20 de octubre de 2010

LA RIADA DEL 82 (Continuación)


Este majestuoso macizo montañoso se llama Silla de El Cid (1204 m) y domina un extenso valle en el que se encuentran las localidades de Elda, Petrel y Monóvar.
La foto, encontrada en la red aquí, está tomada desde una zona muy próxima a nuestra casa de campo.
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Tal día como hoy de hace 28 años se vivió en la zona lo que los periódicos llamarían “la noche de los infiernos”.
Cito textualmente un fragmento de uno de ellos:
“Desde las 3 de la madrugada hasta las 7 de la mañana, el cielo se hizo resplandor de rayos y relámpagos y durante esas cuatro horas el valle se convirtió en una gigantesca fragua. Ni un solo minuto quedó a oscuras el cielo. Toda la tierra durante ese tiempo no dejó de ser sacudida por truenos y rayos como si por encima de nuestras cabezas cabalgasen millones de caballos desbocados y el cielo se hubiera abierto para ahogarnos en el agua que estuvo negándonos durante cinco meses”
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No es difícil imaginar, cuando según datos se contabilizaron hasta 300 litros por metro cuadrado, cómo bajaba el agua en torrentes por las laderas de ese monte buscando un cauce natural por el que correr hacia el valle.
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Amanecía cuando el agua empezó a llegar en continua crecida por el lugar que siempre había sido su paso, tropezando con muros, construcciones, árboles y bancales que en mayor o menor medida fue destruyendo, volcando y erosionando.
Las casas de campo a nuestras espaldas no sufrieron inundaciones, tampoco las que se encontraban algunos metros por delante, pero la nuestra, ay fatalidad, fue pasto del feroz río, con todo su séquito de barro, piedras y maleza. Por fortuna, el bancal de almendros del vecino de enfrente, de unos 20 metros de ancho, estaba más bajo que nuestro terreno y el agua se lanzó furiosa por él creando en pocos minutos un cauce por el que escuchábamos bramar el agua en un sonido sobrecogedor. De haber sido más alto que el nuestro o haber tenido algún obstáculo que desviara la riada hacia la derecha, puedo asegurar que el agua nos hubiera llegado al cuello y los destrozos hubieran sido cuantiosos.
Pero tras aquella primera embestida el nivel del agua que rodeaba la casa empezó a decrecer poco a poco.
Cuando nos atrevimos a salir al exterior sólo se oía el estruendo de la riada pasando por el bancal del vecino de enfrente. Causaba pánico con sólo escucharlo.
El barro lo impregnaba todo a nuestro alrededor y había charcos inmensos por todas partes. Todo se veía tan apagado, tan sucio, tan destartalado que no acertábamos a pronunciar palabra.
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De repente hubo un rayo de alegría en ese mar de pesadumbre. Nos oyó y empezó a gemir desde las alturas y al mirar le vimos en lo alto del tejado. El muy astuto Tranquilo no se conformó con subir por las escaleras hasta la terraza, sino que aún saltó el muro para encaramarse al tejado. Sabiendo del sexto sentido de los animales, seguro que intuyó lo que se aproximaba mucho antes de que llegara.
Le llamamos contentos y al bajar todos le abrazamos y le felicitábamos por lo inteligente que había sido. Y recuerdo cómo nos miraba como preguntando: ¿Me puede explicar alguien qué ha pasado aquí?
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La siguiente gran emoción nos llegó con una quebrada voz desde la carretera.
- ¡Anita… Anita! - llamaba
- ¿Es la abuelita? – nos preguntamos sorprendidos.
- Anita, - llamaba a mi madre - ¿esteu tots bé?
- ¡¡Sí – le gritamos – estamos todos bien!!
Y entonces la pobre rompió a llorar.
Había venido andando desde su casa del pueblo, a 2 kms de allí, sorteando riachuelos, grandes piedras y montones de lodo, con el corazón encogido por la incertidumbre de no saber con lo que se encontraría.
Y ni siquiera pudo entrar a abrazarnos pues la riada había empujado las puertas del camino, cerrándolas y acumulando sobre ella tal cantidad de barro, raíces, piedras y ramas que tuvimos que emplear varias horas para poder abrirlas de nuevo. Mi padre, de tanto caminar con el barro hasta las rodillas, no se pudo mover en todo el siguiente día.
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La casa estaba sucísima. Hubo que sacar muchas cosas a secar al sol (incluidos mi colchón y el de mi hermano) y limpiar con agua otras tantas. Otras quedaron inservibles.
El polvillo que dejó el lodo sobre el suelo y muebles tardó años – repito y no exagero, años- en poder eliminarse del todo. Pero mi madre, lejos de desanimarse, nos alentaba ante el incuestionable hecho de que podía haber sido mucho peor y que debíamos estar contentos de encontrarnos todos sanos y salvos.
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Aquella misma tarde, hartos ya de tanto limpiar, me propuso una excursión que no olvidaré en mi vida. Nos pusimos unas botas de agua y seguimos el recorrido inverso que hizo la riada desde nuestra casa hasta el mismo monte de El Cid.
Cómo lamento no haber tenido una cámara de fotos aquel día para plasmar lo que a ambos nos pareció el paisaje del fin del mundo, el decorado de una película futurista.
Enormes superficies de agua como lagunas fantásticas brillando al sol, grandes y pequeñas piedras por todas partes, ribazos destruidos por los que todavía saltaban hilos de agua, caminos cortados, profundos huecos en la tierra que dejaban a la vista gruesas raíces, pequeños puentes con sus ojos embozados de ramas, una casa en el filo de un barranco erosionado por la corriente hasta el punto de hacerla peligrar, gallinas sumergidas en un charco, tersos montículos de lodo como caparazones de tortugas gigantes en un mar cobrizo, bolsas de plástico y restos de ropa en las copas de algunos árboles indicando hasta dónde había subido el nivel del agua…
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Más tarde nos llegarían las noticias de lo que había sido una catástrofe en gran parte de la Comunidad Valenciana y algunas poblaciones de Murcia y Albacete.
Sin duda la más impactante y que permanece en la memoria de miles de valencianos fue la Pantanada de Tous.
Un fallo eléctrico a la hora de desalojar tanta agua contenida provocó que las paredes se quebraran y finalmente la presa de Tous se vino abajo originando una crecida de 16.000 m³/s (la mayor registrada en España), arrasando las comarcas que la rodeaban. En las poblaciones más inmediatas el agua llegó al segundo piso de altura y en ciudades como Carcagente o Alcira se superaron los 2 metros. Aunque hubo tiempo para desalojar a mucha gente, los muertos superaron los 30 y los daños materiales fueron muy cuantiosos, con más de 5000 damnificados en 32 poblaciones distintas.
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He encontrado en internet algunas fotos de aquellos días y por lo mucho que dejan ver lo que fue aquella nefasta noche en la que los cielos se desataron, quería añadirlas a continuación pero para no hacer tan larga la entrada las he montado en un video.
Creo que os resultará tan sobrecogedor como a mí.
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Tras ver esto, uno queda convencido de que en cualquier cara a cara con la Humanidad, la Naturaleza siempre tendrá la última palabra.



