29 de julio de 2010

CON LA MOCHILA EN LA CABEZA

He aquí unos extractos de algunos de mis viajes.
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Aunque sabía que todo aquel prodigio se encontraba por fin ante mí, me mantuve echado sobre la hierba húmeda, aspirando el aire a bocanadas, con los ojos cerrados, esperando el momento en que me sintiera mejor para incorporarme y contemplar en todo su esplendor aquel lugar durante tanto tiempo soñado.
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Recordé que tenía en un bolsillo las hojas de coca que el indito Don Pedro me aconsejó mascar, pero las olvidé tan pronto como levanté los párpados y mis ojos se inundaron del intenso azul del cielo. El sol brillaba en lo alto pero apenas conseguía calentar y pensé que era necesario moverme.
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Finalmente me levanté para dejar que todo el panorama me invadiera. En ese preciso instante comenzó a soplar una brisa que podía seguirse con la mirada pues iba peinando el mar de hierba que crecía entre aquella impresionante ciudad de oscuros muros y viviendas de piedras milenarias.
Y allí, a 2000 metros de altura, en aquel inmenso “nido de águilas” que en un remoto pasado albergara a decenas de familias incas, tan sólo parecía escucharse el sonido del viento y mi respiración, sobrecogida ante tanta belleza.
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Descendí incontables escaleras talladas en la roca y otras tantas volví a ascender. Anduve por estrechas calles flanqueadas por sólidas construcciones de piedra sobre piedra. Me acerqué tímidamente a medianos muros tapizados de oscuro musgo tras los cuales no había más que insondables precipicios. Me senté en una gran piedra rectangular tallada y colocada en el centro de una plaza y desde allí traté de imaginar cómo consiguieron subir tantas toneladas de piedra hasta aquel pico, cómo pudo ser la vida de aquellos antiguos moradores que un día se marcharon para no volver más.
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Y sentí la impresión de que la ciudad me observaba a través de los innumerables huecos de sus ventanas.

(En las ruinas del Machu Pichu. Perú.)

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- Llevamos 900 kilómetros en este momento – me dijo JL.
- Que en España vendría a ser como estar entrando en Galicia, ¿no?
- ¿Desde Yecla? Sí, más o menos.
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El sol estaba próximo a ocultarse y se intuía ya una puesta tan espectacular que le había pedido que detuviera el coche un par de veces para fotografiar aquel atardecer. Con el contraste de tan prominentes cactus a contraluz en ese cielo de fuego, había conseguido ya unas tomas espectaculares de las que me sentía muy satisfecho, aunque aún estaba más contento con lo que había logrado en aquella estación de servicio abandonada en la que nos habíamos detenido la jornada anterior.
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Fue después de la interminable carretera en ligero ascenso que nos parecía iba a desembocar en las mismísimas nubes del horizonte y que bromeamos llamándola "Autopista hacia el cielo", cuando llegamos por fin al cambio de rasante que nos mostró, como un nuevo desafío del asfalto, otro larguísimo tramo, tan extenso y escasamente sinuoso que a los ojos nos parecía una serpiente arrastrándose hacia algún escondite del infinito.
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El paisaje sin embargo empezó a variar y de vez en cuando aparecían unas moles rojizas en la distancia, algunas de las cuales estaban coronadas por pequeñas nubes compactas dando la impresión de que estábamos en tierras de indios y que, por medio de aquellas blancas señales de humo, estuvieran comunicando unos a otros que un par de rostros pálidos estaban atravesando sin miedo alguno su territorio.
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Y entonces apareció aquella gasolinera destartalada en la que no se apreciaban señales de vida y detuvimos el coche en su sombra.
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De repente, el silencio.
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A los dos nos pareció una laguna perdida en el tiempo y el espacio. Oxidados surtidores marcaban cifras ocultas por el polvo, algunos neumáticos usados estaban esparcidos por el suelo, viejos carteles metálicos claveteados en las paredes de un local construido a base de toscos tablones de madera…
Desde una de aquellas paredes sonreía una chica rubia mostrando un refresco con una sonrisa desdibujada.
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Todo era perfecto para dejarlo plasmado en imágenes y, extasiado, perdí la noción del tiempo fotografiando mi propio sueño americano.

