Sobre la arena, a la sombra de la abundante vegetación, amenizando los momentos más calurosos del día, Luis y Lorenzo, los dos guías encargados de la excursión, nos contaban vivencias y anécdotas de sus múltiples aventuras.
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Ambos reconocieron ser unos enamorados de su trabajo pero lamentaban lo mal pagados que están los sueldos en México.
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Nos recomendaron volver a este país y visitar la zona norte. Yo escuchaba con interés cómo enumeraban las características propias de cada región y en todas encontré algo fascinante, digno de ser visitado.
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Aunque todo lo que contaron era realmente interesante sólo voy a escribir lo que más nos impactó.
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Toda la península de Yucatán es llana. Ni un solo monte sobresale de ella. Lo que sí abundan son los ríos subterráneos y los cenotes (1). Muchos espeleólogos vienen a esta zona del planeta para disfrutar investigando todos los escondrijos del subsuelo. Pero no todos son profesionales. Algunos han muerto por falta de experiencia.
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- Curiosamente – comentaba Luis – se les termina rescatando ahogados con las botellas de oxígeno llenas. Mueren por la desesperación de no encontrar la salida. A veces cometen el error de tocar el fondo con las aletas, levantando una nube de lodo que lo enturbia todo. Para que el agua se vuelva clara de nuevo, tiene que pasar una hora o más. Es muy difícil permanecer sereno en esos momentos. Se les encuentra con los dedos destrozados por haber estado palpando las rocas con desesperación, buscando la salida.
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Hubo después unos minutos para fotografiarnos junto a los vehículos que tenían el polvo y los golpes de mil aventuras. Supimos entonces que tenían 25 años y procedían del ejército suizo.
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Una vez en marcha, atravesamos la carretera nacional para adentrarnos en la selva. Fue entonces cuando exclamé
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- Qué fatalidad; veraneando tan tranquilos y entrar México en guerra.
No podíamos concebir el espectáculo de atravesar a toda velocidad un tubo de vegetación sin fin por el que el vehículo cabía casi milagrosamente. Las ramas arañaban el techo y los laterales, y había raíces y rocas tan sobresalientes que los botes eran de infarto. Tres ocupantes del vehículo que nos precedía desertaron horrorizados y prefirieron seguir el camino andando. A mí no me extrañó, el viaje era un continuo baile de rock and roll enloquecido.
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Poco a poco me fui acostumbrando a los baches, los saltos y los vaivenes y empecé a disfrutar la situación. La incertidumbre de cuánto duraría el viaje y cuál sería el lugar al que nos dirigíamos nos convencía de que éste era un día de pura aventura.
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De vez en cuando, al oír los gritos que dábamos ante un bache más grande de lo normal, Luis disminuía la velocidad y giraba la cabeza para preguntar de forma socarrona si íbamos cómodos y bien. El Indiana mexicano era de lo más guasón.
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Por fin la enmarañada vegetación salvaje dio paso a un terreno rocoso a cielo abierto en el que predominaban árboles frutales y muy pronto divisamos varias chozas de madera con techos de palma de un grosor considerable.
Mujeres y niños se asomaron presurosos a las puertas para vernos llegar. Un hombre se incorporó de su hamaca y saludó a los dos guías.
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Nos recomendaron volver a este país y visitar la zona norte. Yo escuchaba con interés cómo enumeraban las características propias de cada región y en todas encontré algo fascinante, digno de ser visitado.
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Aunque todo lo que contaron era realmente interesante sólo voy a escribir lo que más nos impactó.
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Toda la península de Yucatán es llana. Ni un solo monte sobresale de ella. Lo que sí abundan son los ríos subterráneos y los cenotes (1). Muchos espeleólogos vienen a esta zona del planeta para disfrutar investigando todos los escondrijos del subsuelo. Pero no todos son profesionales. Algunos han muerto por falta de experiencia.
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- Curiosamente – comentaba Luis – se les termina rescatando ahogados con las botellas de oxígeno llenas. Mueren por la desesperación de no encontrar la salida. A veces cometen el error de tocar el fondo con las aletas, levantando una nube de lodo que lo enturbia todo. Para que el agua se vuelva clara de nuevo, tiene que pasar una hora o más. Es muy difícil permanecer sereno en esos momentos. Se les encuentra con los dedos destrozados por haber estado palpando las rocas con desesperación, buscando la salida.
