30 de enero de 2012

DIABLOGRAFÍAS 13: FRUTAS Y VERDURAS


Cada mañana, cuando acompaño a mis hijos al cole, pasamos por este lugar.

Y digo pasamos como podría decir "atravesamos", porque esta frutería tiene una puerta que da a mi calle y otra que da a la calle de arriba, así que lo que en realidad estamos haciendo es pillar un atajo.

Y ya que, de alguna manera, también estáis pasando por aquí ahora, aprovecho para decir que esta es la frutería en la que trabaja mi mujer, y que, no es por hacer publicidad, tiene la mejor fruta y verdura en kilómetros a la redonda. Palabra de paladar.
Y además la más barata de la comarca. Palabra de bolsillo.

Y ya puestos, voy a dar un consejo a niños y adultos: hay que tomar fruta y verdura a diario para que nuestro cuerpo esté saludable y lustroso. Hacedme caso porque es un buen consejo.

Pero también emplearé este momento en que estáis prestando atención para recordar algo importante: que hay que erradicar eso de llamar postre a la fruta.
Que no, que la fruta es fruta, y el postre es... otra cosa.

Venga, iré al grano (y no de uva), porque lo que de verdad quería hoy es presentar un nuevo Diablografías (y ya llevamos 13) dedicado a la fruta y la verdura.
En estos días se me ha despertado la vena photoshopera, y como ando como un bullebulle con un racarraca en la cabeza, se me fue ocurriendo una cosa tras otra y, hala, hoy toca parirlas todas juntas.
Ya me disculparéis semejante desfachatez, pero es que hay cosas que o se sueltan sin miramientos o se pudren dentro.

Y yo quiero estar saludable.
Y lustroso.











25 de enero de 2012

SI LA VIDA FUERA UN MUSICAL


Si en el diccionario de la R.A.E. buscáis "Musical" encontraréis:

Género teatral o cinematográfico de origen angloamericano, en que la acción se desarrolla con partes cantadas y bailadas.

Y bueno, no es mala definición, pero le falta salsa. Yo, JuanRA(Eh, también puedo aportar algo, ¿no?), añadiría:

"El Musical es un momento mágico-ficticio en el que debe haber unas escaleras para poder lucirse. Es esa variedad audiovisual en la que de repente se escucha música sin haber músicos y los testigos de tal prodigio se sincronizan para cantar la misma canción y bailar al mismo ritmo sin haberlo hecho antes jamás. Es más, a veces ni se conocen. Y uno, desde su asiento, lo acepta como la cosa más natural del mundo. Y ellos también, claro está, aunque cuando la música acabe siga cada cual a lo suyo como si allí no hubiera pasado nada, y si te he visto no me acuerdo".

Eso sí es una definición completa.

Dicho esto, cualquiera diría que no me gustan los musicales, pero no es así, realmente ME ENCANTAN.
Me divierte observar la multitud de situaciones que se pueden dar entre los personajes haciendo todo tipo de inesperadas piruetas y gorgoritos.
Insisto, me gusta mucho este género, lo que ocurre es que es difícil hacer un dibujo del mismo sin sonar guasón.

Pero hablando en serio, ¿no merece la pena ver cómo dos policias persiguen al ladrón y en un momento dado hacen los tres un claqué cojonudo en el centro de la calle? ¿O cómo el pizzero del barrio lanza la masa al aire, sale a la calle de un salto, hace girar a la chica de la minifalda como una peonza antes de que se la arrebate el lechero que llega en bicicleta para subirla como una pluma en la cesta, mientras ella levanta las piernas al aire sin dejar de sonreír y todo al delicioso ritmo de mil trompetas y timbales? ¡¡Guaaa, es una pa-sa-da!!

Esto se da sobre todo en la comedia musical, pero también existen musicales serios y hasta dramáticos que no dejan de gustarme también.
El primero que recuerdo es Jesucristo Superstar, que me impactó.
Yo me había apropiado de un casette que tenían mis padres con los temas de esa ópera rock, y en mi adolescencia la escuchaba una y otra vez, sin tener ni idea de que esas canciones formaban parte de una trama escrita para representarse. Así que cuando vi la película, conociendo perfectamente las canciones y enmarcándolas en un contexto, quedé boquiabierto. Aluciné.
Desde entonces he visto decenas de musicales, y muy pocos me han dejado indiferente.

El otro día, esperando en la lentísima cola del centro de salud, me encontraba tan aburrido que empecé a hacer estiramientos con las piernas. Después continué poniéndome de puntillas y volviendo a bajar talones; subía y bajaba. Una distracción como otra cualquiera pero que hizo que el hombre mayor que estaba detrás me dijera:
- Baila, baila, que esto va pa rato.

