Ayer viví una situación sumamente desagradable, de esas por las que uno preferiría no tener que pasar jamás.
Eran las 12.30 y como cada día me dirigía a Villena a mi lugar de trabajo.
Los 22 kilómetros desde Yecla se transitan por una carretera comarcal en buen estado, que en su mayor parte es una larga recta con buena visibilidad y poco tráfico, y aunque conducir no es algo que me relaje especialmente, este tramo que tan bien conozco, sí me agrada en su totalidad, y su recorrido me causa sosiego.
Los 22 kilómetros desde Yecla se transitan por una carretera comarcal en buen estado, que en su mayor parte es una larga recta con buena visibilidad y poco tráfico, y aunque conducir no es algo que me relaje especialmente, este tramo que tan bien conozco, sí me agrada en su totalidad, y su recorrido me causa sosiego.
Poco después de rebasar el cartel que indica el paso a la Comunidad valenciana, dejando a la espalda la Región de Murcia, (lo que yo siempre he llamado “la frontera”), vi a lo lejos un Seat Marbella blanco que avanzaba en mi misma dirección.
Cuando estaba a unos 100 metros de él, me percaté de que se desplazaba ligeramente al centro de la carretera, pisando la línea discontinua e invadiendo incluso durante un par de segundos el otro carril.
“Pero qué le pasa a ese”, pensé, y al fijarme en el conductor más detenidamente, observé que agachaba la cabeza, como si buscara algo que se le hubiera caído. Recuerdo que pensé en lo imprudente de su actuación y lo peligroso que podía resultar adelantarle y que se me echara encima.
Calculo ahora que lo que vi desde ese momento al de la colisión transcurrió en cinco o seis segundos, aunque el tiempo parece querer estirarse en mi memoria, en esta película mental que me ha quedado grabada y que se reproduce una y otra vez.
El coche volvió a invadir el carril contrario, se salió de la calzada, y encajado en el desnivel del arcén, recorrió un largo tramo alzando una columna de polvo por ese terreno sin asfaltar, hasta que impactó con un pequeño muro de hormigón, los llamados salvacunetas, que se construyen para delimitar la entrada a un camino rural. El golpe con ese macizo sonó como un cañonazo. El pequeño coche saltó por los aires e hizo medio giro hasta caer entre el arcén y el carril izquierdo, encarado en dirección contraria, con la puerta del conductor abierta y el frontal totalmente prensado.
Con el corazón encogido por el tremendo susto, disminuí la velocidad e introduje mi coche en el camino a mi derecha, a la misma altura del accidentado. Busqué mi móvil y marqué rápidamente el 112. Segundos después detuvo su coche un chico que también vio el impacto, él de frente, y tan asustado como yo o más, pues por escaso margen de tiempo no chocaron ambos vehículos.
Mientras yo llamaba y daba datos del lugar, él se acercó a mirar dentro del coche siniestrado.
Mientras yo llamaba y daba datos del lugar, él se acercó a mirar dentro del coche siniestrado.
La mujer del servicio de emergencias me preguntaba si el accidentado estaba consciente, si podía moverse, pero yo era totalmente incapaz de acercarme a comprobarlo, así que pregunté con un gesto a ese chico, que también con un gesto vino a decirme que el hombre estaba muy mal.
Así que yo solo acertaba a decir que no, que vinieran cuanto antes, que parecía muy grave.
La policía llegó enseguida y emprendieron ejercicios de reanimación dentro del coche.
Con ese joven (me dijo su nombre pero lo he olvidado) estuve intercambiando impresiones mientras llegaba la ambulancia.
“Me daba mucho miedo mirar- me decía él- por si había algún crío dentro”
“¿Qué edad puede tener?”
“Entre 40 y 50, calculo”
“¿Le has visto muy mal?”
“Sí, tenía las piernas... uff, yo creo que ha muerto en el acto”
Aunque el día era soleado hacía mucho frío, y el viento gélido me hacía tiritar; supongo que mi temblor también se debía a semejante sobresalto.
Llegaron los bomberos, la Guardia Civil y por último el SAMU.
