1 de septiembre de 2010

EL JUEGO DE FULANITOS Y MENGANILLAS

Propongo un juego.
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Es más bien un experimento, lo cual supone un riesgo sabiendo como todos sabemos que los experimentos sólo han de hacerse con gaseosa, pero hoy tiro el infierno por la ventana para aventurarme en esta prueba.
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El presentarlo en sociedad ha estado bullendo en mi mollera desde que recordé hace unos días un sencillo pasatiempo que en reuniones familiares nos divertía mucho.
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No sé si lo conoceréis, ni siquiera sé si tiene un nombre, nosotros lo llamábamos “el juego ese de los papeles” pero para despojarle de tanta imprecisión y darle un toque más solemne le pondré aquí el nombre oficial de
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EL JUEGO DE FULANITOS Y MENGANILLAS
(Mucho más serio, dónde va a parar)
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La cosa consistía en repartir lápiz y papel a todos los participantes. En la parte superior todos habían de escribir el nombre de una persona o personaje que fuera famoso, bien por ser actor, escritor, músico, político… o conocido por haber tenido un papel relevante en la Historia.
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Una vez escrito, todos hacíamos un pliegue en nuestro papel para que tapara únicamente ese nombre que los demás no debían ver, y a continuación cada cual lo pasaba a la persona que tenía al lado.
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Escribíamos entonces el nombre de una mujer, de nuevo bien conocida por cualquier motivo que se nos ocurriera. Se volvía a hacer otro pliegue en el papel para que ocultara ese nombre femenino y de nuevo la rotación de papeles, siempre en el mismo sentido.
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A continuación se escribía el nombre de un lugar, cualquier lugar, valiendo tanto la mesa de un restaurante como la punta de la torre Eiffel o la sección de congelados de Carrefour, por poner un ejemplo ( o tres)
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Una vez más el consabido pliegue y traspaso de papeles.
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Después venía una parte bien ingeniosa: escribir qué le dijo él a ella. Las posibilidades, como podéis imaginar, son infinitas:
“Eh, churri, cuánto tiempo sin verte” o “¿Te llegó el cactus que te envié? o “¡Devuélveme el rosario de mi madre!” Preguntas, piropos, amenazas… todo vale.
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Lógicamente, una vez pasado al compañero ese doblado papel -que va quedando como un acordeón- venía la respuesta que daba ella a lo que el personaje masculino le decía. Imaginación al poder.
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Por último se escribía una conclusión en pocas palabras, lo que acontecía después de esa corta conversación.
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Era entonces cuando se desplegaban todos los papeles y se empezaban a leer en voz alta.
Aquello resultaba una amalgama caótica de encuentros de personajes de lo más dispar con unas conversaciones muy surrealistas que lógicamente muchas veces no tenían sentido pero otras sí y a veces eran tan divertidas que nos hacían reír con ganas.
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Para aquellos que no desayunan tortilla de espinacas como yo y necesiten ejemplos para entenderlo mejor, ahora mismo los expongo.
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Supongamos que empiezo a jugar con mi compañero el Diablo. Mi propuesta podría ser ésta:
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Se encontró con Sara Carbonero
En los estudios de Tele 5
Él le dijo a ella: “¡Ven aquí que te coma los empastes!”
Ella le contestó. “¡Loco! ¿No ves que hay cámaras?”
Y al final frotaron sus naricillas.
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Y la propuesta de Maese Diablo:
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Se encontró con Mercedes Milá
En un basurero municipal
Él le dijo a ella: ¡Por las constelaciones de Orión! ¿Qué coño estamos haciendo aquí?”
Ella le contestó: “Tú sabrás. Yo estoy buscando audiencia”
Y al final salieron juntos de aquel inmundo lugar.
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Pero, claro, el Diablo y yo nos hemos ido intercambiando los papeles al escribir, y el resultado, al leer ambos, ha sido el siguiente:
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Iker Casillas
Se encontró con Mercedes Milá
En los estudios de Tele 5
Él le dijo a ella: “¡Por las constelaciones de Orión! ¿Qué estamos haciendo aquí?”
Ella contestó: “¡Loco! ¿No ves que hay cámaras?”
Y al final salieron juntos de aquel inmundo lugar.
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Y por otro lado…
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Eduard Punset
Se encontró con Sara Carbonero
En un basurero municipal
Él le dijo a ella: “Ven aquí que te coma los empastes”
Ella contestó: “Tú verás. Yo estoy buscando audiencia”
Y al final frotaron sus naricillas.
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Sí, de acuerdo, he combinado las respuestas para que el resultado quedara medianamente bien pero ¿qué puede surgir de todo esto barajando todos los datos que aportéis en vuestra participación? Imposible aventurar qué rocambolescos encuentros y conversaciones se pueden dar pero apuesto a que os gustaría averiguarlo.
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Si es así, dejad en los comentarios de hoy el NOMBRE de un famoso y una famosa (sí, los famosillos de tres al cuarto también podrían valer), un LUGAR, lo que ÉL DIJO, lo que ELLA CONTESTÓ y la CONCLUSIÓN.
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Admitiré propuestas hasta el viernes 3 a las 23:32
Los comentarios que escribáis estos días quedarán ocultos para que todo sea una incógnita hasta el juicio final la lectura final.
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¡Venga, a ver si pega un buen pedo la gaseosa!
¡Fulanitos y menganillas a la palestra!

