Mirad
por un momento a las tres niñas de la imagen.
La
más alta es mi abuela Anita, que imagino se sentiría toda una mujer
con ese abanico en la mano. Junto a ella están sus hermanas
Práxedes y Concha.
Anita
nació en 1902, y en esa foto tendría unos 14 años, por lo que
Práxedes, que vino al mundo el 24 de marzo de 1907, tendría 9, y 5
la pequeña, a la que pusieron por nombre Concepción Raquel Genoveva
en el año 1911.
Soy
capaz de dar estos datos porque, además de esta fotografía,
conservo un pequeño diario del padre de ellas, - mi bisabuelo Francisco – y, gracias a las breves anotaciones que escribió en
sus páginas, he calculado las edades que tenían sus hijas cuando
posaron para la foto (tan serias las tres, por cierto)
De
mi abuela Anita he hablado mucho en el blog, pero nunca he llegado a
contar nada de sus hermanas, y aunque sólo conocí a la menor, la
tía Concha, es de Práxedes sobre quien versará la entrada de hoy.
Recuerdo
que, siendo yo un niño, había en casa de mi abuela un gran retrato
enmarcado en una de las paredes del salón. Lo recuerdo muy bien
porque fueron muchas las veces que lo observé con detenimiento.
Era
una niña de piel oscura, de cabello y ojos muy negros y una mirada
seria, dura incluso, con el cejo levemente fruncido, como si
estuviera escudriñando el horizonte. Tenía una belleza especial,
con un aire exótico que siempre asocié a los rasgos indios.
Cuando
pregunté por esa niña, mi abuela me dijo que era su hermana
Práxedes y con el tiempo me fue contando muchas anécdotas de su
vida, algunas tan insólitas que en mi familia siempre hemos dado por
hecho que Praxedes fue una niña muy peculiar que nació con un don
especial.
Cuentan
que aquel 24 de marzo, cuando su madre acababa de dar a luz en su
casa, vieron una serpiente en la ventana. Fueron varios los testigos
que observaron cómo se agitaba sobre el cristal, alzándose y
resbalando por la superficie, como deseosa de entrar en la
habitación. Finalmente la serpiente pareció cansarse y se marchó.
La
explicación que dieron a aquello fue la atracción de las serpientes
por determinados olores, como el de la leche.
Pocos
años después, Práxedes volvía con su madre hacia el pueblo
después de una jornada de trabajo en el campo. En un determinado
punto del sendero, la niña se paró en seco y se negó a seguir
caminando.
-
¿Qué te pasa? - le preguntó su madre.
-
No quiero pasar por ahí.
-
Venga, que es tarde, vamos.
-
No, por ahí no – gimoteaba.
-
Pero ¿por qué? ¡Si no hay nada!
-
¡Me da miedo! – decía Práxedes mirándo al suelo, angustiada.
Esa
noche mi bisabuela contó el suceso a su marido.
-
Y le he tenido que dar un azote porque decía que no y que no, y no
había manera de que se moviera.
-
¿Y dónde dices que ha sido?
-
Saliendo del Esquinal, junto a la higuera del tío Manuel.
Mi
bisabuelo se quedó pensativo unos segundos.
-
¡Esta chiquilla tenía miedo del agua! ¡Justo por ahí pasa la
canal!
Al
parecer, un sexto sentido, como el de algunos animales, hizo intuir a
la pequeña Práxedes que había un peligro que ella no era capaz de
determinar. Había en aquel lugar una corriente subterránea que
ella logró percibir.
Algunos
años después hubo otro episodio con serpiente.
Mis
bisabuelos estaban escardando un bancal de cebada, quitando las malas
hierbas con una azada. Como no tenían con quién dejar a sus hijas,
se las llevaron con ellos.
-
Yo me entretenía haciendo cestas con espigas – contaba mi abuela –
y Concha jugaba con una muñeca. Entonces miré a Práxedes y vi que
estaba sentada con una serpiente sobre sus piernas.
Según
me contaba mi abuela, la serpiente estaba muy quieta y Práxedes la
acariciaba.
-
Entonces llegó mi madre, la vio y gritó “¡Pero Práxedes! ¿qué
haces?” Mi hermana levantó la cabeza y la serpiente se escurrió
y desapareció de allí.
Todavía
hoy me parecen asombrosas aquellas historias, pero imaginad lo
fascinantes que me resultaban siendo niño.
