14 de octubre de 2011

LA FE Y LA DUDA



Diría que hay días que transcurren por pura inercia.
Días en los que parece seguirse un trazado predeterminado durante el cual no esperas nada fuera de lo común; como si se hubiera encendido un piloto automático y fuera la vida la que lleva las riendas de uno mismo y no al contrario.


Las mismas cosas, los mismos lugares, las mismas acciones... Pocas diferencias entre lo que ocurre entre el momento en que pones los pies en el suelo hasta que vuelves a recostar la cabeza en la almohada, de un día, del otro, del siguiente…

Y la mente, acostumbrada a esa maquinal rutina, parece acomodarse y dormita perezosa, sin verdadero deseo por reflexionar, por hacer balance y por poner en orden todo lo que llevamos dentro.

Y así, vamos viviendo sin siquiera ser conscientes de eso, de que vamos viviendo.

Pero siempre, tarde o temprano, termina por aparecer un bache en el camino que hace saltar esa apacible tranquilidad. De repente el piloto automático deja de funcionar y, asustado descubres que no sabes bien cómo manejar la nueva e inesperada situación, que te has desviado tanto del camino conocido que te angustia la idea de no saber cómo retomarlo de nuevo. Es cuando la mente despierta de golpe y pone como urgente todo aquello que por espinoso y cortante ocultabas en lo más hondo.

En estas cosas estaba pensando mientras me dirigía hacia el trabajo por la tranquila carretera que recorro a diario.


Extensos campos de olivos van surgiendo a derecha e izquierda. La belleza que encuentran mis ojos es capaz de diluir la tristeza del momento.
Veo las grandes esferas de agua que forman los aspersores sobre los verdes prados de alfalfa, donde un pequeño arco iris juguetea sobre cada cúpula pulverizada, al compás de mi avance.
Una cascada de pensamientos, generalmente optimistas, fluye por mi mente a la luz del día: una idea en construcción, una tontería que me ilusiona, un propósito a punto de cumplir…

A la vuelta, cuando el horizonte es una prolongada acuarela de rojos y negros, las ideas son también más sombrías, probablemente bellas pero más tristes.
Como una rueca que fuera hilvanando pensamientos, me van llegando los recuerdos.
No sé por qué añoro cada vez más a mis abuelos, a los cuatro. De todos atesoro anécdotas que me hacen reír y otras que me llenan los ojos de lágrimas. Siento que me acompañan en esos viajes y aunque nada dicen, su silencio me llena.
Soy consciente de que algún día lo harán mis padres; que nunca dejarán de hacerlo.

Recuerdo la imagen de mi hijo durmiendo sobre mi pecho, su corazón rebotando en mi interior, pocas horas después de que los médicos nos dijeran que podía morir en cualquier momento. La inmensa felicidad de su supervivencia quedó ligada a un perenne terror por la posibilidad de una pérdida irreparable.
Aún hoy tengo miedo.

Me viene a la memoria mi amiga Modes, la joven, alegre, loca y cariñosa Modes, que saludaba siempre a sus amigas apretándoles las tetas y a sus amigos pellizcándonos el culo. Estar con ella era olvidarte de todas las preocupaciones.
Una noche, tomando algo con unos amigos, notó que el bolso resbalaba de su hombro y supo que algo no marchaba bien. Murió pocas horas después.
Han pasado casi veinte años y aún oigo su risa.

El pasado fin de semana estuve con Paca, la abuela de Apamen, aquella del “¡Recoño, qué barbaridad!”, la que refunfuñaba por lo bajini cada vez que veía cómo besaba a su nieta siendo novios, la que se reía cuando vendimiábamos en familia.

- Cómo te han engañado, ¿eh Juan? – decía socarrona- Te habían dicho de pasar un día en el campo y mira para qué era… ¡Cómo te han engañado!
La abuela Paca, que parecía rejuvenecer cuando tenía a su alrededor a sus bisnietos, mis hijos, que reverdecía como una flor ajada cuando recibe el agua necesitada.
- Qué, Paca – le dije - ¿cuándo nos vamos otra vez al Puerto? (la casa en el monte donde estuvimos este verano)
- - Ay, Juan, - respondió con débil voz- que no creo que yo vuelva a ir al Puerto…
Aunque intuí que estaba diciendo la verdad, no imaginé que sería la última vez que habláramos.
Dos días después ya no estaba. Se fue mientras dormía. Han sido 91 años vividos. ¿Quién no desea un final así?

A veces parece tener la vida más razones para llorar que para reír, que hay golpes que aturden tanto que casi hacen del vivir un sinónimo de sufrir, y hoy, al mirar al horizonte, me preguntaba cómo, a pesar de todo, conseguimos levantarnos, tragar y seguir andando.