25 de agosto de 2010

LA TRAGEDIA DE LAS GOLONDRINAS



El lugar de la historia que hoy nos ocupa se encuentra en Las Casas del Señor , una aldea de la que puedo decir es mi santuario personal, un tranquilo rincón junto a la sierra, al que puedo acercarme cuando necesito apearme del mundo y quedar a solas conmigo mismo.

Cada vez que lo visito —menos de lo que me gustaría — el pueblo parece haber estado congelado en el tiempo esperando el momento de verme aparecer para reanudar su apacible respiración.

. Considero que mi amor por Las Casas es un sentimiento que me viene de herencia. Mi padre correteó por sus calles siendo un niño, veraneaba allí con sus padres y hermanos sin imaginar que un buen día nos lo descubriría también a mis hermanos y a mí.

Y tanta era la ilusión que, ya de adulto, mostraba en aquel reencuentro con sus recuerdos mientras paseaba por las pocas calles del pueblo, charlaba con sus habitantes o se adentraba por sus montes, que me contagió su entusiasmo y los vínculos que a él ataron al lugar continúan estando presentes en mí.

. Antes de marcharse a Colombia, nos propuso a los cuatro hijos que nos quedáramos con una gran casa que había comprado en este pueblo y nos animaba a hacerlo por el hecho evidente de que nos serviría para reunirnos en ella sin problema pues en sus tres alturas había espacio suficiente para alojarnos a todos con nuestras familias.

Visitamos la casa y a todos nos cautivó, pero fue mi hermano Tomás el único valiente que se atrevió a liarse la manta a la cabeza para quedársela, pues los demás, estando casados, ya teníamos nuestras hipotecas y no nos queríamos complicar la vida con más pagamentos.
o
Una de las razones que más ilusionaban a Tomás al adquirirla era la atractiva posibilidad de decorarla a su gusto. A mi hermano le apasiona la decoración y en semejante caserón podía dar rienda suelta a su afición. Subía y bajaba las escaleras sin cesar, dibujando escenas mentales de lo que colocaría aquí y allá y casi podía ver los resultados antes de llevarlos a cabo.

. Lo primero que hizo fue destruir la decoración ya existente.

. ——No comprendo —nos decía— que haya gente que quiera ocultar la rusticidad de una vivienda antigua. La casa tiene en sus techos una maravilla de vigas de madera y las han tapado con placas de escayola. ¡Qué crimen! Y a qué santo me cubren unas paredes de piedra con azulejos y plaquetas. ¡Horrible!
—¿Y qué has hecho?
—Liarme a martillazos.

. En esa lenta transformación que desde hace tiempo lleva realizando en la casa de sus sueños, le acompaña siempre que puede su novia Regina, natural de Lituania, que también va aportando ideas, además de ayudarle a barnizar maderas, pintar paredes o limpiar escombros.
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—¿Sabes que en la buhardilla hay nidos de golondrinas? —le dijo a Tomás una tarde.
—¡Y tanto que lo sé! ¡Y tienen muy mala leche!

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En la parte superior de la casa hay dos ventanucos que a falta de marcos con cristales fueron una gran tentación para que varias parejas de golondrinas entraran por allí para anidar.