-
También me acuerdo – continuaba contándome mi abuela - que una
vez mi padre me propuso ir al teatro. La función era un sábado por
la noche en Sax, así que, cuando llegara el día, teníamos que
salir los dos en carro por la tarde. Práxedes era demasiado pequeña
para venirse con nosotros, pero como mi padre no quería que se
enfadara por no contar con ella, me pidió que fuera un secreto entre
los dos.
Y
llegó el día y nadie, ni mis padres ni yo habíamos hablado ni una
palabra del tema. Pero cuando mi padre salió a por el carro y yo le
seguí, Práxedes se asomó por la ventana de su habitación y nos
dijo: “Eh, ¿qué os pensáis? ¿Que no sé que os vais los dos
solos al teatro?”
Nunca
supimos cómo logró averiguarlo.
Y
parece ser que aquella no fue la única vez en que Práxedes se
mostró tan enigmática. Hubo otros episodios similares en los que
demostró tener cualidades adivinatorias que dejaban sorprendidos a
los que la rodeaban.
El
curandero del pueblo le dijo una vez a mi bisabuela:
-
No sé lo que tiene tu hija que cada vez que la miro me entran
escalofríos. Noto mucha fuerza en ella. Tal vez tenga mucha más luz
que yo.
Una
de las historias que más trascendió, y que corrobora las palabras
del curandero, es la de un vecino del pueblo que empezó a sentirse
mal. Se quejaba del estómago, tenía angustia, vomitaba y cada día
que pasaba se sentía peor. Práxedes escuchó lo que de él contaban
y dijo que lo que tenía que hacer era romper el botijo.
-
¿Que rompa el botijo? - le preguntaron los que la escucharon.
-
Sí, si se quiere curar, que rompa el botijo.
Y
eso es lo que comunicaron al hombre, probablemente sin mucha
convicción.
Pero
como el enfermo deseaba sanar y no tenía nada que perder, obedeció.
Al
estrellar contra el suelo el botijo del que habitualmente bebía
apareció una rana.
Mi
abuela no recordaba si estaba viva o muerta ni supo explicar cómo
llegó hasta allí. Probablemente el botijo se llenara del agua de
alguna alberca en la que hubiera un pequeño renacuajo que se
desarrolló dentro del recipiente.
El
caso es que la baba que desprendía la piel de la rana hizo enfermar
al hombre, que terminó recuperándose una vez dejó de beber de
aquel botijo.
¿Cómo
podía Práxedes saber esto? ¿No os parece apasionante?
¿Y
quién sabe si habría desarrollado esos poderes y llegado a ser tan
eficiente y práctica en el futuro?
Pero
en el año 1917 Práxedes cayó enferma. Cuenta mi abuela que miraba
a todos los miembros de su familia con una serenidad especial como si
supiera cosas que nadie más que ella sabía.
-
¿Por qué habéis encendido esas velas sobre la mesa? - le preguntó a
su madre señalando los pies de la cama.
Pero
no había velas en aquella habitación. Quizás fueran alucinaciones
provocadas por la fiebre o la premonición de lo que no tardaría en
ocurrir.
“Que
Dios la tenga en su Gloria” , escribió su padre el 6
de septiembre de 1917.
Tenía
sólo 10 años.
Han pasado 100 desde aquel día.
Su
hermana Concha tuvo dos hijas. A la primera le puso por nombre
Práxedes.
(Nota:
el diario de mi bisabuelo se puede ver AQUÍ.)
18 comentarios:
Sí que tiene en la foto rasgos como indios... y un nombre chulísimo. Práxedes. Como una de los personajes de la obra de teatro "Eloísa está debajo de un Almendro" Ojalá hoy en día se pusieran esos nombres.
(Creo que al final del texto se te ha colado un 2017 pero querías decir 1917, el año en que cayó enferma ;P)
¡Hola, Speedy!
Gracias por la observación. Ya he corregido ese despiste ;)
Sí, es un nombre atípico que me llama mucho la atención. Me parece uno de esos nombres que infunden carácter.
Y además sirve tanto para hombre como para mujer.
Qué interesante, qué enigmático y qué bonito.
Me ha encantado la imagen de la niña sentada en el campo con una serpiente en el regazo. Es escalofriante y muy poética al mismo tiempo.
Y la anécdota del botijo, inquietante como mínimo.