(En el estado de Arizona , atravesando la Ruta 66)

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No puedo dormir pese a lo agotado que estoy.
Los retrasos en el viaje se han ido acumulando y cuando por fin me instalan en esta habitación está bien entrada la madrugada.
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Pero el lugar me resulta tan espectacular que no me es posible conciliar el sueño sin contemplarlo primero detenidamente.
El resplandor de la luna entra por una ventana a mi derecha, la única que no queda oculta por estos altos cortinones de terciopelo rojo. Su luz hace brillar un gran escudo con dagas cruzadas colgado en la pared y el escritorio que descansa a sus pies, al que parece pesarle el tiempo.
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Me levanto de la inmensa cama con dosel- en la que podrían dormir perfectamente 6 personas - y me encamino sobre el suelo cubierto de gruesas alfombras hacia ese resplandor de la ventana que me hipnotiza.
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Es un paisaje fascinante el que contemplo a través de las vidrieras.
Hay una claridad lechosa en el exterior, como si estuviera a punto de amanecer. Puedo apreciar el lecho del río en el amplio valle y cómo se acumulan en sus orillas extensos jirones de niebla gris. Me resulta emocionante estar divisando tan bella campiña desde un castillo en el que tengo la suerte de disfrutar de una estancia para mí solo.
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Algo parece moverse por uno de los caminos que surcan el llano.
Diría que es una figura humana vestida con una ancha camisa blanca y hasta creo percibir su sombra deslizándose a la par sobre las hierbas que orillan el recorrido.
¿Quién puede estar caminando por allá afuera en noche tan fría? Se me pasa por la cabeza la idea del espíritu de William Wallace vagando sin rumbo.
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De repente recuerdo que tengo unos prismáticos en la maleta y corro a buscarlos. Mientras lo hago me percato de que mi cama está deshecha en sus dos extremos y me detengo un momento a encontrar una explicación.
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¿Me he acostado por un lado y levantado por el otro? No, estoy seguro de que no. ¿Entonces?
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- ¡Papaaá, a cenaar!
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La voz de mi hijo me abstrae de mis pensamientos. Me levanto y dejo esa cómoda tumbona que coloqué debajo de la higuera en el campo, el lugar que yo llamo “mi rincón de los sueños”, en el que todos los días encuentro plácidos instantes para pensar.
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Jamás he estado en Perú, ni en Estados Unidos, ni en Escocia… No sé si los visitaré físicamente algún día. Ojalá que sí.
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De momento, estos lugares del planeta, y otros más, algunos muy remotos, los he recorrido con la imaginación, de la forma más sencilla y barata que existe, con la mochila en la cabeza.
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Es una suerte que me queden tantos otros sitios por descubrir.

23 de julio de 2010

LOS DIABLOS DE EGIPTO



Al Juego de los Diablos deberíamos empezar a tratarlo de usted porque está adquiriendo un toque de distinción y un glamour considerables.

Si me llegan a decir hace unos meses que de aquellos diablillos originales de Londres pasaríamos a otros en Nueva York, me habría echado a reír.
De haberme asegurado después que llegarían a Amsterdam y a Toledo, no hubiera creído una sola palabra.
Si para postre me garantizaran que habría diablillos ocultos entre el pasado milenario de Egipto, hubiera exclamado: "Sí, claro, y España ganará el Mundial de fútbol...¡anda yaaa!"

Pero empieza a ser evidente que los asuntos diabólicos funcionan así, de sorpresa en sorpresa y tiro porque me toca.

Mi hermano Fran y nuestra amiga común Juana Mari (SAX) aterrizaron en El Cairo el pasado mes de junio.
Para los que no lo sepáis, ambos son unos apasionados egiptolocos (perdón, egiptólogos; siempre lo escribo mal, casi sin querer) que terminaron recientemente el curso oficial de escritura jeroglífica. Ya solo por eso yo los calificaría de locos sin dudarlo, pero como además osaron a esconder diablos entre las ruinas de las moradas de los dioses egipcios de la antigüedad, ya no me dejan lugar a dudas.
Es un lujo adornar la entrada de hoy con las fotos que hicieron y las explicaciones de dónde los colocaron. Si os sentís Indianas Jones, tenéis mi permiso para ir a por ellos.

1) LA GRAN PIRÁMIDE DE KEOPS
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El primer diablo está escondido aquí. A media altura de la cara izquierda de la pirámide, mirando desde la cara principal, aparece una construcción pequeñita y medio derruida con techo abovedado. En el interior de esa construcción, colocado por el techo de la misma, se encuentra un diablo entre dos rocas.

Además de las fotos, Fran hizo un dibujo de la pirámide para verlo bien en perspectiva.

2) MUSEO ARQUELÓGICO DE EL CAIRO
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Está estrictamente prohibido hacer fotografías en su interior, por lo que la foto la sacamos de internet.
En la entrada principal hay un gran hall central con dos colosales figuras de Amenofis III y Tiyi presidiendo el fondo. En su base, bajo la nota explicativa, hay un desconchado que deja ver unos ladrillos. En la parte de abajo, más a la derecha de ese desconchado, está escondida la diablesa del museo.

