31 de octubre de 2012

UNA HISTORIA DE MIEDO QUE MI ABUELO CONTABA


Aquellas vivencias de las que más gratos recuerdos guardo y  que más me ilusionaría compartir, suelen ser  las que más se me resisten a la hora de plasmarlas  por escrito.
Por más que me esfuerce, nunca logro transmitir todas aquellas sensaciones especiales que me produjeron.

Aún así, cualquier ocasión que me sirva para hablar de mis abuelos siempre merece la pena, aún cuando las palabras no fluyan como me gustaría.
Rememorar sus historias es, en cierta forma, hacerles revivir.

La primera imagen que se me dibuja al pensar en mi abuelo Conrado es la de su habitual presencia en el salón de su casa, sentado en uno de aquellos dos sillones verdes de escay. El transistor a su derecha, al alcance de la mano, y el grave tic tac del reloj de pared acompañando sus plácidas horas, tan sonoro como invisible a nuestros oídos.

No tenía sentido pasar un día con nuestro abuelo sin pedirle que nos contara algún cuento. Lo hizo durante años con mi hermano y conmigo, y seguiría haciéndolo años después con nuestros hermanos más pequeños, sin que yo me desvinculara nunca, pues prestarle atención era siempre uno de esos mágicos momentos en los que el tiempo se detenía y era  sumamente sencillo dejarse llevar por sus historias, que unas veces eran de ficción y otras veces experiencias propias, o casos que conoció en su extensa vida.

En una ocasión le pedimos que nos contara un cuento de miedo y, tras cavilar durante unos segundos, nos dijo.

- ¿Un cuento de miedo? Pues mejor que un cuento os voy a contar una historia que le pasó a uno de Petrel hace muchos años.
- ¿Le pasó de verdad? - preguntamos expectantes.
- Sí, ya lo creo.
- ¿Y es de mucho miedo?
- Pues para vosotros no lo sé, pero él casi se muere del susto.

Y entonces, presurosos a escucharle, guardábamos  silencio. Nos sentábamos en la alfombra, a sus pies, y él, desde su sillón, con el pensamiento vuelto hacia el pasado, carraspeaba un poco antes de empezar a hablar. Debía intuirnos muy atentos ya que no podía vernos, pues con los años nuestro abuelo fue perdiendo la vista progresivamente hasta quedar totalmente ciego.

 - Pues esto ocurrió hace mucho, cuando aún no había electricidad en las casas y la gente se alumbraba por las noches con lámparas de aceite o con algún candil. Fue en un domingo de invierno, que uno que se llamaba Vicente había ido a hacer una visita a la casa de campo de un amigo, que estaba lejos del pueblo, por allá por los campos de Salinas.
Había pasado el día con él y con otros invitados que allí estaban.  
Como al caer el sol se había echao frío, encendieron la chimenea y se arrimaron todos a la lumbre a charlar. Y resulta que estuvieron hablando de muchas cosas, pero de repente les dio por contar historias de misterio, cosas extrañas que les habían pasado alguna vez o que habían oído.

Pese a que ya han pasado décadas desde la última vez que le escuché esta historia, aún la recuerdo bien, pero no sabría reproducirla de aquella forma en que lo hacía mi abuelo, tan suya.

Transcurría la anécdota del tal Vicente hablando del miedo que empezó a sentir, a pesar de ser un hombre acostumbrado a vivir solo sin que ello le amedrentara, pero que en aquella ocasión, por lo que fuere, se sintió incómodo escuchando a aquella gente.
Había oscurecido por completo y pensaba que  tendría que volver solo a su casa y  tanta historia siniestra le había inquietado, por lo que procuró no sugestionarse.   Pero lo que más le angustiaba  era recordar que en el camino de vuelta a casa tendría que pasar necesariamente junto al cementerio.

 - Solo de pensarlo se le ponían los pelos de punta.
Total, que Vicente hacía tiempo que tenía ganas de irse de allí, pero le había entrao tanto miedo que esperó a ver si algún otro se marchaba para no tener que volver solo a su casa, y que al menos pudiera llegar hasta el pueblo en compañía. Pero así fue que el tiempo pasaba y como de allí no se movía nadie y se había hecho muy tarde, se armó de valor para despedirse de todos y marcharse.

Después de haber estao arrimao a la luz del  fuego, lo encontró todo oscuro como  boca de lobo. No había salido la luna , y se había echao mucho aire que hacía que los árboles se movieran, así que por poco no se dio la vuelta para meterse otra vez en la casa, pero le dio vergüenza de imaginar que se reirían de él, y no lo pensó más  y tiró p'al pueblo.

