29 de diciembre de 2011

PARADA 66... Y NUEVA RUTA

- Otro año fundido... - me dijo el Diablo entre dientes mientras hacía girar las longanizas en la parrilla.

Veía en la penumbra su piel brillante, aún más roja con el resplandor de las brasas. El humo le rodeaba en espiral, enturbiando en ocasiones su macabra figura.

Me llegaba en oleadas el apetitoso aroma de la barbacoa, mezclado con la ingrata sensación de estar oliendo también a cuerno quemado.

- Parece que ya hay suficientes, ¿no? - le dije desde una distancia prudente, pues no soportaba tanto calor.
- ¿No sabe contar tu ser? Llevo diez. Son doce.
- Ah, bueno, que son para la última cena del año. Doce campanadas, doce longanizas.
- No, bobo, no; aquí no hay campanas. Una longaniza por cada lamento.
No quise preguntar acerca de esto y cambié el rumbo.

- La verdad es que huelen de maravilla.
- Veinticuatro. Dieciocho para mí y seis para tu ser.
- ¿Y por qué no doce para cada uno?
- ¿Aún no has aprendido que aquí abajo no hay justicia ni igualdad? - gruñó con fuerza - No sé por qué hice que vinieras. No estoy nada satisfecho con tu ser.
- ¿Otra vez me vas a reprochar lo de siempre? ¡Voy cumpliendo tus peticiones!
- ¿¿Cumpliendo?? ¿Qué chorongas estás cumpliendo?
- No sé... Se siguen escondiendo diablos por el mundo. ¡Llegaron a camuflar algunos en el Vaticano! ¡Qué vileza! ¿eh?
- ¡Escasez! ¡No me sacia!
- Y por tercer año consecutivo logro que la última entrada del año sea la número 66. ¿No te alegra? ¡Todo son señales satánicas!
- Tres años no cierran el ciclo. Será al sexto cuando se cumpla el maleficio. Y no creo que dures tanto con ese blog de pacotilla.
- Pues mi intención sí...
- Aliquid ruberi!! - me interrumpió furioso, lanzando las dos últimas longanizas sobre la parrilla - ¿No ve tu ser que hay otras tentaciones más grandes que te harán sucumbir? Facebook, Twitter, Tumblr, Wassup... Los blogs se mueren irremediablemente. ¡¡Dentro de poco no me vas a servir para nada!!
- Bueno, ante eso yo... no tengo la culpa...
- ¡Ya lo creo que la tienes! - me espetó mientras giraba las últimas longanizas con sus gruesas uñas curvas - Porque solo has hecho que perder el tiempo. Uno no nace con tantas coincidencias malignas para echarlas luego por el retrete. ¡Hasta te envié una señal por el aire! Pero tu ser tiene de Diablo lo que yo de Carmelita.
- ¡Pero que sí que soy malo! Yo... Oye, que yo maltraté a mis hermanos...
- ¡Ja! Y por un mato que gaté...
- Y casi enveneno a algunos bloggers con unos chupachups...
- Ya, y luego vas y les felicitas las navidades... en vez de insultarles y mandarles al carajo como te pedí. Enfrentamiento, odio, desprecio... ¡¡Eso es lo que yo esperaba de tu ser!! ¿Eres o no eres un diablo?
- ¡Lo soy!
- ¡Pues en tu blog no lo demuestras! Para colmo he leído en una nota lo que proyectas para el próximo año y casi me meo de la risa. Escuchar a tu abuelo contar un cuento... hablar de antiguos juguetes... explicar una receta de cocina... ¿qué choteo es este? ¿¿una receta de cocina?? ¿¿Tu ser??
- Yo... no sé... Lillu y Vix lo hacen muy bien y quería probar aunque fuera una vez.
- ¡¡Qué probar ni qué barra espaciadora...!! Prueba a dar recetas de venenos o de magia negra. ¡¡Es que no encuentro nada de provecho en lo que tienes previsto!! ¡¡Ese no fue el pacto cuando empezamos el blog!!
Echaba en esos momentos las longanizas en la bandeja para llevarlas hacia otro lugar. Yo le seguía mirando al suelo, intentando no tropezar.
- Voy... voy a publicar más escondites de diablos... - le explicaba yo - Curiosos, lejanos...
- Sí, y también preparas un concurso de haikus, ¡¿Qué choronga es esa, tú, capra di montagna!?
- Hombre, de vez en cuando...
- ¿Y fotos de tu casa? ¿Para qué narices?
- Sí, lo titularé La morada del diablo.
Se detuvo en seco para mirarme con desprecio.