Me hizo mucha gracia pero dejé de moverme para dar paso a imaginar lo que sería que me pusiera a danzar por allí, y la impresión nefasta que causaría.
Sin embargo en los musicales no solo resulta normal, es sumamente delicioso.

Imaginé que la cosa empezaría con una enfermera mandando callar con un SHHH. Luego otra, después otra más. Con esa base rítmica de chitones, la señora de la tos de la cola diría:
- ¡Ay, qué enferma que estooooy!
A lo que todos los allí presentes responderíamos en clave de sol:
- ¡Ay, qué enferma que estaaaá!
Y la cola se abriría en un abanico de acatarrados y enyesados bailando alrededor de ella para terminar llevándola en volandas hasta una camilla a un ritmo a cuatro tiempos, meneando cadera.
Qué bonito, no me digáis que no.

Pero es que ya no pude dejar de pensar en la vida como un musical. De hecho, cuando las puertas de cristal se abrieron para por fin salir al exterior, casi me creía Gene Kelly y sentía cierto impulso al mirar a las farolas.
Llegué al trabajo imaginando que hacía una entrada triunfal vestido de chaqué y todas mis compañeras bajaban alegres las escaleras (¡qué importantes las escaleras!) para hacerme un pasillo de bienvenida.
- Por fin estás aquíii, la espera ha sido laaargaaa- cantarían con las manos en la cintura y un vaivén de hombros.
Y yo, lanzando el sombrero (el top hat de los buenos musicales) que caería perfectamente en la percha...
- Pues ya no sufráis maaaás, dejad la vida amaaarga. (sí, bueno, necesito un letrista)

Un número maravilloso lo podrían protagonizar los mayores, jugando al dominó.
CLAC, golpe de ficha en la mesa, CLAC CLAC, suena más allá. CLAC CLAC CLAC. Y así, uno de ellos arrancaría con un blues como el de los leñadores de Siete novias para siete hermanos. Todo acompasado con un movimiento lento de brazos al echar cartas y fichas sobre el tapete.

Ah, de repente entrarían las bingueras a ritmo de can can, levantando mucho las piernas. Y los hombres, con los ojos muy abiertos, empezarían a mover los pies a derecha e izquierda para cantar "Elásticas, fantásticas", con un ritmo tremendamente pegadizo. Mucho color, mucha alegría.
¿El momento cumbre? Doña Josefina "Corleone" entra en escena bailando un pasodoble conmigo. Es en realidad una fusión entre pasodoble y ranchera de lo más acertada, pero eso sí, cuando se le cae el mantón se descubre su metralleta de mafiosa y entre swings y jazz, empieza a disparar a todos lados para terminar sonando de nuevo la música de "Elásticas, fantásticas" pero en una versión más oscura.

Sonaría el teléfono y yo haría un looping con la silla giratoria hacia él, por debajo de las balas.
- ¿Sí? Aquí Centro de Mayooores.
- Hola. Aquí Libros de colooores.
Y resultaría ser Molinos.

Porque esa es otra que acabo de imaginar. Hace falta que alguien escriba un musical grandioso.
Al igual que ya existen The producers o Absolute beginners nos falta "Bloggers. The Musical".
Se nos vería bailando alrededor de monumentos representativos de nuestras ciudades, al compás de una música rock apabullante con una base de teclas de ordenador. El tema PUBLICAR se cantaría en inglés, que llega a más gente, y habría una escena impresionante de un encuentro blogger en Londres, en la fuente de Picadilly. Una cámara aérea recogería el momento de ese acercamiento masivo en el que todos bailaríamos y cantaríamos "And the moment arrived" levantando manos al cielo.

Tremendo. Mítico.

El Oscar a la mejor canción nos lo llevábamos fijo.


(Video con mis musicales preferidos. Premio gordo para quien me diga el nombre de TODOS. ;)

20 de enero de 2012

CRISTIAN

La entrada de hoy no está escrita por mí sino por mi hermano Tomás. Estábamos deseando que llegara el día 20 para que la leyera la persona a la que va dedicada, y de paso dar a conocer a todos a este querido miembro de mi familia, que llegó a nosotros de una forma muy peculiar.
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Hoy es el cumpleaños de Cristian.
Ha cumplido dieciséis, quién lo diría.