Caminó a buen ritmo Vicente, sin permitirse el pensar demasiado en nada que le asustara, concentrado en dar paso tras paso, con la sola idea de llegar cuanto antes a su hogar. Pero al aproximarse al cementerio se tuvo que detener. La visión de las copas de los cipreses como lanzas negras hacia el oscuro cielo, y que el viento hacía balancear, le aceleró los latidos del corazón. Desde la distancia escuchó el silbar del viento entre el denso ramaje de los árboles y su mente jugó a atormentarle,  haciéndole imaginar que eran las voces de los espíritus del camposanto que le llamaban.

 - Así que Vicente tuvo que arrodear atravesando muchos  bancales para no seguir el camino, porque prefirió tardar más en llegar en tal de no pasar por allí.
Pero cuando por fin llegó al pueblo y abrió la puerta de su casa, el miedo no se le había pasao.

Tan sugestionado estaba que hasta su casa le pareció más silenciosa que de costumbre, y sintiéndose como un advenedizo que hubiera entrado a interrumpir su quietud, se apresuró a encender una lámpara de aceite para dirigirse a su habitación, en donde se encerraría para pasar la noche.

- Echó el pasador de la puerta, se metió en la cama y se dijo: Nada, Vicente, ya ha pasao todo. Ahora a dormir y mañana será otro día.

Pero no le resultaba nada fácil relajarse después de lo escuchado aquella tarde y del desasosiego  acumulado en el trayecto. Por si fuera poco, en la quietud de la noche le llegaban ruidos de todo tipo, que se esforzaba en identificar para despojarlos de su misterio. El sonido del viento en el exterior, los crujidos de las vigas al enfriarse, el de algún cristal que retemblaba en una ventana...

Sin embargo le llegaba esporádicamente otro sonido que no lograba identificar y que parecía llegar de la planta superior. Eran unos golpes semejantes a los de unos grandes nudillos golpeando sobre madera. Llegaban hasta él  tres toques nítidamente, siempre fuerte el primero y más suaves los otros dos.

Por más que intentó relajarse no lo conseguía y cansado de estar pasando tanto miedo cuando él no había sido miedoso nunca, se armó de valor y decidió que saldría a averiguar de dónde procedía ese ruido que tan nervioso le estaba poniendo.

- Se levantó de la cama, volvió a encender la lámpara, abrió el pasador y se acercó al principio de la escalera que subía al trastero. Escuchó con atención,  y al poco lo volvió a sentir: un golpe fuerte, POM,  y otros más flojos, pom-pom.
¿Quién anda ahí?- gritó. Y como no volvió a escuchar nada, pensó que a lo mejor había un hombre escondido allá arriba, o un animal que al oírle se había asustado. Pero cuando se iba a volver a la habitación volvió a escucharlo. POM… pom pom.

Y como ya no aguantaba más, buscó un palo que por allí tenía y  tiró p’arriba, más rabioso que asustado, pero, ay, que justo en ese momento sintió un golpe más fuerte y después unos pasos de alguien que se acercaba bajando las escaleras hacia él. Y venía muy deprisa. Pam-pam-pam-pam-pam….

En ese instante, como es natural,  estábamos cautivados a sus pies , hipnotizados por sus palabras, deseando que llegara el desenlace.

- ¿¿Y qué era?? ¿¿Qué pasó??

- Pues el susto que se dio, ya no se le olvidó en la vida,  pero le ayudó a no volver a tener miedo nunca más, porque los miedos solo están en nuestra cabeza,  y hay que aprender a buscarles la lógica. Todo lo que nos parece un misterio siempre tiene una explicación.

Por las escaleras bajó rodando hasta sus pies un cedazo circular de los que se utilizaban para cribar el grano.

Había estado colgado de un largo clavo en la pared y descansaba sobre una ventana cerrada que el viento sacudía desde afuera. El empujón del viento sobre la ventana y la corriente que se filtraba lograba  separar el cedazo de la pared para hacerlo volver contra la ventana (POM) y rebotar (pom-pom)

Fue una simple casualidad la que hizo que, justo en el momento en que Vicente se decidiera a subir, el cedazo se descolgara finalmente de la pared golpeando en el suelo y rodando precisamente hacia las escaleras para ir al encuentro de  aquel hombre que, a aquellas alturas de la noche, ya  tenía los nervios rotos.