- Te daré la última oportunidad, maldita rata sarnosa. Inventa algo para que los lectores se contaminen de mal definitivamente. ¡Demuéstrame quién eres realmente! ¿Entendido?
- Vale.
- Bien.
- Sólo una cosa más.
- Habla.
- ¿Puedo desearles antes una buena entrada de año nuevo?
Una de las longanizas soltó un sonoro e interminable pedo.

- ...veinte para mí... cuatro para tu ser.

23 de diciembre de 2011

EN RUSIA A MENOS 20





El príncipe Alí, acompañado de su can, fue a tomar té a la ciudad. ¿A qué ciudad?


Me maravilla el clima de Alicante en invierno.


El pasado miércoles estuve de cena con unos amigos en esa capital, y acostumbrado como estoy a los inviernos yeclanos en los que el frío te golpea en la cara a la vuelta de cada esquina con la mala leche de un ninja con manos de hielo, no podía creer que a las 11,30 de la noche hubiera esa temperatura tan agradable en el exterior.


Las palmeras de la Explanada parecían de cartón piedra, pues ni pizca de brisa las movía, y de haber hecho un paseo más largo, a todos nos hubiera sobrado el abrigo.


Al regresar a Yecla y bajar del coche... lo dicho, ni punto de comparación. Diez grados menos de diferencia y un helor de esos de refrigerador abierto. Con tan pocos kilómetros de distancia y es como si uno pasara de golpe de Río de Janeiro a Siberia.


Y hablando de Siberia, al salir de la cena, y dado que habíamos estado hablando de temperaturas, escuché decir "menos 20" y pregunté:
- ¿Dónde? ¿Dónde están a -20º?
- ¿Eh? No, que digo que son las 12 menos 20.
Y luego me reía yo solo pensando que no es lo mismo estar en Rusia a -20... que a menos cuarto.



Siguiendo con el frío que pela... ¿Alguien sabe por qué se siguen fabricando las peladillas? ¿Se consumen realmente o solo sirven para rellenar huecos en los paquetes de Navidad?


No, es una pregunta que me asaltó el otro día cuando vi un escaparate lleno de peladillas esparcidas a modo de paisaje nevado y me percaté de que en realidad solo sirven de adorno. (Ahora para dejarme mal todos diréis que coméis peladillas y que es vuestro dulce navideño favorito. Siií, seguro que sí.)


Otra pregunta lanzada al aire que se me ocurrió el otro día (curioso, todo me pasa "el otro día") :
¿Cómo llaman los pavos y las gambas a la Navidad?
Dejo unos minutos de margen para que lo penséis, y mientras sigo con lo mío.


¿Os habéis percatado de una cosa? Ya hace diez años que despedimos a la peseta y malvivimos con el euro, y YO tengo ALGO que decir al respecto:
Que no la besé lo suficiente al despedirnos.


Que la añoro, que la extraño, que recuerdo que era rubia y guapa y que hacía todo más entendible y lógico.

Uno tenía mil pesetas en el bolsillo y, oiga, eran MIL pesetas. Hoy tengo 10 euros y tengo una mierda. Al euro, a pesar de una década juntos, no le termino de ver la hermosura por ningún lado.
Cuando yo sea Presidente de la FIFA pienso crear un Ministerio de las Tradiciones Navideñas y dictar unos cuantos decretazos de agárrate y no te menees.
Uno será que la Lotería de Navidad se vuelva a cantar en pesetas. ¡Sí! ¡Y a callar todo el mundo!

La palabra euro es tan extremadamente cortita e insulsa que no sirve para canciones ni cantinelas. Es un pegote. Además peseta rimaba con croqueta, con piruleta... con colchoneta, camiseta, con teta y con bragueta. Todo cosas buenas.
Pero euro... ¿con qué rima euro? ¡Con ná! Ni para rimar vale.

