14 de noviembre de 2024

EL DÍA EN QUE MURIÓ EL ORO

 


El día en que el Oro murió, sus amigos se reunieron en el velatorio.


LA PLATA: (llorando) Ag, Ag… ¡El pobre...! Tan sólo dijo Au, Au… y se nos fue.

EL TITANIO: Estoy hundido.

EL HIERRO: Tened Fe. Ahora brilla en el cielo.

EL ALUMINIO: Al… alguien quiere té o café?

EL SILICIO: Yo Sí.

EL NIQUEL: Ni té ni café, gracias.

EL SODIO: Yo tampoco quiero Na.

EL OXÍGENO: Abrid las ventanas. Está esto muy cargado.

EL PLOMO: Sí, muy pesado.

EL AZUFRE: Sssssss, bajad la voz!

EL YODO: I los demás lo saben?

EL RADIO: Ya lo he retransmitido a todos.

EL HELIO: He venido yo el primero.

EL FRANCIO: Yo me enteré en Paris.

EL GERMANIO: Y yo en Berlín.

EL BROMO: Brrrrrr. ¡Cerrad ya la ventana!

EL IDRÓGENO: Con las prisas me he dejado la H en casa.

EL FLUOR: Y yo el cepillo de dientes.

EL BARIO: Ba, eso no es importante.

EL MERCURIO: ¿No hace mucho calor aquí?

EL NEON: ¡Encended las luces!

EL OSMIO: ¿Os queréis callar?

Lástima que cuando llegó Don WOLFRAMIO, el notario, para hablar de la herencia, se alteraron todos tanto que la reacción fue espantosa.

¡Menudos elementos!

***

Nota

Escribí este texto en el año 2008. 

Lo he rescatado de la entrada ANTE LA CRISIS... RISAS

31 de octubre de 2024

RECUERDO DE INFANCIA


Mi padre ha escrito poesía en diversas etapas a lo largo de su vida. Nunca se ocupó en recopilar todos los poemas que le venían a la cabeza, así que los tenía desperdigados por toda la casa. 

En una ocasión encontré uno de aquellos poemas escrito en una servilleta de papel, fruto, imagino, de algún arrebato de inspiración que no quiso dejar en manos de la memoria.

Y yo, que siempre he sido una hormiguita recolectora de recuerdos, decidí desde aquel día reunirlos todos para guardarlos y evitar que se perdieran.
Los fui encontrando en cajones, la mayoría en hojas sueltas, en albaranes o intercalados en libretas de cuentas. Cada vez que descubría uno en un lugar inesperado, me alegraba como si hubiera hallado un tesoro. No me importaba si tenía muchos tachones o estaba incompleto; lo trasladaba sin dudar a la carpeta donde había escrito: "POESÍA PAPÁ".

Se alegró muchísimo cuando, mucho tiempo después, le dije lo que había hecho.

—Pues tuyos son, hijo mío —me dijo—. Y es posible que haya ahí algo que merezca la pena. 

Es curioso porque nunca me atrajo leer ni escribir poesía. En aquellos años, devoraba novelas; me encantaba leer tanto historias reales como ficticias e incluso disfrutaba de obras de teatro. Pero el ensayo y la poesía me parecían sumamente aburridos y no me llamaban la atención.

Sin embargo, oh, misterios de la vida, un buen día me invadió una fiebre desbordante por escribir rimas. Comenzó casi como un juego, pero enseguida me atrapó la idea de ir combinando sonidos semejantes; era un ejercicio que tenía algo especial, un experimento que valía la pena explorar.

Entonces descubrí que tenía una notable habilidad para encontrar palabras que rimaran y, poco a poco, fui completando poemas de diversas extensiones y temáticas, de los cuales me sentía muy orgulloso. Esos logros tan personales e íntimos me animaban a seguir escribiendo.

Un día supe que existía un concurso anual de poesía en Petrel, el Certamen de Poesía "Paco Mollá", y me sentí tentado a participar. 
Sin embargo, al leer las bases, descubrí que debía presentar un poemario con muchos más versos de los que yo tenía. De todas formas no me habría atrevido a enviar todo lo que había escrito, ya que al releer conforme pasaba el tiempo algunos de aquellos poemas, me parecían ridículos y extremadamente infantiles.