Pregunté si me podía marchar, pero al ser testigo del hecho me pidieron que me quedara a testificar.
Pregunté si me podía marchar, pero al ser testigo del hecho me pidieron que me quedara a testificar.
El trasiego alrededor del coche fue constante. Parece que siguieron el protocolo de prevención y, aunque no daba señales de vida, no sacaron el cuerpo por la puerta lateral sino que introdujeron una tabla por la puerta del maletero para extraerle en posición rígida. Como esta puerta estaba atrancada, tuvieron que forzarla con una palanca.
Me ha quedado grabada la imagen del cuerpo sobre el bancal, el fuerte contraste de la dorada tela que lo cubría brillando al sol sobre aquella tierra árida. Una de las ráfagas de viento levantaron esa tela y pude ver su cara un instante. Me pareció muy joven y sentí mucha pena por él, y por esa familia que aún no sabía lo que les venía encima.
Es curioso, pero en aquellos momentos, ante algo tan imprevisto y por la celeridad de acontecimientos tan poco comunes , no sentía nada más que ese aturdimiento propio del impacto emocional. Me desahogué un poco contándolo a mis compañeras, y en el trabajo me distraje como pude, pero fue después, de vuelta a casa, cuando me invadieron otros muchos sentimientos.
Esa noche, la zozobra de mil pensamientos acabó despertándome y estuve insomne un par de horas.
Pobre hombre, ¿qué le habría ocurrido? ¿Se despistó y perdió el control del vehículo? Eso es lo que me pareció en un primer instante y lo que declaré cuando me preguntaron, pero ahora pienso que recorrió un buen tramo sin frenar, por lo que cabe la posibilidad de que sufriera un desvanecimiento. Si así fuera, probablemente no se enterara de nada. Pensar en esto me tranquiliza.
Esta mañana he leído en el periódico que era de Yecla y que tenía 45 años.
Aún no me han llegado más datos de quién podría ser, y casi prefiero no saberlo. Me angustia la idea de que tuviera mujer e hijos, y no he podido evitar pensar en los míos, en cómo cambiarían sus vidas ante algo así.
Aún no me han llegado más datos de quién podría ser, y casi prefiero no saberlo. Me angustia la idea de que tuviera mujer e hijos, y no he podido evitar pensar en los míos, en cómo cambiarían sus vidas ante algo así.
Esto me ha servido para reflexionar. Estamos tan acostumbrados a conducir que terminamos perdiéndole el respeto a la carretera y a veces bajamos la guardia. Hay que extremar las precauciones al volante; un segundo de distracción, solo uno, puede ser fatal.
Sé que tendrá que pasar un tiempo hasta que se vayan diluyendo esas imágenes nefastas, el desagradable sonido de aquel golpe y este nudo en el estómago.
Sé que me quedan preguntas que jamás tendrán respuesta y descubro verdades incuestionables.
Sé que me quedan preguntas que jamás tendrán respuesta y descubro verdades incuestionables.
La certidumbre de que la línea que separa la vida de la muerte es a veces extremadamente delgada.
Que es una bendición sentirse sano, sentirse vivo.
Y que debemos intentar sacar el máximo provecho a la vida.
Carpe diem.
21 comentarios:
Yo tuve una experiencia similar, es un shock tremendo. En mi caso, no hubo muerte pero la angustia hasta saberlo es fue muy intenso. Un hecho cotidiano puede convertirse en un cambio de vida.
Juanra. Oí esa noticia en la radio y hasta que no dijeron la edad y la marca del coche tuve el corazón en un puño...ya puedes imaginar porque...
Txema Rico
Leerlo me ha producido un efecto extraño, me ha dado un vuelco el estómago. Tiene que ser una experiencia que no se olvida tan fácilmente el presenciar algo así y encima con un final tan trágico, lamento que te haya tocado a ti.
Especialmente hoy esto me ha llegado, siempre andamos ahí, bordeando esa línea, pensando que somos eternos y que tendremos mucho tiempo para todo lo que vamos postergando. Es una bendición sentirse sano, poder disfrutar de la vida, y cuántas veces lo olvidamos, cuántas veces nos enredamos en problemas, angustias, y ansiedades que no tienen razón de ser.