Si al menos lo hubieran llamado Eureka...

Eureka sería un buen nombre; mantiene esa raiz europea y la sonoridad tendría su gracia. Además sería bonito encontrarse una moneda en la calle y exclamar: ¡Eureka, un eureka!

Y, por supuesto, su elegancia trisílaba ya se adaptaría perfectamente a los cantos de los niños de San Ildefonso y redondearían la faena.

Porque lo que no puede ser es que se siga cantando con tres sílabas (mil-eu-ros) lo que antes se cantaba con diez (cien-to-vein-ti-cin-co-mil-pe-se-tas) El tostón termina siendo el mismo de una forma y de la otra, pero la segunda, reconozcámoslo, es un tostón con más categoría.

Otro decretazo tendría que ver con Papa Noel, con su omnipresencia, con su contagio masivo en toda civilización habida y por haber. Ya sé que la monarquía está de capa caída (nunca mejor dicho lo de la capa) pero, por favor, además de Teruel, Melchor existe. Y los otros dos reyes también, claro.
El otro día (otra vez el otro día) se podía ir al cole con un disfraz navideño. Tras una ojeada general atravesando el patio, calculé que había pululando un 60% de papanoeles, un 30% de mamanoelas, un 8% de pastorcillos & cillas y un 2% de Spidermanes, Princesas y HelloKittys que allí me colé y en tu fiesta me planté.
¿Hace falta o no hace falta un decretazo urgente?

Si acaso también crearía alguna ley para ver qué hacemos con las peladillas.

No voy despedirme hoy sin desear buenas fiestas a todo el mundo, especialmente a los que estén leyendo esto, que les va a llegar más directamente.
Aquí en el infierno mi jefe no me deja celebrar la Navidad, pero yo me salto a la torera sus amenazas y vengo a pediros que hagáis un esfuerzo por conseguir la verdadera paz interior y alcanzar la felicidad.

Leí una vez que un sabio oriental (el único que no conoce a Papa Noel) dijo que para alcanzar la felicidad hay que acabar todo lo que tengas pendiente o a medias.
Así que he echado un vistazo por casa y he encontrado varias cosas que había comenzado pero que no había finalizado: he terminado por completo una botella de tinto reserva, una botella de tinto crianza, una bodella de Baileys, una bodeya de grron, un baquettte de batatas britas, una gajjja de vallliiiiiuuum, el resdo de unas yogoladinas y de udas badalenas.
Do deneis di idea de lo godidamende ffffabulosssso gue me ziento agora midmo...
Fod favod engviad ezdo a dodoz losss gue ziendaz gue nededitan bazz inderiozz y do alganzann la velicidadd..
Coñññño oz guiero bussshho a dodoz.
¡Joed, gómo oz guiedo!!

19 de diciembre de 2011

DIÁLOGOS INTERCEPTADOS: FRAN

Ya conté por aquí que hubo un tiempo en que me divertí escribiendo escenas ficticias en las que ponía como protagonistas a los miembros de mi familia.

Estaban basadas en algún hecho real que yo exageraba a mi modo, si bien no quedaban del todo absurdas porque a fin de cuentas siempre reflejaban la genuina personalidad del familiar elegido.

Y así, por una observación casual que hizo mi madre, la llamaron de Suecia para concederle el Nobel de Física, o por el espíritu aventurero de mi padre y sus "horizontes de grandeza" terminó conversando con Cristobal Colón.
A todo aquello lo llamé Diálogos interceptados.

Hoy rescato de aquella libreta una escena de mi hermano Fran.
Para que la cosa tenga algo de sentido he de recordar que Fran es un pequeño gran sabio.
Su oficio es el de protésico dental pero podría muy bien haber sido egiptólogo o lingüista o historiador.
Es imposible ver a Fran sin algún libro cerca, interesado en el tema más pasmoso e inaudito que uno pueda imaginar.