**Pequeña anécdota intercalada que nos cuenta Juana Mari**
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Un egipcio se nos acercó con un caballo que él llamaba Susana. Nos hizo mucha gracia que tuviera ese nombre y Fran mantuvo una conversación en árabe con él.
(Nota: Fran sería feliz en la mismísma Torre de Babel)
De repente el egipcio empezó a preguntarle por mí. Fran me tradujo que el hombre quería casarse conmigo. "Dile que sí, que accedo - dije yo - pero que si se casa conmigo yo iré a trabajar y él tendrá que colaborar en los trabajos de la casa y en cuidar a nuestros hijos".

Al hombre le faltó tiempo para decir que no, espantado. Dijo que me casara con otro. Pedí a Fran que le dejara claro que en nuestro país somos las mujeres las que elegimos a nuestros maridos, jajaja, pero me parece que esto ya no se lo dijo...

3) ABU SIMBEL
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El tercer diablo está en el templo de Abu Simbel, ¡EL TEMPLO CON MAYUSCULAS! El más bonito de Egipto, el templo de Ramsés II , la octava maravilla del mundo.
(No profanéis mi tumba - dice el diablo momia :D)
También está prohibido hacer fotografías aquí, pero tú dí en el blog que para esconder diablos teníamos que ser malos a la fuerza y nos pasamos la prohibición por... por alto.

Adjuntamos las fotos del interior del templo de Abu Simbel, en la que se ve el hueco donde ocultamos al tercer diablo. Tú pon las flechitas.
Además de un plano del templo, dibujado por Fran.




4) EDFÚ

El cuarto diablo está escondido en el templo de Edfú,
Entrada principal al interior del templo.

A mano derecha, pegado a la pared interna contigua a la puerta, hay una pequeña cabina. En su interior, con ayuda de linternas, se verá la imagen de un egipcio con un agujero en la cabeza. Ahí está escondido el cuarto diablo.
5) LUXOR
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Y el quinto diablo está en el templo de Luxor.

(Colocado el día 6/6, se acordaron de mi cumpleaños!! :) )
Tras la entrada principal encontramos las primeras columnas formadas por un conjunto de 4: dos a la izquierda y dos a la derecha. Tras la segunda columna a la izquierda, mirándola en el sentido de la entrada, se halla una pared con diversos huecos.
En un hueco situado a media altura se encuentra el 5º diablo.

Gracias Fran y Juana Mari. Un trabajo faraónico el vuestro.
A aquellos que en su día no lo viérais, os invito a que os asoméis al templo egipcio que hizo Fran con sus propias manos a la edad de once años. Aquí.

Me queda la duda de si será peligrosa la combinación diablos-dioses egipcios.
A veces me da por pensar que cualquier jueves de estos, cuando la luna entre en su fase más septentrional y Júpiter se alinee con algún planeta mal encarao, pueda desatarse alguna maldición, y entonces Isis, Osiris, o el primero que se despierte, abrirá un ojo y lanzará un rayo cósmico que caerá de lleno en todo el centro de mi ser.
Sí.

Sólo me tranquiliza pensar que puedan apiadarse de mí por llamarme Juan Ra Amón.