Mi hermano Fran, la memoria andante de la familia, cree recordar que el protagonista fue un antepasado de nuestra abuela Anita, y  que tal vez fuera Manuel y no Vicente. En cualquier caso, la historia y su enseñanza no varían mucho.

Imagino que nos despediríamos aquel día de nuestros abuelos, y que cuando el reloj hiciera sonar sus campanadas, Conrado, como siempre,  alcanzaría el aparato de radio para escuchar las noticias. 
Y las horas pasarían mansamente. 
Y que cualquier otra tarde nos oiría llegar para acercarnos  a su lado y oírnos decir:

 - Abuelito, cuéntanos un cuento
- ¿Un cuento? ¿Y de qué queréis que os lo cuente?
.............................................

Mi abuelo murió en 1986 a los 88 años, cuando yo me encontraba lejos de Petrel, haciendo la mili.
Nadie me contó cuentos como él lo hacía.
Le echo mucho de menos.


21 comentarios:

juanjo dijo...

A veces echo de menos esas historias de miedo contadas al calor del brasero una noche de lluvia...aquellos pequeños placeres terrorificos que hoy en dia la gente ya ha olvidado
Un abrazo

Ana Bohemia dijo...

Genial historia la que te contó tu abuelo, y como la has relatado recreando sus palabras me ha puesto en seguida en situación, es curioso como lo que mas miedo produce es la predispocisión al propio miedo, eso es lo mas terrorifico del mundo.
Yo creo que tu has heredado su vena cuentacuentos, y espero que no la pierdas nunca.
¡Que pases un encantador Halloween! Y cuidado cuando pases cerca del cementerio, que nunca se sabe...
;)

Ángeles dijo...

Qué bonito recuerdo tienes de tu abuelo. Eso es un tesoro. Yo por suerte tengo todavía unas tías muy mayores que me siguen contando cosas "de antes", incluyendo historias de miedo, y a mí me encanta escucharlas.

Es verdad que al final todos los misterios tienen una explicación, y es un alivio, pero es maravillosa la sensación de no saber qué pasaba, de creer por unos momentos que lo sobrenatural es posible, de dejar correr la imaginación y poner a prueba nuestro aplomo.

Otra entrada fantástica, amigo.

Doctora Anchoa dijo...

¡¡¡Pobre Vicente!!! Vaya susto se debió de llevar XD. Qué chulos los cuentos de tu abuelo, el mío también era de contar historias, qué buenos recuerdos...

Montse dijo...

Lo mejor de todo es haber podido compartir esos momentos con tu abuelo, los disfrutaste, se nota ¡y qué bien los cuentas! y que bien contaban las historias y los cuentos nuestros abuelos, espero que nosotros podamos hacer lo mismo cuando nos llegue el momento.
Al Vicente le pasó que se dejó llegar por la imaginación y por el miedo, bastante absurdo por cierto, que todos tenemos hacia los cementerios. Más que asustarnos por los muertos de los cementerios, deberíamos asustarnos de los vivos que goviernan ¡esos sí que dan miedo!

Besitos :)

Anónimo dijo...

Yo, que vivo en el campo desde hace unos 15 años, no veas el miedo que pasé los primeros días de vivir aquí hastq que conseguí descifrar el estremecedor ruido de las vigas de hierro(antes eran de madera y por ello no lo hacían igual) al enfriarse. Ufff...a veces , aún sabiéndolo, aún me entra un poco de "cague psiqui". Es el que té viure en el camp.
Txema Rico

Anónimo dijo...

Me da mucha "envidia" cada vez que escucho a alguien hablar tan bien de sus abuelos; yo sólo conocí a una y no me queria (no es percepción mía, nadie sabe por qué pero es cierto), y he crecido pensando que los abuelos eran "malos".
Leer historias como la tuya me hacen entristecerme un poco, cómo me habría gustado poder disfrutar de un abuelo o abuela de los de verdad!.

Y por cierto, pobre Vicente, yo creo que todos en algún momento hemos pasado por una situación parecida.
Saludos a todos!

(Anónima Total)

Amig@mi@ dijo...

La otra noche a eso de las dos de la madrugada sonó en casa un golpe seco y fuerte. Como ya hemos recibido en el pasado la visita de los ladrones, el susto fue mayúsculo. Dimos una vuelta por toda la casa sin encontrar nada de nada. Las niñas también se habían despertado y miraron en su habitación...Nada.
Por fin volvimos a dormir pero ya no a pierna suelta, sino con la mosca detrás de la oreja. A la mañana siguiente encontramos en el cuarto de baño el cristal de uno de los halógenos en el suelo.Sin romperse ni nada. Todo tiene su explicación, pero es que desde aquello, se han desprendido ya 3 cristales de halógenos distintos, cuando NUNCA lo habían hecho antes. Mi marido dice que se trata de una partida defectuosa. ¿?

