20 de enero de 2022

EMPEZARÉ EL AÑO CON PEPINILLOS

 Acabo de meter en la nevera de mi centro de trabajo un nuevo tarro de pepinillos. 

Se habían acabado y era fundamental reponerlos para sentir que todo funciona bien.


No sé si es curioso o preocupante, pero en mi vida hay determinados actos cotidianos  que durante mayor o menor tiempo se llegan a convertir en rituales inamovibles.

No concibo, por ejemplo, comenzar  mi jornada laboral sin hacer lo siguiente:

1) Llenar de agua la botella que habré de beber durante la tarde.

2) Dar una vuelta por todo el edificio para apagar las luces innecesarias.

3) Abrir la nevera y comerme un pepinillo.

Con las dos primeras jamás he tenido  problema, pero en ocasiones, cuando se terminan los pepinillos, pueden pasar un día o dos hasta que vuelvo a comprar más y en esos días de abstinencia me queda una sensación de protocolo fallido, de labor descompensada, de no empezar bien el día.

Lo cierto es que ni yo mismo entiendo cómo han llegado a ser los pepinillos un aliciente crucial de mi día a día si cuando yo era joven (más joven, quiero decir) no me gustaban en absoluto y siempre los sacaba de las hamburguesas del Burger King

Pero, misterios de la vida, hoy me chiflan.  

Es casi una experiencia mística coger un tarro grande de la estantería del supermercado y observarlos a través del cristal, amontonados como extrañas vainas  de un color verde ciencia ficción, como si fueran criaturas deformes creadas por un científico sin alma. Además, si agitas el tarro, las semillas del fondo empiezan a navegar ralentizadas, como  esporas que despiertan de un eterno letargo en  su medio agridulce artificial.  ¿Puede haber algo más bello?

También puede resultar raro que, cuando tanto me gustan, sólo me coma uno al día. Es algo que ni yo mismo sabría explicar pero que forma parte de ese ritual que se ha de cumplir con respetuosa precisión: 

Abrir bote.

Extraer pepinillo con los dedos.

Dar mordisco a 1/3 del mismo.

Escuchar el sonido cruuj (de crujiente)

Permitir la total sumisión de las papilas gustativas.

Dar el segundo mordisco con los ojos en blanco.

Masticar el último trozo entre velados suspiros.

Chuparme los dedos.

Cerrar bote  y hasta mañana. 

Estaremos de acuerdo en que el concepto de felicidad  no se puede definir con precisión, por ser ésta tan subjetiva y hallarse  en cosas diferentes según cada cual, pero sería interesante que cada individuo  intentara definir su idea de  felicidad, describirla  según sus gustos y  sentimientos  personales. Me encantaría saber qué lugar ocuparían los pepinillos  en ese ranking . Queda expuesta la idea para cualquier estudiante que me lea.

Abro paréntesis para decir que he buscado en Google algún estudio sobre la felicidad y he encontrado que existe una forma “científicamente correcta” de llevar la taza de café. No tiene nada que ver con el asunto pero, oye, también puede hacer feliz a alguien saber algo así.

Resulta que, según el coreano Jiwon Han,  ha de cogerse por la parte superior y con la mano en garra. Y que la fórmula que  demuestra que es el modo ideal es la siguiente:

También he encontrado otro estudio que se realizó en el Centro de investigaciones Sisheido, en Yokohama, Japón, que llegó a la la conclusión de que las personas que creen tener olor en los pies, tienen olor en los pies, y las personas que no creen tenerlo, no lo tienen. 

Fascinante.

Cierro paréntesis.

Pero ahora que profundizo un poco en esto, me parece que los pepinillos en sí mismos no serían una de mis acepciones de “felicidad”. Lo verdaderamente gratificante es el “momento pepinillo” como una de las partes de ese todo indivisible que es la ceremonia que realizo a la una de la tarde.

De hecho, de buena mañana un pepinillo a secas podría resultarme la  antifelicidad, lo que demuestra, efectivamente, cuán complicado es definir este término incluso a modo personal.