A mí me encantaban los poemas de mi padre, y a él le gustaban mucho algunos de los míos, especialmente uno que comenzaba: 

"Existe un submundo azul subyugado a tus ojos/ gravitando en torno a lágrimas de escarcha...". 

Juntos le dimos muchas vueltas hasta concluirlo. Nunca llegué a entenderlo del todo, era muy abstracto, pero eso me importaba poco; sonaba muy mágico al ser leído. De hecho, incluso inventé una palabra: "extasiástico". ¿Es eso hacer trampa? Puede ser, pero sonaba tan hermosa la frase "Como el roce extasiástico con la nada"...

Al año siguiente decidí presentarme al concurso escogiendo algunos poemas de mi padre, que previamente había mecanografiado, intercalándolos con otros de mi cosecha. Al poemario le puse por nombre "Poemas del viento galano".

No, no ganamos nada, ni siquiera un accésit, pero la verdad es que no le di la más mínima importancia. Hoy recuerdo todo aquello con mucha ternura. Me viene a la mente el tiempo feliz que dediqué a recopilar los poemas de mi padre y a crear los míos, entrelazándolos para formar un poemario conjunto que encuaderné y que conservo y atesoro con devoción.
 
Años después creé este blog, en el que apenas he escrito poesía, pero sí incluí algún poema de vez en cuando, generalmente en tono jocoso, porque lo verdaderamente divertido para mí es la rima; el simple y puro placer del juego creativo. 

Pero hoy voy a concluir dejando aquí en el blog uno de aquellos poemas del viento galano. Lo escribí con 21 años.  RECUERDO DE INFANCIA. 

Ya entonces decía "¡Cómo han pasado los años!" (¡Alma de cántaro!) 

***
Atesoro aquel recuerdo, 
aquella estampa de otoño
en mi memoria, reciente. 

El tiempo no lo ha empañado,
mas ya es un recuerdo viejo; 
yo era un niño en el colegio.
¡cómo han pasado los años!

Llovía. Llovía tras los cristales, 
el agua se oía en el patio.
La clase se hallaba en silencio, 
el tiempo se había dormido, 
estaba en su asiento el maestro,
absorto con algún libro.

Algún niño dibujaba, 
unos pocos hacían deberes,
y a guerra de barcos jugaban 
otros que estaban ausentes.

Y llovía. 
Llovía afuera en el patio. 
Mil gotas en los cristales
sin espacio para más,
se amontonaban iguales 
y me hacían imaginar.

Y yo volando muy lejos, 
y muy dichoso al instante
en que las gotas se unían 
corriendo en ríos verticales.

El cielo estaba plomizo, 
adentro un calor agradable, 
y yo esperaba el momento 
en que al salir del colegio
me recogiera mi madre, 
que algún día me traía 
boniatos humeantes.

Atesoro aquel recuerdo, 
aquella tarde de otoño 
pues fui feliz con muy poco.

Tan sólo fue suficiente 
aquel lánguido aguacero 
y dejar volar mi alma 
entre las nubes del cielo.

Es mi recuerdo de infancia,
diluido en la distancia
con aroma a lapicero.

 ***

Lo que entonces no podía sospechar ni de lejos es que, gracias a una IA, en un futuro lo transformaría en canción.



30 de septiembre de 2024

EL RELOJ DE LAS TORRES GEMELAS

(Muestro a continuación un diálogo entre mi amigo Juan Luis y yo, que está completamente inspirado en auténticas conversaciones entre mi amigo Juan Luis y yo)

***

Juan Luis: ¿Te acuerdas de cuando vimos Million dollar baby?

Juan:  Sí, claro.

Juan Luis: Ya hace veinte años.

Juan: ¿¿Qué?? ¡Mentira! Te lo acabas de inventar.

Juan Luis: ¿A que cuesta creerlo?

Juan: Es que ni lo creo ni lo acepto. ¡¡Si me acuerdo de que fue hace poco!!