Tiene el don de saber contar con gusto aquello que en ese momento le tiene cautivado, y uno termina preguntándose cómo es que ha podido escuchar sin morir la fonología de los verbos swahilis o para qué ha prestado tanto interés en la vida de las reinas consortes de los Austria si a los cinco minutos las va a olvidar para siempre.
El hecho de que siendo un niño corrigiera un dato sobre Egipto escuchado en la tele y que comprobáramos que tenía razón, y el de haber ido encontrando errores en una enciclopedia a través de los años, es lo que me movió a escribir lo siguiente:

************************************
AL PARECER, FRAN ESCRIBIÓ UNA CARTA AL DIRECTOR DE LA ENCICLOPEDIA LAROUSSE PARA AVISARLE QUE HABÍA ENCONTRADO VARIAS ERRATAS EN LOS VOLÚMENES QUE SUELE MANEJAR.
COMO NO LE HICERON CASO TELEFONEÓ INDIGNADO A LA EDITORIAL (MÁS MOLESTO POR HABER SIDO IGNORADO QUE POR LOS ERRORES DE LA ENCICLOPEDIA). TAMPOCO FUE BIEN ATENDIDO DE ESTA MANERA, Y UN BUEN DÍA VIAJÓ A PARIS CON EL FIRME PROPÓSITO DE EXPRESAR SU INDIGNACIÓN Y EXIGIR QUE LE PIDIERAN PERDÓN DE RODILLAS.
ESTE ES UN EXTRACTO DE LA CONVERSACIÓN ENTRE FRAN Y EL PRESIDENTE DE LA LAROUSSE LLIBRAIRE DE PARIS, QUINCE MESES DESPUÉS DE ESCRIBIR AQUELLA CARTA.

FRAN: Buenos días, ¿por qué no me atienden como es debido?
PRESIDENTE: (sonríe mostrando los dientes) Bonjour monsieur, pase, pase y acomódese, joven.
FRAN: (le mira la boca y piensa "Tiene mordida semitransversal y el F4 torcido) Les escribí una carta, les llamé por teléfono... ¿por qué no atienden a sus clientes? (dice mientras se sienta)
PRESIDENTE: Pues... verá... Es usted el primero en hacer una reclamación de este tipo, y... ¿Dice usted que ha encontrado algún error en...
FRAN: (interrumpe) Algún error no, ¡nueve! ¡y bien gordos!
PRESIDENTE: Ya, bueno, claro, pero... es que es normal que en una enciclopedia de 10 volúmenes y más de 10.000 páginas pueda haber algún error ortográfico que...
FRAN: (ataca de nuevo) No, no, no... ¡Nueve errores, y no ortográficos precisamente ¡¡¡De contenido!!! ¿Quiere que empiece con el primero?
PRESIDENTE: (piensa: ¿quién será este tipo?) Adelante, adelante...
FRAN: ¡Uno! Tema: Egipto. Es verdad que Ramsés V hiciera expediciones contra los Nubios en el Nilo Medio pero no dejó ningún legado a los partidarios de Tiji, ni proclamó la escritura sefardita. Esos fueron Hatsetsup y todos los detractores de Anubis.
PRESIDENTE: (Traga saliva) Bien, estoo... ¿le apetece algo de beber? (se acerca a un interfono) Lourdes, traiga dos whiskys con soda, si vous plait. Continúe, monsieur Fran.
FRAN: ¡Dos! Tema: lenguas. Todo el septentrión afroasiático está influenciado por las lenguas sacras, sí, pero no todo Afganistán tiene tan marcado su carácter indoeuropeo. Si tenemos en cuenta que allí se habla el Vodua y el sefardita antiguo desde el origen de ese estado, es imposible que podamos hablar de una tercera lengua. ¡Imposible!