La felicidad total y absoluta a cualquier hora del día sería, por ejemplo, una cucharada  de dulce de leche. ¡Eso sí que sí! ¡¡Pecado mortal de salvación eterna!! 

Y digo una cucharada por no decir el bote entero. Aquí no habría procedimiento de “una al día y hasta mañana”. Lo mio con el dulce de leche es  de veneración y entrega.

Tengo la total convicción de que si se hiciera un concurso mundial para encontrar al mayor goloso del mundo yo entraría en el Top 5 (bueno, quizás he exagerado, pero en los 25 primeros seguro que estaría)

Lo que me fastidia es que cuando yo era joven (me refiero a más joven de lo que ahora soy) podía darme atracones de pasteles sin que se  me alterara el perímetro corporal. Creo que el problema está en que la mente obvia a la edad pero el cuerpo se aferra a ella  con devoción. El cuerpo es un maldito fundamentalista de la edad.

Para suplir esta necesidad de dulce felicidad he llegado a autoexperimentar algo maravilloso. De momento es sólo una hipótesis  que está en fase de prueba y error, pero parece (creo) que tiene base para ser verdad.

Esta es mi teoría:

“Cuando te comes un dulce a escondidas, sin que nadie te vea, no engordas” 

¿Verdad que es ilusionante?

El único problema que le veo es que muchas veces corres el riesgo de ser pillado en la despensa con el polvorón en la boca, y eso hace que lo  engullas deprisa y sin saborear el instante.  Pero en fin… el que algo quiere, algo le cuesta.

Creo que la demostración de mi estudio (que como digo empieza a rozar el axioma), radica precisamente en el hecho de formar parte de la ley de compensaciones: las calorías que se ingieren se queman rapidamente ante la agotadora tensión que vives porque nadie te pille metiendo la cuchara en las natillas de la nevera. 

Por esta razón, el experimento no funciona si por ejemplo vives solo y nadie puede descubrirte. Si no hay riesgo alguno de ser pillado, el cuerpo se relaja y las calorías hacen estragos. Es de una lógica aplastante.

Otros ¿rituales?, ¿manías? (las llamaré “ritumanías” ) que iba a contar en esta entrada van a quedar para otra ocasión. Más que nada por no crear ardores estomacales.

Muchas gracias por la atención (si es que la ha habido porque yo después de ver la fórmula del coreano me he salido de mi cuerpo) 

PD. Llevo un buen rato pensando qué titulo le pongo a todo este despropósito y nada, que no me sale. 


15 comentarios:

Montse dijo...

Cuando he empezado a leer he pensado ¡qué raro está este chico, se le da más comer algo dulce! y es que me parece recordar que te van más las natillas y chocolatinas, pero como últimamente mi mente está degradada ya sea por eso de la edad o porque el confinamiento nos ha dejado algo tocados a todos, enseguida he pensado que habías cambiado el "chip" y ahora te inclinabas por los pepinillos en vinagre. También, revisando en mi a ver qué ritual o manía tenía yo al comenzar la jornada, me doy cuenta de que empezaba a las ocho de la mañana, no a las 13 horas y claro, a esas horas un pepinillo en vinagre no apetece, lo mío era un café largo con un poquitín de leche.
Y qué quieres que te diga, las investigaciones Sisheido ¿seguro que son esas? a mi me suenan al Shiseido ese de los tratamientos de belleza o para rejuvenecerse, jeje.
No me hagas mucho caso, a veces yo tampoco sé dar con los títulos.
Mil besos.

Elennim dijo...

Maaaaaaadre mía la fórmula, ¡y yo hubo un tiempo en que entendía esas cosas! Menos mal que salí por patas al terminar la carrera...

Yo creo que tengo dos momentos más o menos equivalentes.
Uno me suele dar alrededor de la 1, ahora que trabajo desde casa, en ese momento tonto en que aún falta para la comida pero tienes el desayuno en los pies. A veces bajo a la cocina y cojo un culillo de cocacola y dos o tres doritos. Así porque sí.
Y el otro es un Schokobon al salir del trabajo cuando el día ha sido horrible de incidencias. Parece una tontería, pero acabé enganchando a mis compañeros porque siempre llevaba alguno de más en el bolso (jijiji).

