Lanzo
una pregunta al aire.
¿Qué
sienten ustedes cuando, después de un tiempo sin acudir al banco,
pasan un día a actualizar la libreta en el cajero automático y éste
empieza a imprimir lineas sin descanso?
Raka
raka... raka raka... raka raka...
¿No se
van arrugando ustedes frente a la pantalla ante cada nuevo raka raka,
imaginando cómo va medrando el saldo?
¿No
respiran aliviados cuando la maquineja calla por fin?
¿Y qué
sienten cuando el silencio no es debido a que haya acabado, sino a
que está pasando la página para proseguir con las restas? ¿No es
horroroso?
Raka
raka... Raka raka... raka raka...
Ayer
puse mi libreta al día. No lo hacía desde antes de las navidades.
Cuando por fin la escupió, empachada de tanto chupar, me daba miedo
mirarla. Qué digo miedo, me daba terror.
Y al
mirarla casi lloro.
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Samuel
se inventó un chiste el otro día, y como tiene su gracia lo
traslado aquí.
Esto es
un gato que se encuentra con un ratón y le dice:
- Oye,
tú y yo somos muy parecidos.
- ¿Sí?
¿Y eso?
- Sí,
porque si te quitas la N y el acento, eres RATO, y si después
cambias tu R por una G... ya eres GATO.
- ¡Anda,
pues es verdad! - dice el ratón sorprendido.
Más
tarde se encuentra el ratón con un hipopótamo y le dice:
- Oye,
tú y yo somos muy parecidos
- ¿Sí?
¿Cómo es eso?
- Porque
si te quitas la... aay, es que es muy largo de explicar...
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Lo
escuché bien clarito en Radio Yecla. El locutor dijo: "Mañana
veremos nevar en nuestra ciudad, las predicciones así lo anuncian”.
Pero al
día siguiente, oh, decepción, ni un copo de nieve se dignó a
descender sobre nosotros.
Cierto
es que los picos de la Sierra del Carche, que tiene 1300 metros de
altura, amanecieron blancos, pero el locutor dijo “en nuestra
ciudad”, no en los montes ¿A quién pido yo responsabilidades
ahora? Mi hija deseaba hacer un muñeco de nieve como hizo su hermano
un año antes de que ella naciera.
Cómo me
gusta ver este video. Sobre todo la definición que hizo Samuel de la
nieve:
¡Es
agua, y se come!
Nos cuenta mi madre que cuando ella vivió la primera nevada de su vida,
su hermano mayor la convenció para que probara la nieve frita. “¡Pruébala, está
buenísima! “ Y la inocente niña la puso en la sartén de la chimenea para descubrir
que mi tío le había tomado el pelo.
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Otra vez tú detrás de la bruma.
Otra vez yo con el alma empañada.
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Recientemente he tenido un sueño asombroso (aunque lo asombroso quizás sea el que yo recuerde un sueño al despertar)
En esta ocasión sí me he visto capaz de reproducir lo que ocurrió en mi
mente:
Veía yo cómo una pareja de policías reducían a un tipo corpulento,
echándolo al suelo, esposando sus manos a la espalda y, lo más curioso,
obligándole a tragar una píldora que metían en su boca a la fuerza. Todo esto
con mucha violencia delante de mis narices. Decidí que lo mejor era largarse de
allí, y justo cuando les daba la espalda sonaba un disparo y el detenido pasaba
junto a mi a toda prisa, sin esposas, con una pistola en la mano y escupiendo la
píldora con furia. Recuerdo que lo que más me impresionó fue esto último, que
no hubieran conseguido que se la tragara.
Como era grande la posibilidad de que el agresor y a la vez agredido
individuo se pusiera a disparar, opté por esconderme detrás de un árbol, con la
mala fortuna de que elegí uno tan diminuto que ni en cuclillas me protegía.
De repente me percataba de que estaba yo en el bancal de naranjos del
campo de mi madre, y pude ver cómo en esos momentos salía ella de la casa y el
gigante de la pistola corría hacia donde estaba.
Como no se veían por allí a los policías, el hombre salió huyendo sin mirarla siquiera, pero yo estaba tan asustado que le dije que allí no estábamos seguros, por lo que la ayudé a subir la alambrada metálica del campo vecino. Salía yo corriendo para esconderme en otro lugar, dejando a mi madre en lo alto de la valla, que se balanceaba tanto por su peso que finalmente la veía caer de cabeza al campo vecino. Me estremecí pensando en el daño que se habría hecho, pero vi cómo se incorporaba y, aun con gesto de dolor, levantaba los pulgares hacia mí y se marchaba corriendo.
Como no se veían por allí a los policías, el hombre salió huyendo sin mirarla siquiera, pero yo estaba tan asustado que le dije que allí no estábamos seguros, por lo que la ayudé a subir la alambrada metálica del campo vecino. Salía yo corriendo para esconderme en otro lugar, dejando a mi madre en lo alto de la valla, que se balanceaba tanto por su peso que finalmente la veía caer de cabeza al campo vecino. Me estremecí pensando en el daño que se habría hecho, pero vi cómo se incorporaba y, aun con gesto de dolor, levantaba los pulgares hacia mí y se marchaba corriendo.
Algo más ocurría después, pero no tendría mucha acción pues no lo
recuerdo.
Pero el caso es que finalmente mi madre volvía a aparecer muy animada y me decía:
Nene, que me metí en otra
película. ¡Y el protagonista era Paul Newman!
Hay que reconocer que hay neuronas por ahí adentro que son capaces de
elaborar los guiones más rocambolescos del mundo. Si en mis manos estuviera, no
dudéis que yo las premiaba.
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Una amiga me ha dicho esta tarde:
"Te voy a decir una cosa que me decía mi madre: eres un ángel del cielo bajao"
(Seré un diablo, pero me ha encantao)
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Todos los días, en el colegio de mis hijos suena una canción por megafonía a la hora de entrar. Es como la señal para que los rezagados que van acercándose se apresuren. Ignoro quién será "el disc jockey", pero me encanta su criterio eligiendo la música.
Todos los 21 de marzo se escucha
la Primavera de Vivaldi, así como el allegro del otoño cuando llega esta
estación. Al llegar carnavales se escucha alguna samba carnavalera, y así todas
las fechas especiales tienen su canción elegida de antemano.
Los niños no se percatan de estas coincidencias, pero a mí, y supongo
que a muchos padres, me parece algo muy agradable.
Además tienen el detalle de homenajear a los cantantes que fallecen.
Recuerdo que me emocionó escuchar la guitarra de Paco de Lucía el día en que
murió, o la voz de Mari Trini cuando
se nos fue esta cantante murciana.
Esta mañana los niños entraban en clase cuando se oía a Demis Roussos
cantar allí mismo, como si su alma planeara sobre el colegio.