24 de agosto de 2008

LOS COLORES DE LA BOHEME (3ª parte)

Raul. Sueños rotos.


Iba todo muy despacio, como si la felicidad que conllevaba su independencia hubiera ralentizado el tiempo y a la vez su espíritu.
Las jornadas transcurrían en agradable rutina: leía, escuchaba música, estudiaba (mucho menos de lo que aseguraba a sus padres), pero sobre todo pasaba las horas relajado, o dormitando o recorriendo con la vista cada detalle del hogar que había creado y que tanta satisfacción le producía. Se sentía a sus anchas en aquel piso a pesar de algún que otro inconveniente que su ilusión hacía pasar por alto.

Las dos ventanas del salón se encontraban a falta de cristales, por lo que para evitar los excesos de frío o calor, simplemente bajaba las persianas de madera, pero estaban éstas tan castigadas por los años de sol y lluvia que apenas conseguían proteger el interior de las inclemencias que a veces amenazaban afuera.
Y así, Raul andaba por su hogar casi desnudo en verano y bien abrigado en invierno sin que afectara esto en nada a su regocijo interno.
Sin embargo, todos aquellos dichosos días, aquellos días sin alteraciones que fluían como un perezoso río embriagado de luz y de sol desembocaron de repente en un único día aciago y nefasto que varió su curso para siempre.
La noticia la trajo su padre a la hora de comer y la dijo cuando todos estaban sentados alrededor de la mesa. Acababa de vender el piso. No sólo el superior que ocupaba su hijo sino también el suyo y el bajo comercial. El edificio entero que en su día heredara de sus padres y éstos de sus abuelos.
A pesar de su antigüedad, la ubicación del mismo, en pleno centro urbano, en el casco antiguo de la ciudad, lo convirtió siempre en el blanco de las miradas de los potentados. Su padre estaba exultante contando que se lo compraba el propio alcalde por un precio que hizo chillar de alegría a su madre y hermanos.
Pero no a él.
Raul forzó una sonrisa de compromiso en su cara y se levantó de la mesa sin haber probado bocado.
Subió lentamente a su retiro por las escaleras, percibiendo la algarabía que su familia formaba al hablar todos a un tiempo. Se sintió contrariado. Sólo le apetecía quedarse a solas pero al mismo tiempo deseaba que alguien se levantara de la mesa y fuera en su busca y le preguntara si él estaba contento o no. Pero parecía que todos se habían acostumbrado a su ausencia y su aislamiento.
Pensamientos atropellados se agolpaban en su mente. Tenía miedo ante la incertidumbre de ese cambio forzoso que le obligaba a olvidar su paraíso, que le instaba a desprenderse de una vez de un sueño creado y enfrentarse a la realidad. Se sentía como el niño al que los avatares de la vida lo convierten de golpe y para siempre en adulto, borrando las alegrías que tanto necesitaba.


Abrió la puerta y al entrar, el familiar aroma de libros viejos y hierbabuena le produjo verdadero dolor. Miró el poster de Greta Garbo y la mirada de la diva le pareció distinta, fría y desafiante. Encendió el radiocassette pero lo apagó al instante buscando otra actividad en la que ocupar su tiempo, pero no la hallaba y empezó a sentirse nervioso e irritable. Sobre la mesa estaba el temario de la oposición que debía estudiar y que tan abandonado tenía.
Se echó finalmente sobre el colchón del suelo y empezó a maldecir su suerte primero y a burlarse de sí mismo después. Se despreciaba por haber creído que la vida era esa que había llevado hasta el momento.
La garganta le dolía cada vez más. Lanzó con furia un almohadón hacia ninguna parte acertando a un quinqué que se estrelló contra el suelo. Se levantó y se quedó mirando los trozos de vidrio sobre las agrietadas baldosas. Recordó el día en que lo compró y no acertaba a comprender cómo aquel objeto pudo parecerle tan bello y hacerle tan feliz aquel día y ahora le resultaba tan indiferente. Fue a buscar la escoba y el recogedor y a su paso por el salón volvió a sentirse furioso por el hecho de encontrarlo tan oscuro. Subió una persiana tirando con fuerza de la cinta pero ésta se rompió en sus manos y las maderas volvieron a caer con estrépito. Maldijo la casa gritando que era vieja e inservible y al volver a mirarla en su conjunto la encontró fea y ridícula.
Pero sus ojos se encontraron con la silla roja, con su querida silla carmín que desde la penumbra se esforzaba por mostrarle alegría con su vivo color y su imagen comenzó a enturbiarse por el agua de sus lágrimas.
Se acercó a ella , se sentó rendido por el dolor que le invadía, se cubrió la cara con las manos y se abandonó a un llanto intenso y profundo que brotó desde lo más profundo de su alma


Carmina al final.