Cuando Tomás las descubrió en la gran sala abuhardillada, su favorita precisamente, ya habían construido sus nidos, pero no le importó demasiado. Le pareció divertido verlas entrar y salir a toda velocidad y se entretuvo contemplando la perfecta sujeción y consistencia de los nidos que entre pared y techo hallaba. Pero fue demorando el encargar unas ventanas y las golondrinas parecían sentirse tan a gusto en aquel lugar protegido de las inclemencias del tiempo que bien pronto se adueñaron de la zona y…
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—El otro día subí y me expulsaron de allí –nos contaba.
—¿Cómo que te expulsaron?
—Como os lo digo, se lanzaron de una en una sobre mí, gritando PIOOOK. Había mogollón y las muy jodidas se iban turnando para descolgarse de la pared y pasar rozándome la cara. ¡PIOOOK! ¡PIOOK!
—Jajajaa, ¿y qué hiciste?
—Pues qué iba a hacer, irme de allí acojonao, si parecía que estaba en la película de Los Pájaros. Yo alucinaba, ¡me estaban tirando de mi propia casa! Tengo que poner esas ventanas ya.
—Pero tendrás que esperar a que se vayan las crías…
—Claro, claro. Lo que más me fastidia es que entran muchas más golondrinas que nidos hay. Hombre, yo vería bien que hubiera una pareja por cada nido, el padre y la madre, pero qué va, creo que entra allí toda la peña a hacer botellón.

. Pero aún pasaría otro año antes de que finalmente comprara Tomás las tan necesarias ventanas y cuando por fin se colocaron en sus huecos, la primavera había vuelto a traer a las oscuras golondrinas y en sus nidos piaban los polluelos reclamando alimento.
Descubrió Tomás entonces —había veces en que por circunstancias tardaba mucho en pasar por allí– que una pareja de sus queridas aves había osado a introducirse en una de las habitaciones de la primera planta, es decir que para ello habían volado por las escaleras y descendido a un lugar en la penumbra donde construir su nido. Se lo mostraba a Regina con esa manera que tiene mi hermano de contar las cosas que tanta gracia nos hace:
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—Se ve que a éstas no les gustaba tanto alboroto de botellones y buscaron un pisito en las afueras… Pero mira cómo están poniendo las paredes las muy gorrinas. ¿Cómo puede cagar tanto un animal tan pequeño?

. Para colmo de males, en una de las pruebas que hizo rascando y pintando una de esas manchas escatológicas de una pared, deseando blanquearlas todas en cuanto tuviera ocasión, se encontró con la sorpresa de que la sombra de esas cacas volvía a asomar una y otra vez, como si en la composición de esos restos hubiera un componente químico que anulara los efectos de la pintura.
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—¡La madre que las parió! ¡No se tapa nunca! Me va a tocar rascar hasta pelar la pared, enmasillar y pintar. ¡Que lo sepáis! –les gritaba– ¡aprovechad la estancia porque el año que viene no entráis más! ¡El criar y el cagar se va a acabar!

. Entonces no imaginaba que no haría falta esperar mucho, que las golondrinas estaban a punto de desaparecer para siempre.

. Esa tarde, antes de marcharse, subió a la buhardilla a cerrar sólo una ventana con la vana idea de que cuantas menos aberturas hubiera menos golondrinas entrarían a hacer botellón y mearse en las paredes. Se marchó de allí sin dar ocasión a que los pájaros, que ya le miraban con recelo desde los salientes de madera donde se cuelgan las cuerdas de esparto, le intimidaran con sus vuelos a ras de sus narices.
También dejó abierta una ventana inferior que da a un patio y se marchó a casa dejando a las golondrinas, sin sospecharlo, con una sentencia de muerte.

. Tardó aproximadamente dos semanas en volver.

. Por el camino iba concentrándose en las cosas que tenía previstas hacer ese día. Pensó en las golondrinas. ¿Estarían ya los nidos libres de crías? ¿Habrían crecido y volado por fin de allí? Si así fuera podría por fin cerrar las ventanas, quitar los nidos y ponerse a limpiar.

. Nada más abrir la puerta de la casa vio una golondrina muerta en el suelo. ¿Qué hacía allí abajo? Le extrañó un poco.
Había otra sin vida en las escaleras y más arriba, en otro escalón, otra más.
“Pero ¿¡qué ha pasado!?” pensó, y siguió subiendo con una terrible sospecha en sus pensamientos.
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Sobre el suelo de la buhardilla yacían los cuerpos rígidos de todas las golondrinas restantes y cuando miró a las ventanas las encontró ambas cerradas.
Bajó a la planta inferior y descubrió que también la ventana que daba al patio estaba cerrada y entonces comprendió lo que había ocurrido. Alguna corriente de aire de una ventana a otra había cerrado fatalmente las dos.

