26 de agosto de 2008

LOS COLORES DE LA BOHEME (Última parte)



"La bohemia, la bohemia que yo viví
su luz perdió.
La bohemia, la bohemia era una flor
que al fin murió"

Aznavour

Era tanto el anhelo de Raul por volver a verlo, que ahora que se encontraba delante de la puerta con la llave introducida en la cerradura, alargó unos segundos la espera porque quería empaparse de emoción. Cuando finalmente hizo girar la llave tuvo que entrecerrar los ojos. Los suelos recién encerados multiplicaban la luz del sol que entraba a raudales por las ventanas. Como aquella primera vez en la que se asomara a aquel otro piso vacío que olía a libros, ahora tampoco había nada que contemplar, pero sí mucho que admirar.
Las paredes resplandecían, los techos le resultaron tan inmaculados y perfectos que le parecieron irreales. Todo olía a pintura, a cera y a barniz y pensó que esas eran las fragancias de lo que está por estrenar. La cocina, con muebles de madera de pino, apareció ante sus ojos como una bella estampa color miel y no se resistió a pasar los dedos por los relieves de las brillantes cenefas. Se acercó hasta la ventana. Desde allí se podía ver el pequeño parque de enfrente y en sus columpios dos niñas se balanceaban con ímpetu. Cada vez que salía de sus ensoñaciones y se percataba de la realidad que estaba viviendo, el placer que le embargaba le hacía sonreír de gozo.

Y es que en apenas dos años después de los últimos acontecimientos narrados, la vida de Raul había dado un cambio portentoso.
Aprobó la oposición y empezó a trabajar de inmediato a unos quince kilómetros de su nueva casa familiar. Ello le obligó a conseguir el carnet de conducir lo antes posible y a obtener un coche de segunda mano al que cuidaría como si de una reliquia se tratara.
Todo ello había dado alas a su afán de independencia y se movió en busca de un nuevo piso para vivir.
Ahora que se encontraba en él no hacía mas que pensar en cómo reaccionaría su novia al verlo. Y es que, por si todo esto fuera poco, Raul había empezado a frecuentar a una chica con la que había congeniado desde el primer día en que se conocieron. Finalmente se hicieron novios. El día que le dieron la llave de su piso nuevo, tenía tantas ganas de darle la sorpresa que mientras se embelesaba en el movimiento de los columpios, su cabeza iba maquinando la forma en que llevaría a cabo sus planes.



2 de agosto de 199..

Salía de casa de mi madre para ir a hacer unas compras y me he encaminado hacia la calle donde vivía. Ayer me telefoneó Clara para decirme que estaban demoliendo el edificio. Al saberlo me ha dado la sensación de que me arrancaban algo de muy adentro. Cuando me faltaba poco para llegar he dado la vuelta. No me apetecía ponerme triste y me he marchado pensando que Clara estaba equivocada y que mi casa seguía en pie.

2 de septiembre de 199..

Me he decidido a ir a la Residencia de Ancianos de San Vicente para visitar a Llanos. Me aterraba la idea de encontrarla mal de salud o con vacíos de memoria. Incluso antes de preguntar por ella he llegado a pensar que me podrían comunicar que ya había fallecido pero por suerte ninguno de mis pesimistas presagios eran reales. La he encontrado bien, como siempre, aunque más lenta a la hora de caminar. Hemos paseado del brazo por los jardines y en repetidas ocasiones me manifestaba su alegría por haberme acordado de ella. Sentadas en un banco en un lugar precioso en el que se escuchaba el sonido de una fuentecilla y el canto de algunos pájaros he estado a punto de preguntarle si echaba de menos su casa como lo hacía yo, pero he preferido callarme y valorar el bonito lugar al que afortunadamente ha ido a parar. De todas formas hubiera dado cualquier cosa porque nos encontráramos sentadas en aquella mesa camilla suya tomando un café con leche y una madalena.

6 de septiembre de 199..

Hoy, hablando con Clara me ha comentado algo que me ha emocionado. Mi madre habló una vez con ella y entre otras cosas le dijo que me veía triste y que ahora que había vuelto a vivir con ella se había dado cuenta que lo que realmente merecía la pena es ver a un hijo feliz aunque lo veas menos. Pidió a mi amiga que me animara y aunque hablaron un poco en confesión, el que me lo haya hecho saber me ha hecho bien.

