Escribí este relato hace más de 20 años, inspirado en un niño real al que conocí en los días que asistí a un centro de disminuidos psíquicos de mi localidad, mientras preparaba prácticas para una oposición.
Se llamaba Nazario.
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Una mañana más, como tantas, su madre abrió la puerta y al alzar él la cabeza descubrió que alguien había derramado un gran vaso de leche en el cielo , un cielo deslumbrante aun sin sol, luminoso pero gélido.
Impresionado, entornó los ojos. El aire corrió pronto a morder sus mejillas y Nazario pudo pronto apreciar el contraste entre el tibio calor de su cuerpo y el frescor de su cara.
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Alguien en casa había envuelto una larga bufanda alrededor de su cuello y boca , y tras abrigarle más que de costumbre le habían sentado en lo que todos llamaban “el coche de Nazario”. Ahora le escocía el cuello, pero él no podía rascarse.
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Escuchó el monótono chirriar de las ruedas de su silla dirigiéndole hacia la carretera. El autobús ya le esperaba , y Juan Antonio, el conductor, ya estaba dispuesto para subirle y atar la silla en la parte de atrás, junto a otra muchas sillas. Algunas también emitían agudos quejidos al moverlas, pero todos parecían ya acostumbrados a ello.
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- ¿Tienes frío, Nazario? – preguntó Pilar mirándole con cariño - ¡Qué guapo estás con esa bufanda roja! ¿Quieres que te la afloje un poco?
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El frescor de las manos de la educadora alivió su picor. El tono de su voz suavizaba siempre la rigidez de un nuevo día, difícil como todos. En una amplia sonrisa de agradecimiento, el pequeño descubrió sus pequeños dientes deformados.
Desde el pasillo, Pilar se dirigió a todos entusiasmada.
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- A ver, niños ¿Qué os prometí para hoy? Ya falta muy poco para que llegue la Navidad y hoy escucharemos villancicos. ¿Cantamos hoy villancicos?
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¡Villancicos! Tan sólo oír nombrar la palabra, evocaba Nazario entrañables recuerdos plenos de ilusión, momentos de júbilo en todos los lugares por los que su silla de ruedas concurría conducido por sus padres o hermanos. Eran esos días en los que en casa apartaban un poco su cama para colocar un pequeño abeto del que colgaban un conejillo de algodón, un Papa Noel de nariz encarnada, unas bolas de colores y una blanca estrella coronando la punta que se encendía tímidamente en un nervioso titilar. Aquella estrella que le reconfortaba profundamente cuando su habitación quedaba a oscuras.
Llegaban las fechas en que su hermana Cristina le hablaba del nacimiento del niño más bueno del mundo.
Nazario quería conocer a ese niño, quería ser bueno como él y contarle que su abuelito no tenía dientes y por eso pedía polvorones y turrón blando en Navidad.
Nazario quería tantas cosas…
Llegaban las fechas en que su hermana Cristina le hablaba del nacimiento del niño más bueno del mundo.
Nazario quería conocer a ese niño, quería ser bueno como él y contarle que su abuelito no tenía dientes y por eso pedía polvorones y turrón blando en Navidad.
Nazario quería tantas cosas…
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Un fragoroso escándalo de panderetas surgió de repente de los altavoces del vehículo, sacando a Nazario de su abstracción. Algunos niños demostraron su alegría con gritos y palmadas. Domingo, el joven con síndrome de Down, el de la gorra azul, se levantó de su asiento para bailar. Una oleada de emoción recorrió la piel de Nazario y buscó con su mirada a su querida Angeles sin encontrarla. Se preguntó en qué lugar la habrían sentado y si al menos la ronca zambomba de la profesora haría sonreír a esa niña que jamás sonreía.
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Reflejadas sobre los amplios cristales cruzaban las imágenes invertidas de árboles desnudos esperando acoger en sus brazos los primeros mantos blancos del invierno, las primeras nieves de la navidad.