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Hubo después unos minutos para fotografiarnos junto a los vehículos que tenían el polvo y los golpes de mil aventuras. Supimos entonces que tenían 25 años y procedían del ejército suizo.
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Una vez en marcha, atravesamos la carretera nacional para adentrarnos en la selva. Fue entonces cuando exclamé
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- Qué fatalidad; veraneando tan tranquilos y entrar México en guerra.
No podíamos concebir el espectáculo de atravesar a toda velocidad un tubo de vegetación sin fin por el que el vehículo cabía casi milagrosamente. Las ramas arañaban el techo y los laterales, y había raíces y rocas tan sobresalientes que los botes eran de infarto. Tres ocupantes del vehículo que nos precedía desertaron horrorizados y prefirieron seguir el camino andando. A mí no me extrañó, el viaje era un continuo baile de rock and roll enloquecido.
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Poco a poco me fui acostumbrando a los baches, los saltos y los vaivenes y empecé a disfrutar la situación. La incertidumbre de cuánto duraría el viaje y cuál sería el lugar al que nos dirigíamos nos convencía de que éste era un día de pura aventura.
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De vez en cuando, al oír los gritos que dábamos ante un bache más grande de lo normal, Luis disminuía la velocidad y giraba la cabeza para preguntar de forma socarrona si íbamos cómodos y bien. El Indiana mexicano era de lo más guasón.
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Por fin la enmarañada vegetación salvaje dio paso a un terreno rocoso a cielo abierto en el que predominaban árboles frutales y muy pronto divisamos varias chozas de madera con techos de palma de un grosor considerable.
Mujeres y niños se asomaron presurosos a las puertas para vernos llegar. Un hombre se incorporó de su hamaca y saludó a los dos guías.
- Este es el rancho San Felipe – nos dijo Luis – Prepárense para caminar hacia el cenote.
Cuando llegaron los aventureros pedestres, las ocho parejas seguimos a Luis con expectación. Hacía calor y todos nos cubrimos la cabeza con nuestras camisetas. Yo estaba maravillado. Todo lo encontraba insólito.
“Cuando vuelva a España – pensé – me parecerá increíble haber estado aquí, en un lugar perdido entre la selva, donde vive gente que jamás ha pisado una ciudad y no imaginan un lugar distinto al que viven. Bueno, esto es real y es el presente. Y lo voy a disfrutar.”
Se apreciaba que el terreno comenzaba a formar un descenso pronunciado hasta que la depresión fue tan brusca que eran necesarias unas escaleras (de lo más rústicas, por cierto) para alcanzar un vasto terreno circular que parecía haberse hundido algún día de repente.
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Y en el fondo ¡oh, maravilla!, entre helechos, árboles que rivalizaban en altura y pájaros de un plumaje al que no parecía faltarles un solo color, estaba la entrada del cenote Nohoch Na Chich (2)
Una lengua de agua cristalina reposaba como un espejo junto a una de las paredes de roca. Nos aproximamos a ella para descubrir que surgía de una gruta de techo muy bajo, oscura como boca de lobo. El frescor que emanaba del agua nos llamaba poderosa y agradablemente la atención.
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Y en el fondo ¡oh, maravilla!, entre helechos, árboles que rivalizaban en altura y pájaros de un plumaje al que no parecía faltarles un solo color, estaba la entrada del cenote Nohoch Na Chich (2)
Una lengua de agua cristalina reposaba como un espejo junto a una de las paredes de roca. Nos aproximamos a ella para descubrir que surgía de una gruta de techo muy bajo, oscura como boca de lobo. El frescor que emanaba del agua nos llamaba poderosa y agradablemente la atención.
Y allí estábamos, 18 personas, ante tan bella entrada natural que, salvo los guías, ignorábamos a qué lugar daría paso, qué nos aguardaría allá adentro.
Multitud de peces diminutos se acercaron a la superficie. Nosotros los contemplábamos desde la tarima de madera que rodeaba la laguna.
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- ¿Ven estos peces? – dijo Lorenzo alzando la voz para que el grupo le escuchara bien – Son pirañas mexicanas. No son tan voraces como las del Amazonas, pero son de la misma familia. – Entonces lanzó un trozo de pan al agua que desapareció en un segundo, dejándonos boquiabiertos. – Como no les gusta la oscuridad, todos debemos estar preparados para saltar al agua y nadar rápidamente hacia la boca de la gruta mientras las entretenemos con un pollo. Así no habrá ningún problema.