( ......................)

26 de marzo de 199..

Mi novio es el hombre más original del mundo. Hoy me ha dado una sorpresa tan grande que no sé cómo va a caber escrita en esta libreta.
Al salir del trabajo me estaba esperando con una gran sonrisa. Cuando me he acercado a él me ha puesto en las manos una pequeña caja de cerillas. En su interior sólo había una aguja sujeta con celofán. Ante mi gesto interrogante me ha acercado al coche y me ha pedido que empezara a pinchar todos los globos que había en el asiento de atrás. He contado 20 globos blancos y entre ellos, ¡¡ una silla roja !! Yo, que estaba bastante cansada, he notado que el cansancio desaparecía por completo de mi cuerpo ante la presencia de algo que prometía emociones.
Raul sabe que me aterran los ruidos fuertes, que un simple petardo de los más pequeños me hace botar en el suelo del susto, así que se lo ha pasado bomba observando las caras que yo ponía antes de pinchar cada globo. Qué agonía.
Cuando llevaba más o menos la mitad, ha estallado uno al que habría metido algo de harina pues me ha envuelto una pequeña nube blanca. En ese globo había un trozo de papel que decía : "Ponte al volante y vamos al Bar Gloria en la calle La Paz nº 2. Tómate allí lo que quieras. La silla debe estar siempre a tu lado" Me he estado riendo todo el tiempo porque él actuaba como si todo fuera de lo más normal y no abría la boca para contestar mis muchas preguntas. Sólo decía "Tú obedece y calla"
Así que he tenido que preguntar dónde estaba esa calle y ese bar que no me sonaban de nada y cuando al final las indicaciones me han llevado al sitio, he bajado con la silla y la he metido en el local. Me daba un poco de corte porque no es algo habitual que la gente entre a un bar con una silla a cuestas y menos de un color tan chillón.
He pedido una Coca cola y Raul una cerveza. El camarero ha puesto sobre la mesa las botellas y los vasos y me ha entregado un sobre. Yo he reído abiértamente. Parecía algo de película de espionaje, con pistas y mensajes secretos. El sobre tenía una llave en su interior y una nota que decía que fuera al número 25 de la calle La Paz y buscara dentro del edificio una puerta donde hubiera un cartel que dijera "Carmina". Mientras yo estaba leyendo la nota, Raul se había apresurado a pagar las consumiciones y ya me esperaba de pie junto a la salida. De nuevo la silla y yo andando hacia otro lugar. La verdad es que estaba tan intrigada que me he empezado a poner nerviosa y la respiración la llevaba descompasada y aunque la silla pesaba poco he llegado agotada al sitio exacto. Yo miraba de reojo a Raul y le notaba una satisfacción que no podía disimular.
La puerta del edificio estaba abierta. De nada me valía que le preguntara si tenía que entrar en el ascensor o si tenía que darme alguna pista más. El se limitaba a repetir eso de "Tú obedece y calla".
Así que he subido por las escaleras al primer piso con la silla a cuestas. Ningun cartel en las dos puertas. Tampoco en las dos puertas de la segunda planta. En la tercera sí que había un cartel con mi nombre. Mi boca no podía sonreir más. Me imaginaba a Raul preparando todo esto y me ilusionaba más y más. "¿Qué hago? ¿Abro con la llave? y por fin ha asentido con la cabeza. En estos momentos yo no hacía más que temblar.
Nada más abrir la puerta, Raul ha sacado un mando a distancia del bolsillo y ha empezado a sonar mi canción favorita, Venecia sin tí de Charles Aznavour, , justo en el momento en que yo leía un cartel grande adornado con más globos blancos que decía: "BIENVENIDA A NUESTRA NUEVA CASA. TE QUIERO. RAUL"
No sé el tiempo que habré estado llorando pero ha sido mucho. He soltado todas las lágrimas que desde hacía mucho tiempo necesitaba soltar y por más que Raul me abrazaba y me besaba y me las quitaba con las manos, de mis ojos volvían a salir más y más. Sólo he podido parar cuando me ha hecho reír al exclamar: "¿Se puede saber qué haces con esa silla roja en la mano?" Y entonces, entre risas y mocos le he preguntado que para qué narices era aquella silla y me ha dicho que era el primer mueble que quería tener y que para él era muy importante.
Creo que no he sido capaz de reflejar por escrito toda la felicidad que hoy he sentido en mi corazón.