A la entrada a las aulas, Nazario no pudo atender a otra cosa que no fuera la multitud de adornos que, como sorpresa especial, tenían preparadas las profesoras para ellos: guirnaldas de papel brillante, recortes de abetos, muñecos de cartón, floreros de piñas y hojas de pino. Todo ello envuelto en las entrañables notas de los más alegres villancicos. Y aun con todo, nada fue comparable al mágico momento en que entraron al comedor.
Un bonito mundo en miniatura presidía el centro de la sala en lo que para Nazario suponía el más bello belén que viera nunca.
A la entrada a las aulas, Nazario no pudo atender a otra cosa que no fuera la multitud de adornos que, como sorpresa especial, tenían preparadas las profesoras para ellos: guirnaldas de papel brillante, recortes de abetos, muñecos de cartón, floreros de piñas y hojas de pino. Todo ello envuelto en las entrañables notas de los más alegres villancicos. Y aun con todo, nada fue comparable al mágico momento en que entraron al comedor.
Un bonito mundo en miniatura presidía el centro de la sala en lo que para Nazario suponía el más bello belén que viera nunca.
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- ¡Acercaos, acercaos todos! – exclamaba la tutora - ¡Mirad al niño Jesús que ha nacido en el pesebre! ¡Mirad qué pequeñito es!
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Por unos instantes quedó muy quieto Nazario, esperando que alguien empujara su silla hacia el lugar y poderlo ver todo más de cerca.
El inquieto Domingo, que gritaba extasiado, se encargó de atraer con todo su entusiasmo a los más rezagados, y viendo que en su silla de ruedas Nazario aún había quedado muy atrás, se dirigió hacia él y le acercó despacio.
El inquieto Domingo, que gritaba extasiado, se encargó de atraer con todo su entusiasmo a los más rezagados, y viendo que en su silla de ruedas Nazario aún había quedado muy atrás, se dirigió hacia él y le acercó despacio.
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- Mira tú, mira tú – balbucía alegre mordiéndose la lengua.
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A los ojos de Nazario se fueron acercando las oscuras montañas cubiertas de nieve por las que descendían majestuosos camellos cabalgados por los tres reyes de Oriente. A la altura de su nariz descubrió un valle con hierba de verdad en la que un desordenado tumulto de pastores y rebaños concurrían en un camino bordeado por pequeñas piedras blancas. Lagos con cisnes, campos con ovejas, puentes con campesinos, árboles con ángeles… ¡Angeles!
Volvió a buscar entre todos los niños que ya rodeaban la gran mesa, entre todas las caras que miraban extasiadas y con curiosidad. Enfrente de él, detrás de las montañas de cartón asomaba la niña de la negra trenza y la mirada ausente.
Nazario la observó conmovido y deseó fervientemente que la niña mirara hacia el lugar en donde, al calor de un buey y una mula descansaba el rey de los pastorcillos, el buen Jesús que a todos los niños quería.
Volvió a buscar entre todos los niños que ya rodeaban la gran mesa, entre todas las caras que miraban extasiadas y con curiosidad. Enfrente de él, detrás de las montañas de cartón asomaba la niña de la negra trenza y la mirada ausente.
Nazario la observó conmovido y deseó fervientemente que la niña mirara hacia el lugar en donde, al calor de un buey y una mula descansaba el rey de los pastorcillos, el buen Jesús que a todos los niños quería.
Pilar recorrió con la vista los rostros de sus alumnos, buscando el efecto que el nacimiento les producía, y no tardó en percatarse del dulce mirar encandilado de Nazario, que lo observaba todo afablemente cuando la ausencia de espasmos se lo permitía. No le cabía la menor duda de que, desde su silla de ruedas, no había dejado escapar el más mínimo detalle de la escena que ella misma había creado. Y entonces decidió que al día siguiente, colocaría en el belén una figura especial.
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Aquella noche Nazario soñó con el Nacimiento, anhelando el momento en el que le volvieran a situar frente a él y poder admirarlo. Por eso, en el instante en el que la profesora le colocó al día siguiente ante él, su acelerado corazón latía de dicha.