Apenas me llegaba a las rodillas cuando le conocí con cuatro años y medio, y ya es más alto que cualquiera de nosotros.
Recuerdo el día que le llevé al campo por primera vez. Llegué con la intención de que todos le conocieran, y fuera saludado por la familia Cabrera al completo.
Después de presentarse uno a uno, todos se quedaron rodeándole, sin hablar, mientras sonreían al mirarle; porque esa era la sensación que provocaba Cristian con esa edad, la de sonreír. Tan pequeñito, con ese pelo rubio ceniza en contraste con su piel morena y mate, esos dientecitos cuadrados y esa mirada ligeramente endormiscada sólo podía inducirte a sonreír.
Todos reímos con ganas todavía cuando recordamos la primera frase que pronunció en el campo. Mientras todos le miraban, debió sentirse demasiado protagonista quizá, pero ante tanta sonrisa y atenta mirada fue escondiéndose por detrás de una de mis piernas y preguntó con cierto temor: "¿Aquí quién manda...?" Él dice no recordarlo, pero será una frase para la posteridad.

Esta es la historia de cómo nos conocimos.
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El primer día que vi a Cristian hace más de once años, fue una asfixiante tarde de julio.
Yo patrullaba a las cinco de la tarde por el casco antiguo poco antes de mis vacaciones, y al girar una calle vi a una chica que me pareció que lloraba. Llevaba de la mano a un pequeño que caminaba jugueteando con un perrito que les seguía. Como no estuve seguro de si estaba llorando di la vuelta a la manzana y comprobé que sus ojos estaban rebosantes de lágrimas. Paré a su lado y le pregunté si podía ayudarle, pero ni tan siquiera miró mientras seguía caminando despacio. Era evidente que no quería ayuda, por lo que le indiqué dónde podía encontrarnos si cambiaba de opinión.
Cuando llegué a Comisaría estaban sentados en el banco de la entrada, y fue entonces cuando pude presentarme a él.
Estaba asustado, le imponía mucho mi uniforme, y de inmediato miró de reojo la pistola, que parecía gigantesca al lado de su cabecita. Cada vez que me dirigía a él, daba un ligero paso hacia atrás, y se escondía tras su madre.
Al parecer aquella chica había discutido con su pareja, algo habitual entre ellos por lo que contó, pero en aquella ocasión la discusión acabó dejándola en la calle de forma definitiva junto a su hijo, y no tenía un céntimo encima.
Mientras se hacían las gestiones propias ante este tipo de casos, yo me fui ganando la confianza de aquel pequeño, le conseguí rotuladores y folios y comenzó a pintar como un loco; le regalé una pistola de juguete que guardaba en mi taquilla y no paró un minuto en hacerme mil preguntas, primero sobre mi trabajo: "¿A cuántos has matado?" "¿Te has quedado sin balas alguna vez?" Después empezó a hacerme preguntas sobre mi vida, con más interés si cabe.
Como suele ser propio en niños huérfanos de padre, me preguntó por el mío y por el resto de mi familia. En todo momento estuvo ajeno al feo asunto de su madre, y llegó un momento en que ya no tenía el más mínimo temor hacia mí.

Servicios Sociales consiguió dinero para el billete del autobús, ya que al parecer su madre tenía una amiga en Alicante que podía hacerse cargo de ellos de forma temporal, así que muy a mi pesar llegó el momento de llevarles a la parada del autobús.
La intensa hora y pico con Cristian contrastó con una rápida y fría despedida, pues el vehículo llegó casi de inmediato. Le di un beso, e intentando quitar un aire de final a la situación le dije, "Si algún día vuelves por aquí, ya sabes dónde encontrarme".
Recuerdo que justo cuando subían al autobús le mire mientras se despedía de mí y pensé vagamente en qué sería de su futuro, y que, cómo son las cosas, nunca lo sabría.
Pero ocurrió algo que hace que todavía me pregunte sobre los curiosos caprichos de nuestros destinos.
De haber partido el autobús, la historia habría acabado y ya no hubiera sabido nada más de ellos, pero cuando parecía que éste iba a salir, frenó en seco, se abrieron las puertas con ese ruido de sifón y vi que el conductor me gritaba desde su asiento:
-¡¡Oiga, que el perro no puede subir!! Si no se queda aquí no puedo llevarles, lo siento!!
Ella comenzó a llorar, diciendo que bajo ningún concepto abandonaría al animal. El conductor metía presión para que yo decidiera, quejándose del retraso. No había tiempo para pensar. Viendo el cuadro decidí quedarme el perro para después quedar en algún lado y devolvérselo.
Así que un par de días después me cité con ellos en Alicante y volví a ver a Cristian.