28 de marzo de 199..

Lo he hecho. He sido capaz de visitar el lugar vacío donde estaba mi casa. Puede parecer una tontería pero necesitaba hacerlo; venir y decirle adiós. En realidad no había nada material de lo que despedirme, solo un triste hueco como una mella en una sonrisa, pero mirando la intensidad del cielo azul me parecía que cuanto más lejos se perdía mi vista más adentro de mí miraba.
Me he vuelto a ver descansando en la mecedora con los gatos a mis pies, haciéndonos mutua compañía. Regando los geranios, leyendo un libro, decorando la casa... Parecía que podía oir a Salud con aquella voz alegre cuando me hablaba y he recordado la sonrisa de Llanos, tan reservada, tan cariñosa... El sonido de las tormentas entre las mantas de mi cama y la luz de la luna entrando por la ventana. He sonreído al verme bailar de nuevo por toda la casa, evitando pisar aquellas baldosas que al ponerles el pie encima hacían cla-clá. Y me ha parecido que hasta mí llegaba el aroma del pan tostado de las mañanas.
Con tan sólo cerrar los ojos aún puedo recorrer cada rincón sin olvidar detalle.
¿Dónde estarán ahora todos aquellos momentos, aquellas vivencias? No creo que estén sólo en mi memoria. ¿Acaso no tienen alma las casas? La mía la tenía y atesoraba todos los recuerdos en sus paredes. Mi casa estaba impregnada de amor. Estoy segura de ello.
Adios vieja casa que fuiste mi amparo y refugio, mi cobijo, mi abrigo... Adios para siempre.

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El primer golpe de la excavadora hizo tambalear los tablones de madera de la terraza, aquellos que albergaban las macetas de colores. Cayeron éstas al suelo, esparciendo sobre las viejas baldosas la seca tierra y los restos de raices.
El segundo golpe hundió parte de la terraza. El viejo edificio parecía emitir lamentos de dolor con cada chasquido de cristales rotos, con cada golpe de piedra sobre piedra.
A la tercera embestida, antes de hundirse el dormitorio de Carmina, serpenteó una grieta en el techo que corrió desde aquel tulipán de imposibles colores hasta la rosa que durante tantos años le mirara.
Todo se vino abajo en el preciso instante en que ambas flores se enlazaban en un último abrazo desesperado.



(A mis amigos Raul y Mª Carmen que permitieron que me asomara al balcón de sus almas.
Los colores de vuestras vidas sobre mi paleta me sirvieron de inspiración para pintar este cuadro que hoy os dedico con gratitud)
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24 de agosto de 2008

LOS COLORES DE LA BOHEME (3ª parte)

Raul. Sueños rotos.


Iba todo muy despacio, como si la felicidad que conllevaba su independencia hubiera ralentizado el tiempo y a la vez su espíritu.
Las jornadas transcurrían en agradable rutina: leía, escuchaba música, estudiaba (mucho menos de lo que aseguraba a sus padres), pero sobre todo pasaba las horas relajado, o dormitando o recorriendo con la vista cada detalle del hogar que había creado y que tanta satisfacción le producía. Se sentía a sus anchas en aquel piso a pesar de algún que otro inconveniente que su ilusión hacía pasar por alto.