Los camellos no estaban en el mismo lugar. Habían conseguido alcanzar el valle, acercándose más al portal. Una ovejita blanca estaba volcada al lado de un pastor. De haber podido, la habría levantado él con gusto. Dos lavanderas lavaban la ropa en el plateado río y por el camino… ¡en el camino había alguien más! Alguien que no estaba el día anterior. Inclinó incrédulo su cabeza, sin dar crédito a lo que veían sus ojos. Junto a pastorcillos y labradores, un muñequito de bufanda roja se acercaba al pesebre en su silla de ruedas. Las pupilas de Nazario se dilataron, queriendo comprender lo que captaba.
Aquella noche Nazario soñó con el Nacimiento, anhelando el momento en el que le volvieran a situar frente a él y poder admirarlo. Por eso, en el instante en el que la profesora le colocó al día siguiente ante él, su acelerado corazón latía de dicha.
Los camellos no estaban en el mismo lugar. Habían conseguido alcanzar el valle, acercándose más al portal. Una ovejita blanca estaba volcada al lado de un pastor. De haber podido, la habría levantado él con gusto. Dos lavanderas lavaban la ropa en el plateado río y por el camino… ¡en el camino había alguien más! Alguien que no estaba el día anterior. Inclinó incrédulo su cabeza, sin dar crédito a lo que veían sus ojos. Junto a pastorcillos y labradores, un muñequito de bufanda roja se acercaba al pesebre en su silla de ruedas. Las pupilas de Nazario se dilataron, queriendo comprender lo que captaba.
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- ¿Qué ves, Nazario? – preguntó Pilar acercándosele - ¿quién es ese niño?
El pequeño discapacitado la interrogó con la mirada, anhelando que fuera cierto el deseo que su mente acariciaba.
- ¡Eres tú, Nazario, tú también vas a ver al niño Jesús!
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Un hondo placer inundó al pequeño por dentro. Su profesora le alzó en brazos y empujó con un dedo la diminuta silla que hacia el portal se dirigía. Nazario miraba absorto, feliz de contemplar que esa silla no chirriaba al andar y que se acercaba hacia el recién nacido.
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- ¿Ves, Nazario? – e hizo descender a su réplica de plástico para sentarle sobre la paja al lado de Jesús – Ahora el niño está contigo y tú le vas a regalar tu bufanda para que no tenga frío.
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De su garganta surgió toda la hilaridad contenida en agudos chillidos y tensó el cuello entonces buscando a alguien a su alrededor, y al no hallarla en la sala balbució su nombre con la fuerza de una incontenible felicidad.
Por la puerta entraban entonces a la pequeña Angeles en brazos y la acercaron también al belén. La radiante mirada de Nazario quiso penetrar en el opaco mirar de la niña, y al no verla feliz dejó caer su cabeza en el hombro de la pequeña junto a su suave pelo.
“No está contenta” – pensó él.
Pero la niña miraba hacia el pesebre y al percatarse de ello, el corazón del niño brincaba en su pecho con el júbilo de las panderetas de todos los villancicos. Chilló de alegría contemplando desde la altura todo aquel mundo a sus pies cuando afuera, en el exterior, sobre los montes de verdad, sobre las calles y árboles reales, comenzaba a nevar.
“No está contenta” – pensó él.
Pero la niña miraba hacia el pesebre y al percatarse de ello, el corazón del niño brincaba en su pecho con el júbilo de las panderetas de todos los villancicos. Chilló de alegría contemplando desde la altura todo aquel mundo a sus pies cuando afuera, en el exterior, sobre los montes de verdad, sobre las calles y árboles reales, comenzaba a nevar.
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Y desde su cuna, la representación de aquel otro niño eterno, era testigo de la fuerza del amor en una navidad más… desde los ojos de Nazario.
23 comentarios:
Jo.
No soy yo precisamente católico ni percusor de las navidades religiosas...pero este relato me ha llegado...me imagino el interior de ese niño y se me ponen los pelos de punta al tiempo que me emociono...Qué suerte hemos tenido con nuestros hijos...!!!
