19 de noviembre de 2015

LOS NIÑOS GRANDES

Desde mi asiento veo cómo el joven se adelanta para abrirle la puerta a su abuelo, y una vez dentro le vuelve a coger del brazo con afecto. El chico me da las buenas tardes y el anciano, que camina arrastrando los pies, me saluda con un gesto de su cabeza.

- ¿Dónde te sientas, abuelo?
- En aquella mesa.

Observo cómo le quita con cuidado el abrigo y el sombrero y los cuelga en la percha más próxima.

Una vez sentado le pregunta si está bien y el abuelo le dice que sí y hace un gesto con la mano a su nieto, apremiándole a marcharse.

- Dentro de hora y media vengo a por ti, ¿vale?
- No, no hace falta que vengas, ya me bajo yo andandico
- Ni pensarlo, luego vengo a recogerte.
- Pero...

Y sin darle opción a réplica se despide dándole un beso en la mejilla.

El hombre se queda en silencio, relajado en su silla, esperando a que lleguen sus compañeros de juego.
Quedo emocionado ante la forma de actuar de este muchacho.

Se va llenando el salón conforme pasan los minutos. La mayoría de los mayores llegan solos, con su propio pie, unos con paso más agil que otros.

A Damián lo trae su hija en coche, y desde el coche hasta el salón de juegos se acerca él con su andador de aluminio. Ella no suele entrar, pero esta vez lo acompaña porque él le ha pedido que le saque un café de la máquina.

- ¡Este hombre...! - entra ella refunfuñando - ¡Cuanta más prisa tiene una, más pide!
- La próxima vez que me pida el café a mí y yo se lo saco – le digo.
- ¿Has oído? - dice alzando la voz para que le oiga su padre – Cuando quieras un café se lo pides al chico.
- Claro, a mi no me cuesta nada...
- Es que de verdad, está ultimamente... - me dice mientras espera a que el vaso se llene - Si no lo traigo no saldría de casa. ¡Que le daba miedo caerse! Y voy, le compro el andador y ni aún asi. Y luego un móvil para que me llame cuando quiera que le recojamos. Si es que no le falta de nada. Y es que es lo que yo le digo, ¡sal de casa y distráete! No, es que si no se mueve se hace viejo en cuatro dias, ¿sabes? Por eso le obligo - Saca el vaso del hueco de la máquina y se lo lleva a la mesa- ¡Toma! ¡Tu café!

Más de una vez hemos oído, y hoy yo lo puedo asegurar convencido, que un anciano se parece más a un niño que a un adulto. Al anciano le gusta sentirse mimado, y los desaires y las ofensas los acusa profundamente. Con ternura y apoyo moral se les da más fuerza que con toda la ayuda material que muchas veces, por lástima o por propia comodidad, les prodigamos.
Para un joven es más o menos fácil recuperarse de las adversidades que puedan sucederle en el terreno afectivo, pero para un viejo es ya muy difícil.

He visto a tantos jóvenes mirar a los ancianos como bichos raros, sin respeto, como si fueran algo pasado que ya no cuenta ni merece la pena prestar atención...
Qué poco pensamos en que el paso del tiempo es rapidísimo y que todos llegaremos a esta situación en la que, después de una accidentada vida llena de luchas, de desengaños, de ingratitudes y de egoismos, lo que más nos importará es que nos quede lo mejor que de ella hemos conocido: el afecto, el cariño, el amor.

Vuelve la hija a llevarse a su padre.

- Venga, aligera que he dejado el coche mal aparcado. No te habrás manchado otra vez de café, ¿no? Venga, veeenga, que tengo prisa.

Llega el nieto a recoger a su abuelo.
Le pone el abrigo y el sombrero. Cuando salen por la puerta oigo al joven preguntarle si ha ganado al dominó.

- Pues de cinco partidas que hemos echao, una vez solo
- ¡Pero abuelo, asi no vamos, ¿eh? Así no vamos! – y lo vuelve a tomar del brazo.

18 comentarios:

Unknown dijo...

Hola: me encantó leer esta realidad que vemos con mucha frecuencia. Las familias no tratan ni miran con respecto a sus mayores y me dá mucha pena. Es un placer observar que aún hay jóvenes que sí tienen cariño y admiración por sus mayores. No podemos olvidar que gracias a nuestros mayores somos lo que somos. Seguimos en contacto

Montse dijo...