A mí los pepinillos no me convencen mucho... pero así tocas a más! :D

Anónimo dijo...

Pues mira, en esto sí que no somos coincidentes...¡vinagre...vade retro! ¡qué asco, si hasta su nombre es horrible! Es una manía de ésas infantiles que se perpetúan de por vida, como la que tengo a las olivas o al vino, pero es que no puedo soportar ese olor fétido y punzante. Así que mis ensaladas son minimalistas totales: sólo lechuga o apio u hojas de berza sin nada, sin sal, aceite y por supuesto, sin ácido acético (así con su nombre científico es más soportable jejeje) que las degrade.
Ay, qué mal cuerpo me has dejado justo tras la delicia del desayuno, mi momento relajante: un tazón de leche (por desgracia y enfermedad, desnatada) con tropezones de manzana que recuerda vagamente a la tarta de esa fruta, y un vasito de café solo y desamparado, sin azúcar y sin nada, que cuando está recién hecho porque se ha terminado el del bote donde conservo la producción de cada cafetera -eso del café en cápsulas individuales de aluminio es un delito ecológico por mucha propaganda ecológica que haga cierta marca- acrecenta el placer hasta el séptimo cielo, aunque sólo sea por el aroma que inunda la cocina...
carlos

Tarambana dijo...

Yo también era de los que sacaba los pepinillos de la hamburguesa. Ahora no me parecen tan malos, pero siguen sin ser santo de mi devoción.

Aunque sea dificil de definir científicamente (aunque, en vista de los estudios que mencionas, todo se andará), es bueno ser capaz de encontrar la felicidad en cosas cotidianas. Es lo más práctico.

Ángeles dijo...

Pues yo me he quedado, como decía mi madre, "con el sentío bajeando". O sea, flipando, porque no conocía esta afición tuya a los pepinillos (tú que eres mundialmente conocido como goloso mayor del reino). Pero es que la propia afición a los pepinillos, sea tuya, sea de cualquier otra persona, me parece asombrosa en sí misma.

Pero en fin, el mundo de los deleites personales es tan íntimo y tan amplio, que caben en él toda clase de excentricidades.

Al margen de esto, tus explicaciones son tan visuales que ahora tengo la certeza absoluta de haberte visto abriendo esa nevera y comiendo un pepinillo mañanero, cuando no te he visto jamás en semejante situación.

Por otra parte, me ha gustado mucho la fórmula para coger la taza de café, pero más aún el estudio ése del olor de los pies. Me ha recordado el chiste de la señora que va al psicólogo:
-Verá usted, es que tengo complejo de fea.
Y el psicólogo le dice:
-No se preocupe, no tiene usted ningún complejo.

Pero sin duda, tu teoría supera la del coreano y la del japonés:
"Creo que el problema está en que la mente obvia a la edad pero el cuerpo se aferra a ella con devoción. El cuerpo es un maldito fundamentalista de la edad."
¡Insuperable!

Saludos!

JuanRa Diablo dijo...

Pues sí, Montse, aquí el chico más dulce del dulce mundo de las golosinerías; no te equivocas en absoluto. Y a estas alturas dudo que puedan cambiar mis gustos, pero en este caso son pepinillos agridulces, y esa combinación sí que me tienta, jeje

Claro está que de buena mañana me apetece un café con leche, como a ti, pero este ritual es, como bien has observado, a las 13 horas, antes de comer, y el primer mordisco es como encender los fuegos artificiales del sabor, como un tierno abrazo de escalofríos.

Desconozco qué hacen los muchachicos de Shiseido, así que si los ves les preguntas. Yo sólo te puedo dejar el enlace donde lo encontré:

https://www.impactlab.com/2010/11/18/10-bizarre-medical-discoveries/

Cuídate, Montse, y en el próximo café con leche… ¡alcemos tazas por el uno y el otro! ;)

Elennim:

¡Dichosa tú si llegaste a entender fórmulas! Para mí son como idiomas extraterrestres y necesitaría un porrón de años (o tener tres cabezas) para comprenderlas.