28 comentarios:

RNT dijo...

¡Cuánta agua! Luego hablan de Galicia... Sí, recuerdo la ruptura del Pantano de Tous, fue un horror!

anasister dijo...

Escalofriante!!!
Tengo todos los pelos de punta.Algunas imágenes me han soberpasado..no quiero imaginar al granjero de todas esas pobres vacas... y lo duro de estas situaciones para la gente que no dispone de medios, o no tiene más de lo que la lluvia le arrabató...sobre todo a ciertas edades...desde luego la naturaleza podría acabar con todos nosotros en pocos minutos y da mucho miedo...

isaormaza dijo...

TERRIBLE...

Speedygirl dijo...

¡MADRE DEL AMOR HERMOSO! Cuando la Naturaleza se cabrea ningún superpoder sirve de nada, y menos los míos...

Sese dijo...

Apocalíptica crónica que paradójicamente hacia honor a la magnitud de la tragedia. Que no haya desgracias personales en la familia es lo primordial, luego los efectos "secundarios" se superan, impactante vídeo.

Saludos

gamar dijo...

Muy impactantes las imágenes.
Por acá las inundaciones son muy comunes. No donde vivo, pero siempre se da en algún lado y son un recuerdo de la fuerza que moldea al mundo, donde solamente somos criaturas insignificantes.
Un abrazo.

Peque dijo...

Lo de la presa de Tous creo que está en la memoria de todos los españoles, impresionante y terrible.

peibol dijo...

Sobrecogedor... esa es la palabra. ¡Qué lejanas nos parecen siempre las catástrofes naturales, hasta que uno las vive en carne propia! :o

hitlodeo dijo...

Dura experiencia para un niño, aunque reconozco que, tras dejarme intrigado con la primera parte, me alegré de que el perro se hubiera salvado.
Desde luego, contra la naturaleza tenemos las de perder.
Apasionante historia JuanRa

Anónimo dijo...

No hubiera querido estar en vuestra piel, sobretodo ante la incertidumbre de saber que pasaría en unos momentos.
Está todo dicho ya , sobrecogedor, impactante , apocaliptico.
Lo mejor Tranquilo. Un saludo.
Remolina

Mae Wom dijo...

Impresionante. Estoy totalmente de acuerdo con el último párrafo de tu entrada. De vez en cuando la Naturaleza nos recuerda a los seres humanos que no somos ninguna especie superior por muchos buenos logros que consigamos.