Desde el minuto uno estuvo pegado a mí y disfrutaba con cualquier cosa. Cuando caminaba a su lado, su diminuta mano me buscaba, la envolvía con la mía y sentía su fragilidad, parecía que llevara un pajarillo en ella y su sonrisa permanente se contagiaba. Cuando lo levantaba, se abrazaba melosamente. Su peso pluma contrastaba con un abrazo especial, intenso pero ligero. Cualquier muestra de cariño era sencillamente un motivo de sentirse feliz.
Disfrutó tanto con mi presencia que me contagió a mí, y de forma fulminante sentí un cariño absoluto por él.
Su madre me contó que tendría que dejar al niño en casa de su amiga mientras buscaba trabajo, que tendría que estar tiempo fuera para solucionarlo. Aquel barrio no era desde luego el sitio ideal, por lo que dado que era verano y que necesitaba pasarlo bien, le dije a su madre que le recogería alguna vez durante ese tiempo para que saliera de aquel ambiente. Ésta me animó a hacerlo; enseguida detectó mi interés sincero en que el niño estuviera bien.
Volví a por él. Primero le llamaba y se ponía al teléfono. Un escueto "Vale" era la contestación a la proposición que le hiciera, ya fuera apoteósica o normalita, pero la cosa cambiaba cuando llegaba. Al principio era todavía algo tímido pero a los pocos minutos estaba suelto como un pez, y tan feliz que después de dar tumbos por todas partes daba pena dejarle de vuelta.
- ¿Vendrás otro día? - preguntaba conteniendo no sé qué sentimiento.
Tras varias visitas, y viendo que el verano era largo decidí hablar con su madre y preguntarle si tenía inconveniente en que pasara unos días fuera de allí. Me dijo que sí agradecida, y de paso me confesó que cuando hablaba con él por teléfono " Soooolo habla de usted. ¡Cómo voy a decirle que no!"
Fue entonces cuando lo presenté tal y como he descrito más arriba a toda la familia.
Estuvimos pasando el verano entre el campo y una casita en Casas del Señor.
Tengo muy buenos recuerdos de aquellos días, de cómo su gratitud se transformó en cariño incondicional, y ese apasionamiento que desprendía que me contagiaba.
Yo para entonces andaba dándole vueltas a que el cariño crecía por ambas partes y me preocupaba que terminara siendo un problema. Pero si soy sincero, a pesar de que ese temor rondó por mi cabeza, diré que no puse el más mínimo esfuerzo por evitarlo, todo lo contrario.
Para entonces el verano se acababa, su madre no tuvo suerte en su intento de encontrar un trabajo y el futuro inmediato era comenzar un curso en el peor barrio de Alicante en casa de alguien, y de prestado.
Pero yo ya lo tenía decidido: ambos se vinieron a vivir conmigo.
Con la convivencia inicié una relación con su madre que no duró más de seis meses. No fueron meses fáciles desde un principio, pero llegaron a hacerse imposibles.
Mi relación con Cristian durante todos ellos fue cada vez mejor, aunque los problemas de entendimiento con su madre la dificultaban mucho. En ambientes tensos, tras alguna discusión nos mirábamos y nos entendíamos con la mirada. Su carácter armonioso y conciliador me recordaba mucho a mí; él me recuerda mucho a mí.
Cristian me ha hecho preguntas que yo mismo me hacía teniendo su edad, y algunas de ellas me sorprenden por cómo se parecen a aquella filosofía infantil que hasta entonces pensaba sólo yo tenía.
Los continuos problemas hicieron que se planteara acabar la relación, pero había un problema, que en esta ocasión tenía más difícil solución.
Cristian estaba a mitad de curso, absolutamente integrado con muchos amigos que todavía hoy conserva, y llevárselo de vuelta a ninguna parte, perdiendo el curso, era una locura.
Le planteé a su madre la posibilidad de que se quedara hasta que acabase el curso, pero de ninguna manera conseguí que cediera. Mi madre, que como todos también le había cogido todo el cariño del mundo, pudo convencerla de que era lo mejor y se quedó hasta que acabó el curso.
Entonces parecíamos como dos niños cuando se quedan solos en casa, congeniábamos a la perfección. Todo era fácil con Cristian, todo es fácil con Cristian, porque si no lo es, él intentará que lo sea, y eso es algo que adoro de él.

El siguiente año se planteó la misma cuestión, pero a pesar de que la situación de la madre no era nada buena se negó enérgicamente a dejarlo de nuevo un año completo.
Finalmente, y con la mediación de una asistente social se hizo una adopción temporal consentida. Para ello había una serie de requisitos y, tras cumplir con todos ellos, hubo una entrevista final con Cristian.
Recuerdo que la chica salió ligeramente emocionada tras hablar a solas con él y me dijo: "Hay que ver cómo te quiere este chico".
Aún siento una intensa emoción cuando lo recuerdo.

Cristian estuvo todo ese curso completo junto a todos nosotros, y el verano que siguió. Finalmente su madre encontró la estabilidad que tanto buscó y se lo llevó con ella.

Hoy Cristian tiene dos hermanitos (ito- ita) preciosos y su madre sigue viéndole crecer junto a ellos.