. Quedó muy afligido. Deseaba deshacerse pronto de ellas pero nunca de esta manera, y mientras recogía los cuerpecillos de todas para enterrarlos no podía evitar pensar en los días de agonía que debieron sufrir las aves intentando salir de allí.

¿Qué debieron sentir, se preguntaba, escuchando con toda probabilidad las llamadas incesantes de sus crías reclamando sustento? ¿Cuántos golpes en los cristales se darían anhelando el espacio libre de ese cielo al otro lado que no conseguían alcanzar? ¿Qué pasaría por sus cabezas al abandonarse finalmente a su trágico final?
Regina escuchó más tarde la terrible historia con lágrimas en los ojos. Precisamente ella, que adora a los animales y que no haría daño a una mosca.

. —Entonces, las crías…
—Pues allí estaban las pobres, muertas también. Alguna asomando la cabeza fuera del nido. Me dieron una pena…
—Y qué hiciste.
—Pues nada, qué iba a hacer, cuando se me pasó la impresión me puse manos a la obra. Ya he quitado de las paredes tres nidos, que no veas lo que me ha costado arrancarlos, parece que los enmasillaran con cemento....
Regina le escuchaba con una mano sobre la boca y los ojos muy abiertos.
—¿Qué pasa? – le preguntó
—No, nada
—¿Cómo que nada? ¿Por qué has puesto esa cara?
—Ay, es que… en mi país tenemos la creencia de que aquel que arranca un nido de golondrinas se queda ciego.
—Bueno… pero, ya ves… qué tontería, ¿no?
—Un vecino de mi madre quitó uno y al poco tiempo perdió la vista.
—Madre mía, ¿y yo que he quitado tres? ¡Me voy a quedar ciego de los dos ojos... y del tercero de atrás!

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De todas formas y pese a no tomárselo en serio, sé que a mi hermano no le hacen gracia las historias de maldiciones y según me ha dicho no va a quitar los demás nidos.

Los dejará allí como un símbolo de la vida que un día hubo en ellos y le recordarán siempre que hay en su casa una historia de golondrinas que contar.


—Además –me decía–, como elemento decorativo no quedan nada mal, ¿sabes?

4 de agosto de 2010

Y ESTE BOTÓN QUE PONE OFF, PA' QUÉ ES?

Parece que nunca va a llegar el momento, pero por fin amanece un día en el que despiertas y el primer pensamiento es:
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"¡Hoy no tengo que ir a trabajar! ¡¡Estoy de vacaciones!!"
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Y te despatarras en la cama con muchas ganas de no hacer nada y una sonrisa de oreja a oreja.
Luego oyes cómo se despiertan los hijos y se levantan y la sonrisa pierde fuelle, pero bueno, ese es otro cantar.
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Estoy de vacaciones.
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No me voy lejos, no. Al campo, como suele ser habitual, que allí hay una piscina para espantar calores y se está en la gloria.
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Me gusta el campo. Samuel y Aitana se van poniendo morenos al aire libre, tienen más apetito y se agotan tanto nadando y jugando que cuando llega la noche caen como fardos en la cama, y hasta roncan!!
Hay un silencio y una tranquilidad y un aire puro que no tienen precio.
Por la noche aquello es un concierto de grillos impresionante.
A mí es algo que me relaja mucho.
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He descubierto que mi carácter tranquilo me beneficia en este aspecto.
Recuerdo que llegó una vez una rana al estanque de los peces que allí hay. Para mí era una gozada escuchar por la noche cantar a la rana. Para mis padres también. Era como una nana que te ayudaba a dormir. A mi mujer le desvelaba (ella es nerviosa) y se acordaba de la familia de la rana todas las noches.
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Por otro lado, todo no puede ser perfecto.
Allí no hay internet.
O bueno, sí, pero va a pedales y me temo que si me meto en la habitación a leer blogs o a publicar algo (con estos calores!) y mi mujer me descubre enfrascado ante la pantalla, me estrangulará con el cable del ratón.
Y no me apetece mucho morir de esa manera...
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Así que no tengo más remedio que despedirme por unos días de todos ustedes.
Voy a desconectar y recargar pilas y hacer tres o cuatro cosas más. Nada ilegal, tranquilos.
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(¡¡Ruégoles no publiquen demasiado, que no quiero perderme nada!!)
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Que ustedes lo pasen bien, vayan donde vayan.
Yo... me voy p'al campo.




