El día en que el Oro murió, sus amigos se reunieron en el
velatorio.
LA PLATA: (llorando) Ag, Ag… ¡El pobre...! Tan sólo dijo Au,
Au… y se nos fue.
EL TITANIO: Estoy hundido.
EL HIERRO: Tened Fe. Ahora brilla en el cielo.
EL ALUMINIO: Al… alguien quiere té o café?
EL SILICIO: Yo Sí.
EL NIQUEL: Ni té ni café, gracias.
EL SODIO: Yo tampoco quiero Na.
EL OXÍGENO: Abrid las ventanas. Está esto muy cargado.
EL PLOMO: Sí, muy pesado.
EL AZUFRE: Sssssss, bajad la voz!
EL YODO: I los demás lo saben?
EL RADIO: Ya lo he retransmitido a todos.
EL HELIO: He venido yo el primero.
EL FRANCIO: Yo me enteré en Paris.
EL GERMANIO: Y yo en Berlín.
EL BROMO: Brrrrrr. ¡Cerrad ya la ventana!
EL IDRÓGENO: Con las prisas me he dejado la H en casa.
EL FLUOR: Y yo el cepillo de dientes.
EL BARIO: Ba, eso no es importante.
EL MERCURIO: ¿No hace mucho calor aquí?
EL NEON: ¡Encended las luces!
EL OSMIO: ¿Os queréis callar?
Lástima que cuando llegó Don WOLFRAMIO, el notario, para
hablar de la herencia, se alteraron todos tanto que la reacción fue espantosa.
¡Menudos elementos!
***
Nota:
Escribí este texto en el año 2008.
Lo he rescatado de la entrada ANTE LA CRISIS... RISAS