Las dos ventanas del salón se encontraban a falta de cristales, por lo que para evitar los excesos de frío o calor, simplemente bajaba las persianas de madera, pero estaban éstas tan castigadas por los años de sol y lluvia que apenas conseguían proteger el interior de las inclemencias que a veces amenazaban afuera.
Y así, Raul andaba por su hogar casi desnudo en verano y bien abrigado en invierno sin que afectara esto en nada a su regocijo interno.
Sin embargo, todos aquellos dichosos días, aquellos días sin alteraciones que fluían como un perezoso río embriagado de luz y de sol desembocaron de repente en un único día aciago y nefasto que varió su curso para siempre.
La noticia la trajo su padre a la hora de comer y la dijo cuando todos estaban sentados alrededor de la mesa. Acababa de vender el piso. No sólo el superior que ocupaba su hijo sino también el suyo y el bajo comercial. El edificio entero que en su día heredara de sus padres y éstos de sus abuelos.
A pesar de su antigüedad, la ubicación del mismo, en pleno centro urbano, en el casco antiguo de la ciudad, lo convirtió siempre en el blanco de las miradas de los potentados. Su padre estaba exultante contando que se lo compraba el propio alcalde por un precio que hizo chillar de alegría a su madre y hermanos.
Pero no a él.
Raul forzó una sonrisa de compromiso en su cara y se levantó de la mesa sin haber probado bocado.
Subió lentamente a su retiro por las escaleras, percibiendo la algarabía que su familia formaba al hablar todos a un tiempo. Se sintió contrariado. Sólo le apetecía quedarse a solas pero al mismo tiempo deseaba que alguien se levantara de la mesa y fuera en su busca y le preguntara si él estaba contento o no. Pero parecía que todos se habían acostumbrado a su ausencia y su aislamiento.
Pensamientos atropellados se agolpaban en su mente. Tenía miedo ante la incertidumbre de ese cambio forzoso que le obligaba a olvidar su paraíso, que le instaba a desprenderse de una vez de un sueño creado y enfrentarse a la realidad. Se sentía como el niño al que los avatares de la vida lo convierten de golpe y para siempre en adulto, borrando las alegrías que tanto necesitaba.


Abrió la puerta y al entrar, el familiar aroma de libros viejos y hierbabuena le produjo verdadero dolor. Miró el poster de Greta Garbo y la mirada de la diva le pareció distinta, fría y desafiante. Encendió el radiocassette pero lo apagó al instante buscando otra actividad en la que ocupar su tiempo, pero no la hallaba y empezó a sentirse nervioso e irritable. Sobre la mesa estaba el temario de la oposición que debía estudiar y que tan abandonado tenía.
Se echó finalmente sobre el colchón del suelo y empezó a maldecir su suerte primero y a burlarse de sí mismo después. Se despreciaba por haber creído que la vida era esa que había llevado hasta el momento.
La garganta le dolía cada vez más. Lanzó con furia un almohadón hacia ninguna parte acertando a un quinqué que se estrelló contra el suelo. Se levantó y se quedó mirando los trozos de vidrio sobre las agrietadas baldosas. Recordó el día en que lo compró y no acertaba a comprender cómo aquel objeto pudo parecerle tan bello y hacerle tan feliz aquel día y ahora le resultaba tan indiferente. Fue a buscar la escoba y el recogedor y a su paso por el salón volvió a sentirse furioso por el hecho de encontrarlo tan oscuro. Subió una persiana tirando con fuerza de la cinta pero ésta se rompió en sus manos y las maderas volvieron a caer con estrépito. Maldijo la casa gritando que era vieja e inservible y al volver a mirarla en su conjunto la encontró fea y ridícula.
Pero sus ojos se encontraron con la silla roja, con su querida silla carmín que desde la penumbra se esforzaba por mostrarle alegría con su vivo color y su imagen comenzó a enturbiarse por el agua de sus lágrimas.
Se acercó a ella , se sentó rendido por el dolor que le invadía, se cubrió la cara con las manos y se abandonó a un llanto intenso y profundo que brotó desde lo más profundo de su alma


Carmina al final.

13 de noviembre de 199..

Ayer no pude escribir nada, lo hago hoy.
Clara y Nadia estuvieron aquí. Entre las tres planeamos los preparativos para el cumpleaños sorpresa de Andrea este fin de semana que celebraremos aquí en mi casa. Nadia nos dijo que lleva dos semanas saliendo con un chico y nos estuvo hablando de él. Bromeamos acerca de mi eterna soltería y se rieron muchísimo cuando les dije que yo moriría sola, de viejecita, probablemente devorada por mis gatos.

14 de noviembre de 199..