La hija y el nieto son como la noche y el día ¡menuda diferencia de trato! me dado un no sé qué con la actitud de esa chica, no la culpo, porque tal vez ni ella misma se da cuenta del sentimiento de estorbo que crea en su padre y de lo mal que hace en no darle ese poquito de cariño y mimo que necesita.
Tú, que lo vives día a día, lo has descrito muy bien y se nota tu buen corazón cuando has tratado de minimizar la actitud de ella ¡la suerte que tienen esos abuelos de tenerte cerca!
Muchos besos.

Anónimo dijo...

Menos mal que con jóvenes así no todo está perdido. Es la única esperanza de esta sociedad que se va al garete.
Supongo que esa hija es una de esas mujeres megaocupadas que siempre tienen prisa porque tienen mil cosas que hacer a la vez y, como dice Montse, la mujer se preocupa por su padre. De un modo exactamente igual al que lo habrá hecho con su chiquillos, por cierto: "LA vejez como la niñez" dice el dicho.
A veces dan ganas de palmarla justo cuando te jubilas, vamos.
ME ha encantado el realismo de los diálogos y la manera "científica", documental, en que lo has mostrado.
Cuánto me gustaría pasar mi jubilación en tu centro de mayores si "el chico" eres tú, claro.
carlos

Ana Bohemia dijo...

¿Por qué será que no se le presta a los ancianos la atención que merecen? Este tema me llega mucho, no tuve abuelos, ahora sólo me queda una abuela a la que trato con todo el cariño, apego, amor y respeto que se merece, no como una persona que ha dejado de contar en la vida sino como alguien válido. Ojala pensáramos mas en nuestros mayores en vez de apartarlos como trastos inservibles.
Saludos

pijacosadora dijo...

Que entrada más bonita. Me ha emocionado.

Sara dijo...

Yo también me he emocionado. No te puedo explicar con palabras lo mucho que me has enseñado. Gracias.

Holden dijo...

Yo creo que me parezco un poquito al joven que te gusta: procuro visitar a mis abuelos, hacerles reír e invitarles a café o a un chato de vino cuando sus tiránicos hijos o mis queridos padres no nos están mirando. Que no todo el mundo puede decir que tiene 3 de 4 abuelos a los casi 30, soy afortunado y procuro disfrutarlo.

Ángeles dijo...

Sería interesante que estas cuatro personas coincidieran en la entrada y se observaran unas a otras. ¿Qué opinaría cada una de las otras? Creo que al menos tres de ellas se sentirían tristes.

Me he acordado de mi abuelo, de cuando íbamos a verlo, o lo acompañaba a algún sitio, o le hacía recados. Y de cuánto se reía con mis tonterías; y de la primera vez que lo llevé a algún sitio en mi coche y me dijo que se le hacía raro verme conducir...

JuanRa, ya sabes lo que pasa cada vez que pones entradas de éstas, con estas historias y con tu manera de contarlas y de actuar, así que haz el favor... ;)

JuanRa Diablo dijo...

Marta M. :

Hola, Marta. Sí, me temo que la falta de empatía hacia los ancianos por parte de la sociedad es más habitual de lo que ya de por sí observamos. Otras culturas les tienen mucho más respeto y consideración, algo que es muy de admirar y deberíamos imitar.
Muchas gracias por tu visita.

Montse:

Estoy convencido de que la hija cree estar actuando bien y de que colma a su padre de atenciones. Lo malo es que lo hace como si fuera un niño pequeño al que regañara con frecuencia, con la salvedad de que a los niños se les mima y se les besa mucho más.
El afortunado soy yo de tenerles a ellos y de aprender tanto con el simple hecho de escucharles.

Carlos:

Seguro que hay muchos jóvenes como este, así que para no resentirnos en salud, mejor seamos optimistas :p
Si en tu jubilación vienes a este centro de mayores haré un esfuerzo por seguir siendo “el chico”, jaja. Esta es una de las ventajas de trabajar con gente mayor, que a menudo se dirigen a mi como “Joven” o “Chico”. Ah, y también Juanico, que me rejuvenece. ¡Así no voy a crecer nunca! XD
Un abrazo

Ana Bohemia :

Yo tuve la inmensa suerte de conocer a los cuatro y convivir muchos años con ellos. Hoy los recuerdo muy a menudo y no me cuesta nada volver a revivirlos tal como fueron.
Haces muy bien en tener en gran consideración a tu abuela. Trátala con toda la frecuencia que puedas y pídele que te cuente cosas de su vida. Yo lo hice y disfruté muchísimo.