Juan Luis. Pues veinte añazos han pasado.  Pero tranquilo, que dicen que veinte años no es nada, que febril tu mirada.

Juan: Con estas cosas me da la sensación de que uno se queda mirando un rato una pared y cuando se da la vuelta han pasado horas. ¿¿Cómo es posible??

Juan Luis:  Yo he estado pensando… y todo esto del tiempo pasando tan rápido… tiene una explicación.

Juan: Ah, ¿sí?  Acláramelo, por favor.

Juan Luis: Es por el reloj. El reloj que estaba en el sótano de las Torres Gemelas.

Juan: ¿¿Cómo??

Juan Luis:  No era cualquier reloj. Era EL reloj. El que mantenía el tiempo en orden. Estaba en el sótano, escondido bajo los cimientos, controlando la velocidad exacta de los segundos, los minutos, todo. Y cuando las Torres cayeron…  el reloj se estropeó. Desde entonces, el tiempo se volvió loco. Por eso todo pasa tan rápido ahora.

Juan: O sea, ¿me estás diciendo que el motivo por el que ya estamos en septiembre y siento que enero fue ayer…

Juan Luis: Sí, no lo dudes.  Además, ¿no te has dado cuenta de que es desde el atentado de las Torres cuando más hemos notado que el tiempo corre que se las pela?

Juan: ¡Joder, tienes razón!  Antes no tenía yo esta sensación de que todo fuera tan deprisa.

Juan Luis:  Exactamente. Piensa en los 80 o en los 90. Los días parecían eternos. Tenías tiempo para todo: ir al colegio, ver dibujos animados, dormir la siesta, salir a jugar... ¿Y ahora? ¡Cierras los ojos un momento y ya es Navidad otra vez! ¡El reloj de las Torres Gemelas era lo que mantenía el tiempo fluyendo de manera normal!

Juan: ¿Y ahora qué? ¿Nadie sabía esto? Por qué nadie ha dicho: "Oye, ese reloj enorme del sótano, vamos a arreglarlo antes de que se nos vuelva loco el planeta"

Juan Luis: No, claro que nadie lo sabía. El reloj lo construyeron en secreto en los años 70, cuando se levantaron las Torres. Solo unas pocas personas sabían que existía. De hecho, hay un rumor que dice que los relojeros que lo fabricaron son tataranietos de los que construyeron el Big Ben. Y no era un reloj normal. Era una máquina perfecta, con engranajes cuánticos y energía cósmica.

Juan: Oye, entonces… ¿cabe la posibilidad de que no solo regulara el tiempo en la Tierra? ¿Y si estaba regulando el tiempo en todo el Universo?

Juan Luis:  Pues no me extrañaría nada. A lo mejor en Saturno están pasando los años en un suspiro. Y puede que en Júpiter ya estén en el siglo que viene. Lo que pasa es que allí no hay nadie para notarlo ni para quejarse.

Juan: ¿Y los que hicieron el atentado sabían todo esto?

Juan Luis: No creo. Es mucho lo que están perdiendo también. Está claro que todo el mundo veía muy bien las Torres, pero no se imaginaba lo que había debajo.

Juan: Pero algo habrá que hacer, ¿no? ¡Que llamen a todos los relojeros del mundo y vayan a Nueva York con destornilladores!

Juan Luis: No, ya no se puede reparar. Los planos se perdieron, los que lo construyeron desaparecieron… Y era un mecanismo tan complejo que ni Einstein podría haberlo entendido. Era el corazón secreto del tiempo. Y ahora… está roto para siempre.

Juan: ¡Pero esto es muy triste!

Juan Luis: Yo no me atrevo ni a pestañear, porque en un microsegundo puedo pasar al 2025.

Juan: Menos mal que cuando veo películas de Paco Martínez Soria o algún episodio de Curro Jiménez siento que retrocedo décadas.

Juan Luis: Ah, bueno, eso te salva. Pero ¿ves? Justamente eso. Las series de hoy son el reflejo de este desajuste temporal. Antes, un episodio en la tele duraba 30 o 40 minutos, pero te sentaba como si hubiera pasado toda una hora. Ahora, ¿cuántos episodios puedes ver en un rato? ¡El tiempo se comprime y se estira sin sentido!