Parece que "antes", y sobre todo en los pueblos, había más lugar para la fantasía, para el misterio, para el enigma. También había más escasez, más desconocimiento y más enfermedad, obviamente, y seguramente lo uno va unido a lo otro.
Pero haciendo abstracción de los aspectos negativos de la vida de entonces, me resultan fascinantes las historias de este tipo, de la vida cotidiana, de la gente corriente, que sin duda han sido inspiración para leyendas populares y para obras literarias.
Fenomenal el relato.
Realismo magico del que me gusta!!
Al final como decia garcia marquez la literatura no es sino recrear las historias familiares que nos contaban nuestras abuelas.
Abrazos mil.
¡Vaya Clara del Valle tenías en la familia!
Igual que tu abuela Anita era Tigre (en el zodiaco chino), he creído que lo de tu tía se podía explicar porque fuera, ella misma, la intuitiva y filosófica Serpiente. Parece que no, que era Oveja de Fuego, lo que no quita para que -como me supongo- tenga una amplia influencia de este mesmérico animal.
Besitos.
¡Qué historia tan fascinante! y más porque no es ninguna invención sino relatos de acontecimientos que ocurrieron de verdad. Creo que tu tía-abuela Práxedes renía esa, llamémosle especial intuición o capacidad sensorial fuera de lo común. He leído que hay personas así y que precisamente por esa extraordinaria capacidad no suelen vivir muchos años, es como si su extrama sensibilidad les consumiera mucho como para tener una larga y plácida existencia.
Viéndola en la foto, su mirada es enigmática. Cuando lees lo de acariciar a la serpiente no puedes evitar sentir escalofríos y lo del botijo hace pensar ¿cómo lo sabía ?, en fin, que es alucinante.
un beso enorme.
Interesante e inquietante historia JuanRa, como todo aquello que nos acaba remitiendo a esas "intuiciones" que no sabemos ni cómo ni por qué pero parece que algunas personas parecen poseer o como mínimo son mucho más sensitivas y captan cosas que al resto de personas se nos escapan, así que se aplica lo de las meigas.
No había escuchado nunca ese nombre, especial, como la persona que lo llevó. Imagino que de niño escuchar estas historias debía ser fascinante.
Un saludo
Me has tenido enganchado desde el principio hasta el final,es una suerte que puedas conservar tantos recuerdos familiares,es una manera de no perder la esencia y no perderse por el camino,saber de donde vienes es algo muy bonito.
Un saludo.
Alucinante historia. Sin duda Práxedes tenía un don y veía lo que nosotros no alcanzamos a ver.
Vaya familia más interesante tienes JuanRa.
Sigue contando historias de ese diario.
Un abrazo
Ángeles:
Ahora que haces mención a esa escena, me la puedo imaginar en un gran óleo, en algún museo de pintura: “Y aquí pueden ver la famosa Niña con serpiente en el regazo Observen cómo se miran fijamente a los ojos”
Me parece muy acertado tu análisis sobre la antigua vida en los pueblos donde tanta gente sin recursos vivía, o mejor dicho intentaba sobrevivir. Sí tiene mucha lógica que de sucesos poco comunes o de los que no encontraran explicación nacieran muchas leyendas y también que entonces la gente fuera más supersticiosa.
Como siempre, contento de haberte deleitado con esta historia familiar.
el chico de la consuelo
Es verdad, Práxedes podría haber sido un personaje de Cien años de Soledad Y García Márquez la llamaría “la india”. Y probablemente la rana del botijo saltaría por todo el pueblo hasta llegar a casa del párroco y éste la bendeciría para que la rana muriera en paz.
Saludos, mañico (y cuídate de opresiones y tal)
Sara:
¿Tú crees que mi tía abuela, de haberme conocido, habría intuido mi lado diabólico? A lo mejor es de ella de quien he heredado este lado lado oscuro mío tan irresistible :p
Montse:
Sí, las historias que de esta niña trascendieron, a todos nos resultan fascinantes.
Y creo que te gustará saber que aún queda otro pequeño gran enigma: el gran retrato que yo contemplaba de niño se extravió pero mi madre cree que puede estar detrás de un espejo cuyo marco es el mismo que el de aquella fotografía. Tengo que investigar sobre esto.
Conxita:
Siempre me han parecido muy atractivas todas estas historias que aparentemente no tienen una explicación lógica. Pero es que además soy de los que piensan que es fascinante que haya misterios sin resolver, que si en la vida todo tuviera una explicación se perdería mucho encanto.