Pero Cristian nunca dejó de estar aquí, terminó perteneciendo por pleno derecho y méritos propios a la familia Cabrera, porque se ganó el corazón de abuelos, tíos y primos.
Me gusta de él que a pesar de ese discreto carácter, no pasa desapercibido, tiene una psicología especial con cada uno de los sobrinos. La pregunta de éstos siempre es: ¿¿Va a venir Cristian?? El responder sí supone un "Bieeeeeen", que ríete de los payasos de la tele.
Me gusta de él que nunca se acostumbró al cariño, que no lo dio por hecho y que lo aprecia como el primer día; que sigue teniendo curiosidad, que siempre pregunta por todos, que tiene muy claro lo que no quiere, que es muy noble, también porque es sincero.
Me gusta el respeto que siempre demostró por su madre, por las veces que nos hemos descojonado mientras le contaba las cosas que me pasan y que tanta gracia le hacen y porque que con casi metro ochenta y en plena pubertad todavía no hace ascos a un abrazo, y se le ríen los huesos cuando le mimas.

Nos ha hecho llorar y reír y a pesar de que es mi mayor defensor y no perdona una crítica hacia mí, confieso que es duro conmigo cuando debe, y en alguna ocasión sus palabras y adultos razonamientos me han dejado tocado por su sinceridad.
Por todo ello y desde aquí, te digo: ¡qué suerte tuve el día que tu vida se cruzó con la mía!
Feliz cumpleaños, Cristian.

Te queremos...
Todos.

15 de enero de 2012

ESPARCIENDO DIABLOS

Con total seguridad a mi jefe no le debe hacer mucha gracia su nombre, pero me consta que tiene a Ángeles en gran consideración por esas colaboraciones desinteresadas que viene llevando a cabo para su causa.
Sin ir más lejos, hace unos meses (disculpa el retraso, el horno de este blog saca a veces los pasteles a destiempo) me enviaba un correo contándome su viaje por Portugal, donde no pudo resistirse a la tentación de camuflar un nuevo diablo.
(...)
Por cierto, abro paréntesis para decir algo si no queréis que reviente:
Me preguntaba Ángeles si llevaba la cuenta de los dibujos de diablos que llevamos ya escondidos por estos mundos de Dios el Diablo. Como no tenía yo ni idea pero me despertó la curiosidad, me he puesto hoy a contarlos y, en serio, me han hecho palmas las orejas.
A ver, sumad conmigo:
En Londres se escondieron 6 , más 3 en otra ocasión y 2 más este mismo año (de mano de la misma Ángeles, por cierto)
En Nueva York hay 3 y otros 3 en San Francisco.
Tenemos 3 en Toledo y también 3 en Madrid.
Hay 5 en Amsterdam y 6 en Disneyland Paris.
Repartidos por Egipto hay 5, y 6 entre Roma y El Vaticano.
En el país vecino están ocultos 11 (4 en Lisboa y 7 en Oporto)
Hay uno solitario en Praga y 2 que fueron a parar al Castillo de Bran en Transilvania.
Si les sumamos los 3 de Cantabria y el que escondí yo en un barco en Alicante, hacen un total de 63 diablos.
MAS LOS 3 QUE PRESENTO HOY... ¡¡66!!
(Disculpadme, voy un momento a aullarle a la luna. Vuelvo en seguida)
(...)
Cierro paréntesis y vayamos al meollo, que se me quema la longaniza.
Estas son algunas de las cosas que me contaba mi querida amiga sobre el lugar de Sintra donde ocultó otro dibujo más para nuestro Juego de los Diablos:

"Ese lugar no es especialmente bello, pero no tiene pérdida. Está en el camino que hay que recorrer obligatoriamente tanto para entrar en el Parque da Pena (que es un bosque ancestral maravilloso) como para seguir hacia el Palacio.


El cartel rojo y la puerta verde son referencias claras. Además, como son unos escalones absurdos que no conducen a ningún lado, no creo que tengan mucho trasiego de personal, por lo cual el diablillo puede conservarse ahí durante luengos años.


Por supuesto, no pretendo que hagas una entrada con un solo diablillo. Lo dejé solo como acto simbólico, como reivindicación de nuestro juego, y para que veas que poco a poco vas conquistando rincones del mundo por doquier"

¡Y tanto que hago una entrada con esto! Hay que conquistar el mundo, pero dándolo a conocer. Y además es glorioso que pudieras fotografiar estos lugares:


El establecimiento llamado El Diablo, es una tienda de tatuajes, que está en Largo Raphael Bordallo Pinheiro, junto a la Rua da Trinidade.