16 de julio de 2010

AHÍ VA UN GOLOSO


Arrancaremos la tercera temporada de este blog con un tema que aún no había puesto sobre la mesa: el manchuco.
¿Que no sabéis lo que es el manchuco? No me extraña; acabo de consultar en el diccionario de la RAE para asegurarme ¡¡y no existe la palabra!!
En realidad se dice la manduca (qué sabrá esta gente...)
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Si en materia gastronómica dividiéramos a mi familia en grupos, yo pertenecería sin duda al de los Ñampa-Zampa, es decir, a los que nos gusta comer y disfrutamos mucho haciéndolo.
Hay determinados alimentos que no me agradan, claro está, (ya hablaré de ellos) pero muy pocos que no sea capaz de tragar, por lo que soy un chollo a la hora de invitarme a comer. No pongo pegas a nada.
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En el extremo opuesto están por ejemplo Apamen y su padre (por ende mi suegro, otro alienígena como ella) que entrarían en el grupo de los Ñamburridos. En alguna ocasión han llegado a declarar que comen porque hay que comer, pero que si por ellos fuera pasarían de hacerlo pues les parece un trámite aburrido. (Yo ante esto sólo puedo expresar un asombro infinito (!!!???!!!????!!!!????!!!!... y así hasta el infinito)
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Pero cómo pueden... (esperen, aún quedaba más: ???!!!???!!!!????) ...cómo pueden prescindir de uno de los mayores placeres de la vida? ¿Aburrido comer? ¡¡Si no alcanzo a imaginar nada mejor!!
(...Bueno, sí... ¡bueno, no!... Bueno, no sé...)
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El caso de mi suegro es además inconcebible.
Es un hombre de constitución fuerte, con unas manos que por suerte pertenecen a una persona pacífica porque, con toda seguridad, tortazo que diera, familia de luto. Ha desarrollado siempre trabajos en los que la fuerza física es fundamental, es decir que por lógica necesitaría "combustible" con frecuencia y sin embargo pocas personas habré conocido que coman tan poco como él.
Muchos fines de semana se va al campo a las seis de la mañana y regresa sobre las dos de la tarde. Allí labra, cava, poda, sulfata... Antes de salir sólo se toma un triste vaso de café con leche y para almorzar se lleva, atención... ¡¡dos madalenas!!, pero ojo, que si le acompaña el perro, una de esas dos madalenas será para el chucho. (???!!!) ¿No es alucinante? Intento hacer un esfuerzo y ponerme en su lugar y sólo me veo caído con la cabeza metida en un hoyo, del jamacuco que me daría.
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Un galardón que ostento y que todos en la familia me reconocen es el de ser el más goloso de todos. Con diferencia.
La única que era capaz de hacerme sombra en mi debilidad por los dulces era mi abuela Paquita de quien debí heredar el gen glotón.
Mi abuela hacía unas natillas caseras como jamás he vuelto a probar cosa igual. No se conformaba con que tuvieran apariencia de natillas, ella les daba un toque artístico batiendo claras de huevo a punto de nieve que colocaba sobre la bandeja en grandes montículos en espiral, tostando sus puntas y regándolas con caramelo líquido. Colocadas sobre la mesa, el conjunto era como una vista aérea de las cúpulas del Kremlin convertidas en dulce.
Y cuando yo metía la cuchara en aquello y me la llevaba a la boca... no miento: entraba en un trance fulminate y el mundo a mi alrededor desaparecía. ¡Ahhh, aquello era sublime.!
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En mi exaltación del mundo del dulce durante todos estos años, he llegado a unas conclusiones que voy a exponer a continuación. Me gustaría que me dijérais si estáis de acuerdo o no, para que yo también os sitúe en el grupo de los sabios o en el de los ignorantes escépticos.
Vamos allá.
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1) EL POSTRE ES POSTRE Y LA FRUTA ES FRUTA. ¡Y NO SON SINÓNIMOS!
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Creo que ha quedado medianamente claro, pero me explicaré.
Ya sé que según el diccionario la palabra postre viene de postrero, es decir de lo que se ofrece al final, pero no nos engañemos, la idea abstracta de postre siempre será la de algo dulce, la de algo muy rico.
¿No es verdad que lo mejor se deja siempre para el final? ¿No es el postre una especie de premio?
Un buen postre son unas natillas, un helado, un flan, un trozo de tarta, unos creppes de chocolate...
Una manzana no es postre. Es fruta.
Una sandía, un melocotón, una pera... ¡Fruta y sólo fruta!
Para que me entendáis mejor: un plátano es fruta; un plátano frito caramelizado y flamebeado es postre. Las fresas son fruta; las fresas con nata son postre.
Esto es algo que en mi familia tienen bien aprendido.
- ¿Hay postre?
- No (aunque en la mesa haya una fuente de las frutas más variadas)
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Pero cuando uno ha sido criado con esta filosofía y ha mamado estas verdades verdaderas es muy duro llegar un buen día a casa ajena y oir:
- Esperad, que saco el postre.
Ay, yo empiezo a salivar y a relamerme. "Mmmm. ¡El postre! ¿Qué habrá? ¿Algún pan de Calatrava? ¿Algún pastel de chocolate? ¿Un flan de huevo casero?...
Para terminar con mi gozo en un pozo cuando llega la fuente de cerezas o las rebanadas de melón.
¡Por favor, disgustos los justos!
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Y ahora saldrán los objetores de conciencia a decir: "¡Pues a mí me encanta la fruta!" "¡Pero si la fruta está riquísima!" Y yo no lo negaré. Rica, sana, fresca... Si no voy a decir que no, pero por favor, no le demos la categoría de postre. El postre es... otra cosa.
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2) NO EXISTE NADA "DEMASIADO" DULCE.
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Cuando Apamen y yo éramos novios, a ella le divertía comprarme de vez en cuando un Mars por sorpresa.
- ¡Toma, cómetelo!
Y yo, encantado de la vida, le quitaba el envoltorio y de un sólo bocado me metía en la boca casi toda la barra.
Entonces empezaba para mí un dulce vuelo hasta el éxtasis y para ella todo un espectáculo visual, porque, supongo que sabréis de lo que hablo, uno empieza a masticar esa sensacional combinación de galleta, chocolate, y caramelo que se va espesando y pegando en los dientes y en el paladar y no sé qué ocurre pero el cerebro ya no da órdenes, es como si pusiera el piloto automático y apareciera un luminoso "Que sea lo que Dios quiera".
La lengua no sabe qué hacer con semejante torrente de pastoso dulzor. Se acelera la respiración, el aire entra y sale por la nariz a raudales porque la boca está sellada, las papilas no dan abasto para semejante alud de densa delicia azucarada y uno empieza a resoplar y a dejarse llevar por oleadas de placer.
Entonces, con los ojos en blanco, yo comenzaba a mover las manos como si me despidiera de ella y a gemir como un oso borracho y eso la hacía reír a carcajadas.
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Pero luego me llamaba exagerado.
- ¿Exagerado? Tú no sabes lo que es esto.
- Lo he probado, pero no sé cómo puedes. Está demasiado dulce.
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Ni lo entendí entonces ni lo entiendo ahora. ¿Demasiado dulce? El adjetivo dulce jamás puede tener matiz peyorativo por lo que no le cabe un "demasiado". Es como decir, "Ay qué pena, tengo demasiado dinero" (¿?) O "Mi primo es un encanto, lástima que es demasiado guapo" (¿?) "Oye, tu hija es demasiado inteligente, ¿no?" "Sí, tenemos un disgusto..."
Que no, hombre, que no, que habrá cosas dulces y muy dulces pero no "demasiado" dulces, no me trastoqueis la pura lógica del lenguaje.
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3) EL ÚLTIMO SABOR QUE HA DE QUEDAR EN LA BOCA ES EL DULCE, JAMÁS EL SALADO.
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Y esto no precisa aclaración pero me consta que hay quienes después de comerse una milhoja de merengue o un panqueque argentino (el mejor postre habido y por haber) son capaces de comerse una patata frita para quitarse el dulzor.
Ante eso, siempre repetiré lo que decía mi abuela cuando era testigo de semajante ultraje.
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-¿Te acabas de meter una aceituna en la boca?
- Sí
- ¿Después de comer natillas?
- Sí
- ¡MA-RRA-NO!

