He de escribir algún día sobre mis viajes a Ayna.
Construídas en una vaguada entre sierras, las casas, muy apretadas entre sí, parecen abrazarse al monte con fuerza, y desde su privilegiado enclave miran cómo el río fluye a sus pies con tranquilidad.
Fue una amistad inocente y espontánea que se convirtió rápidamente en una explosión de alegría, de cariño, de grandes vivencias; de esas amistades que se fraguan en la adolescencia y son una amalgama de sensaciones y sentimientos de toda índole.
Éramos cuatro: mi hermano Tomás, nuestros amigos José Enrique y Francis y yo. Y ellas eran siete: Gloria, Carmen, Toñy, Adela y las hermanas Ana, Mª Jesús e Isabel. (Desde aquí mi abrazo a todas vosotras. A ver si os llega y respondéis)
Puedo decir sin miedo a equivocarme que llegué a escribirles más de 200 cartas y aún conservo en una carpeta , que parece querer reventar, las cartas que de ellas recibí.
Han pasado tantos años que he olvidado matices importantes pero no la anécdota principal de la que jamás encontramos una explicación razonable. Probablemente, si pudiera recuperar aquellas cartas que les escribí, en más de una debí contar con pelos y señales la historia que nos sucedió.
Eran vacaciones de Semana Santa, en algún año de principios de la década de los 80 y, una vez más, los cuatro que antes nombraba nos disponíamos a ir a pasar unos días en Ayna, con la tremenda ilusión de reunirnos con nuestras amigas.
Montamos en el tren en la estación de Elda-Petrel rumbo a la de Albacete con la intención de tomar allí un autobús (La Requenense, recuerdo) que nos desplazaría hasta Ayna descendiendo por aquellas pronunciadas curvas.
Ahora que recuerdo la música que tenía yo grabada en aquellas cintas de cassette podría ubicar la historia en un año concreto. Escuchábamos Only You y Don’t go de Yazoo, sonaba también F.R. David con su famoso Words y Pick up the phone (que Mª Jesús rebautizó como Me pica el tifón) y de Maniobras Orquestales en la Oscuridad nos flipaba su Enola Gay y Souvenir, que se convertiría en la canción de nuestras despedidas, y cuando sonaba todos hacíamos un esfuerzo para no llorar. Debió ser por lo tanto en el año 1982.
No sé cómo íbamos sentados exactamente en el vagón, lo que sí sé es que de repente apareció en él un hombre muy mayor, de cabellos blancos y una chaqueta demasiado abrigada para la buena temperatura que había. Debió subir en alguna de las paradas que hizo el tren y se fue a sentar justo delante de mí, cara a cara, entre nosotros.
Nada dijo durante un tiempo, pero como viera que no dejábamos de hacer comentarios unos a otros y de bromear y reír por cualquier chorrada, debió dejarse llevar por recuerdos de juventud y empezó a contarnos algunas historias de su pasado.
Pero dado que el anciano estaba justo enfrente de mí y a veces proseguía su charla mirándome a mí solamente, me veía yo obligado a no resultar descortés y escucharle. Fue entonces cuando me percaté de que tenía un calzado cochambroso y que la ropa que llevaba no estaba en muy buenas condiciones por lo que deduje que era un mendigo. ¿De dónde vendría? – me pregunté- ¿ y a dónde iría?, y empecé a imaginar cómo sería su vida.
Y mientras mi hermano y amigos charlaban entre ellos, yo escuchaba hablar a este hombre al que empecé a mirar con otros ojos. Lamento profundamente no saber reproducir apenas nada de lo que me dijo, porque una vez me puse realmente a prestarle atención descubrí que sabía expresar con mucha sensibilidad sus recuerdos, que iba desgranando uno tras otro con una voz suave y profunda. Creo recordar que nombró a una esposa fallecida y a unos hijos distantes o perdidos, que habló de una grave enfermedad, de los golpes de la vida, de lo efímero de la felicidad y de la importancia de las pequeñas cosas que nos rodean y a las que no prestamos apenas atención. Y lo hacía con una visión reflexiva y sosegada propia de alguien que hubiera hecho continuos balances de su trayectoria vital y estuviera plácidamente resignado a su destino.