Felices fiestas a los Cabrera y a los Rubio, of course...jajaja
Has perdido, sí he llorado.
SAX
¿Veinte años ya?, ¡Como pasa el tiempo! Parece como si fuera ayer cuando leí ese cuento y lo he recordado a veces cuando llegaban estas fechas.
¡Que mundo interior debe haber dentro de algunas personas! y siendo niños y disminuidos psiquicos aún es mas grande la incognita.
¿Benditas aquellas personas que dedican su vida al cuidado de estos niños, con la alegria, el entusiasmo y el cariño de tantas Pilares como hay repartidas por el mundo y benditos estos relatos que nos hacen volver los ojos sobre estas criaturas que pasan por esta vida, espero que sin pena y seguro que sin gloria.
Algunos relatos son intemporales. No importa cuando fueron realizados. Su vigencia es tal que año tras año se le encogería el corazón a uno.
Extraordinario amigo. Extraordinario.
Un abrazo
La emocion del relato llega hasta el corazon de los que leemos..
Muy bonita , eres un maestro.
La foto de los ojos me parece brutalmente bella...esos ojos con sus reflejos dicen muchas cosas.
Que seais muy felices.
Besos
Que bonito
Juan, no has podido hacer una descripción mejor, del verdadero espíritu de la Navidad, jo, casi me haces llorar,menudo relato, no es difícil imaginar la mirada de Nazario.
Felicidades por esta historia tan bonita, y Felíz Navidad, para tí y todos los que te rodean.
Un beso manchego.
Mar
Molinos:
Je. ;)
Txema Rico:
Felices fiestas y espero verte en ellas! ;)
Sax:
Anda! Ten hermanos adoptivos para esto! ;)
Pichiri:
Yo también me sorprendo del tiempo transcurrido y me acuerdo perfectamente de cuando lo escribí y de cuando lo leiste.
Tu apreciación acerca de estos niños no puede ser más acertada y sólo de pensar que alguno pueda sufrir me descompone por dentro.
Un fuerte abrazo.
Hola Jan:
Gracias. Cómo me alegra reencontrarme con viejos amigos de la blogosfera.
Un abrazo.
Mª Angeles y Jose:
Me encanta comprobar que os habéis hecho seguidores en toda regla. :)Gracias por esas palabras y un abrazo.
CRD:
Gracias ;)
Mar:
Jeje, mañana te felicitaré las fiestas personalmente, manchega. Que este año que viene te vas a desquitar de todo lo malo de estos ultimos meses.
Un beso!
Yo creo que estos niños son felices....a veces más que los que todo lo tienen..o al menos eso quiero pensar.Me encantó este cuento hace 20 años y me sigue encantando hoy.PRECIOSO.
Aparte de que el relato me ha parecido extraordinario ¿Sabes lo que más me llama la atención?
Que pases unos días en un centro de disminuídos psiquicos y sepas plasmar con tanta sabiduría y sensibilidad lo que debe de ser estar en los zapatos de uno de ellos.
Como han dicho por aqui, es un relato atemporal, y lo recojo como si lo hubieses escrito ayer mismo.
Juan, os deseo unos días inolvidables y un 2010 en paz y prosperidad. Que de la alegría ya te encargas tú:)
Felicidades a todos los contertulios de este blog.
Un abrazo!
No puedo, no puedo decir nada.
Me has dejado sin palabras y muy emocionado.
¿De verdad la Navidad es una fiesta alegre?
Que la tuya si lo sea, acompañado de tu familia.
Un abrazo
Rasanliz
Juanra,
me hiciste sorber... Es precioso, y como dicen por ahí atemporal.
La humanidad ( cualidad) debería ser atemporal, y cosas como esta nos la recuerdan.
De nuevo te digo lo mismo: presentalo a un concurso.