Multitud de peces diminutos se acercaron a la superficie. Nosotros los contemplábamos desde la tarima de madera que rodeaba la laguna.
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- ¿Ven estos peces? – dijo Lorenzo alzando la voz para que el grupo le escuchara bien – Son pirañas mexicanas. No son tan voraces como las del Amazonas, pero son de la misma familia. – Entonces lanzó un trozo de pan al agua que desapareció en un segundo, dejándonos boquiabiertos. – Como no les gusta la oscuridad, todos debemos estar preparados para saltar al agua y nadar rápidamente hacia la boca de la gruta mientras las entretenemos con un pollo. Así no habrá ningún problema.
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No dábamos crédito a lo que oíamos. Mi mujer y otra mucha gente empezó a murmurar “Yo me quedo aquí”
- No pongan esa cara, – prosiguió Lorenzo – en cuatro meses que llevamos haciendo esto, nunca ha pasado nada.
No dábamos crédito a lo que oíamos. Mi mujer y otra mucha gente empezó a murmurar “Yo me quedo aquí”
- No pongan esa cara, – prosiguió Lorenzo – en cuatro meses que llevamos haciendo esto, nunca ha pasado nada.
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Volvió a tirar un gran trozo de pan al agua. Masas oscuras de peces que procedían de todas partes se abalanzaron hacia él, saltando incluso sobre el agua. Vimos cómo el pan se sumergía hacia el fondo, se partía en varios trozos que se movían hacia todos lados hasta desintegrarse por completo. ¡Qué voracidad! ¿Quién osaba a meter un pie en el agua sabiendo lo que había dentro?
Cuando todo el grupo parecía estar a punto de desertar por completo, Lorenzo resbaló y cayó al agua para volver a emerger con una gran carcajada. Era todo una broma. Voraces sí, pero no caníbales.
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Todo el material para el buceo (snorkel) estaba a nuestro lado en una pequeña cabaña de madera rebosante de humedad. Mientras me equipaba no hacía más que pensar: “¿Debo entrar? ¿Será peligroso? ¿Y si me quedo aquí?"
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Todo el material para el buceo (snorkel) estaba a nuestro lado en una pequeña cabaña de madera rebosante de humedad. Mientras me equipaba no hacía más que pensar: “¿Debo entrar? ¿Será peligroso? ¿Y si me quedo aquí?"
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Eran las tres de la tarde cuando todos estábamos equipados para la aventura.
Me acerqué a Luis y le pregunté:
- Pero en todo momento podremos sacar la cabeza para respirar o hay tramos en que no.
- No, tranquilo, el agua no llega al techo salvo en un tramo muy corto que pasaremos sin problema. Hay muchos lugares más profundos que sí están cubiertos completamente de agua y se requieren botellas de oxígeno, pero nosotros no llegaremos tan lejos.
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Este es otro de esos momentos mágicos que cuesta mucho explicar con palabras. Me refiero a los instantes previos a introducirnos nadando en la gruta. El agua estaba tan fresca que casi dolía la piel. Las rocas formaban una especie de marquesina natural que oscurecía mucho el lugar, pero el resplandor del sol sobre la selva que nos rodeaba hacía que apenas pudiera distinguir las caras de los compañeros que nadaban a mi lado por causa del intenso contraluz.
Todos nos movíamos mucho intentando aclimatarnos ante el gélido aliento de la boca de la gruta .
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Me acerqué a Luis y le pregunté:
- Pero en todo momento podremos sacar la cabeza para respirar o hay tramos en que no.
- No, tranquilo, el agua no llega al techo salvo en un tramo muy corto que pasaremos sin problema. Hay muchos lugares más profundos que sí están cubiertos completamente de agua y se requieren botellas de oxígeno, pero nosotros no llegaremos tan lejos.
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Este es otro de esos momentos mágicos que cuesta mucho explicar con palabras. Me refiero a los instantes previos a introducirnos nadando en la gruta. El agua estaba tan fresca que casi dolía la piel. Las rocas formaban una especie de marquesina natural que oscurecía mucho el lugar, pero el resplandor del sol sobre la selva que nos rodeaba hacía que apenas pudiera distinguir las caras de los compañeros que nadaban a mi lado por causa del intenso contraluz.
Todos nos movíamos mucho intentando aclimatarnos ante el gélido aliento de la boca de la gruta .
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Mari Carmen tenía una linterna atada a la muñeca. Así estaba establecido: una linterna por pareja.