Y entonces se me ocurrió algo.
En la pensión del pueblo, aquella en la que la dueña tenía un hijo que se llamaba Toñín que era muy buen chaval pero que con el tiempo nos odiaría profundamente porque las chicas del pueblo solo querían estar con “esos cuatro forasteros”, recordé lo de la cinta y la atrasé hasta el punto en el que había empezado a grabar, con la intención de volver a escucharle.
El caso es que en aquellos primeros momentos nadie dio mayor importancia al hecho. Algo debió fallar y no quedó registrado nada, lo cual lamenté por haberme quedado sin semejante documento sonoro.
Se apreciaba perfectamente el traqueteo del tren sobre las vías, se oía esporádicamente el lejano murmullo de las voces y las risas de mis amigos, se oían nítidamente los golpes que en alguna ocasión se le pudo dar al aparato, pero en ningún momento logré escuchar ni una sola de las palabras que aquel hombre pronunció. ¡No se podía oír su voz! ¡Y no había dejado de hablar!
Una explicación científica habrá, supongo, pero aún hoy no alcanzo a explicarme a qué fue debido aquello, y cuantas veces he recordado aquel día he terminado dando por hecho una gran verdad al margen de tal misterio.
Probablemente, si yo hubiera logrado grabarle le habríamos escuchado en unas pocas ocasiones. Con bastante seguridad esa cinta hubiera terminado regrabándose o traspapelándose por algún lugar hasta perderse, y a día de hoy nadie recordaríamos a aquel hombre en absoluto. Y sin embargo, la imposibilidad de volver a oír sus pensamientos nos hace recordarle aún con fuerza, rememorar a aquel mendigo que se cruzó un día en nuestro viaje y que por las circunstancias que fuere quiso hablarnos de la juventud y de la vejez, de la soledad y la compañía, de la felicidad y la amargura, de la vida y de la muerte.
Sé que sabré hacerlo porque guardo recuerdos imborrables de aquella época.
Ayna es un pintoresco pueblo de la provincia de Albacete cuya visión desde lejos me ha parecido siempre fascinante.
Construídas en una vaguada entre sierras, las casas, muy apretadas entre sí, parecen abrazarse al monte con fuerza, y desde su privilegiado enclave miran cómo el río fluye a sus pies con tranquilidad.
El río Mundo, en cuyas aguas me bañé en muchas ocasiones, discurre por una garganta natural en la que abundan choperas y a donde descienden los aldeanos para cuidar las huertas que a sus orillas se acercan. Y es tan abundante el verdor de la zona que a Ayna se la conoce como la Suiza manchega.
Pero será en otra ocasión cuando relate las razones por las que tantas veces regresé a aquel pequeño paraíso natural. No fue solo por su hermoso paisaje ni por la sabrosa carne a la leña de Casa Segunda ni por los baños en el río o en las piscinas de La Toba. Ayna quedará por siempre en mi corazón por una historia de amistad que se prolongó a través de los años hasta hoy.
Fue una amistad inocente y espontánea que se convirtió rápidamente en una explosión de alegría, de cariño, de grandes vivencias; de esas amistades que se fraguan en la adolescencia y son una amalgama de sensaciones y sentimientos de toda índole.
Éramos cuatro: mi hermano Tomás, nuestros amigos José Enrique y Francis y yo. Y ellas eran siete: Gloria, Carmen, Toñy, Adela y las hermanas Ana, Mª Jesús e Isabel. (Desde aquí mi abrazo a todas vosotras. A ver si os llega y respondéis)
Pero repito, que hoy no me he sentado a escribir (todavía no) sobre Ayna y mis amigas ayniegas , sino sobre una curiosa historia que ayer mismo me recordaba mi madre y me sugería que la contara en el blog.
Han pasado tantos años que he olvidado matices importantes pero no la anécdota principal de la que jamás encontramos una explicación razonable. Probablemente, si pudiera recuperar aquellas cartas que les escribí, en más de una debí contar con pelos y señales la historia que nos sucedió.
Eran vacaciones de Semana Santa, en algún año de principios de la década de los 80 y, una vez más, los cuatro que antes nombraba nos disponíamos a ir a pasar unos días en Ayna, con la tremenda ilusión de reunirnos con nuestras amigas.
