(Basado en desconcertantes hechos
reales)
No me ha sucedido muchas veces,
afortunadamente, pero sí
las suficientes como para poder hacer un análisis exhaustivo y descartar
explicaciones basadas en la casualidad
(las casualidades no existen, y de existir, solo es en Teruel)
Por eso hoy me atrevo a afirmar (y no estoy hablando a la ligera porque,
repito, las evidencias caen ya por su propio peso) que sé de la existencia de ELLOS, y de cuánto disfrutan con sus operaciones en mi
contra.
Pero me voy a explicar, porque
mostrando las pruebas quizás
consiga aliados que me ayuden a desarmar esta confabulación.
Martes 20 de noviembre de 2012. 12:35
horas
De repente miro el reloj y doy un
brinco. Se me ha ido el santo al cielo y si no me apresuro llegaré tarde al trabajo, así que agarro la bolsa de la comida, me
pongo la chaqueta y me largo.
Arrancando el coche ya sé lo que va a ocurrir, porque siempre ocurre.
SIEMPRE.
“ALERTA
CÓDIGO
YECLA, UNO-UNO-SEIS. “NUESTRO
HOMBRE TIENE PRISA”
Atención
a todas las unidades, ¿están posicionadas en los lugares
acordados?”
Y
todos los agentes responden afirmativamente a través de sus pinganillos.
“Doña
Manuela, ¿está preparada en el paso de cebra?
“Aquí
estoy”
“De
acuerdo, Doña Manuela, empiece a cruzar muy lentamente. Nuestro hombre tiene prisa”
“¿Lo
hago ya?”
“Sí,
sí, AHORA. ¡Está muy cerca!”
Y allá
que me encuentro con una señora cruzando parsimoniosamente, lo cual me hace
apretar los dientes. No puedo evitar que su paso de caracol reumático me crispe
el gesto, aun sabiendo que esto ocasiona mucho júbilo en ELLOS, cuando aparezco
por alguna pantalla por la que me pueden ver. ¿Cómo? No sé, vía satélite o algo.
La
anciana ignora que yo SÉ que seguramente no sea una anciana, no imagina que yo SÉ que está puesta ahí
para obstaculizarme el paso y hacerme perder tiempo. De hecho, cuando por fin
termina de pasar, miro por el retrovisor y
la veo caminar más ligera en la acera. Son ELLOS.
Hay
tres semáforos antes de salir a la carretera. Es casi imposible pillarlos todos
en rojo. Eso nunca ocurre.
Salvo si tengo prisa, claro.
“¿Tenemos
la posibilidad de que nuestro hombre encuentre los tres semáforos en rojo?”
“Algo
se puede hacer”
“¡Háganlo!”
Y lo
hacen.
Y de
alguna manera también consiguen que permanezcan en rojo varios segundos más de
lo normal. ¡Los muy cabrones!
“¡Atención,
nuestro hombre abandona la ciudad!, ¿qué agentes tenemos en la carretera de
Villena?
“Aquí
agente Ramírez al frente de un pelotón de ciclistas”
“Aquí
agente Múgica a punto de salir del polígono a la carretera con un trailer que
porta una piedra de mármol de tres toneladas”
“Muy
bien, muchachos, sálganle al paso. Ramírez, despliegue a sus hombres para que
ocupen la calzada con sus bicicletas y le interrumpan el paso”
“Oh, vaya, lo siento, nos acaba de adelantar. Ha pasado más rápido de lo que esperábamos y
no estábamos bien colocados”
“¡Maldita
sea.! ¿Agente Múgica?
“Yo ya
tengo la carretera bloqueada”
“Estupendo.
Atención a todos los agentes posicionados en sentido contrario, nuestro hombre va a querer rebasar al agente
Múgica ¡no le permitan el adelantamiento!”
Y así,
yo me encuentro con un diplodocus de ocho ruedas y una serpiente de autos
sincronizados gota a gota para no dejarme suficiente hueco de maniobra. Si no fuera porque
estoy muy cabreado me reiría a carcajadas. Es tan evidente que son ELLOS...
Muchos
minutos después consigo dejar atrás ese monstruo de mármol antediluviano. Respiro
hondo.
“¿Torre
de control?Nuestro hombre no tiene más obstáculos a la vista. ¿Lo dejamos por esta
vez?”
“¡Ni
pensarlo! Tiene que llegar lo más tarde posible al trabajo. ¿No hay más agentes
por la zona?
“Me
temo que no, aunque...”
“Dígame”
“Podemos
encenderle el chivato de la gasolina por control remoto”
“¿Y eso para qué? No
creo que pare a repostar teniendo prisa. Pero en fin, inténtenlo”
“Aquí
agente Palao desde la gasolinera. He visto a nuestro hombre pasar de largo”
“Era
obvio. Es muy dado a apurar reserva. ¿Alguna otra idea?”
…
...
“¡Señores,
quiero ideas! ¡Que para eso se les paga!”
“Emm...
creo que puedo conseguir que reciba una llamada al móvil”
“¡¡No me sirve!! ¡¡Eso no le hará parar!!”
“Ya,
pero le pondrá nervioso”
“De
acuerdo. Proceda”
Me
suena el móvil. No le hago caso. La llamada insiste e insiste. Echo tan solo
una mirada para ver quién es. Es mi suegra. No lo cojo. Luego la llamaré.
“¿Torre
de control? Intento fallido”
“Bien, atención agentes de Villena, nuestro hombre se dispone a entrar en la ciudad. Quiero un
buen despliegue para conseguir un retraso importante”
En la
primera calle encuentro un furgón blanco avanzando como si pisara huevos.
“Atención,
¿algún agente en la calle principal?”
“Sí,
aquí agente Ferris en furgón Toyota. Tengo a nuestro hombre justo a mis
espaldas”
“Perfecto,
¡frene!”
“¿¿Aquí??”
“¡¡Sí,
ahí, frene!!”
- ¿¿Pero
qué hace este merluzo frenando en seco??- Toco el claxon con cara de loco.
“Me
está pitando, ¿qué hago?”
“Ignórelo
e intente aparcar”
“¿Dónde? Por aquí no hay huecos para aparcar”
“Estoy
viendo que tiene uno a 20 metros”
“¡¡Pero
si ahí no cabe ni una moto!!”
“Da lo
mismo, usted inténtelo, ¿no ve que es solo una excusa?
-¡¡Hijodesumadre!!,
¿pues no pretende aparcar en ese hueco? Otro que está metido en el ajo, joder,
¡están por todas partes! ¡Lo bien que se lo están pasando hoy!
Entro
a trabajar a las 13:05 (seguramente los segundos los habrán cronometrado ellos) Por fin
respiro tranquilo y me dispongo a responder a la llamada de mi suegra.
- ¿Yo?
No, yo no te he llamado.
- Pero
si tengo aquí una llamada perdida.
- Pues entonces es que le habré dado al botón sin querer...
No, no ha sido eso lo que ha sucedido, pero no se lo diré porque no me creería.
Han sido
ELLOS, por supuesto.
Me tienen hasta el corvejón los muy...
Ah, pero
algún día encontraré la manera de desmantelar este complot. ¡Ya lo creo!
Quizás
publicar esto hoy, podría ser el principio del fin.