(Habrán notado, queridos lectores, que hoy les he tratado de usted. Lo he hecho para que quede constancia de que, a pesar de la confianza, les tomo muy en serio)

29 de julio de 2010

CON LA MOCHILA EN LA CABEZA

He aquí unos extractos de algunos de mis viajes.
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Aunque sabía que todo aquel prodigio se encontraba por fin ante mí, me mantuve echado sobre la hierba húmeda, aspirando el aire a bocanadas, con los ojos cerrados, esperando el momento en que me sintiera mejor para incorporarme y contemplar en todo su esplendor aquel lugar durante tanto tiempo soñado.
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Recordé que tenía en un bolsillo las hojas de coca que el indito Don Pedro me aconsejó mascar, pero las olvidé tan pronto como levanté los párpados y mis ojos se inundaron del intenso azul del cielo. El sol brillaba en lo alto pero apenas conseguía calentar y pensé que era necesario moverme.
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Finalmente me levanté para dejar que todo el panorama me invadiera. En ese preciso instante comenzó a soplar una brisa que podía seguirse con la mirada pues iba peinando el mar de hierba que crecía entre aquella impresionante ciudad de oscuros muros y viviendas de piedras milenarias.
Y allí, a 2000 metros de altura, en aquel inmenso “nido de águilas” que en un remoto pasado albergara a decenas de familias incas, tan sólo parecía escucharse el sonido del viento y mi respiración, sobrecogida ante tanta belleza.
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Descendí incontables escaleras talladas en la roca y otras tantas volví a ascender. Anduve por estrechas calles flanqueadas por sólidas construcciones de piedra sobre piedra. Me acerqué tímidamente a medianos muros tapizados de oscuro musgo tras los cuales no había más que insondables precipicios. Me senté en una gran piedra rectangular tallada y colocada en el centro de una plaza y desde allí traté de imaginar cómo consiguieron subir tantas toneladas de piedra hasta aquel pico, cómo pudo ser la vida de aquellos antiguos moradores que un día se marcharon para no volver más.
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Y sentí la impresión de que la ciudad me observaba a través de los innumerables huecos de sus ventanas.

(En las ruinas del Machu Pichu. Perú.)

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- Llevamos 900 kilómetros en este momento – me dijo JL.
- Que en España vendría a ser como estar entrando en Galicia, ¿no?
- ¿Desde Yecla? Sí, más o menos.
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El sol estaba próximo a ocultarse y se intuía ya una puesta tan espectacular que le había pedido que detuviera el coche un par de veces para fotografiar aquel atardecer. Con el contraste de tan prominentes cactus a contraluz en ese cielo de fuego, había conseguido ya unas tomas espectaculares de las que me sentía muy satisfecho, aunque aún estaba más contento con lo que había logrado en aquella estación de servicio abandonada en la que nos habíamos detenido la jornada anterior.
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Fue después de la interminable carretera en ligero ascenso que nos parecía iba a desembocar en las mismísimas nubes del horizonte y que bromeamos llamándola "Autopista hacia el cielo", cuando llegamos por fin al cambio de rasante que nos mostró, como un nuevo desafío del asfalto, otro larguísimo tramo, tan extenso y escasamente sinuoso que a los ojos nos parecía una serpiente arrastrándose hacia algún escondite del infinito.
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El paisaje sin embargo empezó a variar y de vez en cuando aparecían unas moles rojizas en la distancia, algunas de las cuales estaban coronadas por pequeñas nubes compactas dando la impresión de que estábamos en tierras de indios y que, por medio de aquellas blancas señales de humo, estuvieran comunicando unos a otros que un par de rostros pálidos estaban atravesando sin miedo alguno su territorio.
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Y entonces apareció aquella gasolinera destartalada en la que no se apreciaban señales de vida y detuvimos el coche en su sombra.
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De repente, el silencio.
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A los dos nos pareció una laguna perdida en el tiempo y el espacio. Oxidados surtidores marcaban cifras ocultas por el polvo, algunos neumáticos usados estaban esparcidos por el suelo, viejos carteles metálicos claveteados en las paredes de un local construido a base de toscos tablones de madera…
Desde una de aquellas paredes sonreía una chica rubia mostrando un refresco con una sonrisa desdibujada.
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Todo era perfecto para dejarlo plasmado en imágenes y, extasiado, perdí la noción del tiempo fotografiando mi propio sueño americano.