Juan: Porque el jodido reloj está muy estropeado.

Juan Luis: ¡Está rotísimo!

Juan:  Y, claro, los relojes comunes ya no valen para nada, ¿no?

Juan Luis: Puro adorno.  Los relojes de pulsera, los de pared… Esos ya no sirven. Están tratando de seguir el ritmo, pero es inútil. El tiempo ya no sigue las reglas.

Juan: ¿Y si logramos encontrar a algún descendiente de los relojeros originales? Puedo empezar desde ahora mismo a buscar en las Páginas Amarillas.

Juan Luis: No sé, busca en la RE de relojeros, a ver.

Juan: Mañana mismo me pongo a ello. ¡Lo que sea por salvar al mundo!

Juan Luis: Yo no dejaría para mañana lo que puedas hacer hoy.

Juan: Calla, no me agobies, que bastante disgusto me has dado hoy.



28 de junio de 2024

DAME UN TITULAR

 Ahora que estamos sumergidos en plena EUROCOPA de fútbol no quedará muy fuera de juego esta entrada.

Se trata de una selección de titulares extraída de una libreta que escribí a finales de los años 90 y a la que puse por nombre "MARCADORES Y PORTADAS" (con toda la intención, pues empezaba por MARCA y acababa en AS, los dos famosos periódicos deportivos)

La idea era escribir una serie de titulares que jamás existieron pero que podían haber aparecido en portada si de mí hubiera dependido tal decisión.

En los años 90, es decir, anteayer, (un momento, ¿anteayer?... bueno, mejor no sacar cuentas) yo era muy futbolero, (nada que ver con lo poco que me atrae hoy ese mundo) y seguía con interés todo lo relacionado con el Real Madrid. A lo que siempre he sido muy aficionado es a los juegos de palabras y por eso, cuando el madridista Raúl metía cuatro goles yo imaginaba el titular: TETRAÚL. (Pues sí, con tan poca cosa me divertía)

Y en esa línea, ahí van algunos más.

  • Imaginemos que el Athletic de Bilbao vence al Real Madrid ¿Qué podríamos encontrar el lunes en portada?

LOS LEONES LE PLANTAN CARA A LA CIBELES



  • El Salamanca juega un partido soso y aburrido. Para colmo de males expulsan a un jugador. Es fácil:

SIN SAL Y MANCA

  • Un partido que transcurre sin goles. Es necesario ganar pero el encuentro no varía del empate a cero. En el minuto 90 Hierro marca. ¡Menudo titular!:

HIERRO ROMPE EL A-CERO



  • El madridista Víctor mete un decisivo gol que hace ganar a su equipo:

VICTOR Y VICTORIA



Reconozco que el titular que sigue es de lo más rebuscado. John Benjamin Toshack, míster del Real Madrid, queda muy disgustado cuando su equipo pierde en Ginebra. 



Tiene su gracia que de tan pocas palabras salga tanto líquido:

JB VINO DE GINEBRA CON MAL CAFÉ




  • Va un equipo cualquiera, muy confiado por llevar una buena racha, hasta que se enfrenta a Las Palmas y pierde. Titular:

BOFETÓN CON LAS PALMAS

  • El Barça necesita ganar y sumar puntos, pero no lo consigue. A Luis Enrique le hacen una entrada durísima y le dan tres puntos en la pierna. Titular del lunes:

PUNTOS QUE NO PUNTÚAN

  • El Villarreal juega para no descender a Segunda División. Con un sobreesfuerzo lo consigue. Un acertado titular:

EL SUBMARINO AMARILLO SALE A FLOTE



  • Christian Karembeu pudo ser del Barça, pero finalmente fichó por el Madrid. El titular podría ser toda una paradoja:

KAREMBEU ES BLANCO



  • No ha sido nunca un titular, sí un chiste, pero imaginémoslo como portada deportiva. Juega el Levante contra Las Palmas. El árbitro es nefasto y perjudica a ambos:

                    Levante Las Palmas

                                   ¡¡ESTO ES UN ATRACO!!