Esta tarde he bajado un rato a charlar con Llanos. Desde que murió Salud la visito de vez en cuando pues se veían a menudo y se hacían mucha compañía y ahora, lógicamente, se siente más sola.
Me suele comentar sus sencillos quehaceres diarios porque en su vida no ocurre nada extraordinario digno de ser contado. He intentado a veces que me hable de ella, de su pasado, de su familia, pero siempre cierra los ojos, mueve la cabeza y me dice que no merece la pena. No se a qué se deberá esa reserva pero me encantaría saberlo. Qué distinta de Salud que se pirraba por hablar de cosas de su familia.
Pero Llanos me transmite mucha paz, mucha serenidad. Me encanta su ritual al tomarnos un café con leche y una madalena, recogiendo después ella todas las miguitas y echándolas a la bandeja. Lo hace sentada y al mismo tiempo me expone su visión de la vida que lleva con resignación, dándola por buena mientras pueda valerse por sí misma. Me repite a menudo que aproveche mi juventud que es algo muy valioso a lo que no damos importancia. Cuando ya no quedan más miguitas que recoger sigue moviendo los dedos sobre la mesa como si hubiera más pero en la bandeja ya no cae nada.
A veces se queda callada, ensimismada, pensando Dios sabe en qué y me hace sentir una ternura enorme hacia ella.
Cuando me despido me da las gracias por la visita y me pide que vuelva pronto.

16 de noviembre de 199..

Al salir del trabajo he encontrado una mesa pequeña junto a un contenedor en bastante buen estado. Me parece inconcebible que la gente se desprenda de cosas tan poco usadas. Desde luego que a mí me ha hecho un favor quienquiera que haya sido. La voy a pintar de blanco y me quedará perfecta.
Llegando a casa cargada con ella ha empezado a llover y ya no ha dejado de hacerlo hasta bien entrada la madrugada.
Otra noche de goteras y cubos.

17 de noviembre de 199..

Estoy escribiendo sentada sobre mi cama. Me siento como si me hubieran herido de muerte. Esta tarde he recibido una muy mala noticia, precisamente cuando más contenta me sentía, con mi casa decorada para celebrar mañana el cumpleaños de mi amiga.
Unos señores han venido a inspeccionar el edificio y me han comunicado que el informe que han de llevar a sus superiores es nefasto, que sin lugar a dudas se habrá de desalojar en breve porque será declarado ruinoso. Han seguido explicándome otras muchas cosas pero no sabría recordar nada más, yo sólo me ocupaba de apartar a Fum y Parole que se enroscaban entre las piernas de estos hombres.
Cuando se han marchado he llamado a Clara y Nadia para anularlo todo y no sabiendo qué hacer he bajado a casa de Llanos. Serían las ocho de la tarde o algo más pero como sé que se acuesta pronto no he querido llamar a su puerta hasta cerciorarme de que estuviera levantada y al escuchar un ruido dentro he tocado el timbre. Al verme me ha sonreído y me ha preguntado si me apetecía un vaso de leche y una madalena. La he abrazado y me he echado a llorar.
El resto lo contaré mañana, hoy ya no me quedan fuerzas para nada más.

(En el techo, las flores gigantes de mi capilla sixtina privada me parecen esta noche más bellas que nunca)

20 de agosto de 2008

LOS COLORES DE LA BOHEME (2ª parte)

