de Italia.

Parece que tarda.

¿Alguien me prepara unas palomitas?