Doctora Anchoa dijo...

¡Pobreta vuestra abuela! E impresionante la mujer. ¡Qué valor y qué fuerza!

Amig@mi@ dijo...

Y qué impotencia se siente ¿Verdad?
Angustia, miedo, rabia... Pero sobre todo impotencia.
Qué no se repita nunca ;)
Un abrazo

JuanRa Diablo dijo...

RNT:

Si se pudiera dosificar toda esa agua, ¿eh? O redistribuirla.
Pero esas trombas...

anasister:

Seguro que por más que imaginemos nos quedaremos cortos. A mí me ha dado por pensar en lo terrible que ha de ser que vengan a decirte que desalojes tu casa rapidamente. ¿Qué haces? ¿Coges algo? ¿Te vas con lo puesto? ¿Quedará algo cuando regreses? :s

isaormaza:

Sin duda alguna.

Speedygirl:

Tú lo has dicho. Yo diría que la Naturaleza cabreada ES el SuperPoder. Por suerte no está en activo a diario.

Sese:

Tienes razón. En catástrofes así ha de ser durísimo empezar de nuevo, pero todo es más llevadero con la familia unida, sin que falte nadie.

Gamar:

Me parece que es Centroamérica la que se lleva la palma en ciclones y lluvias torrenciales, pero de Sudamérica también llegan noticias de frecuentes inundaciones.
Mi padre me contó hace unos días cómo vivieron una enorme tormenta en el norte de Colombia en la que el viento empujaba a la lluvia a través de una ventana y la hacía salir por otra.
Ante eso somos tristes insectos.

Peque:

Cierto, supongo que todos recordamos aquello, pero los que lo vivieron en carne propia probablemente lo llevarán a cuestas en su día a día.

Un saludo

JuanRa Diablo dijo...

peibol:

Y menos mal que seguimos viviendo sin tener presente que esas catástrofes están ahí, esperando las circunstancias para dar su bofetón de nuevo.
Que tarden, que tarden muchos siglos...

hitlodeo:

Mi hermana tenía 8 años y apenas lo recuerda, en cambio otro hermano con un año más lo recuerda perfectamente.
El perro sobrevivió, sí, y estuvo con nosotros hasta que murió de viejo.

Remolina:

Durante mucho tiempo la marca del agua cerca de las ventanas nos recordó lo que fue y lo que podía haber sido.
Cuánta gente nombrando a Tranquilo, jeje. Qué buenísimo perro fue aquel. Todos en mi familia te dirían lo mismo que yo.

Mae Wom:

Yo creo que de su poder devastador ninguno tenemos duda pero sí que ocurre muchas veces que menospreciamos el peligro que conlleva una lluvia torrencial, una tormenta eléctrica o un día de mucho viento.
Cuántas muertes "tontas" se han dado por no tener en cuenta los peligros que conllevan.

Si tienes tiempo lee esta entrada de una situación extrema que vivió mi padre en una noche de viento. La escribió él en su blog aquí:

http://pichiri-albordedelabismo.blogspot.com/2008/09/una-noche-de-espanto.html

Doctora Anchoa:

La abuela Anita. No es porque fuera mi abuela pero ¡qué grande era! ;)

Amig@mi@:

Pues como dices, que no se repitan fenómenos tan infernales
(Hablando de infiernos, el fotógrafo del enlace que me pasaste me cedió el diablo para el Museo, jeje. Gracias!)

NOTA:

Ya que tanto protagonismo ha tenido Tranquilo en esta entrada os pondré una foto de aquel perro. El mejor que tuvimos nunca.
Señoras y señores, con ustedes...

Tranquilo

Ana Bohemia dijo...

Al final acerté con lo de Tranquilo, como tengo tres perros ya entiendo un poco su mentalidad, jaja, ¡como no iba a ponerse a salvo!
Impresionante el relato de aquella experiencia, no me extraña que se haya quedado grabada en tu memoria, no es para menos...
Me ha enternecido lo de la abuelita, que amor de mujer, que valiente al caminar 2 km sorteando piedras, agua, lodo, ¡lo que mueve el amor!, ¿verdad?
Un beso :)

Pecosa dijo...

El paisaje del fin del mundo, tú lo has dicho. Qué buena idea de tu abuela la de llevaros de excursión.

Impresionantes, indescriptibles las imágenes de tu vídeo (que por cierto, te has currado una barbaridad). No hay palabras. Realmente la naturaleza, cuando se enfada, da mucho, mucho miedo.

AntonioEZafra dijo...

Yo recuerdo muy bien la pantanada de Tous. Entonces tenía seis años y recuerdo que la escalera que subía al primer piso de mi casa tenía veintitrés escalones. Recuerdo el sonido de la voz de mi padre mientras bajaba la escalera por la coche, a la luz de la vela, y nos decía:

¡Ha subido un escalón más, ya son séis!