Un abrazo desde ´Toledo
Hola JuanRa, no dejas de sorprenderme con tus relatos, pero este cuento ha sido sublime. Me encanta como nos cuentas cada detalle, cada emoción,...., me tienes enganchado a tu blog. Sigue así haciendonos más llevadero el duro día a día. Un fuerte abrazo de este palentino/madrileño y Feliz Año Nuevo para todos.
Sigue así!!!!!!!!!
Cuanta dulzura transformada en palabras!
*wible, wibles* :'( este si que me ha llegado. ¡Qué hermosa imagrnería!
Felices fiestas!!!
He llegado a tu blog despues de pasar toda una tarde (aburrida en el trabajo) navegando de Blog en blog sin encontrar nada que me llamara mucho la atención, pero esta entrada es genial, tiene una sensibilidad muy muy especial, te felicito por como has conseguido plasmar todos estos sentimientos con palabras.
Un abrazo
La bruji
Qué difícil saber o intuir que piensan éstos niños en su interior.
Hasta dónde llega su capacidad para sentir (alegría o dolor),siempre he sentido mucha impotencia cuando he estado con alguno de ellos y no podía establecer comunicación alguna, pero a través de tu relato me doy cuenta de que los ojos son grandes transmisores siempre, y en éstos casos más.Un relato muy emotivo.
Un abrazo. Remolina
anasister:
Y habrás visto que lo he publicado como me pediste hace tiempo.
Un beso, sister.
Io:
Hola amiga. Creo que a los Reyes Magos les voy a pedir más tiempo libre para tí, para que puedas reanudar tu blog, aunque sea para contarnos tus inquietudes como escritora, que también me interesan.
Que tengas una feliz entrada de año nuevo.
Un fuerte abrazo a través del Mediterráneo!
Rasanliz:
Intuyo que las navidades te son algo tristes. Creo que somos legión los que nos amustian un poco. La cosa cambia bastante si hay niños por medio; ellos les dan un ambiente más alegre a estos días.
Un fuerte abrazo Rasanliz y feliz año nuevo!!
Amig@mi@:
Gracias ;) Un abrazo desde Yecla esta vez hacia Toledo, si es que sigues por allí.
el conseguidor:
Hola! ¿Y desde cuando caminas tú por este infierno? No recuerdo haberte visto por aquí, al menos con ese nombre. ¿Qué me puedes conseguir? :D
Gracias por tus palabras y bienvenido!
La exorsister:
Bueno, ya sabes que los dulces abundan en estas fechas... ;)
Gracias.
March:
Un abrazo, cuate. Nos seguimos leyendo en 2010!! ;)
Bruji:
Pues muchas gracias. Si en algo te entretuve en esa tarde aburrida, estupendo, pero cuidado, no te fíes del Diablo, puede haberlo hecho para atraparte. ;)
Remolina:
Es cierto, no sabemos traducir sus sentimientos pero algo de lo que sí me he percatado es que por lo general son niños que irradian amor por todos sus poros. Corresponderles con el mismo amor es lo menos que podemos hacer.
Un beso "amiga invisible" ;)
FELIZ 2010 A TODOS!!
Si hay alguien a quien admiro es a esa gente, en muchos casos voluntarios, que dedican su tiempo al cuidado de los demás porque se ve además en su rostro lo gratificante de su trabajo.
Muy bonito el cuento. Se ve que hace 20 ya se te daba bien esto de escribir.
Feliz año a tí y a todos los tuyos
Pues he llorado como una Magdalena... ¡Que bonito! Es un relato salido directamente del corazón al papel, sin intermediarios que lo corrompan.
Gracias
Uff! Qué alivio...termina bien el cuento. Es que contigo he aprendido que puede saltar la sorpresa terrorífica o el desastre lacrimógeno en cualquier momento.
Una labor inconmensurable la que realizan estos cuidadores de personas desfavorecidas. Yo sería incapaz de llevar a cabo esos cuidados. Supongo que motivado por una repulsa psicológica hacia lo que está fuera de lo que es normal en mi mundo. Y soy consciente de que esta "normalidad" puede cambiar en cualquier momento.
carlos
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