(Entra Lourdes, la secretaria, con un carro de bebidas y vasos. Resulta ser una chica de Petrel, antigua amiga de Fran. Éste se levanta y tras saludarla le arrea un mordisco en el brazo. Ella grita y sale abochornada)

PRESIDENTE: (con la cara pálida sirve un whisky a Fran y otro doble para él) ¿Dónde estudió usted, señor Fran?
FRAN: En Petrel, Barcelona, Sevilla y Alemania.
PRESIDENTE: (piensa: Dios me libre. ¡Es un erudito! ¡Un hombre de mundo!) Bien... decía usted que...
FRAN: (sin darle tiempo a más) ¡Tres! tema: País Vasco. No hay indicios de que el vasco se asentara en Álava y dejara que su lengua corriera libre de vínculos por Bilbao y San Sebastián. Y es mentira que los abertzolari marquen más las sílabas que los herriodori. Y encima dicen que su mayor industria se inició después de la guerra civil, cuando todo el mundo sabe que nació en pleno conflicto. (Hace una pausa) ¡Cuatro!
PRESIDENTE: (apura de un trago su vaso y se sirve otro; esta vez sin hielo) Sí, cuatro, cuatro...
FRAN: Tema: poetas catalanes. ¿Cómo van a dividirse los poetas del XIX en tres grupos si el tercero ya forma parte de la nueva ola de los artistas del rosollí mallorquín? ¿No se habrán confundido con la generación de los franco-leridanos? Porque no he visto en mi vida que a Josep Buñiol lo enclaven con los sefarditas. ¡En mi vida!
PRESIDENTE: (que parece saber algo del tema) Bueno, Buñiol sí estuvo...
FRAN: (interrumpe eufórico) Sí, pero no afiliado, ni como grupo, y menos después de morir su madre.
PRESIDENTE: (con un hilo de voz y la cara como un cirio) ¡Ah!
FRAN: ¡Cinco! Tema: fronteras geográficas. ¿Desde cuando el pirineo catalán tiene en la parte francesa el territorio de La Roballeta?
PRESIDENTE: ¡Pero si no lo tiene!
FRAN: ¿¿Y por qué lo pintan de azul?? ¡En azul lo francés, y me ponen a La Roballeta como francesa, cuando es española desde 1337!
PRESIDENTE: Oh, mon Dieu...
FRAN: ¡Seis!
PRESIDENTE: (apretando apresurado el botón del interfono) Lourdes, tráigame la carta de dimisión.¡No puedo más! ¡Dimito! (y se echa a llorar)

14 de diciembre de 2011

SERVICIO DE CONTESTADOR AUTOMÁTICO

La persona a la que busca no está disponible en este momento.
Si lo desea puede dejarle un mensaje después de la señal.



9 de diciembre de 2011

DE UNA NIÑA QUE ANUNCIABA PAÑALES Y UN NIÑO QUE CANTABA EN FRANCÉS

El otro día, viendo una película en casa recordé algo.
- ¿Te acuerdas, Samuel, de las veces que llegaste a ver esta película? - le pregunté.
- Mmm, me suena - contestó.
- ¿Sólo te suena?

Más o menos todos tenemos una película fetiche de esas que no nos cansamos de ver.
En el caso de mi hermana fue Grease.(¡Acachuuuú dermoltiplayen!, que cantaba el Travolta) Llegó a verla tantas tantas veces que fundió la cinta, literalmente.
Eran los tiempos del VHS, claro, y el tute que le dio fue de campeonato.
Apamen veneraba Dirty Dancing, de la que soy testigo que visionó tantas veces como para haber alcanzado algún record Guiness sin saberlo. Y aún hoy, cuando haciendo la acostumbrada batida con el mando a distancia la encuentra casualmente en algún canal de la tele, se queda extasiada. "¿No serás capaz de verla otra vez?" - le digo temeroso. Es una pregunta tonta, porque de sobra sé que sí, que ES capaz.
Ocurrió que Samuel, que era muy de Spiderman, de Zathura y de los Power Rangers, vio un día conmigo Los chicos del coro, aquella película francesa del entrañable profesor de música que acude a un internado de niños problemáticos y se gana su cariño enseñándoles a cantar y, oh, cosas de la vida, quedó prendado. Al día siguiente quería volver a verla. Y al otro, y al otro.

Debió cautivarle su música de tal manera que a fuerza de escuchar las canciones empezó a cantarlas, como si fuera un componente más de ese coro. Aún no había cumplido los 4 años.
Lo divertido es que al imitarles parecía realmente que supiera la letra de las canciones, y que, por lo tanto, cantara en francés.
Quise que hubiera un documento videográfico para el recuerdo e hice los preparativos necesarios para grabarle, pero pasó lo que suele pasar, que con la cámara delante se cohibió y no lo hizo con esa naturalidad y precisión con que lo hacía.