Recuerdo también el amanecer y el pasar flotando de neveras, troncos y coches arrastrados por la riada a lo largo de la calle. Incluso recuerdo que en ese día murió el SEAT 1430 familiar que mi madre tenía y con el que nos íbamos los Domingos a comernos una paella a la playa de Cullera.

Recuerdo las colas en la plaza del CID para que nos dieran el arroz, la leche y la demás comida que desde el resto de España se nos mandó para ayudarnos a sobrevivir en aquellos días.

Recuerdo cómo cuando acabó todo las calles permanecían anegadas de fango y escombros y cómo todos trabajaban al unísono para adecentar rápidamente lo que un simple error mecánico había provocado.

Ya ves, yo con séis añitos lo viví y lo tendré presente para el resto de mi vida.

La exorsister dijo...

No te enfades, pero tu longaniza en dos partes sobre la riada la voy a postponer para otro momento que esté más despejada.

Te debo un par de comentarios, pero sigo por aquí JuanRa.

JuanRa Diablo dijo...

Ana:

Ya veo que intuiste ese desenlace de Tranquilo, sí, y es que los animales deben tener un gran instinto de supervivencia, cómo no.

Lo de mi abuela no lo medité en su momento como lo hago hoy en día. Me la imagino tan preocupada en esa caminata hasta el campo viendo a su alrededor tanto destrozo y el alivio que sentiría al vernos...

Gracias por tus comentarios, Ana.

Pecosa:

Cuando encontré esas imágenes en la red quedé impresionado y es verdad que al colocarlas juntas y con sonido queda hipnotizado uno, ¿verdad? (en realidad no hay tanto currele ahí, pero tú dí que sí para que yo me sienta halagado :P)

Fue mi madre la que propuso la excursión. Al acabar de hablar de mi abuela debió parecerte que partió de ella la idea.
Saludos ;)

Antonio E. Zafra:

Hola Antonio
Tu comentario me parece un colofón de oro en esta entrada conmemorativa de aquella catástrofe. No imaginaba que leería la experiencia de alguien que lo vivió tan de cerca y menos que llegaría de manos de un compañero bloguero al que he seguido durante bastante tiempo.

No me extraña nada que a pesar de tu corta edad aún lo recuerdes tan bien. Sólo leyendo lo que escribes se me ha puesto la piel de gallina.
Gracias por dejarme constancia aquí
Un abrazo

La exorsister:

Jeje, si ya sé yo que tú estás aunque no estés, ¿o qué te crees? Estás más que excluida de "obligaciones" blogueras por causas de fuerza mayor. Y si tardas en seguirme no te apures, que ya te sigo yo a tí y así no nos perdemos el rastro. XD

(Y pongo velón a Transilmonio! ;)

Javier. M. V. dijo...

Hola amigo

Vaya que post tan lleno de suspenso y história del momento tan agobiante que les toco vivir a tu familia y tu ciudad. Por suerte todos ustedes terminaron bien fisicamente, solo con un gran susto.

PD: Oye!, a ver si me envias tu correo de hotmail que ya luego te escribo... ¿OK?

Saludosss

Música dijo...

que pasada..., q susto, q impotencia...

JuanRa Diablo dijo...

Javier:

Hola Javier
Mi correo de hotmal es jotacaroz. Está en la barra lateral del blog.
Un abrazo

Música:

Cierto, es todo eso y mucho más, ¿verdad?

Música dijo...

verdad

calata dijo...

lo recuerdo perfectamente, por aquellos años mi padre y yo ibamos unas dos o tres veces por semana al mercado de Alcira a comprar frutas y no dabamos credito cuando veiamos las marcas del agua tanto en el mercado como en la población asi como los daños producidos en los campos de naranjos, etc, etc...

Anónimo dijo...

Crónica terrorífica.
carlos

Ángeles dijo...

Es sobrecogedor.
Me ha emocionado el encuentro con Tranquilo y sobre todo la escena de la abuela. Me la he imaginado andando ella sola por ahí, en busca de su familia, poniéndose en peligro... me ha conmovido.

El vídeo que hiciste con las imágenes es magnifico, pero yo prefiero tus descripciones. No lamentes no haber tenido cámara de fotos cuando saliste con tu madre. La forma en que cuentas las escenas que viste es más impresionante.

JuanRa Diablo dijo...

Ángeles:

No había vuelto a leer esta entrada desde que la escribí, y tan olvidada la tenía que yo mismo he quedado atrapado en lo que cuento.
¡Qué horas tan angustiosas aquellas!

Sí, también a mi me ha emocionado recordar a mi abuela y a Tranquilo, que hace mucho tiempo dejaron de estar entre nosotros.

Tienes razón, dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero para lectores de viva imaginación, mil palabras pueden valer más que una imagen ;)