(En el estado de Arizona , atravesando la Ruta 66)

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No puedo dormir pese a lo agotado que estoy.
Los retrasos en el viaje se han ido acumulando y cuando por fin me instalan en esta habitación está bien entrada la madrugada.
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Pero el lugar me resulta tan espectacular que no me es posible conciliar el sueño sin contemplarlo primero detenidamente.
El resplandor de la luna entra por una ventana a mi derecha, la única que no queda oculta por estos altos cortinones de terciopelo rojo. Su luz hace brillar un gran escudo con dagas cruzadas colgado en la pared y el escritorio que descansa a sus pies, al que parece pesarle el tiempo.
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Me levanto de la inmensa cama con dosel- en la que podrían dormir perfectamente 6 personas - y me encamino sobre el suelo cubierto de gruesas alfombras hacia ese resplandor de la ventana que me hipnotiza.
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Es un paisaje fascinante el que contemplo a través de las vidrieras.
Hay una claridad lechosa en el exterior, como si estuviera a punto de amanecer. Puedo apreciar el lecho del río en el amplio valle y cómo se acumulan en sus orillas extensos jirones de niebla gris. Me resulta emocionante estar divisando tan bella campiña desde un castillo en el que tengo la suerte de disfrutar de una estancia para mí solo.
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Algo parece moverse por uno de los caminos que surcan el llano.
Diría que es una figura humana vestida con una ancha camisa blanca y hasta creo percibir su sombra deslizándose a la par sobre las hierbas que orillan el recorrido.
¿Quién puede estar caminando por allá afuera en noche tan fría? Se me pasa por la cabeza la idea del espíritu de William Wallace vagando sin rumbo.
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De repente recuerdo que tengo unos prismáticos en la maleta y corro a buscarlos. Mientras lo hago me percato de que mi cama está deshecha en sus dos extremos y me detengo un momento a encontrar una explicación.
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¿Me he acostado por un lado y levantado por el otro? No, estoy seguro de que no. ¿Entonces?
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- ¡Papaaá, a cenaar!
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La voz de mi hijo me abstrae de mis pensamientos. Me levanto y dejo esa cómoda tumbona que coloqué debajo de la higuera en el campo, el lugar que yo llamo “mi rincón de los sueños”, en el que todos los días encuentro plácidos instantes para pensar.
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Jamás he estado en Perú, ni en Estados Unidos, ni en Escocia… No sé si los visitaré físicamente algún día. Ojalá que sí.
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De momento, estos lugares del planeta, y otros más, algunos muy remotos, los he recorrido con la imaginación, de la forma más sencilla y barata que existe, con la mochila en la cabeza.
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Es una suerte que me queden tantos otros sitios por descubrir.

23 de julio de 2010

LOS DIABLOS DE EGIPTO



Al Juego de los Diablos deberíamos empezar a tratarlo de usted porque está adquiriendo un toque de distinción y un glamour considerables.

Si me llegan a decir hace unos meses que de aquellos diablillos originales de Londres pasaríamos a otros en Nueva York, me habría echado a reír.
De haberme asegurado después que llegarían a Amsterdam y a Toledo, no hubiera creído una sola palabra.
Si para postre me garantizaran que habría diablillos ocultos entre el pasado milenario de Egipto, hubiera exclamado: "Sí, claro, y España ganará el Mundial de fútbol...¡anda yaaa!"

Pero empieza a ser evidente que los asuntos diabólicos funcionan así, de sorpresa en sorpresa y tiro porque me toca.

Mi hermano Fran y nuestra amiga común Juana Mari (SAX) aterrizaron en El Cairo el pasado mes de junio.
Para los que no lo sepáis, ambos son unos apasionados egiptolocos (perdón, egiptólogos; siempre lo escribo mal, casi sin querer) que terminaron recientemente el curso oficial de escritura jeroglífica. Ya solo por eso yo los calificaría de locos sin dudarlo, pero como además osaron a esconder diablos entre las ruinas de las moradas de los dioses egipcios de la antigüedad, ya no me dejan lugar a dudas.
Es un lujo adornar la entrada de hoy con las fotos que hicieron y las explicaciones de dónde los colocaron. Si os sentís Indianas Jones, tenéis mi permiso para ir a por ellos.