- ¿No te acuerdas de que te sabías todas estas canciones? - le dije.
Y viendo la cara de extrañado con que me miró, me apresuré a buscar la grabación para demostrárselo.
Al dar con ella descubrí que tuve unos hijos de anuncio, que aparecieron por grandes y pequeños carteles de muchas ciudades, publicitando todo tipo de marcas de prestigio. ¡Y yo sin acordarme!

Pero digo yo... ¿cuándo me van a pagar por aquellos derechos de imagen? ¡¡Aún no he visto ni un céntimo!!

3 de diciembre de 2011

EL CAMPO: WISKOCHE Y SABERÓN

- Papá, ¿quién pintó una W y una S ahí?- me preguntaba mi hijo hace unos días, señalando la pared frontal del trastero.
- Fui yo. Hace muchos años.
- Pero qué quiere decir.
Entonces caí en la cuenta de que con 8 años que tiene y no le había hablado nunca de Wiskoche y Saberón. Seguramente no lo hiciera porque no es una historia con final feliz.

- No te he contado que aquí en el campo tuvimos dos caballos, ¿no?
- ¿¿Pero caballos de verdad?? - quiso saber interesado.
- Y tan de verdad. Vivían ahí dentro.
- ¿Y qué pasó? ¿Por qué ya no están?

Y entonces le conté toda la historia, cosa que voy a trasladar aquí y ahora con mayor detalle.
Mi padre se dedicó durante muchos años a la compra-venta de terrenos e inmuebles.
Muchas veces ocurría que a falta de dinero en efectivo hacía trueques.

"Hagamos un trato: mi bancal de almendros de Las Casas por tu pinada de la rambla, ¿te parece'?" o "Tiene más valor lo que te ofrezco, añádele tal cosa y quedamos en paz"
Un negocio que nunca le hizo rico pero que le dejó no pocas satisfacciones.
Así fue como en uno de aquellos trapicheos llegaron a casa dos enormes cabezas de ciervo. La de la hembra presidió el salón durante muchos años. Se colocó encima de la chimenea y en fechas navideñas solíamos colgar grandes bolas de su cuello. Me gustaba aquella cierva que además de guapa parecía sonreír.
Con la del macho no recuerdo qué se hizo, solo sé que habría hecho falta tener un palacio de altos techos para que cupiera semejante cornamenta. Era impresionante.

Pero el trueque que más alegría nos dio lo descubrimos mis hermanos y yo un día al volver del instituto y el colegio. Por el camino que conduce a la caseta que se construyó para trastero, vimos un hermoso caballo marrón caminando mansamente.

- ¡Arrea! ¡¡Un caballo!!

Mi padre, al que contagiamos nuestra ilusión, nos contaba que era una yegua, pero no una yegua cualquiera, era una yegua con pedigree. Tenía su propio carnet de identidad en el que se detallaba su nombre: Wiskoche, su fecha de nacimiento y multitud de datos más. Era un pura sangre inglés que había llegado a competir en el hipódromo de La Zarzuela de Madrid.
Pese a lo fascinados que estábamos observando al animal, ninguno nos percatamos de lo abultado que tenía el vientre.

- ¿Os gusta? Bueno, pues en poco tiempo tendréis una sorpresa.
- ¿Una sorpresa?
Verdaderamente fue grande el entusiasmo que nos produjo el saber que estaba preñada y que pronto tendríamos un potro. Lo que faltaba. Mis hermanos pequeños se encandilaron ante la idea de montar en el potrillo, de cuidarlo, de sacarlo a pasear..., yo empecé a imaginar lo extraordinario que resultaría ver parir a una yegua, y si tendría estómago como para ser testigo de tal prodigio.