10 de julio de 2010

DOS AÑOS DE BLOG

JUANRA: Ya va siendo hora de anunciarlo, ¿no?


DIABLO: ¡¡ HE DICHO QUE NO!! ¡¡Que se enteren ellos!!


JUANRA: Pero si ha pasado una semana y nadie ha dicho nada…


DIABLO: No lo entiendo, ¡con lo importante que es este blog! ¡¡El blog de El Maligno!! ¿¿Es que no me tienen miedo??


JUANRA: Hombre…, miedo, lo que se dice miedo… no creo. Con suerte algo de respeto.


DIABLO: ¡Hatajo de desmemoriados! ¡Merecen lo peor!


JUANRA: Esto va a ser cosa del Mundial de fútbol , que con el boom de España estamos todos despistados.


DIABLO: Ouuff, no debí permitir que perdiera Paraguay … De todas formas cumplir dos años de blog… ¡¡ es más importante que cualquier Mundial!!


JUANRA: … ejem…


DIABLO: O tan importante.


JUANRA: Bueno, ¿lo anuncio o no lo anuncio?


DIABLO: Venga, dale, pero échales un buen puro,¡¡ cabréate por una vez en tu vida, coño!!

JUANRA: ¿Yo? Pero si eres tú el que echa humo...


DIABLO: ¡¡CABRÉATE HE DICHO!!


JUANRA: (…) Señoras y señores lectores de A la edad del diablo: ¿están tontos o qué?


DIABLO: ¿Tontos? ¡¡Di gilipollas!!


JUANRA: Lo siento pero éste es un blog para todos los públicos.


DIABLO: ¡Por los mocos del chupacabras! Con la de gente que hay en el mundo … ¡¡y tuve que elegir al más panoli!!


JUANRA: Bueno, a lo que iba… el pasado 3 de julio este blog cumplió dos años. Yo lo iba a pasar por alto, pero aquí, mi alter ego, esperaba que ustedes pasaran a felicitarle.


DIABLO: ¡A adorarme! ¡Y no pasó ni uno! Y eso que les envié señales. ¡ Diles, diles lo que hice…!
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JUANRA: Pues eso, que viendo que nadie parecía percatarse del aniversario, el Señor Diablo empezó a joder la marrana por toda la blogosfera.


DIABLO: ¡¡Qué corto me quedé!!