Raul. La belle epoque

A través de las desvencijadas persianas comenzaba a filtrarse la luz, matizando la penumbra.
Los primeros rayos de sol dibujaron un resplandor dorado sobre la imagen de Greta Garbo. Colgado en la pared, el gran retrato en blanco y negro de la actriz, ataviada con adornos orientales, parecía velar el sueño de aquel joven que dormía plácidamente sobre un jergón en el suelo.
Al despertar, Raul se recreaba en el gozo de contemplar los ojos de aquella diosa que desde hacía unos meses reinaba en la habitación de paredes moradas. Y se sentía dichoso.
Por primera vez en su vida llevaba una vida independiente en aquel lugar que consideraba su refugio y en el que se sentía protegido y arropado.
Nada que ver con la ruidosa vivienda del piso inferior a la que solo bajaba por un tácito acuerdo con su madre para hacer convivencia familiar alrededor de la mesa o para hacer uso del cuarto de baño.
Ella había claudicado ya en sus continuos reproches a que ocupara aquella vivienda y, siendo evidente que nada de lo que su hijo había hecho le desagradaba del todo, permitió esa emancipación parcial, proporcionándole incluso algunos muebles y utensilios básicos. A cambio de esos favores, Raul le tendía la colada en la terraza y se la bajaba cuando ya estaba seca.
La transformación del lugar era importante. En realidad todo seguía siendo igual de viejo y destartalado que antes pero se apreciaban ahora tantos toques de buen gusto y tantos detalles originales por todas partes que en lo que antes pareciera una fría cueva se vislumbraba ahora un acogedor hogar.
Muchas de las paredes estaban pintadas con alegres colores. Otras tenían dibujos de hiedra, de tallos y hojas y otros motivos vegetales que disimulaban oportunamente las grietas de algunas superficies.
No existían puertas en las dos entradas al salón y en su lugar había cortinas para cubrir y adornar esos huecos. Una de colorida lana trenzada y otra de abalorios de plástico que imitaban piedras preciosas .
Con algunas cajas de refrescos y una de las puertas desechadas cubierta por una blanca sábana ribeteada en azul, había creado Raul su mesa principal ocupada en su mayor parte por libros, folios y manchas de café.
Colocadas en lugares estratégicos, velas y quinqués conseguidos en un rastrillo iluminaban la estancia durante la noche con una luz tan íntima y cálida como si de un cuento de las mil y una noches se tratara y en ese exótico ambiente se respiraban aromas de incienso, sándalo y hierbabuena.
Se afanó en abrir la atascada puerta del aseo y al hacerlo descubrió con gran sorpresa que la bañera estaba repleta de libros de bolsillo y singles de vinilo como si alguien hubiese querido protegerlos efusivamente pero acabara por olvidarlos. La bañera le pareció un bote en medio de un océano oscuro y silencioso que en su interior acogía a los mudos supervivientes de algún misterioso naufragio.
Pasó tardes muy amenas repasando esos libros, viejos pero bien conservados, leyendo los títulos y hojeando los más atractivos. En días sucesivos los fue colocando en improvisadas repisas por toda la casa.
No tenía posibilidad de escuchar los discos hallados pero utilizó las cubiertas más vistosas como pequeños cuadros que decoraron otros muchos lugares de su hogar y se divertía canturreando canciones que inventaba a partir de aquellos títulos que en su mayoría no había oído jamás.
Pero entre todas estas cosas que tan bellas resultaban a sus sentidos, aquella silla roja aún era el alma y emblema de su hogar. Había sido de tanta utilidad que unas veces le sirvió de bandeja para algún desayuno dominical y otras como base para alguna maceta o quemador de inciensos. Aquella silla le serviría para hacer ejercicio o como oportuna escalera para cambiar alguna bombilla. Sobre ella, su viejo aparato de música reproducía cintas con antiguas canciones de Mina y de otros artistas melódicos franceses e italianos, perfectas para soñar despierto o para amar a algunas princesas a las que invitaría a subir furtivamente y de puntillas a su castillo secreto.
Las nalgas desnudas de algunas de aquellas mujeres también debieron descansar sobre su apreciada silla roja.

Poco imaginaba Raul que aquella feliz e intensa vida bohemia que empezaba a disfrutar iba a ser tan efímera. Aquellos despertares mirando a los ojos de Greta Garbo que tanto le emocionaban iban a durar poco.
Su paraíso particular tenía los días contados.
Pero eso él aún no lo sabía.

Carmina. Rosas y espinas

28 febrero 198..