Montamos en el tren en la estación de Elda-Petrel rumbo a la de Albacete con la intención de tomar allí un autobús (La Requenense, recuerdo) que nos desplazaría hasta Ayna descendiendo por aquellas pronunciadas curvas.
Nos gustaba mucho la música y llevábamos con nosotros un radiocassette grande que funcionaba a base de pilas enormes (entonces ni imaginar podíamos que el futuro traería cómodos y ligeros MP3 con auriculares. Ni siquiera el CD había llegado a nuestras vidas, aunque estaba a punto de hacerlo)
Ahora que recuerdo la música que tenía yo grabada en aquellas cintas de cassette podría ubicar la historia en un año concreto. Escuchábamos Only You y Don’t go de Yazoo, sonaba también F.R. David con su famoso Words y Pick up the phone (que Mª Jesús rebautizó como Me pica el tifón) y de Maniobras Orquestales en la Oscuridad nos flipaba su Enola Gay y Souvenir, que se convertiría en la canción de nuestras despedidas, y cuando sonaba todos hacíamos un esfuerzo para no llorar. Debió ser por lo tanto en el año 1982.
Ya ha llovido...
No sé cómo íbamos sentados exactamente en el vagón, lo que sí sé es que de repente apareció en él un hombre muy mayor, de cabellos blancos y una chaqueta demasiado abrigada para la buena temperatura que había. Debió subir en alguna de las paradas que hizo el tren y se fue a sentar justo delante de mí, cara a cara, entre nosotros.
Nada dijo durante un tiempo, pero como viera que no dejábamos de hacer comentarios unos a otros y de bromear y reír por cualquier chorrada, debió dejarse llevar por recuerdos de juventud y empezó a contarnos algunas historias de su pasado.
Tenía una voz agradable, envolvente, y al principio le prestamos atención, pero pasados algunos minutos y como ya no dejó de hablar se nos fue dispersando el interés. Qué le vamos a hacer, éramos jóvenes y nos apetecía seguir con la guasa más que cualquier otra cosa.
Pero dado que el anciano estaba justo enfrente de mí y a veces proseguía su charla mirándome a mí solamente, me veía yo obligado a no resultar descortés y escucharle. Fue entonces cuando me percaté de que tenía un calzado cochambroso y que la ropa que llevaba no estaba en muy buenas condiciones por lo que deduje que era un mendigo. ¿De dónde vendría? – me pregunté- ¿ y a dónde iría?, y empecé a imaginar cómo sería su vida.
Y mientras mi hermano y amigos charlaban entre ellos, yo escuchaba hablar a este hombre al que empecé a mirar con otros ojos. Lamento profundamente no saber reproducir apenas nada de lo que me dijo, porque una vez me puse realmente a prestarle atención descubrí que sabía expresar con mucha sensibilidad sus recuerdos, que iba desgranando uno tras otro con una voz suave y profunda. Creo recordar que nombró a una esposa fallecida y a unos hijos distantes o perdidos, que habló de una grave enfermedad, de los golpes de la vida, de lo efímero de la felicidad y de la importancia de las pequeñas cosas que nos rodean y a las que no prestamos apenas atención. Y lo hacía con una visión reflexiva y sosegada propia de alguien que hubiera hecho continuos balances de su trayectoria vital y estuviera plácidamente resignado a su destino.
Y entonces se me ocurrió algo.
Una de las cintas de música no estaba grabada del todo. La busqué y la adelanté al lugar que me interesaba. De repente tuve un interés enorme por todo lo que me estaba contando aquel hombre y quise grabarle sin que él se percatara de ello. Encaré el radiocassette hacia él, apreté con disimulo los botones de PLAY y REC y así le grabé durante varios minutos.
La cinta llegó a su fin y los botones saltaron. Poco después descendíamos en la estación de Albacete. El anciano del pelo blanco nos deseó feliz viaje y nos despedimos.
En el autobús hacia Ayna comenté a los demás que había grabado al viejo y que después le escucharíamos.
En la pensión del pueblo, aquella en la que la dueña tenía un hijo que se llamaba Toñín que era muy buen chaval pero que con el tiempo nos odiaría profundamente porque las chicas del pueblo solo querían estar con “esos cuatro forasteros”, recordé lo de la cinta y la atrasé hasta el punto en el que había empezado a grabar, con la intención de volver a escucharle.