13 de noviembre de 199..

Ayer no pude escribir nada, lo hago hoy.
Clara y Nadia estuvieron aquí. Entre las tres planeamos los preparativos para el cumpleaños sorpresa de Andrea este fin de semana que celebraremos aquí en mi casa. Nadia nos dijo que lleva dos semanas saliendo con un chico y nos estuvo hablando de él. Bromeamos acerca de mi eterna soltería y se rieron muchísimo cuando les dije que yo moriría sola, de viejecita, probablemente devorada por mis gatos.

14 de noviembre de 199..

Esta tarde he bajado un rato a charlar con Llanos. Desde que murió Salud la visito de vez en cuando pues se veían a menudo y se hacían mucha compañía y ahora, lógicamente, se siente más sola.
Me suele comentar sus sencillos quehaceres diarios porque en su vida no ocurre nada extraordinario digno de ser contado. He intentado a veces que me hable de ella, de su pasado, de su familia, pero siempre cierra los ojos, mueve la cabeza y me dice que no merece la pena. No se a qué se deberá esa reserva pero me encantaría saberlo. Qué distinta de Salud que se pirraba por hablar de cosas de su familia.
Pero Llanos me transmite mucha paz, mucha serenidad. Me encanta su ritual al tomarnos un café con leche y una madalena, recogiendo después ella todas las miguitas y echándolas a la bandeja. Lo hace sentada y al mismo tiempo me expone su visión de la vida que lleva con resignación, dándola por buena mientras pueda valerse por sí misma. Me repite a menudo que aproveche mi juventud que es algo muy valioso a lo que no damos importancia. Cuando ya no quedan más miguitas que recoger sigue moviendo los dedos sobre la mesa como si hubiera más pero en la bandeja ya no cae nada.
A veces se queda callada, ensimismada, pensando Dios sabe en qué y me hace sentir una ternura enorme hacia ella.
Cuando me despido me da las gracias por la visita y me pide que vuelva pronto.

16 de noviembre de 199..

Al salir del trabajo he encontrado una mesa pequeña junto a un contenedor en bastante buen estado. Me parece inconcebible que la gente se desprenda de cosas tan poco usadas. Desde luego que a mí me ha hecho un favor quienquiera que haya sido. La voy a pintar de blanco y me quedará perfecta.
Llegando a casa cargada con ella ha empezado a llover y ya no ha dejado de hacerlo hasta bien entrada la madrugada.
Otra noche de goteras y cubos.

17 de noviembre de 199..

Estoy escribiendo sentada sobre mi cama. Me siento como si me hubieran herido de muerte. Esta tarde he recibido una muy mala noticia, precisamente cuando más contenta me sentía, con mi casa decorada para celebrar mañana el cumpleaños de mi amiga.
Unos señores han venido a inspeccionar el edificio y me han comunicado que el informe que han de llevar a sus superiores es nefasto, que sin lugar a dudas se habrá de desalojar en breve porque será declarado ruinoso. Han seguido explicándome otras muchas cosas pero no sabría recordar nada más, yo sólo me ocupaba de apartar a Fum y Parole que se enroscaban entre las piernas de estos hombres.
Cuando se han marchado he llamado a Clara y Nadia para anularlo todo y no sabiendo qué hacer he bajado a casa de Llanos. Serían las ocho de la tarde o algo más pero como sé que se acuesta pronto no he querido llamar a su puerta hasta cerciorarme de que estuviera levantada y al escuchar un ruido dentro he tocado el timbre. Al verme me ha sonreído y me ha preguntado si me apetecía un vaso de leche y una madalena. La he abrazado y me he echado a llorar.
El resto lo contaré mañana, hoy ya no me quedan fuerzas para nada más.

(En el techo, las flores gigantes de mi capilla sixtina privada me parecen esta noche más bellas que nunca)

2 comentarios:

pichiri dijo...

B I E N,
MUY BIEN.-

Anónimo dijo...

Algo debe de haber autobiográfico. En Raúl te reconozco durante tu aislamiento de Casas del Señor y en la preparación de la oposición. ¿Puede ser?
carlos