Mi madre ha venido a verme.
La semana que viene hará un año que me independicé y ella aún no se había acercado a ver mi piso. La de veces que le había dicho que se pasara y nunca le venía bien y se me presenta precisamente hoy que tenía previsto poner un poco de orden y llenar ese triste frigorífico que no tiene más que una coca cola y medio limón mohoso.
Al principio ha entrado sin mirar nada, como si lo conociera de toda la vida. Después de un buen rato sentada y de preguntarme mil veces si estaba bien me ha pedido que se lo enseñara. Cuando ha visto a los dos gatos sobre mi cama ha dado un respingo. Sabía que yo tenía uno y nunca le pareció buena idea. Le he tenido que explicar que este otro es un amigo de Fum que aparece de vez en cuando y que igual que viene se va. No le ha hecho gracia.
Yo rezaba porque no abriera la nevera pero lo ha hecho. El respingo ha sido más fuerte que con los gatos. “Te vas a enfermar” me decía preocupada. No se dejaba convencer de que iba a ir hoy a comprar, que hago una compra fuerte y no la vuelvo a hacer hasta que no apuro todo. “Ay, hija, a saber cómo vives. Te vas a enfermar el día menos pensado” La hubiera sacado a la terracita para que cambiara un poco su visión de las cosas pero entre que hacía bastante frío y que he recordado que allí hay un cenicero con demasiadas colillas he pasado por alto la idea. Ella ha atisbado un poco entre los visillos de todas formas y se ha marchado con una imagen horrible de mi vida aquí.
Ahora que escribo esto tengo un mal sabor de boca por todo lo ocurrido. Me hubiera gustado cogerla de las manos y decirle: “Mamá, tranquilízate, mírame a los ojos. Soy muy feliz aquí. Me encanta este lugar”
Pero eso me es fácil pensarlo ahora, en su momento no me sale.
Creo que sigue resentida por la determinación que tomé en su día. Seguro que continúa pensando que yo lo tenía muy claro y que me marché sin miramiento alguno. No sabe ella cuánto lloré algunas noches por lo mucho que la echaba de menos y que cada vez que iba a casa y la veía o mi hermana me hablaba de ella se me ponía un nudo en la garganta y creía que me iba a morir de tristeza.
Al final se me han quitado las ganas de salir a comprar. Lo haré mañana.

1 de marzo de 198..

He estado tomando café con mi hermana y le he contado la visita de ayer. Me ha subido bastante la moral gracias a su sentido del humor. Me río mucho con ella. Al principio, como a mí, no le gustaba mi piso. Decía que estaba en un callejón de mala reputación de esos en los que sólo viven prostitutas. Pero con la transformación también ha cambiado de parecer y ahora lo llama el nidito. Me ha dicho que gracias a mi pisito de soltera, ve una relación más normal con mi madre, porque a mi edad parecía aún una adolescente en plena efervescencia hormonal.
Después me he ido a hacer la compra y cuando he vuelto al piso cargada de bolsas he encontrado unas cuantas más en mi puerta. Eran de mi madre que, al no encontrarme en casa, las había dejado allí. Al mismo tiempo que guardaba la leche, la fruta y las verduras que había en sus bolsas, no podía dejar de llorar. Estaba agradecida por el detalle pero al mismo tiempo me apenaba pensar que se preocupara tanto por mí.

6 de marzo de 198..

Me encanta fumarme un cigarro en la terraza por la noche antes de dormir. Anoche preparé mi ritual para pasar una velada maravillosa conmigo misma. Un poleo bien caliente, la mecedora con mi manta favorita, música de Charles Aznavour con el volumen bajo y un cigarrillo para echar el humo hacia el firmamento mientras contemplo la luna sobre los tejados. Todo eso y mis pensamientos.
Ni la persona más rica del mundo se sentiría mejor que yo en momentos así.

2 de agosto de 2008

LOS COLORES DE LA BOHEME (1ª parte)

Raul, al principio.

Su madre se mostró siempre reacia a abrirle el piso de arriba. Alegaba que estaba sucio y en malas condiciones. Pero cuando se acercaron las oposiciones cedió en su negativa y permitió que su hijo subiera. Reconocía que con dos hermanos tan alborotadores no se podría concentrar y consideró preferible que estudiara allí.

La primera sensación que tuvo Raul al traspasar el umbral aquella mañana, permanecería en su memoria para siempre. El piso estaba vacío pero olía a libros, a papel. Y aquella luz... Fue un instante mágico que evocaría muchas veces a lo largo de su vida.