Besos

Sese dijo...

Supongo que son costumbres esas de escuchar relatos de nuestros mayores que se van perdiendo en el tiempo y más por pereza de los educadores que por otra cosa, ahora con una play station o con un canal de dibujos animados se sacan a los peques de encima y ellos, no sabiendo lo que se pierden disfrutan de sus mauqinitas y de su tele sin ser conscientes que pierden además la posibilidad de sembrar un grato recuerdo en la memoria que les haga sonreír y emocionarse cada vez que piensen en los que ya no están.

Entrañable historia, JuanRA.

X dijo...

Solo tú puedes lograr que un cuento de miedo de ruidos nocturnos se convierta en un cuento bonito de abuelo. :-)

Un abrazo.

JuanRa Diablo dijo...

Juanjo:

Al calor del brasero o a la vista de las llamas en la chimenea, por ese componente de unión y confort que siempre tienen.
Sí, Juanjo, me acuerdo de aquellas conversaciones de los mayores y también me invade la nostalgia.

Ana:

Me gustaría mucho parecerme a mi abuelo. Y más incluso que por saber captar nuestra atención contando cuentos, por su serenidad, su paciencia, su bondad y otras muchas cosas que le hacían muy especial.
Gracias.

Ángeles:

Siempre me complacen tus palabras, Ángeles :)
Otro día debería contar otra historia que nos contaba a menudo, en la que nos aseguraba que tuvo un contacto con seres extraterrestres que le subieron a una nave para estudiarle durante unos minutos. Mi abuela se reía y decía que se lo inventaba, pero él insistía una y otra vez que le ocurrió de verdad.
¿Y qué crees que pienso yo a estas alturas? ¡Pues que fue verdad, por supuesto! :)

Doctora Anchoa:

Me alegro de hacerte aflorar buenos recuerdos. Algún día descubriremos que los abuelos hacen cursillos intensivos de cuentacuentos, para saber contar buenas historias a sus nietos :D

Montse:

¿Por qué nos impondrán tanto los cementerios? A mi particularmente, caminar por ellos durante el día me parece incluso gratificante, me hacen pensar en la vida y la muerte sin sentir nada más que paz. Pero por la noche no sería capaz de acercarme siquiera.

¡Ja, los políticos...! ¡Demasiado vivos!

Txema Rico:

Me lo imagino. Pero ahora seguro que no cambias un crujido de viga por cinco minutos del ruido del motor del camión de la basura. Adónde va a parar...
Ayyy, el campo... ¡ mi campo de nuestra Almafra! ;)

Anónima:

Vaya, siento que en tu caso fuera tan diferente la cosa. Desde luego es de lo más ilógico.
Pero me atrevo a decirte que sacarás algo positivo de aquella carencia, y es que tus nietos tendrán una abuela insuperable.
Un abrazo (y gracias por escribirnos)

Amig@mi@:

Chan chaaaaaan :s
En Hollywood, a partir de tu comentario, nos podrían hacer un peliculón de terror.
Por supuesto que todo tiene su explicación, pero creer ciegamente en la lógica no es algo que sepamos hacer todos.

Anda que el título de la peli que se me acaba de ocurrir...

"HALLOWEENÓGENOS" xD

Sese:

Se puede decir más alto, pero no más claro, Sese.
Si es que de seguir las cosas así, las nuevas tecnologías sacarán videoconsolas con formas de abuelo que cuenten cuentos de Mario Bros. Y los abuelos de carne y hueso quedarán todos arrinconados sin ocupación ( a no ser que compren Play Stations con programa de nietos atentos)
Y las historias entrañables de antaño serán entonces "extrañables"

(Jo, a veces parezco Julio Verne :p)

X:

Y yo que me alegro de que las metamorfosis no resulten del todo feas. Gracias :)

Misaoshi dijo...

Jo, siempre que leo anécdotas de abuelos me acuerdo del mío y sus historias, sus experiencias en Francia y sus canciones.

Qué bonito. Y muy buena moraleja. Me encantan los cuentos con moraleja. Lástima los abuelos del futuro no sabrán contar cuentos como los hacían los abuelos de verdad, los de antes.