  • El Osasuna gana un mítico partido que le permite subir a Primera División gracias a un gol de Señor. Ahí va la portada:

Bendito lo que viene en nombre de Señor

OSASUNA EN EL CIELO


31 de mayo de 2024

PASANDO REVISTA AL PASADO


-Voy a intentar vender las revistas en Wallapop - me dijo mi amigo Juan Luís.

Y entonces supe que, antes de que desapareciera ese tesoro de Tutankamón que guarda en su casa, era absolutamente necesario ir a echarle un vistazo.
Era algo que tenía previsto hacer desde hace muchos años, pero el tiempo va pasando (hoy más que nunca lo vamos a comprobar con documentos gráficos) y no me había decidido a llevar a cabo lo que tanto me apetecía. 
Hasta que por fin lo hice.

La madre de Juan Luis fue durante años una gran lectora de la prensa del corazón, especialmente de la revista HOLA y él me había comentado muchas veces que tenía ejemplares dignos de ver. 
No sólo estaba yo seguro de eso, sino que pensé que sería interesante compartirlo algún día con los lectores del blog. 
Ese momento ha llegado.

Un domingo por la mañana salí de Yecla hacia El Campello. Llegué a su casa y él ya tenia preparados los archivadores sobre la mesa. La mitad de ellos eran de revistas en blanco y negro, algunas de los años 40 y 50 y una gran mayoría de los 60, con unas portada que parecían pintadas con un azulete desvaído y unas páginas grisáceas que más que de papel parecían estar hechas con el polvo de los tiempos, prensado con tinta de calamares prehistóricos. 

 La otra mitad era de revistas de los 60 con portadas en color, aunque en su interior eran más las páginas en blanco y negro que las de brillante colorido. Supongo que aquellos eran tiempos en los que había que abaratar costes.

La cosa fue divertida porque decidimos agruparlas por temas según las personalidades de sus portadas y yo iba fotografiando las que más me llamaban la atención.


Así que fuimos haciendo montones con actores, actrices, aristócratas, príncipes, reyes y hasta papas de Roma.

Sí hubiera que hacer un ranking de portadas más habituales, en los primeros puestos estaría sin duda  la familia Grimaldi.

Y es que eso de que una bella actriz de Hollywood terminara siendo princesa de Mónaco siempre fue una romántica historia que más parecía de cuento de hadas que de pura realidad.

También había muchas portadas dedicadas a Farah Diba, que sería reina consorte de Irán al casarse con el sah de Persia. Recuerdo que siendo niño me llamaba la atención esta mujer, especialmente porque su nombre se parecía al de mi admirada Farrah.
Naturalmente, muy a menudo, aparecían primeros planos de las bellezas del momento, como Claudia Cardinale, Brigitte Bardott, Catherine Deneuve o Sofía Loren.




Si hay algo que caracteriza a la revista HOLA es su interés en hacer reportajes sobre la vida de celebridades internacionales y miembros de la realeza. ¿Una boda de alto copete? Allí está HOLA. 
Y con los nacimientos y seguimiento de sus proles, idem de lo mismo.


Si tuviera que resaltar una portada por su peso histórico, enorme como de aquí a la luna, sería esta de julio de 1969.

Me fui de casa de mi amigo con la sensación de haber sido parte del pasado durante horas. Tantas fotografías de la gente y la vida de hace varias décadas, que en su gran mayoría han dejado de existir, me dejó una sensación extraña. Aquellos acontecimientos quedaron plasmados en las revistas, congelados en el tiempo.  Y allí seguían aquellas sonrisas cuando cayó el muro de Berlín, cuando se disolvió la URSS, cuando se inventó internet, cuando se desplomaron las Torres Gemelas, cuando nos encerramos en la pandemia...
Y allí continuarán sin llegar nunca a decir ADIÓS.



30 de abril de 2024

DOS MIL CASAS VACÍAS

El año que viene cumpliré 25 años como yeclano.

Ahora que lo veo escrito creo que he de repasar bien los calendarios, porque me cuesta creer que esté a punto de completar un cuarto de siglo viviendo aquí. (¿¿En serio?? ¡Cuenta bien, hombre, cuenta bien!)