Una tarde Wiskcohe se mostró muy inquieta. Entraba y salía constantemente del trastero reconvertido en cuadra y pasó muchas horas en continuo movimiento, bufando, tumbándose en el lecho de heno y volviéndose a levantar. Parecía que el momento había llegado y yo estaba expectante por ver señales evidentes de que así era, pero las horas pasaban y el animal no parecía querer darme la satisfacción de verle parir. Y como se hizo muy tarde y había que madrugar, me perdí el nacimiento. No obstante me levanté muy temprano para encontrar en la cuadra a mi padre, que había ayudado a Wiskoche a expulsar lo que descubrí como un bulto negro con unas patazas larguísimas. Me pareció inconcebible que algo así de grande hubiera estado dentro de la madre. Aún llegué a ver en un rincón la placenta y el gran charco de viscosos fluidos sanguinolentos que me convencieron de que jamás estudiaría medicina.

Al potro le pusimos por nombre Saberón, que había sido el que nuestro padre inventó para uno de los muchos indios de plástico que mi hermano Tomás y yo tuvimos, y que siempre nos pareció un nombre estupendo. Creo que ninguno de los cuatro hermanos hemos olvidado lo divertido que fue ver a Saberón intentando levantarse, ni la risa que nos daba cuando no era capaz de acompasar las cuatro patas y trastabillaba una y otra vez. Los que hayáis visto Bambi lo imaginaréis con acierto.
Le hice varias fotos de las cuales voy a presentar una que muestra el momento en el que Saberón asomaba la cabeza por la puerta para descubrir el exterior por primera vez.

Los días fueron pasando y el potro crecía pegado a su madre, de la que no se separaba ni a sol ni a sombra.
Tenemos la suerte de tener un vecino muy aficionado a los caballos que tiene un amplio recinto exterior que utiliza para que los suyos se ejerciten. Como Wiskoche necesitaba correr, nos dio permiso para que la lleváramos varios días a la semana y aquellos momentos también fueron dignos de ver, los de la yegua galopando y el potro siguiéndola a su manera, con saltos en los que arqueaba el lomo y relinchaba contento.

Aprendimos la forma de alimentar a Wiskoche, a la que había que controlar porque era una glotona de cuidado, tuvimos que pringar alguna vez que otra a la hora de limpiar el establo, nos turnábamos para cepillar a madre e hijo...
Las salidas hacia el recinto donde ambos trotaban las solía hacer mi padre porque había que cruzar una carretera que, aunque poco transitada, revestía cierto peligro, pero como finalmente nos aleccionó a Tomás y a mí de cómo hacerlo, algunas veces los llevábamos nosotros.

Un día mis padres tuvieron que salir durante todo el día y nos dejaron instrucciones de las cosas que debíamos hacer. Una vez más pusimos las bridas a la yegua y la condujimos a su lugar de esparcimiento, con Saberón justo a su lado porque, como he dicho, apenas se alejaba de ella.
A la hora de regresar abrimos la puerta de la valla, volvimos a colocar las bridas en la cabeza de Wiskoche y la guiamos hacia la salida. Fue justo en el momento en el que Saberón estaba en uno de esos arranques de entusiasmo propios de la excesiva juventud (a lo mejor estaba en la edad del pavo caballar) y corría y saltaba alejado de su progenitora, sin percatarse de que habíamos vuelto para recogerles.
Cuando por fin se dio cuenta y desde la distancia vio que su madre estaba saliendo por la puerta, fue tal el ataque de pánico que le entró al verse alejado de ella, que vino a toda velocidad para poder salir a su lado. Y, como digo, la carrera fue tan desesperada que ni él mismo tuvo control sobre la misma y cuando quiso darse cuenta tenía ya la valla de madera a escasos metros de él, con lo que se sintió obligado a saltarla para no estamparse contra ella.
Pero el salto no tuvo la altura necesaria (era un potrillo sin experiencia para tantas cosas) y en el tremendo impulso se golpeó en la cabeza con el borde de uno de los gruesos tablones.
El ruido del golpe nos dejó sobrecogidos, pero a Saberón, que ni imagino el dolor que debió sentir, sólo le importaba volver a pegarse a su madre y tras unos segundos aturdido en el suelo, se levantó con celeridad y se unió a ella con alivio.