- No te vayas a quedar el último otra vez – me advertía
- No, no. Yo pegado a ti.
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- No te vayas a quedar el último otra vez – me advertía
- No, no. Yo pegado a ti.
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Tres compañeros no se atrevieron a llevar a cabo semejante odisea (creo que los mismos que se bajaron del todo terreno) y se quedaron esperándonos sobre la tarima.
- Recuerden lo que les dije – advertía Lorenzo – Cuidado con las estalactitas y estalagmitas. Tengan precaución a la hora de alzar la cabeza, no vayan a golpeársela. Y, por favor, si se sienten mal, comuníquenlo. ¿De acuerdo?
Y cuando comprobó que todos estábamos preparados, exclamó:
- Muy bien, ¡adelante muchachos!
- Recuerden lo que les dije – advertía Lorenzo – Cuidado con las estalactitas y estalagmitas. Tengan precaución a la hora de alzar la cabeza, no vayan a golpeársela. Y, por favor, si se sienten mal, comuníquenlo. ¿De acuerdo?
Y cuando comprobó que todos estábamos preparados, exclamó:
- Muy bien, ¡adelante muchachos!
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(1) Cenote: (del maya ts'ono'ot: caverna con agua) Depósito de agua que se encuentra en algunas cavernas profundas, como consecuencia de haberse derrumbado el techo de una o varias cuevas. Ahí se juntan las aguas subterráneas, formando un estanque más o menos profundo.
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(2) Nohoch Na Chich figura en el Libro Guiness de los Records como la cueva submarina más larga del planeta. Situada en Quintana Roo, México, tiene 13.290 m. de pasajes cartografiados. La exploración de este sistema, iniciada en noviembre de 1987, fue llevada a cabo por el Cave Diving Team bajo la dirección de Mike Maddem.
14 comentarios:
Me alegra que te hayas decidido a relatarnos este viaje, aunque sea con 9 años de retraso (no en vano, yo tengo preparada una entrada sobre uno de hace una década). Lo de la muerte por asfixia "psicológica" me ha recordado a algo que leí sobre las cámaras de gas de los campos de exterminio; decía que la gente, en un intento desesperado por escapar de su destino, acababan rompiéndose todos los dedos al tratar de trepar por la pared. Todas las historias de huídas desesperadas por ahogo siempre me han dado escalofríos :s.
Pasando a otra cosa, los que desertaron no saben lo que se perdieron, porque si te vas hasta tan lejos para vivir experiencias así, ¿cómo desaprovechar la oportunidad? ¡Un poco de valor, hombre!
Lo de la broma de las pirañas me ha recordado a otra tomadura de pelo de un guía; había ido con el colegio a una granja ecológica en Alicante (¡podría haber ido a visitarte! XD). El hombre nos dio a probar unas almendras amargas, y cuando ya estábamos todos masticando nos dijo que tenían cianuro. Nosotros, con la inocencia que aún nos quedaba , las escupimos enseguida, y fue entonces cuando nos explicó que la proporción era tan baja, que antes morías de indigestión de almendras que de veneno.
Aquí sigo expectante por ver cómo resultó la experiencia... y si te quedaste de nuevo rezagado :p
Un saludo ;)
Yo te aseguro que tambien me habría quedado allí fuera , pero seguro que fue una experiencia inolvidable y excitante .
Las fotos muy chulas Juanillo.
Besicos
Si esas no son vacaciones soñadas, no se que le faltaría.
Ahhh no hay nada más bonito que escuchar que alguien hable así de mi tierra adorada, y es aún más hermoso cuando la persona echando flores es de la Madre Patria. Hablas de mi Yucatán como si fueras parte de él. Gracias por las fotillos, ojalá puedas volver a visitar México pronto.
XOXO
Puf, cómo admiro ese espíritu aventurero...a mí dame una sillita entre sol y sombra y un buen libro a la orilla del mar y no pido más.
Besos, majo
Joer macho, espeluznante lo de como morían los buceadores inexpertos tratando de encontrar la salida...se me han erizado los pelos y me ha subido un escalofrio...ufff.
Yo tuve una experiencia similar hace años en una cueva subterránea con agua, perdida en mitad de La Mancha, que un abuelete se ofreció a enseñarme y vaya tela que mal lo pasé....creí que moriria atrapado en uno de los inumerables y angostos túneles subterráneos...