JUANRA: Estropeó el contador de comentarios de los blogs, se quedaron atascados… dejó atrapados los comments en los correos hasta que le dio la gana, incluso hizo que desaparecieran algunos de ellos…


DIABLO: Diles, diles lo que hice con las nuevas plantillas.


JUANRA: Pues que tan cabreado estaba que las infectó. No se veían bien o desaparecían cosas de la barra lateral, o no se podía leer nada…


DIABLO: Y diles, diles lo que conseguí destruir.


JUANRA: Consiguió que desaparecieran para siempre todos los blogs de Texas, Toronto y Talavera de la Reina. Por suerte ninguno de ustedes es de allí, ¿no?


DIABLO: Lo que yo no entiendo es cómo la gente no exclamó: “¡Esto debe ser cosa del Diablo! ¡Parémonos un instante a pensar qué nos quiere decir…!” ¡¡Nada!! Ellos con su “España, España, oe oe oé”


JUANRA: Bueno, pero ya verás cómo ahora sí pasa alguno y te felicita.


DIABLO: Nahhh, ¡demasiado tarde! ¡¡Me largo, que no quiero verles!!


JUANRA: Si, anda, tira, mejor será…


. Ahora que no está el de las pezuñas, quiero expresar mi más sincero agradecimiento a todos los que me habéis acompañado en este segundo año de blog.
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He echado un vistazo a todo lo escrito en estos últimos 12 meses, encontrando que había compartido con vosotros mis periplos colombianos por Barranquilla, que habíamos buceado por los hermosos cenotes mexicanos, que hablé de mi colegio y mostré las últimas fotos antes de que desapareciera, que expliqué mi empeño por aprender sueco y de lo mucho que he asimilado el yeclano, que huí de las garras de una bella argentina con patines y de los dientes de un perrazo gracias a un bizcocho, que hablé de un amor de colegial y de otro amor televisivo, que describí la primera vez de Samuel por la blanca nieve y por el blanco Bernabeu, que estuvimos en el tumultuoso carnaval y también durmiendo en la soledad de una gran casa vacía, que hablé de las abuelas bingueras y de la bisabuela Paca (recoño, qué barbaridad), que me puse pedo en un restaurante chino y trascendental en mitad de un camino, que hablé de mi hermana, de mis abuelos, de mis hijos… y que ocurrieron cosas tan surrealistas como quemar regalos en una hoguera, que Apamen entrara al blog a saludar o que mi madre recibiera el premio Nobel de Física.


Y algunas cosas más.


Pero nada de todo esto hubiera sido lo mismo sin vosotros al otro lado.




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De corazón, ¡GRACIAS!
(Os llevo dentro)

6 de julio de 2010

UN VIAJE AL FIN DEL MUNDO

"Cuando yo era pequeñita... - nos dice Aitana en ocasiones, la mar de resuelta ella- ... pero como ahora soy mayor..."
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Claro, tres años son tres años, pero ¿cuándo se hizo mayor que no me dí cuenta?

Su hermano, que acaba de cumplir siete, la mira con un movimiento de cabeza que interpreto como un "No tiene arreglo la niña..."

A propósito de Samuel, que ha pegado un estirón y parece un espaguetti con patas y ya me llega por el pecho, me quedé con las ganas en su día de contar aquí en el blog un gesto suyo que me llamó mucho la atención. Lo haré ahora como entrada conmemorativa de su séptimo cumpleaños.
Sólo hay que retroceder unas cuantas semanas.