JuanRa Diablo dijo...

Muchas gracias, pijacosadora. Me alegro mucho.

Sara:

Gracias, Sara. De todas formas no vayas diciendo que el diablo te enseña mucho. La gente no lo entendería. :p

Holden:

Me ha gustado eso de que les hagas reír. Recuerdo que llegué a hacer que una de mis abuelas se meara encima de tanta risa. Se levantó corriendo para ir al aseo pero no le dio tiempo, jaja.
¿Qué puede haber mejor que hacer que los últimos años de la vida de las personas sean de lo más alegres posible? Dí que sí, Holden, ¡eres afortunado!

Ángeles:

Comprendo que te hayas acordado de tu abuelo y te haya entrado esa “felicidad de estar triste”, que decia Victor Hugo. No sé por qué, conforme pasa el tiempo, recuerdo cada vez más a mis abuelos. Una vez soñé que una de mis abuelas entraba por la puerta como si tal cosa y a mi me inundaba la felicidad.

Ah, pero si no estamos en temporada de melancolías cambio de tema a la de tres. ¿Qué prefieres que hagamos? ¿Ir a cazar zombis sin hacer ruido o espiar a los Lannister disfrazados de cuervos? :p


hitlodeo dijo...

Dura realidad la de este mundo que nos mantiene tan atareados que no nos damos cuenta de las cosas importantes de la vida, las personas.

El problema para la hija vendrá cuando no tenga que llevar a su padre, entonces se dará cuenta de que no lo ha tratado como debía y se arrepentirá porque ya no tendrá remedio.

Duro y apasionante trabajo el tuyo JuanRa.

Anónimo dijo...

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Osirys dijo...

Vaya....vuelve la piel de gallina y las lagrimilla asoman....cuanto sentimiento en tus palabras! Ese nieto, se merece lo mejor del mundo. Disfruta de su abuelo con el corazón¡.....Esa hija no piensa que mañana, igual ya no tiene que hacer todo eso!....que lástima......Hay que valorar y enriquecernos del ahora como si fuera lo último que vamos a hacer.
Como siempre.....tocando la fibra sensible, señor diablo!

JuanRa Diablo dijo...

Hitlodeo:

Pues así es, Hit. Nos solemos dejar llevar por el ajetreo de la vida sin pararnos a analizar lo muy satisfactorio que es hacer que nuestros seres queridos se sientan bien. Olvidamos que los mayores merecen mucha más atención dado que, como bien dices, el tiempo para estar con nosotros puede ser más corto del que pensamos.

The girl down under:

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Osirys:

Me alegra un montón verte aparecer por aquí y que me dejes algún comentario. Sé que en este tema tienes igual forma de verlo que yo.
Las bingueras no sé, pero yo te echo de menos! :p
Un beso

Nacho dijo...

Un relato corto pero profundo, de los que te llegan al alma.
Esa sensibilidad con que relatas la realidad de tu día a día es lo que más me ha emocionado.
Desgraciadamente no todos los ancianos tienen la suerte de estar en un centro donde hay un SER como tú, estoy convencido de que gracias a tu amabilidad, tu ternura y tu perenne sonrisa, tus niños grandes estarán más motivados y deseando volver cada día al centro.
Te digo lo mismo que Carlos, yo de mayor cuando tenga que ir al centro de mayores también quiero tener a un "joven" como tú.
JuanRa, que grande eres diablo... y lo que vales ;)
Un abrazo

JuanRa Diablo dijo...

Tranquilo, Nacho; que para nosotros tendrán que construir un Centro de la Eterna Juventud, porque mayores no nos vamos a hacer nunca. Al menos yo no, ¿tú sí? :p

Me ha alegrado enormemente verte por aquí.
Un abrazo

PD. Hombre, tanto como grande... Eso será por los cuernos, que impresionan.

Anónimo dijo...

Se lo acabo de leer a Marta...jo, Juan. Comunícame siempre cuando escribas nueva entrada...qué gusto da leerte...he leído también el de cuando éramos niños...y después de un comentario larguísimo que me ha nacido del alma...no sé por qué se ha borrado sin publicarse...espero que no pase con este...tienes un don Juan...y es que contando cosas cotidianas llegas hasta las trastiendas del alma...

JuanRa Diablo dijo...

Muchas gracias, Ana. Me alegra muchísimo que me digas estas cosas :)