Hay que aprovechar siempre el momento presente.
Lo has debido de pasar fatal y tiene mucha razón en cuanto a que no damos importancia al estar vivos, ni estar sanos y deberíamos ser conscientes de que nuestra vida depende de un hilo.
Al volante hay que estar atentos siempre, incluso cuando se conozca uno el camino de memoria, al menor descuído podemos tener un buen susto. Detesto a los que van hablando con el móvil mientras conducen, ponen su vida en peligro y la de los demás.
Todo esto nos hace pensar!
Un abrazo.
Qué horror! Pobre hombre, y qué sustazo para ti.
Un besazo.
Es una terrible experiencia que yo también viví. Desde luego te hace poner los pies en la tierra, y desde luego hace que sea aún más precavida a la hora de conducir, sobre todo por dicho tramo... estas experiencias te hacen conocerte a ti mismo y confirmar lo que ya sabemos CARPE DIEM
¡Vaya trago JuanRa! Yo tampoco habría podido mirar en el interior del coche...¿sabes? lo único que me cabe esperar, por ti, es que no sea un conocido ni nadie próximo a ti.
¡Ánimo!
carlos
¡Qué mal! Cuánta razón tienes, mucha gente se relaja al volante, y hace millones de cosas que no debería hacer como utilizar el móvil y ya ves, es facilísimo tener un accidente.
Y sí, carpe diem, desde luego.
Un par de semanas antes, en una carretera no mucho más al sur, fallecía un chaval jovencísimo. Era de madrugada, y se durmió conduciendo.
Hacía años que no teníamos trato, pero le guardaba mucho cariño. Desde entonces entiendo, aun más si cabe, que esto de que todo se acabe en un simple volantazo es una mierda enorme.
Siento que hayas tenido que vivir esta experiencia tan angustiosa. Y digo experiencia porque desde el momento en que empezaste a ver como hacía extraños el coche, y como se agachaba el conductor a buscar algo, empezaste a vivir el golpe fatal.
No creo que olvides la experiencia, pero espero que se mitigue este mal trago pronto.
A mí no me gusta conducir. Recuerdo que siempre respondía lo mismo cuando el anuncio de BMW hacía la pregunta: No. Pero no por el hecho de conducir en sí, sino por la tensión que te genera el conducir por Madrid. Tienes que mirar hacía delante, hacía atrás, a los lados, vigilar las motos que circulan por la raya central,..., Llegas agotado al trabajo y a casa.
Deberíamos ser todos más pacientes y cuidadosos a la hora de ponernos al volante. Los errores nos pueden pasar una gran factura, y ninguno estamos exentos de ellos.
Un fuerte abrazo.
Siento mucho que hayas tenido que pasar por esa experiencia, pero espero que sea como dices: que el conductor se desmayó. Es lo primero que he pensado al leer que lo viste con la cabeza hacia abajo; y tu atinada observación de que en ningún momento intentó frenar, me hace reafirmarme en mi suposición. Espero de corazón que así fuera, por él, por su familia y por ti. Es un pobre consuelo, pero consuelo al fin y al cabo.
Carpe diem.
RNT:
Sí, el que la vida de uno pueda cambiar tan de golpe... da mucho miedo pensarlo.
Txema:
De haber sido al revés, saber la marca del coche no me habría ayudado nada. Ya me conoces :p
Raquel:
Qué razón tienes, Raquel. Dicen que la felicidad es simplemente una actitud. Hay quienes tienen de todo y no se sienten dichosos y quienes con bien poco están a gusto con sus vidas. Creo que el problema es que perdemos la perspectiva de las cosas, olvidamos relativizar y tener presente lo que es prioritario e importante y lo que no.
Montse:
Seguro que nos asustaríamos de saber cuántos accidentes habrá al año por culpa de descuidos relacionados con los móviles.
Un abrazo, Montse.