A pesar de todo este tiempo, no me atrevo a decir que sea yo un yeclano de pura cepa, pero sí me considero un aspirante a puracepista y me declaro un completo enamorado de esta ciudad.

Siempre recibo con agrado cualquier testimonio que de su Historia me quieran contar, y me gusta presumir de Yecla cada vez que tengo ocasión.

Hace poco leí un artículo sobre todas las construcciones que se han ido deteriorando con el tiempo, y de aquellas que en sus reformas no han quedado muy bien paradas. De esto ya me había percatado yo, y siento siempre una mezcla de rabia y pena cuando observo que no se cuidan y hasta se dejan perder lugares emblemáticos de la ciudad que tienen tanta historia que merecerían un reconocimiento perpetuo.

Y saltando de más información por aquí y otros datos por allá, leí que Yecla tiene más de dos mil casas vacías. ¡Más de dos mil!

Y entonces, dado que desde siempre he sentido una irresistible atracción por las casas abandonadas, me fueron asaltando más de dos mil preguntas.

¿Estarán todas cerradas a cal y canto?

¿Dónde estarán ahora mismo las dos mil llaves que las abren?

¿Qué fue de sus dueños?

¿Cuál será la casa que más tiempo lleva sin ser visitada?

¿Cuál será la más misteriosa?

¿Cuántas tendrán todavía objetos de valor en su interior?

¿Habrá alguna con biblioteca petrificada?

Desde que conozco este dato voy observando con más atención las casas de las calles que transito y, verdaderamente, hay muchísimas que parecen decirme: “¿Y tú te sorprendes de ese cuarto de siglo en Yecla? Si supieras el tiempo que llevo yo aquí olvidada…”

Y sí, lo reconozco, daría lo que fuera por entrar a curiosear por todas y cada una de ellas. Y saludarlas, y admirarlas, e imaginar sus historias…

Casi escucho el crujir de las bisagras de sus entradas, tras empujar con fuerza esos portones que el flujo del tiempo se ha encargado de sellar como losas.

Veo el polvo, que se presenta tan inmaculado como en el Mar de la Tranquilidad. Está en las baldosas del zaguán, en las escaleras, en las superficies de todos los muebles…

Imagino tantas telarañas como para hilar el gran manto del tiempo que cubre los recuerdos.

Hay algo común en todas las casas abandonadas.  No importa si la vivienda está en el centro de la ciudad o apartada en el campo; si los techos son de escayola o dejan ver el cielo abierto; si está muy deteriorada o todavía conserva un aspecto decente. En todas se detiene el tiempo en el mismo instante en que te introduces en ellas. De hecho, deja de existir.

Y los sonidos se vuelven fugaces. Y llegan hasta ti con un eco especial. El de tus propios pasos, el ligero retemblar de las persianas que mueve el viento, los crujidos de maderas viejas, una gotera en algún lugar, el vuelo de un moscardón desorientado…

No, no hay emociones comparables a las de caminar por una casa abandonada. Ni mejor laxante.

Si yo pudiera entrar a las dos mil casas abandonadas…

Y si pudiera hacer un inventario tanto de objetos físicos como de sensaciones personales, con seguridad escribiría la más bella y sombría Enciclopedia del abandono.

Y expresaría mi absoluta fascinación ante libros y revistas que duermen en polvorosas estanterías.

Los cosquilleos de emoción ante cartas y fotografías olvidadas en algún cajón.

Esa melancólica nostalgia al descubrir juguetes antiguos.

La fascinación al observar la tenue luz que se filtra entre las viejas persianas, que descubre la sempiterna belleza de lo decadente.

Y un repelús no exento de macabra atracción al encontrar cucarachas disecadas o ratones momificados.

He fotografiado algunas puertas de casas de Yecla que llevan muchos años cerradas. Y os aseguro que les he susurrado que mantengan todas las maravillas que guarden en su interior para el día en que me permitan visitarlas. 

Les he dicho que, de momento, sólo puedo hacerlo con la imaginación.