1) LA GRAN PIRÁMIDE DE KEOPS
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El primer diablo está escondido aquí. A media altura de la cara izquierda de la pirámide, mirando desde la cara principal, aparece una construcción pequeñita y medio derruida con techo abovedado. En el interior de esa construcción, colocado por el techo de la misma, se encuentra un diablo entre dos rocas.

Además de las fotos, Fran hizo un dibujo de la pirámide para verlo bien en perspectiva.

2) MUSEO ARQUELÓGICO DE EL CAIRO
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Está estrictamente prohibido hacer fotografías en su interior, por lo que la foto la sacamos de internet.
En la entrada principal hay un gran hall central con dos colosales figuras de Amenofis III y Tiyi presidiendo el fondo. En su base, bajo la nota explicativa, hay un desconchado que deja ver unos ladrillos. En la parte de abajo, más a la derecha de ese desconchado, está escondida la diablesa del museo.

**Pequeña anécdota intercalada que nos cuenta Juana Mari**
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Un egipcio se nos acercó con un caballo que él llamaba Susana. Nos hizo mucha gracia que tuviera ese nombre y Fran mantuvo una conversación en árabe con él.
(Nota: Fran sería feliz en la mismísma Torre de Babel)
De repente el egipcio empezó a preguntarle por mí. Fran me tradujo que el hombre quería casarse conmigo. "Dile que sí, que accedo - dije yo - pero que si se casa conmigo yo iré a trabajar y él tendrá que colaborar en los trabajos de la casa y en cuidar a nuestros hijos".

Al hombre le faltó tiempo para decir que no, espantado. Dijo que me casara con otro. Pedí a Fran que le dejara claro que en nuestro país somos las mujeres las que elegimos a nuestros maridos, jajaja, pero me parece que esto ya no se lo dijo...

3) ABU SIMBEL
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El tercer diablo está en el templo de Abu Simbel, ¡EL TEMPLO CON MAYUSCULAS! El más bonito de Egipto, el templo de Ramsés II , la octava maravilla del mundo.
(No profanéis mi tumba - dice el diablo momia :D)
También está prohibido hacer fotografías aquí, pero tú dí en el blog que para esconder diablos teníamos que ser malos a la fuerza y nos pasamos la prohibición por... por alto.

Adjuntamos las fotos del interior del templo de Abu Simbel, en la que se ve el hueco donde ocultamos al tercer diablo. Tú pon las flechitas.
Además de un plano del templo, dibujado por Fran.




4) EDFÚ

El cuarto diablo está escondido en el templo de Edfú,
Entrada principal al interior del templo.

A mano derecha, pegado a la pared interna contigua a la puerta, hay una pequeña cabina. En su interior, con ayuda de linternas, se verá la imagen de un egipcio con un agujero en la cabeza. Ahí está escondido el cuarto diablo.
5) LUXOR
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Y el quinto diablo está en el templo de Luxor.

(Colocado el día 6/6, se acordaron de mi cumpleaños!! :) )
Tras la entrada principal encontramos las primeras columnas formadas por un conjunto de 4: dos a la izquierda y dos a la derecha. Tras la segunda columna a la izquierda, mirándola en el sentido de la entrada, se halla una pared con diversos huecos.
En un hueco situado a media altura se encuentra el 5º diablo.

Gracias Fran y Juana Mari. Un trabajo faraónico el vuestro.
A aquellos que en su día no lo viérais, os invito a que os asoméis al templo egipcio que hizo Fran con sus propias manos a la edad de once años. Aquí.

Me queda la duda de si será peligrosa la combinación diablos-dioses egipcios.
A veces me da por pensar que cualquier jueves de estos, cuando la luna entre en su fase más septentrional y Júpiter se alinee con algún planeta mal encarao, pueda desatarse alguna maldición, y entonces Isis, Osiris, o el primero que se despierte, abrirá un ojo y lanzará un rayo cósmico que caerá de lleno en todo el centro de mi ser.
Sí.

Sólo me tranquiliza pensar que puedan apiadarse de mí por llamarme Juan Ra Amón.