Gracias por tu visita. Y vivan las meigas, por cierto :)
Jorge C. :
Sí, es una suerte que mis abuelos nos hablaran de nuestros antepasados. Y especialmente mi abuelo sabía contar muy bien sus recuerdos.
Cuando de pequeños le pedíamos que nos contara un cuento solía decir: “Pues os voy a contar una cosa que pasó de verdad...” Él sí que sabía tenernos enganchados :)
Un saludo
hitlodeo :
En realidad ese diario no tiene nada de diario. Mi bisabuelo se limitó a anotar en él las fechas de los nacimientos y defunciones de sus hijos. Tuvo 6 pero solo sobrevivieron dos.
Me habría encantado que hubiera escrito algo más sobre esta hija. Lo que yo he expuesto es lo que me contó su hermana/mi abuela.
Un abrazo
Muy interesante. Tu tía abuela tenía un don. ¡Me ha dado mucha pena saber que no llegó a la edad adulta! Seguro que tenía una sabiduría especial, que percibía cosas que los demás ni sospechamos, habría podido ganarse la vida con ello y hacer el bien a la gente. Habría sido una mujer misteriosa y enigmática.
Suerte que te hablaran de ella y así la hayas coonocido de algún modo y lo hayas contado al mundo.
Es una suerte que sepas cosas de tus antepasados, que te hayan contado esas historias tan interesantes, porque en otras familias no se contaba nada, había temas de los que no se hablaban y se han acabado perdiendo tantas historias reales, tantas experiencias...
Jo, pareció una mujer de lo más especial. Y lo de la serpiente acurrucadita me lo creo a pies juntillas: hay gente que tiene una sinergia del todo inexplicable con los animales. Una pena su muerte prematura, desde luego, me habría encantado que esta historia continuase y saber qué más anécdotas tan particulares nos habría regalado su madurez :)
Tienes razón, MJ, podrían no haberme contado nada sobre Práxedes y hoy no quedarían aquí escritos estos retazos de su existencia que, aunque breves, dicen mucho de cómo fue.
Y hoy quisiera poder preguntar a mis abuelos más cosas de mis antepasados. Es algo que de niños no solemos hacer. Entonces no somos conscientes de cuánto nos agradará de mayores saber de nuestras raíces.
Ya lo creo, Holden, quién sabe a dónde habría llegado con esa "sabiduria innata" También puede ser que, de haber vivido una larga vida, hubiera ido perdiendo esas facultades al crecer, eso es algo que tampoco sabremos.
En cualquier caso me habría gustado ver mas fotos de esa niña ya como mujer, porque tenia unos rasgos que me llaman mucho la atención.
La verdad es que según nos narras las experiencias de tu tía abuela mas me voy haciendo una idea; la de que sin duda era muy especial, por su forma de ser no me la he imaginado como una niña, si no como una persona adulta con mucha vida a sus espaldas, debe ser por su don, por esa clarividencia. Lo que cuentas sobre la serpiente es un tanto inquietante, y lo de la rana. Su retrato inspira esa fuerza mental, es como si la envolviera un aura mágico. la historia de tu familia da para una novela de las buenas, ¿eh?
Un abrazo JuanRa.
:)
Ana Bohemia:
Me pasa como a ti, me cuesta asociar todas aquellas experiencias a una niña tan pequeña. ¡Es que todo le ocurrió siendo menor de diez años!
Me pregunto qué impresión causaría a los adultos que la conocieron.
En realidad en toda familia hay siempre historias que darían para novelas interesantísimas, pero ponerse a escribirlas es otro cantar.
Un abrazo, Ana
Wow, sin duda las historias (y las fotografías) del pasado guardan un halo de misterio que las hace terriblemente enigmáticas.
Solo a través de las palabras podemos tener una leve impresión de esos tiempos pasados, de esas personas desconocidas que nos miran al otro lado de la imagen, guardando quién sabe qué secretos.
Toda una reliquia de historia, y de foto :)
Saludos,
Sofía
Muchas gracias por tu visita y comentario, Mrs. So
Sí, también siento fascinación por las fotografías antiguas. Y es cierto que uno no puede dejar de pensar al mirarlas fijamente: ¿Qué historias podrían llegar a contarnos esta gente?
Y ya no están, pero mirando sus ojos parece borrarse el tiempo que nos separa de ellos y que de alguna forma sigan aquí, deseando desvelarnos algún secreto.
Publicar un comentario