Pero lo fascinante es que haya gente que se ponga a dilucidar cosas así. ¿Cómo se hace? ¿¿Por dónde se empieza??

¿Serías capaz de exponer la fórmula que demuestre que Elennim podria tropezar en el escalón 311 del infierno siendo las constantes de humedad de -3/4 y sonando I want to break free en el hilo musical?

¡Me apunto a lo del shokobon! Pero ya te digo yo que no me podría detener en uno solo. ¡Demasiado buenos!

Carlos:

Es verdad que el nombre de vinagre es feo: vino agrio. Y existe la expresión “Poner cara de vinagre” para demostrar disgusto.
Pero el vinagre (y la vinagreta, su mujer) me caen bien. Aquí en el infierno tengo varios almacenes con tinajas para macerar cebollas y olivas.

Ahora estás obligado (más que nunca) a ser un buen chico, porque si acabas por estos lares... ya podrás adivinar cómo te presentaría las ensaladas del restaurante Averno, ¿verdad?

Bueno, en otra cosa seguimos teniendo algo en común: el aroma del café recién hecho es insuperable. Debe de estar muy alto en la lista de definiciones de la felicidad.

Tarambana:

¿Habrá alguien tan devoto de los pepinillos que pida triple ración y saque la hamburguesa? :D
Es verdad, hay mucha felicidad en las pequeñas cosas. Se me ocurren tres: encontrarte cinco euros en el bolsillo de un pantalón, tomarte un vaso de vino delante de una chimenea o recibir comentarios de gente tan amable ;)

Un saludo

Ángeles:

No vayas a quitarme mi título de “Goloso mayor del reino”, ¿eh? ¡Que lo llevo con mucho orgullo!
Lo de los pepinillos no es tan raro si tienes en cuenta de que son agridulces, pero bueno, dejarte “con el sentío bajeando” también me mola :D

¿Has visto qué fórmula? Cuando además de números aparecen letras ya me parece una tomadura de pelo. Pero si además le meten símbolos extraños… ¡Eso es una conspiración, un delito!

Las cosas han de ser claras, como ese psicólogo que le dice a la señora que no tiene ningún complejo XD Aunque semejante respuesta me hace pensar ¿eso lo haría ser buen o mal psicólogo?

Y si te gusta mi teoría de la edad ya doy por buena esta entrada tan random,(como dicen las nuevas generaciones)
Y ahora que te leo me parece el empezar de un chiste: “Iban un coreano, un japonés y un yeclano...”

Ciao, bambina!

Anónimo dijo...

A ver, tradúceme eso de "random"...
Yo es que no entiendo a los críos. No sé qué carajo ven en ese idioma tan feo y para vagos que es el Inglés...¡Y dejar que se perdiera el Latín que era tan elegante y laborioso...
carlos

MJ dijo...

¡Hola! ¡Qué bueno todo lo que cuentas! Pero lo de la fórmula para coger correctamente un vaso de café me ha parecido tirar los recursos intelectuales de este científico a la basura... ¡Anda que si yo supiera hacer esas fórmulas matemáticas me iba a dedicar a calcular semejante cosa!

Apoyo totalmente tu teoría de que los dulces que se comen a escondidas no engordan porque de la misma tensión de ser pillado in fraganti se queman las calorías ¡Estupenda hipótesis!

JuanRa Diablo dijo...

Carlos:

Ay, amigo, que si yo tuviera una varita mágica desterraba todos los anglicismos de nuestra lengua. Como mucho dejaría STOP y sandwich. (Bueno, y friki, que tiene su gracia)

Que sí, que de acuerdo en que las lenguas están vivas y van evolucionando y bla bla bla, pero es que en los últimos años la cantidad de anglicismos que uno escucha empieza a ser brutal. Poco a poco, por favor, ¡no tan de golpe!

