Ya dije por aquí que pertenezco al honroso Club de los Ignorantes del Mundo del Automóvil. Es por esto que respaldo solidariamente a aquellos que, para describir un coche, se basan únicamente en su color.
—Pepito se ha comprado un coche.
—¿Ah, sí? ¿Cuál?
—Uno rojo.
—¿Pero qué marca?
—Y yo qué sé qué marca, ¡qué más da! ¡Un coche rojo!
¡Dí que sí! Y la cabeza bien alta... (Siempre habrá alguien que me comprenderá).
Tampoco me apasiona conducir. Hacerlo por ciudad en hora punta es desesperante, por lo que suelo ir a pie a todas partes.
Sin embargo, sí me relaja conducir cuando lo hago en solitario por carreteras secundarias poco transitadas y tan conocidas como para poder poner el piloto automático y que el coche me lleve solo (es un decir, ya me entendéis, ¿no?).
Recuerdo el placer que me suponía realizar el trayecto desde mi casa de Petrel hasta la universidad. Estrenaba entonces carnet de conducir y la autovía me infundía aún demasiado respeto, así que opté por ir a la facultad dando un rodeo por una carretera muy tranquila que atravesaba Agost —un pequeño pueblo alfarero de aspecto rojizo— y me llevaba sin pérdida posible hasta San Vicente del Raspeig. En días soleados y con la música puesta, el recorrido se me hacía bastante corto, pero para amenizarlo aún más me gustaba hacer una especie de juego mental que consistía en dividir todo el trayecto en tantas etapas como letras tiene el abecedario. Cada etapa debía tener un elemento que hiciera referencia a la letra en cuestión.
Hace ya tiempo de aquella vida universitaria, por lo que he olvidado los nombres de los tramos, pero todavía recuerdo un par de ellos: la zona en la que un acueducto discurría paralelo a la carretera era el trayecto R, de Romano. Y tras ver una pequeña tienda, totalmente pegada a la carretera, que tenía un cartel que decía «HAY TABACO», aquel ya fue para siempre el trayecto T.
En los miles de kilómetros que llevo hechos de Villena a Yecla —primero como novio de la extranjera y ahora como currante— también puse en su día un nombre a cada tramo, y hoy os los voy a presentar.
A de AVE. Para dejar Villena hay que atravesar la vía del tren. Por aquí aún no pasa el AVE, pero para empezar el abecedario fue la primera palabra que me vino a la cabeza.
B de BOMBILLAS. Esta tienda de lámparas me sirvió para dar nombre a la segunda etapa.
C de CEMENTERIO DE COCHES. En las afueras de la ciudad, y a cierta distancia, vi un desguace que me encajaba perfectamente para la tercera letra.
D de DEPECHE MODE. Junto a la carretera había una casa en ruinas con un cartel anunciando a este grupo. La casa fue demolida hace tiempo, pero el trayecto conserva el nombre en su honor.
E de ESPESURA. (Ver vídeo final).
F de FOLLÓN. Simplemente porque hay un cruce con muchas señales para desviarse a la pedanía de Las Virtudes.
G de GIRO a la izquierda. No se puede ser más explícito. Allí está, para el que quiera ir a comprobarlo.
H de HUELE MAL. Un tramo en el que, por culpa de cierta extensión de agua estancada, flotan unos efluvios a huevo podrido que ofenden gravemente a las narices.
I de IIIIIIIII. Por una curva muy pronunciada a la derecha. Si se toma con velocidad, el mismo coche dice el nombre del tramo. (A ver, los listillos absténganse de llamar a los loqueros: uno se divierte como buenamente puede).
J y K de JUNCOS y KAÑAS. Los hay durante un buen tramo.
L de LUZ entre pinos. (Ver vídeo final).
M de MIEDO. Porque llega un cambio de rasante con curva incluida que siempre me ha dado repelús.
A esta recta casi infinita la tenía que bautizar a la fuerza con la N de NO TE DUERMAS.
(No existe tramo Ñ porque nunca he visto un ñu, ni un ñandú, ni un ñoño que me lo pusieran a huevo).
O de OLIVOS. Árboles cuya diminuta flor deja volar en primavera un jodido polen que se mete en mi coche y también en mis ojos y me los pone como dos cebolletas.
P de PINADA. Uno junto al otro, en fila india. Me gusta esta imagen.
Q de QUÉ COÑO ES ESO? Porque después de kilómetros sin verse ninguna construcción, aparece esta mole a la derecha.
R de REGIÓN A LA VISTA. Es decir, la famosa frontera entre Villena y Yecla, entre Alicante y Murcia, entre España y el extranjero.
S de SUSTO. Pues en este tramo fui testigo de cómo un coche se salía de la calzada y labraba literalmente un bancal. Al ocupante no le ocurrió nada, pero el mal trago no se lo quitó nadie. Y yo me fui con temblor de piernas.
T de TINTO MUEBLES. Eso se podía leer en un cartel publicitario ya próximo al pueblo. Ya no existe el cartel, pero he querido rebautizar el tramo T y no veo nada que me ayude a ello.
U de UMBRÍA. Hay conductores que, en días de verano, paran un rato para refrescarse a la sombra de estos grandes pinos.
V de VUELVO A CASA. Pues Yecla asoma ya en el horizonte.
X de XPOSITORES. Toda la entrada a Yecla está colmada de grandes tiendas y almacenes de muebles con amplios escaparates exponiéndolos.
Y de YECLA. Obviamente.
Z de ZASS, ¡LLEGUÉ!
(Vale, lo admito: no tengo remedio).
ACTUALIZACIÓN:
Escribí esta entrada en enero de 2010. Quiero volver a publicarla por una razón: hace poco me vinieron a la cabeza los tiempos en que puse nombres a los tramos por los que iba pasando para llegar a casa, y sonreí al comprobar que recordaba prácticamente todos. De repente me sobrecogí al darme cuenta de que el tramo de la M, al que puse el nombre de MIEDO, fue precisamente el punto en el que, en febrero de 2023, tuve el accidente de tráfico que me pudo costar la vida.
Quién me iba a decir que aquel miedo era, en cierto modo, una premonición. Trece años después, el destino decidió que en ese mismo punto la palabra cobrara su sentido más literal. Me estremece pensar que, sin saberlo, había señalado el lugar exacto donde mi vida daría un vuelco.
He sentido la necesidad de revivir la entrada porque me parece algo sorprendente y porque me apetece expresar lo muy feliz que me hace poder seguir viniendo a este blog para compartir mis escritos con todos vosotros, mis queridos amigos.
 
 
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