(Este es un video que edité hace 5 años, ensamblando fotos y videos propios y que titulé La fe y la duda. Hacía mucho tiempo que no lo volvía a ver y al hacerlo hoy lo encuentro simbólico y emotivo)

28 comentarios:

B dijo...

Un beso fuerte a los dos, sobre todo a Apamen...

El lunes murió mi abuelo, entiendo perfectamente cómo os sentís, da pena infinita y también infinito agradecimiento no sólo por el tiempo vivido sino también por tener la suerte de quedarse dormido y no sufrir.

Se me caen los lagrimones a puñaos.


Más besos.

Anónimo dijo...

Otro beso, bien grande.

Speedy

Doctora Anchoa dijo...

No sé muy bien qué decir, JuanRa. Sólo se me ocurre mandaros un besazo enorme a tí y a Apamen.

juanjo dijo...

Desgraciadamente la vida es asi querido amigo y nadie nos puede preparar para esos golpes por mucho que lo pretendamos.Siempre me ha entristecido pensar,cuando me despido de un ser querido sobre todo de cierta edad,que esa puede ser la ultima vez que lo veo con vida
Un enorme abrazo

H@n dijo...

Yo también he llorado.
Si rezara, estaríais todos en mis oraciones, pero como no, os mando todo el apoyo que un comentario pueda dar. Un beso grande JuanRa, Abraza mucho a Apamen y a los peques.

El video es conmovedor.

Peque dijo...

Mucho ánimo, en febrero perdí a mi padre, el único ascendente que me quedaba. Un abrazo enooorme.

RNT dijo...

Lo siento mucho. Cuando se van los abuelos es duro, pero cuando ya se ha ido uno de tus padres... Pero c'est la vie. Ánimos. Hay que seguir por los hijos que tenemos...

Lillu dijo...

Vaya, lo siento muchísimo :( Gracias a todo lo que nos has contado de ella casi era como si la conociéramos. Muchos ánimos para todos.

saluditos

El Ese dijo...

Un abrazo muy fuerte JuanRa y en especial para Apamen; Ánimo.

Papacangrejo dijo...

Nunca estamos preparados para esto, incluso esperándolo. Si lo tuvieramos más presente estoy seguro que todos seriamos mejores personas, ¿quien quiere morir enfadado?. Un abrazo.

gamar dijo...

Los cachetazos que nos recuerdan que no somos inmortales.
Al menos es algo que todos entendemos, que todos compartimos que no hay quien no lo haya vivido o lo vaya a pasar. No por ser común es menos doloroso, pero es parte de la vida.
Un abrazo.

Ripley dijo...

tú eres un angel de ser humano y tu familia otro tanto. no sabia lo de samuel. te puedes imaginar el efecto que estas noticias me han causado en este momento de mi vida. Cada palabra que te leia era como si la pudiera escribir yo mismo -que no es el caso dadas mis limitaciones- pero los sentimientos amigo mio, esos son universales.

un beso y un abrazo llenos de cariño

isaormaza dijo...

¡Ya no está la abuela Paca! Todos la hecharemos un poco de menos porque era ya de nuestra familia tambien... Un beso grande.

Anónimo dijo...

Hola JuanRa, triste esta entrada, pero es ley de vida y la vida debe continuar.
Es a lo único que le tengo miedo en esta vida, a esa señora que a veces se presenta a llevarse a alguien querido.
JuanRa, en estos momentos duros estoy con todos vosotros y aunque la abuela Paca se haya ido debe continuar con nosotros al menos de tarde en tarde.
Las personas viven mientras los demás los recuerdan.
Un abrazo para todos.
Rasanliz

Nuria dijo...

Preciosa y triste entrada a la vez que me lleva también a recordar a esas personas que tanto quiero y que ya no están. Un abrazo fuerte Juanra!

Sese dijo...

Nunca estamos lo suficientemente preparados para las pérdidas de los seres vivos, ni ley de vida ni leches, duele igual, eso sí, nos dejan el legado de recuerdos agradables, que una vez pase el dolor se evocan con nostalgia y cariño

Un abrazo

Txema Rico dijo...

Bonito y entrañable relato sobra la abuela Paca. Que bueno es tener siempre cerca a alguien como la abuela Paca. Como le da sentido a muchos instantes de nuestra rutinaria vida poder contar con un ser tan entrañable como ella...
Descanse en paz.

Juan Miguel dijo...

Gracias por recordar esos años de vendimia en familia y sobre todo a la abuela.

Ana Bohemia dijo...