Cuando Tomás, Fran y yo nos aproximamos a mirarle descubrimos que tenía una hendidura en la frente, una brecha en carne viva entre los ojos que aunque no sangraba sí presentaba un feo aspecto. Solo de verlo se nos encogía el cuerpo.

- Saberón- le decíamos asustados, acariciándolo- pero cómo eres tan tonto. ¿Es que te creías que nos íbamos a ir sin ti? ¡Pobrecico!

Les llevamos al establo y esperamos con impaciencia a que llegaran nuestros padres para relatarles el accidente.
Era noche cerrada cuando pudimos hacerlo y, tras examinar la herida, mi padre decidió que al día siguiente haría vacunar al animal.
Pero ocurrió que primero comentó con el vecino lo ocurrido y éste le quitó importancia al asunto.
- Tranquilo, el estar mamando de la madre le inmuniza de infecciones. Eso en unos días está curado.

Pero no fue así.
Aunque aparentemente todo iba bien, el pequeño potro fue perdiendo vigor y un día cayó al suelo ardiendo de fiebre. Mi padre se arrepintió enormemente de no haber actuado con la diligencia que el sentido común le dictó en un principio porque, cuando quiso actuar, ya era tarde. Saberón se estaba muriendo.

Me acuerdo de la sensación de impotencia y tristeza de toda la familia al verle echado en el establo, con espasmos, poniéndose más rígido conforme pasaba el tiempo. A Wiskoche se la veía tranquila; se agachaba a veces a olisquearle y a darle empujones con el morro como animándole a que se levantara de una vez. No parecía ser consciente de lo que estaba ocurriendo.

Mientras mi padre cavaba un gran hoyo en uno de los bancales, nosotros sacamos a Wiskoche al pasto verde de los naranjos donde se pasó un buen rato mascando hierba fresca, ajena al hecho de que su cría estaba muriendo en esos momentos.

Pero si hay algo que de verdad nos quedó grabado a todos con fuerza fue la reacción de la madre cuando entró de nuevo al establo y descubrió que su hijo ya no estaba.
Salió rauda al exterior, volvió a entrar, lo buscó con los ojos, con el olfato… Volvió a salir y a entrar en repetidas ocasiones esperando encontrarle por algún sitio, y como no lo conseguía empezó a relinchar con fuerza y a moverse con tanto nerviosismo que mi padre nos pidió que nos pusiéramos a resguardo porque creía conveniente soltarla por el campo para que se desahogara corriendo. Cerramos las puertas de salida a la carretera y la dejamos salir.
Y Wiskoche corrió y corrió relinchando con furia. Impresionaba su velocidad y su fuerza. El sonido sordo de sus pasos sobre la tierra contrastaba con el estruendo de sus cascos al pisar suelo firme al dar vueltas y más vueltas alrededor de nuestra casa. Saltó ribazos, golpeó árboles, levantó nubes de polvo, y en su desesperado galopar pasó en varias ocasiones, sin saberlo, sobre la tumba de su hijo.
Cuando finalmente se agotó volvió a la soledad del establo.
He pensado en muchas ocasiones qué debió sentir en aquellos momentos el animal, qué pasaría por su cabeza. Estoy convencido de que, como los humanos, sintió el dolor físico de la pérdida.

La desilusión tras la muerte de Saberón, sumado al hecho de lo costoso que es alimentar a un caballo y lo poco apropiado de tener una yegua de esas características sin ningún rendimiento, movieron a mi padre a venderla y poco después apareció un comprador y se la llevó.
Ignoramos qué fue de Wiskoche, a dónde se la llevarían, si volvería a participar en carreras, si daría a luz a otros potros…
Dado el tiempo transcurrido, es seguro que ya debió morir.

- ¿Entonces Saberón está enterrado ahí? – me señalaba Samuel
- Sí, justo ahí, debajo de la palmera. Era un potro muy bonito. Habría sido un gran caballo. Recuérdame que en casa te enseñe fotos de cómo era.
- Vale.

La palmera del lugar no es muy alta pero crece robusta. En días de viento las palmas se agitan con fuerza, como las patas de algún caballo galopando con brío.

Eso es lo que a mí me parece, un caballo sin edad que corre por espacios infinitos.