Cuando su madre le dejó a solas advirtiéndole de antemano que no utilizara el cuarto de baño por estar estropeado y que bajara puntual a la hora de comer, él aprovechó para explorar cada sala con el interés de quien lleva tantos tiempo acariciando un deseo.
Tenía poco por ver en realidad pues el único mobiliario que halló fue una mesa apolillada que cojeaba visiblemente y una única silla pintada de rojo carmín arrimada a la pared.
Apiladas en un extremo del pasillo, varias cajas vacías de refrescos habían servido durante años como aburrida vivienda de arañas y cucarachas.
Sus pasos le llevaron hacia el único y triste armario empotrado en donde colgaban seis esqueléticas perchas de alambre con el aspecto de haber sido abandonadas allí mucho tiempo atrás.
Por efecto de la humedad, la puerta del aseo se había hinchado y quedaba atascada al intentar abrirla. El hecho de que, además de advertido de su inutilidad, la bombilla exhalara su último destello al accionar el interruptor, le hicieron desistir en su empeño de indagar su interior.
La cocina le pareció lo peor. Pensó que jamás podría cocinar allí dada la falta de medios y la manifiesta podredumbre.
Quedaba evidente un amplio hueco donde antaño debió ronronear algún viejo frigorífico y absolutamente nada halló en los cajones mas que un puñado de secos ajos envueltos en papel de periódico, unos paños de color hueso y un rancio aroma de especias que debieron estar y ya no estaban.
Grietas, telarañas, manchas de humedad, polvo sobre polvo...
En realidad, la única nota de color en toda la casa la daba aquella silla roja del salón.
Cuando la miró por segunda vez se encariñó enórmemente de ella.
Se quedó observándola fijamente durante largo tiempo.
Una sonrisa afloró a sus labios cuando pensó que recomenzaría todo a partir de aquella silla.


Carmina, al principio.


9 marzo 198..

No voy a engañarme a mí misma. El piso está hecho un asco. Es viejo, casi ruinoso, pero la luz que tiene me alegra el corazón. De momento es lo único que me puedo permitir.


10 marzo 198..

Acabo de subir las últimas cajas que me quedaban. Estoy agotada. Me agobia pensar en el trabajo que me queda por delante. Pero estoy contenta. Me he familiarizado con este lugar y sé que seré capaz de sacarle provecho.

(Fum también parece feliz aquí)

12 marzo 198..

Al fin he podido abrir la puerta que da a la terracita y empaparme de sol. Es un lugar encantador. Mañana la despejaré de trastos y conseguiré algunas macetas de geranios. Tengo que comprar una regadera también.

15 marzo de 198..

Hoy me puedo sentar con más tiempo a escribir y decir que me siento orgullosa de cómo estoy transformándolo todo. Esto era un lugar triste y gris pero ahora, cada vez que entro en casa lo encuentro más agradable y colorido.
Me falta mucho aún pero poco a poco me parece más un hogar.
Esta tarde han subido a presentarse las dos vecinas de abajo. Se llaman Salud y Llanos y son encantadoras. Me han obsequiado con dos macetas para darme la bienvenida y las he invitado a un café con leche en la terracita. Como yo no tenía silla me he sentado sobre un montón de cojines.
Me han contado muchas cosas. Salud es viuda desde hace 11 años y tenía un estanco. Llanos nunca se casó y vivía con una tía suya que ya murió. No me ha dado mucho tiempo a hablarles de mí porque se ha puesto a llover y han vuelto a sus casas.
Fum también ha regresado rápido de sus largos paseos por los tejados del vecindario porque la lluvia no le gusta nada.

16 marzo 198..


Era de esperar. Anoche tuve goteras.
Por el pasillo y el salón. Me tocó poner rápidamente dos cubos y dos jarras con trapos en el fondo porque el ruido de las gotas no me dejaba dormir.
En mi dormitorio no hay goteras, por fortuna, aunque una gran esquina del techo la ocupa una antigua mancha de humedad. Es enorme. Hay otra un poco más pequeña en la esquina diagonal.
Al principio me parecían horrorosas, pero a fuerza de mirarlas cada noche desde la cama antes de apagar la luz, he observado que en realidad tienen la forma de un gran tulipán que quiere crecer para alcanzar la rosa a la que mira. Están pintadas con todas las gamas posibles de marrón y amarillo y ahora me parecen maravillosas.