Bichejo:
Se ha ido pasando el susto, pero fue grande, ya lo creo.
Un beso, Bichejo
Ana:
No más experiencias de estas, ¿eh, Ana? Mejor contemplar paisajes y hacerles fotos ;)
Carlos:
Aún me pregunto qué habría hecho de haber estado solo en aquel momento. No sé si estoy preparado para tratar de socorrer.
Gracias, Carlos
loque:
Sí, solo hay que observar un poco para darse cuenta de muchas imprudencias. Lo raro es que no haya más accidentes, la verdad.
Ther:
Terrible lo que cuentas. Y lo siento.
Uff, hay que cambiar de tema ya; no me gustan las cosas tristes!
hitlodeo:
No he conducido por Madrid nunca, pero sí alguna vez por Valencia o Murcia, y me pasa como a ti, se me termina agarrotando el cuerpo de tanta tensión. ¡Patada al anuncio de BMW!
Te devuelvo el abrazo, amigo
Ángeles:
No he sabido más del caso, pero hubiera querido saber los resultados de la autopsia, porque cada vez estoy más convencido de que el hombre no estaba consciente antes de chocar.
Cierro ya este triste episodio y me embarco en aventuras blogueras más agradables, ¿vale?
Un beso
Que impacto, además es una de esas experiencias que deja residuo, que se graba adentro, que nos hace plantearnos muchas cosas y valorar muchas otras. Es muy triste que la vida sea tan frágil, por eso, y por lo inesperado, es mejor disfrutarla y tratar de vivir como queremos y deseamos.
Espero que ya estes mejor del susto. Un abrazo.
¡Anda, Ana Bohemia, que comentó otra Ana y le contesté pensando que eras tú! La otra Ana que conozco es mi hermana, pero siempre firma como Anasister.
Vaya lío.
Bueno, gracias por la visita y te envío un beso al Paraíso :)
buff yo tuve un acccidente la semana pasada y he tenido suerte de salir de mi propio pie del coche.
Ver algo así destroza por dentro... pero somos burros y luego se nos olvida. Total si es un momento.. y zasca!!
( lo mio fue aquaplaning ,eh? )
Pues ya sabes, Marietta, seamos menos burros para poder seguir contándolo.
Muchas gracias por estas visitas.
Yo no tengo carnet de conducir y una de las razones es esto. Miedo aterrador a que me pase algo así o a mis hijos. Me da mucha rabia tener miedo y no poder conducir. Tengo una amiga que cuando empezó a sacarse el carnet lo pasaba tan mal por el miedo que hasta tenía que ir corriendo al baño. Y luego se le quitó y es feliz conduciendo, y yo la envidio. Y fíjate que esta chica es médico y estaba acostumbrada a ir en ambulancia reanimando personas en la carretera.
Tú puedes tener todo el cuidado del mundo pero te viene un desgraciado o simplemente una persona que sufre un desmayo o cualquier otra cosa que no puede controlar y... espero que se te haya quitado ya el susto.
beso grande
conmibolsoacuestas:
Comprendo que le tengas mucho respeto al tema de conducir, pero si crees que te sería beneficioso deberías replanteártelo, que tampoco es bueno que un miedo nos paralice. Si uno se para a pensarlo, los peligros nos acechan a diario, y no por ello vamos a quedarnos en la cama.
Sí, ya pasó el susto, gracias. Y muchas gracias también por este comentario. Me ha gustado leerlo.
Un abrazo fuerte :)
Que terrible JuanRa!!! No me quiero ni imaginar lo que sentiste, porque yo sólo cuando siento que un auto frena con una "chantada" me da miedo.
Una vez escuché un choque entre dos autos, justo a mis espaldas y me angustió mucho!! Así que esto debe haber sido terrible, sobre todo verle su cara (lamento hacértelo recordar con este comentario)
Pues sí, Natty, esto es desagradable para cualquiera. Se nos antojan los autos máquinas muy seguras pero basta un poco de velocidad para que se vuelvan peligrosas. No hay que bajar la guardia con ellas.
Un abrazo
(y gracias de nuevo por comentar)
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