Te mando también unas fotos de un lugar de la costa de Cascais que se llama, mira tú por dónde, La Boca del Infierno.
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Doy paso a otro correo que ha estado esperando a salir a la palestra.
Viene de manos de Hitlodeo, (Hit para los amigos), el único bloguero que escondió un diablo en las cercanías del Monasterio de El Escorial ¡¡y fue cazado y traído a mis manos!! Vivir para ver.

Me decía Hit:

" Tras dos viajes realizados este año, he dejado escondidos otros tantos diablos por la geografía española.

El primero de ellos fue un viaje a Valencia que hicimos a principios de julio, con motivo de la primera comunión de mi princesa. Finalizando el viaje se nos ocurrió, después de ir a la playa, visitar el pueblo paellero por excelencia, El Palmar, al sur de la Albufera, y doy fe de que allí se come la mejor paella que he probado, y las anguilas (all y pebre, y fritas).

El caso es que allí, en la misma calle del pueblo había una Barraca, como la de la serie de antaño de la tele, y le saqué una foto (que perdí y que he sustituido por una de Google), pero lo que sí que conservo es la imagen de donde está escondido el diablo, y también os dejo unas indicaciones de cómo localizarla.

El diablo está un poco panzón, pero es que lo dibujé después de comer, y nos dimos una mano de arroz y anguilas y de todo, y me traicionó el subconsciente

El segundo diablo se esconde en las inmediaciones del embalse de Buendía, en el límite noroeste de Cuenca. ¿Qué es lo que hacíamos por allí? Pues fuimos a ver la ruta de las caras que hay grabadas en las rocas que bordean parte del embalse. Son unos 18 grabados en roca con varias figuras representadas, y en una de ellas, en la más tenebrosa, escondí el diablo. ¿Dónde sino iba a hacerlo?

No es propaganda, el diablo está dibujado sobre una servilleta del restaurante donde comimos. Estas cosas son así, surge el ansia de esconder diablos cuando menos te lo esperas, y cuando menos papel tienes a tu alcance (como en otras situaciones, ¡qué curioso!).



Tu juego está llenando la geografía de diablillos traviesos y juguetones deseando ser encontrados.

Espero que te gusten.

Un abrazo"

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Jamás imaginé que un diablo se escondería en una barraca, ni en una cráneo de piedra por Cuenca. ¡¡Genial!! (Eso sí, Hit, no los llames traviesos y juguetones sino maléficos y cabrones. Recuerda que luego esto lo lee quien ya sabes y me mete unas broncas...)

Gracias a los dos y un millón de ánimos a los Cazadiablos para salir en busca de estos nuevos diablos (o de los otros)


10 de enero de 2012

LOS MAIS DEL MAÑANA


De aquí a unas pocas décadas (¿he dicho décadas? No, mucho más cerca) saldrá al mercado un producto que supondrá una revolución comercial sin precedentes. Su venta se disparará en vertiginosa progresión geométrica hasta alcanzar todos los rincones del planeta.

Se trata de los My-Self HTW, que pronto adoptarán el nombre internacional de Mais.

Los Mais serán el resultado de los grandes avances científicos en materia de ingeniería biomolecular y genética, y aunque en un principio serán anunciados como juguetes para niños, sus posibilidades para muchos otros usos (no contemplados a la hora de su lanzamiento) los harán también atractivos para los adultos.

Los Mais son (serán) biomoldes neutros sin sexo ni características físicas apreciables, pero que irán desarrollándolas a partir del momento en que un niño o una niña haga una ligera presión con su mano sobre el punto llamado Génesis 0.
En menos de un minuto desde ese contacto, el Mais ya habrá copiado el ADN a través de la dermis y comenzado su clonación.

A tan solo una hora de la conexión, el Mais ya tendrá el color de la piel, de los ojos y el mismo cabello del niño.

A las dos horas habrán aparecido los mismos lunares, pecas, cicatrices y hematomas.

En menos de tres ya tendrá sus gestos, sus tics, su risa y hasta sus mismas rabietas.
A las cinco horas serán idénticos.
Sólo una cosa diferenciará al Mais de su clonador: el tono de voz, que será algo más grave y lento que el del original. Esta manipulación se programaría para evitar confusiones a la hora de distinguirlos.

Durante los primeros años de su expansión, los Mais solo imitarán a sus clonadores, que los científicos llamarán Patrones.
Será algo muy característico ver a los niños Patrones con su Mais próximo a ellos, como dos gotas de agua, jugando en parques, caminado juntos por las calle o viendo la cetevisión uno al lado del otro.
Los Mais no serán necesarios en colegios ni hospitales: los conocimientos que adquiere el Niño Patrón aparecerían de inmediato en la Memoria del Mais. Las enfermedades o accidentes afectarán unicamente al Patrón, no así a su copia que adoptará la labor de observador de la evolución del enfermo, haciéndole compañía y proporcionándole ayuda.