JuanRa Diablo dijo...

No me he parado a pensarlo nunca, pero puede que tengas razón, Misaoshi. Han cambiado tanto los tiempos que uno se pregunta hasta que punto se mantendrán las mismas tradiciones.
Recuerdo haber leído sobre tu abuelo. Su recuerdo nos empuja a recordarles :)

Misaoshi dijo...

Es que los abuelos del futuro no sabrán lo que significa la palabra "moraleja".
Los abuelos madrileños del futuro dirán que "moraleja" es donde vivían los ricos a los que se querían f****r para ver si conseguían tener una vida más cómoda.

Natty dijo...

Razón tienes al decir que cuando recordamos a los abuelos los revivimos .. yo el único abuelo (hombre) con el que me relacioné fue el padrastro de mi mamá (que la amaba como una hija), han pasado 19 años desde su muerte y para mí es como si no pasara el tiempo, mi abuela dice que lo extraña todos los días!! Mi abuelo nos recibía en su casa todos los veranos durante todo el verano, no nos contaba historias, pero nos llevaba de a uno a la feria (un día un nieto, otro día otro) y hacía que mi abuela nos preparara el almuerzo que quisiéramos (también, un día un nieto elegía la comida, al día siguiente otro y así sucesivamente) era un hombre muy bueno, de buenos sentimientos y con una paciencia de santo!!

A mis dos abuelas las tengo vivas gracias a Dios, pero vivimos lejos .. no las veo tan seguido como me gustaría, ellas me cuentan historias de su juventud =)

Cambiando de tema el cuento de tu abuelo me tenía con los pelos de punta!!!

Mae Wom dijo...

Yo diría que tú lo haces ahora, con nosotros y en versión moderna y puede que no cuentos pero contar nos cuentas mucho y consigues que nos quedemos (al menos yo) pegada a la pantalla leyendo hasta el final. :)

Mi abuela materna también nos contaba historias y leyendas aunque éstas no eran para descubrir que no hay que tener miedo...ya sabes, Galicia de interior, apariciones, cuentas pendientes...

JuanRa Diablo dijo...

Misaoshi:

Al final la moraleja es que no hay cuento sin moraleja, ni rico de la Moraleja que no viva del cuento. Juas!

Natty:

Me atrevo a decirte sin equivocarme, que los recuerdos que atesoras sobre tu abuelo, y los que tendrás de tus abuelas en el futuro, irán ganando en intensidad y dulzura. Y lejos de recordarles cada vez menos, verás cómo te acompañarán más a menudo de lo que ahora imaginas.

Un abrazo, Natty ;)

Mae:

Me alegra que me digas eso, señal de que mi curso a distancia sobre hipnosis diabólica embaucadora funciona :p

Ah, Galicia, es que los cuentos gallegos han de ser más bruixiños a la fuerza, jeje.

Pecosa dijo...

Ay, JuanRa...
Una de las primeras cosas que me pasaron por la cabeza cuando me vine a vivir aquí (ahora ya sabes dónde estoy) era que mi abuela tiene 85 años. Es la única que me queda, y la que ha sido más cercana. Tu última frase me ha matado... y el pensar en que pueda pasar lo que sea estando yo tan lejos... Me has tocado la fibra con tu último párrafo.

JuanRa Diablo dijo...

Bueno, Pecosa, a esas edades, ya sabes, ley de vida. Pero en cualquier caso estoy seguro de que vas a sentir a esa abuela muy cerca siempre.
Además, gracias a esa estrecha relación, ya verás que te ocurrirá como a mi: por más años que pasen, lejos de alejarse o desvanecerse los recuerdos, se acercán más y más y se hacen más nítidos.
Y, curiosamente, no te resultará triste, sino reconfortante.

(Acuédate de esto, que un día me darás la razón)

Anónimo dijo...

Yo también echo mucho de menos al abuelito....siempre estaba sereno, cualquier tontería le hacía reir...con esa risita tan peculiar que tenía...Era un hombre lleno de calma..y a su lado todo era tranquilidad. dudo que nadie sepa contar cuentos como él.
anasister

JuanRa Diablo dijo...

Anasister:

"Y saltó el Catorzet y le dijo al tío Negro "Pues mire usted, que hemos visto que estaban las uvas para recoger y les he dicho a mis hermanos "No se ve al amo del bancal, pero pogámonos a trabajar, ¡que ya aparecerá!""

Como si le oyera, ¿a que tú también?