Un domingo fuimos a pasar el día al campo. Metereológicamente fue una jornada muy a la gallega, (de esas que no sabes si subes o bajas las escaleras) Me refiero a que el sol brillaba con fuerza y al minuto lo cubría una gran nube y hacía frío. Luego empezaba a lloviznear, después picaba de nuevo el sol... pero en fin, allí estábamos todos, con la chimenea encendida porque se hizo una gachamiga al fuego (mi suegro es un maestro en esto), con los niños corriendo por el exterior y Nuca ladrando pegada a sus talones.
Después de comer, Samuel quería que jugara al futbol con él, pero ya me había pasado media mañana haciéndolo y no me apetecía más, pero él insistía "Anda, papá, por favor, andaaa, juega conmigo..." Al final le dije que en todo caso nos fuéramos a dar una vuelta andando.
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- ¿Andando?, ¿pero adónde?, quiso saber.
- ¡Al fin del mundo!- fue lo primero que me vino a la cabeza. Y accedió.
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Salimos de la finca y empezamos a seguir un camino de tierra que circundaba bancales y más bancales de almendros y ciruelos.
- ¿Cómo sabes dónde está el fin del mundo? - me preguntó.
- Porque cuando llegas allí ya no hay más mundo.
- ¿Y qué hay?
- Pues un barranco enorme. Y un cartel que dice "Fin del mundo"
Samuel me miraba de reojo, entre incrédulo y divertido. Cogió un palo que encontró en el suelo e iba haciendo marcas en la tierra con él.
Yo cogí otro e hice un alto en el camino para dibujar un mapa sobre una superficie húmeda.
- Mira, Samuel, como hacían los piratas cuando dibujaban el mapa del tesoro - y poniendo voz grave - Llegaremos navegando por aquí, atracaremos en esta playa, daremos diez pasos y enterraremos el tesoro justo aquí, en esta cruz. Pero cuidado, que en esta selva hay caníbales.
- ¿En las islas hay caníbales?
- A lo mejor en algunas sí.
- ¿En Tenerife hay? ( desde que sabe que Tenerife es una isla, la sigue imaginando un lugar fabuloso)
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Estuvimos mucho tiempo andando, pasando por una zona en la que había varias colmenas bajo los árboles. El vuelo de tantas abejas formaba un zumbido sobrecogedor. Le advertí que dejándolas a una distancia prudencial y sin molestarlas no atacarían y le conté cómo se hacía para recolectar la miel.
Estuvo leyendo los carteles que encontraba a su paso, algo que yo hacía mucho de niño. (Cuando viviendo en Benidorm aprendí a leer, me pasaba el tiempo leyendo por la calle: "Hotel tal, hotel mascual, pensión rita...")
- Ahí dice que se vende parcela, ¿qué es parcela?
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Y así, caminando y hablando nos alejamos bastante. Hacía rato que habían llegado una nubes negras con aspecto muy sospechoso que ocultaron el sol por completo y temiéndome que se pudiera poner a llover le propuse volver.
Entonces exclamó: "Espera un momento"

Hizo una corta carrera hacia adelante y se puso a dibujar algo con el palo en el suelo mientras me gritaba que no mirara.
Pensé que estaría haciendo un nuevo mapa pirata pero cuando me dijo que ya podía ir y me acerqué, leí en el suelo: FIN DEL MUNDO.
- Ya podemos volver - me dijo.
No sé bien por qué, pero me sentí muy orgulloso, me encantó ese brote de ingenio por su parte. Yo había olvidado hacia dónde íbamos, pero él no.
Digamos que la verdadera aventura estuvo a la vuelta porque, ¡la que nos cayó encima!
. Empezaron a sentirse gotitas de agua sobre el suelo pero la cosa arreció rápidamente y terminé gritando, "¡Corre, Samuel que nos vamos a calar!".
Las pequeñas gotas se convirtieron en gotazas y de la llovizna se pasó al aguacero en cuestión de segundos.

A Samuel le ocurre una cosa que no puede remediar y es que cuando le entra la risa pierde todas sus fuerzas y hasta puede caerse al suelo porque le flaquean las piernas.
Y claro, como me vio tan apurado porque no había absolutamente ningún lugar donde guarecernos, oyéndome decir ¡Ay madre, qué sopa! y escupiendo la lluvia de la boca, al pobre le dio un ataque de risa y no podía apenas correr. Llegó un momento en el que me dije, "Ahora ya, qué más da, para qué correr" y regresamos andando tan felices bajo la lluvia.

Luego tuvimos que cambiarnos de ropa y secarnos en la chimenea pero me quedó un gusto muy especial de lo que fue un gran día.

Supongo que para él también.

2 de julio de 2010

PALABRAS DE VERY FICCIÓN

(A ver qué tenemos hoy por aquí... )


(¡¡Mytor!! Sí, me gusta)

Los Mytor fueron una antigua civilización del margen sureste de la Tierra de los Meandros. Pueblo valiente, tenaz, muy belicoso en sus enfrentamientos cuerpo a cuerpo.

Fue muy conocida su tradición de sentarse en círculo para lamerse las heridas tras las refriegas campales, siempre bajo el nebuloso resplandor de la luna.

Los Mytor no enterraban a sus muertos, simplemente los cubrían con tallos de hinojo y margaritas silvestres. Los Mytor, además, carecían de olfato.
(A ver, otro... )

¡Nonishe! Vaya palabra bonita.

La época dorada de la civilización Mytor fue, según todos los historiadores, la comprendida durante el reinado de la bella Nonishe. Fue ésta una mujer de grandes y hermosas... ambiciones, por la que suspiraron tantos súbditos que continuamente hubo enfrentamientos y retos a duelo por el afán de hacerse meritorios a sus ojos. Sin embargo, la Princesa Nonishe por ninguno se decantó pues estaba secretamente enamorada de... (adentro captura)

...secretamente enamorada de Ovedín.