Un momento muy triste, pero como dice tu frase final hay que seguir andando, ánimo a ti y la familia.
Has escrito cosas muy bonitas que me han hecho recordar a mi abuela, ella se fue con 92 años y para mí fue una sorpresa cuando murió, nos resistimos a entender que las personas no son eternas y no podran acompañarnos siempre, nos aferramos a su compañía... Yo aún no sé convivir con ese vacio de su ausencia.
Un video precioso, pero muy melancolico.
Un abrazo grande

JuanRa Diablo dijo...

No puedo más que expresar un profundo agradecimiento para todos y cada uno de vosotros por vuestras palabras.
Muchas gracias.

Un fuerte abrazo

Anónimo dijo...

MUCHAS GRACIAS A TODOS
DE TODO CORAZON

APAMEN

Mae Wom dijo...

Bueno, en primer lugar un abrazo. En días en que un@ se siente como describes parece que hace falta algo con lo que rellenar el espacio vacío que se queda entre los brazos (no me preguntes por qué, ni yo misma puedo explicarlo).

Los días que dices al principio son lo que llamo MMDD(=Misma Mierda -con perdón- Diferente Día). No es mío, es de Stephen King.

Yo también me acuerdo mucho de mis abuelos, especialmente desde el año pasado y sobre todo de uno de ellos (y tampoco sé por qué, no ha sido con el que más conviví al final, fue el segundo al que perdí).

A veces creo que los abuelos cuando realmente hacen falta es ahora, cuando eres adulto. Cuando eres niñ@ también pero generalmente tienes a tantas personas alrededor pendientes de ti y estás creciendo donde todo cambia que la percepción es otra.
Puede que sea porque ahora surgen inseguridades o dudas sobre cosas/situaciones y me gustaría que me dieran su visión desde la perspectiva de una vida más larga vivida. Los padres te ayudan mucho pero parece que estén mucho más implicados emocionalmente y quizás los abuelos saben tomar mejor distancia porque la diferencia de edad y épocas les obligue a ello (no porque quieran menos a los nietos).

Es triste despedirse de personas a las que quieres porque es para siempre. Y enfrentarse a problemas cuya solución desconoces es angustioso.
En mi caso yo solo puedo añadir que seguir adelante es lo único que se puede hacer incluso cuando no parece que haya más alternativas y que hay que tratar de disfrutar siempre cada pequeño buen momento. A fin de cuentas estás escribiendo tu historia y dejando tu huella en la de los demás.

Pecosa dijo...

Vaya, 91 años... qué increíble. Descanse en paz.
Muchos, muchos besos a los dos.

JuanRa Diablo dijo...

Hola Mae

Te agradezco enormemente ese abrazo que envias, que aunque no lo creas (o mas bien sí lo creerás) sirve para ir llenando esos huecos vacíos que le rondan a uno en momentos así.

Me ha encantado tu reflexión sobre los abuelos y ese escaso tiempo en común que por ley de vida podemos pasar con ellos, cuando tanto podrian aportarnos hoy.
Yo al menos pude disfrutar a los cuatro hasta bien pasada mi adolescencia, algo que me satisface mucho; en cambio mi mujer solo conoció a esta abuela, y el vacío que ha dejado es muy grande.

Y es verdad, cómo se echan a la espalda las amarguras para poder seguir adelante. ¡Qué remedio!
Mejor saber mirar las cosas con optimismo para traducir ese MM como MaravillosaMañana, ¿no? ;)

Hola Pecosa

Muchas gracias, xiqueta.
Se nota que te has hecho una alumna aplicada. Últimamente apareces a remolque. Por eso aún te lo agradezco más :)

Lucy dijo...

Lo siento, Juan Ra...eso mismo me ando preguntando estos días, tragar y seguir andando...psssss....un abrazo a la gran distancia

Ángeles dijo...

JuanRa, ahora que llevo uno días especialmente nostálgica, me encuentro con esta entrada. Me ha impresionado mucho todo lo que cuentas, y me ha hecho pensar en mis propios momentos de dolor.
Pero me gusta mucho saber que siempre tienes 'alguna tontería' que te ilusiona. Eso es, supongo, lo que nos ayuda a seguir cada día.

Y el video me ha terminao de rematá, que lo sepas.

Gracias.

JuanRa Diablo dijo...

Otro abrazo para ti, Lucy

Y otro para ti, Ángeles, de parte del Rey de la Nostalgia :)
Que no nos falten esas pequeñas llamas que crepitan cada dia y dan su calorcillo.

PD. Me han encantado las fotos que envias. Te contestaré en breve. Muchas gracias.

Anónimo dijo...

Vaya! Así que murió la señora Paca... esta mañana he visto el artículo dedicado a ella. Parecía muy fuerte.
Mi abuela también murió a los 91 años, pero llevaba un montón sin salir de casa excepto para ir a la de mi tío.
Lo siento, Juan Ra.
carlos