Salvo casos excepcionales, los Mais no serán admitidos en iglesias o templos pues algunos sectores religiosos no los estimarán como seres vivos portadores de alma. Habrá numerosos grupos que se manifestarán en contra de los Mais por considerarlos algo antinatural y peligroso.

Esta imitación por parte de los Mais tanto de la forma de ser como de los actos de los Patrones, dejará de tener sus límites con el paso de los años, cuando para estimular al consumo de nuevos Mais, los fabricantes crearán los Mais con Tecnología Qimb (TM)
La nueva manipulación del biomolde neutro permitirá que el Mais siga siendo físicamente idéntico a su Patrón pero con diferencias en cuanto a gustos personales.
Muchos padres verán en esto una gran ventaja para educar a sus hijos.

Los anuncios en cetevisión para promocionarlos serán archiconocidos.

- Vamos, cariño, cómete las lentejas. Ya ves que Quincy lo hace.
- ¡¡Oh, sí, son magníficas!! ¡Y me ponen fuerte! - dirá un Mais desde una cocina de España.
- Oh, yeah, they're great!! C'mon, Michael, just do it!! - dirá un Mais norteamericano con la cuchara en la boca.
- Dale, güey, créeme que están chévere!! - se verá en los anuncios mexicanos.

Y se volverán a vender en cantidades industriales, lo cual ocasionará problemas de toda índole.

Por un lado, ante tan atractiva novedad, los antiguos Mais comenzarán a ser sustituidos y abandonados. La progresiva proliferación de Mais caminando sin rumbo por calles, montes y gasolineras dará lugar a nuevas normativas urgentes para legislar el conflicto. Asociaciones pro derechos de los Mais atacarán furiosas con su lema: "¡¡No te abandones a tí mismo. No te pierdas por egoismo!!"
Incluso los detractores de los Mais alzarán sus pancartas: "¡¡No tienen alma, pero sí sentimientos. No a la crueldad!!"

Por otro lado, surgirá un desequilibrio emocional por parte de los Niños Patrones que los psicólogos llamarán Síndrome del Maisengaño, ocasionado por la frustración de no volver a disponer del cómplice con el que jamás discutía.
Los nuevos Mais con Tecnología Qimb (TM) podrían no querer jugar al futbol con sus Patrones, ni reirse de los mismos chistes o preferir jugar con otros hermanos, hermanas o amigos antes que con ellos.

Dará la vuelta al mundo el caso del niño Patrón que empujó a su Mais por el balcón de un 8º piso, furioso porque éste había delatado a sus padres que no había hecho los deberes. Los padres habían castigado al hijo sin ver la cetevisión pero no así al Mais, que la contemplaba satisfecho sin necesidad de acudir al colegio. Esa misma noche maquinó la venganza.

Otros niños frustrados adquirirán la picaresca de imitar perfectamente el tono de voz de sus Mais y confundirán así a los adultos al escupir todo tipo de groserías. Será infinitamente twitteado el video de un Patrón haciéndose pasar por un Mais ante el té que ofrecía la madre a sus amigas, diciendo aquello de:

- ¡¡Ehh, prestadme atención, viejas putas. ¿Sabéis quien os rajará el cuello esta noche? - alzando las cejas mecánicamente.

Los psicólogos acuñarán también el término "Terror desconfiante" y los divanes se llenarán de padres temblorosos.

Pero los casos más desagradables estarían por llegar.

Como aquel de Louisiana en el que se descubriría que un matrimonio había preferido quedarse con el Mais y vender a su hijo, que les era menos rentable trabajando, o el de las mafias organizadas que traficaban con Mais para ser explotados y hacer de ellos copias ilegales de nuevos Mais.

Un experimento genético posterior desencadenaría una catástrofe a nivel planetario, cuando un Mais adulterado con moléculas épsilon7 fue capaz de sintonizar con todas las mentes de los millones de Mais creados en el mundo, transformándolos en seres de actos impredecibles, en muchos casos extremadamente violentos, especialmente hacia sus Patrones, a los que veían como impostores de su propia realidad.

Esto ocasionaría que se dictara una orden a nivel mundial que obligaba a destruir a todos los Mais para siempre, lo que se conocerá como el Genocidio Mais.
El exterminio, que duraría cinco meses bajo el lema "Nunca más Mais", se retransmitiría sin pudor en los canales de pago de cetevisión, pero posteriormente se sabría que no fue completo, pues muchas familias escondieron a sus Mais en...
...

Bueno, ya está bien, que me pongo a futurear y no encuentro el fin.