Pero Nonishe no podía hacer oficial su amor por este guerrero, ya que Ovedín no pertenecía a la raza Mytor sino a la...
¡Sesunc! (Jobar con la palabreja)

Ovedín era un Sesunc.


Los Sesunc odiaban a los Mytor desde el principio de los tiempos, incluso un poco antes.

Les asqueaba su costumbre ancestral de lamerse las heridas habiendo cieno y estiércol para cubrirlas. El odio que se profesaban era tal que no se dirigían ni la palabra. Hasta el punto que si un Mytor estornudaba un Sesunc jamás le decía...

...el "Unsubro" de rigor.

Lógicamente este desprecio era recíproco.
Un Mytor prefería cortarse un pie antes que yacer con una Sesunc. El hecho de que hubiera tantos Mytor cojos no era significativo pues en aquellos tiempos había una repugnante enfermedad llamada...

...Latie, (abreviatura de Latiejodusca) que afectaba únicamente a los pies izquierdos, haciéndolos cojear ostensiblemente, sobre todo de madrugada.


Pero Nonishe y Ovedín se veían en secreto y se amaban tanto que creyeron oportuno avisar a algún sabio de otra comunidad para que hiciera de mediador entre ambos pueblos y les convenciera de que no había nada malo en que una Mytor y un Sesunc pudieran casarse ante...
...ante Grati, el dios de la Tierra de los Meandros, siempre representado sobre un andamio de nácar con su mandolina de oro.
Tras muchas discusiones y chantajes emocionales entre ambos enamorados sobre la raza que mejor serviría como juez conciliador, llegaron al acuerdo impuesto por ella de que deberían llamar a un sabio de los...
¿¿ Xcbra?? (¡Conyo con la palabra!)


Los Xcbra era un pueblo del interior compuesto por individuos tan altos y delgados como mudos. No es que tuvieran defecto alguno en sus lenguas o sus cuerdas vocales sino que cuando se percataron de que no eran capaces de pronunciar el nombre de su propia raza, decidieron que era mejor no hablar jamás para no hacer el ridículo.

Ese silencio constante que consiguieron arraigar a través de los siglos les confería una apariencia de hombres realmente inteligentes cuando lo cierto es que la mayoría de ellos no sabía hacer ni la o con un canuto.


Tras 2,75 jornadas a caballo y a favor del viento, Ovedín llegó al pueblo de los Xcbra y pidió audiencia con el Sabio Mayor, llamado…

Shent (atención con esta palabra pues la SH se pronuncia K, como en aguaKAte, la E suena como Y griega pero sin el acento propio de Atenas, y la T se pronuncia TE, pero como en “té de las 5”, osea mucho más anglófona)


Shent, (ya lo estáis pronunciando mal otra vez) flaco como una liana y alto como una liana (como otra liana, para no repetirme) se presentó ante él. Y tras tres cuartos de hora en los que, para desesperación de Ovedín, sólo se limitó a mirarle sin abrir la boca, finalmente dijo:

- Mira, pavorrón, has ido a venir a un lugar en el que no hablamos, así que en poco te voy a poder ayudar.

- ¡Pero si estás hablando! - exclamó el amante de Nonishe.

- Sí, porque soy mudo pero no maleducado, pero no me preguntes a qué raza pertenezco porque entonces te retiraría el saludo.

- Pero… pero necesito vuestra ayuda. ¡Es muy urgente!

- No hay más que hablar – concluyó Kinti (apreciad el detalle que he tenido de escribir su nombre tal y como se pronuncia)


Así que Ovedín tuvo que marcharse de allí con el rabo entre las piernas (¿he dicho que los Sesunc tenían rabo? Ah, pues lo digo ahora. Los Sesunc, como los de Petrel, tenían rabo)


Ni que decir tiene que esta fantástica historia no puede concluir así por dos motivos, uno de ellos porque toda historia de amor necesita un final, sea éste lindo o nefasto. El otro motivo no viene ahora al caso.


Por eso tengo ahora la osadía de pedirles a ustedes que me digan hacia qué pueblo, nación, poblado, raza, sindicato o vayausteasaber lugar de leyenda, enviamos a Ovedín para que alguien le eche una mano en este desaguisado y podamos concluir la historia.



No es porque yo no quiera dar un palo al agua en este asunto (que también) sino porque me he involucrado tanto en la trama que no me atrevo a proseguir sin adoptar una visión demasiado partidista. Eso estaría feo.

Ustedes sabrán aportar toda la verosimilitud que la historia merece. Además, como habrán podido comprobar, para ello sólo necesitan dejarse llevar por las hermosísimas palabras de very ficción o verificación o como diablos se diga eso.


Y yasta. Gracias a todos de antemano.