Para nuestra sorpresa… no hallé nada.
El caso es que en aquellos primeros momentos nadie dio mayor importancia al hecho. Algo debió fallar y no quedó registrado nada, lo cual lamenté por haberme quedado sin semejante documento sonoro.
Sin embargo, terminadas las vacaciones y ya de vuelta en nuestras casas, reproduciendo de nuevo todas aquellas canciones, llegó el momento en que en la cinta se escuchaba un sonoro CLACK que señalaba el inicio de la grabación fallida. ¿Por qué habría salido mal? , me pregunté, y como me pareció que algo se oía muy tenuemente puse las clavijas de los auriculares, subí el volumen y escuché con atención.
Lo que oí me dejó sin habla.
Se apreciaba perfectamente el traqueteo del tren sobre las vías, se oía esporádicamente el lejano murmullo de las voces y las risas de mis amigos, se oían nítidamente los golpes que en alguna ocasión se le pudo dar al aparato, pero en ningún momento logré escuchar ni una sola de las palabras que aquel hombre pronunció. ¡No se podía oír su voz! ¡Y no había dejado de hablar!
Una explicación científica habrá, supongo, pero aún hoy no alcanzo a explicarme a qué fue debido aquello, y cuantas veces he recordado aquel día he terminado dando por hecho una gran verdad al margen de tal misterio.
Probablemente, si yo hubiera logrado grabarle le habríamos escuchado en unas pocas ocasiones. Con bastante seguridad esa cinta hubiera terminado regrabándose o traspapelándose por algún lugar hasta perderse, y a día de hoy nadie recordaríamos a aquel hombre en absoluto. Y sin embargo, la imposibilidad de volver a oír sus pensamientos nos hace recordarle aún con fuerza, rememorar a aquel mendigo que se cruzó un día en nuestro viaje y que por las circunstancias que fuere quiso hablarnos de la juventud y de la vejez, de la soledad y la compañía, de la felicidad y la amargura, de la vida y de la muerte.
25 comentarios:
que interesante señor diablo. te contare una cosa, cuando yo era adolescente, mas o menos por el 82 mi madre y yo intercambiabamos nuestras camas, pq ella no podia soportar los ronquidos de mi padre. En el colegio se habia corrido la voz de que si ponias a grabar una cinta por las noches oirías un monton de sonidos extraños, incluso voces y es lo que hice. a la mañana siguiente escuché cantidad de cosas, algunas sin explicacion, estaban los ronquidos por supuesto, el aire entrando en la habitacion -era verano- el movimiento de las cortinas, pasos, los coches y hasta fijándose bien, el camion de la basura y siempre en todo momento un siseo que no era el tipico de las cintas sino algo que nunca pude identificar.
curiosa tu historia como siempre y muy bonitas las fotos. me ha encantado ver la cinta de cassette.
un abrazo
Uy, Juanra, sin ánimo de querer parecerme a Tomás...dónde estaba yo? Estás seguro que iba yo en ese tren y en ese viaje? Es que no recuerdo nada de nada de ese capítulo. Sí de todo lo demás de la música etc...pero de eso concreto no...vaya tela. Al margen de esto, que ya me explicarás en vivo, qué recuerdos me ha traido ese comentario ayniego. Con esa Casa Second, la Maikol, La Requenense, Tóñín, las piedras....uffff...sí que tenía razón el mendigo..Qué efímero es todo...!!!
Un abrazo
YO también tengo un recuerdo de algo similar. Fuimos a un bosque a grabar psicofonías y efectivamente. En medio del pinar, en la cinta se gravó canto de monjes o algo similar.
Pasan unas cosas...
Me encanta leerte de nuevo y ver COMO HAS APRENDIDO A RESUMIR. JAJA!!
Que bonitos son los viajes en tren, me encanta.
Sin dudas, esas palabras no están en esa cinta, porque aún no las pronunciaste. Pero se convertirán en consejos de vida para alguien más en cualquier momento.
Muy buena la historia señor y le aseguro que me encantaría vivir en ese pueblo de montaña.