Con lo bien que se está en el sofá de casa con La 2 o Punt 2...ja ja ja
Vaya Juan, menudas aventuras nos guardabas, ¡tú de buzo y en la selva!,¡que sorpresa!.
Aunque ahora estamos viviendo otra gran aventura en el CEAM, como la selva no, pero si parecido al desierto. Un beso manchego.
Mar.
Peibol:
Yo pensé lo mismo en todas las excursiones. No soy de emociones fuertes pero tenía claro que sería imperdonable llegar a lugares que prometían recuerdos imborrables para rajarse y desistir en verlos.
Caguetilla la justa! :D
Lo de morirse si comías muchas almendras amargas lo teníamos como cosa cierta mis hermanos y yo. Y aunque no fueran amargas, si la almendra estaba verde era muy venenosa. Jeje, esas leyendas de la niñez...
Oye, plantéate más viajes por aquí, que Alicante tiene grandes cosas. He ahí al diablo... ;)
Un abrazo.
carlota:
Las fotos son chulas, sí, pero que conste que no son mías. Son sacadas de internet, aunque pertenecen a aquellos lugares.
Al final pondré alguna de las fotos que hice yo por allá.
Un beso
Gamar:
Pues sí que les faltaron algo: más días!! El dinero sólo nos dió para ocho, pero fueron maravillosamente intensos.
Un saludo
March:
Ya te dije hace tiempo que soy un enamorado de México y que éste fue un viaje que deseábamos hacer. Allí, tras beber tequila, nos hacían gritar "VIVA MÉXICO, CABRONES"!! ¿Te suena?
Jejeje.
Un saludo, amiga.
Bichejo:
En el fondo soy como tú, voy de tranqui por la vida. La maquineta es mi mujer, que lo probaría todo sin cortarse un pelo. :P
Txema Rico:
Me tendrás que contar esa experiencia de la cueva, que no la sé y suena interesante.
(Ufff, sigo empachado de ayer)
Mar:
No, lo del CEAM es una desventura!! :D
Qué ganas de que acaben ya, no sé ni dónde poner el culo.
Un beso y hasta el lunes!
No deja de ser interesante contemplar cualquier maravilla aunque esté al alcance de todos, pero si, pierde mucho de emoción. Estar esperando que salga de la gruta un grupo de turistas, para poder entrar y contemplar lo que ya han visto todos, disminuye mi interés.
Incluso aunque no ofreciera un espectaculo ni la mitad de grandioso, apreciaria nuchisimo mas y me provocaria sin duda mas emoción saberme el primero en pisar un determinado lugar y haber contemplado por primera vez lo que nadie anteriormente habia visto. Algo así como lo que nos pasaba antiguamente con la novia. Estos cenotes de los que hablas y concretamente el que describes han sido la mortaja de otros muchos que piensan como yo y que quisieron llegar a donde intuian que nadie habia llegado, por eso, el cenote, celoso de su intimidad impidió que transmitieran su secreto.
Din duda esta forma mia de ser es la que ha influido en mi crónica apatia ante todo aquello que es de dominio público.
Estuve por Mexico también y disfruté de experiencias parecidas a las tuyas. Me encantó recordar todas esas sensaciones, siempre sueño con volver allí, para mi fue algo inolvidable, sin dudas, el mejor viaje que hice.
El único problema que tuve, fue que de tanto que me asombraba cuando veía debajo del agua tan maravilloso espectáculo, cada tanto no podía evitar decir Ahhjjj! y entonces tragaba agua y tosía como loca. Hasta hoy soy burlada por eso jajaja.
Hermoso relato, como siempre JuanRa
Volví enseguida para avisarte que te pasé un meme, pasa por casa, saluditos
Pichiri:
Si es que cada vez tengo más claro que tú fuiste aventurero o explorador en otra vida anterior. Pero de aquellos que daban nombres a los ríos, a los montes y a las tierras porque eran los primeros en verlas.
adriana rey:
Vaya! Me alegro de no ser el único que me llevé un sorbo del Caribe. :D
Me alegro de haberte hecho recordar buenos momentos. Me dispongo a concluir el relato.
Y ya me paso tu casa.
Ve preparando mate!!
Qué graciosa la bromita de las pirañas!
Yo, después de eso, me hubiese quedado en una terracita a esperar el regreso de los demás. Menos mal que fuiste, porque según lo relatas tuvo que ser una experiencia increible. Aunque un poco claustrofóbica. Es que lo describes tan bien... Ainsss.
Besos.
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