Yo siempre he traducido random como aleatorio, fortuito, pero los jóvenes de hoy lo utilizan cuando algo les parece raro, sorprendente, poco común.

“No nos han puesto deberes, ¡qué random!”

También les oigo mucho la expresión LOL, que siempre equivalió al jajajaja en mensajes, la risa cuando no existían los emoticonos, pero parece que ellos lo utilizan como expresión de sorpresa.

-Me voy de viaje a Australia.
-Lol!! No me lo esperaba!

Y creo que ese “lol” ha derivado en “lolazo”, un batiburrillo spanglish que ahora mismo no te sé traducir.

MJ:

No puedo estar más de acuerdo contigo. Ser un portento en matemáticas para dedicarte a hacer cálculos que no aportan nada (?) Claro que, a lo mejor es tan tan bueno que hasta se aburre y le apetece divertirse con experimentos chorra.
Podría darle por encontrar la fórmula de cuál es la mejor distribución del infierno en invierno. Eso hasta me vendría bien, ya ves.

Me alegra mucho que apoyes mi “Teoría de los dulces a escondidas”. Lástima no entender yo de matemáticas para demostrar con otra fórmula que es una verdad muy verdadera. ;)

Anónimo dijo...

¡La Virgen... ¡qué panorama cultural... ¿De qué servirá tanta escuela y tanto recurso educativo si el interesado no está por aprender y expresarse con criterio...
carlos
carlos

Pep gira dijo...

Querido amigo.Lo de la formula se me escapa totalment,soy incapaz de entender algo asi.
Pepinillos....dulces....salado...frio...caliente....cada qual tenemos nuestros gustos i pequeñas o grandes debilidades...cosas que hacemos de hace mucho...o de hace muy poco y que nos hace felices. Eso es lo importante....vivir....vivir...i vivir....estamos aqui i quanto mas difrutemos mejor estaremos. Que seas muy feliz.....

Lillu dijo...

Pues entiendo perfectamente esos rituales de felicidad porque yo soy de las que sienten como que algo no encaja cuando me pierdo alguno de los míos. Soy súper metódica con mis rutinas y mis pequeños gestos, a veces incluso más de lo saludable. Eso sí, "felicidad" y "pepinillos" juntos no encajarían demasiado bien en mi mapa de rutinas agradables, jaja.

En cuanto a lo de ser un amante de los dulces, no sé a qué nivel llegas pero tengo un amigo que, desde que lo conocí en la universidad, se dedica a probar todos los postres, dulces, helados, etc, de locales y restaurantes con el objetivo de configurar su personalísima Guía Golosín. Ahí ahí andaréis los dos 😜

Saluditos!

JuanRa Diablo dijo...

Carlos:

¿Entiendes ahora por qué quiero salir de las tinieblas y dominar el mundo? Puestos a hacer las cosas mal, mejor instalar el Mal verdadero :p


Pep gira: :

¡Ole ahí ese Pep optimista!
La verdadera fórmula mágica de la felicidad (y que no creo que se pueda representar matemáticamente) es la de “Vive y deja vivir”
También podría valer la de “Haz el bien y no mires a quién”, pero como “dimoni” me salté esa clase y no me la aprendí :D
¡Un brindis por la vida, amigo Pep!


Lillu:

Porque somos humanos, pero si fuéramos cyborgs nos bloquearíamos si no se realizara la rutina correctamente y nos tendrían que resetear. ¡Que no se queje nadie, que aún nos queda la capacidad de seguir con pequeñas frustraciones a cuestas! :D

Uff, ese amigo tiene toda la pinta de ser un duro rival para el título de Ultra Goloso. Que tenga su propia Guía Golosín es insuperable, jajaja

Recomenzar dijo...

Comía pepinos solo cuando estaba embarazada Hoy los miro no los como tienen demasiada sal en su interior y yo quiero andar liviana
me encanta tu blog
abrazos desde La bella Miami

JuanRa Diablo dijo...

recomenzar:

Muchas gracias por la visita y el comentario. Abrazos también para ti.