Un abrazo.
Un hombre con voz pero que no pudo quedar registrada en el cassette, ¡que misterio! ¿sería un vampiro o un producto de tu rica imaginación?, no sería un fantasma, ¿no?
Bonito pueblo, empezando por el nombre, por la foto y por la manera de llegar, en Tenerife no hay tren y nunca me he subido a uno, y me gustaría mucho.
MUY buena la selección musical, Enola Gay me trae mucgos recuerdos de infancia.
Besos
:)
Ripley:
Buenoo, como nos metamos en el mundo de las psicofonías es que no paro. En el Ayuntamiento de Monovar, donde trabaja mi hermano, se hicieron grabaciones a cargo de gente profesional en la materia porque los reiterados ruidos que se oyen algunas veces no son normales: sillas arrastrándose en las plantas vacías, archivos cerrándose con fuerza, voces...
Mi hermano llegó a escuchar algunas de aquellas cintas y las voces de niños o mujeres cuchicheando le ponían los pelos de punta.
Y otro día contaré la que grabé yo, que me tuvo una semana de insomnio.
(Jeje, es que ver una cinta de cassette empieza a tener un aire retro, ¿eh?)
Txema:
Pues acabo de hablar con Tomás para confirmar que ibas en aquel tren y me dice que tal vez ocurriera en una ocasión en la que fuimos con Ernesto o con Catalán y no vinieras tú. Uff, demasiados años para recordar tanto detalle.
Jajaja, el granizo que nos cayó bajando a las choperas por la noche, ¿eh?
Pabernos matao!!!
Un abrazo
Amig@mi@:
Qué valiente eres asomándote por aquí. Y a lo mejor venías sin hambre de longanizas y has tenido que tragar :D
Te lo agradezco porque además me ha alegrado mucho volver a verte por aquí. Y con una historia de monjes cantando por el bosque. Tétrico :S
papacangrejo:
También a mi me gustan. Por largos que sean.
Gamar:
Tus palabras me han dejado pensando. Por un momento me he imaginado subiendo en un tren dentro de muchos años. Y encontrarme a un grupo de jóvenes allí. Y ponerme a charlar con ellos...
ESE es el pueblo de montaña idílico, sí.
Ana:
Pues como digo no tengo ni idea, Ana, pero te aseguro que no es producto de imaginación, que testigos tengo que lo confirman.
Creo recordar que gente de aquel pueblo me dijo que Ayna significa Ojos bellos, y buscando información para confirmártelo descubro que la foto que muestro está tomada desde EL MIRADOR DEL DIABLO !!!
¡¡Si es que todo encaja, todo encaja!! xD
Broder de misterio nada solo hay dos posibilidades o es un fantasma o un hombre de la otra dimensión.
Lo que si es un misterio es como conseguias bañarte en la piscina con el agua tan helada, o eras un superhéroe o no aguatabas ni dos segundos allí, eso sí,la carne a la brasa de casa Segunda...uuuummm pá chuparse los dedos.
La imagen que me viene a la cabeza cada vez que pienso en ese pueblo es una señora mayor toda vestida de negro pañuelo incluido sentada en la puerta de su casa trenzando esparto
Se me había olvidado por completo esta historia que ahora has traído a mi memoria...
Qué cosas tan misteriosas pasan a veces...te acuerdas de aquel señor que apareció de la nada en la gasolinera de la idella para decirme que ni se me ocurriera salir con ese casco a la autovía en moto...me lo dijo con tal convencimiento que me asustó y opté por irme con vosotros en el coche...minutos después tenía un grave accidente con un camión..recuerdas? Ese hombre, tal vez..salvó mi vida...
a ver....estab escribiendo el comentario y se me ha borrado la mitad..al reescribirlo lo me he saltado lo más importante..Yo me iba con Vatu en su moto...y decidí irme con vosotros en coche tras las palabras de este bendito señor caído del cielo...Minutos despueés Vatu tendría un grave accidente..
ahora sí que sí
Jeje! Muy bueno eso de no contar "nada" de Ayna. La verdad es que me han dado ganas de irme allí a pasar unos días, tan bonito como lo has pintado. ;)
¡Qué de nostalgia!: viajes en tren, cassettes, los años 80...snif, me siento mayor.