Y además es la hora de merendar.
A todo esto... ¿te ha llegado alguna historia de los Mais de tu memoria ulterior?

4 de enero de 2012

LA RATA DEL CHOLECK

Traigo una pequeña historia que viene pidiendo paso para estrenar el nuevo año.

Es, sin duda, la anécdota más comentada estos días en el Hotel Cabrerator, pues a todo el que iba llegando a casa se la contábamos, o, mejor dicho, pedíamos a Tomás que la volviera a contar, para ver las caras de asombro y muecas varias del personal.

Ocurría el pasado 28 de diciembre en Monóvar, ciudad en la que mi hermano trabaja como Policía Local.
En su turno de tarde recibía la siguiente llamada telefónica:

- ¿Oiga? ¿Policía? Que aquí en medio de la calle Juan Carlos I hay una rata bebiéndose un choleck de chocolate... Que no se quiere ir y que la gente está molesta... A ver si pueden venir y hacen algo...

Tomás, que inmediatamente se percató de que era el día de los Santos Inocentes, se limitó a sonreír y, tras un poco convincente "de acuerdo", colgó el teléfono.

- Anda que la inocentada... - le comentó a su compañera.
- ¿Qué pasa?
- ¡Pues no me llaman para decirme que hay una rata bebiéndose un choleck en medio de la calle!
- Jajajajajaja. ¿No has reconocido la voz? Fijo que es cosa de algún compañero.
- O de algún vecino que quiere descojonarse viéndonos llegar para buscar la rata.

En definitiva, que pasaron totalmente del asunto.

Unos veinte minutos después, haciendo una ronda rutinaria, y cuando ya ni siquiera se acordaban de la llamada, fueron a pasar por una calle adyacente a la de Juan Carlos I y se percataron de que en ésta había un corrillo de gente mirando al suelo. Unos críos se apresuraron a hacerles señales con los brazos para que se acercaran.
- ¡Aquí, aquí!
Y al llegar al lugar descubrían que REALMENTE había una gorda rata en la acera, con un tetrabrick entre las patas, bebiendo tranquilamente el batido de chocolate de su interior.

- ¡Que no era una inocentada! -nos contaba luego Tomás- ¡Que allí estaba, con su cola peluda y sus bigotes... la mar de pancha la tía! ¡Y había roído el cartón para poder beber mejor!

La gente que miraba el espectáculo quiso mostrarles lo poco que importaba al roedor el que hubiera tanta gente cerca de ella, y daban patadas en el suelo intentando espantarla, mas la rata se limitaba a cambiar de posición y seguir bebiendo con verdadera gana. Hasta emitía unos sonidos de desagrado, como diciendo: "No me atosiguen, que esto está buenísimo y hasta que no me lo acabe no me voy de aquí"
- Y oye - proseguía Tomás - ¡que tuvimos que esperar a que la señora terminara de merendar!

Pensando en el parte que pensaba escribir, fue al coche y sacó la cámara para inmortalizar el momento (algo que me viene de cine para ilustrar la entrada)

Cuando consideraron que era suficiente el batido que se había bebido (ya que en fiestas no hay que cometer excesos) pasaron a la captura del animal.

- ¡Matadla! - proponían algunos - ¡Qué asco!
- ¡Un golpe fuerte y al hoyo!

Pero la compañera de Tomás pidió en un bar cercano una bolsa y una caja de cartón. Utilizó la bolsa a modo de guante y se acercó a la rata para atraparla. Ésta se limitó a dar tres saltos a lo canguro, pero no ofreció resistencia a las autoridades.
Se llevaron a la rata de allí, metida en la caja, en dirección a una zona campestre de las afueras. Durante el recorrido la rata asomaba la cabeza para saber dónde se encontraba.

- ¡Qué bonica es! ¿no? - decía la pacífica captora que sostenía la caja sobre las piernas.
- ¿¿Bonica?? - exclamaba Tomás - ¡¡Es asquerosa!!
- Pero es muy simpática.
- Sí, eso sí. Es asquerosamente simpática.

- Cuando la soltamos en pleno campo - terminaba de relatar Tomás - tampoco quiso salir corriendo. Levantó la cabeza y miró a un lado y al otro. Yo creo que de haber sabido hablar nos habría preguntado si por allí había más merienda de esa que había probado. Luego escribí el parte encabezándolo con un "NO ES UNA INOCENTADA. Adjunto fotos que lo demuestran".
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Aprovecho para recomendar dos libros, ambos de Miguel Delibes, que tras escribir esto me han venido a la cabeza: Las ratas y Los Santos Inocentes. No hablan de ratas que bebían choleck, ni de falsas inocentadas, pero son muy recomendables.

Esto es todo, amigos. Que los Reyes Magos se porten bien con ustedes.