El suceso...todo un misterio. A mí y a mi familia nos han pasado unos cuantos fenómenos que ya los querría Iker Jiménez para subir audiencia (modesta que es una) pero al final siempre he concluido que habría alguna explicación que desconocía...Todavía lo pienso. Sabemos lo que sabemos hasta donde sabemos y lo que encaja es ciencia y lo que no creencia pero eso puede cambiar en un futuro.
¿Por qué será que todos esos fenómenos inexplicables suceden hasta pasada como mucho la adolescencia? ¿Será que estamos más perceptivos? ¿O es que desprendemos tanta energía que luego pasan cosas así?
La verdad, es que donde esté el escalofrío de un suceso paranormal que se quiten los helados en invierno. :P
Ostras broder, lo de anasister si que me ha impactado
Qué historia más bonita, y triste a la vez. Quizás el hombre estaba demasiado lejos para grabarle la voz y tus amigos estaban más cerca. Las voces graves son más difíciles de captar... no sé. Seguro que hay alguna explicación. Aunque lo importante es el recuerdo que dejó en ti y que todavía hoy recuerdas como para compartirlo con nosotros ;)
Y así es como ha conseguido ser un anónimo...
Un gran misterio, pero de los fascinantes.
Anónima de Sax:
No sabía que conocieras el lugar. Desde luego para bañarse en la piscina aquella casi había que firmar testamento. Recuerdo que cuando metía por fin la cabeza enseguida me dolía de lo fría que estaba. Luego buscaba uno el sol con desesperación!! XD
anasister:
Anda que tú no recordabas mi historia y yo había olvidado la tuya!!
Aquel día lo tengo grabado en la memoria, ver de repente a Vatu tirado en la autovía fue una impresión muy grande, y me alegro que la advertencia de aquel hombre te disuadiera de ir con él. Porque nunca se sabe..
Mae Wom:
Pues me atrevo a recomendar Ayna a todo el mundo. Es un pueblo tranquilo lleno de atractivo: la naturaleza, la gastronomía, la gente...
En cuanto a los sucesos inexplicables que a veces suceden... ¡cómo me gustan! De hecho prefiero que sigan siendo un misterio a que llegue un gracioso y me los explique:D Creo que la vida tiene más sal con elementos mágicos rondándonos, aunque como bien dices parece que sea más difícil ahora vivirlos en primera persona. Tendremos que preguntar a los "científicos" cuándo perdemos ese imán para los fenómenos, o por qué se va desgastando :P
Mica:
Hola Mica, me alegra verte:)
Lo bueno de todo esto es que esa incógnita es la que dará siempre fuerza a aquella vivencia.
De todas formas si yo pudiera transcribir aquí todo lo que contó aquel hombre en la forma en que lo hizo, también habría valido la pena compartirlo.
Un abrazo.
Misaoshi:
Misa, sigo abatido con la muerte de Gizmo. Su cara era otro gran misterio, eh? :p
Recuerdo nítidamente las ancianas vestidas de negro trenzando esparto a las puertas de las casas, la plaza del pueblo en donde había que buscar el nombre de AYNA camuflado entre los dibujos que formaban las piedras de una especie de foro escalonado, las empinadísimas cuestas para bajada y subida del río moteadas de cuadras con borricos y mulas, los empedrados suelos, el olor a estiercol, el sonido de gallos y pavos de los corrales, las innumerables fuentes de agua fresca, los tábanos por el día, la orquesta de grillos por la noche, y el agradable sonido del agua del río y de la brisa entre las hojas de los chopos cuando cenábamos a la fresca en la terraza de Segunda. Seguramente casi nada será igual ahora. FRAN
No podías haber hecho una descripción más hermosa, Fran. Me gustaría comprobar si en realidad ha cambiado tanto. Seguro que las fuentes de agua ya no existen, pero lo demás debe seguir igual.
¿Nos vamos a comprobarlo?
Qué post más mágico, JuanRa. Es maravilloso como describes el pueblito, parece muy especial.
Y en cuanto a la historia... es de cuento. Hay desconocidos que en un momento de la vida se nos cruzan, durante unos minutos, y nos marcan para siempre. Qué bonito que conectara contigo de esa forma, aunque hoy no recuerdes de qué te habló... sin duda una triste vida la de ese misterioso señor, seguro que estaba cargado de grandes consejos y reflexiones.
Y lo de la cinta... ¿no es genial que sea todo tan enigmático?
Y tanto que es genial, Pecosa.
Mira, las tecnologías avanzan, los conocimientos se expanden, cada vez se saben y se descubren más cosas pero siempre, siempre hay misterios que no logramos explicar. Y esto lo han de admitir hasta aquellos que todo lo razonan y que huyen de supersticiones.
Y yo digo sin complejos que no necesito que todo me sea explicado, y que estas cosas me encantan, aunque solo sea para recordar la emoción que nos produjeron y contarlas años después en reuniones con familiares o amigos.
Por cierto, Ayna sería un lugar perfecto para una quedada blogger. Toma nota.
Oye, tiempo al tiempo ;)
Estoy impresionada, JuanRa. No sé qué me gusta más, si la historia en sí o la manera en que la cuentas.
Además, estoy totalmente de acuerdo en que si lo hubieras grabado, no lo recordarías. Porque yo he observado que lo mismo ocurre a veces con cosas que anotamos o con fotos que hacemos. Parece como si el cerebro se desentendiera al saber que hay algún registro material de lo acontecido. En cambio, si no lo hay, se encarga de conservarlo en la memoria. Y ese registro mental es sin duda más cercano a la realidad que cualquier otro.
Gracias por el relato.
PD: tú sabes que los vampiros no salen en las fotos, ¿no? Pues otra clase de ser sobrenatural debe haber que tenga la peculiaridad de no dejar huella sonora en las grabaciones...
Algún día, si Dios quiere, seremos nosotros los ancianos que deseemos explicar nuestras historias, qué bueno sería tener alguien que nos escuche.
Una tierna historia que gracias a la música que citas me ha transportado a mí también a la asolescencia, a los radiocasetes, a las cintas que ineludiblemente acababan enganchadas o perdidas....Esa época donde las ilusiones eran todas y aún no conocíamos el lado amargo de la vida...
Recuerdo esos trastos a pilas que se acababan muy, muy rápido, y más si usabas el aparato para grabar, acaso tenga eso algo que ver con el misterio de la voz desaparecida.
Saludos
Ángeles:
Bueno, pues contento quedo de todas formas ante la buena impresión :)
Me ha gustado eso de "Como si el cerebro se desentendiera", que además debe ser muy cierto. El cerebro debe de alguna forma estar dividido en secciones:
"Cosas para recordar. No borrar"
"Más cosas para recordar. En caso de que se borre no importa. Existen copias audiovisuales" :D
Lo que no estoy tan seguro es de si este tipo de recuerdos se mantienen fieles a la realidad o se van alterando y moldeando con el paso del tiempo. Para mí que quedan algo idealizados, pero claro, nunca será posible comprobarlo.
Gracias.
PD: Tu posdata da para un buen guión de peli de esas nuestras :)
Sese:
Y es que ¿habrá algo tan evocador como escuchar canciones que nos acompañaron durante una época?
"cuando aún no conocíamos el lado amargo de la vida"
Joer, Sese, que me he emocionado con esto...
yes, yes tu si que sabes de lo que hablas. No como el panocho de la cinta.....Eres de Ayna tambien????
te equivocas, este año han vuelto a manar agua x el garganton, el agua de la toba esta igual de helá, menos viejas pero igual de cotillas, menos animales y olores, la segunda a vuelto abrir, chiperas como siempre, gente de la misma casta, nuevas parejas y separaciones...y cambio de parejas, no creo q haya cambiado mucho desde q ibai. Yo soy del 80.
Hola, anónimo del 80:
Me alegra volver a saber cómo van las cosas por Ayna, y es una muy buena noticia el que se haya vuelto a ver manar el agua, pues aquello era todo un espectáculo.
Yo soy de Petrel (Alicante), aunque ahora viviendo en Yecla (Murcia) ¿Tú eres de Ayna?
Me gustaría volver a escribir sobre los Amanecistas, ya sabes, los seguidores de la película de José Luis Cuerda. ¿Me echarías una mano?
Un abrazo
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